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Enfrentando la tercera ola del COVID con serenidad y una silla de playa

“¿Qué? ¿Quince estudiantes más han dado positivo para COVID? ¿Cómo puede ser eso?”.

“Pero, espere”, advierte nuestro decano de estudiantes, “hay más noticias. Cincuenta estudiantes más están en cuarentena”.

Luché por contener las lágrimas mientras pensaba en que debía reanudar todos los protocolos tan habituales de sanitizar los salones de clases, comprar mascarillas faciales y crear afiches acerca del distanciamiento físico.

Esta era la tercera ola de nuestra batalla contra el COVID en la Universidad Adventista de Malaui. Casi nos hundimos económicamente durante la primera ola, y apenas podíamos imaginarnos lo malo que sería esta ola. Las noticias de India nos causaron conmoción y temor. Nuestro equipo de Preparación y Respuesta COVID, exhausto por estar en las líneas frontales de esta guerra, recientemente solicitó una asignación de riesgo extra. Pero nuestra Junta Ejecutiva tuvo que negarse a su petición, porque todavía estamos pagando los salarios atrasados del personal de la facultad, que tuvo que sobrevivir con el 50 por ciento de su salario durante la primera ola, cuando el gobierno nos cerró por un semestre completo.

Me senté en mi silla pasando mis manos por mi cabellera gris. “Señor”, oré. “Tú me llamaste al servicio misionero voluntario, ¡pero no veo cómo esto pueda ser lo que tenías en mente!”. Nunca, en mis 35 años de experiencia en la educación superior, soñé que mi “retiro” sería dos veces más intenso y más desafiante que toda mi carrera. Nunca me había sentido más desprovista de conocimiento y sabiduría profesionales que en ese momento. “Señor”, rogué, “por favor despeja Tú los desafíos que el diablo ha puesto en nuestro camino”.

Cuando me senté en la soledad, sentí una suave voz diciendo: “Hija mía, amo a esta universidad más de lo que tú nunca lo harás. Entra en el agua y yo separaré la tercera ola, tal como lo hice con la primera y la segunda olas”.

Inundada de seguridad, reuní a nuestro equipo y trazamos el camino a seguir con el poder de Dios.

Aumentamos nuestros módulos de capacitación por internet y pusimos más materias curriculares a disposición de nuestros estudiantes en cuarentena. También contratamos a un director de cursos por internet para que nos ayudara. ¡Ahora estamos mejor preparados que antes!

Además, nuestros estudiantes que dieron positivo en las pruebas COVID han experimentado solo síntomas menores. Nadie dio positivo en nuestro segundo campus y el miembro de nuestro personal, que estaba más grave, fue dado de alta del Hospital Adventista de Malamulo y está mejorando.

Hace unos pocos días, me senté contemplando el Lago Malaui, mientras me preparaba para presidir la Conferencia Nacional de Malaui sobre Educación Superior. La conferencia se ha postergado dos veces debido al COVID. Mientras los monos jugaban cerca de mi silla, pensé: Ahora sí, ¡este es el retiro que había planeado!

Pero un momento después sonó mi teléfono, llamándome de vuelta a mis deberes. “El equipo del Ministerio de Educación Superior está aquí para afinar los detalles finales para la conferencia”. Mientras me apresuraba, volteé a mirar la silla y pensé en todos mis colegas “playeros”, que disfrutan un verdadero retiro y sonreí. El Señor tiene un gran sentido del humor al llamarme a mí a este “retiro” con verdadero valor agregado, donde puedo servir, ¡pero también disfrutar unos pocos minutos en la playa!

La voluntaria Sharon Weaver Pitmann, trabaja como vicerrectora de la Universidad Adventista de Malaui, África.

Si le interesa ser un voluntario, visite AdventistVolunteers.org.

Vea videos con historias sobre misioneros del Servicio Voluntario Adventista en m360.tv/avs.

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