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Sobre la confidencialidad

La forma y el contenido de nuestro discurso varía según el tipo de escucha que nos ofrece la persona a quien nos dirigimos. La confidencialidad es una de las cualidades que hace de la práctica del coaching una disciplina singular. El coach sabe que esto es un imperativo de su práctica, mientras que para el coachee se trata de una condición necesaria para poder hablar libremente, sin miedo o temor a que lo que diga tenga una consecuencia en su entorno. Es poner sobre la mesa lo que tiene en su mente, poderlo ver, comprender y sacar conclusiones antes de pasar a la acción, con la garantía de saber que lo que diga será sólo de él, de ella, hasta que decida sacarlo de ese ámbito para transformar la realidad sobre la cual actúa, pues está a buen resguardo con su coach.

La confidencialidad ocurre cuando el coachee le da a su coach un crédito de confianza que le permite hablar de todo lo que se le ocurra, de todo lo que pueda serle útil para llevar a cabo su proceso de coaching. Otras disciplinas también hacen de ella un valor, como la abogacía, la medicina, la psicología, donde se suele considerar lo tratado como “secreto profesional” del paciente o del cliente. Se trata de un derecho de los clientes y/o pacientes, son ellos quienes han de decidir si lo hacen público o mantienen como algo íntimo de lo que hablan en sus distintos entornos.

En un proceso de coaching ejecutivo u organizacional, la confidencialidad es una condición necesaria que abre un espacio donde las palabras fluyen libres, sin el peligro de afectar o ser afectado por su expresión, pues son entregadas al coach confiando que éste ha de respetar su promesa de guardar “secreto profesional”. El vínculo del trabajo coach-coachee se construye al amparo de la confidencialidad permitiendo que lo hablado adquiera la categoría de lo íntimo, ya sea una idea innovadora que aún no ve la luz en la organización y se mantiene a salvo de las miradas de los otros, pero ha de ser analizada, valorada, mejorada antes de ser expuesta; una necesidad de desahogo de sentimientos que afectan su autoestima, que duelen y han sido escondidos a la mirada de los demás; desde luego, están aquellas decisiones difíciles que son estratégicas en un entorno de mucha responsabilidad, pero también de soledad y necesita tenerlas muy claras antes de seguir adelante; finalmente, en esta serie de ejemplo están las ideas que surgen, que son inesperadas, que sorpresivamente aparecen y son ese “eureka” y le permiten fluir en el desarrollo de su talento. Hay muchas otras razones por las que un coachee desea discreción sobre lo que trata en su proceso de coaching y por ello el coach ha de construir un rapport donde prevalezca la confianza.

Confiabilidad: un derecho para el coachee y un valor para el coach

Dentro del marco legal, la intimidad es un derecho fundamental contenido en la Constitución Española de 1978 (artículo 18), que deriva del derecho al respeto a la vida privada y familiar, reconocido en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, e incluido en multitud de pactos, convenios y textos internacionales relativos a los Derechos Humanos. Ello deriva en distintas leyes como la Ley Orgánica de Protección de Datos, que cada coach ha de cumplir sin excepciones. Sin embargo, al referirnos al contenido de lo que expresamente se trata dentro de un proceso de coaching, estamos hablando de algo que asumimos como parte de nuestros códigos ético y deontológico de AECOP.

La confiabilidad como valor del coach es un derecho del coachee que responde a una valoración subjetiva. Lo que es íntimo para unos puede no serlo para otros, pero lo cierto es que el legítimo propietario de esa información íntima no es otro que el coachee, y por tanto el único con potestad de decidir qué información puede transmitirse y a quién. El coach ha de respetarle incondicionalmente.

Esta confidencialidad se expresa en un convenio o contrato escrito donde el coach signa su compromiso. El marco de confianza que sustenta la relación entre ellos se quiebra si la confidencialidad no se respeta, así que aquello que es un derecho del coachee se constituye en un deber para todos aquellos involucrados en el entorno del proceso de coaching. Desde la perspectiva del coach la confidencialidad es un valor en sí mismo que implica: respeto, confianza, compromiso y profesionalidad.

El deber de confidencialidad tiene en un proceso de coaching tres actores:

• El coachee: para quien es un derecho

• El coach: quien teniéndole como valor ha de cumplirlo de forma impecable, y en su caso

• La organización: que debe comprender y observar el respeto incondicional a la confidencialidad de lo hablado en el vínculo coachee-coach.

Esta autonomía del proceso se traduce en que el coachee puede consentir o rechazar las propuestas del coach para compartir cualquier material con la persona que se considere pertinente de la organización. En el caso de procesos de coaching ejecutivo que no son patrocinados por la organización, cualquier tipo de uso que el coach le proponga al coachee ha de contar con su autorización explícita.

Este respeto es la base de la confidencialidad. Sin confidencialidad no hay privacidad ni confianza. Sin confianza no hay confidencia. Desde el punto de vista ético, implica una gran responsabilidad por parte del coach.

Por otro lado, hay situaciones que limitan el deber de confidencialidad: la preocupación por la seguridad de otras personas, la preocupación por la seguridad del propio coachee y la preocupación por el bienestar público. La posibilidad bien fundada de evitar un daño grave a terceras personas, al propio coachee o a la sociedad, constituye la justificación ética fundamental para poder revelar información confidencial cuando no existe otro modo de evitar dicho daño. Algunas de las instancias donde el coach puede tratar estos temas para esclarecer sus dudas de forma confidencial son su propio proceso de coaching, en una supervisión con un coach experimentado o pidiendo una asesoría al Comité de Ética de AECOP.

La organización y la confidencialidad del proceso de coaching

Día a día, el coaching se utiliza más en las organizaciones, las cuales han ido asimilando la importancia de lo confidencial, comprendiendo que si bien son ellas quienes lo promueven y se hacen cargo de su financiación, tienen que concebir su renuncia a reconocer el derecho a la intimidad de su colaborador. La historia es larga, llevamos treinta y cinco años de recorrido en esta disciplina. En sus inicios, un o una gerente de RRHH solicitaba un proceso de coaching para un colaborador o un equipo de colaboradores, pero no era tan consciente de que el coach que contrataba le advertiría que todo lo que se tratara en la relación coach-coachee sería confidencial, dejándole fuera a él o ella de conocer lo que ocurriera en dicho proceso.

Años atrás, los representantes de la organización mostraban su malestar al tener que firmar en el contrato la cláusula de confidencialidad, prescindir de la información que se obtenía a través del proceso de coaching. Sobre todo, en las empresas pequeñas y medianas, era algo que no tenían en mente, y demandaban conocer la información de su colaborador para tomar decisiones tales como si era merecedor de un ascenso o dar por finalizado un contrato laboral, por ejemplo. Felizmente la cultura va cambiando, cada vez hay menos casos de este tipo.

En mi experiencia, el tema de la confidencialidad en un proceso de coaching ha ido incorporándose poco a poco a la cultura empresarial. Las grandes corporaciones con las que he trabajado como coach desde los años noventa tenían más clara la idea, aunque más de una batalla he - mos tenido que librar en algunas ocasiones. En la actualidad, las circunstancias han variado en las pequeñas o medianas empresas, donde es mejor comprendida la idea gracias a que muchos de sus dueños, directivos y gerentes han pasado por sus propios procesos de coaching. Poco a poco, los responsables de RRHH aceptan sin problema esta cláusula.

Sin embargo, el camino es aún largo y depende de nosotros cultivar esta buena práctica basada en el respeto y la confianza de cada coachee, que conoce los parabienes de contar con una persona y un espacio donde puede hablar con la libertad de que su información está a buen resguardo.

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