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EL ESCUDO DE PERSEO Y LA MÁSCARA DE LA GORGONA

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Héctor Manuel Lujambio Valle

[La Gorgona] encarna otro tipo de alteridad […] No se ocupa de los primeros momentos de la existencia ni de lo que está fuera del horizonte civilizado, sino de aquello que, en todo momento y lugar, arranca al hombre de su vida y de sí mismo, sea para precipitarlo […] al abismo donde reina el horror y la confusión del caos, sea para elevarlo […] hacia lo alto, a la fusión con lo divino y la plenitud de una edad de oro recuperada.

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Jean pierre Vernant1

Los Mitos son forMas coMunicatiVas de carácter narrativo y simbólico que son aprehendidos por una comunidad que les da sentido; son relatos que moldean y modelan las estructuras e instituciones socioculturales a través de los valores que transmiten.2 Conocer y comprender la mitología de un pueblo o nación, significa saber lo que hay detrás del ánima colectiva, en lo profundo y vasto de nuestra naturaleza humana.3 Aunque arquetípicas,4 las narrativas míticas de cada cultura tienen maneras específicas de expresarse que se determinan de acuerdo a la espacialidad y la temporalidad, de modo que, aunque esencialmente semejantes en lo profundo, dos mitos de diferentes culturas con el mismo tema serán distintos en su manifestación y representación.

El mito de Perseo y la Gorgona es uno de los más emblemáticos de la cosmovisión griega. Es la historia que sienta las bases de lo que será la figura del héroe vencedor, intermediario entre los seres humanos y los dioses, fundador de ciudades y ancestro de dinastías poderosas. Sin embargo, más allá de las interpretaciones más evidentes, el relato del príncipe de Argos y de Medusa —la de cabellos de serpiente— tiene un trasfondo profundo, rico y complejo que aborda, entre otras cuestiones, el enfrentamiento de lo humano y lo monstruoso; lo sublime y lo terrible; lo terrenal y lo divino; lo conocido y lo que permanece un misterio.

En este sentido, más que narrar la travesía extraordinaria de un joven hijo de Zeus y la derrota de un monstruo temible, nos plantea un encuentro entre el yo y lo otro, al mismo tiempo que propone reconocimiento entre ambos conceptos. Si bien esto tenía un gran impacto en las sociedades de Grecia Antigua, también guarda relevancia para las personas de nuestros días pues podrían identificar en el mito una enseñanza universal de autoconocimiento. No obstante, resulta importante conocer lo esencial del relato para realizar un análisis hermenéutico de sus figuras centrales,

3 Carlos García Gual, La Mitología: interpretaciones del pensamiento mítico, Barcelona, Montesinos, 1.ª ed., 1987.

4 Tomamos al arquetipo como la fuente de todo pensamiento simbólico, como la raíz que conecta con lo más profundo de nuestra psique y posibilita también la relación con el mundo externo y los otros. Afrma Jung: “No se heredan las representaciones sino las formas, […] se le puede dar un nombre y posee un núcleo signifcativo invariable que determina su modo de manifestación; pero siempre sólo en principio, nunca concretamente”. Carl Gustav Jung, Arquetipos e Inconsciente colectivo, Barcelona, Paidós, 1970.

Perseo y Medusa, y distinguir cómo los griegos percibían la relación entre la dualidad que se halla inscrita en esta historia. De manera que sea posible reinterpretar este mito para dar sentido a nuestra existencia contemporánea.

El Mito De Perseo Y La Gorgona5

El oráculo había profetizado que Acrisio, rey de Argos, sería asesinado por el primogénito de su hija, Dánae. Aterrado, el monarca mandó encerrar a la muchacha en una celda de bronce, que en algunas versiones estaba en una torre alta y en otras en lo profundo del palacio. Como fuera, la princesa no tenía escapatoria y su único contacto con el mundo era una anciana dama de compañía que se aseguraba de sus necesidades básicas.

Pero Zeus, señor del Olimpo, fijó su vista en la doncella y, en forma de lluvia de oro, la dejó encinta. Después de un tiempo nació el niño, Perseo.

El llanto —o, según otros, la risa— del niño llegaron a oídos de Acrisio, quien hizo matar a la anciana dama de compañía y arrastró a su hija al altar de Zeus para que confesara quién era el padre del pequeño. Al jurar que el rey de los olímpicos era el progenitor, el monarca de Argos no vio otra salida más que arrojar a la joven madre y a su hijo al mar, encerrados en un sarcófago, para que así fuera el mar quien los matara y no cayera sobre él la furia de los dioses.

Pero Zeus favoreció a Perseo y Dánae, quienes fueron llevados por el mar hasta las costas del reino de Sérifos. Ahí, caerían en la red del pescador Dictis, quien los acogería en su casa y los mantendría a salvo por un tiempo. Pero Polidectes, rey de la isla y hermano de éste, se interesaría en Dánae y la llevaría a su tenebroso palacio para casarse con ella. Aquí nuevamente existen variaciones en el relato: Perseo es aún un niño y es tomado junto a su madre o es ya un joven, prácticamente un adulto, que ha vivido todo ese tiempo junto a Dánae y Dictis, como pescadores humildes. En las distintas versiones, Polidectes ve en Perseo a un rival o al menos un impedimento para disfrutar plenamente del matrimonio con Dánae, por lo que le exige al muchacho un regalo: la cabeza de la Gorgona, Medusa, que vive en los confines del mundo. El joven acepta el desafío y emprende la búsqueda del terrible monstruo que habita en donde no llega la luz del sol ni la luna. Antes de su partida visita el templo de Atenea, diosa de la sabiduría y la estrategia, y ella se manifiesta ante él para ofrecerle su ayuda; lo mismo hace el mensajero divino y conductor de almas, el dios Hermes, quien en varias versiones le entrega un par de sandalias aladas.

5 El relato que narraremos se basa en distintas fuentes, entre ellas Hesíodo, Píndaro y Apolodoro; también en obras artísticas que representan escenas del mito. Así mismo, se comentarán algunas de las variantes de la narrativa que resulten relevantes para su comprensión.

Medusa es hija de los titanes del océano, Forcis y Ceto. Su cabellera es un nido de serpientes y tiene por rostro una máscara espantosa con colmillos de jabalí, alas de oro, garras de bronce y el aliento fétido de la muerte que muestra siempre una mueca de terror. Aunque algunos hablan sólo de una Gorgona, la historia más difundida es que eran tres, siendo Esteno y Euríale sus hermanas. Ellas eran inmortales, aunque Medusa era mortal, ella podía transformar a quien la mirara en piedra. Las Grayas eran las únicas que conocían su ubicación, ellas eran también hijas de Forcis, tres viejas brujas que compartían un solo ojo, un solo diente y guardaban secretos que sólo los dioses más antiguos conocían.

Hermes guió a Perseo a la guarida de las Grayas, quienes se divertían con juegos de azar. Al pasarse el ojo que compartían, el joven aprovechó un instante y se los arrebató, obligándolas a revelar la ubicación de las Gorgonas.

También descubrió, gracias a ellas, el lugar en el cual encontrar a las ninfas que guardaban algunos artefactos mágicos: un saco capaz de contener la cabeza de Medusa, la kibisis, y la kyneé, el casco de invisibilidad de Hades, señor del Inframundo. Algunos mencionan que también le proporcionaron el harpe de adamantio —la espada con que Crono castró a Urano— y unas sandalias aladas, pero otros apuntan a que el dador de estos obsequios fue Hermes. De Atenea, Perseo recibió un escudo de bronce, lustroso y brillante en el que veía su mismo reflejo.

Con sus sandalias aladas, Perseo llegó a una de las entradas del Inframundo, situada en los confines de la Tierra: ahí se encontró con un jardín de estatuas, víctimas de Medusa y su mirada mortal. Las Gorgonas estaban ahí —dormidas según algunos, despiertas según otros—, un error podría costarle la vida al joven héroe, quien se acercó sigiloso e invisible. Miró a través del espejo que le dio Atenea y de un solo golpe cortó su cabeza con el harpe de Crono. Ella dio un brutal alarido y sus hermanas buscaron al intruso, que puso el terrible trofeo en la kibisis y escapó del lugar con las sandalias aladas de Hermes.

Después de aquello, Perseo realizó muchas proezas, entre ellas salvar a la princesa Andrómeda de la muerte, para finalmente regresar a Sérifos. El héroe entró al palacio del tirano Polidectes, quien lo recibió molesto y asombrado de que volviera con vida. El joven héroe tomó la cabeza de la Gorgona y la mostró al malvado rey y toda su corte que, en un instante, fueron convertidos en piedra al ver la mirada mortal de Medusa. Dánae había sido liberada y se casó con Dictis, que se hizo monarca de la isla. Ella contó entonces a Perseo de su abuelo, Acrisio, y de la profecía por la cual habían sido arrojados al mar.

El joven voló a Argos y le prometió al viejo rey que no buscaría matarlo, pero el anciano desconfío y huyó. Tiempo después, Perseo participó en unos juegos y, en una de las competencias, arrojó un disco que se perdió de la vista de los asistentes. El objeto voló lejos y, por obra del destino, golpeó a Acrisio en la cabeza y lo mató, cumpliendo de esta manera la profecía del Oráculo. Aunque él era heredero al trono, el héroe decidió dejar el reino a un tío suyo y se fue con su esposa a fundar el reino de Micenas, donde vivió el resto de sus días. Al final, Zeus puso a Perseo y Andrómeda en el cielo, como constelaciones, para que el mundo entero los recordara por siempre y para que guiaran a otros en su camino.

PERSEO Y LA GORGONA: EL ESPEJO Y LA MÁSCARA

Para los griegos, el mito de Perseo y Medusa habla del paso que el joven debe tomar para convertirse en hombre; de un proceso de transición a través del cual hay que enfrentarse a lo desconocido y lo terrible para salir victorioso o morir en el camino. Ciertamente, es una historia que nos transmite los valores del pueblo heleno: la fuerza y astucia masculina, la dominación de lo femenino, la conquista de los enemigos y la derrota de lo bestial por los poderes del orden. Pero entre otras significaciones de carácter político, religioso o social, es un relato que nos habla de una Iniciación, donde el sujeto debe ser puesto a prueba, enfrentarse a lo oscuro del Inframundo y a lo que ahí habita, para conquistarlo y hacerlo parte de él.

No es posible datar con exactitud la antigüedad de un relato que se transmitió a través de la vía oral por generaciones antes de ponerse por escrito. Sin embargo, se pueden realizar un par de aproximaciones: sabemos, gracias a la narrativa, que Perseo fundó la ciudad de Micenas, cuyos vestigios más antiguos datan del 3000 y 2500 a.C. Además, el mito de Heracles, bisnieto del héroe, está situado aproximadamente entre el 1194 y el 1184 a.C. Más aún Hesíodo, la leyenda y sus personajes son nombrados también por Píndaro, Homero, Eurípides, Esquilo, Apolodoro, Ovidio, entre otros. Finalmente, el mito de Perseo puede rastrearse desde el siglo VII y VIII a.C. en la Teogonía de Hesíodo.

El caso de la Medusa tiene un trasfondo distinto, pues esta figura parece ser más antigua que el relato de Perseo. El Gorgoneion o Gorgoneia es la representación visible (ya sea en pintura o escultura) de la cabeza de la Gorgona: un rostro que mira al frente, con los ojos fijos en el espectador; una mueca que luce furiosa o burlona, con enormes colmillos de jabalí; una cabellera enredada entre la que destacan serpientes. Los registros arqueológicos que muestran la figura datan del siglo VIII a.C.; aunque, algunos hallazgos hacen pensar a los expertos en figuras gorgóneas o formas “pre-gorgóneas” de entre el 6,000 y 5,300 a.C.6 En su núcleo, es una representación utilizada para causar terror, alejar a los espíritus malignos, asustar a los enemigos y protegerse. Su uso en frontones de templos y palacios, así como en armaduras y escudos, nos dan prueba de ello.

El rostro de la Gorgona es una máscara con apariencia de lo terrible y lo desconocido, de lo que no se puede mirar sin morir. En el mito, muchos hombres y bestias habían perecido ante la mirada mortal de Medusa. En las representaciones visuales, el Gorgoneion es una advertencia o amenaza de muerte a quienes osen traspasar su portal. Existe una hipótesis bastante difundida la cual argumenta que la máscara gorgónea es la representación de una divinidad femenina y era usada en ceremonias rituales para asustar tanto a los malos espíritus como a los intrusos.7 De hecho, en los mitos, aunque se describe como un monstruo terrible, Medusa es en realidad una titánide, una diosa muy antigua que pertenece al viejo orden del titán Cronos. La Gorgona es una guardiana tanto de los Misterios a los que ningún profano puede acceder como de lo Divino que ningún mortal puede presenciar de modo directo a menos que muera en el intento. Estas enseñanzas quedan claramente demostradas en el imaginario griego pues Sémele es fulminada al ver a Zeus en su forma verdadera y Acteón muere por Artemisa al verla desnuda. En pocas palabras, ver a la Divinidad frente a frente significa la destrucción de la existencia mortal.

6 Anna Lazarou, “Prehistoric Gorgoneia: a Critical Reassessment”, Studia Antiqua et Archaeologica, 25 (2019), pp. 353-385. N. del A.: En su texto, en el que analiza diferentes hallazgos a lo largo de Grecia y el Egeo, Lazarou expone que estas fguras con características gorgóneas son muy antiguas y pueden rastrearse hasta el Neolítico medio en forma de máscara, el hallazgo más antiguo se ha hecho en Sesklo, Grecia.

7 Véanse: Robert Graves, Los Mitos Griegos, Tomo I, Barcelona , Ariel, 2016; Jean Pierre Vernant, La Muerte en los ojos, Madrid, Gedisa, 2001; Jean Pierre Vernant, El Individuo, la muerte y el amor en la Antigua Grecia, Barcelona, Paidós, 2001.

Perseo es hijo de Zeus, señor de los dioses, y Dánae quien, aunque princesa, no deja de ser humana. Perseo representa el ideal del hombre griego y por ello, al mismo tiempo que su cualidad de semidiós está presente con una chispa divina, la fragilidad propia de los mortales también. Desde el principio de su existencia, el joven héroe tiene que enfrentarse a la oscuridad y a la muerte: al nacer y crecer en la tenebrosa mazmorra, al ser arrojado en un sarcófago junto a su madre al mar, al ser llevado al sombrío palacio de Polidectes —cabe destacar que este nombre significa “el que acoge a muchos” y es un epíteto dado a Hades, señor de los muertos—. Perseo ha estado enfrentándose a lo que todos temen y rehúyen, a lo que nadie desea mirar.

Sus guías también son muy relevantes: en primer lugar, Atenea, el símbolo de la sabiduría y la estrategia, es quien le aconseja a Perseo no mirar a la Gorgona y le regala el escudo-espejo que usará para lograr su cometido. En segundo lugar, Hermes, la representación de la inteligencia y la astucia, es quien le aconseja al héroe buscar a las Grayas y lo acompaña en su travesía. Además, es un dios psicopompo, que conduce las almas al Más Allá, y como tal es de los pocos seres (incluso dentro de las divinidades) que pueden acceder al Inframundo y salir de él, cosa que puede verse reflejada en el obsequio de las sandalias aladas que permiten a Perseo entrar y escapar de los reinos sombríos de la muerte. Con todos esos elementos, nuestro héroe posee lo necesario para enfrentarse a aquello que representa la Gorgona: lo bestial, lo monstruoso y lo mortal; pero también lo divino y lo que está más allá de los límites humanos.

La Gorgona es una máscara, una apariencia externa tras la que reside el Misterio, entendido como lo terrible, lo funesto, lo desconocido y lo divino. Perseo es el hombre, entre lo bestial y lo divino, la persona que debe descubrirse a sí mismo y al mundo que lo rodea, pero recordemos que es el ideal, no lo real, el ser humano en su generalidad. En este punto, es necesario comprender que el héroe no es el ser virtuoso que se sacrifica desinteresadamente, sino aquél que completa una travesía en la que deberá enfrentarse a pruebas, peligros y adversidades para descender a lo más profundo (el Inframundo, la muerte o un equivalente simbólico) y regresar victorioso al mundo ordinario (o no, de ahí viene la figura heroica derrotada). Como tal, Perseo es el ser humano que ha superado todo este camino, transformándose y pasando de ser un mortal cualquiera a un ser realizado, un héroe con todo lo que implica.

Perseo tiene muchos objetos mágicos, pero entre ellos, el más importante es el regalo de Atenea: el escudo que usa a modo de espejo. Con él, nuestro héroe logra ver a Medusa en el reflejo y, finalmente, cortar su cabeza. Es distinto al grueso de los hombres que han ido tras la Gorgona ya que mientras ellos la han visto frontalmente, como algo ajeno, externo, como una encarnación del Otro que opera como una amenaza; Perseo, para ver a aquel monstruo de mirada mortal, usa su espejo y sí puede ver a Medusa, pero también se ve a sí mismo.

Recordemos que la Gorgona es una máscara, pero tras sus ojos está el Misterio del cual es guardiana. A través de ella, Perseo se mira y él la mira a través de él. El héroe logra identificarse con aquello que otros rehúyen, niegan y rechazan; él descubre que ese gran Otro no es ajeno a sí mismo sino parte de él. Esto no es algo fuera del alcance de los griegos porque se relaciona con la enseñanza expresada a la entrada del Templo de Apolo en Delfos: “Conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses”.

En la Antigua Grecia ya existía una noción —posiblemente de forma inconsciente— del autoconocimiento y su relación con una posición espiritual y psicológica más elevada.8 A pesar de que el mito de Perseo y Medusa no era reservado para la élite, sino que estaba dirigido al pueblo llano, posee toda una serie de conocimientos y contenidos que revelan una profunda riqueza, útil aún en nuestros días.

Conclusiones

Los mitos son narraciones simbólicas que tienen la capacidad de comunicar una serie de significados y sentidos para sus espectadores, quienes pueden realizar toda una gama de interpretaciones distintas en diferentes niveles y dimensiones. Sus símbolos poseen un poder que influye en las comunidades humanas, en gran medida, de forma inconsciente, despertando entidades psíquicas que residen en lo más profundo de nuestro ser. Para los griegos, así como para todas las culturas y sociedades, las mitologías enmarcan todos los valores, formas de pensar, de sentir y de ser.

En este caso, el mito de Perseo y la Gorgona nos habla, en uno de sus sentidos, de un trabajo interno en el que hay que enfrentarnos a lo desconocido, lo terrible e incluso lo divino. Para nuestras sociedades contemporáneas esto no es distinto de lo que plasmaban y necesitaban los griegos de la antigüedad: es necesario que seamos capaces de cuestionarnos lo que somos, mirando aquello que nos resulta amenazador, bestial, repulsivo o desconocido, no como algo ajeno y externo, sino como algo que forma parte inherente de nosotros. Si logramos identificarnos con aquello que ocultamos, rechazamos o negamos en los otros, podremos crecer como seres humanos, alcanzando una vida más plena, y quizá, como Perseo, la divinidad en nuestro interior.

8 Prueba de ello la encontramos en las diferentes religiones mistéricas que buscaban el despertar espiritual a partir de ceremonias profundas en las cuales el iniciado debía tomar consciencia de sí mismo, tales como los Misterios de Eleusis, los Misterios Órfcos y posteriormente la Escuela de Pitágoras.

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