Capítulo 2: El regreso a Japón

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La noche ha llegado al Santuario. Seiya y Marin descansan en la cabaña que les dá cobijo. Marin parece estar dormida, pero Seiya todavía está despierto. - El hermano de Aioria traicionó al Santuario… ¿qué maldad habrá hecho? – pensaba Seiya. Pero Seiya estaba nervioso. ¡Por fín era caballero! De una forma un tanto inconsciente, empezó a estirar su brazo hacia la caja de la Armadura de Pegaso. - ¡Seiya! ¿Es que quieres desobedecer al Sumo Sacerdote? – Marin seguía despierta, pero como llevaba puesta la máscara, Seiya no se percató de que le estaba vigilando – Esas cajas se llaman “cajas de Pandora”. Hacen referencia al mito de la caja de Pandora. Según ese mito, de esa caja surgieron todos los males que hoy en día asolan al mundo, quedando únicamente en su interior la “esperanza”. Por ese motivo, sólo debes ponerte la armadura cuando te encuentres en una situación de peligro. Si al ponerte la armadura, de la caja salen males o esperanzas, dependerá del momento. Tras esa réplica, los dos se acostaron. Pero una vez más, Marin engañó a Seiya, y se mantuvo despierta. Sospechaba algo y decidió que Seiya descansase, pues ya sabía que acechaba un peligro a Seiya, y decidió que descansara el recién nombrado caballero mientras ella vigilaba la casa. En menos de dos horas, Marin despertó a Seiya. - ¡Seiya! ¡Vamos, despierta! - ¿Qué ocurre? – dijo Seiya mientras bostezaba. - ¡Vamos, Seiya! Si te quedas aquí empezarás a criar gusanos en la cama. Coge tu armadura y vámonos. - Marin, el Patriarca sabe de sobra que mañana regreso a Japón. ¿Por qué nos tenemos que ir así? - Seiya, Shaina no sabe perder. Ella no está dispuesta a que te lleves la armadura así como así. ¡Vámonos! Seiya y Marin cogieron sus respectivas armaduras y se apresuraron en salir del Santuario. Sin embargo, Shaina ya les estaba esperando en las afueras, y además llevaba puesta una armadura. - ¡Marin! ¡Será mejor que me entregues a tu discípulo! – Gritó Shaina a Marin. - No creas que lo tendrás tan fácil – le respondió Marin a Shaina. Shaina adoptó una postura de combate y Marin una postura defensiva. Estaba claro que Shaina iba a atacar a Marin. - ¡Garra del Trueno! – Shaina ejecutó su ataque, pero para sorpresa de Marin el ataque no fue contra ella, sino que fue directamente a por Seiya, que se sintió atrapado como si estuviera siendo ahogado por una serpiente electrificante. - No podré soportar otro ataque similar… - se lamentaba Seiya.


- ¡Shaina! ¡Esto no te lo perdonaré! – arremetió Marin contra Shaina. Entonces Marin encendió su cosmos y abrió su caja de Pandora, surgiendo de ella la Armadura del Águila. Marin saltó al aire igual que un águila, y la armadura empezó a ensamblarse en su cuerpo. Las rodillas, la entrepierna, el brazo izquierdo, el brazalete, el pecho, el hombro izquierdo y finalmente la diadema. - ¡Shaina, en guardia! – un sinfín de golpes empezaron a surgir entre las dos mujeres caballero, alejándose del moribundo Seiya, quien se sentía incapaz de seguir sus movimientos; estaba claro que él era muy inferior a ellas. - ¿He venido a Grecia para esto? – empezaba a preguntarse Seiya – Las veo luchar, pero no logro visualizar ninguno de sus golpes. ¿Voy a caer derrotado ahora que he conseguido la Armadura? Un momento… La Armadura… De una forma un tanto inconsciente, Seiya empezó a estirar su brazo hacia la caja de Pandora, mientras que recordaba las palabras que le dijo su maestra Marin: “Debes ponerte la armadura cuando te encuentres en una situación de peligro. Si al ponerte la armadura, de la caja salen males o esperanzas, dependerá del momento”. Entonces Seiya agarró el asa y tiró fuertemente de la cadena. Pareciese si como durante un instante, los ojos del dibujo de Pegaso que había dibujado en relieve sobre la caja, hubiesen brillado como si la propia caja tuviese vida. Finalmente, la caja se abrió, y un cosmos poderosísimo surgió de su interior. - ¡¿Qué ha sido eso?! – exclamó Shaina - ¿De dónde surge ese cosmos? - Sabéis de sobra que las disputas personales entre caballeros están prohibidas – dijo una voz familiar. - ¡Ah, Aioria! Entonces ese cosmos era el tuyo – dijo Shaina mientras las dos mujeres dejaban de pelear. - ¿Mi cosmos? No, te equivocas. He contenido mi cosmos desde que os he visto salir del Santuario. Mientras tanto, Seiya admiraba a la recién aparecida Armadura de Pegaso. - ¡Así que éste es el aspecto de la Armadura de Pegaso!


Seiya estiró su mano hacia la armadura, y en cuanto la yema de sus dedos tocó la Armadura, ésta se desmontó y Seiya sintió como si él empezara a dirigirse hacia el cielo igual que un pegaso volador. De esta forma, la Armadura empezó a ensamblarse en su cuerpo: los piés, las rodilleras, el cinturón, los brazales, el pecho, las hombreras, y finalmente, la diadema. - ¡Siento un poder abrumador en mi cuerpo! ¡Me siento increíblemente ligero! – afirmaba Seiya. Mientras, Aioria les advertía a las dos mujeres. - Estáis incumpliendo las normas de la orden de caballería. Si paráis y regresáis al Santuario de inmediato, actuaré como si no hubiese ocurrido nada. - Está bién, Aioria, agradecemos tu benevolencia. Volveremos al Santuario inmediatamente – dijo Marin, mientras que Shaina se limitó a afirmar con la cabeza. Aioria se dio la vuelta y se dirigió al Santuario. Por otro lado, Seiya ya tenía puesta su Armadura, y se sorprendía del tremendo poder que albergaba en su interior. - ¡Ahora mismo soy un auténtico caballero! – gritó mientras que lanzó un poderoso puñetazo al aire que parecía como si lo desgarrara. - Pero entonces, ¿qué fue ese tremendo cosmos que he sentido hace un momento? – Se preguntaba Shaina a sí misma; pero en ese momento, Shaina volvió a sentir ese cosmos y notó cómo su máscara se dividía en dos y se caía al suelo hecha añicos. - ¡Marin! ¡Esto es increíble! – apareció Seiya gritando justo donde se encontraban Marin y Shaina. - Seiya, por fín has te has puesto la Armadura – le dijo Marin a su alumno – pero has cometido un grave error. Entonces Seiya se percató de que Shaina no llevaba puesta su máscara y la miró fijamente a sus ojos. - Vaya, así que ése es tu verdadero rostro – afirmó Seiya - . Tienes un rostro bastante bello como para tener el carácter que tienes. Conozco las leyes de la orden de caballería y sé que si un hombre logra ver el rostro de una mujer caballero, que ella debe matarlo a toda costa. Aun así, ésa es una vergüenza que te mereces. - Seiya, ahora mismo no puedo llevar a cabo mi venganza – le dijo furiosa Shaina a Seiya - , pero te juro que un día nos volveremos a encontrar y que llevaré a cabo mi venganza. - Espero que nunca llegue ese día – le respondió Seiya. Entonces Shaina se dio la vuelta y se fue avergonzada al Santuario. A su vez, Marin y Seiya pudieron seguir su camino. - Seiya, allí al fondo ya puedes visualizar la aldea de Rodorio – le dijo Marin a Seiya - . Allí podrás coger un autobús que te llevará hasta Atenas, y allí podrás coger el avión de vuelta a


Japón. Seiya, creo que ya te lo he preguntado más de una vez. Eres un huérfano, no tienes a nadie que te cuide en Japón y aquí en el Santuario tienes cobijo. ¿Por qué quieres regresar a Japón? - Marin, si te lo dijera, ¿me dejarías ver tu rostro? – le preguntó Seiya a su maestra. Ya se podía ver a Seiya a lo lejos, llegando a Rodorio. Mientras, Marin observaba cómo se alejaba. - Seiya, lo único que puedo decirte, es que a partir de ahora empieza tu lucha; ten mucho cuidado – dijo Marin en voz alta, mientras se quitaba la máscara, aprovechando la soledad de la montaña. Seiya se dirigía a Japón, no a un lugar cualquiera. En Japón existe una poderosa empresa, llamada Fundación Grad, una de las más ricas de todo el mundo. En su sede principal, en Tokio, se está realizando en estos mismos instantes una conferencia. Un hombre trajeado y corpulento está reunido en una sala con un gran número de periodistas. Su cara no es de tener muchos amigos, y su calva sólo realza su rudeza. - Permítanme hablarles sobre los caballeros – dijo el hombre corpulento a la prensa - . Empezaré por mostrarles algunas diapositivas. Este hombre empezó a mostrar a la prensa una serie sucesiva de distintas diapositivas, en las cuales podían observarse imágenes de cráteres, cuadros antiguos, grandes tifones, ruinas griegas y romanas… - Señor, ¿qué pretende enseñarnos con todo eso? – preguntó un medio de prensa. - Son las muestras del poder destructivo de los caballeros – afirmó el hombre misterioso. - ¿Cómo van a hacer esas cosas unos simples seres humanos? Todos sabemos que el cuerpo humano tiene unos claros límites. ¿Cómo pueden hacer tales cosas? – empezó a preguntar la prensa. - Estáis muy equivocados. Los caballeros no utilizan la fuerza física para luchar, sino que despiertan un poder que tienen en su interior llamado cosmos. Mediante ese poder, son capaces de destruir las partículas de las que están compuestos los átomos. Además, gracias a ese poder, y dependiendo de su rango, sus golpes alcanzan unas velocidades increíbles. Existen tres rangos en la orden de caballería. Los golpes de los caballeros de bronce alcanzan la velocidad del sonido. Por su parte, los caballeros de plata logran asestar golpes el doble de rápidos. Finalmente, los caballeros de oro son capaces de alcanzar la velocidad de la luz. Los diferentes medios de comunicación empezaban a murmurar entre ellos, y todos ellos empezaban a sospechar que la Fundación Grad se estaba burlando de ellos. - Veo que desconfían de mis palabras, y sin embargo, podemos ver muestras de sus actos a lo largo de toda la historia de la humanidad. La mítica Torre de Babel, la Batalla de las Termópilas, la caída del Imperio Romano, la derrota de la Armada Invencible, la derrota de


Napoleón, la caída de Hitler… ¡todos los grandes reveses de la historia son causados por los caballeros! - Señor, aunque todo eso sea cierto, ¿por qué nos lo está contando? – la prensa seguía mostrándose incapaz de creerse las palabras que estaban escuchando. - Tatsumi, deja que sea yo la que siga explicándolo – le interrumpió la voz de una joven. Una mujer muy joven irrumpió en el escenario en el que Tatsumi estaba realizando la presentación a la prensa. De pelo castaño y largo, tenía un rostro precioso. Llevaba un vestido largo con hombros abultados y falda acampanada. Nada más pisar el escenario, empezaron a surgir los comentarios entre los medios de comunicación: “¡Es Saori Kido!”, “¡Es la nieta del tristemente fallecido Mitsumasa Kido!”, “¡Es la actual presidenta de la Fundación Grad tras la muerte de su abuelo!”. - Señores, ustedes ya saben que mi abuelo tenía un gran interés por todos los deportes de lucha – dijo Saori Kido a los medios de prensa - . Le encantó utilizar el dinero de la Fundación para patrocinar cualquier evento deportivo de cualquier tipo de lucha en cualquier lugar del mundo. Sin embargo, poco antes de morir, alguien le entregó en Grecia una misteriosa caja. Gracias a esa caja, mi abuelo descubrió la existencia de los caballeros, por lo que decidió aventurarse en un enorme proyecto. En el orfanato Niños de las Estrellas, también perteneciente a nuestra Fundación, mi abuelo entrenó a 100 niños huérfanos, y luego les envió a diferentes lugares de todo el mundo para que prosiguieran con su entrenamiento durante otros 7 años, con la intención de convertirlos en caballeros. Tras ganar su correspondiente armadura, debían volver a Japón con esas legendarias armaduras, pruebas definitivas de que realmente se han convertido en caballeros. Por desgracia, sólo seguimos teniendo noticias de diez de esos chicos, de los cuales nueve ya han traído su armadura. Y como prueba de ello, aquí las tienen. Tatsumi pulsó un botón, y unas cortinas se corrieron mostrando las cajas de Pandora de nueve armaduras de bronce. De izquierda a derecha, podían observarse las siguientes armaduras: Lobo, León Menor, Hidra, Lobo, Unicornio, Fénix, Cisne, Andrómeda y Dragón. La prensa ya estaba empezando a dudar sobre si lo que decía la Fundación Grad era verdad o no. - Cuando llegue el caballero que falta, seremos testigos de un campeonato sin precedentes – dijo Saori Kido - . Pero por desgracia mi difunto abuelo falleció hace un año, por lo que yo decidí tomar el relevo para continuar con su proyecto. - Señora Kido – le interrumpió una persona de la prensa - , todo lo que nos está contando parece bastante inverosímil. Caballeros… legendarias armaduras… ¿De verdad van a luchar entre sí estos caballeros? ¿Por qué iban a querer luchar entre sí unos jóvenes? Si de verdad tienen unos poderes tan espectaculares, ¿no correrían riesgo sus vidas al enfrentarse contra otros caballeros? - Tenemos un premio que les hará luchar con todas sus fuerzas – le respondió Saori Kido - . ¡Se trata de la caja que consiguió mi abuelo en Grecia!


Tatsumi pulsó otro botón, y empezó a abrirse otra cortina. Tras ella, se pudo vislumbrar otra caja de Pandora, se trataba de la caja de Pandora de Sagitario. Al abrirse la cortina, pareció como si las nueve armaduras de bronce allí presentes empezaran a vibrar al unísono, como si venerasen a la armadura de oro. La prensa cada vez estaba más confusa y no entendía lo que estaba sucediendo. - Escúchenme, señores – Saori llamó la atención a la prensa, intentando convencerles de la veracidad de sus palabras - . Esas nueve armaduras que ven son armaduras de bronce, correspondientes a los caballeros de más bajo nivel. Cada una de esas armaduras se corresponde con una constelación que se encarga de proteger a su correspondiente caballero. Por lo tanto, existen tantos caballeros como constelaciones hay en el cielo. Los caballeros más poderosos son los caballeros de oro, de los cuales hay uno por cada constelación del zodíaco. Esta Armadura que ven aquí es una de esas doce armaduras; es la Armadura de Oro de Sagitario. - Señora Kido, nosotros creíamos que la fundación Grad era una empresa seria – se atrevió a afirmar uno de los periodistas - . Díganos de una vez por todas que se tratará de una lucha simulada con efectos especiales. - ¡No hable así a la señorita Saori! – gritó Tatsumi al periodista. - Tranquilo, Tatsumi – intentaba calmar Saori a Tatsumi - . Os podemos prometer que lo que decimos es cierto, y que en cuanto llegue el décimo caballero iniciaremos el torneo de caballeros. - ¡Ni hablar! – una voz dijo estas palabras al fondo de la sala. - ¡Tú debes de ser Seiya! – dijo Saori con un tono alegre. Los medios de prensa, aún sin creerse las palabras de Saori, se dieron la vuelta de inmediato y comenzaron a hacer fotos a lo loco a Seiya, que acababa de llegar de Grecia. - Bienvenido, Seiya – dijo Saori - . Deja tu armadura al lado de la Armadura del Dragón y descansa, te espera un duro campeonato. - ¿No me has oído? Me niego a participar en ese torneo – dijo Seiya tajantemente. - ¿Pero cómo te atreves a hablar así a la señorita Saori? – le preguntaba Tatsumi a Seiya mientras se abalanzaba sobre él para asestarle una torta. - Saori, usted debería cumplir su promesa – dijo Seiya mientras agarraba el brazo de Tatsumi, quien se retorcía de dolor por el daño que le estaba ocasionando el recién venido de Grecia - . Acepté que me enviaran a Grecia para entrenarme pese a mis objeciones, pero a cambio me prometieron volver a reunirme con mi hermana si les traía a cambio la Armadura. ¡Exijo ver de nuevo a mi hermana! La prensa se sentía alterada y empezaba a pensar que todo esto era una auténtica obra de teatro. Sin embargo, una voz surgió en otra punta de la sala.


- ¡Seiya! ¡¿Cómo puedes hablarle así a Saori Kido?! ¡Siempre has sido así de maleducado con ella! - Eres… ¡Jabu! – dijo Seiya sorprendido al ver de nuevo a un antiguo compañero del orfanato. - No, no soy Jabu. ¡Soy Jabu, el Caballero del Unicornio! Los medios de comunicación ya estaban empezando a hartarse de lo que parecía ser una auténtica obra de teatro. - Seiya, cumple lo que se te ha dicho y deja la Armadura – le ordenó Jabu. - No dejaré la Armadura hasta que Saori cumpla con su palabra – dijo Seiya a Jabu en un tono amenazante. - Sea verdad o no esa promesa, está claro que eres un maleducado – arremetió Jabu contra Seiya. - Jabu, no es necesario que insistas, siempre has hecho de perrito faldero de Saori – dijo Seiya, provocando a Jabu, aprovechando que estaba toda la prensa delante - . Cuando estábamos en la Fundación, Saori siempre nos hacía partícipes de sus jueguecitos. ¡Recuerda el día que quiso utilizarnos como caballos! ¡E incluso el propio Tatsumi nos obligaba a participar en sus juegos! Quiso obligarme a ponerme a cuatro patas para que ella se subiera encima, pero como yo me negaba, ella me azotaba con su vara. Pero luego llegaste tú, y preferiste hacer de caballito para Saori, y aunque ella te azotaba con su vara, ¡a ti te daba igual!, y cabalgabas más rápido siguiendo las instrucciones de Saori. Tras siete años, veo que sigues completamente igual. ¿sigues haciendo de caballito? - ¿Cómo te atreves? – pregunto Jabu, que estaba completamente furioso por las palabras que acababa de decir Seiya - . ¡Está claro que tú sigues siendo igual de maleducado! ¡Peleemos aquí ahora mismo! - ¡Chicos, calmaros! Una disputa aquí entre vosotros podría provocar graves daños a todo el personal aquí presente – dijo Tatsumi intentando contener a ambos caballeros. - Tatsumi, no hagas nada – susurró Saori a Tatsumi - . Ahora la prensa podrá comprobar que en efecto existen los caballeros. Jabu lanzó una dura mirada contra Seiya, logrando hacer que se rompieran las correas que sujetaban la Armadura a la espalda de Seiya sólo con ese gesto; la Armadura cayó al suelo en el acto. La prensa empezaba a inquietarse, pues no entendía cómo había ocurrido eso. - ¡Basta ya! – grito Saori - ¡Jabu, detente!


- Señorita Saori, Seiya se mostró tan maleducado… - le respondió Jabu con una voz de arrepentimiento. - ¡¿Es que no me has escuchado?! – volvió a recriminarle Saori. - Sí, señorita Saori… - Jabu mostró finalmente su arrepentimiento. - Si queréis pelear, deberéis hacerlo con todas vuestras fuerzas en el próximo torneo – dijo Saori. - ¡Anda ya! – gritó Seiya, mientras que Jabu se ponía de nuevo alerta - ¿Acaso no has oído que no pienso participar en ese torneo? ¡Cumpla su parte del trato y déjeme ver a mi hermana! - ¡Cálmate, Seiya! – intentó Saori calmar al joven caballero - . Yo no sé dónde se encuentra tu hermana. El día que te enviaron a Grecia, tu hermana desapareció. Se fugó el mismo día en el que te marchaste a Grecia y jamás supimos de ella… - ¡¿Cómo dices?! – preguntó Seiya sorprendido. Seiya empezó a rememorar el día en el que se fue del orfanato… - ¡Seiya, Seiya! ¡No te marches! – le gritaba la hermana a Seiya. - ¡Seika! – gritaba Seiya el nombre de su hermana en vano, pues estaba agarrado por unos fortachones que le estaban metiendo dentro del coche. El coche se marchó, y en la retina se Seiya se quedó grabada la imagen de su hermana corriendo tras el coche, cayéndose al verse ella incapaz de alcanzar la velocidad del coche en marcha. La prensa se quedó estupefacta al escuchar esta historia, mientras que Seiya recogía su Armadura y se marchaba de la sala. - Seiya, no tiene sentido que te marches – le dijo Saori a Seiya - . ¿Cómo piensas encontrarla tú sólo? No tienes una casa a donde ir… Además, tampoco sabes si sigue viva. Seiya se dio la vuelta y le dirigió una dura mirada a Saori. - Seiya, te propongo una cosa – siguió hablándole Saori - . Si participas en el torneo, utilizaré todos los recursos de la Fundación Grad para poder dar con el paradero de tu hermana. Para la Fundación Grad encontrar a cualquier persona es algo muy sencillo… Mientras Saori decía estas palabras, podía verse cómo Seiya se daba la vuelta y se dirigía a la salida de la sala. - ¡Espera! ¡¿Cómo osas irte sin responder a la señorita Saori?! – le recriminó Jabu. De repente, la pared detrás de Jabu empezó a agrietarse de una forma ilógica, produciéndose un agujero similar al de el impacto de un meteorito, pero a escala mucho menor.


- ¿Cuándo ha realizado ese ataque? Creía tener controlado a Seiya en todo momento… pensó Jabu, quien se había quedado estupefacto y pálido al no haber podido controlar el movimiento de Seiya. La prensa ya no sabía cómo reaccionar. Tenían delante suya la prueba de la existencia de los caballeros y lo habían grabado en vídeo. - Está bién, te dejo la Armadura de Pegaso – contestó finalmente Seiya, mientras se marchaba por el pasillo…


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