Capítulo 14: Do Cvidanija

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- Tal como era de suponer, te encuentras en la cima del Monte Fuji – le dijo Hyoga a Ikki. - En esta época del año y debido a la nieve, está prohibida la entrada a los visitantes, por lo que éste es un lugar ideal para que nos enfrentemos sin que nos moleste nadie – le explicó Ikki. - Con el frío que hace aquí arriba y toda esta nieve, me siento como si estuviera en casa – afirmó Hyoga - ¡Ikki! -¿En verdad crees haber escogido el mejor lugar para que nos enfrentemos? - ¡Hyoga! Después de Seiya, tú eras el otro rival con el que más temía enfrentarme, y sin embargo, ni si quiera lograste pasar de la primera ronda en el Torneo Galáctico… - afirmó Ikki burlándose de Hyoga. - Maldito… - dijo Hyoga entre dientes - ¡¿Cómo te atreves a burlarte así de mí?! - ¡Vamos, Hyoga! ¡Demuéstrame que la climatología está a tu favor! – le provocó Ikki. - ¡Está bién! ¡Te demostraré el poder del Cisne! ¡Polvo de Diamante! – exclamó Hyoga a la vez que ejecutaba su mortífero ataque. Ikki extendió su brazo derecho, y con apenas esfuerzo, contuvo el mortal ataque de Hyoga con una sóla mano. - ¡Imposible! – exclamó Hyoga - ¡Ha logrado detener mi ataque con una sóla mano! ¿Cómo has podido detener mi ataque sin si quiera haberlo recibido de pleno ni una sóla vez? - En efecto, en condiciones normales, ese ataque habría congelado mi brazo por completo – le explicó Ikki -, pero el Cisne Negro me mostró tu ataque poco antes de morir. - Ahora entiendo su último acto en vida… - se lamentaba Hyoga. - Además, lo sé todo sobre tí – le dijo Ikki - . Sé que eres un crío que no hace más que llorar la muerte de su madre. - ¡¿Cómo sabes eso?! – preguntó Hyoga aterrado - ¡Eso está en lo más profundo de mis pensamientos! ¡Jamás se lo he contado a nadie! - ¡Hyoga! ¡En el Torneo Galáctico demostré en mi combate contra Ichi que poseo el poder de destruir a mi rival tanto físicamente como psicológicamente! – le exclamó Ikki a un pobre Hyoga, que se sentía aterrorizado - ¡Sufre de nuevo ese momento en tus carnes! ¡Por la Ilusión del Fénix! Un puño transparente atravesó por completo el cerebro de Hyoga, dejándolo completamente inmóvil…


- ¡Mamá, mamá…! – Un joven Hyoga se encontraba exclamando a su madre, que se encontraba en un barco que estaba hundiéndose en las aguas de Siberia Oriental. Por su parte, Hyoga se encontraba en un bote salvavidas, y era agarrado por la tripulación de a bordo, pues el joven Hyoga quería escaparse de la barca para estar junto a su madre momentos antes de ahogarse en las profundidades del mar - . ¡Mi mamá todavía está en el barco! ¡No podemos marcharnos! - ¡Tranquilízate, joven! – intentaba calmarle inútilmente uno de los tripulantes - ¡No podemos arriesgarnos a ir a salvarla! - Do cvidanija – le dijo su madre en ruso, justo antes de adentrarse en un camarote, a la vez que derramaba lágrimas. De nuevo en tierra firme, los supervivientes empezaron a hablar sobre lo acontecido: - ¡¿Cómo dices?! ¿Natassia es la única persona que ha fallecido? – dijo un tripulante, nombrando el nombre de la madre de Hyoga. - ¿Natassia es la madre de este joven? ¡Pobre crío! – se lamentaba otro individuo. - Es una lástima – le lamentaba una mujer - . Se dirigían a Japón para que el chico pudiese reencontrarse con su padre… - Ha sido un accidente impredecible – decía un marinero - . El capitán del barco no se explica lo sucedido. - Yo rescataré ese barco – dijo el joven Hyoga en un tono serio. - ¡Ja, ja, ja, ja! – se burló otro marinero - ¡¿Cómo piensas hacer eso con tus débiles manos?! ¡Deberías ser uno de esos míticos caballeros o guerreros azules para poder hacer tal cosa! - Los caballeros… - empezó Hyoga a pensar para sí mismo – mi mamá me habló de esa gente. ¡Me convertiré en uno de ellos y salvaré a mi mamá!

Ya adulto, Hyoga ya era capaz de romper la capa de hielo que se formaba en el mar sobre el barco hundido. Y no sólo eso, sino que ya era lo suficientemente fuerte como para hacer frente a las corrientes submarinas que había en esas profundidades. En esta ocasión, Hyoga acude una vez más a ver a su madre, y lleva en su boca una hermosa flor, para depositarla junto a todas las demás, alrededor del cuerpo de su difunta madre. - ¡Mamá, todavía no puedo mover el barco! – decía Hyoga -, pero cuando sea lo suficientemente fuerte, volveré a sacarte a la superficie. Habían pasado ya siete años desde aquella tragedia, pero debido a las gélidas aguas siberianas, el cuerpo de la madre de Hyoga se encontraba en perfectas condiciones, y se encontraba tumbada en una cama rodeada de hermosas flores que Hyoga le traía todos los días.


- ¡Mamá! ¡El mar de Siberia conservará tu belleza para siempre! – afirmó Hyoga - ¡Mamá, te traeré una flor todos los días! ¡Mientras me mantenga con vida, seguiré visitándote! Mamá… ¿mamá? ¡¡¿mamá?!! La cara de la madre empezó a pudrirse rápidamente, provocando la locura y la desesperación de Hyoga, que no podía contener más tiempo la respiración bajo el agua…

- ¿Todavía mantienes tu consciencia? ¿O morirás de desesperación? – le preguntaba Ikki de nuevo en la cima del Monte Fuji. - Ikki… - decía Hyoga con una voz baja, pero con un claro tono de furia – Has intentado acabar con mi cordura con ese ataque, pero has fallado… Mi temperamento es mucho más frío de lo que piensas. Tu ataque no ha hecho más que enfurecerme. ¡Sufre la furia del Cisne! ¡Kholodnyi Smerch! Una ráfaga de viento gélido azotó a Ikki, quien recibió el ataque de lleno, y le mandó por lo aires, pero aun así Ikki logró maniobrar en el aire y aterrizó de pié sobre la nieve. - ¡¿Cómo has logrado soportar el más poderoso de mis ataques?! – preguntó sorprendido Hyoga - ¡Es la primera vez que utilizo este ataque contra tí! - Vuelves a equivocarte, Hyoga – le dijo Ikki en un tono serio - . Te recuerdo que el Cisne Negro me ha mandado la información de todos tus ataques. Se dice que cuando una persona muere, almacena en su retina los últimos momentos de su vida. En otras palabras, tus gélidos ataques sólo son unas brisas de aire fresco para mí. - Ahora lo entiendo todo… - dijo Hyoga - Pero no por eso voy a dejarme vencer tan fácilmente… un momento, ¿por qué no puedo moverme…? - Tu cuerpo se ha quedado paralizado – le explicó Ikki. - ¡¿Cómo?! – preguntó Hyoga sorprendido. - Son los efectos secundarios de la Ilusión del Fénix – le informó Ikki - . Mi técnica paraliza a mis presas, convirtiéndolas en un blanco fácil. Acto seguido, Ikki clavó su puño en el corazón de Hyoga, atravesándole la armadura, igual que la más afilada de las lanzas. - Hyoga, quiero que me escuches ates de que mueras – le dijo Ikki - . Debes agradecerme que haya utilizado la Ilusión del Fénix contra tí. Ese recuerdo tuyo no era más que una debilidad dentro de tu mente. Era un recuerdo que te hacía débil, por lo tanto, había que destruirlo. Tus propios recuerdos, son los causantes de tu muerte, Hyoga. - Ikki, por ahora estás venciendo, pero lograré la forma de hacerte entrar en razón – dijo Hyoga, todavía consciente - ¡Mientras mis brazos estén libres seguiré luchando contra tí!


Hyoga agarró con su brazo izquierdo el puño derecho de Ikki, que todavía se mantenía clavado en el corazón de Hyoga. Agitó su brazo derecho contra Ikki, pero el Caballero del Fénix detuvo su ataque fácilmente con la mano izquierda. - Hyoga, me sorprende tu fuerza de determinación – dijo Ikki - . A estas alturas, si no muerto, deberías estar por lo menos inconsciente. En tu estado, tus músculos están demasiado débiles como para realizar un ataque a gran escala. ¡Vamos! ¡Suelta mi brazo derecho! - ¡No, Ikki! – exclamó Hyoga - ¡Sólo lograrás sacar tu brazo derecho cuando yo haya muerto! - ¡Cómo tú quieras! – le respondió Ikki - ¡Ahora te arrancaré la cabeza con mi brazo izquierdo! Ikki se disponía a clavar su mano derecha en el cuello de Hyoga, pero finalmente el Caballero del Cisne se quedó inconsciente, e Ikki pudo sacar su brazo derecho… - No ha estado nada mal, Hyoga… - dijo Ikki sorprendido – Sin embargo, te maldigo… ¡Has mantenido mi brazo derecho agarrado para dejármelo congelado! Pero simplemente parece estar entumecido… Ésto no será un impedimento para vencer al resto de caballeros de bronce…


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