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Codornices de la sierra Alberto Tapia Landeros Serie Cultura Cinegética Número 6, 2017 Parte de esta narrativa fue publicada originalmente en revistas especializadas de la cinegética durante el tercer cuarto del siglo XX. Pertenece a un archivo construido a lo largo de varias décadas de practicar la caza, y tiene por objeto dejar constancia de cómo se desarrollaba en la segunda mitad del siglo XX, esta práctica cultural reconocida globalmente como caza deportiva.
El título de este número obedece a una frase que utilizábamos en mi grupo de cazadores, hermanos, amigos e invitados, para referirnos a dos especies de aves que viven en las sierras norteñas del Estado de Baja California, y a la vez diferenciarlas de la especie de codorniz que habita el delta del Río Colorado y Desierto Sonorense, la codorniz de Gambel, Callipepla gambelii. Estas dos especies de codornices serranas son la codorniz de California, Callipepla californica, y la codorniz de montaña, Oreortyx picta, a la cual llamamos “perdiz”, sin serlo. Esto quizá por ser de mayor tamaño que las demás codornices y por ser hembras y machos del mismo color, es decir, no hay en ellas el llamado dimorfismo sexual, o diferencia de apariencia entre ambos sexos.
Izquierda, la codorniz de California macho; derecha, la de montaña o perdiz. Imágenes de Internet.
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La codorniz de California también se llama en inglés, valley quail, o codorniz del valle, esto en virtud de que prefiere para comer terreno plano, pero no vacila en refugiarse en los cerros al primer disparo de escopeta. Tiene una amplia distribución paralela a la costa del Océano Pacífico, y en México, no se le encuentra en vida libre fuera de la península de Baja California.
Es un ave pequeña, de 25 centímetros de largo y unos 150 gramos de peso. Las hembras son ligeramente menores que los machos, y menos coloridas. El copete del macho es más prominente que el de la hembra, pero ambos sexos tienen una carne blanca que ningún cazador desdeña. La codorniz de montaña solamente habita en México en las sierras de Juárez y de San Pedro Mártir de Baja California.
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La perdiz como la apodamos, es más grande que la californiana, mide 28 centímetros y pesa 250 gramos. Tiene por copete un juego de largas plumas delgadas rectas distintas a las arqueadas y cortas de las otras codornices. Su carne es rosada y semi transparente y más delicada que la de sus parientes. Viven entre pedregales y densos montes de chaparral de montaña, donde destacan los árboles de encino, huata, álamo y alisos en los cañones. Prefiere caminar y correr que volar, y esto dificulta su cacería.
Un macho de codorniz de California. Foto Armando Tapia Landeros.
Una perdiz. Foto del autor.
Mientras que la codorniz californiana se congrega en parvadas que pueden llegar a cientos de individuos, la perdiz forma grupos de media a una docena de aves. El tamaño de las parvadas depende de la cantidad de lluvias del invierno. Cuando no llueve en éstos, las codornices no anidan. Entonces hay años buenos y malos para los cazadores. Sostengo que la codorniz de California se veda sola, sencillamente cuando escasea, corre la noticia entre los escopeteros que la cazan, y por pocas aves no hacen el gasto para ir a buscarlas. Las codornices de la sierra duermen en lugares seguros, donde sus depredadores naturales no las ataquen, o puedan sentir su aproximación. Los arbustos de lentisco y mangle son un buen refugio para ellas. Los montes densos de arbustos de encino llamados también “bellotales”, de los cuales hay varias especies en su hábitat, también son utilizados como dormideros. He visto que también se trepan a los árboles de encino a dormir.
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El autor se aproxima a un lentisco con la intenciĂłn de echar a volar una codorniz. Arma, una escopeta medida 20, italiana, de caĂąones superpuestos de 28 pulgadas, modificado y completo, marca Antonio Zoli modelo Atlas, fabricada antes de la Segunda Guerra Mundial. Foto Armando Tapia Landeros.
La misma arma y cuatro machos de codorniz de California. Foto del autor.
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Se alimentan de pequeñas semillas de zacates y pastos naturales por lo que la lluvia es muy importante en su ecología. Además un invierno húmedo producirá más insectos en la primavera y de eso se alimentan los polluelos. Por supuesto, comen vegetales verdes como la verdolaga y el berro silvestre. Las codornices de la sierra no son madrugadoras. Debido a que dejan sus dormideros para bajar a los valles a comer y beber, tardan en estar a la vista del cazador, que transita precisamente por terrenos planos. Los aguajes o manantiales naturales son lugares seguros para encontrarlas a media mañana. Ambas especies emiten voces muy características que el escopetero pronto distingue. La codorniz de California canta su clásico cha-cuaca-cha-cuaca-cha-cuaca. La perdiz emite una especie de silbido entre cortado y tiene la particularidad de escucharse en donde el ave no está. Parece un caso de ventriloquía no comprobado.
Una novena de perdices cazadas con escopeta española medida 20 el año de 1969 en el Arroyo San Rafael que baja de la Sierra de San Pedro Mártir, B.C. Esta fue la mayor cantidad de perdices que cobré en una mañana de mi vida de cazador de codornices de la sierra. Foto del autor.
Cuando la parvada de codorniz de California es muy grande, algunos cazadores hacen disparos al aire para dispersarlas. Luego se camina lento para hacer volar a una por una, si esto es posible. Sucede al inicio de la temporada de caza, pero pronto aprenden a volar hasta arriba de los cerros tan pronto oyen o ven el carro de caza. Se les puede cazar con perro, pero debe estar entrenado a evitar las espinas de la uña de gato, chollas, biznagas y 6
agaves que hay en su hábitat. El perro es sumamente útil para recuperar las aves abatidas, ya que una vez en tierra, es difícil encontrarlas, particularmente para el cazador novato.
En esta foto de 1965 cuento codornices y perdices cazadas en La Cuesta Blanca, antiguo camino entre La Rumorosa y Jacumé, B.C. Foto de Armando Tapia Landeros.
La regla de oro es que si derribas a una, no quites la vista del lugar en donde cayó y camines en línea recta, cosa que el monte dificulta, hasta dar con ella y meterla al morral. Si te emocionas y disparas a todo pájaro que alza el vuelo, seguro no conseguirás a ninguno. Una mañana bien trabajada puede producir alrededor de una docena de pájaros por cazador experimentado. Algunos novatos se van en blanco después de quemar dos o tres cajas de cartuchos y terminan por abandonar la cacería, a veces para siempre. La caza de las codornices serranas puede ser frustrante para algunos, es una práctica cinegética especializada. Creo que el arma ideal es una escopeta ligera en medida 20. Cartuchos con 24 gramos de munición del 8 o 7 ½ es suficiente. El arma puede ser de cañones superpuestos o yuxtapuestos (cuata). Pero cada vez son más populares las semi automáticas. No obstante lo anterior, la escopeta más utilizada en Baja California es la medida 12, con cartuchos de 28 gramos y hasta de 32 gramos, en este caso, con munición del 7 ½, ya que con este peso, el número 8 es tan numeroso que destruye mucha carne comestible. En la 12 funcionan los cañones cortos (26 pulgadas) con cilindro mejorado y modificado. Pero en la medida 20 mi experiencia me dice que son mejores los cañones modificado y completo, o full choke, para obtener la densidad de plomeo necesaria para abatir a estas pequeñas aves con tan poca munición. Algunos excéntricos se lucen utilizando escopetitas 7
medida 28 y hasta calibre .410, pero NO las recomiendo para los principiantes ya que se dejan muchos pájaros heridos de muerte sin recuperar.
Un macho de codorniz de California cazada con una escopetita española medida 28. Foto del autor.
Insisto en escopetas ligeras con portafusil ya que se tienen que caminar varios kilómetros en una mañana y el terreno siempre es quebrado y pedregoso. Aquí hay que tener cuidado con la víbora de cascabel. En varias ocasiones una codorniz ha caído sobre una serpiente enrollada. Botas o polainas a prueba de la mordida de crótalo son recomendables, aunque nunca las utilicé y no he tenido nada qué lamentar en cacería de codornices de la sierra. En los años setenta, hasta me mandé fabricar a España una escopeta medida 12 de cañones yuxtapuestos de 27 pulgadas, con dos gatillos y cañones de cilindro mejorado y modificado ligero. Entonces ese era mi ideal de un arma “codornicera”. La edad me llevó a preferir la medida 20. Por cierto, en los primeros meses de uso de esta arma custom made, se le desprendió un trozo de madera y la regresé al intermediario en los Estados Unidos de América. Eran tiempos sin las enormes restricciones que padecemos ahora.
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Mi grupo de caza en uno de los manantiales del Ejido Jacumé, B.C. Desde la izquierda, Alfredo Nuño, Yo, Edmundo Landeros, Marco Manríquez y sentado mi hermano Oscar. Auto foto con la cámara de Alfredo Nuño.
Diez años después, en ese mismo manantial retraté un verano a estas perdices.
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Las presas representadas mediante la taxidermia que practicaba entonces. Fotos del autor. Esta expresión artística alude a la pasión por esta práctica cultural.
Un par de codornices de California cobradas con una escopeta española medida 12. Foto del autor. 10
Con diferentes amigos y grupos de caza, he cazado a la codorniz de California a través de toda la península de Baja California. Desde el Ejido Jacumé, frontera con California, hasta Cabo San Lucas, B.C.S. He aquí algunos lugares que recuerdo como sitios donde cacé codorniz de California.
Cito la siguiente anécdota por haber sido una mañana de caza muy peculiar, distinta a las demás cacerías de esta especie que recuerdo. Estábamos acampados en el rancho de Carlos Licón (†) en la Sierra de San Pedro Mártir, en busca del venado bura de Baja California cuando nos cayó una fuerte nevada. Como siempre he llevado alguna escopeta en estas aventuras, precisamente para cobrar algunas chacuacas para la sartén, esta vez aproveché un medio día que no podíamos salir a cazar porque nevaba intermitentemente. Desde la casa que ocupábamos que tenía una estufa de leña que nos mantenía confortables, vimos que llegó al corral una parvada de codornices de California. Tomé la escopetita calibre .410 que llevaba con sólo una caja (25) de cartuchos de munición 7 ½. Quizá por la nieve, los pájaros no volaban, caminaban apresuradamente cuando nos acercamos a ellas, cosa que hizo todo el grupo al seguirme. Cobré 22 codornices aquella mañana, que freímos al medio día. Recuerdo como testigos a mis amigos José Sánchez Díaz y Rodolfo Lozano (†). Cazar codornices de la sierra es todo un deporte en sí mismo. En ocasiones se atraviesa un conejo y el cazador decide si dispara o no. La práctica requiere una concentración total, es celosa y no admite distracciones con otras especies. Sobra decir que las codornices son excelentes en la mesa y hay distintas maneras de prepararlas. Simplemente fritas, empanizadas o con mi receta favorita, doradas en mantequilla o grasa de tocino, cocinadas a fuego lento con crema de champiñones y champiñones frescos, vino blanco, mucha cebolla, ajo, sal y pimienta.
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