El berrendo desaparecido de baja california

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El berrendo: Desaparecido de Baja California Alberto Tapia Landeros

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Orígenes y descripción Una vez consumada la conquista de Tenochtitlan, exploradores españoles, militares, civiles y religiosos, se expandieron por el nuevo continente conociendo lugares y sus recursos naturales. Fueron ellos quienes nombraron a muchas especies americanas antes de la clasificación taxonómica de la ciencia. Su marco referencial era muy limitado, en la mayoría de los casos se relacionaba con vivencias propias en la península Ibérica. Con poca o nula escolaridad, los bautizadores de la biodiversidad americana nombraron lo que fueron conociendo, según el parecido con formas de vida similares europeas, o con expresiones culturales de sus países de origen. Así llamaron cimarrón al borrego silvestre americano, porque supusieron que se trataba de una oveja “alzada”. Esto a su vez quiere decir que se trata de un animal doméstico que se escapó al estado silvestre. Aunque también significa “marinero indolente y poco trabajador”, según el Diccionario de la lengua española. Los ciervos americanos en lo que hoy es territorio mexicano, fueron designados como “venados”, del latín venatus, que significa caza. El citado diccionario agrega sobre el venado: “Res de caza mayor, particularmente oso, jabalí o ciervo”. Algunos de los primeros ibéricos que vieron por vez primera al único antílope americano, recurrieron a su marco de referencia y al llamarles su atención los colores del desconocido mamífero, de su archivo vivencial les llegó el vocablo “berrendo”. Jamás habían visto algo similar en sus tierras, pues no era ni ciervo ni borrego. En España se llama berrendo al toro con manchas de dos colores. Un toro con manchas de color distinto del de la capa. Pero quizá este vocablo tuvo otro significado en el pasado, pues en celta “barrovindos” quería decir: Blanco

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en un extremo, compuesto de barro, y “vindos”, blanco. (www.rae.com) Color de barro y blanco, estos colores casi describen el pelaje del berrendo, sólo falta el negro de sus cuernos, la nariz y de la mancha en su maxilar. El berrendo es un mamífero cuadrúpedo rumiante y artiodáctilo (pezuña bifurcada), lo mismo que el borrego cimarrón y el venado bura que cohabitan el sur del estado de Baja California. Aunque aparentemente del mismo tamaño y peso que venados y borregos, el berrendo es el de menor tamaño y peso de los tres. No rebasa los 60 kilogramos en los machos adultos. A diferencia de los otros mamíferos mencionados, éste no tiene los dedos traseros en sus patas, como aquéllos. Los berrendos han perdido esos apéndices y por consiguiente solamente tienen dos dedos, cubiertos de pezuñas. Su estructura ósea es más ligera que la de los otros mamíferos mencionados; sin embargo, los huesos de sus patas resisten mayor presión que los del ganado. Esto le permite correr hasta 90 kilómetros por hora, cosa imposible para venados y borregos. El berrendo es el animal terrestre más rápido de América. La velocidad es su mejor defensa para escapar de sus enemigos, que en la pradera y desierto que habita, fue el lobo y es el coyote, así como los cazadores modernos. En el estado de Nuevo México, EE.UU., en dos ocasiones hemos confirmado que, corriendo paralelo a un Jeep, alcanza una velocidad de más de 50 millas por hora. El venado tiene astas (sólo en los machos) y el borrego, cuernos (en ambos sexos), la diferencia entre ambos apéndices es que las astas se mudan cada año, los cuernos no. Las astas se ramifican, los cuernos no. La excepción son los cuernos del berrendo que se ramifican y mudan como los del ciervo, pero son cuernos como los del borrego. Sus cuernos están hechos de pelo aglutinado y son un tanto flexibles (en ambos sexos crecen cuernos). En inglés se le conoce como Pronghorn, que significa “cuerno bifurcado”; también se les llama Antelope, o antílope. En la experiencia de desollar y diseccionar alrededor de 50 berrendos cazados deportivamente en la pradera de Nuevo México, en las décadas de los años ochenta y noventa y pertenecientes a la especie tipo Antilocapra americana americana, aprendimos que de los tres mamíferos, el berrendo tiene la piel más delgada y elástica, cubierta de pelo hueco. El venado bura de Baja California y el borrego cimarrón, tienen más o menos el mismo grosor de piel, de unos 4 milímetros. La piel del venado cola blanca de Sonora mide de 2.5 a 3 milímetros, la piel del berrendo es de 2 a 2.5 milímetros. La piel más gruesa de todos estos rumiantes silvestres mayores es, en nuestra experiencia, la del venado bura de Sonora, con pieles hasta de 5 o más milímetros de gruesa. Estos datos se obtuvieron

midiendo la piel del lomo, en la cruz, al verificar el grado de acidez y curtido antes del montaje de taxidermia. Otra medida que difiere de venados y borregos, es el diámetro de los ojos de cristal usados en taxidermia. En los berrendos es de 30 milímetros, mientras que en el venado bura y el borrego cimarrón es de 28 a 29 milímetros. El venado cola blanca de Sonora mide 26 milímetros. Los berrendos tienen en promedio mayor distancia del ojo a la nariz, a diferencia de los venados y borregos, con unos 200 milímetros, mientras que en los otros dos es menor. Y debido a estas proporciones, lucen más “ojones” y “trompudos” que venados y borregos. Mi abuela paterna era originaria del sur de Sonora y solía decirle “ojos de berrendo” a una persona con ojos grandes. A Luis Procuna Montes, (1923-1995), se le apodaba “El berrendito de San Juan” (de Letrán), y fue el primer torero mexicano que cortó oreja en la Plaza México en el D.F. También me resultó notable lo ancho y abierto de sus fosas nasales, comparadas con las de los borregos y venados. Seguramente mejor adaptadas para aspirar aire extra durante el gran esfuerzo que realizan para alcanzar esas grandes velocidades que anteriormente comentamos. Los tres rumiantes silvestres tienen su propio olor característico, que se acentúa durante el celo al mezclarse con el olor del almizcle segregado por sus glándulas. Los tres rumiantes tienen carne comestible, quizá por su alimentación de pasto de buena calidad, la carne del berrendo de la pradera de los Estados Unidos es de mejor sabor y textura. Un cazador experimentado es capaz de distinguir, por su olor y sabor, si la carne cruda o cocinada es de venado, borrego o berrendo. El pelo hueco del berrendo le sirve como aislante del frío en la pradera estadounidense y del calor en los desiertos mexicanos. Puede mover a discreción su áspera pelambre para dejar salir el calor del cuerpo o plegarlo para conservar calor durante el frío. En la pradera norteamericana el berrendo no emigra, como venados, cimarrones y alces, por lo que ha desarrollado sus propias estrategias de adaptación. El pelo del trasero es un poco más largo que el del lomo y costados, y el berrendo lo eriza y acuesta a voluntad, lanzando mensajes de alerta a otros berrendos cuando es necesario. A la distancia, este movimiento del pelambre del trasero o grupa resplandece, en días soleados cambia de brillo al moverlo. Funciona como aquellos reflectores con persianas utilizados durante la Segunda Guerra Mundial en buques de combate para emitir mensajes en clave Morse. A esos aparatos se les llamaba en inglés blinkers. De esta manera los berrendos pueden advertirse peligro a grandes distancias, lo cual es perfectamente posible en los terrenos relativamente abiertos, sin grandes árboles, que prefieren para vivir. EXPLORARE julio-septiembre 2008

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Los berrendos son animales que demuestran mayor curiosidad que venados y borregos. Esta característica de la especie ha sido convertida a “estrategia de aprovechamiento” por el hombre. Los indios de la pradera norteamericana solían esconderse tras los pocos arbustos que hay en ese ecosistema, ataban un trapo a un palo que luego movían y escondían hasta llamar la atención de la presa. La curiosidad del animal los acercaba y con el viento a favor del cazador se lograba acercarlos al tiro de flecha. Cuando estos indios adoptaron el rifle como arma de caza y defensa durante el siglo XIX, la desventaja para el berrendo fue mayor. Otra estrategia derivada de su curiosidad fue la de “disfrazarse” de berrendo, cubriéndose con la piel y la cabeza del animal para acercarse a él. De los antílopes de Nuevo México aprendimos que son criaturas de hábito. Observarlos el primer día de la temporada de caza, que solamente dura tres días, nos permite ubicar sus rutas preferidas de escape. Antes del amanecer del segundo día de la corta temporada, los cazadores se esconden en puestos a escasos metros de esas rutas, mientras que otros cazadores o guías “movían” a los berrendos desde vehículos doble tracción. Esta técnica surtió efecto en la gran mayoría de los casos. Es posible que cazadores indios y blancos de Baja California hayan utilizado esta técnica aprovechado la mortal curiosidad y prácticas rutinarias del berrendo. Una característica observada en el berrendo de la pradera es que no ha aprendido a saltar cercos u obstáculos que se levantan del suelo natural. Aparentemente éstos son muy nuevos en su devenir histórico. Cuando encuentra un obstáculo en su hábitat, simplemente le saca la vuelta. Pero al llegar a una cerca de alambre de púas, el rebaño se detiene y empieza a buscar por dónde cruzar. Luego no falta uno que se deslice por debajo del último alambre y todos hacen lo mismo. Lo que no entendemos es cómo a ninguno se le ha ocurrido saltar los alambres, como lo hacen venados y a veces los borregos cimarrones. Los antílopes africanos tienen fama de saltadores, los antílopes americanos no saben hacerlo. A propósito de esta comparación, ambos grupos no tienen parentesco común. Después del cruce de una manada por debajo de un cerco, el alambre queda lleno de pelo del lomo de los antílopes “deslizadores”. No obstante esta aparente falta de adaptación a la modernidad, los berrendos son capaces de volar sobre barrancos hasta de nueve metros de ancho. El caso es que el berrendo americano, conocido por la ciencia como Antilocapra americana, que a su vez significa antílope y cabra, fue un animal que vivió en el hoy estado de Baja California. Antecedentes históricos Hasta ahora, quizá la referencia más antigua del berrendo en el noroeste mexicano proviene del descubrimiento de

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un banco de fósiles en el golfo de Santa Clara, Sonora, al sureste de la desembocadura del Río Colorado, en el alto golfo de California. Se trata de vestigios del pleistoceno temprano, que contienen elementos de varias especies biológicas ya desaparecidas y de otras existentes hoy, pero en otras partes del continente, como osos y jaguares. Entre las desaparecidas, se encontraron fósiles de la familia Antilocapridae (Davis,1990), a la que pertenecen los berrendos actuales. Se identificaron dos especies, la Tetrameryx, un berrendo primitivo de cuatro cuernos que se extinguió y otro posiblemente perteneciente a los berrendos actuales, que todavía habitan el contiguo desierto de Altar en Sonora. Los berrendos como los venados, son especies auténticamente norteamericanas, aunque los venados tienen a un antecesor asiático. Los borregos se originaron en Asia. En la península bajacaliforniana, quizá la evidencia más antigua sea la que aparece repetitivamente en algunas pinturas rupestres, de autores desconocidos. Berrendos junto a borregos cimarrones, venados, pumas, liebres, conejos, ballenas, mantas, peces, y aves, entre otras figuras zoomorfas, adornan resguardos de piedra, protegidos del sol, agua y viento. Si algún mensaje quisieron dejar los autores para las futuras generaciones, esta primitiva expresión describe muy bien cómo era su mundo, el mundo peninsular californiano. Las pinturas rupestres de berrendos son el único testimonio gráfico dejado por los antiguos californios. El berrendo peninsular, Antilocapra americana peninsularis, aún persiste en el noroeste del estado de Baja California Sur, en el desierto de Vizcaíno, en donde las últimas centenas de su especie amenaza con extinguirse del planeta en el siglo XXI, a pesar de los grandes esfuerzos realizados por personal de la Reserva de la Biosfera de Vizcaíno. El berrendo sonorense, persiste en el desierto de Altar, Sonora, y en el estado de Chihuahua, y posiblemente en otros. Esta especie se conoce como Antilocapra americana sonoriensis, la cual se encuentra en peligro de extinción, con todo y haber más de éstos que cimarrones en Baja California. El estadounidense Ernest Thompson Seton, estimó que antes de la llegada de los europeos a América, había 100 millones de berrendos. Otros han opinado que 35 millones. Para 1900, solamente quedaban en Norteamérica 20 000 berrendos, de los cuales 300 vivían en California. Tal fue su depredación también en EE.UU. durante la segunda mitad del siglo XIX. Durante la histórica expedición de Lewis y Clark a la costa del Pacífico, se colectó en Dakota del Sur un espécimen el 14 de septiembre de 1803, y se le nombró Antílope americana.


Para conocer sobre la presencia de esta especie en Baja California, la fuente más importante son los registros históricos de tiempos misionales. En el libro Historia natural y crónica de la antigua California (Del Barco, 1988), Miguel del Barco da cuenta del berrendo peninsular de la siguiente manera: ...un animal que se distingue en poco de la cabra. De esta especie hay dos colores, blancos y negros, y andan en manadas por los montes. Los cochimíes llaman a este animal ammo-gokio.

Historiadores naturalistas atribuyen esta descripción al berrendo, no obstante, el que haya de dos colores, blancos y negros, no corresponde a la especie que nos ocupa. Cronológicamente hablando, la siguiente referencia de berrendos en el estado de Baja California, data de 1542, cuando la expedición de Juan Rodríguez Cabrillo, descubre y bautiza como Puerto de San Mateo, lo que hoy es Ensenada, B.C. Según Juan Páez, escribano de Cabrillo, en San Mateo había ...manadas de animales como ganado que andaban de ciento en ciento, e mas que parecían al parecer y al andar como ovejas del Perú y la lana luenga. Tienen quernos pequeños de un exeme... (Lazcano, 2003).

Para todos los historiadores naturalistas esta descripción corresponde al berrendo, aunque aquello de la “lana luenga” (larga), no corresponde a la especie que nos ocupa. Pero si no fueron berrendos, cientos de ellos, ¿qué especie pudo ser? De cualquier manera, el relato de 1542 describe un paraíso hoy desaparecido por la ocupación social del espacio natural, de parte del hombre moderno. El lugar que hoy ocupa Ensenada, era y es terreno relativamente plano, preferido por el berrendo, que depende de su excelente visión y velocidad para escapar de sus enemigos. El terreno plano favorece a sus estrategias de defensa. Recorriendo la historia misional encontramos otros testimonios de la presencia del berrendo en Baja California. La expedición que por mar hiciera el jesuita Fernando Consag en 1746, tuvo como producto escrito un diario de campaña titulado Derrotero del viaje, que en descubrimiento de la costa oriental de California, hasta el río Colorado, en donde se acaba su estrecho, hizo el padre Fernando Consag, de la Compañía de Jesús (Venegas, 1944). El día 5 de julio de 1746, Consag anota en su diario: “viéronse muchos berrendos1 o cabras monteses y muchos carneros de la tierra”. Esto aconteció en el sur del hoy poblado de Puertecitos, el cual se localiza unos 87 kilómetros al sur de San Felipe. B.C. El hecho de haber visto y registrado a dos especies de mamíferos mayores al mismo tiempo, despeja la duda de que Consag hubiera confundido berrendos con borregos cimarrones. A éstos últimos el jesuita los identifica como “carneros de la tierra”. En el estado de Nuevo México, EE.UU., vaqueros, cazadores y locales se refieren al berrendo en español, como “chivos”, lo cual tiene sentido con el calificativo que Consag da: “o cabras monteses”, y también con el comentario de Barco. Es un hecho que los berrendos fueron descubiertos y bautizados como tales, no en California, sino en el altiplano mexicano, lugar de distribución original de la especie en México. A la llegada de los europeos, el berrendo se extendía hasta el hoy Estado de México. En 1540 tuvo lugar aquí una gran cacería en honor del virrey, don Antonio de Mendoza, en donde los indios mataron 600 venados y berrendos, los cuales “...no sólo corrían, volaban.”, según el relato de Torquemada (Leopold, 1965) Ver mapa de distribución histórica del berrendo de Starker Leopold, en el cual se señala todavía en 1959, que el berrendo persistía en Baja California sobre la 1

Figura 1. Distribución original y actual (1959) del berrendo.

No hemos tenido acceso al documento original, pero de una transcripción literal de la que tenemos copia, Consag escribió “barredados”, no berrendos, como decidió la paleografía. Barredados nos recuerda al “barrovindos” del celta.

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costa del golfo de California, entre San Felipe y San Luis Gonzaga, rango dentro del cual se encuentra la observación de Consag, de 1746 (véase figura 1). Existen otros testimonios de la presencia del berrendo durante el siglo XVIII en el hoy estado de Baja California. Una descripción de la forma que utilizaban los californios para cazarlos aparece en la Descripción compendiosa de lo descubierto y conocido de la California, del mismo Fernando Consag, misionero jesuita ya citado. De la versión que obra en el Museo Británico (Lazcano, 2001) tomamos esta descripción: En el tracto que hay entre la sierra y el océano andan en gran copia los berrendos, muy ligeros en correr. Con su ligereza evitan que los naturales los puedan matar, solamente en tiempo del invierno cuando dichos berrendos, por el mucho viento y frío, se arriman a la sierra, entonces los naturales respaldándolos contra las piedras y asperezas de la sierra, en que los berrendos pierden su ligereza, los suelen coger o a carrera o a flechazos.

El párrafo anterior es precisamente la “estrategia de aprovechamiento” que utilizó el californio para apoderarse de la presa berrendo, ammo-gokio. Además de la táctica de caza, resalta la abundancia de la especie en la antigua Calfornia. Pero nos aporta un dato que reafirma la preferencia del animal por terrenos planos. Consag dice “entre la sierra y el océano”. Estas son las “bajadas” de los arroyos hacia el mar de Cortés u océano Pacífico. Los berrendos ayer y hoy, no suben a las sierras como lo hacen venados y borregos cimarrones. Para reafirmar esta circunstancia, veamos otro testimonio de presencia de berrendos en Baja California. En 1769 pasaron por el hoy estado de Baja California dos expediciones procedentes de Loreto, Baja California Sur, con destino a San Diego, hoy California, EE.UU. En la primera dirigida por el capitán don Fernando de Rivera y Moncada, en donde el padre Juan Crespí escribió el diario de la expedición, donde anota que al entrar al valle de San Telmo, el 14 de abril de 1769: “Encontramos muchos caminos muy trillados, hay muchos berrendos, y vimos nueve juntos, muchos coyotes y venados”. El valle de San Telmo, lugar por el que pasa actualmente el camino ya pavimentado que va al Parque Nacional Sierra de San Pedro Mártir y al Observatorio Astronómico Nacional, es también terreno plano de unos 20 kilómetros de largo por tres de ancho en promedio, en el cual el berrendo podía descubrir a sus enemigos con su vista, para escapar con la velocidad que le dan sus largas y esbeltas piernas. En la segunda expedición, comandada por el padre también franciscano Junípero Serra, tres semanas después de Crespí, Serra deja testimonio del encuentro

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de un aguaje nuevo el día 7 de mayo de 1769 (Lazcano, 2002): “tiene un hermoso aguaje hasta aquí desconocido, con bastante pasto para el tránsito de las bestias, y porque allí se cogió un hermoso berrendo y vimos el industrioso modo de cazarlos” El “industrioso modo de cazarlos” bien pudo haber sido el descrito por Consag, acorralando al animal contra la sierra. Este acontecimiento tuvo lugar entre la misión de Santa María y la playa de San Luis Gonzaga, justamente dentro de la zona “berrendera” de la costa del golfo de California que aparece en todos los mapas que sobre la distribución del berrendo en México se publicaron durante el siglo XX. Si se deja atrás la época misional, veamos algunos testimonios del siglo XX que comprueban que el berrendo sobrevivió en Baja California quizá hasta mediados de este siglo. Arthur Walbridge North, estadounidense aventurero que en 1906 exploró y cazó a lo largo de la península bajacaliforniana, siguiendo como ruta El Camino Real, o ruta de los misioneros, dejó testimonio en un libro publicado por primera vez en 1910, sobre sus encuentros con berrendos en algunos lugares del desierto peninsular. Probablemente en el lugar hoy conocido como valle de San Julián, el cual se cruza cuando se viaja a bahía de Los Ángeles desde la carretera transpeninsular, en los N 29° O 113° 54’; North relata en su libro (North, 1977), que el día 1 de marzo de 1906: Al sur de Youbai (Yubay) cruzamos los extremos reducidos de dos valles nivelados que se extienden hacia el golfo (de California), y que contienen varios miles de acres de zacate y matorral. De acuerdo con Otero (acompañante) unos cuantos antílopes se mueven en esta sección. El Laird (acompañante) considera estos valles similares a los lugares de Sur África. Como en Los Llanos de Buenos Aires y los Llanos de Santa María, en los que también habitan pequeñas bandas de antílopes (berrendos), esta región carece de manantiales.

Entendemos esto como un testimonio más de la presencia del berrendo en 1906, en el sur del estado de Baja California. Llanos Buenos Aires podría tratarse de otro nombre para Laguna Chapala, en donde existió un rancho con ese nombre, como veremos más adelante. Llanos de Santa María se denomina a los terrenos planos entre la misión de este nombre y la Bahía de San Luis Gonzaga. Precisamente en donde Junípero Serra cuenta que “se cogió un hermoso berrendo”. Sin embargo, al no poder afirmar que vieron a los antílopes mencionados, decidimos no incluir estos lugares y fechas en el mapa que elaboramos sobre sitios de berrendos en Baja California y que usted encontrará al final de este Explorare.


Más tarde en esta misma expedición, el 19 de marzo de 1906, North confirma haber visto su primer antílope en los Llanos Ojo de Liebre, hábitat actual del berrendo peninsular en la parte noroeste del estado vecino de Baja California Sur. Después de la experiencia de Arthur W. North, en los mismos albores del XX, la Comisión del Instituto Geológico de México (Instituto, 1913) exploró la región norte del territorio de Baja California. El producto final de esta exploración que inventarió los recursos naturales del entonces territorio, fue la obra Parergones, publicada en 1913. En ella reportan al borrego cimarrón y al berrendo “a punto de extinguirse”. Al borrego lo identifican como Ovis mexicana y al berrendo como Antilocapra furcifer. Destaca en el informe una denuncia de un “nuevo enemigo” de borregos y berrendos, “un colector americano que provee a los museos de los Estados Unidos y otros establecimientos, de pieles y cabezas de los citados animales, haciendo un negocio de la destrucción de ellos”. El informe también dice que este colector, más bien un cazador profesional, “incita a los rancheros y pastores a hacer lo mismo para que le vendan a él las pieles y cabezas”. Referente al berrendo, Parergones señala que antes era tan común (el berrendo) en los llanos que los de Ojo de Liebre han tomado su nombre de él (sic), pero en tiempo del descubrimiento del oro salían los cazadores para matar los animales por docenas y vender la carne en los minerales de Calmahí (Calmallí) y Campo Alemán.

Más adelante anota que en 1911 vieron el rastro de sólo dos animales en esa región. Calmallí y Campo Alemán pertenecen al estado de Baja California, Ojo de Liebre a Baja California Sur. Esta población de berrendos más bien perteneció al rebaño de Vizcaíno que al de la costa del golfo de California. Pasamos ahora a comentar la actividad de un cazador profesional radicado en Caléxico, California, pero que operaba cinegéticamente desde la nueva Mexicali, B.C. Se trata de Edward William Funcke (Mellink, 2000) En 1917, Funcke cazaba por negocio, venado, borrego y berrendo, al sur de los jóvenes poblados fronterizos mencionados. Pero no perdía oportunidad de matar coyotes, zorras y cualquier otro mamífero del que se pudiera aprovechar su piel o su carne. El artículo de Eric Mellink, fuente de esta información, incluye un registro, de puño y letra del cazador, en donde anota dos cobros de berrendo macho realizados al sur de Calmallí, los días 2 y 22 de mayo de 1912. Y nos preguntamos: ¿será este Funcke el “nuevo enemigo”, el “colector americano” denunciado en Parergones? En 1934, un grupo de exploradores estadounidenses con base en El Centro, California, intentaron escalar el

Picacho del Diablo, la parte más alta de la península bajacaliforniana, en la sierra de San Pedro Mártir. En el primer intento estuvieron acampados en los alrededores de San Felipe, B.C., y un nativo de nombre Juan que les sirvió de guía, les contó que en años anteriores (a 1934), todavía había grandes manadas de antílopes en el desierto de San Felipe. Que eran muy curiosos y los indios aprovechaban esto para cazarlos. Que los berrendos bajaban hasta la marea, al sur de San Felipe. En mi libro En el reino de Calafia, (Tapia, 1998), comento brevemente en la página 79 cómo fue que en 1954 vimos huellas de berrendo en la playa de la Punta San Fermín, bautizada así por Fernando Consag, en 1746. También comento que viejos residentes de San Felipe recordaban que los berrendos se mojaban en las olas. ¿Sería ésta una estrategia de enfriamiento en el ardiente desierto sanfelipense? Lo dicho por “Juan”, que los berrendos son curiosos y que ello era aprovechado para cazarlos, refuerza lo comentado antes sobre esta característica mortal de los antílopes americanos. Randall Henderson, cabeza del grupo explorador de El Centro, California, publicó en la revista Desert Magazine (Henderson, 1953), que durante el segundo intento por llegar al pie de San Pedro Mártir para intentar su ascenso, el día 21 de marzo de 1935 espantaron un rebaño de berrendos frente al cerro El Chinero, según su descripción. Pero los berrendos persistieron en Baja California en algunos recónditos lugares apropiados para ellos como el valle de Calamajué y Laguna Chapala. Esta última es un ancestral lago, hoy seco, pero que se llena con lluvias torrenciales, ubicado en el sur del estado, en donde confluyen el camino costero que parte de San Felipe hacia el sur y entronca en Chapala con la carretera transpeninsular. Aquí se han encontrado objetos de piedra hechos por humanos, con una antigüedad de 14 600 años. Pero todavía no aparecen restos de tal época que permitan afirmar que el hombre vivió en este lugar desde aquella temprana edad. Resulta fácil imaginar rebaños de berrendos pastando alrededor del lago lleno de agua y grupos humanos acechando a los antílopes con sus lanzas de punta de piedra. En este lugar se estableció el señor Arturo Grosso Peña el año de 1938. Se dedicó a criar un poco de ganado, a prospectar minerales, a cazar para comer y a atender a los pocos viajeros que se aventuraban por estos lugares antes de existir la carretera transpeninsular. Don Arturo, hombre solitario y aventurero, construyó la primera brecha entre San Felipe y Chapala, prácticamente a pico y pala, transportándose en un viejo Jeep militar que algunas veces se abasteció de gasolina en la estación de mi padre en Mexicali, B.C. Fue Grosso quien lo animó a visitar aquellos lugares para pescar y cazar. Ernesto Ruffo Appel, quien fuera el primer

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gobernador de oposición en Baja California y México, alguna vez me contó que su padre era también amigo de Arturo Grosso y que él mismo cuando fue adolescente, pasó algunas temporadas de vacaciones con don Arturo en la Laguna Chapala. Tanto mi padre como don Gorgonio Fernández Romero, fundador de la villa pesquera de San Luis Gonzaga y fallecido a los 107 años en febrero de 2001, contaban que Arturo Grosso cazó venado, borrego y berrendo hasta 1950, aproximadamente. Por esta razón incluimos esta fecha en el mapa de sitios históricos. Pero en este apartado no hubiésemos incluido los comentarios de mis informantes, si no se hubiera publicado el libro de Martín Barrón que confirma estos comentarios sobre el señor Grosso. El rancho Buenos Aires de Grosso ofrecía un menú singular. Usted podía escoger entre comer carne seca “de res, burro, borrego cimarrón, puma, gato montés, liebre, coyote, conejo, venado o berrendo en el mejor de los casos, y hasta la exótica carne de caguama”. (Barrón, 2002). En el libro citado, se asienta el dicho favorito de Grosso: “todo lo que corre y vuela, a la cazuela”. Este ermitaño ya fallecido, muchas veces fue guía de exploradores que buscaban la legendaria misión perdida de Santa Isabel, aunque les advertía: Olvídenlo, si existiera ya la habría encontrado, yo siempre estoy recorriendo las sierras y las montañas, cazando venados, borregos y berrendos y nunca he visto vestigios de alguna pared o misión. (Barrón, 2002).

Este testimonio sugiere que el berrendo existió en Chapala y sus alrededores durante la primera mitad del siglo XX, en los tiempos de Randall Henderson, quizá hasta 1950 según los testimonios comentados. Arturo Grosso murió en el año de 1968. En septiembre 8 de 2005 tuvimos la fortuna de entrevistar por la vía telefónica a doña Anita (Grosso Peña) Espinosa, “la leyenda del Rosario”, hermana de don Arturo. Anita, lúcida y jovial a sus 97 años, nos dijo que ella vio muchos berrendos y que Arturo no fue cazador, pero que se comía lo que otros cazaban. Esto contradice lo escrito por Martín Barrón y sugiere que hubo más cazadores de berrendo a mediados del siglo XX en esta parte del estado de Baja California. También nos confirmó que don Arturo vivió en Chapala 30 años, de 1938 a 1968, espacio de tiempo que encierra el “mediados del siglo XX” que proponemos como fin de la era del berrendo en el estado 29. Doña Anita recordó que entre 1928 y 1930 viajaban desde El Rosario al puerto de Calamajué o bahía de Los Ángeles, y en ocasiones hasta laguna Ojo de Liebre, Baja California Sur, a llevar a su madre enferma del

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pulmón, a tomar sangre de caguama, o tortuga de mar, que era el tratamiento natural de la época para la tuberculosis. Al preguntarle si ya no vio berrendos después de 1930, nos dijo que en ese año se casó, y dejó de viajar a la costa. Esto a la vez nos dice que los berrendos que veía en cada viaje sobrevivieron hasta después de 1930, pero ignoramos hasta que año. Anita nos dijo: “Entre Calamajué y bahía (de Los Ángeles) había muchos berrendos, eran muy novederos. Con un paliacate colorado en un palo los entreteníamos por largo rato, eran muy mansos”. Esto significa que el extenso valle de Calamajué sobre el paralelo de 29° de latitud norte, justamente al noreste de Chapala, también fue hábitat del berrendo. Aquí se fundó la misión jesuita Santa María de Calamajué el año de 1766. Con este testimonio, sumado a los de Consag, Serra y Grosso, emerge con claridad la zona berrendera de


la costa del golfo de California. También abona a la conducta curiosa de estos animales. En 1995, antes del censo aéreo del borrego cimarrón dirigido por el estadounidense Raymond Lee, le pedimos al investigador que pusiera especial atención a los llanos de San Fermín, situado en los 114° 54’ de latitud norte y los 30° 35’ de longitud oeste, al sur de San Felipe, B.C. Este lugar contiguo a la ya mencionada Punta San Fermín, tomó su nombre del mismo bautizo de Consag. La razón era que en 1987, durante una cacería de borrego cimarrón, de las últimas organizadas por el Consejo Nacional de la Fauna, acompañé filmando y fotografiando la expedición del médico Antonio Méndez en las mesas de Matomí, B.C. En ese entonces tuve la oportunidad de conocer y entrevistar al “burrero” (que proporciona y maneja burros de carga) don Cruz Aguilar. Entre otras preguntas le hice la siguiente: ¿“en dónde quedarían algunos berrendos”? Cruz volteó hacia el noroeste y señaló los

Llanos de San Fermín, desde arriba de la mesa El Avión, mientras trataba de masticar con sus viejas mandíbulas sin dientes, un trozo de carne chamuscada. Esta mesa adquirió su nombre debido ha que hay en ella algunos aviones estrellados, a los cuales vimos solamente desde lejos, con binoculares. Por esta razón encomendamos a Lee diera un vistazo a estos llanos prometedores de berrendos, dentro de la zona berrendera señalada como hábitat de la especie en todos los mapas faunísticos del siglo XX. Lee me dijo: “los berrendos dejan veredas muy visibles desde el aire, será fácil descubrir sus rastros”. Pero el investigador de Arizona no encontró ningún vestigio de berrendos ni en San Fermín, ni en ningún otro llano del desierto peninsular que voló en 1995 y 1997. El berrendo desapareció del estado de Baja California aparentemente a mediados del siglo XX.

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Recordemos primero el hábitat preferido por los berrendos: terreno plano. Esto nos lleva a los valles, principalmente. Es en estos lugares que se encuentra agua en el subsuelo con mayor facilidad. Aquí se acumula la humedad y crece el pasto. En ellos se puede sembrar algo y es fácil construir viviendas. Por tanto, fueron los valles del hoy estado de Baja California los primeros en poblarse, sembrarse y llenarse de ganado. Entonces la ocupación social del espacio natural fue incompatible con el animal. La gente que llegó a estos lugares llegó armada y con hambre, los berrendos surtieron la despensa de los colonos, como lo demuestra el relato en Parergones y de Martín Barrón. La tecnología cinegética llegó con el rifle de alto poder equipado con mira telescópica y dieron el tiro de gracia a los últimos berrendos bajacalifornianos.

siglo XX, la especie ya no tuvo tiempo de adaptarse y defenderse. Desde 1922 se vedó su cacería en este país (Leopold, 1965). Pero en México las leyes ambientales solamente existen en papel. Sin una vigilancia permanente y sistemática de parte del gobierno, que haga respetar el estado de derecho ambiental en este caso y programas permanentes de educación ambiental que inculquen al mexicano otros valores de la biodiversidad además del económico, las extinciones seguirán inexorablemente. Hoy en día, costas, desiertos y sierras están en el abandono de la vigilancia por parte de la autoridad ambiental. El berrendo, junto con las nutrias de río y mar, fueron víctimas de la indiferencia gubernamental. De seguir esta situación, siguen en la lista la vaquita marina y el borrego cimarrón.

Mapa de tenencia de la tierra en el valle de los Cirios Como podemos observar, de 1992 a la fecha, esta región, supuestamente protegida por la ley como área natural protegida de flora y fauna silvestre, cada vez es menos una región natural, convirtiéndose en rural habitada, particularmente la esquina suroeste, que colinda con el Vizcaíno, último reducto del berrendo peninsular en Baja California Sur (véase figura 2). Para tener un panorama gráfico de los testimonios revisados de la historia sobre la presencia del berrendo en el estado de Baja California, elaboramos este mapa (véase figura 3). Nos queda la visión de una especie ampliamente distribuida en Baja California, que sobrevivió quizá hasta mediados del siglo XX. Una especie que habitó llanos, valles, terrenos relativamente planos que le permitían usar su potente visión y excelente velocidad para escapar de sus enemigos naturales. Con base en el mapa elaborado, el berrendo tuvo una mayor distribución en Baja California que el venado y el borrego cimarrón. Vivió lo mismo en el sur que en el norte, sobre la húmeda costa del océano Pacífico y en la seca del golfo de California. Quizá los valles intermontanos alguna vez en el remoto pasado, antes de la llegada del hombre a América, tuvieron berrendos también. Nos referimos a lugares como Santa Verónica-Las Juntas, Jacumé-Jacumba, valle Las Palmas, Vallecitos, valle de Guadalupe y de Calafia y algunos valles de sierra de Juárez. Investigaciones futuras podrán confirmar o refutar esta especulación. Su desaparición en Baja California pudo haberse iniciado a partir de la paulatina sequía que arrancó al concluir la última glaciación, hace 10 000 años. El tiro de gracia le llegó al berrendo con la modernidad, cuya explosión demográfica ocupó su espacio natural durante el siglo XIX; y con su tecnología, vehículos de doble tracción y armas de fuego de largo alcance en el

Nota: Ver la versión completa de este artículo en Baja California. Uso y abuso de su biodiversidad. (2006). Miguel Ángel Porrúa-UABC. 2006. p. 125-156.

EXPLORARE julio-septiembre 2008

Bibliografía Audubon, J. (1968). Audubon game animals. Hammond Incorporated: Nueva Jersey. Barrón, M. (2002). Anita, la leyenda de El Rosario. Museo del Puerto: Ensenada. Davis O., et al. (s.f.). Quaternary geology of Bahia Adair and the Grand Desierto Region. Henderson, R. (Enero, 1953). Desert Magazine: El Centro. Mellink, E. (2000). Captain Edward William Funcke: Hunting in Baja California for a living. The Journal of San Diego History.Vol. 46: San Diego. Walbridge, N.A. (1977). Camp and camino in Lower California. Rio Grande Press: Rio Grande. Leopold, S. (1965). Fauna silvestre de México. Instituto Mexicano de Recursos Naturales Renovables: México. Tapia Landeros, A. (1998). En el reino de Calafia. UABC: Mexicali.

Fotografías de berrendos tomadas por Michael H. Francis, del libro: Geist Valerius, Antelope Country. Krause Publications. Iola, Wisconsin. 2001. p. 27 y 38.

Alberto Tapia Landeros CIC-Museo, UABC, Mexicali.


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