El desierto inundado

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El desierto inundado Alberto Tapia Landeros

Foto 1. El Pinacate rodeado de agua de lluvia el día 13 de noviembre de 2011. Foto del autor.

La palabra “desierto” tiene diferentes connotaciones. Puede significar lo despoblado, donde nadie vive. También un páramo árido, donde nada crece. Pero algunas disciplinas acordaron designar como desierto a una región, cuando a ésta le llueven 250 milímetros o menos en el año. En este texto hacemos referencia al vocablo “desierto” en este sentido. Biólogos, climatólogos, geólogos y otros, concuerdan con este criterio. El Gran Desierto de Sonora, al cual pertenece lo desértico de la península bajacaliforniana, tiene una precipitación muy variada. No obstante, su extremo seco se da en el Desierto de Altar, Sonora. Se trata de un mar de dunas con un escudo volcánico en medio. Dos conos volcánicos a 1,206 metros de altitud sobre el nivel del mar, 42

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de altitud sobre el nivel del mar, destacan en este paisaje de lava fosilizada. A esos conos el padre misionero Francisco Eusebio Kino lo bautizó como cerro de Santa Clara, en el año de 1702. Nombramiento en honor y recuerdo de la hermana Clara de Asis. Pero ver emerger del mar de arena casi blanca, la figura casi negra de la llamada por Julián Hayden, sierra de El Pinacate (Hayden, 1983: 18), inspiró a algún colono a llamar al centro del escudo volcánico, El Pinacate. Este es un vocablo náhuatl que quiere decir “animal muy oloroso”. El escarabajo en cuestión arroja un líquido nauseabundo para desanimar a sus depredadores, excepto a uno de ellos: el ratón chapulinero. Este roedorcillo del desierto, acecha al pinacate y lo sorprende antes

que el escarabajo lance su fétido líquido. Le entierra la cola en la arena, que es por donde escupe, y se lo come tranquilamente por la cabeza (Cornett, 1987:49). Pero aún este nombre moderno que sepultó al bautizo jesuita, está pendiente de un hilo. El gobierno federal, por conducto de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, Conanp, restituirá en el mediano plazo, los nombres originales que las etnias pinacateñas, hia c`ed o`odham (pinacateños areneños), y los actuales pápagos o tohono o´odham, pusieron hace siglos a este volcán gigante: Shuk Toak, que significa simplemente “cerro negro” (Marshall & Blake, 2009: 106). La estructura pétrea que resulta de una actividad volcánica se caracteriza por dejar huecos en la roca.


Foto 2. La Tinaja de Romero el día 27 de noviembre de 2011. Foto del autor.

Las escasas lluvias en el escudo volcánico encuentran acomodo en esos huecos, llamados “tinajas”. En ellas el agua se conserva por largos períodos de tiempo y son la única fuente segura para casi todos los animales que ahí habitan. También hay oquedades en la roca de granito que se llenan con las lluvias y reciben el mismo nombre. En El Pinacate llueve en promedio solamente 52 mílimetros anuales. Así es que cualquier lluvia es noticia y es bienvenida. La noche del 12 de noviembre, mientras Pacquiao robaba a Márquez (pelea de box), cayó una tormenta que se prolongó hasta media mañana en Puerto Peñasco y todo el Desierto de Altar, Sonora. Cuando llegamos a la Estación Biológica de la Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar, nos dieron la noticia de que en 12 horas había llovido ¡ 72 mílimetros! El registro pluviométrico de Puerto Peñasco indica que es la mayor en 20 años. Esta azarosa ocurrencia nos brindó la envidiable oportunidad de estar, oler, recorrer y admirar, un desierto inundado. Un paisaje único y momentáneo, una “percepción visual y/o sensorial de una porción

del territorio”, que pertenece a lo que los geógrafos denominan “paisaje-identidad”. (Bonnemaison en Giménez, 2007: 21). Al bajar de un vehículo después de una lluvia en el desierto, lo primero que impacta es el olor de la gobernadora mojada. Un arbusto que en Sonora recibe el nombre de “hediondilla”, precisamente por el aroma que despide su resina disuelta por el agua. Una secreción que los indígenas usaron como antiséptico. Líquido que impide que otras plantas crezcan contiguo a una gobernadora, lo cual le permite colonizar grandes extensiones de terreno, como la mesa arenosa donde se ubica el aeropuerto de Mexicali, B.C. Y es esa resina anti combustiba la que impide que los herbívoros la digieran. También, al no ser inflamable, no es víctima de incendios forestales. Esta planta se llama en inglés “creosote bush”, o arbusto de creosota. Se antoja que de él se elabore la creolina, un antiséptico muy popular de la medicina veterinaria. Al norte del citado aeropuerto mexicalense, ya en suelo de California, hay una gobernadora que tiene más de 12 mil años de edad (Wentworth,

1998: 25). Resulta increíble de creer, pero su edad ha sido confirmada en varias ocasiones. Tal vez la hedionda resina anti inflamable sea el secreto de la longevidad. Una olorosa fuente de la juventud. El recorrido oficial y permitido a los visitantes de la reserva de la biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar, RB, se hace por una terracería en excelente estado y para cualquier automóvil. Pero después del diluvio registrado, los caminos estaban llenos de agua.

Foto 3. Una gobernadora. Foto del autor.

Nuestra camioneta llena de profesores y alumnos de la maestría en educación ambiental, de la Universidad Pedagógica Nacional, upn, se quedó varada en la primera curva. Afortunadamente íbamos en medio de dos pick ups doble tracción de la RB, que nos auxiliaron para salir del agua. No recuerdo cuántas veces he recorrido esta ruta oficial. Pero empecé a atravesar esta porción del Desierto de Altar, en los años sesenta. Para acortar terreno y evitar el tráfico de Sonoyta, puerto fronterizo con Arizona, entrábamos por la brecha antes de YUBAI abril-junio 2013 EXPLORARE

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llegar a Los Vidrios, y salíamos en el kilómetro 52, a la mitad de la carretera Sonoyta-Puerto Peñasco. En varias ocasiones vimos liebre, coyote, tortuga de tierra y en una ocasión, un tejón o tlacoyote. De una serie de exploraciones a este sitio, organizada por el geu, Grupo Explorador Universitario (de la uabc), redactamos un apartado sobre este lugar, que aparece como El Pinacate (páginas 63-68) en mi libro En el reino de Calafia (1998). También publicamos un reportaje ilustrado en el diario mexicalense La Voz de la Frontera (20/IV/1996). Pero mi mayor involucramiento se dio cuando la Conanp solicitó a la uabc una investigación para producir un guión museográfico, y construir la museografía para el nuevo Centro de Visitantes, ubicado sobre el kilómetro 16 de la carretera Sonoyta-Puerto Peñasco. Este proyecto me llevó a profundizar en el tema, al grado de conocer y entrevistar a informantes locales, geólogos, biólogos y antropólogos expertos en esta región de Sonora.

Foto 5. El Centro de Visitantes el domingo 13 de noviembre de 2011. Para este lugar de la reserva de la biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar, el IICMuseo, de la uabc, construye la museografía. Foto Conanp.

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Foto 4. Los caminos inundados. Foto del autor.

Sin embargo, en este Explorare solamente quiero dejar constancia del impacto que nos causó ver un desierto inundado en una gran extensión, y muy mojado en el resto. Decíamos al principio que el olor de la resina de la “hediondilla” penetra y se graba en la memoria. Muchas veces tuve esta vivencia en el desierto de San Felipe, Baja California. Aspirar ese aroma registra en el humano una condición excepcional: que una gobernadora haya sido mojada. Por alguna desconocida razón, esa fragancia, (para mí) evoca mejores tiempos. Es como si mi memoria genética recordara el clima del Pleistoceno. Es promesa de verdor en el desierto. De agua en las tinajas. De abundancia de roedores. De flores. De pájaros. El aroma que despide la gobernadora

Foto 6. Las ramas desnudas del palo verde, retienen las últimas gotas del diluvio. Foto del autor.

mojada es augurio de cambio, para mejorar. Pero a la vez, es advertencia de fugacidad. De una mejoría efímera que se debe aprovechar. El desierto inundado no es una pesadilla. Es un sueño placentero del que no quisiéramos despertar. Pero mientras soñamos, estamos conscientes de que es un sueño, y que mañana, la realidad será otra: de nuevo la aridez ago-


Cliserio Brambila (†), ensenadense (de Ensenada, B.C.), que cuando viajaba a Mexicali y cruzaba la laguna Salada después de una lluvia invernal, y el desierto estaba florecido de muchos colores, solía decir:

Foto 7. Una mamilaria florecida dos semanas después del diluvio. Foto del autor.

biante. Las temperaturas extremas que en el desierto de Altar pueden ser tan altas como de 56.7°C.; y tan bajas como -8.3°C. (ine, 1995). Un lugar inhóspito en verdad. No obstante, fue hogar de grupos humanos hoy desaparecidos, que en otra ocasión abordaremos. Casi al final del recorrido avistamos el cerro Colorado. En realidad es un cono volcánico de baja estatura. Se alza en medio de un enrome llano “berrendero” (hábitat de berrendos) con sólo 100 metros de altitud. Su cráter tiene un diámetro de 750 metros (Wentworth, 1998: 49). El fuerte color de ladrillo cocido caracteriza al efecto volcánico. Pero esa mañana, debido a lo húmedo que estaba, el Cerro Colorado lucía un color café opaco. En su proceso de formación, el magma salió a la superficie precisamente entre un banco de arcilla. Al explotar,

el barro se coció con el calor del centro de la Tierra, (Wentworth, 1998: 25), produciendo un anillo de ladrillo fragmentado que recuerda a una pared de ese material. Un ladrillo natural, sin manos humanas en su elaboración, y con una antigüedad de 12 a 50 mil años, según los geólogos (Guntmann, 2006). ¿Qué efecto tiene esta lluvia en el conocimiento del objeto? En mi marco referencial quedará grabado que cuando el cerro Colorado esté café, será porque está mojado, muy mojado. Empapado con una lluvia que, en 12 horas, lo humedecieron con agua que normalmente cae en año y medio. En el desierto el agua es un elemento no sólo de transformación y cambio, sino de vida. El desierto clama por agua al cielo. De él depende su pervivencia. Me recuerda el dicho de un viejo amigo de antaño, don

“El ingrato no es el suelo, sino el cielo”. El desierto inundado es un accidente esporádico en su vida milenaria. Lo común son los chubascos veraniegos muy localizados, o los “chipichipi” invernales y generalizados. Pero, de vez en cuando, se precipita una tormenta regional como la de los días 12 y 13 de noviembre de 2011 que azotó la zona por 12 horas, transformando el paisaje tradicional del desierto de Altar. De él aprendemos. Recordamos. Ajustamos nuestro marco de referencias ambientales. Adquirimos cultura ambiental. El paisaje es “un cuerpo de signos determinados…un proceso por el cual se forjan las identidades sociales y colectivas” (Mitchell, 2002: 1).

Foto 8. El Cerro Colorado. Foto del autor.

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Foto 9. Una imagen para el recuerdo. Foto CONANP.

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Bibliografía Cornett, James W. (1989). Wildlife of the North American Deserts. Palm Springs. Nature Trails Press. Giménez Montiel, Gilberto (2007). El desierto como territorio, paisaje y referente de identidad. Culturales, vol. II, núm. 5, pp. 7-42, enero-junio. Guntmann, James & Turrin Brent D. (2006). The age of Crater Elegante, a maar in the Pinacate volcanic field. Geologic Society of America. V. 38, p.32. Hayden Dodge, Julian (1983). Sierra de El Pinacate. Sonora, México. Hermosillo. Gobierno del Estado de Sonora. INE (1995). Programa de manejo Reserva de la Biosfera de El Pinacate y Gran Desierto de Altar. México. Instituto Nacional de Ecología. Marshall, Larry G. & Clark Blake (2009). Land of black volcanoes and white sands. The Pinacate and Gran Desierto de Altar Biosphere Reserve. Tucson. Environmental Education Exchange. Mitchell, W.J.T. (2002). Landscape and power. Chicago. The University of Chicago Press. Tapia Landeros, Alberto (1998). En el reino de Calafia. Mexicali. Universidad Autónoma de Baja California. Wentworth Lazaroff, David (1998). Arizona-Sonora Desert Museum. Book of Answers. Tucson. Arizona-Sonora Desert Museum Press.

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