PASEO POR EL ECOTONO
Alberto Tapia Landeros
Los biólogos, y particularmente los botánicos llaman ecotono al empalme o sobre imposición de dos regiones fitogeográficas (distribución geográfica de las plantas). Cada región se caracteriza por tener ciertas plantas silvestres: árboles, arbustos, hierbas, pastos y demás expresiones vegetales adaptadas para vivir en esa región geográfica en particular, y convivir con esas especies botánicas que las rodean.
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En la sierra de Juárez, B.C., existen varias regiones fitogeográficas muy bien caracterizadas y delimitadas. La ciencia botánica ha construido representaciones sociales de ellas, expresadas en forma de mapas. Varios autores han hecho sus propuestas basados en su propia observación de campo e identificación de especies. Para nuestro estado siempre consulto a Ira L. Wiggins, a Norman C. Roberts y a nuestro insigne doctor en botánica, el buen amigo y siempre dispuesto a colaborar, don José Delgadillo, de la Facultad de Ciencias en Ensenada, B.C. Para este Explorare me baso en Delgadillo. Como sus colegas estadounidenses, José reconoce dos regiones fitogeográficas en el altiplano de la mencionada serranía: el bosque de piñonero y huata o chaparral; y el bosque de coníferas. La primera tiene como árboles insignia, organismos que la caracterizan, precisamente a los pinos piñoneros, Pinus qudrifolia y P. monophila, es decir, pinos que dan conos o piñas de donde extraemos los sabrosos y codiciados piñones. El primero tiene sus hojas agrupadas de cuatro en cuatro, de ahí su nombre. El segundo las tiene individuales, también referenciado en su nombre. Unos mil metros más de altitud hacia el sur de este ecosistema, encontramos al bosque de coníferas. Más bien un bosque mixto y abierto, con varias especies de árboles de mayor altitud
Conos o piñas de un piñonero en maduración. Foto del autor.
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que los piñoneros. No obstante, predomina el pino Jeffrey, Pinus jeffreyi, que todavía para algunos se trata del pino ponderosa, Pinus ponderosa. Pero la mayoría de los académicos en botánica ha acordado que esta especie no existe en sierra de Juárez. Como es un bosque mixto, también hay otros árboles grandes como el pino de Coulter, Pinus coulteri, el cedro, Libocedrus decurrens, y el encino dorado, Quercus chrysolepis. Tanto el pino de Coulter como el cedro apenas existen en Juárez. Unos cuantos individuos dentro del Parque Nacional Constitución de 1857. El primero se distingue porque su cono o piña llega a medir 30 centímetros y pesa un kilogramo, con mucho, el cono de mayor tamaño y peso entre todos los pinos silvestres peninsulares. El cedro es reconocido por su excelente madera, sobre todo para fabricar guardarropas, en los cuales ningún insecto se atreve a incursionar. Pero este Explorare habla de un paseo, el cual hicimos los días 25 y 26 de agosto de 2012, cuando en la ciudad de Mexicali, B.C., reinaba una temperatura de 43°C a la sombra y cargado de humedad, aquí estaba 10°C menos. Acampamos en el lugar conocido como Los Gavilanes, propiedad del señor Hugo Abel Castro Bojórquez, magnífico anfitrión. Pero también recorrimos un camino accidentado y poco andado hacia Laguna Juárez, antes Hanson. Sin embargo la narrativa a
Un cono o piña en maduración en un pino de Coulter. Su color claro, gran tamaño y ganchos en sus escamas lo distinguen de otros pinos. Foto Daniel Tapia Hernández.
Las ramas muy abiertas del pino de Coulter lo hacen más transparente que el pino Jeffrey. Foto de Daniel Tapia Hernández.
Leña de manzanita y musgo seco. Esta es una de las mejores maderas del chaparral. Foto del autor.
continuación versa sólo sobre mi percepción al caminar este ecotono. La semana que terminó el domingo 26 de agosto fue particularmente húmeda para esta región, no así para el Parque Nacional. Pero en Los Gavilanes, lugar del cual ya reseñamos una visita en un Explorare anterior, llovió todos los días, supuestamente desde el domingo anterior. Esta bendición nos llevó a encontrar un lugar muy fresco, con los suelos lavados y sin huella alguna, sin polvo en sus caminos, y las plantas radiantes con todos los tonos de verde que uno puede imaginar. Los Gavilanes, territorio minero, principalmente con yacimientos de tugsteno, se ubica en medio de dos elevaciones. Una sierra baja al sur y una gran colina en el norte. Esto hace que los escurrimientos de ambas elevaciones confluyan en un cauce-barranco en medio de ellas, que debido a un pequeño represo forma un lago. Y un cuerpo de agua limpia rodeada de pinos representativos de dos regiones fitogeográficas constituye un paisaje de privilegio, para el espíritu y para la vista humana, sobre todo la nuestra proveniente del desierto. El pequeño lago tiene, además de los afluentes que bajan de los cerros cuando llueve, un manantial propio, lo cual le permite conservar el agua, aún cuando en Laguna Juárez escasea. Esta humedad permanente está rodeada por plantas de los dos ecosistemas mencionados, que se empalman, sobre imponen en este punto geográfico. Destacan los altos pinos Jeffrey. Con sus ramas de un verde-amarillo brillante. Sus hojas o agujas son largas y siempre en racimos de tres. Contiguo a ellos los encinos dorados, de un verde oscuro y seco, pero de mayor altura que los piñoneros. Entre las rocas del poniente del lago, crecen piñoneros de cuatro hojas, o qudrifolia, que por estar cargados de conos verdes en sus cimas, augura un “año bueno” de producción de piñón. Pero al pasear por este ecotono y alejarnos del agua, vamos encontrando otras especies, tan cerca unas de otras que otorgan al paisaje una densidad pocas veces vista en otras partes de la misma sierra. Entre los arbustos destaca la manEXPLORARE julio-septiembre 2013
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zanita, Arctostaphylos, spp. De madera leñosa muy útil para ahumar pescado en Ensenada, tuvo que ser protegida para evitar su desaparición. La manzanita da una frutilla roja que los indígenas kumiai y kiliwa tienen en alta estima. También encontramos algunas huatas muy viejas, Juniperus californica, que en otras localidades en el estado de Sonora y Arizona, crecen del alto de los piñoneros. La huata da una madera muy dura y resistente al tiempo y la humedad. Por ello se prefería para hacer postes para cerco. Y digo prefería, porque ya fue también protegida por la Norma Mexicana 059. En realidad la huata es un cedro ya que pertenece a la familia Cupressaceae, la familia de los cipreses y los cedros. Y como da sus semillas en un ovoide casi esférico, está catalogada botánicamente entre las coníferas. La mayor parte de los matorros del chaparral está conformada de arbustos belloteros. A decir del botánico estadounidense Fred M. Roberts, Jr. (1995), en encinillos como el Quercus turbinella cuyas hojas rematan en agudos picos y sus bellotas se alargan hasta los dos centímetros. También encino de Palmer, Quercus palmeri, de mayor altura que el anterior y de bellota más robusta. Algunos encinos peninsulares, Quercus peninsularis de hojas ovaladas y sin picos. Y uno se pregunta: ¿por qué no llamar a esta región natural “bellotera”? Son tantas las especies de árboles y arbustos del género Quercus que hacen predominar como fruto, la bellota sobre los piñones. Por supuesto no podían faltar las yucas de la especie Yuca shidigera y su prima hermana el agave del desierto, Agave deserti, cuyos largos quiotes sobresalen del chaparral y sostienen la floración que locales consumen en forma de guiso. Me sorprendió encontrar muchos especímenes de la endémica Yuca whippley, de esbeltas y aguzadas hojas color azul-verde. Norman C. Roberts dice al respecto: “Los jóvenes capullos pueden comerse como papas fritas, las flores pueden tostarse, los pétalos son sabrosos en ensalada. El corazón de la yuca puede comerse después de tres días asado” (Roberts, 1989:88). La historia nos dice que el corazón de todos los agaves bajacalifornianos, de los cuales hay unas 52
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Una garza azul planea su acuatizaje en el lago de Los Gavilanes. Foto del autor.
Una garza blanca atisba el lago, en busca de un pececillo dorado para comer. Foto del autor.
13 especies, eran consumidos por indígenas de esa manera. Los misioneros lo llamaban “el pan del desierto”. El ecotono también es casa de al menos dos especies de nopal, Platyopuntia spp., una postrada y otra con tallo. Algunas plantas están madurando sus tunas, de sabido también comestibles. Vimos poca cholla y ninguna biznaga en este paseo en particular, aunque forman parte de su riqueza vegetal. Los claros del chaparral o bosque de piñonero y huata están poblados de salvia blanca, Artemisia tridentata, salpicados de plantas de yerba santa, Eriodictyon lanatum, o quizá E. trichocalyx. Y recuerdo a doña Celia Cruz pregonando “su yerba santa pa’ la garganta”. Norman Roberts dice en su guía que de sus hojas se hace un té amargo para curar la tos y la garganta. ¿Sabiduría popular y ciencia coincidiendo? Cuando el chaparral carece de árboles y bellotas, predominan los omnipresentes Chamizos de vara colorada, Adenostoma sparsifolium, y el de vara prieta, Adenosotoma fasciculatum, que algunos locales llaman "cedrillo" en alusión a sus pequeñas hojas. Alrededor del lago crecen algunas especies riparias como el huatamote, Baccharis glutinosa, del cual mi abuela usaba su humo para curar el dolor de oído. También el sauce, Salix laevigata, cuya subcorteza que contiene salicin, base del ácido salicílico según Roberts, y que siempre ha sido utilizado para quitar el dolor de cabeza por los indígenas. Este elemento es la base de la aspirina. El junco, Juncus, spp., muy bien podado por el ganado invasor, ya que este predio no posee reses, adorna cual prado las playas del lago. En este cuerpo de agua hay peces de colores, quizá “goldfish” que había en el rancho contiguo de El Topo, y una crecida del arroyo que comparten trajo a Los Gavilanes. Pero no están libres de depredación natural. A todas horas vimos pescando a un cormorán, Phalacrocorax auritus. Posesionado del lago, atacaba a sus competidores, una garza blanca, Casmerodius albus, una azul, Ardea herodias, y un Martín pescador, Megaceryle alcyon. Tres depredadores de peces confirman la presencia de éstos, aunque no los muestreamos para conocer su identidad ictia. Con los
binoculares apreciamos su color amarillo y naranja bajo el agua y cuando el cormorán los sacaba en su pico. También vimos a tres hembras de pato de collar, Anas platyrhynchos, quizá en anidación, ya que no es época de estadía invernal. El monte bajo estaba poblado de valeriana, Eriogonum fasciculatum, chamizo escoba, Baccharis sarathroides, romerillo, Haplopappus sonorensis, y hierba liebrera, Chrysothamus nauseosus, particularmente a la vera de las veredas y caminos.
La Luna atrás de este pino Jeffrey. La vegetación que lo rodea es del chaparral, confirmando el ecotono. Foto del autor.
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Al hacer pausas en estos paseos de dos días, revisar lo fotografiado y descansar, aspiré el fresco, limpio y ligeramente húmedo aire del ecotono, pensando lo lejos que estaba de los ocotillos, palo verde, palo fierro, cachanilla y mezquite de mi propio ecosistema. ¡Qué distinto que se percibe la naturaleza con sólo 10°C menos que en el valle de Mexicali! También medité y repasé la subjetividad de sus habitantes rurales, expresados en mitos y leyendas, que en un próximo Explorare compartiré con usted, ecológico lector de Revista Universitaria.
Bibliografía
Roberts, Jr., Fred M. (1995). Illustrated guide to the oaks of the Southern Californian floristic province. The oaks of coastal southern California and northwestern Baja California, Mexico. Encinitas. Roberts, Norman C. (1989). Baja California plant field guide. Natural History Publishing Company. La Jolla. Wiggins, Ira L. (1980). Flora of Baja California. Stanford University Press. Stanford.
Miembros de Grupo Explorador Universitario. Al centro el anfitrión, señor Hugo Abel Castro Bojórquez. Foto de Oscar Pérez Moyrón.
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