San borja en la periferia

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Revista Universitaria de la UABC | abril-junio 2008

62 CONTENIDO Divulgare

Semillero

2 Materiales: Aceros inoxidables para fachadas de edificios modernos en México José Luis Benites, Benjamín Valdez Salas, Michael Schorr Wiener 8 Impacto social de las enfermedades autoinmunes en el nuevo siglo Héctor Velázquez, Diana Leticia Cervantes

11 Tecnologías de información y comunicaciones, impacto en las organizaciones, cultura, individuo y sociedad Sergio Hernández Moreno 15 Desarrollo histórico de la profesión docente en las universidades María Isabel Reyes Pérez, Rubén Roa Quiñónez 24 Sueños en el desierto, identidad y persistencia étnica en Sonora Alejandro Aguilar Zéleny

Yubai 32 El sobretodo de mi abuelo Georgina Rôo 34 Descansen en paz Connie Roldán

Textos y discursos 36 Acerca de arte y capitalismo Felipe de Jesús Lee Vera 39 Emilio Carballido en la UABC Hugo Salcedo

Explorare Apuntes

Reseña

41 San Borja en la periferia Alberto Tapia Landeros 46 Los conocidos... ¡Desconocidos! Griselda Parés Sierra, Alfredo Salas Garza 48 Bordertown: El silencio de las inocentes Carlos Fabián Sarabia 50 ¿Qué es jazz? ¿Qué es poética? El arte de la pausa de Jesús Ramón Ibarra Tomás Di Bella 53 La representacion de la novela negra Fernando Feliu Moggi


San Borja enperiferia la Texto y fotografía de Alberto Tapia Landeros

Explorare

Cuando se explorare el centro peninsular, en el gran desierto central bajacaliforniano, uno se pregunta cómo pudieron europeos asentarse en medio de la nada, rodeados del monte de espinas, pedregales y escasa agua, desde la segunda mitad del siglo XVIII, en el caso del hoy estado 29. ¿Qué pensaban de California los europeos que llegaron con la espada y la cruz a conquistar el reino de Calafia? Ante esta pregunta siempre acude a mi mente la cita al misionero jesuita Juan Jacobo Baegert, quien en su obra Noticias de la península americana de California, inicia el prólogo con esta reflexión: “Todo lo concerniente a California es tan poca cosa, que no vale la pena alzar la pluma para escribir algo sobre ella. De miserables matorrales, inútiles zarzales y estériles peñascos; de un puñado de gentes que en nada se distinguen de las bestias, si no fuera por su estatura y su capacidad de raciocinio, ¿qué gran cosa debo, qué puedo decir?” (Baegert, 1942:3).

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Esa era la percepción de un europeo proveniente de las frescas, verdes y húmedas campiñas europeas, al enfrentarse al ardiente y seco desierto bajacaliforniano. Como medida para amortiguar tal contraste, los europeos trajeron consigo su cultura, que entre otros rasgos resaltó la religión, organización del trabajo, animales de carga y abasto, el cultivo de cereales, cítricos y frutales como higueras, granados, datileras, olivos y vid. Esta última fruta la transformaban en vino a lo largo del rosario misional que sembraron de Loreto (1698, Baja California Sur) a San Francisco Solano (1823, California). A la misión de San Francisco de Borja Adac1, fundada por el misionero jesuita Wenceslao Link en 1759, hoy se le conoce simplemente como San Borja. El edificio de piedra hecho por misioneros dominicos después, es el más bello de todas las construcciones misionales del estado de Baja California. En su alta y larga nave principal con bóveda de medio punto, destaca el mezzanine del coro y su escalera de caracol, hecha de bloques tallados y ensamblados a mano, que la distinguen de su vecina sureña, Santa Gertrudis la Magna, primera misión establecida en lo que hoy es Baja California en 1751. San Borja tiene sus campanas, pero no son las originales, pues fueron sustraídas y permanecieron extraviadas por un tiempo, después se recuperaron y permanecen en exhibición en el Museo Universitario, mi lugar de trabajo. Para quienes dudaban de la autenticidad de estas dos enormes campanas, llevé a cabo una verificación al escribir esto, la víspera de la Navidad de 2007. En 1906, el explorador estadounidense Arthur Walbridge North recorrió la península bajacaliforniana a lomo de bestia. En el libro que escribió sobre su experiencia (1910) anota que tomó lectura de las inscripciones de las campanas de San Borja cuando aún estaban colgadas de su campanario original. North registró: “179 senorsanioceph” en una, “7194 San Visguos aganode” en la otra (North, 111). Con el libro de North, Camp and camino in lower California en mano, entré a nuestra exposición “Desierto migración y frontera” y confirmé la misma lectura de North, en las campanas que forman parte de esta exposición permanente y que usted puede admirar. Esta acción solamente confirma que las piezas que en 1906 estaban en el campanario original tienen las mismas inscripciones que las que hoy están en el CICMuseo de la UABC, 101 años después.

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Mucho se ha escrito de estas misiones, Santa Gertrudis y San Borja, pero muy poco de lo observable en su periferia. La estancia de religiosos de más de medio siglo (1759-1818) dejó huellas que muy pocos advertimos. Sencillamente es tan fascinante admirar la obra tallada en piedra, que pocos explorare su alrededor. En una de las tantas visitas que he hecho a Adac, tomé la cámara y me dediqué medio día a caminar en su vecindad, con el fin de retratar la otra San Borja. He aquí algo de lo observado. Lo primero que llama la atención es la Borja original, la edificación de adobe del padre Linck, (número 1 en el plano del INAH). Como el resto de las misiones hacia el norte, apenas quedan paredes de adobe erosionadas por el aire y la escasa lluvia, pero a decir verdad, más por la destrucción del hombre. Sabido es que cazadores de tesoros destruyeron sus muros en busca de valores. A pesar de ser de adobe su construcción primera, bajo el techo protector moderno se aprecia un barrido de su piso de tierra, donde se descubre un suelo de ladrillos cuando menos en una de las entradas de la nave. ¿Tendrá el mismo piso todo el edificio? Otra pieza que destaca es una pila hecha de un solo bloque de piedra. Rectangular y bien esculpido se dice sirvió de recipiente para almacenar vino, o bien agua. En un desierto sin madera la roca sustituyó a la materia prima por excelencia para fabricar barricas. Me

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Adac es el nombre original en cochimí, del manantial del que abreva la misión.


pregunto, ¿cuánto tiempo llevó y a quien labrar esta pieza? Quizá para él, ella, los o las, el tiempo ni se medía. Seguro es que no tenía el mismo valor que hoy le damos nosotros ( véase figura 1). En la vecindad de las misiones se encuentra un viejo cementerio (antiguo panteón en el plano del INAH). Hay tumbas muy viejas, de fines del siglo XVIII y del XIX. También algunos entierros de la primera mitad del XX. Se supone que bajo tierra hay una gran fosa común donde se enterraron victimas de una de las mortales epidemias que diezmaron la población indígena que en su mejor momento, en 1762, llegó a más de dos mil almas. En la medida que uno se aleja de los edificios van desapareciendo las piezas pétreas, y van apareciendo las plantas exóticas introducidas al gran desierto central, quizá por todas las órdenes misioneras que vivieron en Baja California. Resulta difícil a simple vista distinguir entre plantas traídas y dejadas por los

Figura 3: En este plano del INAH, el 1 corresponde al primer edificio de adobe construido por los jesuitas. El 2, al de piedra de muchos conocido construido por los dominicos. El rectángulo nominado “construcciones recientes” es la vivienda de sus actuales pobladores-cuidadores, familia Gerardo Monteón. Las varias “construcciones recientes” de abajo son ramadas hechas con madera de cirio y cardón, techadas con hojas de palma para recibir a turistas. (INAH, 313).

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misioneros y plantas sembradas por visitantes o pobladores posteriores. Pero esta diferencia deja de tener sentido cuando comprobamos que San Borja no está rodeada de un pueblo, como muchas otras misiones, particularmente las del estado vecino sureño. Aquí solamente vive una familia que cuida la misión y a decir de ellos, todas las plantas en la periferia son de la época misional (véase figura 2). En el plano del INAH, (véase figura 3) en el ángulo superior izquierdo vemos una cruz que señala el norte. Entonces hacia el sur, esquina inferior derecha en el plano, se encuentra uno de los manantiales de Adac. A su alrededor hay tierra plana todavía cultivada por sus cuidadores. Una pileta llena de agua dulce y potable sirve para almacenarla y utilizarla en el riego. En un costado crece un viejo árbol de mango. ¡Un mango en pleno desierto! Un año da frutos y otro no. Son de tamaño pequeño, quizá por la falta de la atmósfera húmeda del trópico. Pero plantado sobre la humedad del manantial crece frondoso entre el monte de espinas. A pesar de pequeños, sus mangos son muy dulces. Este longevo vegetal no es el único representante del trópico, también encontramos algunas matas de plátano que ignoro si producen fruta. Si llevásemos a un botánico con los ojos vendados y lo pusiésemos frente a esta barricada vegetal, seguramente quedaría

perplejo al presenciar la mezcla de especies vegetales (véase figura 4). En la periferia de San Borja está representada la multibiodiversidad: La conjunción del trópico, el mediterráneo y el desierto central bajacaliforniano. Del alamar que crece en el manantial del noreste me llamó la atención el pequeño tamaño de sus hojas. ¿Será un Populos fremontii micrófilo adaptado al desierto? Adac fue, debido a sus manantiales, un punto geográfico muy importante para los grupos cochimíes o borjeños de la región. Aunque no utilizaron sus aguas para el cultivo si fue esencial para su supervivencia. Debido a ello, en su periferia hay vestigios humanos representados por su pintura rupestre de la cual se desconoce origen y edad. Circundando el cerro del norte de la misión, se llega por un arroyo de arena muy suelta, a Las Tinajitas. Una pared de piedra con socavones, cuevas, hendiduras y respaldos rocosos planos en los cuales antiguos borjeños dejaron sus trazos. Como La Rumorosa tiene su “diablito” rojo, Las Tinajitas lo tienen negro. Una figura humana con cuernos a manera de tocado que pudiera representar a un chamán. En las pinturas rupestres de El Vallecito en La Rumorosa, se ha encontrado que son de origen

Figura 4: Atrás, sobresale una palma azul. Abajo a la izquierda, algunas vides. En primer plano otras palmas azules de menor estatura, y entre ellas asoman matas de plátano. Para rematar atrás a la derecha, se eleva un olivo.

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mineral, este pudiera ser también el de Las Tinajitas. Este conjunto pictórico tiene una estrella promocionada por los cuidadores de San Borja. Tan importante que algunos visitantes conocen el lugar como “el camello”. Para los actuales borjeños resulta increíble que sus antepasados pintaran un camello dromedario2, en lugar de borregos cimarrones, que son tan comunes. Pero ignoran que los camellos actuales evolucionaron en Asia de camélidos de Norte América que emigraron por el estrecho de Bering hace cinco millones de años, m.a. Hace dos m.a. otro grupo emigró al sur y cruzó el estrecho de Panamá y evolucionó en Sudamérica en forma de llamas, guanacos, vicuñas y alpacas3. Los que se quedaron aquí desaparecieron el finalizar el pleistoceno, hace apenas once mil años. Para entonces ya habían llegado los humanos al desierto central4, por lo que no sería raro que esta figura representara en verdad a un camello, más bien a un dromedario americano… ¿Qué vieron con sus propios ojos? (Véase figura 5). Para los actuales borjeños este plasma, una mancha roja sobre roca muy lisa, representa la figura de un camello dromedario. Los humanos tendemos a construir representaciones de los ecosistemas que terminamos aceptando como reales y verdaderos. Pero, ¿tenían joroba los camellos norteamericanos? Hay muchas pinturas más en Las Tinajitas para las que no hay espacio de publicación. Seguramente hay todavía muchas más en la vasta región que constituye la periferia de San Borja. Este recorrido alrededor de la célebre misión bajacaliforniana, es apenas un rasguño superficial en la densa corteza del desierto central, que no acaba de sorprendernos debido a vestigios humanos y de biodiversidad que abundan en su geografía. ¡Conozca o vuelva a San Francisco de Borja Adac!

Bibliografía Baegert, Juan Jacobo. (1942). Noticias de la península americana de California. México: José Porrúa e Hijos. Instituto Nacional de Antropología e Historia. (1986). Catálogo Nacional de Monumentos Históricos Inmuebles. México: INAH. North W., Arthur. (1977). Camp and camino in lower California. Glorieta, Nuevo México: The Rio Grande Press Inc.

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Los camellos actuales de Asia se dividen en: Dromedarios de una joroba; y bactrianos de dos jorobas. 3 Esta información puede consultarse en: www.flmnh.ufl.edu/ fossilhall/library 4 En laguna Chapala, B.C., se han encontrado herramientas de piedra de 14 mil años de antigüedad.

Alberto Tapia Landeros Centro de Investigaciones Culturales-Museo, UABC, Mexicali.

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