Tinaja i'itoy

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Tinaja I’itoy Donde el tiempo se detuvo Alberto Tapia Landeros (Inédito) INTRODUCCIÓN

Es común que los humanos de hoy tengamos contacto con un artefacto confeccionado por una cultura lítica, llamada en Europa, “La edad de piedra”. Pero no es común encontrarse en medio de un campamento paleo o neolítico entre cientos de artefactos que yacen en la posición del lejano día que los abandonaron. En este ensayo pretendemos describir lo percibido y sentido al vivir esta experiencia inigualable. Resulta difícil fechar con precisión el inicio y fin de esta edad de la humanidad europea, la edad de piedra, ya que algunos grupos humanos se adelantaron a otros al aprender primero el manejo de los metales, y pasaron a la llamada “edad del bronce” y posteriormente “del hierro”. El uso de piedras como obsidiana, cuarzo y sílex, entre otras rocas, fue particularmente útil durante esta ancestral etapa cultural de la humanidad. Algunos consideran a la roca como la primera materia prima utilizada por el hombre. Pero nos inclinamos a pensar que aquella primigenia materia que utilizamos primero fue vegetal. Palos, espinas, varas, estacas y hasta mazos de raíz de algunas plantas, como las de la manzanita (Arctostaphylos, spp.) en Baja California. Para el humano resultó relativamente fácil aprender a romper piedras, de tal manera que podía obtener un filo natural, apropiado para cortar y raspar. Así, golpeando una piedra con otra se lograba conseguir un objeto cortante o punzocortante, que el ingenio humano transformaba en lanza, punta de flecha, hacha, cuchillo, navaja, raspador y otros variados artefactos. Rocas sin filo fueron destinadas a otros usos, por ejemplo, metates y manos de metate, bateas, etc., que el cazador‐recolector utilizó para conformar su cultura lítca. Algunas fuentes sostienen que la transición entre la edad de piedra a la edad de los metales se dio hace entre 6,000 y 2,500 años a.c. (http://www.historiacultural.com/2010/09/edad‐de‐piedra‐prehistoria.html) Consultado el 4 de abril de 2013. A esta edad “antes de Cristo”, hay que sumarle los 2017 que llevamos después de él, para hablar en números redondos de hace 8, 000 a hace 4, 500 años. Este largo período de tiempo se debió, como ya mencionamos, a que el conocimiento del uso de los metales no fue instantáneo en todos los grupos humanos del planeta, sino paulatino. Y parece evidente que aquellos en mayor aislamiento tardaron más tiempo en abandonar el uso de la piedra para cambiar al metal. El ya famoso hombre de las nieves, Otzí, una momia congelada encontrada en 1991 en los Alpes, entre Austria e Italia, tiene una antigüedad de 5,300 años (3,300 A.C.). Traía un cuchillo y puntas de flecha

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de piedra, pero también un hacha de bronce. La arqueo antropología ha aceptado esta edad europea como de la transición de la edad de piedra a la del bronce. Ahora bien, ¿existe algún paralelismo entre la edad de piedra europea y los distintos estadios de las culturas líticas americanas? Al estar y vivir algunos momentos en medio de este campamento primitivo, nos llevó a meditar sobre los intentos de la ciencia arqueológica para sistematizar la información y artefactos culturales líticos encontrados en su trabajo de campo, así como el esfuerzo intelectual y académico realizado para describir, explicar y fechar realidades del pasado remoto sin historia o prehistórico. EL PAISAJE NATURAL En la esquina noroeste del Estado de Sonora existe un lugar lo suficientemente aislado como para haber prolongado una ocupación social perteneciente a la cultura lítica americana. Se trata de la Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar, RBPGDA, declarada como tal el año de 19931, y en 2013 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Dentro de esta área natural protegida por el gobierno federal mexicano se localiza un escudo volcánico y un océano de dunas activas. Existen cerca de 400 conos cineríticos y nueve cráteres MAAR, estos últimos formados por burbujas de lava que al llegar a la superficie se encontraron con un manto freático y explotaron. Por esta razón los cráteres MAAR, como “El Elegante”, de 32,000 años de edad2 y una milla de diámetro, no están en la cima de un cono o volcán, sino al ras del suelo. El llamado “océano” de dunas cubre 5,000 kilómetros cuadrados y representa el sistema de dunas vivas más grande de América3. En este paisaje extremadamente árido, con sólo 52 milímetros de precipitación pluvial anual4 durante la segunda mitad del siglo XX, predomina la vegetación micrófila (de hoja pequeña) y las cactáceas, entre las cuales destaca el saguaro, (Carnigea gigantea) especie a la que también se le conoce como sahuaro, y la pitahaya dulce, (Stenocereus thurberi). Ambas especies producen frutos comestibles para el hombre y los animales. Entre las micrófilas comparten el hábitat tres leguminosas, el mezquite, (Prosopis, spp.), el palo fierro (Olneya tesota) y el palo verde, (Parkinsonia, spp.). Científicamente esta asociación 1

INE. (1995). Programa de manejo Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar. Instituto Nacional de Ecología. México.

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Guntmann, James, Turrin Brendt D. (2006) The age of Crater Elegante, a maar in the Pinacate volcanic field. Geologic Society of America. V. 38, p. 32. 3

Davis, Owen K., Alan H. Cutler, Keith H. Meldhal, Manuel R. Palacios Fest, Joseph F. Schreiber Jr., Nicholas Lancaster, Christopher A. Shaw, Stephen M. Sinitere, Brian E. Lock y Lester J. Williams. (1990). Documento. Quaternary Geology of Bahia Adair and the Gran Desierto Region. United Nations. Educational, Scientific, and Cultural Organization. Nueva York. 4 Ibid. 3


vegetal ha sido llamada “la trinidad botánica” por el investigador estadounidense Stephen Felger5 .

Saguaros, foto RBPGDA. 5 Felger, Richard Stephen, Bill Broyles, editores (2007). Dry Borders. Great Natural Reserves of the Sonoran Desert. The University of Utah Press. Salt Lake City.

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Pitahaya dulce, foto RBPGDA.

Palo fierro, foto del autor. 5


Palo verde. Foto del autor.

Mezquite, foto del autor.

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Esta concurrencia de alimento vegetal natural actual, seguramente fue mejor o igual que en el pasado y aunado a una abundante fauna silvestre durante el Pleistoceno6, permitió la ocupación social en la región desde tiempos remotos y controversiales. El arqueólogo estadounidense Julián Dodge Hayden realizó un intenso trabajo de campo a mediados del siglo XX en la región. En su libro Sierra El Pinacate, Sonora, México (1983), Hayden declara que: “Las conchas de almejas, ostiones, etc. comidos por los indios en la costa de Bahía Adair, al oeste de la Sierra, datan de mucho más de 37,000 años de edad…”7. No obstante su descubrimiento, la arqueología oficial sostiene que la edad del hombre en Norte América es mucho más reciente, de alrededor de 25,000 años8. Estas edades americanas son anteriores a la época de transición entre piedra y metal europea que ya comentamos. Por ello nos atrevemos a decir que en la Tinaja de I’itoy, existe un campamento de una cultura lítica equivalente o contemporánea a la edad de piedra del viejo mundo, que yace sobre el suelo volcánico tal y como lo dejaron sus ocupantes en una fecha desconocida. I´itoy es en la cosmogonía pápaga, el Dios creador de su mundo. La montaña Shuk toak, (El Pinacate) su morada9. Este sitio arqueológico ya reportado al Instituto Nacional de Antropología e Historia, INHA, no está abierto al público que visita, cada vez con mayor frecuencia, la Estación Biológica, entrada oficial a la Reserva, y ahora al Centro de Visitantes Shuk Toak, nombre pápago para designar a la montaña más elevada de la Reserva, con 1,190 metros sobre el nivel del mar10. En 1698, el padre Francisco Eusebio Kino lo bautizó como “Cerro de Santa Clara”. Desde su cima confirmó que la California no era una isla sino una península. 6

Davis, Owen K., Alan H. Cutler, Keith H. Meldhal, Manuel R. Palacios Fest, Joseph F. Schreiber Jr., Nicholas Lancaster, Christopher A. Shaw, Stephen M. Sinitere, Brian E. Lock y Lester J. Williams. (1990). Documento. Quaternary Geology of Bahia Adair and the Gran Desierto Region. United Nations. Educational, Scientific, and Cultural Organization. Nueva York. 7

Hayden, Julián D. (1985) Food animals cremations of the Sierra Pinacate, Sonora, Mexico. Revista KIVA, vol. 50, núm. 4, 1985. P. 57. 8

Garduño, Everardo, Alberto Tapia Landeros, Eva Caccavari (2012) “Shuk Toak. Historia natural y cultural de un geosímbolo de Sonora”. Estudio-introducción de Julio César Montané Martí. Sociedad Sonorense Revista Región y Sociedad. Año XXIV, No. 55, septiembre-diciembre de 2012. El Colegio de Sonora. Hermosillo. Págs. 227-290. 9

Idid.

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INE, 1995.

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Este topónimo original aún pervive en otros sitios contiguos al “Cerro de Santa Clara”. Estos son: El Golfo de Santa Clara, una villa de pescadores y a la vez el último lugar habitado de la costa Norte sonorense del alto Golfo de California; y la Ciénaga de Santa Clara, un humedal contiguo a la desembocadura del Río Colorado que se creó con aguas residuales de lavado de tierras agrícolas de Arizona, particularmente de los valles agrícolas de Welton y Mohawk. El choque de dos culturas, la española europea con la pápaga americana, otorgan cada una significados distintos a esta montaña. En realidad la cima de la llamada por Hayden “Sierra Pinacate”, tiene dos conos volcánicos. El bautizado por Kino como Santa Clara; y otro de menor altitud nombrado por exploradores estadounidenses como “Pico Carnegie”. Esto en honor al Instituto Carnegie de Nueva York que financió su expedición. Actualmente ha emergido la idea de renombrar todo lo rebautizado por colonos y exploradores, con los nombres pápagos originales. Es posible que de ahora en adelante, ya no escuchemos hablar de El Pinacate, sino de Shuk Toak, el cerro negro, el hermano mayor de los pápago. La morada de I’ítoy. Cabe comentar acerca de la influencia extranjera tanto en la toponimia del Desierto de Altar, como en su taxonomía, para lo cual ofrecemos otro ejemplo: el saguaro se llama científicamente como ya dijimos, Carnegeia gigantea, también en honor a la Institución americana que financió la aventura científica de 1906, que la historia registra como la “Expedición de Hornaday”. William Temple Hornaday fue un cazador, explorador y recolector de varios museos americanos. Para ellos obtuvo especímenes de todas las especies de mamíferos mayores de Norte América. Su expedición a El Pinacate recolectó ejemplares de borrego cimarrón, Ovis canadensis mexicana; y berrendo del desierto, Antilocapra americana sonorensis.

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Berrendo del Desierto Sonorense. Foto RBPGDA. En su libro Camp Fires on Desert and Lava (1908) registra fotográficamente estos ejemplares de ungulados mexicanos, los cuales hoy en día, el primero está declarado “bajo protección especial” y el segundo en “peligro de extinción”11 En la historia de la cinegética se considera que Hornaday inició la práctica cultural moderna de la caza deportiva, sobre todo de borrego cimarrón12. Pero la demanda de trofeos de caza por parte de estadounidenses llevó casi a la extinción a esta especie. Por ello en la Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar, el decreto de su creación es muy explícito al prohibir todo tipo de cacería en su territorio de 714, 556.5 hectáreas13. En el resto del Estado de Sonora se sigue cazando al cimarrón. 11

NOM 059 (2010). Norma Oficial Mexicana NOM‐059‐SEMARNAT‐2010. Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales. Mexico. 12 Tapia Landeros, Alberto. (2008). Homo‐ovis. El borrego cimarrón en México. Universidad Autónoma de Baja California. Mexicali. 13

INE, 1995.

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El borrego cimarrón sigue presente en esta área natural protegida. Dos machos siguen a una cría en la pendiente de granito de la sierra Los Alacranes. Atrás alcanza a verse la cabeza de un macho joven. Foto RBPGDA.

En la Tinaja de I´itoy, lugar de cultura lítica pinacatense, oficiales de la reserva encontraron dos esqueletos de borregos machos enteros, sin haber sido devorados por los carroñeros ni sus cornamentas aprovechadas por los cazadores, que presumimos murieron de forma natural. El Pinacate es el último reducto que tiene la especie para completar su ciclo natural de vida. Uno de ellos, por lo largo y masivo de sus cuernos, pudiese ser el de mayor cornamenta ya sea cazada o encontrada, en esta inhóspita región de México.

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El autor con la cornamenta de mayor tamaño de borrego cimarrón, encontrada en la Tinaja de I’ítoy, El Pinacate, Sonora. Foto de Carmen Payán. Durante 2011 y 2012 realizamos una serie de viajes de trabajo de campo con el fin de recolectar información e iconografía para elaborar un guion museológico para una exposición museográfica14 . El Centro de Visitantes Shuk Toak ya está abierto al público con esta exposición en exhibición. Esta observación del paisaje tuvo también el propósito de verificar si las tinajas de la escarpa oriente de El Pinacate, estaban conectadas con la red de senderos que se comunican con aquellos al norte de la frontera geopolítica, en el estado de Arizona, Estados Unidos de América. Fue en este período que tuvimos la oportunidad de adentrarnos en la historia de la región, y en las entrañas mismas del gran Desierto Sonorense, bioma al que pertenece esta área natural protegida mexicana. El desierto impresiona. En palabras de Ezequiel Ezcurra, científico mexicano cuya Tesis doctoral versa sobre la vegetación pinacatense, se expresa así después de regresar a la ciudad de México tras su primera visita a este lugar: “Mi espíritu ardía, no por el calor del sol de agosto, sino por el fuego de la nostalgia por lo ancho y abierto del paisaje silvestre. Como una polilla seducida por la luz del fuego peligroso, un mes después estaba de

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Garduño, 2012.

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regreso en el gran Desierto de Altar”15. Tal es el encanto que produce en el humano moderno estar, vivir este insólito paisaje natural y cultural. Y si paisaje y biodiversidad cautivaron a Ezcurra, a nosotros nos atrapó el hecho de que humanos primitivos hubiesen habitado por siglos, esta bastedad de arena, lava y espinas. EL SITIO Desde lo más alto de la llamada por Hayden “Sierra Pinacate”, nace una cañada que corre hacia el este‐sureste. Su origen es el agua milenaria que labra la roca de origen ígneo y erosiona oquedades a lo largo de su paso, cuando llega a correr. Tan pronto deja de llover, el agua deja de fluir, y se estanca en las oquedades y dependiendo de la temperatura y el aire, permanece por días o meses, disponible para la fauna silvestre de la región. Los mamíferos mayores son el borrego cimarrón y su depredador, el puma (Puma concolor). Pero otros animales de menor talla también dependen de estas aguas mientras estén disponibles. El coyote (Canis latrans), el pécari de collar (Pecary tajacu), el gato montés (Felis rufus), la zorra gris (Urocyon cinereoargenteus), el tlacoyote (Taxydea taxus), la liebre cola negra (Lepus californicus) y varias especies de otros roedores pequeños como ratas y ratones de campo, así como ardillas del desierto. También destaca su población de murciélagos que vienen del sur de México a parir y criar a sus crías. Pero todas las plantas que rodean a una tinaja se benefician también de sus aguas, ya sea directamente a través de sus raíces, por la evaporación, o por la visita de animales de todo tipo y que algunos de ellos interactúan con las plantas del vecindario de una tinaja, como aves e insectos polinizadores. Esta asociación de biodiversidad entorno al vital líquido, no pasó inadvertido para el ser humano; el cazador‐recolector que se asentó en las inmediaciones de las tinajas para aprovechar su agua, mientras ésta estuvo presente. Sin contar aún con excavaciones arqueológicas en este sitio específico, la Tinaja de I´itoy, permanece prácticamente inédita. Como una medida de precaución no damos las coordenadas de su ubicación. Personal de la Reserva comenta irónicamente: “Es el sitio arqueológico que Hayden no vio”. Hayden recuperó y se llevó a su país desde 1958, 1, 386 artefactos de 53 sitios distintos de El Pinacate.16 Pero la Tinaja de I’itoy le pasó de noche.

Una mañana de diciembre visitamos el sitio con el propósito de observar cornamentas y restos óseos de borrego cimarrón calcinados por el fuego del cazador‐recolector. Esa mañana no los encontramos. El objetivo era solamente fotografiarlos para mostrarlos en la exposición. Al no tener las coordenadas exactas de su ubicación, no dimos con ellos. 15

Felger y Broyles, 2007. P. Xi.

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García Moreno Cristina. (2005) Lascas, raspadores, choppers y percutores con pátina. La industria lítica del componente Malpaís del sitio arqueológico La Playa, Sonora. Tesis de Licenciatura (en CD). Escuela Nacional de Antropología e Historia. INAH. México.

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Hubiésemos querido documentar en la exposición museográfica que organizamos, esta práctica cultural reportada desde tiempos de Juan Bautista de Anza, en cuyo diario de su primer viaje a California en 1774, reportó esta actividad17. También Julián Hayden lo confirma en 198518. Pero la molestia por no haber visto huesos y cráneos de ovejos quemados, pronto se olvidó ante la abrumadora evidencia de una cultura lítica del cazador‐recolector. Solamente inspeccionamos una superficie de 1.5 hectáreas aproximadamente, sin bajar a la Tinaja de I’ítoy y sin cruzar la escarpada cañada. Y no lo hicimos porque no tuvimos el tiempo necesario ya que en la Estación Biológica de la Reserva nos esperaban otras actividades ya agendadas para aquella mañana de domingo. El oficial de la Reserva que nos acompañó, comentó que del otro lado del arroyo había mucha más evidencia lítica del pasado. Al enfrentarnos a esta realidad observable, lo primero que viene a la mente es: ¿Quiénes fueron sus autores? ¿Cómo lucían? ¿En qué creían? ¿Qué les preocupaba? ¿De qué edad morían y de qué enfermaban? ¿Cómo sentían el llamado por nosotros frío y el calor? ¿A qué temían? ¿Cuándo estuvieron en el sitio por última vez? Este ensayo no aspira a responder estas preguntas. Simplemente informar sobre el encuentro y su contexto histórico y de biodiversidad. Una vez que se identifica en el “pavimento del desierto”19 la huella del hombre, resulta relativamente fácil ir descubriendo una y otra evidencia. Levantamos la vista y apreciamos el paisaje tan desolado como bello y nos abruma la idea de que en toda esa Naturaleza esté también la actividad antropogénica. Aturde imaginar a grupos humanos primitivos conviviendo en este mismo sitio. Unos ocupados en mantener el fuego vital; otros acarreando agua en vasijas de cerámica cuyos fragmentos yacen a nuestros pies; un par de seres del pasado que desollan un borrego cimarrón con cuchillos de piedra aún presentes; una madre amamantando a un pequeño; un padre mostrando al hijo como lanzar una flecha con el arco; un chamán frente a una lumbrada invocando a I´itoy, para pedirle que llueva; un anciano con la mirada perdida en el horizonte rematado con la Sierra de San Francisco; una procesión cargando un cadáver para ser incinerado; una partida de caza que llega con dos pecaríes; un grupo de jóvenes golpean piedras para obtener un filo útil; otro grupo humano se percibe en el horizonte sureño del cual se desconoce su intención y pone en alerta a quienes ya lo han notado… Todo esto y más nos produjo estar en este sitio arqueológico. Se trata de un estímulo a la imaginación, la cual acude a un marco referencial en el que almacenamos algún 17

De Anza, 1989. Hayden, 1985. 19 Se llama así al acomodo de la piedra pequeña que la escasa lluvia y la radiación solar compactan formando una capa dura en el suelo del desierto. 18

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conocimiento sobre el hombre y la Naturaleza. Armamos las escenas descritas al conjugar el paisaje actual, con lo conocido desde la historia ambiental de la región. Se antoja no movernos más, para no causar disturbio en el pavimento del desierto, útil, según Hayden, para fechamientos provisionales y definitivos. Acude la idea de no caminar más sobre el sitio plagado superficialmente con objetos de piedra de confección humana de una antigüedad desconocida. Imaginamos unos andadores hechos con madera de palo fierro por los cuales recorrer este campamento primitivo sin la posibilidad de tocar y levantar objeto alguno. Pero luego surge el egoísmo humano: ¿Y por qué no llevarlos y exhibirlos en el Museo del Centro de Visitantes Shuk toak? Sentados en una roca volcánica, acude a la mente otra pregunta abrumadora: ¿Si esto hay en la superficie, que habrá bajo tierra? ¿Será capaz la arqueología de encontrar en el subsuelo la prueba de la antigüedad de más de 37,000 años del hombre en América proclamada por Hayden? Resulta increíble el impacto causado al estar, vivir un sitio de tan remoto pasado. O, ¿si el aislamiento del lugar prolongó la cultura lítica hasta fechas recientes, hasta qué siglo? REGISTRO ICONOGRÁFICO A continuación, algunas imágenes seleccionadas con las que pretendemos complementar este ensayo, en un intento por trasmitir al lector, nuestra percepción de un sitio casi inédito.

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Esta imagen muestra el contexto paisajista del sitio. En primer plano, abajo a la derecha, la Tinaja de I´itoy, en la que se aprecia un muro construido por personal de la Reserva, con la finalidad de incrementar el volumen que el vaso natural captura. Destaca el suelo y la textura volcánica, erosionada por el agua de lluvia durante milenios. Al fondo uno de los picos de El Pinacate. Entre medio, la carpeta vegetal donde resalta el ocotillo, el palo verde, el palo fierro y el saguaro. Foto del autor.

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Sobre el “pavimento del desierto” pinacatense, destaca por su blancura un conchero. Se trata de fragmentos de moluscos bivalvos consumidos por humanos desconocidos en fecha desconocida. En sitios como este en la costa, Julián Hayden encontró conchas trabajadas por el hombre con una antigüedad mayor a los 37,000 años. Humanos primitivos recolectaban moluscos de la costa y viajaban tierra adentro, donde consumían su provisión marina. En el horizonte, la Sierra Pinacate. Foto del autor.

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Un cráneo de tlacoyote, (Taxidea taxus) yace calcinado por el sol en una planicie pinacatense. Se trata de un espécimen recientemente fallecido, no es un vestigio arqueológico, pero muestra que la especie continúa presente en esta región. Hayden reportó huesos de este animal cremados por humanos en residuos de fogatas ancestrales. Foto del autor.

Un círculo de piedras tal como cuando fue abandonado. Se presume fueron hechos para dormir o como lindero de chozas ya desaparecidas. Si observamos con cuidado, vemos que en realidad se trata de dos círculos, uno mayor que el otro. También podemos advertir la presencia de dos “molinos giratorios” rotos y abandonados. Foto del autor.

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Esta panorámica vertical con gran profundidad de campo al igual que la fotografía de la Tinaja de I’ítoy, muestra un “molino giratorio” íntegro. A la derecha, en el Museo otro mortero con la pieza de piedra especializada para moler girándola dentro. Hayden llamó así a esta clase de metate especializado y desconocido en otros sitios arqueológicos de América del Norte. Humanos del pasado los confeccionaron de piedra volcánica para moler semillas con un palo duro y obtener por el hueco, una harina comestible. Los hay de todos tamaños. Los más grandes y notorios fueron extraídos de su contexto y llevados por Hayden a los Estados Unidos de América. Fotos del autor.

Así encontró Hayden algunos morteros giratorios. Foto Hayden.

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Un metate de sitio y su mano para moler. En el horizonte del Este la Sierra de San Francisco. En el llano árboles micrófilos como mezquites, palo verde y palo fierro, chamizo blanco y un saguaro en la lejanía. La aridez es evidente. Foto del autor.

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Una enorme batea fracturada. Como escala humana un inspector de la Reserva de 1.80 metros de estatura frente a ella. Aparentemente una piedra lo suficientemente plana inspiró a humanos del pasado a utilizarla para tallar o moler en su superficie, hasta dejarla relativamente lisa. El ingenio humano y su pragmatismo en todo su esplendor. Foto del autor.

Otra herramienta del remoto y desconocido pasado, pero no de piedra. Aparentemente se trata de un raspador. Ingeniosamente se utilizó el contorno de una concha grande, para aprovechar su ondulación y con el ángulo preciso, obtener un borde serrado seguramente de gran utilidad para el aprovechamiento de la parte comestible del bivalvo. Mediante la amplificación del artefacto cultural, se aprecian marcas de otras herramientas de mayor dureza, quizá de piedra. Foto del autor.

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Todos los objetos fotografiados se dejaron en su posición y sitio original. PARALELISMO CON LA EDAD DE PIEDRA EUROPEA Con el propósito de ubicar al lector en la escala del tiempo, mediante una comparación entre la edad de piedra europea y la cultura lítica de El Pinacate, elaboramos la siguiente tabla 1: Transición de la edad de Cultura lítica pinacatense piedra europea Hayden, 37,000 años 8, 000 Garduño, 25,000 años a Atlatl*, 3,451 años 4,500 años *Véase adelante su significado.

Esta sencilla contraposición de antigüedades comentadas en este ensayo con sustento bibliográfico, nos dice que la edad de piedra del viejo mundo (anterior a los ocho mil años) pudo haber sido compatible con la cultura lítica pinacatense. CONCLUSIÓN Una sola visita no basta para describir esta realidad. Pero permite abrir una puerta al pasado para que preferentemente, se le aborde multidisciplinariamente. Julián Hayden fue rechazado en su tiempo por la comunidad científica de la época. La crítica principal a su trabajo es que llegó a conclusiones arqueológicas sin haber excavado. Solamente realizó inspección de superficie para detectar instrumentos líticos y recolectarlos para su país. Los círculos de piedra podrían haber sido utilizados para otras actividades además de la supuesta para dormir y delimitar chozas. Trabajos arqueológicos realizados en Baja California han encontrado, mediante su excavación, que también fueron utilizados como crematorios (conversación personal con el arqueólogo del INAH, Antonio Porcayo Michelini) y donde hubo lumbre queda carbón vegetal y animal, que permite fechar con precisión su edad. Una arqueología metodológicamente bien planeada podría confirmar la hipótesis de Hayden: El Pinacate fue la cuna de la humanidad americana. A continuación un mapa que ubica a El Pinacate en el contexto de los grupos nativos que los europeos encontraron a su llegada al Oeste americano:

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Mapa tomado de la página 134 de Felger, Richard Stephen y Bill Broyles, editores (2007), Dry Borders, The University of Utah Press. Salt Lake City.

Resulta evidente la necesidad de repensar el contexto geográfico e histórico del sitio. Confirmar el supuesto aislamiento del resto de los grupos humanos que desde el período clásico del paleoindio, hasta el prehistórico tardío, vivieron los humanos cuya evidencia lítica relatamos en este ensayo. El padre Kino narra que en uno de sus viajes se topó con un grupo de nativos en pésimas condiciones físicas y totalmente salvajes. Entonces podemos hipotetizar sobre una probable extensión del uso de la piedra hasta tiempos históricos. Tres evidencias arqueológicas abonan a esta hipótesis del aislamiento: el molino giratorio, el Atlat y el sitio arqueológico denominado “El fin del mundo”. El primero, un molcajete especializado que no ha sido encontrado en el Oeste Americano, solamente en El Pinacate. El segundo, en una cueva de lava fue encontrado el único Atlatl recolectado en el Estado de Sonora. Se trata de un artefacto de madera para lanzar dardos, utilizado 22


antes del advenimiento del arco y la flecha. El encontrado en El Pinacate tiene una edad de 3,451 años20. El tercero, el hallazgo de una punta Clovis en El Fin Del Mundo. Este lugar, en el semi desierto de Sonora, parece estar inclinando la balanza a favor de una mayor antigüedad del hombre en esta región mexicana. Esta punta Clovis tiene 12, 000 años de edad (http://www.inah.gob.mx/boletinas/14‐hallazgos/5933) Consultado el 6 de mayo de 2013.

Modo de lanzar un dardo con el Atlatl.

Este trío de evidencias amenazan con convertirse en el futuro, en una prueba de que grupos humanos, entre ellos el de El Pinacate, permaneció aislado del resto de las culturas nativas de la región, y dependía de sus artefactos líticos para sobrevivir. Un análisis del caso nos lleva también a hipotetizar el hecho de que esta cultura lítica pinacatense se extinguió aquí o emigró a otros sitios antes de hacer contacto con la cultura europea. Esto ayuda a entender el por qué no existe evidencia europea alguna, en este campamento prehistórico. La serie de preguntas planteadas en el cuerpo de la exposición surgieron espontáneamente al estar parados en el sitio. Son personales y no planeadas. Con mayor información arqueológica y fechamientos, se podría responder a algunas de ellas. Pero quizá también surjan nuevas dudas. De eso se trata la investigación, de formular y responder a las preguntas. Encontramos que la Tinaja de I’itoy está conectada con los senderos que acuden a El Pinacate, principalmente desde el este, particularmente del manantial y poblado ancestral pápago de Quitobac. Pápagos de Arizona planean visitar esta tinaja en alguna de sus futuras peregrinaciones por los senderos llamados de la sal, mediante los cuales 20

Ferg, Alan y William D. Peachey. (1998). An Atlatl from the Sierra Pinacate. Revista Kiva Vol. 64, No. 2. Págs. 175‐200. Tucson.

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transitaban con sal recolectada en la costa del Golfo de California, y llevaban a otros pueblos afines, quizá hasta el Río Gila, en Arizona. Concluimos también en este ensayo, que la Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar, es además de un santuario de la cultura lítica del Oeste americano, el último lugar donde el borrego cimarrón puede completar su ciclo biológico, sin la presión de la caza comercial. Esperamos que este ensayo contribuya al mejor conocimiento de la Historia y la Arqueología de una región tan olvidada como antigua de este México. Agradecemos a la administración y personal de la Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar, su hospitalidad, guía y confianza para permitirnos visitar y fotografiar este sitio casi inédito bajo su custodia. Así mismo, agradecemos al arqueólogo Antonio Porcayo Michelini la lectura y recomendaciones a este texto.

BIBLIOGRAFÍA Davis, Owen K., Alan H. Cutler, Keith H. Meldhal, Manuel R. Palacios Fest, Joseph F. Schreiber Jr., Nicholas Lancaster, Christopher A. Shaw, Stephen M. Sinitere, Brian E. Lock y Lester J. Williams. (1990). Documento. Quaternary Geology of Bahia Adair and the Gran Desierto Region. United Nations. Educational, Scientific, and Cultural Organization. Nueva York. De Anza, Juan Bautista. (1990) Diario del primer viaje a California, 1774. Estudio introductorio de César Montané. Sociedad Sonorense de Historia. Hermosillo.Ferg, Alan y William D. Peachey. (1998). An Atlatl from the Sierra Pinacate. Revista Kiva Vol. 64, No. 2. Págs. 175‐200. Tucson.Guntmann, James, Turrin Brendt D. (2006) The age of Crater Elegante, a maar in the Pinacate volcanic field. Geologic Society of America. V. 38, p. 32. Felger, Richard Stephen, Bill Broyles, editores (2007). Dry Borders. Great Natural Reserves of the Sonoran Desert. The University of Utah Press. Salt Lake City. García Moreno Cristina. (2005) Lascas, raspadores, choppers y percutores con pátina. La industria lítica del componente Malpaís del sitio arqueológico La Playa, Sonora. Tesis de Licenciatura (en CD). Escuela Nacional de Antropología e Historia. INAH. México. Garduño, Everardo, Alberto Tapia Landeros, Eva Caccavari (2012) “Shuk Toak. Historia natural y cultural de un geosímbolo de Sonora”. EnEstudio‐introducción de Julio César Montané Martí. Sociedad Sonorense Revista Región y Sociedad. Año XXIV, No. 55, septiembre‐diciembre de 2012. El Colegio de Sonora. Hermosillo. Págs. 227‐290. Guntmann, James, Turrin Brendt D. (2006) The age of Crater Elegante, a maar in the Pinacate volcanic field. Geologic Society of America. V. 38, p. 32. Hayden, Julián D. (1985) Food animals cremations of the Sierra Pinacate, Sonora, Mexico. Revista KIVA, vol. 50, núm. 4, 1985. Hornaday Temple, William. (1983) Camp‐fires on desert and lava. University of Arizona Press. Tucson. 24


INE. (1995). Programa de manejo Reserva de la Biosfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar. Instituto Nacional de Ecología. México. NOM 059 (2010). Norma Oficial Mexicana NOM‐059‐SEMARNAT‐2010. Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales. México. Tapia Landeros, Alberto. (2008). Homo‐ovis. El borrego cimarrón en México. Universidad Autónoma de Baja California. Mexicali.

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