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Entrevista a Asbel Hernández Victoria Leal

Febrero 2020 Ciudad de México y Morelia Michoacán. Admirar el trabajo escritural y la producción de una colega es un punto de partida para saber un poco más de su proceso creativo. En noviembre de 2019, Asbel Hernández recibió el premio internacional Lucien Freud por su ensayo titulado: El arte un espejo del pensamiento. A propósito del Mal, la Creación y un poco más▁ La curiosidad nos lleva a hacer preguntas a la también psicoanalista sobre esos dos continentes, como ella los llama, la literatura y el psicoanálisis, en los que se sumerge. En esta entrevista nos deja ver sus inicios y lo que la empuja a escribir.

Victoria Leal (VL): ¿Desde cuándo en tu vida advertiste el gusto por escribir? Asbel Hernández (AH): Escribir fue un acontecimiento. Y por tanto una pasión desde que me tomó la escritura. Hace casi diecisiete años comencé a escribir cartas amorosas a un hombre que de inmediato me atrapó con su palabra. Y comencé redactando aquellas misivas extensas que nos permitían acortar una distancia que en aquel tiempo nos separaba. No sabía que quería escribir, mejor dicho no estaba consciente de ello. Y de allí descubrí que, con mis historias en la imaginación y pensamiento desde pequeña, inventaba historias alternas a la vida familiar, me sumergía en enciclopedias pretendiendo encontrar respuestas de lo que sucedía alrededor. La lectura fue un tipo de cobijo y ya desde entonces escribía sin usar tinta y papel; esto último lo descubrí de adulta. Las cartas fueron el inicio de un camino por allanar. Después vino la invitación a escribir un apartado de un libro teórico sobre esquizofrenia y ese fue un primer trazo que después traería otra serie de escritos, tanto teóricos como de ficción. Los talleres literarios fueron un espacio para dar rienda suelta a otra narrativa.

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27 VL: ¿Cuál reconoces como tu primer texto? AH: Mi libro: «Antes bien, no ser. De Edipo a Eatherly y más allá▁», Editorial Samsara. Del 2013. Ese es el proyecto más ambicioso y que implicó un proceso como psicoanalista y un pronunciamiento ético, clínico y político en su momento. VL: ¿Qué o quién te apoyó para comenzar a escribir? AH: La urgencia de decir para empezar, no podía no hacerlo y la escritura se impuso para no dejarme. Y mi compañero de vida ha sido un gran estímulo para ello, él es escritor y mi primer lector en todo lo que emprendo. VL: Sé que leíste la obra entera de Marcel Proust, ¿qué te hizo dedicarte precisamente a este autor? AH: Escuché hablar de él en un taller literario y a varios amigos escritores. Se presentó como un reto la odisea que implica leer su obra más importante. Después, todo lo relacionado con él y su vida. No tuve que estar enferma o con una pierna fracturada para emprender ese viaje. El hermano de Proust decía que era una pena que aquellos que leían a su hermano lo hacían en esas circunstancias. Me quedé prendada a él desde el primer acercamiento. Lo leí en seis meses y desde entonces vuelvo a él con cierta frecuencia y a todo libro que hable de su obra. La última entrega de A la búsqueda del tiempo perdido es todo un tratado de preceptiva literaria. Lo anterior me llevó a comprender la anticipación del arte a toda teoría. Una idea que he trabajado en algunos ensayos teóricos y que no deja de insistir, aunque muchos escritores lo hayan dicho antes o descubierto, para mí sigue siendo un hallazgo. VL: Seguro hay otras lecturas que te han acompañado de modo importante, ¿cuáles han sido? AH: Del lado de la literatura están: Marguerite Duras, Patricia Higsmith, Amparo Dávila, Kafka, J. Joyce, Flaubert, Coetzee, Edgar Alan Poe, Freud, Alice Munro, Durrel, Philip Roth, Rodrigo Garnica y muchos poetas. VL: Dime una cosa, ¿podrías no escribir? AH: No. Ni dejar de leer. VL: ¿Cuál es la importancia de publicar lo que se escribe? AH: Para quien escribe tiene toda la importancia cuando se habla de ficción o ensayo. Cuando uno escribe pretende decir algo a otros. ¿Para quién se escribe? Pregunta Sartreana...sería absurdo decir que para mí misma, se escribe para otros,

28 aunque no cualquiera. Tampoco escribo para la humanidad. Existe una pretensión de que me lean personas sensibles y abiertas al pensamiento, esos lectores son con los que deseo que mis escritos se encuentren. Si alguien escribe un diario a nadie importa, salvo a quien lo guarda celosamente. Publicar es pretender que las letras encuentren a otros. De otro modo el manuscrito se queda en la computadora o en mi libreta. VL: La primera publicación que conozco es: Antes bien, no ser. De Edipo a Eatherly y más allá... De septiembre del 2013, con 330 páginas y una abundante Mesografía que apenas cabe en tres páginas. Es impresionante. Siempre que fue presentado provocó, pues es un texto combativo y apasionado, con un ritmo sin tregua y cargado de señalamientos y preguntas para todo ciudadano pensante y lector. ¿Qué bullía en ti al escribirlo? ¿Qué, en suma, quisiste decirnos? AH: Ese libro fue un acontecimiento simbólico en mi ejercicio como psicoanalista. Escribirlo fue parte de un proceso de formación y deconstrucción de mi ser. Con ese libro aposté por hacer de la escritura un destinar y no destino. En todo el libro se apela al pensamiento. A la pregunta por nuestra implicación en el mundo. Convoco a Eatherly para cuestionar las acciones humanas y la obediencia ciega. Ese libro es parte de ese tiempo de formación y de un devenir analista. Lo presenté justo en el marco de disolución de la Red Analítica Lacaniana, donde tuve un tiempo de formación. Presentarlo en ese contexto era importante porque implicaba un corte, un nuevo tiempo y con ello una nueva posición en el mundo y con mis colegas psicoanalistas. VL: Luego, en noviembre del 2015 nos sorprendiste con un libro de 27 cuentos, para algunos insoportable. Su título: Otra vez el crepúsculo. ¿Qué te ocurrió? ¿Cómo pasaste de un libro teórico y reflexivo, crítico, a esos cuentos cortos, crudos y fuertes? AH: Si bien ese libro se publicó posteriormente lo escribí casi a la par o antes del anterior (ensayo psicoanalítico). Los tiempos cronológicos se quedan en otro sitio. La narrativa estaba allí y ese libro pasó por todo un proceso que, al verlo hoy (por cierto en noviembre del año pasado salió la segunda edición de ese libro), hay una diferencia en relación a lo que he escrito recientemente, sobre todo en la forma. Los temas que mencionas cruentos y fuertes, insisten, se imponen, no me abandonan. ¿Qué me sucedió? Pues con la distancia pienso que simplemente la escritura me eligió y yo la tomé y he pasado por varios talleres literarios, un tiempo de formación y estudio también, y, evidentemente eso tiene sus implicaciones en lo que se escribe y el compromiso frente a ese acto. La escritura me toma para decir y escribir sobre la crueldad humana. Dudo de la bondad y no sé escribir desde otro sitio. VL: Dos años después, en diciembre del 2017 nos entregas una novela corta de amor de amores, titulada No me quedaré, ¡qué abanico de formas! Del pensamiento formal, al cuento, a la novela. ¿De qué se trata en este movimiento tuyo, estos «saltos», éste trayecto que vas dibujando? AH: Forma parte de un ejercicio y proceso de lo que podría llamar una segunda profesión, porque pretendo que sea eso, un acto de ese orden. Cuando comencé ese proyecto, definitivamente, por la extensión, no sería un cuento y mucho menos por la estructura. Es una novela corta que habla del amor y su imposibilidad. Tengo muy claro que el empuje de esa historia lo motivó un miedo, sin que crea en la literatura catártica ni nada de ello, pero muy avanzado el proceso me di cuenta de que ese sentimiento fue el empuje. Una querida amiga escritora (María Esther Núñez) escribió la cuarta de forros y me dijo: la protagonista no tiene nombre y me gustó mucho esa idea porque no es un distractor ante todo lo que le sucede en su interior. De inmediato pensé: chin, se me olvidó ponerle nombre. No me había dado cuenta de la importancia del hecho y le di la razón. Un parte de mí eligió sin duda. Aunque no sólo ese hecho, Núñez afirma: La trama externa se vuelve irrelevante a través del potente monólogo interior que se desliza con una excelente prosa hacía el alma de una mujer, que es donde todo sucede. Asbel nos muestra sin pudor a una mujer sin rostro, sin nombre, sin un cuerpo distractor del núcleo de su narrativa: la búsqueda, incluso en la repetición, de la imposible permanencia del amor, pasando de la resignación a la rabia. Y viceversa. VL: En 2018 ganaste el premio convocado por la Fundación: Por el derecho a Morir con dignidad A.C, México, con tu relato: Mientras la opacidad de los recuerdos se instala▁ Hemos platicado alguna vez sobre la muerte in/digna en nuestro país, ¿quieres hablarnos de esta experiencia?

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