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Pasajes de Ida II Miguel Ángel Calderón Solís

4 Esta mañana, justo antes de despertar, Estuve sumergido en el sueño, en un sueño De mar, sumergido en el mar profundo Del sueño El mar era, como siempre, inasible y misterioso, Y el sueño, como siempre, misterioso e inasible.

La humedad, la presencia absoluta del mar Rodeaba cada dimensión soñada Y el sueño Se revolcaba entre las olas Un sueño de vaivén, un mar que va y que viene. El sueño y el mar eran grises, Somnolientos y marítimos Sueños grises y azules marinos.

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Pero yo respiraba en el mar como en el sueño, Como en el aire diurno. Y el aire del mar y el del sueño Eran dulces y ligeros Como el vuelo de un submarino nuclear Que traspasa el cuerpo del mar Y el cuerpo del sueño Velozmente, Etéreamente, Como un sueño.

5 ¿Cómo sabrá la vida que pasé por aquí? ¿Cómo lo sabré, algún día, yo mismo?

La vida no sabe nada, solo pasa Pasa casi de largo Y nos deja boquiabiertos, tiempoabiertos. Curtidos por un sol, el mismo sol que ha tostado Y entibiado todas las pieles desde el principio.

Hemos sido nosotros, y el mismo sol. El mismo sol pasando y pasando Por el cielo Y la vida pasando por todos lados.

Dentro de 5,000 millones de años -ya no habrá aquí nadie para contarlosEl sol se extinguirá, acabará con su luz Que creímos eterna Y la vida, y nosotros, pasaremos antes -o despuésA dejar de ser, a dejar de estar en el llamado mundo. El mundo que es y que no es, Según nosotros que lo vemos y que no lo vemos.

6 Hay una hora, un instante justo Al asomar la música de la noche En la que estiras una mano Y puedes apresar un poco de eternidad, La poca que puede corresponderte Y que es como un minúsculo punto Tu bing-bang particular. Pero solo admite pequeñas caricias Casi furtivas, casi inventadas Y se va, sin bing ni bang. Y sigues en tu perplejidad En tu inútil ignorancia del tiempo.

La noche pasa a otra cosa Impávida como siempre la has conocido Y te enseña alguno de sus famosos velos oscuros. Tú la ves como si no te importara Y ella se va, se aleja con sus horas Que también son tuyas.

Y ocurre lo de siempre: Que tu pedacito de eternidad no se deja atrapar, Y que la noche nuevamente Ha hurtado tus horas y las ha puesto En su negro maletín.

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