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Dora María Nimiz Romero Mi Regreso al Servicio Docente

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Editorial

Editorial

MI INGRESO AL SERVICIO DOCENTE D o r a M a r í a N i m i z Ro m e r o

En cada etapa escolar que concluye, sobre todo lo que corresponde a educación básica se tiene el anhelo de continuar con los estudios superiores y el apoyo de los padres para ello, pero este no fue mi caso. En la víspera de graduación de mis estudios de educación secundaria, en el año de 1980, mi padre me comunicó que me harían una comida por terminar el nivel de secundaria, por lo que podría invitar a mis familiares con motivo del festejo que me harían por concluir estos estudios, ya que esto era lo último que estudiaría, porque como dijo mi padre « hasta aquí se terminan tus estudios, ahora tus hermanos necesitan mi apoyo y ya no va a alcanzar para ti.» En ese tiempo no había bachillerato en mi comunidad, había que salir a otro lugar, posiblemente era la razón porque salir fuera implicaría desembolsar más recursos económicos. Así, con la tristeza e incertidumbre de cómo sería mi futuro me dirigí a la graduación, la cual presencie entre sollozos, porque algunas compañeras y compañeros de grupo hablaban de sus planes futuros, los lugares y carreras que iban a estudiar, en mi caso no había nada. Así comenzó a transcurrir el ciclo escolar 1980-1981, donde mi futuro parecía que fuera a tener el fin que tanto repetía en clases quien fuera maestro de matemáticas en la secundaria en ese tiempo, Manuel Mora, que las mujeres de mi comunidad no servían para estudiar, él siempre decía «las mujeres de Cherán solo sirven para casarse e ir a vender tortillas a Paracho, con el charako (bebé) cargado», entonces yo me preguntaba, ¿acaso ese será mi fin, casarme e ir a vender tortillas?

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Así fueron trascurriendo los meses, un día el director de la escuela primaria, de la cual el domicilio de mis padres eran vecinos, me preguntó dónde hacía mis estudios, a lo que respondí que no estaba estudiando, él me invito a colaborar en la escuela. A partir de ahí apoyaba con el aseo o cuidar grupos cuando algún maestro no se presentaba a la escuela. De esta forma empecé a introducirme en lo que se convertiría en un futuro mi profesión, el servicio docente, aunque en ese momento no comprendía muchas cosas de lo que es el proceso educativo, pero con mucho entusiasmo cuidaba los grupos. En el mes de marzo del mismo ciclo escolar, una compañera me pide acompañarla «a un mandado», cuando llegamos al lugar, mi amiga entró a una casa y yo me quedé afuera esperándola. Mientras esperaba llegó un maestro, me saludó

y me preguntó si yo también estaba ahí para hacer examen, en ese tiempo yo era una persona muy tímida, con movimiento de hombros indiqué que no sabía de qué me hablaba. Entonces el maestro de nombre David Baltazar, me preguntó si ya había terminado la secundaria, le respondí que sí, después me preguntó si debía alguna materia, le dije que no, entonces me comentó que ese lugar eran las oficinas de Sector de Educación Indígena y que las muchachas que entraban a la oficina era porque iban a hacer examen en lengua purhépecha, para participar en un curso de inducción en el estado de Tlaxcala, y a su regreso ejercer como educadoras. El maestro me preguntó si sabía hablar purhépecha, le dije que no, después el maestro me preguntó ¿nari arhinasïndi? (¿cómo te llamas?) le respondí Dora María Niniz Romero, ¿ka naniri anapueska? (¿de dónde eres?, contesté de Cherán, ¿ka nashani uexurinicha jatiriski ia? ¿cuántos años tienes?, le respondí 15 años, entonces el maestro me dijo «¿por qué me dices que no sabes hablar purhépecha si me estas contestando, yo le dije que entendía algunas cosas pero que en lo oral no podía hablar, porque en casa, mis abuelos paternos no permitían a mis papás que nos hablaran en purhépecha, bajo el argumento de no pasar por los problemas que ellos vivieron, como la discriminación de que fueron objeto por no tener dominio de español.

El maestro, a quien hasta el día de hoy y por siempre le estaré agradecida, me invitó a participar en el proceso de selección, pero me indicó que cuando me preguntaran la edad dijera que tenía «tembini ka iumu uexurhinicha», es decir, dieciocho años, no quince como era el dato verídico. También me recomendó que me acercara a los grupos que iban saliendo de hacer el examen y pusiera atención a lo que hablaran, así algunas señoritas comentaban que no supieron decir el nombre de algún animal, color, objeto, etc. y entre ellas mismas daban respuesta a lo que no pudieron contestar en su momento. Así, transcurrida la mañana me indicaron ingresar al espacio para hacer el examen, el cual en lo escrito me resultó muy fácil porque de la mayoría de las preguntas escuché las respuestas afuera mientras observaba los grupos, en el examen oral recuerdo que la mayoría de palabra iniciaba en español con solo la terminación en purhépecha. Regresé a casa a informar a mi mamá lo acontecido, a lo cual ella estaba incrédula de que hubiera hecho un examen de tal naturaleza, porque no hablaba el idioma originario. Por la tarde del mismo día, se dieron a conocer los resultados, ante mi incredulidad resulté seleccionada. Muy contenta me fui a casa a dar la noticia a mis padres y con un rotundo «no», me respondió mi papá, que por ningún motivo me iría al curso y mucho menos salir fuera de la comunidad, «porque las mujeres que salen de la comunidad ya no son señoritas» me dijo.

De esta manera, por el carácter tan fuerte y estricto de mi padre, nuevamente vi truncada mi oportunidad de hacer algo más que estar en casa, así, nuevamente entre sollozos me fui a dormir. Ya entrada la noche mi mamá se acercó a mí y me dijo «ya no llores, a como dé lugar tú te vas a ir, duérmete y mañana si cuando te levantes no estoy lava tu ropa, vas a la tienda de doña María Luisa por una cajita de cartón, acomodas tu ropa y los papeles que vas a llevar». No sé cómo le hizo mi mamá para ponerse en contra de mi padre o de convencerlo para que me permitiera ir tras la oportunidad que se me presentaba, posiblemente fue en contra de su voluntad, porque en ese tiempo en mi familia imperaba el machismo y la voz de la mujer no tenía valor. Al medio día mi mamá ya tenía el recurso económico necesario para que me trasladara al lugar indicado.

A la hora de la comida, recuerdo que mi papá llegó de trabajar antes de lo acostumbrado, comimos en absoluto silencio. Cuando terminamos de comer mi padre solo dijo «ya tienes tus cosas», le respondí que sí, me dijo «vámonos», mi mamá me dio la bendición y salimos con rumbo a la ciudad de Zamora Michoacán, ese fue el lugar de concentración, mi papá pagó los pasajes de Cherán a Zamora y de Zamora a la ciudad de México, me dijo «de ahí para allá tú ye encargas». Así emprendí el viaje rumbo a San Pedro Apetatitlán en el estado de Tlaxcala, con permanencia de cuatro meses de preparación para ejercer como educadora en el medio indígena, donde mi primera maleta fue una cajita de cartón de «pastas la moderna», amarrado con in pedazo de cordel, contraviniendo las costumbres del pueblo y las 17 órdenes de mi padre, que al final, aunque no lo dijo por su orgullo, se notaba su arrepentimiento al no querer apoyar mi intención al inicio, aun así, mi cariño con él nunca cambió y estoy agradecida a mi padre , Daniel Niniz Olivares, por acompañarme a iniciar este viaje. Agradezco el haber acompañado ese día a mi amiga Petronila, porque esto dio pie para ingresar al proceso de selección, aunque al final ella no pudo ingresar por no contar con su certificado de secundaria. También agradezco al maestro David, por invitarme a participar en la selección de candidatos a ocupar un lugar para ejercer la docencia, sin su información e invitación, no me hubiera enterado del proceso. Es por eso que no voy a terminar de agradecerle el esfuerzo que ha hecho por mí, sobre todo a quien admiro y valoro, mi madre Francisca Romero García, quien no terminó ni siquiera la escuela primaria pero esto no fue obstáculo para apoyarme y enfrentar a mi padre, su apoyo incondicional fue y ha sido con el único objetivo de que hiciera realidad mi sueño, ser maestra, hasta el día de hoy ella se siente orgullosa y comparte mis logros, porque sabe que su esfuerzo no fue en vano. Es por eso que lo que soy y lo que he realizado durante mi trayectoria docente se lo debo a mi madre, porque sin su apoyo a costa de las golpizas que le propinaba mi padre a causa del alcoholismo no estuviera en la profesión que ejerzo con tanta dedicación. Así fue como en septiembre del año de 1981, inicie con la labor docente en comunidades del medio indígena, aunque nunca imaginé estar en la docencia he disfrutado tanto y esta profesión me ha dado tantas satisfacciones personales que por nada cambiaría SER EDUCADORA DEL MEDIO INDÍGENA.

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