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Sergio Verduzco Nuestro Universalismo

Capítulo 36 del libro de próxima publicación.

S e r g i o V e r d u z c o

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EL CIVILISMO En el acenso de la historia por los siglos, en 1776 nació la democracia como conquista de la idea de libertad como civilización consolidada en Estado político real. Fue la conquista histórica del gobierno por los ciudadanos, o pueblo, tras el ascenso desde el renacimiento ante los descubrimientos de la ciencia y los inventos que hoy nos modernizan. Tras más de doscientos años de experiencia democrática notamos que solo en la medida que el pueblo es consciente de si, esto es civilizado, es que participa socialmente. Solo entonces compila afanes comunes y es consistente consigo mismo como conjunto civil. La revolución y la independencia en México, cuando nacen en tanto constitución es algo copiado e impuesto por la élite ideológica y cultural como estado ético civil. En países, que no protagonizan la concepción y desarrollo de las ideas que nos mueven cómo civilizaciones, la democracia es arrebatada por oligarquías y élites. Estas se apoderan de los puestos políticos del pueblo y se los distribuyen entre sí, celebrando elecciones entre candidatos no populares, impuesto por partidos sin amor al ciudadano común, ni propuestas ideológicas honestas. No todos los países están evolucionados socialmente, acoplados étnicamente y maduros culturalmente, ¡compartiendo civilmente costumbres y moral. Pocos pueblos anhelan objetivos éticos comunes, sabedores y anhelantes de practicar la democracia. Esta democracia es una idea con poder, y requiere voluntades instruidas y concientes, que logren captar sus momento histórico y pactar acuerdos con contenidos ideológicos, para compartir una ética social. Para que esto sea factible se requiere que los ciudadanos compartan costumbres morales y tengan líderes conocidos, con sólidos principios y claridad de ideas. Cuando fuimos libres, en 1821, socialmente México es un jovenzuelo con menos de doscientos años de re identificación histórico social., Fundamos una República Democracia parafraseando 39 las constituciones de Francia y los Estados Unidos; pero ¡cuán lejos estábamos de la conciencia y capacidades que generarían la era moderna de los pueblos. No eran nuestros los anhelos civiles, capacidades y características de estadounidenses y franceses. En México el pueblo fue un invitado del nacionalismo, al que ingresó inculto, copiando el avance histórico de las naciones de vanguardia, invitado para ejercer el oficio democrático sin raíces éticas en la utopía constitucional. Si tomamos en cuenta los diversos estratos y pueblos que éramos civilmente nuestra constitución era un sueño liberal de nuestros líderes. Nuestra carta ético social fue armada como visión de un futuro idealizado, por los héroes e intelectuales que nos metieron en este complejo ejercicio político. El pueblo realizó la independencia con anhelos de venganza, liderado por intelectuales, criollos y mestizos. El conglomerado civil fue el eterno ausente en las elecciones; realizadas estas entre facciones, clases, ideologías, héroes y dictadores a los que el pueblo adoró sin comprenderlos. De 1821 a la generación de intelectuales del 1867 avanzamos la identidad como nación en la historia de las costumbres colectivas, iniciando lentamente la evolución moral hacia el nacionalismo. Nos faltaban siglos de cultura y evolución para hacer posible el ejercicio de la democracia por parte del múltiple y abigarrado complejo civil llamado pueblo. Surgieron prohombres que empezaron a captar y entender el universalismo como ideas y prácticas que mueven al mundo. Porfirio Díaz empleó su dictadura para incorporarnos a la edad de las comunicaciones y de las industrias, creando nuestro camino al modernismo de la república. Y entonces entró en escena nuestra amante del siglo veinte: La Revolución. Declarada contra su dictadura. Y resulta que fue contra la dictadura para caer en lo mismo, pero enmascarada en pseudo elecciones populares para elegir a los dictadores. Estos surgieron, primero por conquista militar, y luego por su capacidad de manejar la política. Todos ellos llegaron a ocupar un trono, como

N u e s t r a c a r t a é t i c o s o c i a l f u e a r m a d a c o m o v i s ió n d e u n f u t u r o i d e a l i z a d o , p o r l o s h é r o e s e i n t e l e c t u a l e s qu e n o s m e t i e r o n e n e s t e c o m p l e j o e j e r c i c i o p o l í t i c o.

conquista. Y todos los presidentes sufrieron las consecuencias de estar como cabeza de nuestra nación ante el mundo, como líderes de México, ignorantes de que ellos soportaban la fuerza espiritual que se produce mentalmente en el trono del ejecutivo. El presidente hereda el trono de Quetzalcóatl. Trono que fue ejercido por varios dictadores y luego se transformaría en una gran familia política, creando la dictadura de la oligarquía o gran familia revolucionaria, dueña del partido oficial. Fue en esa dictadura, dentro de la Revolución institucionalizada, que México empieza su ascenso en la inteligencia, alistándose con avances universitario en la cultura y capacidad intelectual y científica, ente otros con Alfonso Reyes, quien adhiere a nuestra raíz el entronque universalista, y con José Vasconcelos, nuestro proyectista espiritual. Decenas de distinguidos intelectuales ensancharon el camino de los mexicanos, buscando ensanchar nuestro espíritu y hacernos participar en el saber occidental. Sus inteligencias indagaron el porqué de las realidades que nos trajeron a ser lo que somos, nacional y universalmente, enredando nuestra identidad social con ideologías copiadas del acontecer europeo. Hoy, el ser civil es un desastre, en el cual la inmoralidad política y el poder de los escuadrones de ilegales, se enfrenta a los millones de mexicanos que luchamos por que los incultos, los inmorales y los desheredados de la economía y la cultura, no se apoderen de nuestra sociedad. Hoy luchamos para que, a los millones del pueblo que nos esforzamos por ser honestos empresarios de nuestra propia capacidad y esfuerzos, se nos permita cumplir con el objetivo histórico de ser pacíficos y crear un estado nacional moderno.

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