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I. El modelo estructural como procedimiento operativo

2. ¿Realidad ontológica o sistema operativo?

I. El modelo estructural como procedimiento operativo

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I.1. De las primeras tentativas de las ciencias lingüísticas a las investigaciones de Lévi-Strauss sobre los sistemas de parentesco, el modelo estructural interviene siempre para reducir las experiencias heterogéneas a un razonamiento homogéneo. En este sentido, el modelo se propone como procedimiento operativo, como la única manera posible de reducir a un razonamiento homogéneo la experiencia viva de los objetos distintos. Por ello es una elaboración metalingüística que nos permite hablar de fenómenos de otro orden en términos de sistemas de signos.

En este caso, la noción de modelo estructural no implica ninguna afirmación de carácter ontológico. La regla del estudioso que emplea modelos en sus investigaciones en este caso debería ser aquella de Bridgman: el modelo es un instrumento del pensamiento útil e inevitable, por cuanto nos permite pensar en cosas que no nos son familiares en términos de cosas que nos son familiares [Bridgman, 1927, cap. 11].

Para la corriente «metodológica» del estructuralismo, este punto parece fuera de discusión:

“Como lingüística estructural se ha de considerar un conjunto de investigaciones que se apoyan en una hipótesis, según la cual es científicamente válido describir el lenguaje como si fuera una estructura, en el sentido que antes hemos adoptado para este término... Insistamos una vez más... en el carácter hipotético de la lingüística estructural... Toda descripción científica presupone que el objeto de la descripción se concibe como una estructura (y por ello, que se analice por medio de un método estructural que permita reconocer las relaciones entre las panes que lo constituyen), o como formando parte de una estructura (y por ello, que se sintetice con otros objetos con los que guarda unas relaciones que hacen posible establecer y reconocer un objeto más extenso del que estos objetos y el objeto considerado son partes)... Quizá pueda objetarse que, de esta manera, la adopción de un método estructural no viene impuesta por el objeto de la investigación, sino que es elegida arbitrariamente por el investigador. Con ello, llegamos una vez más al

viejo problema tan debatido en el Medioevo, de saber si las nociones (conceptos o clases) que surgen del análisis resultan de la misma naturaleza del objeto (realismo) o resultan del método (nominalismo). Evidentemente, este problema es de orden epistemológico y escapa a los límites de la presente relación, así como a la competencia del lingüista en cuanto a tal.” [Hjelmslev, 1957, pág. 100.]

En otros términos, para utilizar correctamente los modelos estructurales no es necesario creer que su elección está determinada por el objeto, sino que es suficiente saber que ha sido elegida por el método46. El método científicamente legítimo se confunde con el método empíricamente adecuado. Si al investigador le va mejor pensar que está descubriendo constantes estructurales comunes a todas las lenguas (y todos los fenómenos, añadiríamos nosotros), tanto mejor para él si esta opinión lo ayuda en la investigación. En el fondo, como afirma Bridgman, las probabilidades están siempre en favor de los que, al buscar las relaciones entre los fenómenos, están previamente convencidos de que éstas existen [1927, cap. 4].

I.2. Por otra parte, la tentación de individualizar estructuras homologas en hechos diversos —y considerarlas estables, «objetivas»— es muy fuerte (y más aún cuando se pasa del campo de todas las lenguas al de lodos los sistemas de comunicación, y de éste al de lodos los sistemas posibles considerados como sistemas de comunicación). El razonamiento pasa, de una manera incontrolable, del «corno si» al «si» y del «si» al «por lo tanto». En cierto modo, parece casi imposible pedir al investigador que vaya en busca de estructuras constantes, y a la vez obligarle a que no crea nunca, ni por un instante, en la ficción operativa que ha elegido. En el mejor de los casos, aunque comience con el mayor empirismo posible, acaba por convencerse de que ha descubierto alguna estructura precisa de la mente humana.

I.3. En Chomsky se puede observar este peligro, aunque está suficientemente dominado por el control crítico. El punto de partida

46 “Ya se habrá observado que la hipótesis inicial no se pronuncia sobre la «naturaleza» del objeto estudiado. Se guarda muy bien de caer en una metafísica o en una filosofía del Ding an sich” [Op. cit., pág. 22].

de Chomsky es racionalista y cartesiano por admisión explícita [Chomsky, 1965, 1966, 1968]; tiende a un ideal de lengua, a la manera de Humboldt, como «underlying competence as a system of generative processes», de gramática generativa como «system of rules that can iterate to generate an indefinitely large number of structures» [1965, A, 1.]. Las constantes que busca son constantes formales muy generales, que no intervienen para determinar los tipos de modelos estructurales que luego pueden aplicarse a las distintas lenguas. Pero en cambio, insiste en el hecho de que la elección de un modelo de gramática generativa en lugar de otro (y quizá también la misma idea básica de la investigación, de que ha de existir una gramática generativa) es hipotética, operativa, comprobable a través de la funcionalidad del modelo elegido. Y así, cuando opta por una filosofía racionalista (en el sentido clásico del término, fundada en la admisión de los «universales» del lenguaje, en el reconocimiento de predisposiciones innatas de la mente de toda persona que habla) nos recuerda que «A general linguistic theory of the sort roughly described earlier... must therefore be regarded as a <spedfic hypothesis>(el entrecomillado es nuestro), of an essential rationalista cast, as to the nature of mental structures and processes» [1965 A.pag. 53].

En cierto modo, el racionalista Chomsky, educado en el empirismo propio de la investigación científica moderna, parece elegir precisamente el fondo filosófico Como estímulo imaginativo y como apoyo psicológico; y su investigación (como sucedía con Hjelmslev) puede ser válida incluso para quienes no comparten las opciones filosóficas de fondo. De la misma manera que puede no compartirse la hipótesis —que ya es filosófica— de Jakobson, según la cual todo el universo de la comunicación está regido por-un principio dicotómico (que volvemos a encontrar en el binarismo de los rasgos distintivos del lingüista y en el binarismo de la teoría de la información), y a pesar de ello, reconocer que el retículo binario resulta muy eficaz para hablar de todos los sistemas comunicativos y reducirlos a estructuras homologas.

En cierto sentido, nos podríamos preguntar si existen actitudes verdaderamente científicas que no hayan pasado por estos riesgos epistemológicos y que no nos inclinen a la cautela en la adopción de la hipótesis, desechando la respuesta filosófica simple, tanto más grave y paralizante si se da como punto de partida. La lectura de ciertos textos

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