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III. La posibilidad de estructuras comunicativas

dos articulaciones que no pueden sustituirse (es decir, que no se pueden elegir libremente, como se hace en la música serial, los parámetros de la composición; hay palabras, dotadas de significados, y fonemas; no existen otras soluciones posibles). Es evidente que el argumento también podría plantearse en estos otros términos: el lenguaje verbal solamente es una de tantas especies de lenguaje, puesto que los hay —y el lenguaje musical es uno de ellos— con sistemas de articulaciones distintos, más libres y que funcionan de otras maneras. Pierre Schaeffer, en su Traité des objets musicaux, da una respuesta indirecta aunque muy aguda, cuando observa que en la Klangfarbenmelodie, lo que en un sistema precedente era una variante facultativa, el timbre, puede ejercer la función de rasgo distintivo, de oposición significante [1966, págs. 300-303].

El segundo argumento es que la relación estrecha e inmodificable entre los dos niveles de articulación se basa en algunas constantes comunicativas, en formas a priori de la comunicación —lo que en otros lugares Lévi-Strauss llama Esprit y que en definitiva continúa siendo la Estructura como Meta-código. Ante esto, la única respuesta posible es que si es válida la idea reguladora de un Código de Códigos, no hay razón para identificarlo rápidamente con uno de sus mensajes históricos (el sistema de atracciones regido por el principio de tonalidad). Por lo tanto, surge la sospecha de que el estructuralista — que debería ser el administrador del metalenguaje capaz de hablar todos los lenguajes históricos vistos en su relatividad— sea el superviviente de un uso lingüístico histórico, incapaz de alejarse de sus propias costumbres comunicativas, que comete el grave error de confundir el lenguaje tradicional con el metalenguaje. Con lo que se produciría la confusión entre lenguaje objeto (y objeto «histórico») y metalenguaje, la última en que podía caer un teórico de la comunicación.

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III. La posibilidad de estructuras comunicativas

III.1. Para comprender a fondo las páginas que hemos comentado conviene no olvidar la dirección opuesta que han seguido, por un lado, el estructuralismo lingüístico y etnológico, y por otro, la música contemporánea, y que ha llevado a ambos a plantearse el problema de la universalidad de las reglas de comunicación.

Durante siglos había triunfado el convencimiento ingenuo de la naturalidad del sistema tonal, basado en las mismas leyes de la percepción y en la estructura fisiológica del oído. Pero he aquí que en un momento dado, la música (y el problema se plantea igualmente en otros sectores del arte contemporáneo), gracias a un conocimiento histórico y etnográfico más refinado, descubre que las leyes de la tonalidad representaban convenciones culturales (y que otras culturas, distintas en el tiempo y en el espacio, habían concebido leyes distintas).

Al contrario, la lingüística y la etnología, después de descubrir que las lenguas y los sistemas de relaciones sociales diferían según los pueblos (tanto en el tiempo como en el espacio), han descubierto que bajo estas diferencias existían —o podían suponerse— unas estructuras constantes, unas articulaciones bastante simples y universales, capaces de originar estructuras más diferenciadas y complicadas.

Por ello, es natural que el pensamiento estructural se dirija hacia el reconocimiento de los «universales», en tanto que el pensamiento serial se dirige hacia la destrucción de cualquier pseudo-universal, reconocido no como constante sino como histórico.

Pero es preciso preguntarse si esta oposición de método implica una diferencia de perspectiva filosófica, o es el signo de dos intenciones operativas distintas entre las cuales se puede intentar una mediación.

III.2. Supongamos que el concepto de estructura universal de la comunicación sea simplemente una hipótesis de investigación. En tal caso es natural que el pensamiento serial, como producción de formas y no como investigación sobre sus características, no sea discutido por la investigación estructuralista —que implica pero que no ha sido invitado a desarrollar. Puede suceder que bajo cualquier modalidad comunicativa existan estructuras constantes, pero la técnica serial (técnica antes que pensamiento, técnica que puede implicar una visión del mundo, pero que no surge como filosofía) intenta construir nuevas realidades estructuradas, y no a descubrir las eternas razones estructurales.

III.3. Pero aceptemos los postulados del estructuralismo ontológico: las estructuras comunicativas puestas en evidencia por las investigaciones lingüísticas y etnológicas existen realmente, son comportamientos constantes e inmodificables de la mente humana, quizás modos de funcionamiento de un aparato cerebral cuyas estructuras son isomorfas con las de la realidad física. En tal caso, la investigación estructural ha de tender a poner de relieve las estructuras profundas, las más profundas, la Estructura cuius nihil majus cogitari possit... En tal caso, ¿por qué hemos de pensar que estas estructuras son las de la música tonal? ¿Por qué no ha de ser más conveniente para el científico preguntarse si no existen estructuras más generales y más profundas que comprenden y explican, junto con otros tipos de lógica musical, también a la música tonal? ¿Estructuras generativas más allá de cualquier gramática (como la tonal) o de cualquier negación de la gramática (como la atonal), más allá de cualquier constitución selectiva que aísle, en el continuum de los ruidos, unos sonidos como rasgos pertinentes culturalizados?

Esta investigación correspondería exactamente a lo que se espera de una metodología estructural y podría explicar el paso histórico de las escalas griegas, orientales y medievales a la escala temperada, y de ésta a las gamas y a las constelaciones de la música post-weberniana. Y es fácil demostrar que tal investigación no necesitaría elaborar una sistema primario, como podría serlo el tonal, sino una especie de mecanismo generativo de todas las oposiciones sonoras posibles, en el mismo sentido de la gramática generativa de Chomsky.

III.4. En cambio, parece que para Lévi-Strauss la finalidad del pensamiento estructural sea la de oponer a una técnica serial — comprometida en hacer historia, en producir variaciones de la comunicación— unas estructuras preestablecidas. De esta manera, las estructuras ya existentes son asumidas como parámetro para juzgar los nuevos tipos de comunicación que precisamente nacen para negarlas.

III.5. Sin duda, estructuralismo y serialismo pueden encerrarse en dos visiones del mundo opuestas. Y en tal caso, se convierten en dos casos de falacia filosófica: uno es un caso de fetichismo del código; el otro, de fetichismo del mensaje.

No se pueden estudiar los mensajes «seriales» si no se elabora una semiótica de los códigos —como se ha intentado con la elaboración de la teoría del mensaje estético ambiguo. En este sentido, el método serial se presentará como la otra cara dialéctica del método estructural. El polo del devenir, opuesto al polo de la permanencia. La contribución que la semiótica del mensaje puede aportar a la semiótica del código. La tentativa para insertar el desarrollo diacrónico en una consideración sincrónica de las convenciones comunicativas. En este caso, la serie ya no será la negación de la estructura, sino la estructura que duda de sí misma y se reconoce como histórica. De esta manera, no se niega que pueda existir un último término de la investigación estructural, pero, en lugar de individualizarlo desde el comienzo se acepta como hipótesis reguladora de una investigación en marcha.

Por el lado opuesto, el método estructural también puede encerrarse en una visión del mundo. Sobre todo —como ya observábamos en B.2.4.— el estructuralismo corre el riesgo de comportarse como el que, con el mazo de cartas en la mano, cree que la única posibilidad combinatoria es la del bridge, y entra en crisis cuando tropieza con un fenómeno nuevo como el póquer. El cual es un código respecto a las infinitas partidas de póquer que se puedan jugar, pero es un mensaje (como lo es el bridge) respecto a la estructura combinatoria todavía no agotada que está constituida por el paquete de cartas de la baraja, con sus valores y sus colores.

En segundo lugar, una filosofía estructural individualiza los momentos en que el «Espíritu» sigue una norma, pero tiende a ocultar los momentos en que aquél viola la norma y propone otra. No es exacto decir que un método estructural no puede explicar los fenómenos diacrónicos. Pero es exacto decir que cuando el método estructural se convierte en filosofía es incapaz de explicar las variaciones históricas.

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