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ANA GABRIELA RANGEL CUEVAS

ANA GABRIELA RANGEL CUEVAS

TACÁMBARO, MÉXICO

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Brisa

Al principio cantan, cantan las cigarras y las nubes indolentes no derraman ni una sola lágrima...

Luego la sombría tarde, suelta pequeños diamantes. ¿Se convertirá en lluvia incesante?

Lentamente, el petricor perfuma el cerro, con las primeras aguas de la temporada. Es tímida la lluvia a la vez que indecisa.

¿Le teme al viento? ¿O es que está tranquila? Tal vez su día ha sido sereno y con un bostezo solo riega la hierba para que no muera, reservándose para una ocasión más provechosa.

Lágrimas en chaparrón

A cada giro caprichoso del viento, mutas; eres signo cambiante, te reinventas a cada instante. Nube gaseosa, aborregada, ya no eres una sino mil.

Serena viajera del cosmos tú que conoces todas las latitudes, dime que donde está no pasa frío que tiene su guitarra junto a él que no lleva ni un recuerdo mío de los tiempos amargos pegados a su piel.

Llévale, niebla ligera, un soplo de brisa, un haz de luz matutina, el vuelo de una mariposa, el beso de su madre consternada o el recuerdo de los labios de su amada.

Nube, tus lágrimas en chaparrón mucho me dicen. Triste estás y conozco la razón: ayer cantaba para ti y hoy ya no está.

Danza al viento

Ondulantes las infinitas hojitas de la jacaranda que ante la mínima caricia del viento sucumben, zigzaguean, vibran.

Las ramas del árbol están en sincronía, extendiendo los brazos bajo el sol ceremonial, danzando en alegre sintonía y al ritmo que les marca el aire primaveral.

Bailan, bailan las hojas un eterno vals que ocasionalmente crece en velocidad; su majestuosidad es digna de cualquier palacio y su frescura es envidia de quinceañeras.

Siento que me llamas, desde las alturas, con tus hojas titilantes y susurrantes, que exhalas pequeños suspiros anhelantes cómo si con ellos quisieras decirme que también me extrañas.

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