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ROY ALFONSO VEGA JÁCOME

ROY ALFONSO VEGA JÁCOME

LIMA, PERÚ

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clara sangre en el claustro*

te instalas como la bandera de este tiempo gris. tiempo en el que la palabra se pierde en su improvisada oración (testimonio de la viejísima cópula entre el rayo y el tronco). tiempo que desciende junto al río disfrazado de pantano, arrastrando yerbas y mazorcas hacia el pálido sur. llegas como la clara sangre a perfilar los objetos distantes. aquí el suelo no ostenta su usual dureza: se percibe un murmullo de exequias en la estación extraviada. llegas como la clara sangre a cercenar los minutos vacíos del presidio. el árbol de ceniza esparce su fino polvo sobre el ataúd varado entre los prados (su aguacero maquilla tenuemente la sábana que oculta el rostro del devenir). el devenir no es más que una silueta imprecisa, un vano indicio de retorno al edén cuando, a cada paso, nos topamos con una estigia que nos señala. tú eres mi estigia y mi edén. llegas como la clara sangre que es mi alimento y mi dolencia.

* Publicado en “Rumores de un arpa retorciéndose en la hoguera” (2014).

la escritura sigue siendo un ejercicio de las horas muertas… (arte poética)*

la escritura sigue siendo un ejercicio de las horas muertas, un motivo de desvelo y dolor en las sienes, sigue siendo el acto de tejer páginas y vectores de piel. (cuando todos callen, el dilema de las hojas soltará sus cadenas y el gran diálogo se elevará desde su osario de pétalos. desnudos seremos testigos de los matices del árbol y la sabiduría de los insectos. los planetas alineados como células sonrientes no dejarán de emitir juicios y sílabas. las flautas enfermas aullarán de placer y una catarata de cristales derribará la incertidumbre). la escritura sigue siendo catarsis, fuga y construcción de puentes, imagen y ruptura de los temores, testimonio del universo que se crea y destruye en lo que dura el pestañeo más febril. un mundo al revés: tal es la categoría más exacta para definir la escritura.

* Publicado en “Muestra de arte disecado” (2016).

—una noche descubrí que bajo mi cama había pequeñas ciudades azotadas por un dios con traje oscuro—*

entonces mi alma ya llevaba su subsuelo. Fiódor Dostoievski

de niño siempre detesté los rompecabezas. en cambio, me agradaban los bloques de plástico. ese plano frío, recto, de los rompecabezas me hastiaba: las figuritas que se despellejaban con facilidad, el olor a madera barata, el diseño burdo. con los bloques era distinto. lo primero que construí fue una especie de edificio alargado. estaba en compañía de mi hermano mayor, recuerdo bien. mientras yo construía, él me iba contando una historia. me decía que muchos esclavos estaban sufriendo; que el rey de mi imperio era implacable y exigía más hombres, más decesos. para cuando terminara, aquel edificio (era una torre) quedaría maldito para toda la eternidad. en su base descansarían huesos mezclados con arena y marfil. de noche aullarían los espíritus cerca de las ventanas, y el rey no podría pasar más de una hora en aquella estancia. al terminar, mi hermano depositó sus ojos en los míos: «felicitaciones, has construido tu primera soledad».

* Publicado en Etapas del espíritu / Runas grabadas en la piel (2017).

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