EL GRAN DESVARÍO Amitav Ghosh Traducción de Guillermo Núñez y Elisa Díaz Castelo
A
unque su evolución ha situado al término moral en el ámbito secular, el concepto continúa marcado poderosamente por sus orígenes, que claramente se encuentran dentro de la cristiandad y, sobre todo, del protestantismo. Concebido como tal, lo político-moral esencialmente es protestantismo sin un Dios: obliga a sus devotos a creer en la perfectibilidad, la redención individual y un viaje sin fin hacia una ciudad brillante erigida sobre una colina —construida, en esta instancia, no por una deidad sino por la democracia—. Es una visión del mundo como una iglesia secular en la que todos los congregados ofrecen testimonio de sus viajes de autodescubrimiento. Esta visión tiene efectos profundos tanto en la ficción como en el cuerpo político. La ficción, por un lado, ha sido reinventada de manera que se vuelve una forma de dar testimonio y de mapear la carrera de la conciencia. De ese modo la sinceridad y la autenticidad se vuelven, tanto en la política como en la literatura, sus más grandes virtudes. No debe sorprendernos, por tanto, que uno de los grandes íconos literarios de nuestro tiempo, el novelista Karl Ove Knausgård, haya admitido públicamente estar “harto de la ficción”. En contra de la “falsedad” de la ficción, Knausgård ha “buscado escribir exclusivamente sobre su propia vida”. Esto no es, sin embargo, un proyecto nuevo: pertenece específicamente a la tradición de “llevar un diario y un examen de conciencia que fue un aspecto central de la religión puritana”. Este desnudamiento-del-alma secular es exactamente lo que se exige en un mundo-como-iglesia.
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