POEMA
EL OTRO NOMBRE DE LOS ÁRBOLES Jorge Gutiérrez Reyna
Para Antonio Deltoro
1 Bien sabido es que los árboles no prestan atención si no se les llama por su nombre. A estos paisanos, por ejemplo, aquí se les tiene por sabinos. Uno los saluda y ellos responden con su farfullo senil y, si están de humor, pueden darte sus frutos, canicas verdiazules, para que los avientes al arroyo. Pero, ¿cómo nombrarlos más allá de las fronteras de nuestra casa? ¿Ciprés de río, ciprés calvo, ciprés de Moctezuma, árbol de santa María del Tule, penhamu, chiche, bochil, tnuyucu? Tremendo enmarañado de raíces... Para hablar con un árbol extranjero hay que conocer su nombre científico, antiguo latín invariable, lengua franca que, como se sabe, entienden todas las criaturas de sangre verde. “Hello, Taxodium mucronatum” habría que decirle a un sabino en las riberas del río Bravo. Una pelota azul me golpea la cabeza y el libro ilustrado de botánica se me cae de las manos. “¡Mario, Víctor, Adrián, Eugenio!
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