FASCISMO EN TRES PARTES Diego Olavarría
I. Teátricas El 21 de enero de 2020 un video comenzó a circular en las redes sociales italianas. En él Matteo Salvini, senador de la República, aparecía rodeado de micrófonos y periodistas. Era una noche fría en Bolonia y Salvini, quien también preside Liga Norte, partido de ultraderecha que ha pasado en los últimos siete años de ser una agrupación de radicales ninguneados a convertirse en una de las principales fuerzas políticas de Italia, estaba en la provincia de Emilia-Romagna haciendo campaña electoral. La Liga tenía una misión clara: derrocar en las elecciones regionales al partido de izquierda, en el poder desde la posguerra. El video muestra a Salvini acercándose al timbre de un edificio de apartamentos. Lo hace a petición de una vecina de la zona —una mujer de unos setenta años, muy blanca, con cabello teñido de rubio, que asegura que ahí viven vendedores de drogas— pero con las ansias de dar un espectáculo, de granjearse atención en las redes y votos en las urnas. Salvini presiona el timbre. Espera. Finalmente, una voz en el interfón responde. —Eee? —Buongiorno, buona sera. Quiero entrar a su casa —espeta el líder de la ultraderecha italiana. Luego de un intercambio confuso, Salvini agrega: —Vengo a rehabilitar el buen nombre de su familia. Alguien dice que usted y su hijo venden droga.
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