Su honestidad lo obligaba a dar ejemplo en todo. No exigía de sus subalternos lo que no estaba dispuesto a dar y por eso recibía de ellos la respuesta de una obediencia sin término en el cumplimiento del deber. Su conducta no era la mísera apariencia que practican los arribistas. Obraba por exigencia de su ardiente mística militar nacida del amor a la Patria.
Amante de su familia, no le legó riquezas materiales, pero si un tierno recuerdo, el respeto y admiración de las gentes de bien y un noble ejemplo para sus hijos.