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La Duda

LA DVDA *

texto BLANCAAMALIA ESPINOSA

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Su cara era similar a la de un ave de rapiña, con un enorme pico y unos ojillos que reflejaban maldad...

Lo vi en el parque. Caminaba lentamentearrastrandoconindolencia sus gastados zapatos de corte antiguo. La chaqueta oscura, demasiado grande para su complexión,semovíaalsondelviento fríoqueanunciabaelotoño. Un sombrero dealaancha cubría casi la totalidad de su rostro. El delgado cuerpoledabaunhalodemisterioque me sobrecogió. Cuando sacó las manos de las bolsas de la chaqueta pudeobservarqueteníaunosguantes oscurosde piel. Tomóun cigarrodel bolso derecho, mientras que del izquierdo sacaba unos cerillos. Lo encendió sin prisa y volvió a guardarlos. Dio una calada fuerte al cigarroylanzólasvolutasdehumoal viento.Lashojascaídasdelasacacias searremolinabanasuspies. Despuésdeun ratoen el quepensé queesperabaaalguienmás,sesentó en una banca de las muchas que habíaen el lugar, sacóunospapeles amarillentos y estuvo viéndolos duranteun largo rato.Luego losdobló con cuidado. Se levantó y en un instantequemeparecióeterno,fijósu miradaenmí. Enungestopordemás infantil, me oculté tras las cortinas. Cuando observé de nuevo el parque estabatan desiertocomosiempreen estaépocadelaño. No volví a acordarme del incidente hasta una semana después, cuando cansadodeescribirporhoras, decidí caminar un poco para aclarar mis ideas. Durante un par de minutos avancédistraídamente,másdepronto sentí que alguien me observaba. Al voltear, el lugar se encontraba solo. Seguí caminando y al poco rato el sonido de unas pisadas volvió a sobresaltarme, sin embargo a mi alrededornohabíamásruidosquelos emitidos por los pájaros que, alborozados, entonaban sus últimos cantos antes de dormir. Perturbado, decidívolveracasa.

Al entraren mi habitación lo primero que hice fue mirar a través de la ventana. Ahí estaba él. Escribió algo enuntrozodepapelylodejósobrela banca del parque. En ese momento me di cuenta que esta vez no traía guantes yque su mano derecha era más bien una garra como de pájaro, con largas uñas. Volteó hacia mi ventanayluegosealejó.

Misojosdesorbitadosnoseapartaban del papel. Salí de nuevo y me dirigí resueltoa la banca. Tomé el papel y descubrí el contenido. Una solitaria palabraestabaescrita.Eraelnombre de mi padre. Había muerto hacía un año por causas naturales según dijeron losmédicos, pero el rictus de su rostro, desfigurado por un pánico extremo,mehabíamantenidoenvela por muchas noches. Era como si hubiera fallecido en medio de una espeluznantepesadilla. Un mes después sucedió. Ahora su esquelética figura se recortó junto al faro que emitía su mortecina luz a unos pasos de mi casa. Sacó una vez mássudescarnadagarradelguantey escribió en el pedazo de papel amarillento.

Mispupilassedilataronymifrentese perlódesudor.Corríparaalcanzarloy exigirunarespuestaalaandanadade preguntas que se agolpaban en mi mente, pero sólo encontré el viejo papel conunnombreescritocomola vez anterior, sinembargoahora era el mío. Regresé a mi casa mientras tomaba una decisión desesperada. Tropezando con los muebles que se encontraban a mi paso, saqué una vieja maleta y coloqué en ella precipitadamente algo de ropa. Esa mismanochevoléhaciaParís,donde teníaalgunosamigos. Tresañosdespués,cuandoregresaba amicasa,despuésdetomara lgunos tragos,entréamidespachoyatientas busqué el interruptor de la luz. Mis dedos toparon con algo extraño. Encendí la lámpara y conterror vi que sobre mi escritorio se encontraba el temidopapel. No era necesario leerlo. Sabía que iba a morir. En toncesuna figura penetró por la ventana y una garradepájaroatenazómicuello.En unmovimientorápidoprovocadomás por el pánico que por un intento de defensa, tumbé el sombrero del tenebrososujeto.Sucaraerasimilara ladeunavederapiña,conu nenorme pico y unos ojillos que reflejaban maldad. Nosmiramosfijamenteytrasunbreve titubeo, me soltó y desapareció tan rápido como había llegado. Frente al espejo,misdedosrecorrenlasmarcas que quedaron en mi cuello. Han pasado veinte años y sig o preguntándome qué fue aquello tan terriblequevioenmisojos,quelohizo huirdemí.

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