FESTIVAL DE ARTE ERÓTICO EN LA LLAVE
Ediciones ANKU
Este asunto de la poesía erótica lo venimos masticando hace algún tiempo. A lo mejor persistimos porque no hay competidores. Si bien los teatreros, los plásticos y los músicos de provincia, pueden darse el lujo a veces de coquetear con lo obsceno, los libros y artículos que se escriben en Tucumán son demasiado bien educados. Tan bien educados que no permiten al lector captar la realidad que están denunciando. Porque el 90% son denuncias, no nos engañemos. Y si hay una zafada, la zafada tiene que expresarse religiosamente mediante un lugar común. Por ejemplo: “le pegó en salva sea la parte”. Lo libresco en Tucumán depende de circuitos demasiado viejardos. No se trata de una cuestión de edad sino de mentalidad. El porteño y octogenario Juan José Sebreli, pongamos por caso, tiene la hipótesis bastante bien documentada de que su papá se tragaba la bala, y lo dice de un modo muy contundente en uno de sus últimos libros. Eso es a lo que yo llamo cirugía mayor. Y nos importa un carajo si alguien acusa a Sebreli de marquetinero. Muchas veces se habla de que el puerto se lleva todo, etc. Pero la gente de la capital no se saca el sombrero de copa cuando pasa el “Dotor”. Uno también tiene que estar dispuesto al cambio ¡Qué embromar! Y la manera de escribir es uno de los termómetros que marcan el atraso o el adelanto de una sociedad. Porque yo puedo cazar una guitarra e imitar a Marilyn Manson (aunque me salga feísimo) y engrupir con eso de que mi provincia está agiornatta. Pero yo desafío a cualquier tucumano a que me escriba algo interesante sin caer en los lugares comunes de los cuentos de aparecidos y las investigaciones históricas. Porque es muy fácil recopilar desde la universidad los diversos mamotretos que presenté en los congresos para engrosar el currículo y decir que soy escritor. O garabatear un adefesio cualquiera, ponerle una tapa y un título y hacerlo presentar por la licenciada Fulanez de Menganez, entre bombos y platillos y después llamarme escritor, y hasta novelista. Pero eso no es escribir. Escribir es cuando a tu libro lo afana la sirvienta de la biblioteca, y no lo afana para reducirlo en “El loro viudo”, sino que lo afana porque no puede dejar de leerlo. Eso es escribir. Escribir es cuando a tu cuento lo tratan como a una puta: te compro, te gozo y te tiro; mejor si nadie se entera. Escribir es cuando te compran un poema, no por tu barbita angelical, sino porque una frase bien colocada enganchó al lector. Volviendo a la poesía erótica. El concepto de ésta vendría a ser muy amplio. Porque yo puedo tomar como poético aquello que no fue construido con ese fin, sólo me basta con que su lenguaje desafíe la percepción de los que lo están escuchando, o leyendo. Podemos traer hasta una necrológica del diario y leerlo como poesía. Pero esto implica discutir la vieja percepción de la cosa. Por eso es que desde “La llave” tenemos que construir una propuesta distinta que rompa con lo viejo pero estudiando lo viejo. Y no como hacen los reventaditos haraganes que pretenden crear desde una nada que le conviene a su pereza, donde no hacen más que repetir las mismas caquitas de los australopitecus, pero con distinto olor, o con el mismo olor. Porque entre la escritura de un presidente de la SADE y un pendejo de letras que escribe en “La hoja” existe idéntica interrogación masturbatoria: ¿Cómo ser un artista sin que me rompan el culito? Por otro lado, nada podremos remediar, y nuestra misma empresa está condenada al fracaso. ¡Tucumán ya está grande pa enseñarle a escribir! ¿Entonces a qué los estamos invitando cuando los invitamos para un festival, o peor, a un taller literario? Simplemente a contemplar el suicidio de un arte que tuvo su auge en siglos pasados y que hoy está muriendo. ¡Los estamos invitando a un trabajo de exhumación de momias egipcias, que pueden salir trotando de lo lindo como en “Reanimador” Es lindo ver morir, uno capta el orgasmo de la muerte al tiempo que se queda de este lado, pensando que algún lejano día, y quizá no tan lejano, serán otros los que agitarán la manito diciendo “Chau”, mientras se nos nubla la vista (como a Kung Fu). Lorenzo Verdasco
Coordinación: Lorenzo Verdasco Producción: Grupo ANKU Foto de Tapa: Andrés Herrera Curaduría: Celia Gerván
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Roberto Jasaja
Tres poemas eróticos I Beso hirsuto en la hondonada. La lengua es un cetáceo furioso, rige la embestida, arponea. Si el cuerpo es una hendidura, arderá el légamo de este ritual encarnizado.
II Mi saliva entreteje la trampa. Escándalos en la piel doblegada, preso de las mieles que gimes. Cuando lo yergues así, humedecido, presto a acallar el ojo. El deseo socava.
III Me abarcas, vientre rotundo, sudas pelos, tieso almizcle. Me atengo a este contagio desmedido de tus manos. ExtiĂŠndete hasta dolerte, rasga con destreza de animal. La sed me acalambra y el espasmo se vierte. Me habita el licor de tu savia.
Antonella Aparicio
Met谩fora para ahuecarte derrumba en recuerdos. Cocci贸n para ahuecarte, partido al medio en mi. Tengo una cuchara para ahuecarte, pero te lastimo sucio te mastico.
Vos, ex amiga fayuta Trasvestirse bajar de una constelaci贸n a la v铆a, es amar el oficio.
QuiĂŠn supiera hubiera venido desnuda hiciĂŠranse nuni nuni, pobres. Me visitaras del agujero, te calmaras ... te calmaras.
Luciana Tagliapietra
El hombre, como si no quisiera la cosa, aprovecha que estoy casi dormida para apoyarme entre un Oscar y otro. La tele está prendida a un volumen altísimo y yo estoy entre e entertainment y el sujeto este que insiste para meterse adentro sin gracia ni ceremonia. Finalmente logra su cometido y con la firmeza sorda de un caballo me empuja tirándome casi de la cama. Ya con medio cuerpo en el piso y los ojos más abiertos que hace un rato veo pasar una sombra que lo intercepta por atrás en mi defensa. El muchacho es alto y tiene la piel grasosa. Intuyo que es alemán el idioma con el que me habla. Me habla al oído unas palabras que no entiendo mientras se baja los pantalones. Le siento la verga a punto de explotar, hirviendo entre mis nalgas. Y con un poco más de dulzura la mete, moviéndose con ese movimiento de hamaca o de remo que tienen algunos varones bien educados. Escucho otras voces en el cuarto, son dos soldados alemanes que también quieren entrar y a quienes hago pasar con gusto. Uno de ellos me besa en la boca, el otro me acaricia con un pito más tibio cerca del pecho. Pienso en heiddeger y en hitler. En la segunda guerra. Tengo un sentimiento de patria: estoy prestando un servicio al pueblo alemán aunque no ahondo en razones. A esta altura llegaron varios soldados más y un par de filósofos. También, pienso, me estoy cogiendo algunos sistemas de pensamiento, por adelante y por atrás. Estoy completamente mojada cuando un rubio con la cara roja me tira del pelo y me tapa la boca. Algunos me sostienen las muñecas y los tobillos con fuerza, otros entran y salen dulcemente. Alguien me hace cosquillas pasándome la lengua por el pie. Me estoy cogiendo sistemas de pensamiento, palabras sueltas, el popular da sein esta aquí conmigo, dando masa sin parar. Caen unas gotas de sudor en mi cara y abro los ojos. Lo único que se ve es a un hombre que conozco y que es tucumano como yo, haciendo esos sonidos que hacen los varones cuando acaban, acabandome en la panza una cantidad pequeña de su leche. El hombre termina y se acuesta a mi lado, casi dormido el muy hijo de puta y tirándose un pedo bastante fuerte, tal vez buscando que yo lo escuche.
Celia Gervรกn
Paulina Pozo Infanta
Al hombre que conocí en la calle a las 7 a.m.
Como me haces sudar, como te hago gritar Como me haces gritar, como te hago sudar Derritiéndome en tu espalda Desarmándote en mis caderas Quise ser la mujer del tatuaje en tus costillas, esa que hierve, esa que se marea, esa que salta y tirita cuando abrazas el mar Me dejaste pasar por la orilla del acantilado a beber un poco de las patas de los cangrejos Te dejé contarme de los pájaros azules y sacar pedazos de mi piel a mordiscos para que hicieran sus nidos
Luz del amanecer * Ven, ven, la silenciosa estrella sale a buscar compañía nuevamente, no se molesta en tropezar con la misma piedra, la caída nunca es la misma Podría estar contigo a la hora que se hunde el barco pero encuentra una mejor manera de pasar la tarde ** Se va a buscar la lisonjera caricia del ebrio con la sonrisa de bataclana como esperando un beso como esperando que le muerdan la oreja izquierda
*** Deslizándose por los vasos de vino ingrato va dejando abierta la puerta y las flores marchitas se asoman las pobres risas infantiles se van volviendo añejas y cae la máscara del circo pobre se ve tan presente y tan vieja como el hambre como el suspiro que dio cuando se vistió y se fue
Marina Si te apareces algún día te contaré un secreto sobre las primeras horas del caracol que encontré acariciando mis piernas, lo dejé avanzar sin rumbo y me pidió un segundo para respirar no! no te detengas ahora supliqué entre lágrimas del placer más esperado y espeluznante Si te apareces hazlo como el mar de la mañana…suavecito, despacito, apenas tocado por picos de gaviota y cuerpos de amantes que amanecieron mordiéndose hasta el alma Como el mar de la tarde…juguetón y divertido con la lengua afuera y las manos dentro de mis ojos Como el mar de la noche…que se lleva hasta el último grito de mis entrañas en sus abrazos y revuelve con su lengua el agua de mi luna espectral Déjame aquí desnuda y salada cantándole a los inspiradores de las pasiones que no me dejan dormir
Ivana SaptiĂŠ
David GoitĂa
Cruzlameo Tengo tantas ansias que te ansĂo te libo te lienzo en tu triste andar te desbrumo te amofijo de infortuando de desamar te siento en mis venas alcohol de por medio te verdeveo aunque cueste morir te cruzlameo te inflo de azahar y de jazmines en tu ultrahumana descendencia cruento jadear de negligencia en el contubernio de tu convulsionar inexistente tu adolescencia de madrepadres se adormece tu inocencia de asistir de existencia adolece tan demoacido que adormece reverdeciendo aquello que te lamenta.
Es Es una electrólisis mínima mía caduca en el mal son de su mar un caribe eterno sereno como un huracán que no cesa de cesar, y a dios lo que es de dios menos sus piernas que pertenecen a mi morbo al igual que sus tetazas que amaso con frenesí de histrión. Es un defasaje hormonal total mensual que soporto a gatas, no a su gata con ínfulas de tigre de bengala sino a su defasaje mental parcial anual. Es capaz rapaz decúbito dorsal con la comida siempre sin sal un ¡fucking as! a flor de piel por ser seré independientemente del efecto invernadero que hace que sus orgasmos se asemejen a paracaidistas en las playas de Normandía. Es manuable palpable insondable, maniquí del coyasuyo que dice amar, sino llora gritando golpeando juaniteando con cámaras o sin ellas en el mal devenir del río Heraclitiano, pretendiendo sumergirme en su ducha ensuciándome con su limpieza.
Es un cachetazo de revés certero un apercat al cielo un trago menos de lo necesario la esperanza que pende de la cornisa de un catorceavo piso una mirada de reproche porque me estoy vistiendo. Del libro: Destellos de Locura Infame. Autor: David Goitia. Año: 2006
Chicas de Villa Mariano Moreno Las chicas de villa M. Moreno son suaves, morenas y jugosas al extremo. Cuando sale el sol, ellas brillan de alegría oleaginosa. Cuando se oculta, ¨resucitan¨ para poder ser sepultadas nuevamente. No son modernas, pero son actuales en el mal delinear y el rimel de poca calidad. Se caracterizan por los grandes escotes que dejan escapar a la fuerza, sus atributos como milagros soberbios; siempre a la hora de comprar las verduras. Pasean por las ferias, edificios públicos y las plazas, recogiendo un centenar de mentiras que atesoran en sus caderas apretadas. Mantienen fresco siempre ese glamour que regala la tierra con las calles enripiadas. Cuando los carros les pasan cerca, propinan largos suspiros de zozobra. Cuando las atraviesa alguna moto, se deshidratan en un orgasmo prolongado y eterno. Contienen un dolor obtuso que las desgarra, y que solo dejan escapar cuando abren las piernas. Entonces se ¨edenizan¨. Son como las chicas de Flores, aunque más dadivosas, porque siempre tienen un si a flor de labios.
Aldo Alvarado
La Arpía O bien: Casi Amor No es importante que haya tratado de llegar por todos los medios. Ninguna tarea le fue penosa. Con dedicación había trabajado limpiando cámaras de desechos, había reparado calderas. Sin otra ayuda que la de sus manos y un hacha, había cortado leña para todo el invierno. Había construido grandes parasoles para proteger la verde y escamosa piel de su amada. Preguntando y leyendo, había diseñado una fantástica huerta. De la misma manera aprendió a cocinar todo tipo de animales que cazaba en los montes cercanos. Por que era necesario, o quizá, porque ella lo pidió, había asesinado a los guardianes tornasoles. Sin preguntar el motivo, había contemplado como se amorataron sus rostros entre sus manos. Había caminado, llagándose los pies, desde el País de los Vientos, hasta el País de los Ríos sin una queja, sin decir una palabra, sólo porque ella estaba sola y enferma. Había conseguido olvidarse un poco cada día. Sus ojos, sólo eran para ella. Sus manos, le pertenecían. Sus pensamientos, tenían una sola dirección. Su corazón, latía tratando de alcanzar el ritmo sublime de su amada. El pensaba: -¡El infierno y el vacío! Sin tu amor..., sin tu amor. Lo peor, no era todo ese despliegue, ni esa necesidad de ser útil a su amada. Lo peor, era que ella lo sabía.
No sean rudos con la ruda O bien: ¿no vieron mi chaleco con cintas? Damas y caballeros: comienza el primer acto, uno se despierta después de una noche de haber soñado con los muertos vivos, todos se acercan para mostrarme mis errores, pero ningún acierto (caramba, carambita y carambolas). El muerto José me dice: -Tenes que hacer esto para que no te pase aquello, mirá lo que me pasó a mí, crucé la calle caminando para atrás y me atropelló la procesión de pulgas del Gran Circo Pluto. Entonces el muerto Samuel me acotó: -Pero veraz mente, no debe cometer excesos. Lo digo por experiencia, mi historia es sencilla y harto breve. Un día entré en una cigarrería, el amable señor que atendía me tentó: “-Pruebe, pruebe.” Y yo, probé todos los aromas que me transportaron a lejanas regiones del mundo. En mi viaje conocí a un vendedor de vinos antiguos y así dejé mis pulmones y mi hígado. Creo que aún los están estudiando como rarezas médicas. En eso, entró el muerto Genaro que con gran soltura y codos empujó a los muertos precedentes y habló de esta manera: -Le recomiendo castidad, o serenidad para el amor, porque no se debe exagerar. ¿Sabe, que mi condición actual la debo al sexo? ... ¡Ah! Es tan hermoso, como una caída libre. Uno prueba el sexo (traga saliva), perdón se me hace agua la boca. Cómo decía, la primera vez que uno tiene relaciones ¿me entiende? ¿No? Bien, uno no se conforma, quiere más y más, quiere conocer mujeres de todas las latitudes, altas, medianas, bajas, atléticas, movedizas, esquivas. En fin, degustar con pasión de coleccionista rubias, morenas, asiáticas, cuanto más exóticas mejor. Le recomiendo prudencia y medida. A mí, me ocurrió, por seguir una mujer de otro mundo. Quedé atrapado entre dos dimensiones en el momento del orgasmo. -¡BASTA! -Gritó colérico el muerto Mauro–. No les haga caso. Esto tres son unos frustrados. No saben aprovechar las oportunidades. Yo me morí porque quise y ya. Lo mío, es un trabajo de investigación. Dentro de un par de horas, cuando resucite pienso escribir un libro sobre esta experiencia. Ya lo tengo pensado y calculado. Todo: la tirada de la primera edición, una posible reedición, la venta de mis derechos de autor al “Recto Flin” para que la lleve a la pantalla grande. Pero por supuesto, en el papel principal un actor de primera, no uno de esos muertos de frío que anda pidiendo un papelito en alguna mala obra de televisión. ¡No señor! Un actor de primera línea. -¡Claro! Un actor de línea blanca –señaló el muerto Juan, que hasta ese momento se había mantenido al margen–, vos también tenés un olfato para los negocios. -Pero callate, si vos no tenés gracia ni para morirte. Siempre haciéndote el mártir. ¡Qué! ¿pensás ir al Cielo, al Nirvana o tenés otro paraíso a tu medida? -Lo que pasa es que vos sos un muerto trepador, no te importa cual cráneo pisas para subir, la p... –gritó el muerto Juan mientras golpeaba la mandíbula del muerto Mauro con una tibia. Fue en ese momento que vino a rescatarme el famoso “Cucú Escarcha”, que me dio una palmada, me llevó en silencio a un lugar más tranquilo y fresco.
Instrucciones para el buen trato O bien: lo que se dice un educador Furio: casado con Falaxia, padre de Fístula. “Como primera medida, la que cuenta es la medida del dueño de casa o correcto tasudor”. Furio establece sus normas: “-Todo esto es mío y todo esto también es mío”. Falaxia: “Quién sabe que sabe que yo sé que no sabe. No digo lo que pienso y lo que pienso normalmente me hace doler la cabeza”. Fístula: es un dolor de día, de mediodía, de siesta, de tarde y de noche (todos al manicomio en coche). Correcciones frente a un amigo. -¡Hija no se dice mierda! Se dice: excremento. Furio gira la cabeza y cuenta a Prudo: -Cuesta mucho educar. Es en ese preciso instante que Fístula se pone a escuchar cumbia, tentada por el ritmo, se pone a bailar. Furio estalla: -¡NO NENA! ¡Eso no es música! La música es el arte de combinar los sonidos. Eso es un ruido perverso. No baile –incorporándose con violencia insiste–. Le dije que no baile. Ahí tiene para que aprenda. Sonoro bofetón, la pequeña Fístula da dos vueltas en el aire, golpea con estruendo el suelo y comienza a llorar. -No Bebota, no llore. Recuerde que una dama, debe saber controlar sus emociones. Transcurre un segundo café, el dueño de casa eleva una galletita con merengue, dibuja un círculo en el aire y con tranquila convicción declara: -Es verdad que hay muchas verdades, pero la única válida es la mía.
Mauro Gatti
Federico Soler
Extraña Dama soliviántamelo solviantador probo con tus labios gruesos de pendeja sorbedoras de vergas y baigorria hasta las bolas como lija, hasta la chota regame la raya que me excita, me hace trizas se me baja, no es la regla soy tu dama, es la norma, tu extraña dama del teléfono que llora una culiada a contramano regame la tertulia así me crece el nostálgico vello de señora mientras me palpo el papo aspero espero el tono el fono suena mudo
Para los golozos Paco y no Urondo me baja un bolo de pasta base cristalina delivery PACO y no Urondo de sangre, de laba, ardiente baba, en la cala del enfieste de mi glande lame y des-arma de un saque la bala PACO y no Urondo es lo que fuma lo que lame en esa pipa pobre de latita coca-cola la trola mocha de la calle aspira convulsa la compulsa un suspiro único de amianto muerte pobre en la colmena para sacarse el amargo sabor de una PORONGA doble, ahumarse la glotis a los codazos en ese aspirar recio de paquero guano fumo mi paco orondo del desgano
Nena llevate el saquito La Carmen soñaba en telenovela. Largas horas mientras planchaba lo ajeno. Sueños multicolores, sabios recortes de horas muertas tendidas al sol de la derrota, esperando el clic del cambio. Su mamá le repetía que Evita nos iba a salvar, que desde el cielo nos iba a venir a buscar para reventarlos a estos oligarcas hijos de puta. La Carmen la sigue esperando. Es parte de su telenovela. Nena llevate el saquito, el largo Chanel, el rodete, le decía también y ella le obedecía. Siempre fue de agachar la cabeza y obedecer. Y en esa casa para sobrevivir le ayudó mucho, en especial con el Patrón. Los patrones eran buenos, le habían dado una habitación para ella sola en un altillo húmedo y caluroso, con poco espacio, pero estaba tranquila, nadie la molestaba. A veces su Patrón se le arrimaba, bien entrada la noche y sin mediar palabra la fajaba fiero, no porque ella se resistiese, sino porque tenía la mano floja, mientras la dejaba humillada y exhausta, como una hojita arrancada a tirones por el viento. Pero esto no le contó a su mami, en esas cartas, que nunca dejaba de mandar con alguna platita, para que la vieja pudiera sobrevivir. Soñaba con tener un novio alto y rubio, que la buscase en su auto y la llevase a pasear por el centro, a comer en alguno de esos lugares donde iban sus patrones, a tomar un helado, a mirar las estrellas. A desflorar el tiempo caminando por la plaza ausente. Esas historias destejía en los eternos silencios de encerar los pisos de parquet gastados o cuando se tenía que entretener lustrando la vajilla de plata. Esa noche soñó para siempre, al Patrón se le fue la mano. Ese día le había exigido que le entregase el orificio de su dignidad última, amasijándola de un chirlo seco. Haciéndola conocer el gusto salobre de su almohada blanca. Fue la única vez que no agachó la cabeza y se resistió. Su cuerpo se resistió, no ella. Nadie reclamó a la Carmen. Su madre se entristeció mucho, otra hija que la abandonaba, persiguiendo sus sueños multicolores. Como Evita, Carmen nunca volvió. En realidad quisimos creer que nunca se fue. Como decía su madre, la ciudad se devora siempre los retoños del campo.
AndrĂŠs Herrera
Lorenzo Verdasco
Día de la mujer calles inundadas telos abarrotados y ni un solo taxi Estimado Sr. Lorenzo: Aunque sé que usted se dedica con exclusividad a temas homosexuales, me he tomado la atribución de escribirle, porque sospecho que el problema le podría interesar, y todos nos veríamos beneficiados si esto lo motivara para una de ésas sabrosísimas notas que suele publicar en su blog. En el día de la mujer, le había prometido una jornada diferente a la chica que sale conmigo (llámele Ud novia, etc, o como mejor le parezca). Como andábamos cortos de fondos, la novedad tenía que salir artísticamente de nuestras propias habilidades. En otras palabras, la diferencia tenía que estar en la cama –entre otras cosas. Llovía a cántaros y contábamos con un solo paraguas por lo que tuvimos que buscar un taxi para llegar a un hotel que no fuera siempre el mismo, justamente para cambiar un poco la rutina, que en eso consistía para nosotros la conmemoración del día de la mujer. Pronto nos dimos cuenta de que el 90% de las parejas tucumanas había decidido hacer exactamente lo mismo que nosotros. No se conseguía auto y en los telos le decían a Ud con cierta impaciencia: tiene de una y media a dos horas de espera. Finalmente (este finalmente es puramente retórico, el asunto iba a extenderse), recalamos (empapados, porque no nos dejaba bien ningún colectivo) en las inmediaciones de nuestro hotelito acostumbrado. Ella tiene problemas en su casa, yo tengo problemas en la mía, hace tiempo que nos hemos buscado nuestro hotelito en la Bernabé Aráoz, casi esquina Gral. Paz. El hombre nos recibió en una oscuridad total, y nos pidió que lo disculpáramos, pero que no podía permitir a nadie la entrada al local. Nos explicó que El Tribuno le había tomado una foto a la fachada del hotelito, al tiempo que lo vinculaba con la prostitución y los secuestros de señoritas. Yo le dije, pasmado, que jamás habíamos visto indicios de prostitución en el lugar, a pesar de que en un tiempo me lo pasaba allí a toda hora. Pero el empleado me explicó que así eran las reglas del juego y él tenía que atenerse a ellas. Me hizo el favor de cambiarme un billete de $100, lo que posibilitaba que ahora pudiéramos manejarnos al menos en colectivo. Hechos sopa por la lluvia, que no paró en ningún momento en todo el día, llegamos, a las cansadas, a un local que se anunciaba como residencial para familias, donde nos explicaron que de ninguna manera trabajaban “por horas”. En una palabra, nos coimearon. Pagamos la cometa, mas el precio de la habitación. A pesar del frío de afuera, en el cuarto hacía un calor sofocante y pronto encontramos un cartelito sobre la cama que nos rogaba…”Antes de cada relación retire el cubrecamas, caso contrario Ud deberá hacerse cargo de la limpieza de la prenda. Firmado: La Gerencia”. Laura, que así se llama mi docente compañera de infortunios, me dijo que el cartel era un verdadero agravio para nuestra dignidad, cosa que yo no puse en duda y agregué con cierta ironía mal disimulada “¡Qué día de la mujer nos están haciendo pasar!¡Cómo nos están dando a los dos!” Yo estaba agotadísimo y con un principio de taquicardia (quiero aclararle Sr. Lorenzo que ya no soy un pibe y que hace años que me voy acercando de un modo temerario al medio siglo…no sé si llegaré…). Laurita hizo maravillas con su lengua de libélula, pero el miembro me colgaba de entre las piernas con el aspecto lamentable de un hecho consumado. Jugamos un buen rato en los campos del Señor. Y Mi impotencia nos sirvió, quizá, para explorarnos más. Le descubrí un lunar nuevo debajo del sobaco izquierdo. “¡Pero si antes no estaba!”.
“¿De dónde salió?. Charlamos de muchas cosas de las que hacía mucho no habíamos hablado concentrados en el empalme. Y en un momento me incorporé y fui desnudo en busca de mi bolsito azul, típico de un viejo lobo de mar. “Son mentiras que no te compré ningún regalo por el día de la mujer”. Le entregué un paquete envuelto en celofán y ella lo abrió. Ocurrió entonces el momento mágico de la “aletheia”. El libro se llamaba “Peregrinaciones de una paria”, de Flora Tristán. Y le expliqué quien era la peruana ésa, y cómo conoció a Marx. Y cómo ella lo presentó a Marx en los primeros círculos obreros. (¿Laura no se acostará conmigo no porque le cause placer sino para no perder a su maestro en ciencias políticas, y así poder lucirse después en los congresos de la universidad, como lo viene haciendo hace años?). De pronto, se cortó la luz y entonces no pudimos seguir leyendo. Tuvimos que abrir la puerta de la pieza por el calor que hacía. En esa completa armonía, parece que al “amigo” le entraron ganas. Laura, en cuanto se avivó que la cosa venía más o menos sólida, se me tiró encima, prácticamente violándome, y escuché cómo el libro de Flora Tristán colisionaba con el teléfono de un modo catastrófico e infecundo. Lo gracioso era que las otras parejas también habían abierto la puerta por el calor, y todos nos escuchábamos mutuamente los rugidos y gañidos y como quejidos propios de la cópula (que otros llaman desfachatadamente el “fucking”, o la “jodienda” como dicen las espantosas traducciones españolas de Miller). Y algunos exageraban porque sabían que los otros los estaban escuchando. Era eso, además de un concierto de gatos, una especie de comunidad de almas de una a otra habitación. Un habernos muerto y haber resucitado en una suerte de divino colectivismo sexual, donde hasta el denostado pedo, hacía a veces su aparición grotesca, como un saludo sardónico disparado hacia la oscuridad comunitaria. Nos fuimos conociendo a medida que nos vestíamos a oscuras. Y por ahí algunos nos pasábamos mutuamente una linterna o un peine. Otros compartían los preservativos. Las mujeres hablaron de un intrascendente acto de swing, que por supuesto iría a abonar las glorias y el pasado mítico del hotelucho. A la salida, los que tenían auto llevaron a sus casas a los que carecíamos de tan esencial herramienta para pasar un “día de la mujer”. Los taxistas continuarían toda la noche ejerciendo su dictadura implacable, aduciendo de que en la ciudad “no hay desagües y todo se inunda”. POR CIERTO. CUANDO NO EXISTEN VALVULAS DE ESCAPE, LA CORRIENTE DE LA VIDA BUSCA POR SÍ MISMA SUS PROPIOS DERROTEROS Y, DE ESE MODO, GOZA… Jackson Mornard Respuesta de Lorenzo: Amigo Mornard, creo que la sabrosísima nota ya la ha escrito usted mismo, a buen entendedor...
Consultorio sexual y sentimental Sr Lorenzo: Me dirijo a Ud para hacerle una consulta. Sé que usted no es un profesional, y eso me tranquiliza. Lo mío es un poco largo. Se trata de un amor como pocos. Todo empezó una tarde en que yo entré a un bar. Un hombre me alcanzó el diario y yo le dije “gracias”. ¿Usted nunca percibió la frescura que invade su boca cuando Ud dice gracias? El hombre era canoso, alto, formal. Digamos, para nuestra tranquilidad, un modelo de viejo standard declarado. En seguida retribuyó mis gracias con una sonrisa acogedora. A veces uno camina días y días y no encuentra una sonrisa como esa. No es que me haya atraído. Por favor. Era simplemente un viejo amabilísimo que estaba ahí, al alcance de cualquiera. Me invitó a su mesa y me dijo que pidiera lo que quisiera; dijo que tenía cara de hambre. La verdad es que tenía razón, porque yo no almuerzo. ¿para qué? Si para eso está la cena. Uno come una vez al día. Lava los platos una vez al día. Mientras charlábamos de cosas intrascendentes, yo pensaba si le podría pedir prestado algún dinero. O invitarlo al Carrefour, y llegar finalmente a mi casa los dos, cargados de bolsas repletas de alimentos. No es que yo sea un avivado ni un prostituto. No quiero que usted, Señor Lorenzo piense mal de mí. Vivo solo en una casa que heredé de mis padres. Para dormir, tengo un lugar, no estoy en la calle. Pero no cuento con ninguna fuente de ingresos, por lo tanto paso unas hambrunas considerables. Por ahí un día, le caigo simpático a alguien, y me invita un almuerzo ¿me entiende? Se trata de una cuestión orgánica. ¿Se dice así, no? Nos empezamos a frecuentar diariamente. A veces el viejo me tomaba de la mano y me contemplaba con sus penetrantes ojos azules. Tenía esa mirada adriática propia de una belleza extraterrena de la que seguramente habría sido dueño cuando era joven. Era tan azul que me hacía acordar el agua de las piletas cuando recién empieza la temporada. El bar es uno que está sobre la avenida Roca y que en un tiempo supo llamarse Les amí. La moza nos espiaba con el rabillo del ojo, con cierto orgullo herido, y protagonizando algún mohín condenatorio. No podíamos pedirle más: se trataba de una mujer. Cenábamos variado y sobrio. No faltaba el alcohol entre nosotros, a veces adquiriendo la forma de un porrón bien helado; otras resignándose a la cotidianeidad de un pingüino de la casa. La cuestión era pasarla bien. Todos los días como a eso de las cinco, yo ya me ponía “coqueta”. Primero la ducha caliente por lo menos tres cuartos de hora. Después la parafernalia de frasquitos chiquitos y lociones diversas. Yo me ponía un pantalón blanco ajustado y cualquier chombita de estación. Constantemente uno ignora su propia ridiculez. Pienso que se trata de unos de los tantos mecanismos de defensa para evitar el suicidio ¿vio? Yo me ponía el pantalón blanco (tenía sólo dos), y eso sí: los mocasines bien lustrados. Para las veinte ya estaba lista para el vejete. La primera vez que me regaló el billete de $100, dije “sonamos”, ahora me lleva a mi casa y me hace poner en veintiuna. O en veinte uñas. Pero no. Pedro parecía tener otros planes para mí. Tu eres Pedro y sobre esta piedra levantaré la arquitectura de mi cuerpo. De un modo inesperado, especulando y especulando con si billetera, terminé enamorándome del tipo. Deseando comérmelo a besos, despeinarle esas canas tan pulcras, para que todos vieran que se le estaban volando las chapas. Jamás me pregunté si todavía se le paraba, si había que disolverle la pastillita en un licuado de banana y dársela a escondidas. Si yo a él o él a mí. Sólo me imaginaba en bolas revolcándome con el viejo hasta el amanecer. Pero el viejo ni pelota. Sólo quería tenerme de emperatriz, pa que brillara en su mesa. ¡El viejo se creía que yo era un centro de mesa!. Y pensar que por las noche yo me abrazaba a la almohada haciendo de cuenta de que la almohada era el viejo. Imaginaba que me apretaba, me pegaba un par de chirlos y me crucificaba sobre el colchón. Y yo mismo gritaba en la pieza “Basta de hacer el amor, Pedro, por la mañana me van a ver las ojeras y se van a dar cuenta de que somos marido y mujer, me va a agarrar una vergüenza…”
La plata que me pasaba cada tanto, me servía para ir tirando. Y ninguna noche faltaba a su show privado en el bar de la avenida Roca, que hacía muchos muchísimos años supo llamarse Les amí Hasta que un día se lo dije. No daba para más. Se lo tenía que decir, aunque yo sabía que lo perdía. Y se lo dije nomás. “Quiero dormir con vos, viejo, no sé bien qué haremos, si yo a vos o vos a mí; si el vuelta y vuelta o el osito de peluche, si jugaremos al teto, la piragua o el uka-uka. Si como a Nippur de Lagash, me vas a proponer el siniestro divertimento del “Tuomitrai”. Pero quiero pasarla con vos toda la noche los dos bien en pelotas. Vamos a mi casa. Te quiero. Las pupilas del viejo parecieron desconfigurarse para finalmente componer un tono más acerado. Sin duda se la veía venir. Me soltó la mano y la emprendió con el lobulito de mi oreja. Yo temblaba. “Y si te hago atar por dos negros que te revienten bien a patadas ¿vos a ceptarías?” “Si, mi amor, acepto –le contesté- que me maten, que me agarren con pinza y soplete, que me torturen. Si lo deseás me dejo cortar un brazo. Extirpame un ojo. Te amo. Haceme castrar, cambiame de sexo y vendeme a un prostíbulo de Ruanda o de Sri Lanka. Pegame. “No jodamos, Gaby”, me cortó con una frialdad que yo no esperaba, “sabés bien que no funcionaría”. Un vientito de hielo parecía brotar del aire acondicionado. No lo vi nunca más. A veces recibo un sobre con un poco de guita. O me manda un giro en el momento más inesperado. Y yo lo cobro, más vale, y sigo sobreviviendo. Pero ya nadie nunca más me va dar lo que me hace falta. Y un día de estos me voy a colgar de la ducha. Y cuando le devuelvan los giros sin cobrar, él se va a sorprender. Y ese será mi cachetazo. Tómese su tiempo para contestarme Sr. Lorenzo. Entiendo que la cosa es para masticarla bastante. Agradeciéndole ya de antemano, y pidiéndole disculpas por la extensión y profundidad del tema, me despido de usted con un beso en la boca. Jonatan Palavecino
Gilda Solía bicicletear Frente a la casa’e gobierno. Y me daba un beso tierno Cuando la iba a acompañar. Ella tenía la piel blanca, Era como un soldadito, Prepotente y muy bonito: Flaco el pecho y flaca el anca. El inglés era su fuerte; Había vivido en Dublín; Al hablar, hacía un mohín Soberbio como la muerte. Yo amaba a ese bombón De cincuenta y tres pirulos. Quería besarle el culo, O entregarla a un malón. Me ratoneaba con ella En las horas de la siesta, Diciéndole “Besá te ésta, Con tu boca absurda y bella”. Y se encendía mi hombría En las horas de la noche, Cuando, curtiendo en el coche, “salí de acá” me decía. Todo su cuerpo flaquito Se me escapaba de un brinco, Porque yo no era el gringo Que le embrujó ese tajito. Había estado casada Con una estrella del blue, Mezquinaba el caracú Debajo de la frazada.
Sólo una vez en Tafí, En el bar “La lagartija”, Pude asentarle la pija, Mientras me decía “salí”. La empujé dentro del baño, Rodamos por los orines, Hasta que le abrí las crines De su sexo, haciendo daño. Degenerado, boludo, Me soltó como al descuido. Yo le levante el vestido Y le mastiqué el felpudo. En ese fecal reducto, Mientras me uñaba la cara, Vi que se puso muy rara Cuando le inqué el semenducto. Habrá durado un segundo, Ya se la nota cansada; Y queda como sentada Sobre mi pelvis que no hundo. “Porque las tengo bien puestas En tu cuerpo –dije a HildaNo te hagás la Hermenegilda: No te vas a librar de ésta."
continúa
Habrá tardado un instante, Y bellaqueó como potra. Se ve que no quería otra: Me gritó “Gordo atorrante”. Se me escapó de las manos Con el culito mojao. Yo estaba como sacao, Ya ni parecía humano. Me quedé en una agonía Muy parecida a la muerte; Y, sin lamentar mi suerte, Esperé a la policía.
Vea las fotos y videos del evento en: www.anku.com.ar/lallave.htm