La Llave Francesa - Angela Dussan y Andrés Herrera

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Una experiencia clandestina, anarquista y surrealista en

Quito

Ediciones


Libre derecho de reproducciòn pero nos avisan. Escrito en La Llave Francesa Quito 2010. Ediciones Anku.

www.anku.com.ar

Ediciones


Diseño y Diagramaciòn: Á. Dussàn

Ángela Dussán Andrés Herrera

Textos

Fotos: A. Herrera


Por:

A. Dussán

La

llave

Esta era una llave rebelde, diferente, irreverente, que se regozijaba violando ciertos códigos, besando poemas que serivirian para escandalizar monjas.... era una llave que mutaba, que cedia a las erotismo pasiones, pasaba del al vampirismo con una facilidad que asombraria y produciria envidia en cualquier bipolar. Se llamaba la llave y por eso abría y cerraba sus puertas a su antojo, produciendo ecos, murmullos que hacian coro a la música de zal. Se llamaba la llave y por eso se negaba a que su gran puerta pricipal estuviera cerrada, permanecia abierta, con un señuelo coqueto que cualquiera que ya hubiese venido sabia que no importaba la hora, que alli podria ingresar a pervertirse un poco, a delirarse con su propia poesía. Esta era una llave que servía solo para abrir, incluso desarmó mis candados, esos que unicamente servian para cerrar.

sin cerradura

Cuando se inventaron las cerraduras, los atavios, los prejuicios, también se crearon las llaves que permtian abrir, buscar, escudriñar.... la mayoría de las llaves son en acero pero esta llave se encontraba compuesta de poesía, de magia, en cierta forma de abismos. Además que la llave, aquella casona de guapulo, era tambien una llave maestra, que descubría y en cierta forma derrumbaba puertas, así la llave particularmente francesa supo como involucrarse con gonzalo, andrés, maichel, julien, luis, daniel, ángela, camille y tibo e incluso supo como agrietar un poco a pepe. En guápulo no solo se creó la llave sino que también se duplicó, cada uno llevará en su maleta un poco de la noche, cada uno será la llave, una llave rodante, nómade, una llave sencillamente ANKU.



Por: A los cuatro años ya eran dos capitanes de un barco pirata imaginario, construido en los interines de un placard de aquélla estampada habitación que olía a juegos de mesa y de estrategia también. No tenían ni huella de barbas, por lo que quizás se habrían llamado "Pelo Rojo" y "Pelo Negro". Los demás tripulantes eran ocasionales invitados a misiones o trayectos estipulados en sano consenso. Los viajes por mares desconocidos de la imaginación sólo eran interrumpidos por arribos a islas, que equivalía, para sus padres, a la hora del almuerzo familiar. Ya quizás no recuerden o evoquen a menudo las bitácoras de sus viajes, pero de seguro las habrán tenido en cuenta años más tarde cuando fundaron una sociedad secreta destinada al conocimiento esotérico y alquimista de aquéllas tardes de adolescencia, antecedente esta última, de los actos terroristas que consistían en trampas en jardines y calles, e inclusive la detonación de una bomba pirotécnica en un ventanal de un colegio parroquial, en una consonante protesta a los métodos de educación estatales. Hoy uno de ellos, junto a otro capitán, siguen usando los placares en forma piratesca y con fines ideológicos, partiendo de la clandestinidad de estar ilegal en un país que no es el de ellos, pero que lo exploran para también autoexplorar los límites de la conciencia y las multiplicidades de cada personalidad. Es en un placard de La Llave Francesa que graban emisiones de un programa de radio tan corrosivo como placenteramente subversivo, con invitados franceses y ecuatorianos,

Los

A. Herrera aunque una vez se presentó un crack de dos metros de altura que decía ser de Marte, al cuál lo recibieron con un dadaísta y estruendoso pedo dentro del apretado estudio de grabación placard. Es difícil ser panelista o invitado de un programa de radio y bancarse un pedo en un lugar tan reducido y tener que improvisar mientras se trata de contener la risa, y en tal caso la respiración. También se graban allí, en esa nave interestelar, las voces esquizoides del disco Spondylus. Ayer, por ejemplo, se ha grabado un tango electrónico llamado Los 7 locos, tratando de generar esa atmósfera de sociedad secreta del libro de Roberto Artl, que tanto los ha atrapado. El capitán Pelo Rojo está muy lejos de ellos, en el apacible lago Nahuel Huapí; pero están planeando pasarlo a buscar de sorpresa, navegando en el barco pirata libertino, que en las noches de luna suele moverse a muchos nudos de velocidad, y aquél pescador que sea paciente y de mirada aguda, podra leer en la proa: “ANKU“

capitanes del

placard A Guillermo Partridge


capitanes

placard


En junio de 2010 después de algunas jugadas extrañas del destino, emprendí con el grupo Camerín un viaje hasta Chiclayo, Perú, a un festival popular de teatro, que para mí, no era más que un regalo al grupo, besarle un poco la esperanza. Por motivos psico-morboafectivos salí primero hacia Ecuador y después de unos movimientos ilegales (en los cuales me centraré luego) me encontraba en el vecino país donde me reuniría con el resto del grupo en Guayaquil, una ciudad que más allá de un par de iguanas en un estanque, no tenía ningún atractivo para mí. Luego de extensas horas de paisaje amarillo por los inmensos desiertos peruanos, llegamos a Chiclayo. Los días transcurrieron en medio de telones, soles desaforados en el día y vientos vengativos en la noche que distraíamos con tazas de café y agua para pasar el sabor picante de la comida. El último día o mejor aún, la última noche, después de haber hablado con todos los asistentes, inicié una charla pseudo intelectual con el fotógrafo del festival, un argentino que iba con un grupo llamado Anku (donde ejercía otras labores, menos la de sonidista). Anku me inspiró al principio una impresión de grupo de garaje encabezado por un francés que si bien me gustaba la expresión de sus ojos no me "bancaría" ni media conversación, pero esta idea de grupo hippie talentoso pero poco serio se desbarató cuando en Manta los busqué en internet.

Incitada al principio por conocer la calidad de los grupos y su recorrido para alimentarle tal vez un ego a Camerín, buscando cada uno en medio del desocupe y el calor, encontré Anku, recordé al señor de la charla rayuelesca y que era fotógrafo, pensé que si el tenía licencia para espiarme yo la tendría para buscarlo, pero al ver la lista de fotógrafos me desanimé porque no quería dar más de 3 "cliks"; había un Andrés herrera en la lista y pensé "que nombre de colombiano" clic, y resultó que había atinado, y ahí iniciaron ciertas conversaciones frecuentes entre el fotógrafo y yo, hasta que después de varias semanas de cruzar mapas, nos encontramos en la plaza grande de Quito, donde hablamos de tantas cosas, que el hilo se iba enmarañando y pasamos por tantas temas que terminaba tomando mi canelazo casi a la temperatura de una cerveza.


Por alguna extrañeza y ciertas pavores que le tengo a la Quito nocturna, fuimos a la casa donde él vivía, un barriecito colonial sumergido en la ciudad donde los aviones pasan a diario para espiar a la mujeres mientras se bañan, ahí al ladito de la canchita de volley, frente a la tiendita donde no venden nada quedaba la casa donde Andrés "paraba", mientras alistaba su disco y su viaje de vuelta. Una casona con vidrios que cuando les pegaba el sol iluminaban al resto del barrio, con una puerta siempre abierta y un trío de franceces locos, junto con un ecuatoriano y otro argentino también conocido en Chiclayo, quienes celebraban reuniones etílicas nocturnas allí y en la casa Guápulo, una posada para viajeros que de ida quedaba a 3 minutos y d vuelta a 15, por sus faldas y porque después de cierta hora uno ya volvía prácticamente con el "chuchaqui" listo. La casa donde fui a dormir la primera noche se convirtió en una segunda casa en Quito, donde me daban ataques de risa escuchando las ocurrencias de Gonzalo, de quien tenía una primera impresión un tanto errónea y ahora me hacia sonrojar con sus comentarios escatológicos durante la comida. Pasada una semana de conocer la casa, se llevó acabo la primera fiesta, una reunión clandestina con matices eróticos, acompañada de la hermosa presencia de Micheline "la travesti rastafari"*, para ese entonces la casa ya llevaba el nombre de LA LLAVE FRANCESA y yo casi que vivía allí, por razones artísticas claro está.

“Tocate una de sui jeneris boludo”

La fiesta, no fue tan prometedora como pensabamos pero aun si se llevó a cabo una segunda y ahora vamos embarcándonos en la tercera. La Llave Francesa, que es finalmente el motivo de este texto, se volvió experta en abrir puertas jamás abiertas y en descifrar códigos de quienes la habitaban, ahora vivimos más personas allí, finalmente yo alquilé un cuarto que comparto con el fotógrafo argentino del inicio del relato y esporádicamente con "emir luis pamplemus" el gato negro de Luis. Micheline y Noemí salieron de viaje y el tercer francés duerme en un cuarto al lado, en el cuál se debe sentir como Alicia cuando bebió de la botella y la casa le quedaba chica; Camille, una francesa que llegó al tiempo que yo, duerme en un cuarto improvisado entre las escalas y el pasillo; Luis y Daniel, duermen en otro cuarto y se les ve poco, pero se les escucha en ocasiones o cuando se confunden entre el humo de la cocina-estudio; en el otro cuarto duermen Rico y Yoha, dos franceces, junto con Gonzalo y su stick. Ahora vamos a Puyo y luego a Perú, donde el fotógrafo y Gonzalo irán con "un cohete en el culo"** hasta Tucumán a una expo y no se cuantas maravillas más, según el fotografo. Yo voy a Perú, un poco más lento, en un viaje más tranquilo, buscando más llaves francesas que permitan reabrir aquellas puertas que por el tiempo, la prisa y los miedos dejé que se cerraran antes sin compasión.

* Marca registrada de Andrés herrera. ** Comentario en proceso de derechos de autor de Andrés Herrera.

“ en esta casa siempre hay un borracho nuevo”

Por:

Àngela D.


Es Micheline una coqueta cocinera más linda sin barba que con sus manos huesudas demuestra ser de lo más delicada en la francaise cuisine. De día tímida, por las noches osada y alegre como una tarantela. No habla casi nada de castellano, y se pone seria cuando pregunta: ¿Es posible... es posible...?

¿Es una viciosa o una morbosa? No lo se, porque cuando está borracha cargosea, tocando varones y chicas también, mas nunca se le adivina el lance o el discreto paqueteo, por que su cara es más que una máscara de clown, bizarra de lo más provocadora y obcena.

La cerveza y la pastas la llevan toda la noche al trance de esos seres que se iluminan por la noche. No me asusta tu boca de vampiro bretón, ni me ofende tu bombacha con manchas de sangre como al descuido, sólo sirvenos, Micheline, uno de esos platos agridulces...

¡o danos un crêpe por favor! Tan fina era Micheline que jamás perdió el glamour, ni siquiera esa vez que se cayó y rodó escaleras abajo, desde la terraza hasta el living encharcado de licores y polvos de La Llave Francesa, mientras decía ay ay uh, y se reventaba su botella entre los escalones y sus tetas de travesti rastafari.

Micheline, tous les jours cook une crêpe Por:

Andrés H.


*

Es posible? Es posible?

ay ay uh Foto de Marion Leriche


Micheline

Cuisine


"Rajada y latiendo, yo. Lenta masturbación, yo. Chorro de almíbar, yo. Dédalo y sensación, yo. Ovario mágico, semen, sangre y rocío del amanecer: yo. Esa es mi cara para ti, a la hora de los sentidos. " Mario Vargas Llosa

Micheline

Cuisine

Embriagada de humo, sumergida en licores que hacían palpitar sus piernas, apretaba su boca con un gesto peligrosamente morboso, que iba más allá de añorar una compañía en ese pedazo de colchón solitario y desbaratado donde había criado cuidadosamente sus

perversiones. Micheline se desdoblaba, entregaba su sangre en ritos, hechizos, conjuros que creaban otra presencia que le acariciaba lentamente la nostalgia. Sus manos ancianas de haber acariciado tanto, lloraban en la noche estrangulando inútilmente cigarrillos, deseando un beso, unos labios asexuados que le desenmarañaran un poco el recuerdo. Su final, rodando por un callejón, desangrándose, creando con su piel y sus heridas a ese otro, pariendo dulcemente a su hombre a su amor a su

nunca.

Por:

Á. Dussán.


Crónica de la Fiesta en

Erótica

La primera fiesta en La Llave Francesa como tal, surgió de una conversación con Noemí, quien me contó que trabajaba en una ong de educación sexual, cosa que me parecía muy valiosa teniendo en cuenta de que Quito es una ciudad muy eclesiástica, y seguramente con muchas tensiones y represiones. De hecho en una conferencia, interpeló un señor a Noemí, diciéndole que para el sexo oral no hacía falta usar preservativos; y como discutía ese "cristiano", que no daba brazo a torcer mientras nuestra amiga francesa explicaba su posición, hasta que ella se dio cuenta de que el hombre entendía por sexo oral a la acción de decir cochinadotas por teléfono con su novia... Explicaba Noemí que trabajaba mucho para el proyecto pero que andaban mal de fondos económicos y que eso resentía el desarrollo de la ong. Le tiré la idea de hacer una fiesta artística en la casa, para juntar plata con las bebidas y comida. Sonrió Noemí encantada, y nos pusimos ahi nomás a trabajar. Presentamos el evento como una fiesta de arte erótico, en la que desarrollamos performances, una muestra de fotos y música en vivo, además de los vestuarios para la ocasión. Pero creo que coincidimos todos que a ese público quiteño le sobró el evento... Ya que no hubo la respuesta esperada, pero más allá de eso, no aguantaron ni media hora de muestra, ni mostraron interés alguno en masticar el arte de esa noche, salvo cuando querían pedirle el teléfono a nuestra performer Ángela.


En mi caso, mientras tocábamos con Zal, un ejército de pelotudos de corte bridgero, esos que se aprenden algunas frases en inglés o francés para tratar de conquistar gringas, esos bailarines tipo magneto o ricky martin que solo saben bailar salsa, pensaron que yo era el sonidista o algo así, "que pone salsa", "dale che boludo", que no se qué. Demás está que les cuente con que ironía y agresividad respondía yo a los pedidos, aquél que me conozca de alguna noche en alguna Llave, sabe que los mando a cagar mientras sonrío o le hago algún gesto de gallina prolija (eso de acomodarse los huevos). El director de la ong, era uno de los más borrachos y bizarros, de esos que pedían salsa para que se pueda vender el licor canelazo o alguna lasagna de Micheline. Tan borracho estaba que algunos borrachines más jóvenes le pintaron la cara con lápiz labial mientras el director dormitaba, y sin darse cuenta hundía la imagen de la ong, y todas las reglas del "lobby" empresarial.

¿Para qué hacemos un evento temático relacionado con los fines de la ong y después pedimos salsa para menear? Por desgracia me siguen decepcionando las ong y sus funcionamientos fundamentados en simples máscaras semicoherentes. Con el apoyo de punks borrachos sin ínfulas creo que podemos hacer mucho más arte y juntar dinero, poco pero limpio... para causas concretas. Hoy Noemí, cansada de trabajar en nombre de una causa que suena lindo, pero que por dentro oliá mal (a culo de bailarín mezclado con ron), ya no trabaja más en esa ong, aunque seguirá blandiendo su propia bandera sobre una sexualidad libre y mejorada para todos.

¿Para que apoyar a gente que educa que para culiar hay que ponerse un

calcetín en el pito, pero para seducir tiene que bailar salsa descalzo?

A. Herrera


La

Luna Guápulo de

Andrés soñaba con ser piloto y apuntaba avioncitos de papel al cielo tapizado de su cuarto mientras su lengua se divertía en nubes de algodón. Años después se alzaba en vientos de colores y aviones de verdad, viajó por tantas rutas y besó tantos pájaros azules en distintos vuelos que "conocer de memoria el mapa llegó a sudamericano". Una noche cuando iba en su avión, por una de las ventanillas alcanzó a ver una mujer que bailaba desnuda en su cuarto, y como en la casa del frente un anciano fumaba tabaco espiándola minuciosa y lentamente. A la siguiente noche en el mapa de Andrés no existía esta ruta, pero de igual forma se desvió haciendo maromas inexplicables mientras piloteaba y fotografiaba a la mujer. Divisó a los niños que habían guardado sus balones y silenciado sus goles, por poner sus diminutos ojos derechos en la rendija de la alcantarilla que daba al cuarto de la mujer. Pasaba cada noche cosquilleando estrellas sólo por ver esos pies que cargaban ese cuerpo a un swing desconocido y que a él le hubiese encantado escuchar.

"Pasan aviones en Guápulo" Andrés Herrera Este lugar se convirtió en un mito en los mapas aéreos de Andrés y sufría bastante cuando le daban un fin de semana libre para descansar, por fortuna esto ocurría una sola vez al mes, y parecía un padecimiento de siglos. Así transcurrieron bastantes días, pero una noche debido a la lluvia se retrasó y la vio a ella, bailando, pero no sola sino con el viejo del frente que le deslizaba los dedos por la espalda, le aspiraba el humo en la cara, le retenía el aliento de ebriedades de años en un único grito de la noche.

Andrés decidió no volver. Meses después no resistió la tentación y provocando al cielo, compitiendo con el viento fue a buscarla, y la encontró. Esta vez sentada, cantando y él desde el cielo alcanzaba a oirla mientras ella arrullaba a su nuevo hijo. Se sumergió por completo en esa voz que chocó contra las altas murallas de la ciudad y el avión se desplomó. Descubrió que en sus meses de ausencia las mujeres habían parido gritos, gemidos e hijos, ya que su avión y su luz era la única en el cielo. Ellas habían perdido sus cálculos el día en que su avión desapareció. Andrés se quedó encerrado en Guápulo, lanzando pequeños cohetes artificiales al cielo para marcar el calendario lunar. Mientras, él envejece en una ventana, recostado, aspirando tabaco, viendo cada noche bailar a una mujer.

Por:

Ángela D.


Pasan aviones en Guápulo, el barrio más vertical de Quito Pasan aviones en Guápulo, luz verde a un lado, luz roja en el otro y la gente que en ellos viaja mira, respira y espía desde sus ventanillas a un viejo que compraba pan, a los que juegan en la calle, a los bohemios que andan con chuchaqui, y a una vecina que le cuenta chismes a otra Pasan tantos aviones en Guápulo que con sus rastros peinan señoras, plantas y perros que viven en terrazas, rugen los aviones, ronronean y descocen nubes despiertan a las cholas, asustan a los bebés y emputan a un borracho que les tira una piedra Pasan aviones en Guápulo, se burlan de los pájaros marcan el calendario, sostienen el tiempo y tanto tanto que pasan esos aviones que hasta regulan la luna de las mujeres

Por:

Andrés H.



Grand

Ju Despierta al mediodia con la cara dura como rulo de estatua, los ojos rojos como si le hubiera practicado una felatio al mismisimo diablo, sube las escaleras hasta la cocina para hacerse una sartén entera de huevos revueltos con verduras y pasta, mientras se apresta para ser el dj matinal de drum and bass de una Llave Francesa humeante, dormir luego de comer una siesta bien roncada, de gigante celta de dos metros sin zapatos, para luego despertar cuando la noche quiere empezar, pero nunca va a empezar sin él, nuestro Mister Bean con zancos, nuestro gladiador del canelazo,

excesos

que batalla siempre en los , nuestro gran amigo abanderado de las noches de vigilia, es quien dicen tomó la pastilla de Alicia y despertó en una habitación pequeñita, en la que sólo duerme de pie.

Por:

A. Herrera


amor subversivo de habitacion sucia donde se escriben textos de a dos, donde se traducen ellos en lunfardos y transmutan misticismos enigmas binarios uno y cero, uno y cero habitación horinzontal en donde leen rojos libros habitación vertical de las despedidas abrazadas mas siempre truncadas miedos entre dientes posesión ardiente mano, pie, pelo, boca y palabras ciegas sólo se irán cuando izen las velas cuando quemen la isla tuerzan el ancla y busquen el mar, muerdan arena laven la selva y mueran en altas cumbres

sin nacer patria

Por:

Andrés H

Subversivo

Islena


Viernes 6 agosto.

jue 5 agosto.


Viernes 27 agosto.

9:00 p.m.

GUAPULO Quito

13 /Ago /10

Teatro zombie

Fiesta

viernes

13

Foto: Andrテゥs Herrera / Diseテアo: テ]gela Dussテ。n

Viernes 13 agosto.

CAMINO DE ORELLANA



*

* Foto

de Marion Leriche


“Devoto de la Virgen del Choto”


Ediciones

Quito

2.010


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