6 / CRÓNICA / Nº 854
EL MUNDO / DOMINGO / 26 / FEBRERO / 2012
CALATRAVA “ELCARO” HACEAGUAS Su maná de Valencia, donde habría ganado 150 millones de euros, se ha secado. En España está sin proyectos y en EEUU le pasan factura sus retrasos y altos presupuestos. El último revés, la paralización de la Roma olímpica MARTIN MUCHA
as famosas aletas de Calatrava están en un terreno baldío. Los chatarreros se cuelan para robar los trozos que pueden transportar [las piezas enteras miden como cinco furgonetas de largo o más]. Las cerezas de un pastel llamado Ágora, eje estético de la Ciudad de las Artes y las Ciencias (CAC) están allí, abandonadas. Deteriorándose en la parcela donde debían levantarse los edificios que también iba a firmar él, como colofón a su mayor obra a nivel mundial. Una sombría metáfora de su descalabro. El escultor-arquitecto-ingeniero-soñador está, a nuestro pesar, al borde del KO, al menos, a nivel local. Disfrutó de una ventaja autonómica y presupuestaria sin igual. Pero se acabó. El arquitecto español vivo de más altos vuelos, el que más ha facturado en la historia de España —más de 1.600 millones de euros de presupuesto para sus proyectos—, ha reducido su oficina de Valencia a la mínima expresión. Ya había cerrado la de París hace unos años, en EEUU sus proyectos menguan y ya está parapetado en su oficina en Zurich. Incluso su página de Facebook, que alcanza los 185.000 seguidores, está abandonada desde el 2009, año en que la crisis alcanzó la cima... Su nombre aparece en sumarios judiciales [lo que llevó a decir a Cayo Lara que «Calatrava es el puente aéreo entre el Palma Arena de Matas y el Gürtel de Camps»]. Calatrava no tiene proyectos ni en desarrollo ni por desarrollar en su país natal. El grifo español para uno de los más célebres starchitects de los pocos que recibe este calificativo sin ganar el Pritzker —el Nobel de la Arquitectura—, se ha cerrado. «Antes lo perseguían, ahora nadie lo quiere», dice un reputadísimo colega, de su generación, una opinión que se repite en su gremio, sin que nadie se atreva a dar su nombre. Es demasiado el riesgo, Calatrava no deja de ser Calatrava. «El problema es que, con los últimos datos, se ha convertido en si-
L
nónimo de derroche, serios problemas estructurales y de utilización de sus bellísimos espacios», completa. Razones para sostener esta argumentación no faltan. Basta repasar sus obras para darse cuenta de que ellas tienen un sobrecoste tremendo con respecto a las partidas iniciales. La CAC valenciana pasó de 397 millones a superar largamente el millar de millones de euros. Y aún no está acabada. Esa es su norma, presupuestos que suben un 100%, como mínimo. El máximo, lo que la hucha aguante. El hombre que vio la escena del hurto de las alas es uno de los pocos que ha visto un contrato de Calatrava: Ignacio Blanco, diputado en las Cortes valencianas por Esquerra Unida. Desveló que el beneficio habitual de Calatrava era del 12% al 12,5% del coste final. «Incluso si ese aumento del coste es responsabilidad de un mal diseño suyo. Es decir, aunque suene increíble, si la obra cuesta más por su culpa, gana más. Dándole de ese modo un beneficio obsceno. Sólo en Valencia se habría embolsado más de 150 millones de euros». Sus escandalosos budgets le han pasado factura en EEUU. El starchitech, mediante carta, tuvo que abandonar, en 2011, el aeropuerto de Denver, que le pidió que ajustara el precio. De 650 millones de dólares a 500. Prefirió dejarlo, incapaz de asumirlo y seguir «manteniendo la calidad de la construcción». Es extraña esta excusa cuando de lo que más adolecen sus edificaciones es de ello. Dos puentes en Holanda se oxidaron en cuanto los entregó. En Bilbao las piezas del suelo de cristal de su puente se quiebran constantemente. La cubierta del Estadio Olímpico Spyros Louis de Atenas costó 224 millones de euros y se tuvo que reparar tras los Juegos... En 2011, el Juzgado nº 2 de Oviedo, sentenció que Santiago Cala-
trava Valls y su estudio In Hoc Signo Vinces —junto a la promotora Fiaga y la subcontrata Esdehor— debían pagar 3,5 millones de euros por un derrumbe en el Palacio de Congresos de la ciudad. Ni hablar de su magnífico puente en Venecia. Un lugar común. El efecto Guggenheim se buscaba a marchas forzadas en la época del boom. Un paletismo arquitectónico que en España se pagó con dinero del erario. El genio aceptó gustoso. Y sin IVA [según la oposición valenciana, los cheques se pagaban así], pues él, supuestamente, no tendría que rendir cuentas ante Hacienda, al estar la principal sede de su negocio en Suiza. Así, en su momento de grandeza, su oficina tenía unos 50 empleados y otro medio centenar en subcontratas. Ahora no llegaría a la decena [EL MUNDO de Valencia desveló que sólo tiene dos espartanos, la oficina del arquitecto lo niega y no da ningún dato más]. Ingenieros y arquitectos de todo el planeta llegaron para trabajar con el más grande. Ya se han ido. La razón del declive es una sola. No tiene ningún proyecto en desarrollo aquí, en su país natal. Cero. Los que le quedan no tienen visos de futuro. El Ágora no se acabará. Las torres de Valencia, por las que la ciudad ya abonó 15 millones de euros, tampoco. Del Centre de Convencions de Castellón por el que pagaron 2,7 millones de euros no ha habido ni movimiento de tierras... De la torre de ¡353 metros! y la estación del AVE de Huelva ya sólo hay bro-
estar listo en 2012, pero de él queda una maqueta y un inmenso agujero en la ciudad del viento. Otro coloso de acero y hormigón, ubicado en el 80 South Street, en pleno Manhattan. «El derrumbe de los cubos del cielo», tituló un tabloide. Ninguno de los adosados flotantes, se vendió tras el fin de la burbuja inmobiliaria. Mal balance para el arquitecto: de —al menos— ocho proyectos de rascacielos, cinco de ellos en España, sólo ha construido uno. Maravilloso y distinto, el Turning Torso de Malmö, en Suecia, deslumbra. Pero, a su pesar, sigue siendo singular. La semana pasada le ha dado más malas noticias a su despacho. La decisión de Mario Monti de no permitir que Roma se presente como candidata a organizar los Juegos Olímpicos, significa que su Città dello Sport di Tor Vergata, seguirá como esqueleto de hierro ya que aún se necesitan varios cientos de millones para ver su fin. Las primeras cuentas son extremas, el coste de la grandilocuente edificación ha estremecido a Italia. «Había un letrero, ya desaparecido, que señalaba su valor: 136,2 millones de euros... La fecha de entrega suena a broma: 27 de marzo de 2007 [sólo están los cimientos y una cúpula de metal]... En las estimaciones del comité de Roma 2020 se dice que su valor ha subido a 700 millones de euros», ha argumentado el semanario L’Espresso, escandalizado con lo sucedido. «Tal vez alguien ha subestimado el precio inicial. Tal vez se equivocan ahora. Pero, ¿cómo puede una obra estar sobreva-
LUCIÓ EN PORTADAS DE TODO EL MUNDO COMO EL SÍMBOLO DEL BOOM ESPAÑOL. HOY, COMO MÁXIMO EXPONENTE DEL CRACK «TENÍA UN BENEFICIO OBSCENO»... SI LOS COSTES SE DISPARABAN POR ERRORES DE SU PROPIO DISEÑO, GANABAAÚN MÁS
Fue Príncipe de Asturias en 1999. Su asignatura pendiente, el Pritzker.
mas. ¿Está parado Calatrava? No se podría calificar así. Pero su aventura en EEUU no cuajó. Tenía proyectados rascacielos allí, entre ellos el más grande del continente. The Chicago Spire debía
lorada en un 400 por ciento en cinco años?», se preguntan. No han revisado la hemeroteca. El Puente de Venecia costó el triple de lo que se estimó al principio. El tiempo no fue a su favor tampoco.
Debía estar listo en año y medio y tardó 10. El Auditorio de Tenerife se valoró en 24 millones de euros y superó los 80 millones... La estación en Ground Zero ha pasado de un presupuesto de 2.100 millones de dólares a más de 3.000 y ascendiendo. Lo que iba a ser —casi— un monumento a las víctimas del 11-S, ha terminado siendo una escultura del «ego de Calatrava» [The New York Times dixit]. Tanto es así que las áreas móviles, una de las cosas que más seduce de su trabajo —tras el éxito del magnífico Museo de Arte de Milwaukee, una de sus obras cumbre, que deslumbra además de por sus líneas perfectas, por su capacidad de abrir las alas—, quedarán ancladas. Hecho que se repite sin cesar: las de Oviedo, por cierto, quedarán igual de estáticas por errores de construcción. Ese es otro de los males que se sufre al tener un Calatrava. No ver su obra en su magnificencia, sea por no verlas acabadas o por no poder sufragarse los gastos de mantenimiento. Su obelisco dorado en plena avenida de la Castellana, Madrid, sufre por los costes de sostener el mecanismo de 126 motores que hacen girar una columna de 572 toneladas. Eso sin contar con el cañón de 1.000 vatios que iluminan el cielo. Un total de 300.000 euros anuales que hacen que ni se mueva, ni se encienda. Capado por la crisis. Y así sucesivamente.
EN LA «FASHION WEEK» DE NY La semana pasada recibió oxígeno. Tras meses de silencio, se supo que prepara un proyecto para la Universidad Yuan Ze en Taiwan. Su otro foco es Brasil. Está en proceso el Museo del Mañana en Río de Janeiro, donde ya ha puesto su primera piedra. La reticencia de los arquitectos del país amazónico —que ha parido a talentos de la talla de Niemeyer— es enorme. Pero, con la llegada del Mundial y demás, hay fondos para todos. La relación de The Economist con la CAC muestra el cambio internacional al valorar su obra. En 2004 fue la portada, como símbolo del furor económico español. En un reportaje de este mes, se revela como máximo exponente del crack. Valencia está en la ruina y el maestro se va. Pero el arquitecto que aspira siempre al Pritzker, que ha revolucionado el mundo y el concepto de los presupuestos, no ha tenido que vender su palacete en Valencia, ni su confortable residencia en Zurich. Robertina, su mujer, sigue fiel a su lado. Menos aún se desprende de sus tres relojes Patek Philippe modelo Calatrava [sí, es el que usa]. Eso sí, sigue estando de moda. En su inacabado Ágora, las modelos de la semana de la moda valenciana no pararon de fotografiarse frente a él. En la New York Fashion Week, la diseñadora Lela Rose se inspiró en sus puentes y estaciones de tren para su colección presentada hace 11 días. Un magnífico homenaje a su ego.
Nº 854 / CRÓNICA / 7
EL MUNDO / DOMINGO / 26 / FEBRERO / 2012
76, 9 MILLONES. El Ágora nunca lucirá así, con alas. Iba a costar 37 millones y subió a 76,9 (y sin terminar). La Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia pasó de 397 a 1.300.
700 MILLONES. El valor inicial de la Città dello Sport di Tor Vergata (Roma) era de 136,2 millones. Pero el coste se ha disparado a los 700. La ciudad ya no tiene fondos para acabarla.
1.800 MILLONES. Era el precio de The Spire Chicago. Iba a ser el rascacielos más grande de América: 610 m. Debía entregarse este año. En su lugar, sólo queda un agujero.
378 MILLONES. Le «suplicaron» en Denver (EEUU) que edificara por esta cifra el aeropuerto de la ciudad y que «ajustara» su presupuesto inicial de 468 millones. No aceptó.