ELMUNDO / Nº 792
CRONICA /19/12/2010 EL GORDO / La «suerte» de los 12 hermanos Gonzaga: han dado 1.082 millones en la Lotería de Navidad, pero viven con sólo 1.020 euros al mes/ 4 «ADIÓS PAPI» / Así llaman en Filipinas a los 52.000 bastardos que dejó tras su marcha la Marina de EEUU. Muchos viven de la prostitución / 8
UN MILAGRO. La madre, de 20 años, sostiene a su hija, nacida el domingo pasado. Es el primer bebé parido en aguas del Estrecho. / JESÚS GARCÍA HINCHADO
LAPATERAFUESU PORTALDEBELÉN En la pulsera del bebé aparece el nombre de la madre: Judith Patera-1. Happiness, como la han llamado, nació en plena mar, en el trayecto entre Tánger y Motril. La joven nigeriana salió hace más de un año de su país
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«El CAYUCO era una guardería. Un paritorio. En estos años hemos rescatado a 4.000 personas y nunca había vivido algo así», dice el patrón de Salvamento MARTÍN MUCHA
n el rostro de Judith se ve la serenidad de una virgen de pesebre. Observa el piececillo de su hija, Happiness. Al ver como mueve sus deditos de recién nacida, la tranquilidad de su sueño, resulta imposible creer que, hace unos días, ese bebé robusto haya nacido en una patera. En un bote hinchable donde apenas cabían 37 personas. Esta chiquilina tiene su pasado, su origen, escrito en un rotulito de plástico que cubre su tobillo derecho. Se lee, sin dificultad. «Nombre y Apellidos de la madre: Judith Patera-1. Fecha de nacimiento: 12/12/2010». Debería añadir: milagro. Los pasillos del hospital Santa Ana de Motril, Granada, tienen luz blanca, de esa que te obliga a parpadear repetidas veces. En los paneles informativos se repiten los motivos navideños. Los villancicos suenan en las radios de guardias de seguridad y enfermeras. Excepto en una, donde se escucha una canción, de esas existenciales, de Enrique Morente, recién muerto. «Donde habite el olvido [...]/ Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,/ Disuelto en niebla, ausencia,/ Ausencia leve como carne de niño». Durante la senda hacia la habitación 310, tercera planta, uno se va encontrando con niños saltando, cochecitos... Futuras madres preguntando por la epidural o sobre el parto bajo el agua. En un cuarto con dos camas, al lado de una ventana por la que entra luz solar, está Judith, la madre de Happiness [Felicidad, en inglés]. Descansa solitaria. Su preciosa piel ébano contrasta con la blancura de las sábanas. Luce recuperada, aunque los médicos dicen que padece anemia. Mira a la ventana, como buscando el mar. Sin ser consciente de que ella y su hija son noticia de primera plana. Nunca en las aguas del Estrecho se había producido un alumbramiento a bordo de una patera [el pasado domingo]. —Qué quieres que te cuente la historia de mi vida, es muy larga y triste —dice. Sus labios dibujan una media sonrisa, moviendo apenas la comisura de sus labios. Coge a su hijo. Lo saca de la cuna transparente y lo sostiene con fuerza. Es la vida que ni el mar, ni el infortunio le pudieron arrebatar. —¿Cuándo comenzó tu viaje? —Hace más de un año, en Sapele, Nigeria. Ella se comunica con rotten english, una variante del inglés mezclado con una lengua nativa de su país, el pigdin. Por ello es necesario repetir las preguntas varias veces. Una nueva dificultad aparece cuando se le plantea escribir su
E
El pie de Happiness, en el que se identifica a su madre como Judith Patera-1. «Crónica» entrevista a la joven en exclusiva, / REPORTAJE GRÁFICO: JESÚS GARCÍA HINCHADO
apellido. No puede. No sabe. —Judith Ekaye es mi nombre completo. Nunca fui a la escuela. No podía. No teníamos cómo. Tengo nueve hermanos y salí de Nigeria cuando mi padre murió en un accidente de moto. No tenía nada y
con esa pérdida tenía aún menos. Durante la plática hace largos silencios. Durante ellos contempla fijamente a Happiness. Se entretiene con sus manitas. Las enfrenta permanentemente a las suyas. —Nací hace 20 años, o eso creo.
CINCO MUJERES RODEARON A JUDITH. LE CORTARON EL CORDÓN UMBILICAL CON UNA HOJA DE AFEITAR DE LAS ANTIGUAS LOS PADRES DE HAPPINESS, ANALFABETOS, SALIERON JUNTOS DE SU PUEBLO. ELLASE QUEDÓ EMBARAZADAEN EL CAMINO
En su recorrido de más de doce meses atravesó más de 5.000 kilómetros. Muchos de ellos a pie. Le acompañó su marido, John Emmanue, cuatro años menor que ella. Compartían muchas cosas. Ambos no tenían razones para quedarse. Vivían miserablemente en Sapele. Él en fábricas de ropa donde le explotaban. Ella, haciendo lo que podía para ganarse la comida. Decidieron huir por una muerte. Su destino soñado era Europa. —¿Se arrepintieron durante ese viaje? —Muchas veces. Cuando no teníamos qué comer, que eran menos que las veces que no teníamos qué beber. —He estado en África y existen ocasiones en que sólo ves arena, una ruta infinita de dunas, todo parece igual... ¿Cómo se orientaban? —No sabíamos donde estába-
mos [iban siempre hacia el norte, guiándose por el sol y otros inmigrantes]. Pero sí, había veces en que sólo había desierto y desierto. Y nadie nos daba agua. Sobrevivimos bebiendo nuestro propio pis. El mutismo ya no es sólo suyo. Conmueve escucharla relatar su viaje, sin apenas inmutarse. Ella vuelve a echarse en su cama. No se pone de pie. Debe rondar los 165 centímetros de estatura, delgada pero de músculos firmes. Acaricia la cabeza de Happiness. —Quedé embarazada durante nuestro camino a España. No consigue explicarse con precisión. Pero se puede entender que tras salir de Nigeria cruzaría a Benin. Después a Níger. Atravesaron la enormidad de Argelia. Hasta llegar a Marruecos. Embarazada, habría recorrido, al menos, 4.000 kilómetros. Se enfrentaron a trafican-
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tes humanos, a extorsionadores, a raterillos, a toda clase de felones y malandrines. Ella y John llegaron a Tánger, su último punto en África. —Al ver el océano lloramos, reímos. Rezamos como siempre lo hemos hecho. Somos cristianos. Era casi el final del viaje. Al ver el mar del lado este del Estrecho de Gibraltar, sabían que todo empezaba y terminaba en una patera. Sentía ciertas contracciones, pero no era el momento de rendirse. Ver a otras madres embarazadas, a varios niños y bebés, le dio tranquilidad. Iban todos de pie. —La travesía duró día y medio o dos. No más... No sé. Sólo recuerda que cuando ya iban a llegar, rompió aguas. —Pensé que perdía a mi hija. Tuve miedo. Vi la muerte llegar. Recuerda poco más a partir de entonces. Las respuestas a lo que sucedió después, el nacimiento de Happiness, un suceso que ha dado la vuelta al mundo, lo relata mejor Gloria Erhunmwuner Emwanta, 19 años, quien luce panza de cinco meses. Ella la asistió en el parto. La encontramos en el Puerto de Motril, a punto de ser trasladada a un centro de la Cruz Roja. Ella, pícara y sonriente, relata lo que sucedió con sencillez. —Hicimos un círculo en el centro del bote y con la ayuda de cinco mujeres dio a luz. Al ver la patera resulta inverosímil. Es una embarcación verde oscura extremadamente pequeña para llevar 37 personas. Se ven los restos de vida que allí hubo. Un biberón, zapatillas sin par. Y las prendas con las que los compañeros de odisea arroparon a la bebé que nació en las aguas. —Ella estaba asustada. La arropamos. Pedí una cuchilla de afeitar [no de las nuevas, de las antiguas, de doble hoja]. Con eso le cortamos el cordón umbilical. Lo hice yo. La improvisada matrona lo cuenta risueña, cual pequeña que ha hecho una travesura. —¿Después el nudo del ombligo lo hizo usted? —Sí, con estas manos. Carcajadas. Ocurrió cerca de la isla de Alborán, a unos 50 km de la costa peninsular. No había grandes olas, pero los hombres tenían que hacer equilibrio para hacer espacio en la embarcación paritorio. Ocurrió el domingo 12 de diciembre. Y la odisea sólo comenzaba. Quedaron a la deriva. Cerca pero inmensamente lejos de la orilla. Enrique Garberí, patrón del barco de Salvamento Marítimo Salvamar Hamal, recibió un aviso a las tres de la tarde. Se dirigió al rescate junto a una avioneta que debía ubicar el punto exacto de la patera.
Estaba a punto de encallar. No podían acceder a ella. Avisaron a los militares que habitan en la isla. El sargento primero de la Armada Carlos Trujillo analizó la situación. Se ató un cable a la cintura. Y fue en busca de los casi náufragos. Su plan era rescatarlos uno a uno. No había medios allí para una operación de ese tipo. Pero junto a los 11 hombres del destacamento militar consiguió llegar a la barca. Al llegar cerca de cubierta, los africanos le acercaron, primero, a Happiness, la recién nacida. «El cordón umbilical estaba aún caliente», señaló Trujillo. Estaba asombrado por la situación. Sus hombres tiraron de la cuerda y lo regresaron a tierra. Al ver al bebé no sabían qué hacer. Trujillo sacó a todos. Cuando le tocó salvar a Judith se dio cuenta de su estado. «No se podía ni mover». Tras dos horas en el agua, con sus subordinados magullados y con hipotermia, logró sacarlos a todos. Los inmigrantes tuvieron que subir un acantilado de 20 metros de altura. El bebé apenas se movía. Judith, inmóvil y casi desmayada. Nadie reparaba en John, el padre. A las 19:30, el barco Salvador Hamal llegó al pequeño amarre de la isla. Su patrón no lo podía creer. —Me asombré. El cayuco era una guardería. Un paritorio. Con una historia increíble. Un milagro. De las 4.000 personas que hemos rescatado en mis años como patrón nunca había vivido algo similar. Entre tanta tristeza, es bueno ver vida, esperanza. Era una patera alegre. Nos lo cuenta mientras sube a su barco. Describe con un movimiento dónde se suelen situar los rescatados. Pusieron rumbo a Motril. Eran cinco personas en su tripulación, cuatro de Salvamento Marítimo y un guardia civil. —Nosotros rescatamos a los tripulantes de una patera en la que embarcaron 37 y descendieron 38 [19 varones, 13 mujeres —siete embarazadas—, seis niños y bebés]. Temíamos por la salud del bebé. Fue clave la intervención del compañero de la Benemérita. Carlos Puche es su nombre. Alto, cuarentón, bonachón, un paladín malagueño. Tomó una decisión fuera de cualquier protocolo. Cogió a el bebé que parecía inerte. Lo abrazó primero. La apretujó contra su pecho. Así lo tuvo hasta que lo escuchó llorar. Un llanto firme, sostenido. «Dio pataditas». Y volvió a su sueño. «Sentí alegría, estaba viva». Lo supo al sentir sus piececitos estrellándose contra su pecho. Padre de dos hijos, Carlos sostuvo a la pequeña de 3.608 gramos hasta que la entregó a la Cruz Roja. La médico de esta organización, Miriam Alcántara, apenas llegó a
La patera-paritorio donde viajaron 37 africanos rumbo a España. Cuando llegaron eran 38. Todos fueron rescatados con vida el pasado domingo. También Gloria y su hijo Destiny, uno de los seis niños y bebés del pasaje.
puerto fue a socorrerla. Se sorprendió inicialmente de la manera en que las matronas de la patera ayudaron a Judith. —Y todo estaba bien. Ellas saben de estas cosas por naturaleza. Además son fuertes y valientes. Sólo tuve que poner la clásica pinza en el cordón y al hospital. Happiness pasó la primera noche de su vida en tierra en una in-
EL VIAJE: «A VECES SÓLO HABÍA DESIERTO YARENA. SOBREVIVIMOS BEBIENDO NUESTRO PROPIO PIS» EL PRECEDENTE: EN 2002, UN BEBÉ NACIÓ EN UN CAYUCO QUE LLEGÓ ACANARIAS. NIÑAYMADRE NO FUERON EXPULSADAS
cubadora. Su madre fue internada. Desorientada. Durmió sobre una cama después de varios meses. John, el padre —como los otros varones— cayó en el Centro de Inmigrantes de Motril [el que ha sido denunciado por la oficina del Defensor del Pueblo y recomendado su cierre o remodelación]. Judith, en su encuentro con Crónica, recuerda a su John. No le ha visto desde que fueron rescatados. —Quisiera que estuviera aquí. El futuro de los tres es incierto. Fuentes de los Ministerios de Justicia y de Trabajo e Inmigración aseguran que Happiness no será española sino nigeriana. Y sus padres podrían ser repatriados. Eso no lo sabe Judith cuando hablo con ella. Espera poder trabajar pronto. —Puedo hacer lo que me pidan. Soy fuerte y aprendo rápido. Existe un precedente al caso Happiness. Su nombre es Sheima. También nació en altamar en 2002. Llegó a Las Palmas, en el quinto intento de su madre Fatiha Nadir.
Veinteañera como Judith, entonces también se dijo que se la expulsaría. Pero no. Sheima, ya con 8 años —escolarizada y radiante— y su madre siguen viviendo en España. Son tantos los sueños de Judith que calla cuando se le pregunta. Son simples y básicos. Humanos. Pero por esa razón escarapelan la piel. «Ver a John». «Trabajar». «No volver». «Un plato de arroz». «Saber leer y escribir»... [Es bueno señalar que ha recibido muchas ofertas de ayuda, de casa, por gente conmovida por su situación]. El atardecer acaece en Motril. La luz cambia de color. Sus ojos oscuros adquieren una tonalidad café intenso. Su serenidad de virgen de pesebre, se acentúa con la imagen de Happiness, estática —por instantes— en su cuna de metacrilato. Es un particular pesebre, sin padre. La chiquitina mueve sus piececitos de rato en rato. Los mismos que le probaron al guardia civil que estaba viva. Que es un milagro consumado.