24 minute read
DES)AMOR A LA MADRILEÑA Desvela-
from ESP_ytinav082021
by aquiaqui33
PRESEN TA A (Des) ) amormor a laa la laa madrileñadil ña
Lleva la mitad de sus 31 años haciendo música. Fue rapero, trapero y hoy ejerce de crooner cañí. El Madrileño, antes C. Tangana, es el fenómeno (y el negocio) musical del año. SILVIA CRUZ LAPEÑA habla con él para desvelar un universo personal donde conviven cubos de langostas con críticas al sistema, feminismo con strippers, lo mainstream con Nietzsche y un disco extraemocional con un hombre de gesto duro.
Advertisement
L A B UEN A V IDA El Madrileño viste camisa de Mans Concept Menswear, pantalón de Late Checkout, mocasines de Gucci, reloj Daytona de Rolex y sortijas de Ansorena.
P
TIEMPO DE LECTURA:18’
SERI EDAD REFRESCA NTE En la otra pág., el compositor lleva camiseta de Études y pulsera de Tiffany & Co.
or amor he sufrido lo normal. ¿Que cuánto es lo normal? Se sufre en una proporción directa a la que se disfruta”. Parco y pícaro, así resume su vida sentimental el compositor del gran éxito musical del año. Antón Álvarez Alfaro (Madrid, 31 años) es El Madrileñ o, título del disco y nuevo sobrenombre de C. Tangana. “Mi cabeza ya está en el siguiente proyecto”, avanza el autor del estreno en español más escuchado en Spotify: más de cinco millones de personas lo pincharon el día que lo publicó, más de 2 7 millones en la primera semana y sus 14 temas entraron en el top 30 de la plataforma a la vez, algo que solo había conseguido Bad Bunny. Antón no tiene un Grammy pero sí discos de oro y platino en España, México y Estados Unidos, lo que da una pista de cuál es su objetivo: el mundo. Los récords, sin embargo, dice que cada vez le importan menos. Y parece verdad.
A la entrevista llega puntual, con dos personas de su equipo y las ojeras marcadas. Lleva semanas hablando de ese álbum que lo ha elevado ante la crítica y lo ha convertido en el tercer español en actuar en Tiny Desk, programa de la radio pública estadounidense. Entre todas las preguntas que le han hecho hay muchas sobre sus artistas invitados, pues en el elenco cuenta con leyendas vivas, como Toquinho, y otras injustamente tratadas, como los Gipsy Kings. También algunas sobre su pasado como rapero, como trapero, de sus polémicas, y bastantes, sobre su ex: Rosalía. Del éxito de ella nunca ha reivindicado nada, a pesar de que firmó 8 de las 11 letras de El mal querer, trabajo que la lanzó al estrellato. Cualquier referencia a la cantante, sin embargo, se interpreta como un ataque, aunque un repaso a sus comentarios demuestra que lo que más ha hecho él ha sido criticar a quienes ven a la catalana en todo (vídeos, letras y alus ion es) lo que hace el Madrileño. “Ya se hartarán”, dijo la última vez. Y como yo me harté hace tiempo, decido aprovechar las horas con Pucho (así lo llaman en la distancia corta) para conocer a un hombre al que se ha definido como “malote”, “chulo”, “macarra”…
No será fácil porque no se conoce a nadie en un día, por el cuidado que pone en que “los titulares no tengan más protagonismo que el disco”, por la desconfianza que le produce la prensa y por la dificultad de retratar a un personaje tan sobreinterpretado que todos sus planteamientos (letras, estética, imaginario) se entienden como reacciones a alguien o a algo y hasta su cara se analiza como si fuera más que el espejo del alma. Solo un ejemplo: un psicólogo dijo en Vice que utilizaba su gesto triste como herramienta de marketing. Él, hijo de periodista, sabe esas cosas y cómo funcionan las entrevistas. Por eso lanza lo que me parece un dardo: “El 95 % de las personas se acerca de la misma manera a un famosete”. El tiro no me toca, pero tomo nota; también cuando niega ser vanidoso, respuesta que me ha dado el 95 % de los famosos que he entrevistado en una cabecera que lleva el elocuente nombre de Vanity Fair.
Está acabando junio, está nublado y el verano se resiste a llegar con la misma testarudez que la pandemia en irse. Cuando aparece, Pucho ofrece el puño a modo de saludo, un gesto que no sé si es rapero o pandémico. Su chándal gris y mi gabardina oscura me hacen dudar de que salga el sol y de la pertinencia de que en la portada del verano del amor y la esperanza salga alguien que se define como un pesimista radical. Uno que me cita a Maurice Blanchot, autor de Thomas el oscuro, una novela sobre el vacío existencial que deja la muerte. Pero que ese libro aborde algo terrible no lo hace menos conmovedor, y es lo que ocurre con todo e l
“Por amor he sufrido lo normal. ¿QU QUE CUÁNTO ES LO NORMAL? AL?E C NTO ES LO N
Se sufre en u e en una proporción dna pr ón directa a la que se disfruta”irecta a l e se disfr ffrut
desamor y el desencanto que hay en El Madrileño: que es profundamente humano. Visto así, mi temor empieza a disiparse, también al recordar la forma en que Pucho ha sido capaz de poner a bailar a un mundo en pandemia.
El confinamiento lo pasó en México con su novia, la fotógrafa chilena Rocío Aguirre, parte de su equipo de trabajo y un año mayor que él. Juntos rodaron cuatro capítulos de Vuelve a casa, vídeos que colgaron en YouTube donde narraban las dificultades del cantante para salir del país y confirmaban su relación. Luego se arrepintieron, ella volvió a sus fotos; él, a su música y a la reserva que aplica a lo relativo a sus parejas. A pesar de tener un disco en la nevera, lo que sí salió a la luz con fuerza de esa cuarentena fue El Madrileño, un trabajo en el que se oye bachata, rumba o son cubano envueltos en autotune, herramienta que se usa con fines artísticos o para disimular defectos de sonido y voces cortitas. La de Pucho, lo reconoce, es una de ellas, pero a compensarlo también le ayudan en el disco cantaores como Niño de Elche o fieras, vocales y escénicas, como La Húngara.
ecordar es unir y eso es lo que hace Pucho en R este disco. Lo logra enlazando el pasado con el presente y los dos lados del Atlántico. También recopilando iconografía, tradiciones y versos (Semana Santa, cocido, copla) con orgullo patrio, no con patriotismo rancio. “El otoño, el invierno y la primavera / llega el verano, vida mía / y no te tengo a mi
vera”, canta él. Lo hace con poca voz, sí, pero invita al baile y las nubes se alejan. Así que sí, El Madrileño es perfecto para este estío de la esperanza, pues la vida y el amor con y sin virus también son eso: una decepción tras otra, un comenzar de nuevo, una adaptación constante. Antón lo sabe bien, por eso cambia de nombre: Crema, el Ídolo, C. Tangana… “Nadie es la misma persona con 15 años que con 30, y yo trato de que conviva el artista con quien soy para sentirme a gusto, no en un disfraz. Cuando descubro quién quiero ser, me convierto en él. Luego, llega el desencanto. Y empiezas otra vez”.
Ante la cámara, eleva la barbilla, desafiante. “Me es más natural hablar. Posar es trabajo”. Charlando, mira a los ojos y solo desvía la vista cuando se aburre. La risa y la sonrisa no son una cortesía sino un diálogo: brotan o las devuelve si él también recibe algo. O con las travesuras: como cuando riega a los presentes con la manguera que le dan para que pose y es la única vez que se intuye al niño. Salpica las frases con un carraspeo más grave que su voz. No participa de las interjecciones (¡oh!, ¡ay!) que provocan a su alrededor los pollitos que ponemos en sus piernas para las fotos. Más que tierno, parece protector. No es borde, es seco, castellano. Y serio, un rasgo de carácter poco valorado entre tanto emoticono.
La preocupación por la probabilidad de lluvia no le afecta y en seis horas de sesión mira tantas veces al cielo como al teléfono: ninguna. Me acerco, observo su peinado y veo las primeras canas asomando. Parece tener más de 30 años. No por el físico, es que choca tanto aplomo.
También crece rápido. Sus ritos de paso pasan veloces. Si C. Tangana era el chico del “follar, fardar y farlopa”, el Madrileño prefiere una fiesta en casa. “Todo va más rápido hoy”, dice cuando le hago ver que uno de sus referentes en el disco, el coplista Pepe Blanco, no pudo grabar su primer álbum hasta los 31 años, la edad que tiene él. También las vacaciones son ahora más comedidas: “En un sitio donde llevar a los míos, un pueblo pequeño de costa, tranquilo con pocos turistas. No te digo a cuál, que quiero seguir yendo y ahora hasta en esos sitios se arma follón cuando aparezco”. Nadie extraño lo rodea. “Juntos desde el año menos uno” , dice Javier Ruiz, fotógrafo encargado de su imagen, y recuerdo los chats con Kigo, su mánager, para llegar hasta aquí y la mezcla de profesionalidad y cuidado que practican. Nunca sobreprotección ni darle trato de divo.
Ese equipo es parte de su familia. A la de sangre no logro arrancarle ni una frase. Tampoco a la arquitecta Elena Alfaro, firma en la revista Letras Libres y hermana de su madre, pero lo intento porque esa es otra clave para entender a Pucho: la importancia de los suyos. “A Kiko Veneno, Jorge Drexler o Andrés Calamaro los escuché por mi padre”, cuenta sobre sus
artistas invitados, preferencias musicales de Antón Álvarez, periodista económico que empezó en La Voz de Galicia y trabajó en diarios como Cinco Días y Expansión y hoy asesora en temas de comunicación. En otra consultoría trabaja su madre, Patricia Alfaro, maestra y experta en temas de educación infantil. Con ellos y Ana, su hermana 11 años menor, se crio en el barrio de Puerta del Ángel. “Me independicé a los 18 años”. ¿Se sostenía económicamente? Asiente y habla de sus trabajos en franquicias de comida rápida, call centers o la editorial Anaya.
“Era una puta mierda”, responde cuando quiero saber cómo llevaba un tipo de trabajo que conozco. “Como podía pasar con poco, creía que podía alternar el curro con la música. Pero no era Kafka, y después de una jornada frustrante, estaba amargado y la inspiración no era posible”. Algunos critican la ostentación de lujo y dinero que hace en sus vídeos y letras aunque lleve un tiempo alternando la ropa de firma con la de segunda mano que compra en Humana. Y a la vez, anima a la gente a superar la defensa de clase. “He ido a sindicatos, pleiteado con jefes y entiendo el orgullo de pertenecer a la clase obrera, pero en lugar de pensar en cómo mejorar las condiciones de trabajo, me gusta que la gente se busque
“No creo en la democracia representativa. SOLO VOTO SI TSOLO VO OTO SI TENG ENGO M O MIEDO. IEDO
Me niego a estar en ningú i ún bando”
U N B UE N G OLPE A la dcha., Antón luce camisa de Magliano, camiseta de Lacoste, pantalón de Dior Men y mocasines de Christian Louboutin.
la vida de otra manera que no implique estar bajo las órdenes de siete patrones”.
Su familia le dio una vida de clase media donde los veranos transcurrían en Nigrán y Vigo, ciudad de su progenitor. También iba a Sevilla, donde viven algunos parientes de su madre, que tiene 14 hermanos. “Es una familia muy grande y muy unida”. Le pido que me cuente una Navidad y sonríe: “Con consomé, jamón y carne en salsa. Y con emoción, porque cuando mi tío Jesús Rico dice unas palabras y recuerda a mi abuela, todos nos emocionamos”. Solo una vez ha faltado. “De adolescente, porque unos tíos me invitaron a un viaje a África y no quise perdérmelo”. Me chivan que esas noches los Alfaro celebran el amigo invisible. Y que en 2018 su regalo estuvo relacionado con Operación Triunfo. Fue el año que Pucho llegó al show, cantó y ni se despidió, provocando un revuelo en las redes y en la prensa. “Ellos me ofrecieron un programa, yo les ofrecí un personaje controvertido y cada uno pues jugó su partida”, le explicó a Alicia Álvarez en Making Flu$, de Yung Beef a C. Tangana o Rosalía: la historia de la generación musi-
cal más excitante de nuestro tiempo. Lo que puso de manifiesto alguien que había criticado el programa previamente fueron al menos dos cosas: que OT también aprovechó la polémica y que él no pretende cambiar el sistema. “Intento conocer bien las reglas para poder jugar con ellas. Los outsiders no existen. El sistema es como una enfermedad incurable: no puedes cambiarla, pero puedes aprender a convivir con ella”. —¿Y en ese sistema con qué político tomaría un café? —Con cualquiera que haya abandonado la política. —¿Iría en la lista o apoyaría a algún partido? —Siempre he rechazado cualquier propuesta. —¿Vota? —Solo si tengo miedo. No creo en la democracia representativa y me niego a estar en ningún bando. —¿Equidistante? — No, creo. Equidistante es quien quiere llevarse bien con todo el mundo. Yo me llevo mal con todo el mundo. —Afirmo que lo niego todo.
Hacer y decir lo que quiere es parte de su carácter, también de la escena de la música urbana, donde muchos aprendieron a hacer música con un ordenador y las redes sociales como únicas herramientas. Así lo analizan las autoras de Making Flu$ cuando dicen que si muchos se atrevieron a todo es porque no tenían nada que perder. Pero cuando empezaron a ganar (dinero, seguidores, influencia), las discográficas temblaron: su papel de intermediarias era cada vez menos relevante. Es el mismo motivo por el que para llegar a él de tú a tú tuve que ir por otro cauce: el de una amiga común, alguien que abra la puerta, pues algo parecido a lo que les pasa con las disqueras les pasa con la prensa.
¿Por qué no le gustan los periodistas?, insisto y me cuenta que discute mucho con su padre, que le dice que acepte las normas del oficio, pero él cree que el oficio de su padre necesita renovarse. “Antes los diarios eran los que adelantaban contenido, pero hoy el público puede llegar a mí y a mi trabajo por otras vías”. También le molesta el clickbait (titulares tendenciosos que buscan muchas visitas) y es lo que le hace tener la sensación de que nadie “tiene ni puta idea” de quién es él. “El clickbait da visitas, no necesariamente un buen relato”, explica un tipo que ha abandonado las declaraciones incendiarias (llamó gilipollas al rey en el Primavera Sound de 2018) y sabe, a pesar de su tono de voz monocorde, cómo mantener la atención
“Intento conocer bien las reglas para poder jugar j r con ellas. LOS ‘OUTSIDER LOS‘OUTSIDERS’ NO ES’ NO EXISTEN. XISTEN
El sistema es como una enfermedad incurable”
CROONER CAÑÍ A la izda., con camisa de Late Checkout y colgante de Chopard.
¿DEMASIADAS MUJERES?
Al Madrileño lo han entrevistado casi siempre hombres. También eso es el sistema que él critica. Ahora siete compañeras le toman el pulso.
La periodista moso le pregunta si no teme que su reivindicación de la España cañí entronque con la extrema derecha. Él, algo fiero, contesta: “La diferencia es que no me relaciono con eso, soy eso: el cafetito con leche en el vaso de Mahou; el mus; una forma de hablar; el vínculo con la copla… Los reivindico para que no me los quite nadie: ni un fascista, ni un comunista ni ninguna ideología que se invente en el futuro”. Esa es una de las cuestiones que le plantean a Pucho siete periodistas a petición de Vanity Fair, tras ver que en 25 entrevistas consultadas para realizar esta, solo seis las hicieron mujeres. Un dato extraño en un país,
España, donde ellas acaparan el 6 3 % de las titulaciones en Periodismo. Pero en las secciones de música, programas de televisión estrella y grandes redacciones quienes
de su interlocutor. Lo logra colando en el discurso a “un misterioso mecenas portugués” de quien no me dice el nombre. O cuando me cuenta cómo conoció al director artístico de El Madrileño: “Fue en Las Vegas. Tocó a la puerta de mi hotel a las nueve de la mañana con un bucket de langostas y unas strippers. Así conocí a Santos Bacana”.
Es un hombre clave en este disco, del que le prendó su aire de “personaje medio frustrado, expatriado, que tiene una estética de su país, por el que siente nostalgia”. Santos fue el catalizador de lo que siempre quiso hacer con la música española y con la latina. Y hacerlo en grupo, pues mientras habla, su gente lo supervisa todo sin crear complicaciones. Es parte del éxito de Pucho, un tipo que piensa como un artista pero ejecuta sus planes como un hombre de negocios en Little Spain. “Me cuesta definirla como una productora al uso”, dice de la empresa que comparte con Bacana, la fotógrafa Cris Trenas y la productora María Rubio. Lo que me explica del funcionamiento concuerda con lo que Mary Ann Caws cuenta en Encuentros creativos: lugares de reunión de la modernidad sobre las colonias de artistas del siglo XX o los macchiaioli del café Michelangiolo de Florencia, colectivos que “comparten temas, modos de vida y de crear —o incluso de pensar— para potenciar su creatividad y trascender su individualidad”. La autora detectó en todos un elemento común: la mesa, soporte físico y símbolo que conduce “a otras superficies como el lienzo o la partitura”. ¿Recuerdan la actuación en Tiny Desk con el DJ Alizzz o Antonio Carmona alrededor de una?
se lienzo es en el caso de Antón una panta-E lla, pues lo que ha hecho Little Spain, entre otras cosas, es producir “los videoclips más caros de la historia de España”. Habla de dinero sin pudor a la vez que emplea términos como “trascender”, “impactar emocionalmente” o “cambiar una estética”. No hay duda: es más artista que cantante. “La música es algo que se me cruzó. Y si digo artista es para que se entienda, pero es una palabra errónea, sacralizada, como si yo tuviera unas características espirituales e intelectuales distintas a otras personas”, comenta el chico que estudió Filosofía pero no se olvida nunca de volver al suelo: “También hay que pagar facturas”. Nombra a Blanchot, pero cosas que dice y hace
mandan son ellos. Antón acepta nuestra propuesta y escucha las preguntas con atención, la misma que pone al responderle a arcos, quien quiere saber por qué cree que a alguna gente lo de honrar el pasado le huele a rancio. “Porque les suena a nostalgia, pero yo no soy nostálgico, yo recupero cosas, pero miro al futuro. Ahí está el truco”. Por su parte,
B a
ose interesa por unas declaraciones en las que aseguró que solo le llaman la atención los artistas que han cambiado el universo. “¿Qué ha cambiado usted?”, inquiere. Él responde acotando el radio de acción a España y a la industria: “Por ejemplo, la relación con la música: alguien con 17 años sabe que puede hacer dinero con ella”. En esta pregunta, como en esta etapa de su vida, emplea un tono menos desafiante que en el pasado, pero apelando a su condición de enfant terrible. ncho dispara: “¿Qué papel juega la soberbia, no solo en su carrera, sino también en su vida?”. Dice que ninguno: “No me gusta quien
me recuerdan más a Nietzsche. “Me encantaba en la carrera. Es la raíz de la posmodernidad, el pensador más artístico, el menos científico”, se explaya mientras convenimos, siguiendo el hilo del alemán, que El Madrileño es un disco dionisíaco, por lo disfrutón, aunque sigue habiendo en él mucha ruptura y mucha mala mujer. Llega el momento de hablar de feminismo.
De “Cuando yo haya terminao te la puedes coger / de momento esta es mi puta y me la voy a joder” que cantaba en Caballo ganador a “Yo me creía que era el más cabrón, pero me estoy notando el corazón” de hoy hay una evolución. “Darme cuenta de la desigualdad no fue un golpe, sino algo paulatino: oír a mi madre y a mis tías decir que a mi abuela le habría gustado trabajar toda la vida, salir con las primeras chicas y darme cuenta de que sentíamos de manera distinta, aprender la diferencia entre la seducción y el amor…”. Ahora sí cita a una ex: Marta Echaves, quien le dio a leer Teoría King Kong, de Virginie Despentes, autora posfeminista. “Marta me insistía mucho en que el deseo también se educa”. Entiende, dice, que la responsabilidad caiga sobre el hombre, pero que no los puedes meter a todos en la cárcel. “El machismo está en todo, no solo en la cabeza y la polla de los hombres. Tampoco vale decir ‘es culpa de todos’, porque así nadie asume su responsabilidad”. Su reflexión va más allá de las mujeres. En 2017, El Palomar, grupo de defensa queer, usó
BESOS , T ER NU R A El Madrileño lleva camisa de Behen, pantalón de Acne Studios y anillo y pulsera de Bulgari.
como himno su Pop Ur Pussy y la colaboración continuó con una entrevista que les hizo él. Es el único tema con el que calla antes de responder. “Es una conversación abierta, no me vale que digan ‘estas son las conclusiones”. No parece un camorrista, pero en una sociedad polarizada un sinónimo de la polémica es el matiz. Se acaba el tiempo. Dice que se siente escritor y recuerdo un parecido que pensé al oír por primera vez su disco: Manuel Alejandro. Por el derrotismo encantador, porque es más malhablado que el autor de Yo soy aquel, pero igual de certero, y por la carga sexual, más evidente en el joven, pero equivalente a la del veterano, que le compuso a Rocío Jurado un tema que incluía una masturbación. Tampoco él empoderó a la mujer de entrada. También él dio alas al macho, al confiarle lo mejor de su pluma a Julio Iglesias. Y lo hizo con una protección que no tiene Tangana: otros cantaban sus letras. Al irnos, ya no me ofrece el puño cerrado sino un abrazo. En casa llamo a una compañera mayor que yo para saber qué piensa de Tangana: “¿Quién?”, responde, pide que la informe y yo le tarareo un verso suyo. “Puchito, ¿cuál es la maña?’ Sin cantar ni afinar, pa que me escuche toa España”. Al otro lado, mi colega ríe y dice: “No se lo pierdan”.
ESIGN: T D E . S AUKAMP A L LAUDI : C STILISMO E DE E SISTENT . A ALLEJA R C SCA S Y Ó ÍO N R DRIÁ : A OTOGRAFÍA S DE F ASISTENTE
No la compuso con la intención de que fuera “un pensamiento profundo sobre feminismo, más bien es un paso, un darse cuenta”. ¿De qué? “De que te gusta ella porque es fuerte”. Como él me cita a La Tana como una cantaora con las que le gustaría colaborar, entra en la conversación ra o, periodista experta en flamenco. Lo hace recordándole que Enrique Morente se definía a sí mismo como la voz de los huesos, el mestizaje y la libertad. “¿A qué suena la voz de Tangana?”. Él no duda. “A lo que suenan mis palabras. Yo tengo la voz justita justita para cantar lo que escribo. No puedo coger una cuarteta de Federico García Lorca y hacer algo increíble, como hacía Morente. Yo solo puedo cantar las cosas que escribo”, dice en un tono más dulce y sosegado Pucho, que se lamenta de que a Estopa, a quienes pidió colaborar en este disco, no les cuadrara la propuesta. Ya en ese registro, me permite a mí una última pregunta impertinente. “¿Cómo es que no hay ni una referencia al gitano madrileño más tierno, más cañí y más artista?”. Y, sin precisar más pistas, el Madrileño sonríe y responde: “Claro que quise que estuviera Manzanita. Su versión de Un ramito de violetas estuvo encima de la mesa todo el tiempo, pero esta vez no pudo ser”.
Tangana cita a raperos
Cobvios como Drake o The Notorious B.I.G. y a grandes figuras perdurables como Andy Warhol, Salvador Dalí, Bob Dylan, incluso a Miles Davies y su álbum Kind of Blue (1959). Pero que no pase desapercibido: Antón [A.K.A. C. Tangana] dijo en Mixtape, programa de RTVE, que de ser una folclórica, desearía convertirse en la Pantoja. Antón Álvarez es muy consciente de que al exponerse ante el público con su gran abanico de pieles, sus señales oblicuas se pueden interpretar en multitud de direcciones. Y en general, torea las opiniones y las críticas más que bien: desde las suspicacias más básicas que buscan guiños a Rosalía al debate a corazón abierto sobre nuevas kout, ya era conocida su afición tanto por la moda como por los álter ego. A lo largo de su carrera artística se ha vestido con nombres que son una genialidad: Pucho, para familia y amigos; debutó con el pseudónimo Crema; luego lo amplió con C. Tangana y creció con la fundación del colectivo Agorazein. Antes de ser el Madrileño, se llamó a sí mismo en sus canciones “ídolo”, “caballo ganador”, incluso irónicamente “presidente” en su maxisingle con Alizzz o “rey de España” en su vacile a Yung Beef. En el fondo de su organo rosso —entiéndanme, hablo del cuore— lo que quiere es reflejarse en la mala mujer, en la ingobernable a la que le canta música, pero sí reconocen su aroma), un personaje de la cultura madrileña menos plano en el que podría reflejarse sería Rocío Dúrcal: la Consentida también cruzó el charco para hacerse reina de las rancheras, fue seducida pero también seductora y nos rompió el alma cantando La gata bajo la lluvia: Pero habría otras. Cuando el Madrileño apunta que “hay una actitud que cada uno se forja y cuando los buenos artistas cantan, escuchas su forma de andar, de hablar, de vestir y de sentir”, no hay que rebuscar mucho, pues no hay artista español que luzca más fastuoso ni pise tan fuerte en un escenario como las folcló-
Además de crítica cultural, Aïda Camprubí (Sant Feliu de Codines, 32 años) es bajista de punk.
Entre Julio IGLESIAS y Rocío DÚRCAL
AÏDA CAMPRUBÍ es periodista y parte de El Bloque, colectivo que lanzó el primer programa español sobre música urbana, y Making Flu$, novedad editorial que indaga en los 10 últimos años de esa escena. Dice que el Madrileño continúa la tradición del pícaro y el ratero de barrio pero, en el fondo, su verdadero espejo son las folclóricas.
y viejas masculinidades. En la portada de El Madrileño, donde el artista Iván Floro lo retrata como si fuera un personaje de Goya, se hace evidente que al cantante le va la picaresca. ¿Qué es la figura del hustler, del joseador, del carismático ratero de barrio emulado por algunos artistas de la música urbana sino la viva continuación del pícaro de nuestra generación?
El pillo contemporáneo que se conoce la calle, y en su caso también la industria marketiniana, es uno de los muchos trajes de Antón. Uno para cada día. Y es que antes de fundar su propia marca de ropa, Late Checen este disco, y de la que se enamora. Son también su madre y sus tías, que aparecen gloriosas en muchos de sus videoclips, o las personas de géneros fluidos que también los atraviesan a veces. Esos caracteres no-masculinos fuertes que algunos consideran un atrevimiento, otros valentía, pero que solo son parte del magnetismo que irradian quienes son lo que quieren ser. Que sí, que sí, que en su recuperación de la canción tradicional española el Madrileño se ha jugado muchas de sus cartas en el rol de galán, pero aunque nombre a Julio Iglesias (y diga que muchas personas no conocen su ricas. Y fueron las coplistas quienes de verdad escandalizaron al cantar sobre las temáticas universales del amor, el odio, el sexo, la pasión, los celos, las traiciones y las herencias. Y bregaron con tópicos que para las mujeres estaban considerados tabú. La droga, por ejemplo, que tanto nombra Tangana. ¿O no se acuerdan de aquella charla de Lola Flores con Jesús Quintero diciendo que si una quiere darse al vicio hay que seguir un método? Ellas también performaron el gánster y el gañán. Así que Antón, sería un placer conocer a la Madrileña. Ese sí que sería un atrevimiento épico y transgresor.