ARGENTINOS EN ESPAÑA
LA ENTREVISTA
PABLO MESSIEZ PONE LOS OJOS EN EL AMOR Y EL DESARRAIGO CINE
LA 'INFANCIA CLANDESTINA' DE BENJAMÍN ÁVILA VA PARA GOYA TURISMO
PUEBLITOS PERDIDOS DE BURGOS
Año 9 · Nº 52 · enero / febrero 2013
EDITORIAL // 3
Portada: Mar del Plata, el Provincial y la Bristol.
ARGENTINOS EN ESPAÑA
AÑO 9 · Nº 52 · ENERO-FEBRERO 2013
Edita: ARGESPAÑA de imagen y comunicación s. l. Calle Oña, 151, 2º 3 28050 Madrid Direccción y producción: NORBERTO NAVARRO norberto@argentinos.es Redactora jefa: BETIANA BAGLIETTO betiana@argentinos.es Colaboradores permanentes: AGUSTÍN LAJE ALEJANDRO TALLARICO CARLOS OCHOA BLANCO CINTIA MORROW LYLIANA COLOTTO MIGUEL PEDANO SERGIO GONZÁLEZ BLANCO Publicidad: NORBERTO NAVARRO 630 95 46 65 Diseño Grafico: APB Impresión C. G. A. Depósito Legal: M-25327-2004
EL AÑO DE LA BUENA SUERTE Doce más uno suelen llamar los más supersticiosos al número de la mala suerte que desde el 1 de enero coincide con el nuevo año. 2013 ya está en marcha o, mejor dicho, en el papel para Argentinos.es con esta edición que tiene en sus manos. No haremos caso ni al FMI, a ningún banco, ni a Ángela Merkel, ni a sus funestos pronósticos porque creemos, queremos y necesitamos que este sea nuestro año. El de todos los que no tenemos ningún futuro ni presente asegurado y nos levantamos día a día con ganas de trabajar, con ideas, con proyectos y, a la vez, con la inquietud de cómo nos encontrará el final de cada mes. Que el 2013 nos encuentre cada dos meses en las páginas de Argentinos.es. n
4 // ENTREVISTA
Pablo Messiez
“Tu lugar está donde haya alguien que te quiera” Actor y director de teatro, el argentino pone los ojos en el amor y el desarraigo BETIANA BAGLIETTO
Entre los muchos nombres argentinos que hoy pueblan la escena española, el de Pablo Messiez suena, y mucho, arriba y detrás de las tablas. El actor y dramaturgo lleva ya más obras que tiempo en Madrid. ‘Ahora’, ‘Muda’, ‘Los ojos’, ‘Las Criadas’, ‘Hamlet’, o‘Las palabras’ son los montajes en las que participó, o todavía participa, en alguno de sus dos roles, durante sus cuatro años de residencia en España. Estos días, mientras interpreta a Horacio, el mejor amigo del príncipe ‘Hamlet’, a las órdenes de Will Keen, por diferentes ciudades del país, sus dirigidos
ENTREVISTA // 5
recorren también la geografía española con el texto ‘Los ojos’ que el dramaturgo adaptó de la novela ‘Marianela’, de Benito Pérez Galdós. De esta última obra, de su vida, del amor y el desarraigo habla en una entrevista con Argentinos.es “El disparador arbitrario de este montaje fue la novela
de Galdós, que me encantó. Yo buscaba alguna señal para emprender un nuevo proyecto y en la historia encontré muchas. El personaje de Natalia, la madre, por ejemplo, se va de España persiguiendo a un italiano, un amor que está muerto antes de empezar, pero ella no lo quiere ver. A mí me sucedió algo parecido.
6 // ENTREVISTA
Me enamoré de un español y me vine a Madrid, cuando para todos los que me rodeaban, excepto para mí, era evidente que no iba a funcionar”, recuerda de esa relación ya superada. “Además, una de la protagonistas de Galdós se llama Nela, y así llamamos a Marianela Pensado (actriz que encarnaba a la muda en ‘Muda’). Tal vez llamen así a todas las Marianelas, pero a mí me pareció otra casualidad inquietante, sumada a la de compartir nombre con Pablo, el otro protagonista de la novela”, se explaya. Con un instinto especial para hallar señales en el momento justo, el mismo día que se separó empezó a ensayar ‘Muda’ con una de sus musas, compatriota y ahora amiga inseparable, la actriz Fernanda Orazi. “Cuando me fui de Buenos Aires dejé a todos helados. Pero aquí había más cosas. Era demasiado triste que todo fuera eso, y por eso me quedé”. La apuesta no le salió mal, porque nunca dejó de trabajar ni se sentó a esperar a que lo llamen. “Hago lo que me gusta hacer. Sos actor porque lo necesitás, tenés el deseo de contar algo. Está bien ganar plata con esto, siempre es el fin último. Pero si no hay producción ni dinero detrás, lo montamos de la
nada, con lo que tenemos. Es algo que se da más en Argentina, tiene que ver con realidades muy distintas, estamos más formados a los golpes, aunque ahora, la situación en España va a ser más parecida”, dice. En esa formación, que para Pablo empezó a los 15 años en el colegio secundario, cuando representó ‘El sueño de una noche de verano’, tuvo mucho que ver Daniel Veronese, todo un director de culto a uno y otro lado del Atlántico, y a cuya versión de ‘Tres Hermanas’, de Chejov, Messiez se unió en 2005, en Buenos Aires. “Me encanta su forma de trabajar. Con él la empecé a pasar muy bien en los ensayos”, cuenta. “Rara avis. Encantador de espectadores. Abre mundos, los arma oscuros pero a la vez luminosos. Es muy particular, no copia, no sigue modas”, devuelve el piropo el maestro. Cuando el actor y director se refiere a “su forma de trabajar”, quiere decir: “con gente con la que nos conocemos, compartimos maneras de encarar la profesión, con la que más historias comunes tengamos, porque más profundo se puede llegar, con la que renovar el deseo de elegirnos para compartir escenario”:
Fernanda Orazi, Marianela Pensado y Óscar Velado son parte de ese grupo de actores de su círculo íntimo. Con ellos trabajó en ‘Muda’, y con ellos ha vuelto a contar para ‘Los ojos’, estrenada en enero de 2012 en el teatro Fernán Gómez. de Madrid, y ahora de gira por toda España. Un montaje en el que el amor, el desarraigo, el otro y la mirada sobre el encadenan la historia de esa madre e hija que abandonan su Tucumán natal para perseguir el amor de la mayor de las mujeres, pero ya en el exilio es la pequeña quien encuentra un hombre que por fin la quiera. Nela es la hija, una muchacha con poco atractivo, y ese hombre que se enamora de ella se llama Pablo y es ciego. El conflicto llega cuando aparece una doctora, Chabuca, que asegura poder devolverle la vista. "Siempre hay un punto de vista, un lente a través del cual vemos la vida. Todo nos condiciona, dónde nacimos, dónde nos criamos, dónde estudiamos, de quién nos rodeamos. Por eso creo que para ver de verdad, hay que dejar de ver, porque todo ojo sano tiene un punto ciego", reflexiona sobre la esencia del texto que adaptó del escritor español Galdós. "Todo esto nos sirve para hablar del amor y la comunicación. El prójimo es otro mundo, y ese otro universo está lleno de malentendidos. El amor, entonces, es encontrar a alguien con quien entenderte", prosigue. La madre, la hija, los enamorados y la oftalmóloga protagonizan un melodrama construido sobre la búsqueda de un lugar en el mundo, la fragilidad de las relaciones y la capacidad esclarecedora de la distancia. Sobre el amor, la tierra y la vista, o sobre la ausencia de las tres cosas. ¿Y cómo encajan el amor y el desarraigo? "Tengo una especie de tesis o teoría a partir de la obra, que dice que tu lugar está donde haya alguien que te quiera. Y no sólo me refiero al cuerpo, sino también a ese mundo que uno construye cuando está enamorado, ese mundo de entendimiento del que hablábamos antes. Es como si el amor te diera una nueva nacionalidad", expone alguien que no cree nada en los pasaportes ni en las banderas de ningún tipo. "Uno llega siempre donde lo están esperando". A Pablo ahora lo espera un nuevo amor en Argentina, donde no descarta regresar tras el proyecto que tiene planeado estrenar en marzo, llamado ‘Las palabras’. n
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8 // LAS CRÓNICAS DE CINTIA
ESTAMBUL la ciudad bicontinental CINTIA MORROW
Estambul tenía que aparecer lenta y claramente… pero se hizo un bollo. Primero porque el avión se aproximó a la ciudad “por el lado incorrecto”, entonces Alejo no sabía bien qué era lo que estábamos viendo. Yo, ni lo intentaba. Solo atiné a preguntar “¿Qué agua es esa?” y se me contestó una de las dos opciones que ya sabía: el Mar Mediterráneo o el Mar Negro. Igualmente, tampoco es el Mar Mediterráneo estrictamente hablando, los turcos lo llaman Mar de Mármara. Pero es como hacer la distinción entre el Mar Argentino y el Océano Atlántico, solo nos importa a los argentinos. Llegamos al aeropuerto y nos estaba esperando un señor bigotudo con un cartel con nuestros nombres. Mi nombre había llegado a Estambul antes que yo. Eso es nuevo. El señor nos dijo “Hola”, y entonces le preguntamos si hablaba español. “No”, contestó, y pasamos abruptamente al inglés. Viajamos en un autocombi por la ciudad mientras se ponía el sol. No reconocí nada de cuando había estado aquí para mi luna de miel. Tal vez la torre de Gálata, pero definitivamente no me colmaron los recuerdos. Estambul es la ciudad en la que se encuentra la división entre Europa y Asia. Esa división es el Estrecho del Bósforo, una lengua de agua que conecta el Mar de Mármara, con el Mar Negro. Así que la ciudad queda dividida en dos, la parte europea, que tiene todo el centro histórico y que, a la vez, está surcada por un río llamado Cuerno de Oro; y luego está la parte asiática. Cruzamos toda la parte europea y el puente hacia el lado asiático, para llegar al barrio de Üsküdar,
donde están las oficinas de Ale y, temporalmente, nuestro hogar en forma de hotel. El Volley Hotel. Ya se van a enterar por qué. Un botones parecido a un pequeño boxeador nos ayudó con las valijas. Las arrastró vigorosamente por el hotel, sin hacer caso a nuestras insistencias. Primero, el horror: la llave no andaba. ¡Como si no lo supiera! Siete meses de vivir en el Holiday Inn de Puebla, México, me enseñó la facilidad con la que se desmagnetizan esas llaves-tarjeta. Las coleccionábamos. Al principio los de la recepción nos preguntaban “¿La acercó al teléfono celular?” pero, a medida que fueron pasando los meses, nuestras facciones se convertían en puro odio al llegar a la habitación y comprobar que, una vez más, la llave no andaba. Ninguna de ellas. Entonces las arrojábamos sobre el mostrador de la recepción ante la mirada atónita del mexicano de turno y ya no se animaban a preguntarnos nada. Así que tuve un poco de pena por el pequeño boxeador que corría por los pasillos rumbo a la recepción para reconfigurar nuestra llave-tarjeta. Mientras lo esperábamos apareció otro que, con una llave que sí abría, se acercó a la puerta. El mini boxeador volvía corriendo con una tarjeta en la mano y se encontró, casi con decepción, que ya otro había abierto la puerta y ahora encendía las luces. Al principio pensé que la heladera (esas heladeritas de habitación de hotel) estaba en un lugar un poco inconveniente: el medio del pasillo. Pero no puedo decir que me haya llamado demasiado la atención. Sí me di
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10 // LAS CRÓNICAS DE CINTIA
cuenta que había algún problema cuando el señor con la llave correcta y el mini boxeador se pusieron a dar alaridos de sorpresa mientras zarandeaban las manos en torno a la heladera. Seguía yo en otro mundo, mientras a ellos le daba un ataque. Me senté en la cama, cansada como estaba y le pregunté a Ale qué pasaba. “La heladera como que… se salió”, contestó sorprendido de que yo no hubiera notado todas las bebidas y demás productos que estaban alineados en una mesita al costado. Largué la carcajada. No pude evitarlo, me tenté de risa mientras miraba la heladerita que parecía haber intentado huir del hueco en el que le correspondía quedarse. Me imaginé por un momento a la heladera en plena fuga, luego de haber acomodado los productos encima de la mesa. El pequeño boxeador y el de la llave correcta me miraron y me dio pena que pensaran que me reía de ellos. Intenté concentrarme en otra cosa que no fuera la heladera prófuga, pero era muy gracioso. Decidieron cambiarnos de habitación. Cuando ya se iban, habiendo comprobado que todos los electrodomésticos estaban en su correcto sitio, el mini boxeador le dijo a Ale que lo invitaba a un partido de vóley que había en una hora. No entendimos demasiado. No sabíamos si quería que Ale jugara con ellos al vóley o había un partido importante que ver en la tele. Cuando bajamos al bar del hotel, con la vaga esperanza de comer algo más que las papas fritas que mi marido ya había abierto en la habitación, vimos que el ambiente estaba un tanto agitado. Todos parecían… apurados. Los seguimos. Subimos una escalerita y nos encontramos con una impresionante cancha de vóley techada. ¿O se dice estadio? Se disputaban alguna clase de titulación los equipos de vóley femenino: Galatasaray vs. Tomiz (de Rumania). Como diría mi primo “¡Partidazo!”. Las jugadoras medían 6x3 metros. Rápidamente nos decidimos a apoyar al equipo local. Sobre todo cuando vimos la hinchada, una horda descontrolada hombres que cantaban y sacudían banderas. No sabía que el vóley despertara tanta pasión.
No consideraba necesario poner quién ganó pero, de repente, me acordé de mis lectores masculinos. El Galatasaray, por muy poco, estuvo peleado. De cena, comimos unos sándwiches muy raros y yo me tomé mi primer çay (té). La televisión turca fue una completa pérdida de tiempo porque, los programas que no estaban en turco, estaban en alemán. Grandioso. Terminamos viendo por un rato la propaganda del Easy Off Bang, que acá también existe, por lo visto. Cuando corrí las cortinas por la mañana, dándome cuenta que no había oído el primer llamado a la oración (es como a las 5 y media), contemplé azorada la vista desde mi habitación: un gran terreno con algunos camiones y, más atrás, un bosque. ¿Un bosque? Pensé que estábamos en plena ciudad. Después miré mejor el bosque y resultó que era un cementerio. Tanto mejor. Desayuné en el último piso del hotel, con el equipo del Tomiz, mientras veía la ciudad y, lejos, el agua. Vaya a saber uno qué agua. Hasta que mire bien en un mapa, no lo sabré. Tampoco colaboran acá en el hotel con mi cultura porque me contestaron, con descaro, que no tenían un mapa. Un mísero mapa. Debería darles vergüenza. Seguro que si le decía al pequeño boxeador, habría ido trotando por la ciudad hasta dar con uno. Lo que desayuné no supe si era té o café. Una rareza de las infusiones. Acompañé mi té con un plato de papitas al horno, aceitunas, un rollito de jamón y queso y un pan. Un desayuno de lo más absurdo, lo sé, pero debo probar especialidades locales. Por la tarde caminé hasta la oficina de Ale, a escasas cinco cuadras y, aún así, logré perderme. Después me hallé, por suerte, y fuimos a ver el primer departamento de lo que será la búsqueda del nuevo hogar. Poniendo en riesgo mi escaso conocimiento de turco, un mediodía me atreví a sentarme en un bar. El menú tenía fotos. Comí un dürüm de pollo, que es como una gran tortilla rellena de pollo y verduras. También pedí un agua y contesté que “Sí, quiero un té”. Todo un logro para mi primer choque cultural con la vida salvaje turca. n
12 // TEATRO
Solá y Freire te inyectan 'El veneno del teatro' Los dos actores argentinos protagonizan la obra dirigida por el español Mario Gas, estrenada en Madrid y que en abril viajará a Buenos Aires MIGUEL PEDANO
El director de escena Mario Gas, hasta este verano responsable del Teatro Español de Madrid, dirige el duelo interpretativo de dos actores argentinos, Miguel Solá y Daniel Freire en 'El veneno del teatro', de Rodolf Sirera, un espectáculo que se estrenó en la Sala Verde de los Teatros del Canal el pasado mes de noviembre. Según Gas, se trata de "un texto paradigmático de la dramaturgia contemporánea", "una pequeña joya de hora y veinte minutos" que su autor escribió en los años 70 a raíz de un encargo para televisión y que posteriormente se ha representado en numerosos escenarios, entre ellos el María Guerrero de Madrid con Manuel Galiana y José María Rodero al frente del reparto. Es una obra interesante, un juego dialéctico sobre ser
y representar. Es una fábula moral, maldita, un thriller en torno a lo que es el arte", apunta el director de escena. La función, ubicada inicialmente en la Francia revolucionaria, se ha trasladado a los años 20 del pasado siglo, "un periodo entreguerras, en el que aparecen los fascismos, que encaja mejor con lo que expone la obra", explica. En este texto, Gabriel de Beaumont, un famoso actor, es invitado por un misterioso marqués, aristócrata famoso por sus aficiones extravagantes, a visitarle en su palacio. Allí recibirá el encargo de interpretar una obra teatral sobre la muerte de Sócrates, escrita por el propio marqués. Pronto comprobará que todo es una trampa de éste para someterlo a un cruel experimento
TEATRO // 13
sobre realidad y representación, en relación con el tema de la muerte. UN JUEGO DE AJEDREZ Para Mario Gas, la obra "permite un juego de ajedrez entre dos actores fantásticos y un trabajo pormenorizado de dirección, sin alharacas". El director de escena reconoce que, tras dejar el Teatro Español, la "apetecía" un montaje "íntimo" como éste para poder tener tiempo de pensar por qué caminos se moverá en el futuro. Asimismo, Gas opina que hay muchas posibles inter-
pretaciones de este texto: "juego de poder y sumisión, castas enquistadas en sí mismas, experimentos, una historia de búsqueda de dominación..." Por su parte, Miguel Ángel Solá cree que 'El veneno del teatro' es un "texto difícil y abigarrado, con un lenguaje que no es fácil retener". En su opinión, los dos protagonistas muestran dos formas de creer en el teatro con las que él no comulga pero que respeta y defiende interpretativamente. Para Solá, el actor "debe abrir el camino al personaje pero sin estar distanciado, separar la paja del trigo y estorbar lo menos posible. Es la transmisión de sentimientos, sensaciones y pensamientos", apunta. Asimismo, considera que esto tiene mucho que ver también con las modas. "Ahora se acepta la naturalidad, que depende de muchas cosas pero que es uno de tantos principios de la actuación", explica. A este respecto, para Daniel Freire, que califica esta obra de Sirera de "texto complejo", actuar tiene que ver otros aspectos: "con cómo trabajo yo mi campo emocional, con mi forma de percibir y sentir la vida", señala. "La técnica es necesaria pero, más allá de esto, existen otros elementos que sirven como base para rellenar esa estructura", añade. Ambos actores argentinos viajarán con esta función el próximo mes de abril al teatro Maipo de Buenos Aires y regresarán en mayo a España para realizar una gira por distintas ciudades españolas. En septiembre de 2013 volverán a los Teatros del Canal y en enero de 2014 hay otra gira con la obra programada por Hispanoamérica. n
14 // REFLEXIONES
¿Cómo corromper a un hombre? AGUSTÍN LAJE*
Las estrategias guardan siempre relación con las circunstancias. No es posible (o al menos no es conveniente) preguntarse cómo lograr determinado propósito y elaborar un plan a ese efecto, sin antes echar un vistazo al contexto. Las épocas en que se creía casi religiosamente en el socialismo como el inevitable “fin de la historia”, una suerte de profecía que convenció a millones de hombres de que debían acelerar con su accionar los ineludibles sucesos históricos matando y muriendo por el ideal, son parte del pasado. Los ideólogos de aquellos tiempos pensaron y propusieron diversas estrategias para hacer realidad sus prédicas, todas las cuales tenían como común denominador el uso de la violencia. Se trataba, pues, de los años de guerra fría, dictaduras y revoluciones. Las cosas en el nuevo siglo cambiaron significativamente: el fin del orden bipolar, la expansión de la globalización, la revolución de las comunicaciones, marcaron una nueva era en la que las viejas estrategias colectivistas no tienen cabida. Resulta poco probable hoy, por ejemplo, que una revolución triunfe aplicando las ideas foquistas y, de hecho, las guerrillas que aún sobreviven como las FARC son movidas más por fines comerciales (narcotráfico) que ideológicos. Esto, sin embargo, no quiere decir que el “fin de la historia” sea la libertad del individuo, como interpretó erradamente Francis Fukuyama tras la implosión comunista. Tampoco significa que la dicotomía individuo – colectivo, libertad – servidumbre, haya quedado sepultada: la disyuntiva está más viva que nunca, sólo que otras son las estrategias que hoy sacan de la manga los enemigos de la libertad. Podría sostenerse, en efecto, que lo que antes se intentaba era la destrucción física o el sometimiento coactivo; lo que ahora se intenta es la destrucción moral y el consiguiente sometimiento “voluntario”. Lo que antes se conseguía era colocar cadenas al hombre; lo que hoy se consigue es que el hombre mismo pida al Estado que se las coloque. Gramsci fue, en este sentido, un adelantado para su tiempo, pues comprendió que el triunfo del colectivismo sería resultado de una modificación del orden cultural y educativo, es decir, moral. El poder ya no brotaba de la boca del fusil como señalaba Mao, sino de la corrupción moral. La corrupción del hombre se transformó así en la nueva estrategia de dominación. ¿Pero cómo se puede
corromper a un hombre? Si existiera un recetario que indicara paso a paso cómo hacerlo, podría presentarse de la siguiente manera: 1.- Suprima la individualidad del hombre incrustándolo a presión en aquello que llamarás “sociedad”, y presenta la “sociedad” como una entidad metafísica distinta y superior al individuo. Así pues, dirás que “la sociedad quiere”, “la sociedad exige”, “el bien de la sociedad es”. El hombre estará desconcertado, sentirá que “sociedad” es todos menos él, pero no advertirá que en realidad es ninguno excepto tú. 2.- Enseña al hombre que el interés personal es malvado; que la realización moral nada tiene que ver con sus deseos y aspiraciones personales; que para ser moral necesariamente debe salir perdiendo en beneficio de otros. Así podrás separar lo moral de lo práctico, y colocarás al hombre en una mortífera disyuntiva: ¿Se elige ser moral o se elige ser racional? 3.- Quiebra la independencia del hombre ligando su existencia al Estado, logrando que hasta los más minúsculos detalles de su vida pasen por éste. Dile que es demasiado bruto como para elegir su educación, y arma tú los planes de estudio como más te convenga; dile que es demasiado irresponsable como para prever su futuro, y quítale su dinero para administrarle tú mismo la jubilación (te harás de paso de una abultada caja para otros gastos); dile que es demasiado egoísta, y grava todos sus intercambios económicos. Hombres independientes es todo lo que no quieres. 4.- Predica el igualitarismo como el fin más bondadoso de tu sociedad: anula la diversidad, y anularás los incentivos para salirse de la media; anula las diferencias, y tendrás hombres hechos en serie, listos para servirte. No quieres hombres más exitosos y perfectos que tú. El truco está en eliminar la única igualdad legítima: la igualdad ante la ley, y podrás decir que los
REFLEXIONES // 15
ENRIQUE ORTEGA
hombres deben igualarse no ante ella, sino a través de ella. 5.- Estropea la solidaridad humana diciendo que se trata de una cuestión de obligación más que de virtud, y como el hombre es “muy egoísta” para desprenderse de sus posesiones, quítaselas tú mismo: tendrás para dar algunas limosnas y quedarte con abultados vueltos. Nadie protestará, pues ya le has enseñado que ser moral no tiene nada que ver con sus deseos. 6.- Destruye los derechos individuales aseverando que no es el individuo sino el “grupo”, la “masa”, la “sociedad”, los que en rigor tienen derechos. Así nadie tendrá verdaderamente ningún derecho, excepto aquellos miembros de grupos afines a ti. 7.- Deifica el número, y podrás sostener que la verdad es una cuestión de estadística. De esta manera todos querrán pensar como lo hace la mayoría, y aquellos que se quieran apartar de la masa serán despreciados como “políticamente incorrectos”, “golpistas”, “destituyentes”, “fascistas”, o el calificativo que más te agrade. 8.- Hazle creer al hombre que existe un “bien común” que sólo tú puedes definir: nunca digas en qué consis-
te tal bien, sólo busca que se acepte irreflexivamente, casi como un acto de fe. Todo lo que hagas será reflejo de ese “bien común” y nadie se atreverá a pensar que su “bien individual” no tiene por qué ser sacrificado bajo tus caprichos; nadie osará en pensar tampoco que el verdadero “bien común” es una situación en la cual cada uno puede perseguir su “bien particular”. Cuando usted ve que las libertades retroceden a pasos acelerados y las responsabilidades se devalúan cada día un poco más; cuando de repente cae en la cuenta de que trabaja gran parte de su vida para mantener un Estado que cada vez lo exprime más y reclama más y más de usted; cuando entiende que le es permitido tener propiedad pero no disponer de ella como desea; cuando comprende que ya no se colectivizan los medios de producción sino la producción misma; cuando escucha que la democracia ha triunfado en el mundo, pero advierte que muchos gobiernos lo único que tienen de democrático es su origen pues ejercen el poder de modo dictatorial, lo que subyace a todo ello, es un retroceso de la moral: es la corrupción del hombre. n * Autor del libro “Los mitos setentistas”.
16 // CINE
La infancia clandestina de BENJAMÍN ÁVILA Una de las películas de 2012 más exitosas de Argentina llegó a España y quiere pelear por un Goya BETIANA BAGLIETTO
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Casi diez minutos con el público aplaudiendo de pie siguieron a la proyección de ‘Infancia clandestina’ en el último festival de cine de San Sebastián. Quizás la imagen y el resumen de lo que provoca la ópera prima de ficción del argentino Benjamín Ávila en el espectador: emoción. Algo de lo que se encargan de resaltar tanto su creador como uno de los protagonistas, Ernesto Alterio o el tío Beto. Porque la historia de un niño de 12 años que regresa en el año 1979 de su exilio cubano a Argentina con sus padres montoneros dispuestos a luchar contra la dictadura militar se puede suponer como el relato de “uno de los bandos” de aquella época nefasta para el país o una narración cargada de ideología. Sin embargo, la película “une y apela a las emociones, tiene una función sanadora”, asegura el actor tan argentino como español. “Es una película diferente. La ideología no era sólo una cuestión dialéctica o teórica, era de vida, del día a día, de tomarse el colectivo, de charlar con el vecino, llevar los hijos al colegio. Aporta una nueva mirada, más cotidiana de los guerrilleros que vivían en la clandestinidad”, cuenta Ávila a Argentinos.es unos días antes del estreno en Madrid. Esa es la mirada de un niño, Juan quien, inmerso en ese mundo de reuniones de militantes, escondites, resistencia, pasaportes falsos, ideales y armas, intenta vivir con la mayor normalidad que puede el tránsito a la adolescencia. Y esa vida no es otra que la del propio Benjamín Ávila -hijo de madre desaparecida y un padre más “hippie” que murió hace algunos años- cuya infancia inspiró el guión del filme. “Es mi historia y la de mis hermanos. Yo, en realidad, era algo más chico cuando volvimos del exilio, tenía 7 años, pero muchas de las cosas que se ven en la pantalla me pasaron a mí”, confiesa. Juan, interpretado por Teo Gutiérrez Moreno, al regresar al país tiene que ir a un nuevo colegio, cambiar su fecha de cumpleaños y convertirse en Ernesto. Su tío Beto (Ernesto Alterio) es su principal apoyo y confesor. Pero la vida del niño vuelve a dar otro tumbo cuando se enamora de María, una compañera de la escuela,
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de la que sus padres (Natalia Oreiro y César Troncoso) no quieren oír hablar. No fue fácil hacer una película sobre esa época ni encontrar gente que confiara en el proyecto. De hecho, muchos de los productores a los que les tocamos la puerta, incluso acá en Europa, ahora se agarran la cabeza y dicen, ‘si hubiera sabido…’”. Si hubieran sabido la buena acogida que tiene la obra, que estaría en la carrera por competir por un Oscar a la mejor película extranjera (la dejó afuera la chilena ‘No’), que competirá por un Goya, o que se llevó los premios Sur más importantes, la hubieran financiado sin dudarlo. “Estamos muy contentos, la repercusión está siendo masiva, y la crítica y el público, impresionantes”, dice Benjamín, que ese mismo día se despertó con una artículo de Francisco Peregil, corresponsal en Buenos Aires del diario El País, que no le gustó tanto. Compara a los etarras, que mataron gente en democracia, con los montoneros, que se armaron para defenderla, y eso no se puede hacer, es simplificar la historia, que es mucho más compleja”, explica antes de difundir una carta abierta que replica la opinión vertida por el periodista. Con algo más de edad que la que tiene el protagonista de ‘Infancia Clandestina’, Benjamín supo que quería hacer cine y contar su historia. Le llevó unos cuantos años conseguirlo, mientras se dedicó a filmar cortometrajes, documentales y a realizar programas culturales para la televisión. Y ahora que la ve en la gran pantalla está satisfecho del resultado aunque las emociones que le genera varían según el día. “Me representa mucho. Pero más me reconforta que me hayan llamado muchos hijos de desaparecidos para agradecerme, porque se la han apropiado como su historia”, detalla. “La verdad es que no te deja en el lugar habitual, de siempre. En ese sentido, es una película incómoda.
Genera una charla familiar, hacia dentro, de reencuentro, una nueva manera de sentir aquella época. Te ayuda a reamarte y reverte”, continúa el realizador, quien no recuerda con claridad nombres y caras de esa infancia clandestina, pero sí tiene presente muchos espacios y momentos. El éxito del filme le abre ahora a Benjamín Ávila muchas puertas, y él espera que sea el comienzo de algo, aunque no tiene “grandes ambiciones”. “Vengo haciendo cine hace mucho tiempo, produzco, trabajo para la televisión”, argumenta. Eso sí, no deja de enorgullecerse de lo recién hecho: “Los actores han hecho un trabajo fenomenal, pero el trabajo musical, de vestuario, escenografía, arte, foto también es muy completo”. Como completo, o universal ha sido, según su creador, el resultado: “Todos hemos tenido un tío Beto, alguien que funciona como nuestro apoyo emocional más fuerte. Todos hemos tenido un primer amor, y de algún modo hemos vivido lo que Juan siente. Las emociones, las conocemos”. ¿Algún reproche que hacer a su madre? “Las charlas y la relación con mi madre eran las de cualquier hijo. De amor, aceptación e idolatría. No fue
así siempre. Mi madre desapareció cuando yo tenía siete años y durante mi adolescencia yo no podía comprenderla. A los 20 años ya empecé a verla de otra manera, y me di cuenta de que era un idiota y de que ella, a mi edad, ya había hecho un montón de cosas, incluso tenerme a mi. A los 27, la edad que ella desapareció yo casi ni había comenzado a vivir, tuve una crisis personal muy grande, y ya sabía que mi vieja era una persona increíble y me empecé a identificar plenamente. Cuando fui padre, a los 30, me cambió la vida y ya establecí una relación más humana y directa” resume Ávila la evolución de la relación real y espiritual con quien le dio la vida. n
DEPORTES // 19
Vélez Sarsfield y el legado Amalfitani SERGIO GONZÁLEZ BUENO www.laculturadelapelota.com
Los legados afines a la sensatez conductiva emulan a los finos varietales: la uva del campeón -tarde o temprano- les da un sabor irresistible. El enólogo hacedor del actual modelo Vélez se llamó José Amalfitani. Ejemplar dirigente que combinó gestión con pasión. Presidente velezano en dos ejercicios (1923/1925 y 1941/1969), el inolvidable Don Pepe sembró toneladas de honestidad al servicio del Fortín de Liniers. Ajeno a viles especulaciones, hipotecó su casa y se convirtió en fiador y principal pagador de todas las deudas y obligaciones del Club Atlético Vélez Sarsfield. De ese modo, salvó al club de la quiebra. O de su literal desaparición. Lejos de incomodar, el extenso mandato de Don Pepe fue una bendición. A la vez que una enseñanza para los aprendices de dirigentes. Por ello, el Vélez campeón del Inicial 2012 es un acervo cuyo autor ético e intelectual tiene nombre y apellido ilustre: ¡José Amalfitani!
Marcado a fuego por el ejemplo del Jefe, las sucesivas generaciones de dirigentes velezanos honraron el legado y el ideario. Sin traicionar las raíces, adaptaron los postulados de Don Pepe a la era 2.0. Ni siquiera la engañosa trama de las magras cosechas de resultados alteró el guión. Porque la identidad no se negocia. Aplicando cabalmente la filosofía Amalfitani, Vélez invierte dinero e ingenio en cultivar sus divisiones inferiores. Más,
siguiendo la visionaria recomendación de Marcelo Bielsa, la dirigencia de Liniers construyó su particular Masía en Ituzaingó: ¡la Villa Olímpica! Así, el trauma de la fuga del crack del presente siempre la suple con la mágica receta del crack del futuro. Concepto y planificación. Esas son las virtuosas claves de los herederos de Don Pepe. Párrafo aparte para el ‘Tigre’ Gareca, el Ferguson de Liniers. Entrenador de perfil bajo y nociones
amplias. El único látigo que utiliza es el de la sonrisa. Porque no hace falta ser autoritario para enseñar. Basta con transmitir la idea y ser consecuente en el día a día. Ricardo Gareca, amigado con la mesura y enemistado con la soberbia, va camino de imitar al gran Amalfitani: Don Pepe en los despachos; Ricardo en el banco. El nuevo título de Vélez gratifica y dignifica. Contaminado por un viciado aire de corruptela, el fútbol argentino tiene un espejo donde mirarse. Mal que les pese a los inmorales que pululan por Viamonte -inescrupulosos estafadores de la corona G-, la ejemplar gestión del Fortín no se mancha. Mucho menos el legado de Amalfitani, homenajeado cada 14 de mayo con el “Día del Dirigente Deportivo”. Vigilante, en el emotivo paraíso de la V azulada, un cascarrabias paladín de la honradez alza la voz y advierte: ¡el modelo Vélez no se contamina! Si lo dice el patrón Don Pepe, palabra sagrada. ¡Feliz 2013! n
20 // CINE
La fuerza de la literatura ‘En la casa’ de François Ozon es la ganadora de la Concha de Oro a la mejor película en el Festival de cine de San Sebastián 2012 LYLIANA COLOTTO
El arte no cambia las cosas, no sirve para eso…” son las palabras de la propia protagonista, que atiende una galería de arte, en el diálogo que mantiene con su marido mientras están cenando; sin embargo la literatura se impone con toda su fuerza, algo que se nos irá revelando en el transcurrir de la película. El marido, profesor de literatura, fija su atención en un alumno, sentado en la última fila, que demuestra en un deber de narración tener dotes de escritor. De la atención pasa a un entusiasmo que pronto se convertirá en una pasión por este alumno que no sólo le devuelve las ganas de enseñar, sino que pareciera recordarle su frustrada vocación de escritor. Se dedica con ahínco a transmitirle las pautas de la escritura y qué debe y no debe hacer para llegar a ser un buen
narrador. Uno de sus consejos es que no debe copiar literalmente la realidad, debe inventar, crear expectativas, mantener la intriga y un final inesperado pero ineludible. La historia es un crescendo de situaciones y sentimientos magnífico que me ha mantenido en un suspenso expectante durante los 105 minutos. Todo se va mezclando, se va diluyendo y a su vez haciéndose más nítido a medida que avanza. La profundidad que emerge a la superficie y deja desnudos a todos ellos. Los actores excelentes, principalmente el profesor de literatura, creíble, no deja escapar esta oportunidad casi única de apasionarse como enseñante, ante una situación que no sucede a menudo. Se aferra a lo que le está sucediendo con tanta fuerza que su pequeño y
CINE // 21
rutinario mundo comienza a tambalear hasta hacerse añicos. Hay otras lecturas que extraigo de la película. Las relaciones de pareja donde reina una calma aparente, que como bomba de relojería no tardará en estallar, donde los diálogos aluden a la vida de los otros, en las que el mundo exterior entra e invade la vida de los protagonistas sin que exista entre ellos deseos sinceros y afectuosos de profundizar en ellos mismos, de ese otro que está a su lado y convive con él a diario; las relaciones superficiales de padres e hijos. Los dos maridos coinciden en algo: que sólo les obsesiona su mundo laboral, llegan a casa y cual cubos de basura, vuelcan en sus cónyuges todos los residuos, los biodegradables y los tóxicos. Ese alumno que decide sentarse al final de la fila pasa a ser el voyeur del mundo que le rodea, que será la casa de su compañero de colegio, en un anhelo por encontrar en las historias ajenas no sólo materia prima para inventar sus propias narraciones, sino para escapar y conjurar su propio destino triste y desolador. Por
eso otra lectura de la película es la escritura y la literatura como catarsis, pues todos se ven envueltos en ese enredo literario que los atrapa y los confunde.¿quién es quién en toda esta historia verosímilmente real? n
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22 // TURISMO
Esos pueblitos perdidos de... BURGOS Una de las provincias de Castilla y León, en su límite con Cantabria, esconde toda una zona de exuberante naturaleza salpicada con pequeñísimos pueblos con encanto B. B.
Habrá cientos en España. Basta con ir desde un punto al otro del país para encontrarlos al pie de cualquier ruta. Puede que no tengan más de veinte o treinta casas, e incluso aún menos habitantes, aunque en muchos no falta ni la iglesia ni la plaza. Muchos se resisten a morir. Otros resurgen al calor del incipiente turismo rural.
De tanto asaltar al viajero, hasta parecen repeticiones unos de otros. Todos son parte de la pintoresca geografía de una tierra que ha sabido salpicar de historia sus caminos (casi siempre impecables). Pero hay algunos en los que merece la pena detenerse, desviarse e incluso perderse, al menos por un día. La provincia castellanoleonesa de
TURISMO // 23
Burgos, en su límite con Cantabria, al noroeste, está llena de estos ejemplos escondidos dentro del Parque Natural Hoces del Alto Ebro y Rudrón. Orbaneja del Castillo es uno de ellos. El pueblo está partido por el curso de un arroyo que nace en la Cueva del Agua, de ochenta metros de profundidad y uno de los atractivos para visitar por solo 1,50 euros. El arroyo se convierte en una cascada abrupta que cae un lado de la carretera, y se convierte en piscinas de agua turquesa al otro costado. El torrente de agua cristalina combinado con una espesa vegetación y casas de madera y piedra añeja que trepan por la ladera de la montaña es la tentadora carta de presentación de Orbaneja. Se puede subir en coche, pero mejor aparcarlo al borde del camino y escalar sus empinadas escaleras siguiendo el curso ascendente del agua. Después de recorrer sus pequeñas calles, y cruzar a uno y otro lado del improvisado puente de piedra, todavía queda por descubrir el sendero que bordea la montaña y que ofrece una vista incomparable del conjunto del lugar. O contemplar las caprichosas formas que adoptan las rocas que envuelven el enclave, entre ellas, el "beso de los camellos". No es, ni mucho menos, la única joya que guarda la zona, por la ruta N-623 y sus bifurcaciones. Valdelateja es otro de los puntos por los que no se puede dejar de
Tentazione
Padre Damián nº 15 - 91 458 20 56 - Madrid / Ibiza nº 40 - 91 409 40 40 - Madrid Costa Rica nº 28 - 91 350 56 33 - Madrid / Mayor nº 53 - 91 559 45 79 - Madrid Villa nº 5 - 91 541 90 10 - Madrid / Av Europa nº 16, - 91 143 96 84 - Pozuelo de Alarcón
24 // TURISMO
pasar en este viaje. Otro de esos pueblitos con encanto y muy preparado para los visitantes, con un par de mesones con terrazas que se venden con el lema “gastronomía y entorno”. Y no les falta razón. Al borde del río Rudrón, sus casitas antiguas lucen como nuevas mirando al agua, otra vez cristalina, y al puente romano. A media hora de camino a pie se esconde una ermita medieval, la Santa Centola, con vistas perfectas de todo el enclave. Valdelateja sirve además como punto de partida y llegada para una excursión de senderismo de una hora y media hasta Pesquera de Ebro, que discurre por el cañón del mismo nombre y al costado del río que, escoltado de árboles, desemboca en el Ebro. De uno a otro lado también se accede en coche, y en el trayecto hay una parada obligatoria, no apta para quienes sufren de vértigo, en el mirador que se asoma a una visión de todo el cañón que quita el aliento. La ruta recorre la cima de la montaña, decorada con una llanura verde interminable. Poco antes de Valdelateja, en Covanera, está el Pozo Azul, un nacedero en forma de pozo cuyas aguas cristalinas aparentan ser azuladas. Un buen sitio para hacer base durante este viaje por los paisajes del Parque Natural Hoces del Alto Ebro y Rudrón, que desvela un Burgos muy poco conocido y habitado (poco más de 2.700 personas en todos sus núcleos), es Crespos o Pobla-
ción de Arreba, sobre todo por la coqueta, confortable y acogedora casa rural, Caléndula, que allí espera. Un alojamiento ideal para cuatro o cinco familias o seis parejas a la que no le falta ningún detalle. Población es una de las tantas localidades casi desiertas que cortan la inmensidad de los Valles de Manzanedo, Sedano y de Zamanza. Ambos invitan a caminatas infinitas con las montañas como únicas espías. Arreba, San Miguel de Cornezuelo, Cidad de Ebro, Manzanedo o Manzanedillo son algunos otros en la ruta hacia Villarcayo, la señal de civilización más cercana al lugar (supermercado, hospital, farmacia, etc). Otra vez hacia el lado de Orbaneja y Valdelateja, entre Quintana y Escalada, hay empresas que organizan excursiones de rafting. Cabalgatas o la visita al cántabro Parque Zoológico de Cabárceno, donde los animales se pasean por la naturaleza sin demasiadas restricciones, cuevas o iglesias románicas son otras de las alternativas de ocio y turismo que ofrece el lugar. Un paseo ideal para un puente y para los amantes de la naturaleza, en pareja o con niños de cualquier edad. Donde se puede descansar y a la vez traer la maleta llena lugares nuevos, con cada pueblo como punto de partida de paseos únicos por senderos boscosos o con el río y el sonido de fluir como compañía. De esos sitios en los que sólo con ir de un poblado a otro ya se llenan las retinas de imágenes imborrables o de esas que dan ganas de volver a grabar. n
DE CUENTO // 25
Un resquicio de sol ALEJANDRA TALLARICO aletallarico@yahoo.com.ar
Solía sucederme que al despertar, por una fracción de segundo no sabía dónde estaba; era una sensación conocida pero no por eso menos aprensiva cada vez que ocurría. Se trataba de un lapso diminuto en el que me encontraba perdida, fuera del mundo, fuera de mi propia historia y sin identidad; era como si volviera a nacer, como si aún no perteneciera a ninguna parte, ni a ningunos brazos, pero a sabiendas de que alguna vez pertenecí. Si creyera, se me ocurre que así puede ser la reencarnación; un bebé que está naciendo y que durante un ínfimo período sabe que viene de otra parte; no reconoce ese nuevo espacio, donde el capricho del karma lo ha enviado para pagar sus culpas en el camino hacia la purificación y, acto seguido, olvida todo vestigio de su vida anterior e inicia como una tabula rasa. En épocas de mucho trabajo, cuando por ejemplo tomaba seis aviones en cuatro días, dormía cada noche en un hotel diferente y andaba exhausta hasta lo indecible, esa experiencia se repetía mucho. Algunas mañanas, mientras sonaba el despertador, antes de abrir los ojos pensaba ‘¿Dónde estoy? ¿Qué día
es? ¿Qué debo hacer?’, y un minuto después estaba en la ducha. Sin embargo, había un lugar donde esta sensación me abandonaba por completo y despertaba como pez en el agua; el único espacio que durante toda mi vida sentí realmente propio: mi casa materna. Los días en los que visitaba a mi madre solían coincidir con mis crisis de autoestima, las que a pesar de mis cuarenta y de mis éxitos económicos me seguían acosando. La última vez
que fui, se sumaba el peor momento de mi histórico problema de sobrepeso, y la aventura de Carlos con una de veinte delgados y pico de años. Siempre dormía en mi antigua habitación y cada mañana, un rayo oblicuo de luz se daba de bruces contra mis ojos diciéndome ‘estas en casa niña, estás a salvo’. Toda mi infancia me acompañó ese hilo de luz, que se filtraba por una de las rendijas de la persiana de madera azul claro, color que yo misma elegí con dudoso buen gusto cuando tenía diez años, y que mi madre repitió cada vez que pintó mi habitación desde
entonces. Me fascinaba esa ranura apenas más ancha que el resto de las separaciones longilíneas entre listón y listón; ella daba mejor paso al sol y lo enredaba con mis fantasías. De pequeña imaginaba que ese rayo era un camino mágico por el que desfilaban mis personajes queridos: mis padres, mis amigos, mi maestra de tercer curso o el chico de la clase del que me había enamorado sin esperanza ese año; todos los que me importaban indefectiblemente pasaban a su turno por allí, y todos me aceptaban. En la rendija yo era tan delgada como ella y nada resul-
26 // DE CUENTO taba imposible. Era bueno despertar siempre en la misma habitación, con los mismos ruidos, los mismos olores, y con mi rayo oblicuo apuntando a un punto u otro de la pared, según la hora en la que abría mis ojos, un poco menos remolones que el resto de mi cuerpo. Durante ese renacer me conectaba con la vida a su través, con la certeza de que todo lo que por allí pasaba me acompañaría para siempre y de que, al otro lado de la puerta de mi habitación, se seguiría produciendo la magia de las tostadas crujientes de mi madre, las medialunas de doña María y los abrazos de Súper Héroe de mi padre. Yo era una niña y, al igual que todos mis amores, era inmortal, por eso nunca entendí cabalmente por qué mi padre un día me dejó, antes de que mi rayo de luz viniera a despertarme. Tal vez fue culpa mía y por una vez debí ser menos dormilona y más activa como él siempre me reprochaba- y haberme despertado a tiempo para avisarle que tenía que montarse en mi mágico rayo oblicuo, donde todo era perennidad. Me había levantado a las diez y, pegada en la puerta de la heladera, encontré una nota, escrita con prolija letra de maestra que decía ‘Fui a lo de doña María a comprar las medialunas que tanto te gustan’. Esa letra no la habían cambiado ni la jubilación, ni el Parkinson’s incipiente. La verdad es que ya no me gustaban tanto esas medialunas, había conocido otras delicatessen desde los tiempos en los que doña María era el único blanco de mis tentaciones, pero me enternecía que mamá creyera que nada había cambiado. Doña María era su cómplice, y cuando yo estaba de visita agregaba a la compra, sin cargo extra, algunos pro-
ductos de su propia elaboración, con la expresa condición de que fuese a darle un beso antes de irme. Desde hacía muchos años ella había pasado de ser la dueña de la panadería a la mejor amiga de mamá, pero por esas cosas que tiene la costumbre, a la que ambas se aferraban para conjurar el tiempo, seguían tratándose de usted. Cada vez que volvía a mi viejo barrio, regresaba a casa y a Carlos sintiéndome un hipopótamo, culpable por haber comido tanto,
negro, grande y con almendras; ¡codicias que traen los años! Estaba sola en la cocina, pensando en la batería de placeres caseros de los que era imposible escoger unos sin lamentarse de no disfrutar de los otros, cuando una seguidilla de embates desatinados contra la cerradura anunció la llegada de mamá. Cada vez veía peor de cerca, y no había caso de que llevara colgando las gafas para tenerlas a mano; ‘es incómodo’ decía, pero lo cierto
pero feliz por esa transfusión de sabores, olores, texturas y visiones de mi infancia, esa infancia donde todos los Carlos fueron posibles cada mañana. Recuerdo que hacerme acabar las verduras era una lucha cuerpo a cuerpo con mi padres, que terminaba casi siempre en un empate, un poco porque ellos se agotaban, y otro porque yo tragaba un bocado más a cambio de un MILKYBAR como postre, en lugar de la obligatoria fruta. El arte de la negociación siempre fue mi lado fuerte, incluso si lo que logro en la transacción a la larga me hace perder. Hoy, axiomáticamente, antes de la cena y el champagne con mis socios, celebro en secreto cada contrato, cada inversión rentable o cada venta convenientemente cerrada, con un MILKYBAR, que ya no es blanco y pequeño, sino
era que una cadena soportando un par de gafas, le arruinaba la estudiada conjunción entre blusa y bijouterie. - ¿Es necesario que te vayas mañana? - me preguntó. - Sabes que no puedo evitarlo mamá, tengo que cerrar una operación muy importante. - Lo sé hija y verás que la cerrarás, siempre le cuento a doña María lo orgullosa que estoy de ti; pero al menos desayunaremos juntas ¿no?; te prepararé tu pastel preferido, le he pedido a doña María que esta tarde me consiga ese chocolate para taza que te gusta tanto, ¡es que con este frío se lo quitan de las manos! Estaba a punto de quejarme de mi sobrepeso pero desistí, ya que esa era una de las discusiones en las que mi madre no era per-
meable a ningún tipo de negociación, pero también porque yo estaba acostumbrada a perderla. Es increíble cómo la mirada de alguien que nos ama, puede estancarse en los momentos en los que nos veía más bellos. A la mañana siguiente me desperté sin ninguna luz en la habitación. ‘¿Acaso llueve?’ me pregunté. Pero no. El reloj daba las seis y fui a la cocina a tomar un vaso de agua. Aún flotaba el aroma del pastel horneado el día anterior. De regreso a mi cuarto me asomé a mirarla; sin hacer ruido acaricié su rostro apergaminado y, como cuando era pequeña, me metí en su cama para abrazarla y así alejar a todos los fantasmas. Su pequeño cuerpo tibio no respiraba. Con el corazón disparado pensé ‘son las seis’, y la letra de ese tango que ella siempre cantaba vino a mi cabeza ‘es la hora en la que mueren aquellos que saben morir’. Mamá siempre fue muy sabia. El último bastión de mis intentos por mantenerme a salvo de mis contiendas se iba con ella. Esta vez había sido buena niña y me había levantado temprano pero, igual que papá entonces, se fue sin avisarme. Sólo esperé que guiada por su propia luz, la que no cabría por una rendija, mamá viajara hacia ese devenir inespecífico de las almas buenas. Después de varios días de arreglos y trámites, con la maleta a mis pies, sentada en la cama, recién lloré. El coche estaba en marcha y bajé la persiana azul claro por última vez, pero antes de salir ajusté cerrando fuertemente con una pinza, los eslabones de metal que unían esos dos listones que ahora le cerraban el paso para siempre a esa chiquilina golosa, miedosa y utópica, que navegaba cada mañana por un resquicio de sol. n
EL CONSULTORIO // 27
¿K or not K? MIGUEL PEDANO
Me gusta recibir argentinos en casa. Como no voy hace tiempo me gusta tentarlos con una familia “de sus pagos” que los recibe y les hace la estancia más agradable, más familiar. Así, me traigo un poco de allá para acá. Es llamativo, cada nuevo visitante que entra en casa, en cuanto se le presenta la oportunidad, saca el tema de K...o eres de K o estás contra K. ¿Ustedes? ¿De qué me hablan? Si opino siento que es comparando mi realidad actual con la de allá, con la que yo construyo de allá. Una translación salvaje, injusta, ficticia. Una muestra. - “El gobernador de Tucumán puso una ley que prohíbe beber después de las 4 de la mañana...” - “Ah, mirá vos....¿y salís de joda allá?” - “No, hubo varios casos de chicas que violaron cuando tomaron un taxi” Los ojos como platos. No entiendo nada. No quieren que beban pero te pueden violar. Nuestro proceso de trans-
formación, digámoslo así, fue lento. Al principio discutíamos fervientemente sobre asuntos de Argentina...pero la cosa fue cambiando. K....que lejano me suena todo, que poco entiendo esa realidad que ya no es mía. Qué poco entiendo el fervor
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argentino por sus presidentes (¿les haría bien el titubeante Rajoy o el soso Zapatero?). K... sé que al final de este proceso de transformación, de mi transformación, sólo se vislumbra una única pregunta.... ¿Quién coño es K? n
28 // OPINIÓN
El muro de las décadas CARLOS OCHOA BLANCO
Ya he saltado la pared de los 60. Es curioso, pues cuando era pequeño, cada nueva década que deseábamos pasar, nos parecía un gran muro que escondía detrás un paraíso solo apto para mayores. Para mí las décadas eran, y son, como una especie de muros que a medida que uno va saltando, nos van descubriendo realidades que, en la infancia y juventud, imaginábamos fascinantes. La primera gran pared era la de los diez años, detrás de la cual estaban los 18, que en nuestra infancia
eran la puerta que nos separaba del mundo de los adultos. Un mundo prometedor, que para nosotros escondía secretos tentadores y prohibitivos. Hoy, gracias a las nuevas tecnologías, la mayoría de niños y jóvenes casi no tienen secretos por descubrir. La juventud de ahora vive tan de prisa, que cuando llegan a los treinta, solo les queda la incógnita de descubrir cuáles serán los achaques de su vejez. Incluso algunos ya los padecen antes de ser ancianos. En mi infancia, llegar a los
18 años era el deseo más importante para la mayoría de nosotros, pues detrás de esa cifra mágica imaginábamos un mundo de libertad, en el que haríamos todo lo que hasta ese entonces nos estaba vedado. Nuestra inocencia nos llevaba a pensar que los mayores hacían siempre lo que les daba la gana, cosa que nosotros no podíamos hacer. También recuerdo que aquel espacio de tiempo, hasta la llegada de los 18, parecía interminable. Daba la sensación de que los años eran más largos. La Navidad, el fin de año y
Reyes, estaban excesivamente lejos. Era tanto el deseo de cumplir los 18, que el año en vez de tener 365 días, parecía que tenía 900. Es curioso, pero cuando pasas de los 18, parece que los años se van encogiendo. Al principio no te das cuenta, pero después de los 30 o los 40, el fin de año llega cada vez más pronto, y por lo que me comentan los mayores, los años se van acortando tanto, que al final parecen un suspiro. La cuestión es que cada muro que he pasado, me ha ido enseñando la dife-
OPINIÓN // 29 rencia que había entre lo que yo imaginaba y lo que realmente se escondía detrás de las décadas que he saltando. Recuerdo que con 9 o 10 años, me puse muy contento el día que Fidel Castro tomó Cuba. Creí que aquel luchador altruista, llevaría el bienestar a un pueblo que había sufrido tanto, por culpa del nefasto gobierno de Batista. Pero a medida que fui pasando décadas, he comprendido que estaba en un error y que aquello fue otra ilusión, cuya realidad ya veían muchas personas que habían dejado atrás varias décadas, mucho antes que yo. Los años me han descubierto que Castro, al igual que todos los que usan la violencia para conseguir el poder, terminó convirtiendo Cuba en una dictadura, donde solo se hace lo que él y los suyos quieren.
Los muros de la edad que vamos saltando, a poca inteligencia que tengamos, nos van abriendo los ojos, y al final uno ve que los que persiguen el poder, tanto por la fuerza de las guerras, como por las llamadas democracias, no lo hacen por el bien del pueblo, sino para lograr su sueño de dominar y obligar a los demás, a hacer lo que ellos consideran que es justo y correcto.Pero eso solo se descubre con el paso de las décadas. Aunque algunos no espabilan con los años, pues su cuerpo va saltando décadas, pero su cerebro debió perderse en alguno de esos saltos. Otra cosa que he ido descubriendo con los años, es que los humanos no hemos cambiado casi nada, seguimos siendo igual de tontos, listos, brutos, violentos o salvajes
que nuestros antepasados, aunque quizás ahora manejamos mejor la hipocresía y el arte de interpretar, teatralmente, lo que llamamos buenas costumbres. Pero los humanos de hoy no se diferencian mucho del hombre de la edad de piedra. No hay más que ver las gradas de algunos campos de fútbol de mi querida Argentina, e imaginar que si a esos personajes violentos, los vistiésemos con pieles, les diésemos un garrote y un hacha de piedra, estaríamos viendo al hombre primitivo. Eso demuestra que no hemos evolucionado tanto como creemos. Seguimos actuando en manadas, al servicio de un líder, que es lo mismo que los seres humanos han hecho desde que hay testimonio escrito. Por eso, al saltar el muro de los 60, uno comprende
que ya no encontrará nada nuevo detrás del resto de décadas que pueda vivir. No hay esperanza. El inocente muro de los 10 años o el de los 18, detrás del cual escuchábamos aquellos eslóganes de: “Haz el amor y no la guerra”, “Prohibido prohibir” o “El pueblo unido jamás será vencido”, han quedado muy lejos. Hoy para mí el arcaico eslogan, de “Libertad, igualdad y fraternidad” no tiene ninguna connotación de esperanza. Son frases que jamás serán realidad en los países de este planeta. Me gustaría volver a los diez años y creer en la honradez de los políticos, en sus promesas y en un mundo sin pobreza, como lo soñaba hasta que salté el muro de los 60. Ahora comprendo la falta de fe en el futuro, que tenían los mayores de mi barrio. Un saludo. n
30 // OPINION
Apocalipsis ¡no! ENRIQUE PINTI
La historia de la humanidad está hecha de grandes progresos, terribles retrocesos, épocas iluminadas por florecimientos artísticos, culturales y científicos, eras de oscuridad, ignorancia, crueldad e intolerancia, momentos de crisis, cambios drásticos, decadencia de modelos de sociedad, mutaciones graduales o violentas que provocan el triunfo de unos y las derrotas de otros. En medio de ese maremágnum, en todas las civilizaciones y en todas las épocas aparecen adelantos primero resistidos por tabúes y prejuicios y luego incorporados a la vida cotidiana. De la rueda a la computadora y de la pólvora a Internet el hombre no ha parado de inventar, investigar, probar, acertar o errar, y siempre ha buscado que cada nuevo invento sirviera a la mayor comunicación, a la mayor funcionalidad y a la mayor y mejor calidad de vida. Pudo haberse equivocado una generación, pero la siguiente superó el fallo y perfeccionó lo anterior. La rueda sirvió para transportar más rápido al hombre y a sus necesidades; del carruaje se pasó al automóvil y de la diligencia, al tranvía, al ferrocarril, al ómnibus y a la aeronavega-
ción cada vez más veloz y más difundida. ¿Todo para qué? Para solucionar problemas, para acercar a los pueblos, para efectuar todo tipo de traslados con los más variados propósitos a un ritmo vertiginoso. O sea, para comunicarse mejor. La carta escrita a mano dio paso al telegrama no tan expresivo, pero más rápido: al télex y al fax. Y todo lo que siguió después permitió acortar distancias e intercomunicar a personas muy alejadas entre sí. La telefonía celular, con todos sus aditamentos, la máquina para mensajes, Facebook, Twitter y cuanta novedad se incorporó a nuestras vidas igualó el alcance que antes sólo
tenía la televisión, el satélite, el video y el DVD. Todo bien. Pero este dinosaurio firmante ha vivido y sigue viviendo sin muchos de esos adelantos, y juro que me comunico, no soy un lobo estepario, un autista emocional, un ermitaño militante o un extraño extraterrestre. Admiro la capacidad del ser humano para extremar la posibilidad de progreso y modernidad. Lo que no puedo aceptar es que una nueva generación haya roto algo que
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viene con la naturaleza humana como marca en el orillo desde que el mundo es mundo: la palabra, esa herramienta que a los que tenemos la suerte de poder hablar nos lleva a la mejor y más profunda comunicación. Nuestra voz expresa nuestro sentimiento, revela nuestras intenciones y desnuda nuestro espíritu. Los sordomudos y ciegos tienen sus códigos para la comunicación, los parlantes tenemos esa maravilla que es la palabra. Es preocupante ver a tantos niños, jóvenes y no tan jóvenes encerrados en sus mensajitos, su Twitter y su Facebook, hablando cada vez menos, encapsulados en esas maquinitas que, bien usadas, podrían y de hecho pueden comunicar, acercar y tender puentes hacia los demás. El idioma escrito pierde cada día más valor y las abreviaturas, elipsis y sobre-entendidos para ahorrar tiempo han perjudicado y reducido a límites insospechados hace apenas quince años las posibilidades maravillosas de nuestra lengua. Ya sé, son épocas. Quizá estemos realmente asistiendo al fin de una era y también es posible que nada sea tan apocalíptico como uno lo ve. Pero no hay duda de que se habla poco y mal, que los ¿cómo se dice, che? están a la orden del día y que para encontrar un sinónimo adecuado hay que esperar media hora como mínimo. n
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