Colección
n.º 9
LA NOCHE QUE NO CAMBIO MI VIDA de EMILIO ENCABO LUCINI
MIEDOS de JAVIER LÓPEZ ALÓS
CERTAMEN INTERNACIONAL DE TEATRO BREVE FUNDACIÓN CIUDAD DE REQUENA 2005
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No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación y otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. © Coordinadora de Actividades Teatrales
Arrabal Teatro
C/. Villajoyosa, 13 bajo - 46340 REQUENA Teléfono / Fax: 96 230 41 93 Diseño de la portada: Miguel Angel Roda.
Primera Edición: Febrero 2007 Edita: M. I. Ayuntamiento de Requena Depósito Legal: V - 1.150 - 2003 Impresión: GOVI • imprentagovi@telefonica.net -2-
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ACTA NOTARIAL Según consta en el acta levantada por D. Joaquín Olcina Vauterén, Notario del Ilustre Colegio de Valencia, un Jurado presidido por D. José Luis Prieto y formado por D. Juan Alfonso Gil Albors, D. Ferrán Grau, D. Joaquín Climent, D. Miguel Ángel Plaza, Doña María José Viana, D. José Luis Pinotti, Doña Carmen Morenilla, D. Carlos Villuendas y D. Roberto García, siendo secretario del mismo D. Lorenzo Gabaldón y contando con la presencia del Alcalde de Requena, D. Adelo Montés, después de las oportunas deliberaciones, acordó conceder el primer premio del Certamen Internacional “Fundación de Requena” 2005, a la obra titulada “LA NOCHE QUE NO CAMBIO MI VIDA”, de la que, una vez abierta la plica, se comprueba que es su autor D. Emilio Encabo Lucini, y declarar finalista a la obra “MIEDOS” cuyo autor, abierta la plica correspondiente, se verifica que es D. Javier López Alós.
JURADO PRELIMINAR Miguel Ángel Plaza, Isabel Sanchis, Marisol Romero, José Antonio Navarro, Clara García, José Antonio Cano, Pablo Esparza, Librado Carrasco, Ángel Sánchez, Germán Fernández, Luis Miguel Mislata, Sandra Ortega, Montse Ramón, Javier Monterde, Rafael Ochando, Juan Pablo Monteagudo
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LA NOCHE QUE NO CAMBIO MI VIDA Autor: EMILIO ENCABO LUCINI
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EMILIO ENCABO LUCINI Nace en Madrid en 1973 y allí reside gran parte de su vida. Desde hace dos años y medio está viviendo en Bilbao. Es miembro de las compañías ZOZOBRA TEATRO y TRASHUMANTES. En ellas suele dirigir sus obras. Ha hecho varios montajes como “El vendedor de humo”, “La caravana” y “El síndrome”. Con ellos ha estado en diferentes festivales: Fira de Tarrega, Viladecans, Mostra de Denia, Escenia de Foios … Con “El vendedor de humo” ganaron algunos premios tanto en teatro como en café teatro: Mejor Espectáculo Mostra de Denia, Mención Especial Escenia de Foios y Segundo Clasificado del Circuito Café Teatro de Valencia. Algunos premios que ha tenido han sido el accésit Marqués de Bradomín 99 por “La metralla de los días”, los premios de piezas cortas de la UPV en 1999 y 2001 por Imagen y Semejanza y Dislocación y el premio Palmireno Acotaciones en la caja negra por Espectáculo. -9-
PERSONAJES: - MUJER. - VOZ MUJER. - VOZ HOMBRE.
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(En un lugar cotidiano a medio camino entre la realidad y los recuerdos. A la hora del amanecer… Una MUJER con una maleta y un abrigo.) MUJER.- Debería haber un poco más de luz ¿verdad? No sé por qué tenemos que estar aquí, en penumbra, sin apenas vernos las caras. Es un poco siniestro ¿no?... Bueno, quizás tú prefieras estar así. No quería molestarte... Es sólo una opinión, claro. Pero a mí me gustaría verte la cara y que tú me la pudieras ver... Yo no he venido aquí a esconderme ¿sabes? Yo no sé ni qué hago aquí, en este lugar tan extraño que parece que esté fuera de la Tierra. Una vez leí un libro sobre gente que de repente nota una sacudida en el suelo y ve cómo su mundo empieza a cambiar. Las estrellas que estaban fijas en el cielo empiezan a moverse, el mar se agita salvaje y las temperaturas suben y bajan sin razón alguna. Al principio creen que algo ha impactado en la Tierra y la ha desequilibrado, pero un día se dan cuenta de que ya no están en la Tierra. Un cometa les ha arrancado de allí con su trocito de continente, de mar y de cielo, y ahora ellos recorren el espacio incrustados en él. Es una historia bonita ¿verdad? Aterradora, pero bonita. Yo no debería estar aquí. Debería estar ya en casa. Antes, tú no te habrás dado cuenta porque esta luz es demasiado tenue, antes te estaba mirando. Ha sido sin querer, estaba intentando concentrarme, tener un momento de lucidez y, de pronto, te estaba mirando y me estaba preguntando qué hacías tú aquí. “Tendrá insomnio”, me he dicho, o querrá estar sola un rato o necesita... vete tú a saber... Sea lo que sea por lo que estés aquí, yo lo respeto. Yo lo respeto todo. Igual luego, si te apetece, me cuentas... Pero no. No tienes por qué hablar. No tienes por qué hacer nada. Hay gente que necesita hablar y gente que necesita callar. Todos no necesitamos lo mismo, es evidente. Yo esta noche necesito pensar, necesito concentrarme, pero no puedo quedarme aquí sentada e intentar predecir lo que -11-
(Se quita el gorro) Una exploradora (Se quita las gafas de sol) Una actriz de cine, (Se quita el abrigo y se detiene un momento mirando la ropa en el suelo) una extranjera venida de un país desconocido. (Pausa) El principio… El principio ... Todo empezó con una invitación... (Saca un papel arrugado de un bolsillo, lo extiende y lo lee) “The internacional automóvil engeniering society invites you to the internacional congreso in Detroit” Bla, bla, bla (Arruga el papel y lo tira) Una invitación a un congreso... Una invitación a un congreso de maquinaria automovilística. Un puto congreso de maquinaria en una ciudad cubierta de nieve. No tenía ninguna gana de ir. A mi jefe, sin embargo, le pareció una oportunidad única. “Paula, tienes que ser nuestros ojos y nuestros oídos. El mercado está cambiando y no podemos perder el tren. Ves allí, obsérvalo y cuéntanos lo que está pasando. Confiamos en ti”. -12-
va a suceder cuando él abra la puerta, si nos abrazaremos o nos quedaremos mirándonos como extraños, como si por primera vez nos diésemos cuenta del abismo que existe entre dos personas. Me estoy poniendo tremenda. ¿Verdad? Pensarás que me ha ocurrido algo terrible. Ha sido sólo una tontería. Si te lo cuento, seguro que te echas a reír. Pensarás que soy imbécil. Esta tía es imbécil, pensarás, una verdadera gilipollas ¿Qué se ha creído que es la vida? ¿Es que no ve el telediario? ¿No sabe que hay guerras, que hay gente que muere de hambre cada día? Y ella se preocupa por una tontería así cuando tendría, tendría que ser feliz porque está viva; su avión podía haberse estrellado, podría haber nacido en una zona sísmica o en medio de una guerra ¡quién sabe!, ¡quién sabe la vida que podría haber tenido!. Es una tontería, ya lo sé. Nada. Pero es que tengo la certeza de que es toda mi vida la que está en juego, aquí, en este lugar tan extraño, a la hora más fría de la noche. Estoy... Hace unas horas yo estaba a miles de kilómetros de aquí. Por eso tengo la cabeza tan revuelta. Todas esas aceleraciones y deceleraciones, cambios de dirección y altitud, cambios de presión. Todo eso tiene que afectar ¿verdad? ¿A que se me nota en la cara? Es normal, es normal que todo no haya vuelto a su sitio. (La MUJER se detiene) No estás entendiendo nada. Claro... Lo siento. Esto no tiene sentido. (Durante un momento parece que va a marcharse, pero se queda) Tendría que haber empezado por el principio. Esta no soy yo. Es sólo un disfraz. Me lo compré en el viaje porque allí hacía frío. Hacía mucho frío y yo quería ser otra.
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Esas semanas me lo pasé muy bien mintiéndoles a todos. “Venga, venga, necesito los informes del mercado, más bibliografía. Necesito ayuda para preparar las transparencias. Es importante…” Incluso ahora que no sé si he hecho algo irreversible, cuando pienso que nadie en el mundo sabe que estoy ahora aquí hablando contigo, a esta hora tan poco propicia a las conversaciones, cuando lo pienso no puedo evitar pensar que he arrancado algo muy valioso a esos días. (Pausa) No sé por qué siempre tengo que hacer cosas innecesarias que acaban metiéndome en líos... En líos o en momentos memorables. A veces sólo hay un paso entre un momento memorable y la catástrofe absoluta ¿verdad? Es tan difícil saber dónde detenerse. Si me descubren no sé si sabré explicarles por qué lo hice. No sé si merecería la pena, si ellos podrían entender. Me volvería sospechosa, perderían la confianza en mí, y sin confianza, todos los pactos que hemos hecho y que nos sostienen a los unos al lado de los otros se derrumban. Tendré que esconderlo, todo, esta ropa y las fotos, tengo un montón de fotos, fotos con auténticos indios mohicanos, con vaqueros, fotos de la ciudad desde los rascacielos, fotos del gran lado helado, fotos en bares de esos que sólo salen en las películas donde todos son mafiosos o traficantes. Las tendré que quemar, pero antes quiero enseñártelas. Mira. (Abre un compartimento de la mochila para coger las fotos, pero en lugar de eso encuentra una navaja automática; la saca, aprieta el seguro y la hoja sale) Nos dijeron, no salgáis por la noche del hotel, es peligroso, en esta ciudad cada día muere gente de disparos, de golpes, de sobredosis. Fuera del hotel se atraca, se roba, se maltrata. Yo quería ser libre y salí a caminar. Buscaba algún bar para escuchar blues en directo. En la guía ponían que había algunos -14-
Confiamos en ti. Confiaban en mí. La gente suele confiar en mí, no sé por qué. Recuerdo que esa noche estaba cenando con Pedro en la sala viendo la tele y no sé por qué no me apetecía contárselo y sabía que se lo tenía que contar porque esas cosas se cuentan, pero no le dije nada. Los dos estábamos cansados y nos pusimos a ver una película muy estúpida Nos quedamos dormidos en el sofá antes de que acabara. Me desperté de madrugada y no podía volver a dormirme. Fui al comedor y allí saqué el atlas para ver dónde me enviaban. La ciudad estaba justo en la parte de arriba de América. En la frontera entre Estados Unidos y Canadá, al lado de los Grandes Lagos. No tenía ninguna gana de ir al congreso, sabía que no aguantaría horas y horas escuchando a gente hablar. Ya no tengo tanta capacidad de escucha. Sin embargo, me sucedió algo: contemplando el mapa, leyendo todos esos nombres desconocidos, ríos, ciudades, montes, carreteras, me di cuenta de que lo que realmente me pedía el cuerpo era escapar. ¿A ti nunca te ha pasado? ¿Nunca te ha hablado tu cuerpo y te ha dicho escápate; venga, escápate, escápate antes de que sea demasiado tarde? Y te lo dice tan claramente como si estuviera hablando ¿verdad? El mío me decía: ve, ve allí y corre libre por la nieve. Iría a Detroit, sí, iría encantada, agradecida por la confianza, pero no perdería ni un minuto en el congreso. Disfrutaría de unos días de libertad sin que nadie lo supiera. Al pensarlo me entró un poco de vergüenza y me asusté de que alguien en algún lugar del mundo pudiera leer mi mente y saber qué estaba tramando. Hacía mucho que no planeaba algo así. No se lo diría a nadie. Ni siquiera a Pedro, sería mi secreto. Es curioso como a veces tenemos que hacer cosas retorcidas para conseguir algo a lo que deberíamos tener derecho de una manera natural ¿verdad?
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Creo que eso resume un poco mi viaje. Era libre, más libre que nunca, no me conocía nadie, nadie sabía dónde estaba, tenía dinero, tenía tiempo, pero también tenía miedo. Miedo a todo lo que había oído día tras día y que no sabía que se me había metido tan dentro. Miedo también a parecer un hombre solitario y fracasado, de esos a los que nadie quiere acercarse. (La MUJER anda hasta entrar en la zona central... La zona central está delimitada hacia el fondo por una superficie sobre la que se puede proyectar. Se proyectan imágenes de un aeropuerto (aviones, letreros, gente esperando en las colas…) y se oyen como un murmullo los ruidos típicos de un aeropuerto). Me ha pasado algo en el aeropuerto, algo a lo que no puedo dejar de dar vueltas, algo que se está comiendo todo el viaje y que va a acabar arrebatándomelo. Ahora estoy aquí, y te lo cuento y tal vez seas la única persona en el mundo a la que se lo cuente. (Pausa) Llevaba tres horas en el aeropuerto y no podía esperar más. Había entrado a todas las tiendas, había comprado una botella de whisky para Pedro, bombones para mi madre y una colonia para mí, que sabía que nunca utilizaría. Iba a meterme en un bar a tomarme un café cuando encontré un puesto de internet gratuito. Pensé en escribir a alguien. Alguien del que hacía tiempo que no sabía nada. Encontré su último mensaje. Era un mensaje muy corto. “Te entiendo. Las cosas son como son. La realidad hay que aceptarla. Sólo quiero que sepas que me acuerdo mucho de esos días. Cuídate”... Cuídate. (Pausa)
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muy buenos. Me metí en una calle para acortar y me encontré con unos tipos. Cinco o seis hombres al lado de un coche escuchando música. Me dijeron algo, no lo entendí; se giraron hacia mi y por un momento pensé que se me iban a tirar encima. Me pareció que uno de ellos llevaba una pistola. Me di la vuelta como si me hubiera equivocado de camino y salí de allí andando todo lo deprisa que pude, sin ponerme a correr y no paré hasta llegar a una calle principal. Allí parecía que todo era seguro. Entré en el hotel temblando. Al día siguiente pasé al lado de una armería. Vi las navajas en el escaparate y me compré una. Sólo era para estar más tranquila. No quería que los nervios me aguaran el viaje. Por la noche volví a salir en busca del bar, pero esa noche era diferente, llevaba la navaja en el bolsillo y la apretaba con fuerza y me sentía mucho mejor. No sé muy bien cómo, porque esas cosas pasan cuando no conoces una ciudad, todo no viene en los mapas, no sé cómo, acabé en una calle en penumbra, una calle muy larga. De repente oí unos pasos detrás de mí, pasos silenciosos que se acercaban; eran varias personas. Se habrán dado cuenta de que eres un turista, saben que tienes dinero, tarjetas de crédito, podrían secuestrarte y llevarte a un cajero a sacarte el dinero o drogarte y hacer contigo lo que quisieran. Yo apretaba la navaja. Sólo tienes una oportunidad, no puedes fallar, te vas a girar como un relámpago y antes de que puedan reaccionar sacarás la navaja. Si no se apartan la clavas en la pierna, no hay por qué matar a nadie. No eres un asesino, sólo quieres defender lo que es tuyo. Los pasos se acercaban rápido. Conté tres dos uno ya. Me di la vuelta, la navaja se abrió y entonces vi a una madre con su hija. La madre apartó a su hija interponiendo su cuerpo y la hija empezó a gritar. Yo les dije que no se preocuparan, que no iba a hacerle nada. La madre como si le hubiese pasado más veces, sacó su cartera del bolso y me la dio. Empezaron a oírse voces de vecinos, vi algunas caras y salí corriendo, rezando porque no me parara nadie. (Pausa. Ella clava la navaja en el suelo con fuerza)
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turo cercano es que si no me coges, vas a volver al hotel solo y vas a vaciarte el minibar entero tumbado en tu cama como un sueco cualquiera. VOZ HOMBRE.- ¿Dónde vas? VOZ MUJER.- ¿Y eso qué importa? ¿Tú sabes dónde estamos? (Las imágenes y el ruido del mar sustituyen a las carreras) MUJER.- Acabamos llegando a una playa. Allí las playas no se parecen a estas. Son muy extrañas. No hay casi nada construido. Nos apretamos los dos al lado de unas rocas y empezamos a tocarnos. Hicimos el amor allí mismo. Yo nunca había hecho algo así. VOZ MUJER.- ¿De qué tienes miedo? MUJER.- Parecía invulnerable VOZ MUJER.- Venga. No seas cobarde. No nos van a ver. MUJER.- Todo me iba a salir bien. VOZ MUJER.- Ven, abrázame que te voy a desnudar, te voy a quitar toda esa ropa y te voy a convertir en pez para que puedas bucear hasta el fondo, a donde no llegan ni los submarinos ni los hombres rana, donde apenas llega la luz, para que veas todo lo que se me ha ido cayendo dentro. MUJER.- Antes era más valiente. Tenía menos miedo. No es normal tener cada vez más miedos. (Pausa) MUJER.- ¿En qué piensas? VOZ HOMBRE.- En nada. MUJER.- Siempre se piensa en algo VOZ HOMBRE.- No siempre. MUJER.- ¿En qué piensas? VOZ HOMBRE.- En un viaje hace años. Lejos de casa tres meses. Un día llega una carta. Es mi padre. Me dice que no le gusta su vida, que es un infierno. Le gustaría desaparecer. A mí se me derrumba todo. Intento no pensar demasiado. Evitar el pensamiento de que en cualquier momento va a desaparecer.
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Hay recuerdos que desaparecen lentamente y otros que crecen y crecen, recuerdos sobre los que nos vamos construyendo como la lluvia sobre el polvo que flota en el aire Le conocí en un curso en Suecia hace muchos años. No sé muy bien lo que hacía. Estuvimos tonteando toda la semana. Nos mirábamos cada vez que nos cruzábamos, pero estábamos demasiado ocupados para poder quedar. El último día nos escapamos y nos dedicamos a dar vueltas por la ciudad emborrachándonos. Ninguno de los dos sabía sueco y no teníamos ni idea de dónde estábamos. Me sentía como si fuera un adolescente, como si cada paso que diera, cada gesto fuera importante y aquel momento no se fuera a acabar nunca... ¡Estaba tan llena de vida!. (Las imágenes de la pantalla cambian bruscamente, vemos a la MUJER correr por las calles de una ciudad. Oímos su voz unos años más joven, es VOZ MUJER. Oímos también la voz de un hombre, VOZ HOMBRE). VOZ MUJER.- ¿Pero es que no hay ningún sitio abierto en esta ciudad? ¿Aquí nadie se divierte o qué? No es tan tarde joder, son sólo las dos. Suecos, más que suecos, que sois unos suecos. VOZ HOMBRE.- Calla que te van a oír. VOZ MUJER.- A mí no me engañáis sólo porque seáis rubios y estéis tan buenos. Yo sé lo que estáis haciendo, sé que os estáis mamando en casa, viendo la tele como cada noche. VOZ HOMBRE.- Nos van a tirar algo. VOZ MUJER.- Vaya mierda de estado de bienestar. VOZ HOMBRE.- Ven. VOZ MUJER.- Ven tú. Cógeme si puedes. VOZ HOMBRE.- Estás loca. VOZ MUJER.- No digas chorradas. No me conoces. No sabes nada de mí. No estoy loca. Estoy perfectamente lúcida y lo tengo todo claro. Esta noche puedo ver el futuro. VOZ HOMBRE.- ¿Y cuál es el futuro? VOZ MUJER.- ¿Tú futuro?... Bien, bien... Tu futuro... Tu fu-
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(Se superponen sobre las imágenes de la playa palabras escritas, frases sobreimpresionadas) MUJER.- ¿Recuerdas cómo disfrutábamos hablando sin que ellos pudieran entendernos? Éramos un poco malos ¿verdad? Yo sobre todo... No había manera de quitarse el lodo. Dejé la habitación del hotel perdida. Al llegar a casa todavía aparecía lodo en los zapatos, debajo de los anillos, en el fondo del bolso. Y cada vez que aparecía yo lo restregaba por mi brazo, polvo eres y en polvo te convertirás. (Pausa) Algo me ocurrió mientras escribía. Algo despertó en mi cerebro. Yo no esperaba sentir tantas cosas. Quería que él supiese que yo también había pensado mucho en esa noche. Le hablé de mi vida, de lo difícil que es tener un trabajo decente, de la luz tan cálida que da la lámpara roja que tengo en el salón, de la película que más me ha gustado este año, de que Pedro tiene los pies fríos y las manos muy calientes y cada noche cuando me acuesto con él eso no deja de sorprenderme. Le confesé que últimamente echo de menos a mucha gente y que no sé cómo me he ido quedando tan sola con Pedro y que me pregunto si esa gente se siente también sola. ¿Cuál será esa fuerza centrífuga que nos aleja a los unos de los otros? Últimamente me siento extraña. Hago cosas que no debería hacer y no sé a dónde me van a llevar. Tengo ganas de que me pase algo. No sé el qué. Lo que sea. Algo que me sacuda un poco. Y a la vez tengo miedo de no estar a la altura. Intentaba recordar su cara y no lo conseguía y me daba rabia haberla perdido. Esa noche parecía que sería todo tan sencillo. VOZ MUJER.- Todo debería ser como esto ¿verdad? Que lo que deseas que suceda acabe siempre sucediendo. VOZ HOMBRE.- Me gustaría quedarme aquí para siempre -20-
El tiempo pasa, yo vuelvo. Llego al aeropuerto temblando. No me atrevo a mirarle. Toda la familia me está esperando. Nos abrazamos, nos besamos, estamos todos contentos. Nos vamos a comer por ahí. Yo por fin me atrevo a mirarle y él sonríe. El cabrón sonríe. Y no sé qué quiere decirme esa sonrisa. Ahora que lleva algunos años muerto me pregunto en qué estaba pensando, por qué sintió la necesidad de escribir esa carta, qué esperaba de mí. MUJER.- Se derrumbó delante de mí. Yo no sabía qué hacer. Estábamos los dos solos en esa playa extraña. Empecé a acariciarle, a besarle, a decirle que a veces hacemos cosas extrañas, decimos cosas que no pensamos o que sí pensamos pero sólo por un momento. Llamadas de auxilio. El lloraba y yo le abrazaba y nos quedamos en silencio mirando el mar. Me sentía privilegiada por estar ahí en ese momento. Como si hubiera encontrado un naufrago inconsciente en la arena y pudiera resucitarlo. ¿De qué tienes miedo? VOZ HOMBRE .- La gente tiene dentro tantas cosas. MUJER .- ¿Y eso es malo? VOZ HOMBRE.- Ojalá pudieras saberlo todo con sólo mirar a alguien. MUJER.- ¿Y el misterio? VOZ HOMBRE.- ¿Quién quiere más misterios? MUJER.- Yo. (Imágenes del hombre y la mujer haciendo el amor) MUJER.- Y delante de ese ordenador, en ese aeropuerto hostil, empecé a escribir torpemente. Como el que se encuentra con un antiguo conocido en la calle y no sabe muy bien qué decirle, aunque se alegra de verle. Hola... ¿Qué tal?... ¿Te acuerdas de mí?... Si soy yo... Hace tanto... No sé por dónde empezar. ¿Sabes dónde estoy?... En un aeropuerto.
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Créeme, no quería nada de él, de verdad. No quería que respondiera, ni despertar nada. Sólo quería que él supiera. ¿Tú crees que se acuerda de mí? ¿Seguirá acordándose de esos momentos? (De repente las imágenes anteriores desaparecen y vuelven las imágenes del aeropuerto. El sonido es molesto y rompe toda la atmósfera creada. Un avión despega, el ruido es atronador. Cuando llega al máximo la proyección se apaga.) Nunca me contestará. Menos mal. Al menos de eso estoy segura. Nunca... ¿Sabes por qué estoy tan segura? Me equivoqué. Se lo envié a Pedro. No sé cómo pudo pasar. La costumbre. Siempre pongo la dirección al final. Estaba alterada. Casi no sabía lo que hacía. “Su correo ha sido enviado con éxito a Pedro Rodríguez.” Cuando leí ese mensaje, se me cayó el alma al suelo. Estuve a punto de arrancar el cable que salía del ordenador como si así pudiera interceptar mis palabras. Mis palabras. Todavía me pregunto dónde estarán, si seguirán esperando agazapadas o si Pedro ya las habrá leído y se estará fumando un cigarro, inmóvil, viendo algún programa de madrugada, intentando entender. No sé si llorará o si estampará la pantalla del ordenador contra la pared. No he parado de repetir esa escena en mi cabeza. Creo que he hecho todas las variaciones posibles y no llego a ningún acuerdo. Le conozco como si le hubiera parido, pero no consigo adivinar qué hará. Me he imaginado a mí misma pidiéndole perdón. También me he imaginado gritándole, diciéndole que esto es lo que hay y punto, que o lo toma o lo deja, que hay partes de mí que nunca podrá tocar. No sé qué es lo que voy a hacer. No sé. Que pase lo que tenga que pasar. Yo sólo quería unos días de libertad.
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VOZ MUJER.- ¿Sabes lo que parece esto? VOZ HOMBRE.- ¿Qué parece? VOZ MUJER.- La Luna. VOZ HOMBRE.- ¿Y eso de ahí arriba? VOZ MUJER.- Eso es la Tierra, ¿qué va a ser si no? Alguna vez estuvimos allí ¿verdad? VOZ HOMBRE .- Sí, alguna vez. VOZ MUJER.- ¿Sabes lo que somos? Míranos, somos los últimos habitantes de la Luna. MUJER.- Algo se desbloqueó y sentí una emoción que ni el viaje, ni la libertad, ni la nieve habían conseguido que sintiera. Una sensación que tenía olvidada y que creía inalcanzable. Aquella noche en la playa nos habíamos quedado dormidos tumbados y cuando abrí los ojos y vi el cielo encima de mí noté un vértigo muy intenso y tuve la sensación de que me estaba cayendo, cayendo hacia ese cielo y me abracé a él para no caer. Él se despertó pero no dijo nada. Nos quedamos los dos un rato en silencio. No se oía nada, ni el mar. Estábamos solos, parecíamos los últimos habitantes de la luna. Yo... Yo de repente tuve una certeza, la primera en mucho tiempo... Le escribí que aquel había sido el día más feliz de mi vida y que sabía que nunca volvería a ser tan feliz. Nunca. ¡Qué absurda es la vida! ¿Verdad? Abres tu correo y alguien desde el pasado, desde el pasado más pasado, desde la prehistoria de tu vida, te escribe para decirte que pasó contigo el momento más feliz de su vida. Es obsceno ¿verdad? No te rías, por favor. O sí, ríete, un poco. Es irresponsable, ya lo sé. Como romper el silencio y empezar a contarle tu vida a alguien que no sabe de dónde has salido y que seguramente tiene cosas mejor que hacer que escuchar a una mujer mareada y con algo un poco fuera de sitio por los cambios repentinos de presión. Hablarle a alguien como si quisieras pedirle que te salvara la vida.... Es broma ¿Cómo ibas a salvarme tú la vida? Si mi vida no está en peligro. A mí no me ha escrito nunca nadie así. Es más que una declaración de amor o de fidelidad, es... -23-
Un día lo haré. Lo prometo. Me sentaré a recordar. Empezaré por el primer recuerdo y recordaré toda mi vida. Iré uno por uno, sin prisa. Seré justa y le daré a cada recuerdo el lugar que merece si eso es posible. Seré justa, no me dejaré llevar por la emoción. Pero, qué puedo hacer, si lo sentí de verdad. Si lo único que espero cada día cuando abro los ojos es sentir ese vértigo otra vez. Miro hacia delante y pienso en los años que nos quedan, en las cosas que nos tocará vivir, los hijos que tendremos, en verlos crecer, en una nueva casa más grande, en los viajes que tenemos pendientes, en cosas que ni siquiera intuímos y que nos podrían pasar. Es todo: el viaje, las horas de vuelo, las aceleraciones, cambios de dirección, de presión, incluso la concentración de oxígeno ¿Entiendes? No soy yo. Es como cuando te emocionas viendo una película. No es real, no te está sucediendo, pero te emocionas. Sólo esperaba que si lo contaba, si lograba ordenar todas mis emociones, los hechos, las motivaciones, conseguiría un poco de luz. Me había entrado un vértigo insostenible antes de hablarte. Me preguntaba por qué había elegido a Pedro, por qué había acabado viviendo en esa casa, por qué en ese trabajo, por qué estaba ahora aquí. De cada pregunta salían más y más preguntas y en el fondo ninguna certeza, ninguna razón de peso para explicar por qué estoy aquí ahora y no en cualquier otra vida. ¿Sabes? La primera noche que pasé con Pedro, no la quería pasar con él, yo esperaba a alguien, alguien que no llegaba y me puse a hablar con él. No llegaba, no llegaba y Pedro me empezó a gustar y bueno ya llevamos ocho años, no está tan mal. Podría contarte muchas historias así. Yo siempre me acabo quedando con lo que me llega, siempre me acaba gustando. Yo siempre veo el lado positivo de las cosas. Le tengo mucho cariño a mi vida ¿sabes? Por eso no quiero que se me caiga en pedazos. Por eso me levanté a hablarte, quería que mi mente se parara. Estoy mejor, de verdad. Pero me siento como si un cometa me hubiera arrancado del mundo con mi trocito de tierra de mar y -24-
Puede que esta noche no pase nada. A lo mejor no lo ha leído, a lo mejor no quiere hablar de ello y simplemente me escruta en silencio como un juez. Porque Pedro a veces te mira como si no hubiera roto nunca un plato, como si hubiera pasado por la vida sin arañar nunca a nadie. A lo mejor mañana o pasado o al otro, pero un día saldrá a la luz. Igual podrías ir tú. Podrías ir de mensajera. Podrías llamar a la puerta, decirle que vas de mi parte. El te abriría, seguro, te invitaría a pasar. Podrías mirarlo todo, buscar alguna pista. Le dirías que yo me encontraba indispuesta. Podrías llevarle la botella de whisky. A lo mejor le apetece hablar y te cuenta que él también tiene un pasado lleno de historias que no me ha contado, que en el fondo lo entiende, porque todo se puede entender, porque somos humanos con nuestros recuerdos, nuestros defectos, nuestra inseguridad, y en el fondo estamos hechos de barro y construimos una vida de barro y el barro no es acero, ni hierro, ni metacrilato. Fue antes de conocerle. No le he engañado nunca, no se trata de una infidelidad. Tenía todo el derecho del mundo... Ya sé que estas cosas duelen. Si lo lee, seguro que se pone a recordar, a lo mejor hasta coge algún álbum y se pone a mirar fotografías de nuestros viajes. Portugal en tienda de campaña, Italia en autobús, México en viaje organizado. Hemos descubierto juntos tantas cosas. Hemos tenido momentos increíbles. Claro que los hemos tenido, si no, no estaríamos juntos. Noches tremendas, cafés a deshoras, conversaciones imposibles, proyectos ambiciosos garabateados en servilletas... Sí, eso es; teníamos un plan. Escrito una noche detrás del menú, el plan en un bar. No olvidar sueños, besos ebrios, viajes, promesas, abrazos, gritos, las noches conquistadas, nuestro rito. No olvidar. No mentir. No rendirse. (Pausa) ¿Cómo puedo haber escrito ese mensaje? ¿Qué derecho tiene esa noche de aplastar todos mis recuerdos? Si sólo fue... ¿Qué fue? Ni siquiera recuerdo su cara ¿Por qué mi memoria es tan injusta?
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de cielo y me llevara ahora a toda velocidad por el universo. Y lo acepto. Acepto haber perdido el control, acepto la realidad, la incertidumbre, acepto conformarme con abrir la puerta sin saber qué me espera dentro, confiando en que todo saldrá bien, que, pase lo que pase, sabré reaccionar, sabré que una tontería así no puede cuestionar toda una vida, porque no puedo haber construido algo tan frágil ¿verdad?... Yo lo acepto todo, lo único que me pregunto es cuándo ocurrió ese temblor que me arrancó de cuajo y que ni siquiera sentí. ¿Por qué no me di cuenta? (Oscuro) FIN
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MIEDOS Autor: JAVIER LÓPEZ ALÓS
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JAVIER LOPEZ ALOS Alicante, 1976. Es Licenciado en Humanidades y actualmente ultima su tesis doctoral en Filosofía. Ha estudiado dirección en Barcelona con Magda Puyo y locución dramatizada y publicitaria con Rafael Taibo y José Javier Mañó. -30-
Ha participado en talleres literarios con José Hierro, Fermín Cabal, Carles Alberola, Juan Mayorga, José R. Fernández... y es miembro del Laboratorio de Escritura Escénica de la Muestra de Teatro Español de Autores Contemporáneos. Vinculado al mundo teatro como actor desde los dieciséis años, es además coautor de los espectáculos cómicos Tic-Tac (estrenada en 1999, “4Q3”), Mucho más que tos (2001, “Carralero y López”), y Uno por uno (2004, “Teatro del Verbo”), responsable de la dramaturgia y la dirección de Poética (2003, “Teatro del Verbo”) y de la dirección de Quédate en el sur (2002, “4 elementos”). Ha escrito y grabado guiones humorísticos para la radio (2004, “La ventana del ocio”, Radio AlicanteSER) y televisión (2005, “Autoindefinits”, Canal 9; y “Ací pintem tots”, Info Tv), ha colaborado como lector en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes y en múltiples recitales poéticos. En este sentido, caben destacarse sus intervenciones junto al Cuarteto Almus en Las siete palabras de Haydn. En 2005 escribió, dirigió e interpretó el monólogo «¡Que viene el Lobo!». -31-
PERSONAJES: - SECRETARIO. - PRESIDENTE. -MUJER. -HOMBRE. -ENFERMO. -DOCTORA. -PROTAGONISTA. -ASISTENTE. -MUJER. -UNO. -DOS.
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Un montón de aves invisibles, no una bandada, una cantidad indeterminada pero seguramente grande y dispersa, imprevisible, sobrevuela el patio de butacas y nuestras vidas que no siempre son tan cómodas. Se nos posan sobre la cabeza, sobre los hombros y los aplastan, andamos ya encogidos, sabedores de que hay algo que se llama después o mañana o futuro, pero ignorantes de qué significa de verdad. Y si podremos descubrirlo. Nos anidan dentro, quizá en el hueco del hígado devorado: pero en algún lugar quedan incubándose, esperando su estallido, un golpe que les invite a salir, nuestros miedos. Una luz blanca. Alguien pregunta: que levante la mano quien nunca sintió miedo. Y se hace el silencio y recordamos que sí, que nosotros también. Y hay un momento de malestar, de reflexión inoportuna sobre cosas que no, que ahora no, que hemos venido al teatro, y queremos pensar en otras cosas. Ya está. Porque la valentía sólo se da en relación a los miedos y sólo puede demostrar valor quien vence el miedo, quien supo de él y lo venció. Ya está. Mucho mejor. 1.- LA VOTACIÓN: Un despacho. El PRESIDENTE pasea por la estancia, se detiene, mira por la ventana. Comprueba lo impecable de su traje. El reloj y abajo, muy abajo, la calle. Aparece el SECRETARIO con unos papeles. SECRETARIO.- Sr. Presidente, aquí lo tengo, acaban de llamar de Barcelona… PRESIDENTE.- ¿Y? SECRETARIO.- Dicen que no, que no. PRESIDENTE.- ¿Y? SECRETARIO.- No entiendo, señor, qué quiere decir… PRESIDENTE.- A veces, señor Martínez, parece usted imbécil, permítame que se lo diga. SECRETARIO.- Lo siento, señor. Es que no comprendo. PRESIDENTE.- ¿Y? Que y qué les ha dicho usted a los de Barcelona después de que le anunciaran que votarán en mi contra. SECRETARIO.- Nada. O sea, que me parecía un error, que -33-
usted ha sido el mejor presidente que ha tenido nunca el Consejo de Administración de esta compañía y que la cuenta de resultados… PRESIDENTE.- Martínez SECRETARIO.- ¿Qué?. PRESIDENTE.- Ahora puedo afirmarlo: es usted imbécil. SECRETARIO.- Lo siento, yo sólo hago mi trabajo lo mejor que sé. Lo hice con su padre y hasta ahora con usted. Pero no le molesto más, tendrá cosas que pensar. PRESIDENTE.- Espere, no se me haga el digno ahora. Es usted un imbécil pero un imbécil que trabaja para mí, al menos hasta la reunión de mañana. Así que, por la cuenta que le trae también a usted, será mejor que se quede y me ayude a prepararla. SECRETARIO.- No faltaba más, señor presidente. Oscuro durante unos segundos. PRESIDENTE.- ¡No, no, no! ¡Maldita sea, Martínez, no sea estúpido! ¿Cómo quiere que me presente con esta oferta a la Junta de Accionistas? SECRETARIO.- Yo creo que si… PRESIDENTE.- ¡Por el amor de Dios! Es la tontería más grande que he escuchado nunca. ¿Quiere arruinarme? ¿Es eso? Oscuro durante unos segundos. SECRETARIO.- Señor, me he permitido la libertad de encargar unos bocadillos y pedir que nos los suban, dadas las circunstancias y las horas. PRESIDENTE.- Por mí puede permitirse la libertad de comérselos usted mismo, dadas las circunstancias y las horas. SECRETARIO.- ¿No tiene usted hambre? PRESIDENTE.- Martínez… SECRETARIO.- ¿Qué?. PRESIDENTE.- Que se calle.
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Sin mirarle, mientras consulta unos informes. Martínez. SECRETARIO.- ¿Qué?. PRESIDENTE.- Saque su agenda. Busque dónde tiene apuntado “Reunión del Consejo de Administración”. ¿Lo tiene? SECRETARIO.- Aquí, a las once. PRESIDENTE.- En la línea de abajo, justo después, ¿queda hueco para apuntar algo? SECRETARIO.- Sí, hasta “Comida con el Consejo a las 15 horas”. PRESIDENTE.- Muy bien. Apunte: “Urgente: Recodarle al señor Presidente que me despida.” ¿Lo tiene? Gracias, Martínez, es usted muy eficiente. No olvidaré todo lo que está haciendo por mí. Oscuro durante unos segundos. PRESIDENTE.- A ver, repítame (va tomando nota): Barcelona no… SECRETARIO.- Barcelona, no, Santander, no. PRESIDENTE.- Santander no. SECRETARIO.- Sevilla, casi seguro que sí. PRESIDENTE.- Sevilla “casi seguro”… ¿Bilbao? SECRETARIO.- No, Bilbao no, pero Logroño sí y Zaragoza también. PRESIDENTE.- De acuerdo. SECRETARIO.- Pero las cuatro delegaciones gallegas y Madrid, que no. PRESIDENTE.- Total… que no. ¿Hay alguna posibilidad? Por remota que sea, ¿usted cree que hay alguna posibilidad de que mañana a estas horas yo siga siendo… SECRETARIO.- Para mí siempre será el Presidente. PRESIDENTE.- ¡Váyase a la mierda! SECRETARIO.- Trataba de animarle. PRESIDENTE.- Y yo trato de ser preciso: váyase a la mierda. -35-
¿Pero no se da cuenta de lo que está en juego? Mire, levántese, camine por este despacho. Estas vistas, la última planta de la torre más alta de toda… SECRETARIO.- Yo sólo soy un empleado. PRESIDENTE.- Es un empleado… ¡¿pero no está ciego, verdad?! ¿No se da cuenta? ¿Ve lo pequeña que parece la gente desde aquí arriba? Pues es así. En este edificio se calcula el porvenir de más de cincuenta mil insectos de ésos que trabajan para nosotros por todo el mundo. Se calcula y se decide. Y yo estoy arriba. Los puedes aplastar o hacer emigrar a otro lado, porque son tuyos y tienen que ir. Y eso es poder y está aquí en este despacho, ¿comprende? SECRETARIO.- ¿Yo también soy un insecto? Porque no quisiera que el nuevo presidente se encontrara esto lleno de bichos. Igual prefiere preparar la reunión usted solo. PRESIDENTE.- Venga, vamos, no sea susceptible, mi fiel Martínez. Venga, fúmese uno de estos cigarros conmigo. SECRETARIO.- Las cucarachas no fumamos. PRESIDENTE.- Pero las garrapatas sí, y usted es como una garrapata: aferrado al portafolios y a su agenda. No me mire así, es un cumplido. SECRETARIO.- Pues no lo parece. PRESIDENTE.- Vamos, no sea usted orgulloso, que, si salimos bien de ésta, el día menos pensado hablamos de subirle el sueldo. Pero deje de mirarme así, que me pone nervioso, y fume, por Dios. En su vida habrá fumado algo igual. Me los regaló no sé quién al venir de no sé dónde… SECRETARIO.- En ese caso… PRESIDENTE.- Lo sabía, cuestan una pasta. SECRETARIO.- …en ese caso, déme otro para fumármelo con el nuevo jefe, mañana. PRESIDENTE.- ¿Pero qué dice? No sea impertinente, Martínez. SECRETARIO.- No, a lo mejor no fuma o le molesta el humo o… PRESIDENTE.- ¡Martínez! ¿De qué está hablando? ¿De qué nuevo jefe? -36-
SECRETARIO.- Del que tendré mañana, después de la votación… PRESIDENTE.- No diga eso ni en broma, ¿está claro? Eso no puede ser. Todo esto es mío. SECRETARIO.- De momento. PRESIDENTE.- Pedazo de idiota. ¿Quién le garantiza que, si yo me voy, usted vaya a quedarse, eh? SECRETARIO.- Nadie. Yo sólo digo que, en todo caso, me quede o me despidan y me ofrezca a la competencia, mañana tendré un nuevo jefe. PRESIDENTE.- ¿A la competencia? ¿Pero es que no tiene escrúpulos? ¿No tiene humanidad? SECRETARIO.- Sólo soy un insecto -¿una garrapata?-, que se aferrará a su portafolios y a su agenda y se fumará un puro a su salud, señor Presidente. ¿Me da fuego? PRESIDENTE.- ¡Sabandija! ¡Cabrón! SECRETARIO.- Buenas noches, señor. PRESIDENTE.- ¿Pero dónde va? ¡Venga aquí inmediatamente! No puede irse, no puede abandonarme: mañana, la reunión, los votos, el informe, Martínez… ¿qué hago?, mi fiel Martínez, le necesito, mañana, mañana, mañana. Oscuro durante unos segundos. El Presidente se ha quitado la chaqueta, ya no fuma. Permanece sentado en su butaca frente al escritorio, pero no trabaja. Se cubre la cara con las manos. Entra el SECRETARIO con una bandeja. SECRETARIO.- Señor Presidente.... los bocadillos... ya están aquí... señor... 2.- LA NOCHE: Una mujer en el salón de su casa. Habla por teléfono mientras se mueve de un sitio a otro de la habitación. Mira por las ventanas, no ve nada. Sigue moviéndose.
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MUJER.- Escúcheme, agente, es la tercera vez que se lo repito... Le hablo con educación. Pero estoy oyendo ruidos raros en el jardín... Que no, que no tengo perro ni gato ni leones ni avestruces tampoco. Disculpe, tiene razón, estoy un poco nerviosa. Vamos a ver, si yo supiese qué es lo que pasa no les llamaría a ustedes para que lo comprobaran... Ya sé que la policía tiene mucho trabajo y que no puede ir por ahí ocupándose de los ruiditos en los jardines, pero en esta zona está habiendo muchos asaltos últimamente. Que qué dirección. Oiga, por favor. Respéteme usted a mí también, ¿otra vez? Partida de Santa Lucía, 148-2. ¿Cómo que por dónde está eso? Insólito, de verdad. No, pues claro que quiero que me atienda, pero comprenda que… Bueno, acabemos cuanto antes. A ver: subiendo por el camino de la ermita vieja, ¿sabe, no? ¿Yo qué sé...? Pues la quinta, la sexta urbanización de la derecha. ¿En media hora? ¿Más o menos? ¡Manden al forense también! Cuelga el teléfono. Maldita sea. Se escuchan ruidos que provienen del exterior. ¿Eh? ¿Quién es? ¿Quién va? ¿Hay alguien? Mira el reloj. Media hora, media hora, mierda, media hora... ¿Quién es? Sale y regresa blandiendo un chuchillo de cocina; vuelve a salir y regresa además con una sartén en la otra mano. Tiembla. Otro ruido. Grita, se le caen los objetos. Los recoge, vuelven a caer, los recupera torpemente. Váyase, ¿me oye? Váyase. He llamado a la policía. Va a venir enseguida. Por favor, váyase, no tengo nada, no me haga daño. Por favor... El sonido de una rotura de cristales. La MUJER se acurruca en un rincón, agarra el teléfono y, como puede, marca el número. -38-
¿Policía? Sí, he llamado hace un rato, Partida de Santa Lucía, 148-2, porque escuchaba ruidos extraños en mi jardín... Ya, ya sé que me han dicho que mandarían a alguien a ver qué pasaba... no, no quiero armar follón, por favor, escúcheme, estoy muy asustada... Yo no quiero hablar con el teléfono de la esperanza ni quiero hablar con nadie, quiero que vengan ya. No se ría, por favor. Acaban de romperme el cristal de una ventana... creo que da al garaje. No, desde el garaje no se puede acceder a la casa: la puerta se rompió la semana pasada. Las demás ventanas están enrejadas. ¿Pero qué importa si tengo cosas de valor en el garaje? ¿Tranquila, que esté tranquila, que será algún gamberro? Pero, oiga, por favor, ayúdeme, ayúdeme. Oiga, ¿oiga? ¡Hija de puta! Se oyen unos pasos. La MUJER se hace un ovillo en el rincón: teléfono, sartén y cuchillo. Suena el timbre. Unos segundos después otra vez y otra. No puede más y rompe el silencio: ¿Quién, quién es? Vuelve a sonar el timbre. Se levanta, equivoca los objetos, rectifica y se encamina hacia la puerta con el cuchillo y la sartén en posición de ataque. ¿Quién es? Comprueba por la mirilla mientras vuelve a sonar el timbre y abre. ¡Maldita sea! Me has dado un susto de muerte. Pasa, por favor. Entra un HOMBRE bien abrigado. HOMBRE.- ¿Pero qué haces con eso, qué se supone que ibas a hacer? MUJER.- No lo sé, creí que eras un ladrón o un asesino... -39-
HOMBRE.- Anda, suelta eso, que siempre estás con lo mismo, y dale un abrazo a tu hermano. Deja la sartén y el cuchillo y se abrazan. MUJER.- Oí ruidos y que rompían una ventana del garaje. HOMBRE.- Pues yo no he visto a nadie. Habrá sido otra vez tu imaginación... Desde la muerte de mamá… MUJER.- ¡No! HOMBRE.- Bueno, o algún vagabundo que buscaba una manta. Ahí fuera hace mucho frío. MUJER.- Sí, es cierto, estás congelado. Pero aquí dentro se está bien. Ya podrías quitarte el abrigo y esos guantes de gángster. HOMBRE.- Enseguida. Pero tú abrázame fuerte, hermana, fuerte, más fuerte, más fuerte, más fuerte... La MUJER cae silenciosamente al suelo, muerta. Oscuro. 3.- VIDA DE PERROS: Un hombre frente a una cámara de vídeo. No lo comprendo. No entiendo cómo pueden alcanzarse tales cotas de desconsideración. Desde hace años vengo quejándome de lo mismo. Las autoridades deberían tomar medidas contundentes. Alguien debería hacer algo o todo esto acabará por desbordarnos. Llegará el día en que ya no podremos siquiera caminar con dificultad... Ahora, bueno, todavía puede uno avanzar; con esfuerzo, pero se puede avanzar. Es cuestión de voluntad y de una firme determinación. También influye el calzado, por supuesto, pero yo creo que, básicamente, se trata de amor propio. Una cosa así, algo de esa naturaleza, en fin, no puede detenerte. No puedes llegar tarde y descalzo de un pie a tu boda y decir, por ejemplo: - Perdone, señor cura, pero es que, de camino a la parroquia,
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he pisado un excremento de perro y me he quedado pegado al suelo. Usted lo entenderá... No puedes decir eso porque no lo entenderá y además se reirá de ti. A mí ya me han ocurrido en más de una ocasión contratiempos parecidos. Un día se burlaron de mí cuando fui al médico y le expliqué cómo me había producido un tirón en la espalda al tratar de desclavarme de dos heces caninas. Los olorosos cepos estaban estratégicamente situados, de manera que no había escapatoria posible. Era como una especie de campo de minas sobreabonado. Pero no te creen. O te toman por loco, ¡por loco! Hoy en todas las ciudades sucede igual. Ya no puede uno pasear tranquilo por las calles y los parques. ¿Y si no puedes escapar? ¿Qué ocurre si no logras desanudarte los zapatos o si ya te habías quedado descalzo un par de manzanas antes? ¿Y si te hundes en el fango animal sin que te dé tiempo a reclamar auxilio, o a despedirte, o la orilla está tan lejos que nadie puede oír tus últimos gritos? Por eso yo vivo solo con mis perros. Mis ocho mastines pirenaicos: todos con sus dos orejas como pamelas peludas y su mirada solícita y considerada. Son unos animales grandes, de boca enorme y estómago amplio. Comen constantemente. No hacen prácticamente otra cosa que comer y parecen felices. Yo ahora también lo soy con ellos, y nunca salimos a la calle, ni los perros ni yo: únicamente así tengo la certeza de morir en casa. Ladridos y oscuro. 4.- EL ESPEJO: Ladridos, ladridos feroces. Un hombre vestido con un mono de trabajo sucio entra en escena corriendo, huye. Ladridos. ¿Por qué no me dejan en paz? ¿Por qué se empeñan? ¿Por qué? ¿Qué mal les hago yo? ¿Pero qué voy a descubrir que ya no sepa? Que es por mi bien y quieren protegerme, dicen, es su obligación. Dicen que podría ser peligroso para mí, y que luego yo podría ser peligroso para los demás y entonces yo sería un peligro y tendrían que ocuparse de mí de otra manera -41-
y protegerme más para que no hiciese daño a nadie ni a mí mismo. De lo contrario, ellos tendrían que verse obligados a hacerme daño a mí. Que es por mi bien... Es lo mejor. Pero yo sé que mienten, yo sé que es mentira, que no estoy loco, que no soy ningún esquizofrénico ni un narcisista. Yo sé lo que está pasando. Les molesta, les da miedo que la gente tenga espejos. Dicen que no es bueno para la comunidad, que mirarse mucho ensalza el ego y nos podemos volver tan presuntuosos y tan engreídos que luego nos olvidamos de los demás, de la comunidad, y no queremos trabajar por el bien de todos. «El yo es una entelequia y lo importante es el conjunto», que es por todos. Se preocupan. El conjunto somos todos: ellos cuidan por nosotros. Se preocupan. Ésa es su obligación, ése es su sacrificio. Todos tenemos que sacrificarnos. Además dicen que un filósofo de Grecia ya avisaba hace siglos de que los reflejos no son verdad y que no sirven o algo así, porque no son puros. Dicen que parece mentira que después de tanto tiempo haya gente que no lo sepa... varias civilizaciones de retraso. (Ladridos.) Pero yo sé que todo eso es mentira. Tienen miedo de que la gente se mire en un espejo y no se reconozca y se pregunte por qué. Tienen miedo a que se den cuenta de que sus sonrisas no son más que una mueca con artrosis y de que tienen los ojos hinchados y la cara demacrada y se pregunten por qué. Pero ¡maldita sea, yo ya sé que no soy feliz! (Ladridos.) ¡Yo sí sé que ese montón de mierda arrugada que me mira soy yo mismo! ¡Ya sé que están acabando conmigo, que estoy envejecido y sin fuerza! Me han estado jodiendo el suficiente tiempo como para darme cuenta de qué es lo que están haciendo conmigo, qué es lo que están haciendo con nosotros. ¡Maldita sea! ¿Acaso creen que necesito verme en un espejo para saber cómo estoy, cómo me han dejado? ¿Creen que no lo siento? Protegerme... ¡¿de qué, protegerme de qué!?, ¿de mí?, ¿de mí mismo? Oh, gracias, pero no soy yo quién me he hecho esto. No soy yo (ladridos) quien ha decidido prohibir los relojes porque es egoísta preocuparse de cuántas horas trabajo al día, no soy yo el que ha decidido que mi puesto de trabajo es el más adecuado para el bien de la comunidad, ni qué debo comer
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ni cuánto ni cuándo he de dormir. No me jodan, no he sido yo. No me protejan de mí mismo. Yo sé muy bien lo que pasa, (ladridos, más cerca) protéjanme de ustedes, déjenme en paz. Al diablo con la comunidad, allá ellos si no se dan cuenta o si prefieren seguir así. Al fin y al cabo, dicen que ellos les votaron. Yo no lo recuerdo. Pero de todas formas, váyanse todos al carajo y déjenme a mí en paz. Déjenme en paz. (Ladridos y algunas voces.) Yo sé que existo y que quiero ser libre, ¡libre! Libre para poder pensar y poder decir lo que siento, libre para poder tener los huevos suficientes para mirarme de frente en un espejo, y por detrás, y verme desnudo y comprobar cómo cuidan de nosotros y, aun así, seguir viviendo. (Silencio.) Quiero verme yo mismo y no esperar a que ellos me digan cómo soy y me expliquen de qué color tengo los ojos o si me estoy quedando calvo. Creo que tengo derecho... Pero, claro, eso supone pensar en mí, no estoy pensando en los demás... ¡Pues claro que pienso en los demás!, no hago otra cosa que pensar en lo que ellos sentirán, en cómo estarán viviendo todo esto. Se supone que todo va encaminado hacia los demás, pero yo no sé quiénes son los demás, no sé realmente lo que necesitan. No se nos permite hablar entre nosotros, no podemos mirarnos a los ojos ni darnos la mano: podríamos distraernos de nuestra función. Lo común está por encima de lo personal... Para conocernos ya están ellos, ellos saben lo que necesita cada uno y se ocupan de dárnoslo. Al fin y al cabo, si hay algún problema, sólo tenemos que hablar con ellos y ellos «se ocuparán» de nosotros. (Ladridos, más cerca, más cerca... El hombre llora en el suelo derrotado y espera.) 5.- EL FRACASO: En una sala de espera, una MUJER, un HOMBRE y un HOMBRE CON PERIÓDICO, éste último separado de los otros dos y repartiendo su atención entre la lectura y la conversación que poco a poco le va interesando más. MUJER.- No puede salir mal. HOMBRE.- Porque tú lo digas. MUJER.- Porque yo lo diga no, porque no sería justo.
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HOMBRE.- Ése es tu punto de vista. Además, ¿qué tiene que ver aquí la justicia? MUJER.- Merezco que las cosas salgan bien. HOMBRE.- Ya vamos llegando. MUJER.- ¿Cómo que “ya vamos llegando”? ¿Pero tú de qué lado estás? HOMBRE.- Del mismo que tú, sólo que a veces... MUJER.- A veces qué. HOMBRE.- A veces las cosas no salen como queremos y hay que considerarlo. MUJER.- Tonterías. No quiero ni pensar en eso. HOMBRE.- Pues deberías: es una posibilidad. MUJER.- También es una posibilidad que me dé un ataque al corazón ahora mismo (para, comprueba), pero, ¿ves?, no. O en cualquier momento. O que me parta un rayo, pero no me paso la vida pensando en ello. HOMBRE.- No te equivoques, porque hay que distinguir entre posibilidades y probabilidades, que pueden llegar a ser infinitas... MUJER.- Eres insoportable. HOMBRE.- O, como en este caso, ser del cincuenta por ciento: éxito o... MUJER.- Ni lo nombres. HOMBRE.- ¿Por qué? ¿Otra superstición? MUJER.- Qué va, no, o sea... cambiemos de conversación. HOMBRE.- Entonces no te importará. MUJER.- ¿Qué cosa? HOMBRE.- Fracaso. MUJER.- Cállate. HOMBRE.- Fracaso, fracaso. MUJER.- ¡Cállate!, ¿quieres? HOMBRE.- Fracaso, fracaso, fracaso... MUJER.- ¡Que te calles! ¡Cierra la boca de una vez! Eres despreciable. Te gusta verme sufrir.
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HOMBRE.- No especialmente. Lo que me gusta es que reconozcas las cosas. MUJER.- No tengo nada que reconocer, y menos ante ti. He dicho que no puede salir mal y no puede salir mal. Punto. Lo que digas tú me trae sin cuidado. HOMBRE.- Como acabas de demostrar... MUJER.- ¿Por qué no me dejas, eh? HOMBRE.- Tranquila, si todo esto sale bien, ya no volveremos a vernos. MUJER.- ¿Y si no? HOMBRE.- Si no... Suena el teléfono. Ambos disputan por contestar. Descuelga ella. MUJER.- ¿Diga? Escucha en silencio y cuelga. Se va sin decir nada. El HOMBRE CON PERIÓDICO aprovecha la nueva situación de intimidad con el otro interlocutor, que permanece de pie, inmóvil. HOMBRE CON PERIÓDICO.- Señor. HOMBRE.- ¿Eh? Dígame, dígame... HOMBRE CON PERIÓDICO.- Perdone la indiscreción y, si no es molestia, pero es que no he podido evitar escucharles y no soporto la curiosidad: esa dama que se acaba de marchar y usted... ¿me puede decir de qué estaban hablando? HOMBRE.- Eso es lo de menos, el caso es que ha salido mal. 6.- LA MUERTE: En una consulta. ENFERMO.- ¿Cuándo? DOCTORA.- ¿Cuándo qué? Espere un momento... ENFERMO.- Cuándo, no: cuánto. DOCTORA.- Creo que se precipita, espere un poco. ENFERMO.- Me parece que no estoy en condiciones de esperar demasiado, ¿no le parece? -45-
DOCTORA.- Verá, señor Salgado. Verá, Antonio... ENFERMO.- ¿Cuánto-tiempo-me queda-de-vida? Pausa. DOCTORA.- Eso es difícil de... ¡Ya! No me mire así, yo no tengo la culpa. ENFERMO.- Sólo le pido una respuesta. DOCTORA.- Y yo sólo quiero estar segura de ser lo más delicada posible, ¿comprende? ENFERMO.- Pues ahora mismo se está cubriendo de gloria. DOCTORA.- Lo siento, no era mi intención alterarlo. ENFERMO.- Oiga, ¿qué esperaba? Me acaba de decir que tengo un tumor maligno en el cerebro y que ya es demasiado tarde para operar. ¿Quiere que no me altere? El mundo no es ningún quirófano, doctora, ¿comprende usted? No es ningún quirófano, y si lo es, a mí me acaban de decir que no quedan bisturís. Y usted quiere que no me altere. DOCTORA.- Perdóneme, señor Salgado, Antonio, lo siento muchísimo. ENFERMO.- Es igual, no se preocupe. ¿Pero me va a contestar a mi pregunta, o no? DOCTORA.- Su pregunta. Claro, cuánto. ENFERMO.- Cuánta esperanza de vida... cuánto cree que falta para que... en fin... DOCTORA.- Es lo que trataba de decirle antes: no es tan fácil de saber. ENFERMO.- Doctora, por favor, no empecemos otra vez. DOCTORA.- No, escúcheme, señor... Antonio, escúcheme, Antonio: hablándole con franqueza, mi pronóstico –y he consultado con otros colegas y están de acuerdo- no rebasa el plazo de tres, tal vez cuatro semanas. ENFERMO.- Tres semanas. DOCTORA.- Tres o cuatro. ENFERMO.- Veinte días. DOCTORA.- Más o menos. Sé que todo esto es muy duro, -46-
Antonio, lo hemos detectado tarde. Ojalá que... ENFERMO.- Veinte días... ¿lo ve? No era tan difícil, es lo único que necesitaba saber. Muchas gracias. DOCTORA.- No se vaya aún, espere un momento. ENFERMO.- ¿A qué? DOCTORA.- Hay detalles de la enfermedad, del proceso, que tal vez... ENFERMO.- No, no, no quiero saber nada más. Quiero ir a mi casa. DOCTORA.- No pretendo atosigarlo, Antonio, pero tenga en cuenta que... ENFERMO.- No, perdone, tenga en cuenta usted esto: me quedan veinte días de vida, tal vez menos. No me interesa conocer en qué momento los ligeros mareos se volverán constantes, ni si me quedaré ciego antes o después del cumpleaños de mi hija, o el tiempo que pueda pasar entre que pierda la conciencia y la parada cardiaca. Prefiero no saberlo. No, no quiero. DOCTORA.- Antonio, tenemos que ingresarlo inmediatamente. Aquí podemos aliviarle algo el sufrimiento. ENFERMO.- No. DOCTORA.- Los dolores, los vómitos... una fase terminal sin cuidados paliativos es mucho más dura. ENFERMO.- ¿Y aquí no? ¿Aquí no lo sería? De todas formas, qué más da. DOCTORA.- A usted puede –no creo, pero puede- que le dé igual. Pero a su familia... ENFERMO.- ¿Mi familia? ¿Qué le pasa a mi familia? DOCTORA.- Pues que su familia estará mejor si permanece usted aquí. ENFERMO.- ¿Y usted qué sabe? Además... yo no tengo familia. DOCTORA.- ¿Qué dice? ENFERMO.- Que yo no tengo familia. DOCTORA.- Pero en su ficha dice que... ENFERMO.- Es mentira. DOCTORA.- Y usted acaba de hablarme de su hija.
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ENFERMO.- De su cumpleaños. Me gustaría ir. Pero no tengo ninguna hija, es mentira, así que tampoco hay cumpleaños. Es mentira. Mentira. Todo es mentira. Estoy solo y me voy a morir. Y no me quiero morir en un hospital. ¿Está claro? No me quiero morir. DOCTORA.- Me temo que en eso ya no podemos ayudarle, pero insisto en que debería ingresar. ENFERMO.- No lo entiende, es igual. No tengo tiempo. Adiós, doctora. DOCTORA.- Antonio, llámeme si necesita alguna cosa. ENFERMO.- “Alguna cosa.” DOCTORA.- No me mire así, Antonio: yo no tengo la culpa. ENFERMO.- Entonces será que la tengo yo… (Sale.) 7.- EL ÉXITO: El actor PROTAGONISTA de una importante producción teatral y su asistente. La gran noche del estreno. PROTAGONISTA.- Anda, ayúdame a abrocharme esto. Aprieta, aprieta sin miedo... pero no tanto, que me vas a ahogar. Así, bien. ¿Qué tal? ASISTENTE.- Por mí ya está. Pero hay que repasar un poco el maquillaje. Le hace un poco de brillo. PROTAGONISTA.- El calor. Dale, dale. ¿Cómo vamos de tiempo? ¿Vamos bien de tiempo? ASISTENTE.- Un cuarto de hora todavía, si no hay retraso. PROTAGONISTA.- Espero que no haya, no me gusta, es un estreno. ASISTENTE.- Su gran estreno. Ya está. ¿Mejor? PROTAGONISTA.- Muchas gracias. ASISTENTE.- ¿Necesita alguna cosa más? PROTAGONISTA.- ¿Me puedes poner un vaso de agua? ASISTENTE.- ¿Otro? Si fuese vino, no podría usted salir a escena, menuda esponja. PROTAGONISTA.- Es el calor. ¿Qué hora es? ASISTENTE.- Casi la misma que hace un minuto. -48-
PROTAGONISTA.- Disculpa, no me gusta esperar. ASISTENTE.- ¿Está usted nervioso? PROTAGONISTA.- ¿Yo? ¿Qué dices? Llevo meses preparando este proyecto: todo controlado. ASISTENTE.- Porque, si quiere, le dejo solo y así se relaja... PROTAGONISTA.- No necesito relajarme porque no estoy nervioso. ASISTENTE.- De todas formas, ¿quiere que me vaya o prefiere que me quede? PROTAGONISTA.- Pues no sé, me da igual, como tú quieras... cuánto... ASISTENTE.- Diez minutos. PROTAGONISTA.- Haz lo que te apetezca. ASISTENTE.- Me quedo con usted por si necesita algo, la hora o más agua. ¿Quiere que repasemos el texto? PROTAGONISTA.- ¿El texto? ASISTENTE.- El texto, el libreto. Yo hice una vez teatro en el instituto y me quedé en blanco delante de todos. Ya no quise volver a salir. Qué experiencia. PROTAGONISTA.- Vaya, lo siento. ASISTENTE.- No crea, actuaba muy mal. ¿A usted no le ha pasado nunca? PROTAGONISTA.- (Riendo.) ¿Actuar mal? ASISTENTE.- No, quedarse en blanco. PROTAGONISTA.- No, eso no. ASISTENTE.- Pues para que no le pase hoy, ¿repasamos? PROTAGONISTA.- No, gracias, no creo que sea necesario. ASISTENTE.- Como quiera. PROTAGONISTA.- Déjame solo un momento, ¿vale? ASISTENTE.- No faltaba más. Estaré ahí fuera por si me necesita. PROTAGONISTA.- Gracias. El ASISTENTE sale y el PROTAGONISTA toma el libreto y busca nerviosamente un fragmento determinado. Lee un poco, duda y se decide: -49-
PROTAGONISTA.- Oye, por favor, vuelve un momento. ASISTENTE.- Dígame. PROTAGONISTA.- A partir de aquí, empieza tú. Aquí, venga, no pierdas tiempo, dale. - ¿Me puedes explicar qué te pasa? - Te lo puedo explicar, pero no sé si tú lo puedes entender. - Pues dame la oportunidad de comprobarlo. Pareces asustado. - ¿Qué quieres que te diga? - La verdad: creo que temes al fracaso. - Eso es una simpleza. El miedo al fracaso es una vulgaridad. Yo no puedo tener miedo al fracaso porque la fuerza de la costumbre me lo impide. - No te entiendo. - Ya te lo advertí. Digo que el que vive en el fracaso no puede tenerle miedo al fracaso, uno teme básicamente aquello que no conoce... - ¿Entonces? - Que el miedo real es el miedo al éxito. Que un tipo como yo diga que tiene miedo al fracaso... eso es una pedantería. El miedo es al éxito, que no tienes ni idea de cómo es ni de qué color. Se oye el aviso desde el exterior: <<Señoras y señores, quedan cinco minutos para que dé comienzo la representación.>> ASISTENTE.- ¿Se encuentra bien? PROTAGONISTA.- No es nada, no te preocupes. Ya sólo quedan cinco minutos. ASISTENTE.- ¿Quiere un poco de agua? PROTAGONISTA.- Hace calor, dame agua, sí, por favor. Gracias. ¿Por dónde íbamos? ASISTENTE.- No hace falta que sigamos, descanse un poco, le daré un poco de aire. PROTAGONISTA.- Te digo que estoy bien. Deja, deja, ya me abanico yo. ASISTENTE.- No quisiera que se marease o algo, ésta es su gran noche. -50-
PROTAGONISTA.- Ésta es la oportunidad de mi vida, no puedo fallar. O sea, que no fallaré. Estáte seguro. Y ahora sigamos. ¿Por dónde íbamos? ASISTENTE.- “El miedo al éxito, que no tienes ni idea de cómo es, ni de qué color...” - ...ni de qué color o cómo huele. - Dicen que los perros huelen el miedo, pero no he oído nunca que tenga color. - Pero seguramente lo tiene. Debe de ser como una película adherida a la piel, como un pigmento que ya no sabes distinguir. - Todo esto no son más que excusas, excusas para no salir de aquí. Se oye el aviso desde el exterior: «Señoras y señores, quedan dos minutos para que dé comienzo la representación». El ASISTENTE hace ademán de concluir el repaso, pero el PROTAGONISTA lo interrumpe: - Tú no sabes nada. No necesito excusas para esconderme. No hay que inventar, el miedo es lo real, aunque la amenaza no lo sea. Aquí estoy seguro. Pero saldré de todas formas porque no tengo más remedio. - No tendrás valor, eres un cobarde. - Piensa lo que quieras, pero saldré pudiendo quedarme aquí toda la noche, para siempre, llorando por lo que pudo ser, seguro, a salvo en el fracaso. Saldré y me expondré al éxito, a que las cosas salgan bien, a no necesitar excusas. Es un riesgo grande renunciar a las excusas, pero eso tampoco lo puedes entender... - ¡Muy bien, pues sal, sal ya, camina, habla, di, el tiempo está cumplido! Se oye el aviso desde el exterior: <<Señoras y señores, la representación va a comenzar.>> - Ya voy, afuera el mundo, el éxito, la amenaza de un día feliz. Lo incomprensible. -51-
- Anda. Cambio de luces, todo queda en penumbra menos el recorrido del PROTAGONISTA, que avanza hasta el proscenio en silencio. Trata de hablar y no puede. Sufre. La voz del ASISTENTE, desde la oscuridad, reproduce la acotación: «El HOMBRE sale al mundo, observa, busca las palabras, pide las palabras, imagina las palabras con que conjurar el miedo y reconciliarse con la vida. Pero hay sólo silencio, silencio y miedo. Y soledad y tal vez alguna lágrima. Oscuro.>». 8.- TODOS LOCOS: MUJER.- ¡Luz, rápido, luz! UNO.- Ya va, ya, ¿qué te pasa? MUJER.- Luz. UNO.- Ya hay luz, tranquila. ¿Qué pasa? MUJER.- Creo que hay un bicho... por ahí... suelto... ¡No, no mires ahí! UNO.- ¿Pero por qué? MUJER.- Por si lo asustas y sale. UNO.- ¿Ésa es la idea, no? MUJER.- ¡No! ¡Que no! ¡Déjalo! Entra DOS. DOS.- ¿Y este follón?, ¿qué pasa? UNO.- Dice que cree que ha visto un bicho... DOS.- Ah. MUJER.- Vosotros no lo entendéis. UNO.- ...y yo trato de encontrarlo, para matarlo, pero ella no quiere que lo encuentre porque para encontrar algo primero hay verlo... o tocarlo...
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MUJER.- No seas idiota. DOS.- ¿Entonces qué es lo que quiere? UNO.- Eso, ¿qué es lo que quieres? MUJER.- Que se vaya. Él solo. Pero no quiero verlo. DOS.- Pues apaguemos la luz. MUJER.- Ni hablar, vete a saber dónde podría esconderse. UNO.- Pues tápate los ojos mientras yo lo cazo. MUJER.- Estáte quieto, he dicho. No me fío de vosotros. ¿Quién me dice que no me engañáis? DOS.- Yo, te lo digo yo. UNO.- Y yo, yo también te lo puedo decir. MUJER.- No. No confío en vosotros. UNO.- Pues tú dirás qué quieres que hagamos. MUJER.- Ya sé: tiraremos las paredes. UNO.- ¿Cómo? MUJER.- Echamos los tabiques abajo para que el bicho pueda salir... DOS.- ...O entrar. MUJER.- No, si no hay muros no hay lugar en el que entrar, ¿comprendes? Es un espacio abierto. DOS.- Lo siento, pero no es posible Tengo agorafobia, desde que era pequeño. Siempre os he dicho que era fobia social, porque me daba menos vergüenza, pero en realidad es agorafobia. Sobre todo en el mar o cuando llueve. UNO.- ¿Así que estamos todos locos? MUJER.- Mirad, si no queréis ayudarme, me lo decís y ya está. UNO y DOS.- Mujer, no es eso... MUJER.- ¿Entonces qué es? El bicho, creo que está ahí: hagamos una tapia y aislémoslo para que no pueda salir y así tú estás tranquilo y no te pasa nada. DOS.- Bueno. UNO.- Un momento, hay un problema. M- ¿Qué pasa, qué problema? UNO.- Que yo tengo claustrofobia. -53-
MUJER.- ¿Tú? ¿Desde cuándo? UNO.- Pues desde esta tarde. DOS.- Qué contratiempo. MUJER.- ¿No lo dirás para hacerme sufrir? DOS.- ¿O para hacerte sufrir a ti? UNO.- ¿A mí? Estoy loco, pero no soy imbécil. No, de verdad, es que lo estoy viendo venir: una claustrofobia para estar encerrado en un sitio muy grande, muy abierto y sin vallas... DOS.- No, no... UNO.- ...pero encerrado. DOS.- Vale. UNO.- Así que me voy a tener que ir. MUJER.- ¿Irte? DOS.- Pues casi yo también: te acompaño. MUJER.- ¿Y me dejáis aquí, sola, con el miedo que le tengo a estar sola? UNO.- Bueno, te dejamos con el bicho. DOS.- El bicho... MUJER.- Claro, el bicho que creo que he visto. Lo malo es que ni siquiera sé si está o me lo he imaginado. Lo tengo que pensar bien: porque si no está, estoy sola y tengo miedo; y si está, está y entonces tengo miedo. Lo tengo que pensar bien, luego lo pienso, tengo que pensarlo... Mientras salen, las últimas palabras de ella se convierten en un soliloquio finalmente imperceptible. DOS.- (A UNO) Fíjate, hay gente con suerte. UNO.- ¿Por qué lo dices? DOS.- Porque hay quien todavía tiene la suerte de escoger entre dos miedos.
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9.- QUIÉNES SOMOS: Andan las gentes y se miran sin querer verse, sólo lo justo para no tocarse en los tiempos en los que cada roce es la promesa de otra herida. Los cuerpos no valen nada. UNO.- ¿Quién eres? DOS.- ¿Quién? UNO.- ¿Quién eres, tú, quién eres? DOS.- No sé, uno... como tú. UNO.- ¿Quién eres? ¿Qué quieres? DOS.- Nada, o sea, nadie-coma-nada. Ando y ya está. UNO.- No me fío de ti. DOS.- Haces bien, no me conoces. UNO.- ¿Y si te conociera? DOS.- No lo sé. UNO.- Pues dime quién eres. DOS.- ¿Otra vez? Ya te he dicho que no soy nadie, que ando y ya está. UNO.- ¿Sin más? DOS.- Sin más. Es lo que me gusta de andar, que no necesitas grandes motivos, no es como correr, que necesitas que haya un incendio, que te guste sudar o que te persigan. UNO.- ¿Que te persigan? ¿Por qué has dicho eso? DOS.- ¿El qué? UNO.- ¿Persigues a alguien? DOS.- ¿Quién, yo? No, qué va. UNO.- ¿Me persigues a mí? DOS.- No, de verdad. UNO.- ¿Cómo puedo estar seguro? ¿Cómo puedo estar seguro de que no me persigues? DOS.- Porque ya te he alcanzado. (Saca una pistola y le apunta). UNO.- ¿Qué haces? Quiero decir: ¿qué vas a hacer? DOS.- Voy a matarte, de un tiro, de dos o de tres, depende de las circunstancias, de tu organismo... No sé cómo funciona, nunca he matado a nadie. -55-
UNO.- Un momento, un momento... DOS.- No te preocupes, será un momento, casi ni te darás cuenta, eso sí lo sé. UNO.- ¿Pero por qué? ¿Yo qué te he hecho? No te conozco. DOS.- No, o sea, porque sí-coma-no, no me has hecho nada, no es nada personal. UNO.- ¿Entonces? ¿Quieres dinero? DOS.- Es un juego, una prueba... y te ha tocado a ti. UNO.- ¿Un juego? ¿Me vas a matar por un juego? Tú sí que estás mal de la cabeza... Sabía que eras un tío raro, que eras peligroso, desde que te vi merodeando, igual que toda esa gente... DOS.- ¿Qué gente, de qué hablas? UNO.- De ésa que está por todas partes, en los autobuses, en las calles, en las tiendas, con sus caras raras, sospechosas, esperando el descuido. ¿Son compinches tuyos? No, no hace falta que lo niegues. Y ahora yo me he despistado por una vez y aquí estoy... DOS.- ...a punto de morir... UNO.- ...a punto de morir, eso es, pero me lo merezco, por bajar la guardia. Pero a ti también te pasará, no te preocupes: este mundo no es de fiar. DOS.- Ponte de rodillas, ahí, un poco más atrás, ahí. UNO.- Una cosa sólo. DOS.- O dos o tres, depende de tu cuerpo, ya te lo he dicho. UNO.- En concreto tú, ¿por qué lo haces? DOS.- Por el juego. UNO.- No, ¿por qué el juego? DOS.- Porque me aburro. (Retrocede unos pasos, le apunta a la cabeza y suena el disparo. No pasa nada más. UNO permanece de rodillas inmóvil sin entender qué ocurre, DOS baja el arma pero continúa en el mismo lugar observándolo.) -56-
UNO.- ¿Qué ha pasado? DOS.- Que te he disparado... a la cabeza. UNO.- ¿Y por qué no me he muerto? DOS.- Porque la pistola no tenía balas de verdad. UNO.- ¿Y por qué me has hecho esto? DOS.- No lo sé. Porque me aburro, supongo. (Y sale.) 10.- MIEDOS: Monólogo a tres o más bandas porque el miedo, que ocupa tantos espacios, también debe de estar encerrado en alguna forma de la geometría. Monólogo coral porque aunque no nos oigamos, aunque gritemos solos, lo cierto es que no somos los únicos que gritamos. Miedos, miedos, miedos… ¿Y qué es el miedo? ¿Qué es eso que desde nuestro llanto primero nos paraliza y mueve y que en realidad sólo sé, sólo sospecho, que es plural? Miedos, que se multiplican. Miedos, yuxtapuestos los unos a los otros. Miedos, acumulados, soportados en los contrafuertes de los años. ¿Pero qué cosa es el miedo? Si pienso en mi vida, en las cosas que hice, en las que preferí no hacer… ¿hasta qué punto no es la respuesta a un miedo quien determina una ilusión de libertad? En la noche cerrada, ¿el camino más corto pero más oscuro o el más largo y de mayor seguridad? ¿Pero no es menos miedo el de llegar tarde a todas partes? Vivir con prisas, a todo trance, apurar hasta las heces el dolor y los placeres por si acaso se terminan sin que nos demos cuenta, sin lugar a arrepentirnos. El miedo es un granero sellado lleno de preguntas. Y dentro, preguntar por sí mismo recuerda al grano que se pudre, como la vida que no llega a completarse. Eso puede decirse del miedo: el bloqueo de un impulso y de otro y de otro… y al final el
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estallido, porque la vida es fuerza y no se detiene y ha de saltar hacia algĂşn lado, aunque sea, quĂŠ mejor lugar, el reposo de los miedos, el tranquilo estanque del ya no hay remedio donde flota dorĂĄndose al sol todo lo que no es, pero pudo haber sido.
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de Oscar E. Tabernisse LA CANCIÓN DEL SOLDADO de Walter Ventosilla Quispe 4.- FORMULARIO QUINIENTOS VEINTIDÓS de Gracia María Morales Ortiz CON LA SANGRE DE VENECIA de Federico Castro Fernández-Alfaro 5.- ALGUNAS HISTORIAS DE TERROR NEOLIBERAL de Sergio Sáez Escudero UN TRABAJO ES UN TRABAJO de Rafael Belmonte Agüera 6.- LO QUE ANA VE
de Javier García Teba
¡AUXILIO!
de Carmen García Vilar
7.- POSITIVAS
de Yolanda Dorado BOMBARDEROS SOBRE LONDRES de José Tomás Angola Heredia
8.- GRITAR TU MIEDO
de Hipólito Calle Soriano SEXUALMENTE HABLANDO de Santiago Serrano
9.- LA NOCHE QUE NO CAMBIO MI VIDA de Emilio Encabo Lucini MIEDOS de Javier López Alós
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TÍTULOS DE LA COLECCIÓN 1.- LA GUERRA DE TODOS LOS SILENCIOS de Francisco Prada FREDDIE: CEREMONIA PARA UN ACTOR DESESPERADO de Abilio Estévez 2.- AZOTEA FIEBRE
de Francisco Javier Puchades Hernández de Alberto Conejero López
3.- BAILANDO CON EL MUERTO
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