XI Certamen Internacional de Teatro Breve

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EL TESTAMENTO FENICIO de D. ARMANDO RUBEN VARRENTI

EL VIOLIN ROTO DE SAMUEL LEVI de D. ALBERTO DE CASSO

XI CERTAMEN INTERNACIONAL DE TEATRO BREVE CIUDAD DE REQUENA 2007 -1-


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Arrabal Teatro

C/. Villajoyosa, 13 bajo - 46340 REQUENA Teléfono / Fax: 96 230 41 93 Diseño de la portada: Miguel Angel Roda.

Primera Edición: Febrero 2009 Edita: M. I. Ayuntamiento de Requena Depósito Legal: V - 1.150 - 2003 Impresión: GOVI • imprentagovi@telefonica.net -2-


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ACTA NOTARIAL Según consta en el acta levantada por D. Joaquín Olcina Vauterén, Notario del Ilustre Colegio de Valencia, un Jurado presidido por D. José Luis Prieto y formado por D. Juan Alfonso Gil Albors, Doña Mª Dolores Roda, D. José Luis Pinotti, Dña. Carmen Morenilla, D. Miguel Ángel Plaza, D. Ferran Grau, Doña. María José Viana y Dña. Nuria Pérez Mezquita, siendo secretario del mismo D. Rafael Ochando y contando con la presencia del Alcalde de Requena, D. Adelo Montés, quien ostentaba la presidencia honorífica, después de las oportunas deliberaciones, acordó conceder el primer premio del Certamen Internacional de Teatro Breve “Ciudad de Requena” 2007, a la obra titulada “EL TESTAMENTO FENICIO” de la que, una vez abierta la plica, se comprueba que es su autor D. Armando Varrenti, y otorgar el segundo premio a la obra “EL VIOLÍN ROTO DE SAMUEL LEVÍ” cuyo autor, abierta la plica correspondiente, se verifica que es D. Alberto de Casso.

JURADO PRELIMINAR Miguel Ángel Plaza, Isabel Sanchis, Marisol Romero, José Antonio Navarro, Clara García, Librado Carrasco, Rocío López, Germán Fernández, Roberto Expósito, Encarna Herrero Montse Ramón, Enrique Tébar, César Salvo, Juan Pablo Monteagudo Sonia González -5-


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EL TESTAMENTO FENICIO Autor: ARMANDO VARRENTI

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ARMANDO VARRENTI 1) TERCERA RECOMENDACIÓN en el Certamen Literario Provincia de Buenos Aires Alfredo Roggiano de la Municipalidad de Chivilcoy, con “El águila blanca” (8 de Diciembre 1996). 2) FINALISTA en el XI Certamen Literario Internacional de Editorial Argenta, con “El pozo” (20 de Enero 1997). 3) FINALISTA para la Segunda Antología de cuentos de amor de Editorial Sur, con “Gaviotas y palomas”. (Marzo 1998 y editado en setiembre del mismo año. Presentado en el Teatro Luz y Fuerza de San Telmo). 4) FINALISTA en el XI Certamen Literario Internacional de Editorial Nubla, con cinco cuentos cortos: “Dios dispone”, “Fotos viejas”, “El árbol de la vida”, “Los yaguaretés” y “Todo un problema” (Marzo 1998). 5) FINALISTA para la Antología de Cuentos Breves de Editorial Cathedra, con “El conde y su fantasma” (26 de junio de 1998. Edición publicada en Diciembre de 1998). El 4 de Diciembre, fecha de presentación del libro, bajo el título “Impresiones”, en la Sociedad de Distribuidores de Diarios y Revistas de Buenos Aires, el cuento mencionado fue considerado MENCIÓN DE HONOR y posteriormente, SEGUNDO PREMIO por la misma editorial. 6) SELECCIONADO para “300 escritores hacia el 2000” de Editorial Nubla, con “Si mañana muriera...” (Julio 1998. Editado en octubre del mismo año y presentado en el Teatro Luz y Fuerza el 1 de noviembre de 1998). 7) MENCIÓN DE HONOR para “El marginal”, Ediciones Baobab (11 de noviembre de 1998). 8) FINALISTA a la Beca Literaria por un libro de diez cuentos: “Son tiempos difíciles”, “El paranoico”, “La intrusa”, “Moreira”, “¡Humo! ¡Humo!”, “Por los techos”, “La sirena”, “El lagarto volador”, “El coyote” y “El tiempo adelanta” para CADDAN (Centro Argentino de Difusión y Desarrollo de Autores Noveles). (Noviembre 27 de 1998). Galardonado en el Museo Mitre (San Martín 336, Capital Federal). 9) MENCIÓN DE HONOR por un libro de tres cuentos: “El pozo”, “Miguelito” e “In memorian”, para CADDAN (Centro Argentino de Difusión y Desarrollo de Autores Noveles). (Noviembre 28 de 1998). Galardonado en el Museo Mitre (San Martín 336, Capital Federal). 10) PRESELECCIONADO para el III Libro de los Oyentes de Zona Franca Radio FM Fantástica de Luján, con “La intrusa”. (Octubre 1998). Publicado en Diciembre de 1998, presentado el 11 del mismo mes en el Salón Balcarce del Complejo Museográfico Enrique Udaondo de la ciudad de Luján. 11) PRIMER PREMIO 7º Certamen Literario Provincial en adhesión a los Festejos Patronales San Carlos Borromeo de la Municipalidad de Capitán Sarmiento, con “El violinista del silencio”, 18 de abril de 1999. 12) MENCIÓN DE HONOR para el Certamen Literario “Club de Leones 44 Aniversario” con “El árbol de la vida”, 18 de junio de 1999, distinción

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entregada el 25 de 0ctubre de 1999 en el Auditorio Banco Río de Buenos Aires. 13) CUARTA MENCIÓN para el Concurso de Poetas y Escritores organizado para festejar los 100 años de la Biblioteca Pública Municipal Dr. Menéndez de Pergamino, con “El canje”. Evento celebrado el 30 de octubre de 1999 en la misma Biblioteca. 14) PRIMERA MENCIÓN DE HONOR para el Primer Certamen Literario “José Martí”, organizado por Ediciones CIEN, con “Crepúsculo del último amanecer”. Acto llevado a cabo en la Confitería Richmond, de Capital Federal, el 12 de noviembre de 1999. 15) MENCIÓN DE HONOR para el Tercer Certamen Literario Nacional “Alfonsina Storni”, organizado por Ediciones CIEN, con “Miguelito” y “Demasiado joven para quererte” en el rubro cuento, el 28 de febrero de 2000. 16) MENCIÓN DE HONOR para el Tercer Certamen Literario Nacional “Alfonsina Storni”, organizado por Ediciones CIEN, con “Ritual de amor” en el rubro novela, el 28 de febrero de 2000. 17) FINALISTA en el concurso de Editorial Dunken para “Sin equipaje”, el 25 de Marzo de 2007, con “El tatuaje”, bajo el seudónimo “Pepe Frattini”, a presentarse en la Feria del Libro a partir del 16 de Abril al 7 de Mayo de 2007, en el Predio Ferial de Palermo. Dicho cuento integra una antología que se llevará a la venta en ocasión de la Feria. 18) SELECCIONADO en el XVI Certamen Internacional de Poesía y Narrativa Breve de Editorial Nuevo Ser con “Si mañana muriera”, para publicar en antología titulada “Letras de Oro 2007”, a presentar el 1 de Setiembre de 2007 en el Complejo La Plaza de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 19) MENCIÓN DE HONOR en el VI Certamen Nacional y Primero Internacional de Cuento y Poesía “Juninpais2007”, con “El reemplazo”, otorgado en el Teatro de La Ranchería, ciudad de Junín, 13 de Octubre de 2007. 20) PRIMER PREMIO del XI Certamen Internacional de Teatro Breve “Ciudad de Requena” en Valencia, España, con “El Testamento Fenicio”, el 14 de Marzo de 2008. Obra de la que se imprimirán 1000 ejemplares para distribuir en ayuntamientos y bibliotecas de Valencia y cuyo estreno se llevará a cabo en el transcurso del año 2009, en el Teatro Principal de Requena. 21) SEGUNDO PREMIO del VII Certamen de Relato Corto “Huétor Vega Gráfico”, el 27 de Mayo de 2008, con “El violinista del silencio”, distinción entregada en el Centro de Formación del Edificio Huerta Cercada, de la ciudad de Granada, España. Editado en la Revista Anual Nº 37 de Julio 2008, página 51, del Ayuntamiento de Huétor Vega. 22) Finalista del 1º Concurso Nacional Argentino “Mundos en tinieblas 2008” de literatura fantástica y de horror, el 28 de Noviembre de 2008 con “El uno mismo”. 23) Finalista del Concurso Internacional de Cuento Breve del Salón del Libro Hispanoamericano de México, el 8 de Diciembre de 2008, con “Teorema” y “Los yaguaretés”, que serán publicados en antología.

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“Del este y el oeste y el norte y el sur llegaban las mujeres con los corazones guardados en las valijas, envueltos cuidadosamente en papel de seda.� (Ray Bradbury).

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PERSONAJES: Eusebio de Cesarea: Fue obispo en el Siglo IV d. C. Esta obra lo encuentra con veintinueve años, siendo todavía sacerdote. Vestimenta acorde a la época. Porfirio de Batanea: Filósofo griego. Cincuenta y un años. Contemporáneo de Eusebio. Vestimenta acorde a la época. Papa Pío XI (Papado: 1922-1939): Setenta y dos años. Vestido con las ropas del papa. Siglo XX. Eugenio Pacelli (futuro Papa Pío XII): Sesenta y tres años. Colaborador directo de PÍO XI. Sacerdote. Vestido con ropas acordes a su labor y condición de un colaborador del Papa. -11-


ESCENARIO: Está divido al medio por un tabique vertical. A cada espacio llamaré “Box”. En el box de la izquierda al público (Box 1), se desarrollará el diálogo entre Eusebio y Porfirio. Corre el año 304 d. C. En el box de la derecha al público (Box 2), se desarrollará el diálogo entre Pío XI y Eugenio Pacelli. Corre el año 1930 d.C. En ningún momento se confundirán los diálogos. Lo que se hable en un box, corresponde al tiempo determinado para cada uno y será desarrollado entre los personajes involucrados sin mezclarse o interactuar con lo que se hable en el box contiguo con los otros personajes. La idea es que la acción pertenezca a cada tiempo y entre los personajes citados. Cada pareja expresa sus diálogos en el momento en que la otra pareja calla. Si el tiempo transcurrido en la conversación fuera muy excesivo, la pareja que no está hablando y a la espera de la conclusión del parlamento de la otra, permanecerá estática como una imagen congelada hasta retomar la charla en el momento que le corresponda. Cada actor tendrá libertad de movimiento, a menos que el argumento o el director le indiquen algo específico. Según la intensidad de cada momento, el personaje caminará, se sentará, permanecerá quieto o vociferará.

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ESCENOGRAFÍA BOX 1: Respetar la época: Una mesa con un candelabro con velas. Pergaminos desperdigados. Una caja de madera encima. Dos sillas: una en la mesa; la otra, al lado. Detrás de la mesa, en el fondo del escenario, un arcón. Es la casa de Porfirio. ESCENOGRAFÍA BOX 2: Respetar la época: Un escritorio de lujo. Lámpara de mesa, libros, cuadernos y otros útiles. Hay cierto desorden. La silla del Papa y al lado del escritorio, otra. Detrás del escritorio, en el fondo del escenario, un arcón. Es el despacho del Papa.

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ABRE TELÓN: Porfirio camina por el Box 1. Pío XI escribe sentado a su escritorio en el Box 2. Box 1: EUSEBIO: (Ingresa). Heme aquí, Porfirio de Batanea. PORFIRIO: Agradable sorpresa, mi joven Eusebio de Cesarea. Siéntate.

Eusebio se sienta. Porfirio corre su silla y se sienta. Box 2:

EUGENIO PACELLI: (Ingresa con una caja de madera idéntica a la que se ve en el Box 1). Con su permiso, Excelencia. PIO XI: (Deja de escribir para atender a Eugenio Pacelli). ¡Pacelli! ¡Eugenio! ¡Buenos días! Esperaba impaciente tu llegada. Mi secretario me despertó temprano con tus noticias. Pío le señala la silla. Eugenio Pacelli se sienta y deposita la caja sobre su falda. Box 1: EUSEBIO: (Mira el techo y a su alrededor). Buen lugar, filósofo amigo. Por la forma en que has arreglado tu casa, la influencia de Grecia ha sido muy fuerte en ti. PORFIRIO: Grecia influye en cualquier persona, Eusebio. Cuando la conozcas, quizás nunca quieras irte de ella.

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Box 2: EUGENIO PACELLI: Lamento haberle dejado una preocupación anoche, Excelencia. Me imagino que habré impedido su descanso, pero éste descubrimiento quizás merezca dormir menos. PÍO XI: ¡Vaya! Mi buen colaborador comienza temprano con sus insólitas intrigas. Bien; a ver qué tienes. Box 1: EUSEBIO: (Sonríe). No está en Grecia lo que busco, Porfirio. Pero me gusta que la defiendas. Yo hago lo mismo con mi amada Cesarea. PORFIRIO: Especialmente porque seguro que tienes planes interesantes en ella. ¿Serás su próximo obispo? Box 2: EUGENIO PACELLI: Su Excelencia, no es “mi” intriga. Lo que tengo aquí (palpa la caja) y lo sabe usted, es el hallazgo de las excavaciones efectuadas en la necrópolis hallada en Ras Shamra, en la costa mediterránea de Siria, el año pasado, por Claude Schaeffer. Y no podemos ignorarlas. PÍO XI: (Sonríe indulgente y enigmático a la vez). Sí que podemos, mi buen Eugenio. (Intrigante): Y debemos. Box 1: EUSEBIO: Agapio es muy buen obispo. No hablaré de mi futuro en ese tema mientras él esté a cargo.

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PORFIRIO: Claro. Pero Agapio no goza de la mirada condescendiente de Constancio Cloro, uno de los césares de Roma y padre de Constantino, de quien tú eres gran amigo. Box 2: EUGENIO PACELLI: Su excelencia, estas son pruebas. Lo que tengo aquí dentro ha sido sometido a pericias científicas irrefutables. Tal vez tengamos que ignorarlas... (tímido): pero no deberíamos. PÍO XI: La ciencia existe porque Dios existe. Si Él hubiera querido, lo que guardas en esa caja lo hubiera dado a conocer en su momento. Box 1: EUSEBIO: (Sonriente). ¿Acaso vas a elegirme tú a mis amigos? PORFIRIO: No, claro que no. Pero permíteme decirte que tú amistad con Constantino te dará frutos apetecibles. Ese muchacho tiene grandes planes para el Imperio. Box 2: EUGENIO PACELLI: Las conclusiones obtenidas dicen que se pudo dar a conocer en el momento propicio. Pero intervino gente que manejó la verdad en beneficio de sus propios intereses. PÍO XI: Ya no podemos volver atrás, entonces. Es demasiado tarde para cambiar mil seiscientos años de historia.

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Box 1: EUSEBIO: Será Emperador, seguramente. Es lógico que tenga grandes planes y yo celebro que así sea. Ahora dime para qué me llamaste. PORFIRIO: Tú ya sabes para qué. Box 2: EUGENIO PACELLI: Entiendo su razonamiento, Excelencia. Pero... ¿Qué haremos? ¿Ocultar la verdad? PÍO XI: (Severo). ¿La verdad? ¿Quién, sobre esta tierra, garantizará que lo que tienes en esa caja es la verdad? ¿La ciencia? La ciencia es una consecuencia del Ser Divino. Lo que ha sido, fue. Lo que es, somos. Lo que será... depende de nosotros. Y yo no contaminaré la fe de los que vienen. EUGENIO PACELLI: Señor... Lo que existe es la verdad. La mentira siempre será un invento. Box 1: EUSEBIO: Supongo que es para hablarme una vez más de ese mentiroso, Filón de Biblos, que murió hace dos siglos jurando que había traducido al griego una burda historia fenicia escrita por un sacerdote exiliado de Egipto llamado Sanchoniaton. PORFIRIO: Exacto. Pero te equivocas en dos cosas: no fue un mentiroso el amigo Filón ni es burda esa historia fenicia de la que hablas: es la misma historia de tu falaz cristianismo.

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Box 2: PÍO XI: Si lo que tú crees como verdadero está dentro de esa caja, y es lo que pienso, ninguna mentira nos causaría mayor daño. Prefiero sostener una calumnia. EUGENIO PACELLI: Discúlpeme usted, Señor, pero para que perdure una calumnia, su estructura debiera sostenerse por sí sola. ¿Ha pensado que para lograr ello debería presentar pruebas verdaderas? Box 1: EUSEBIO: (Enojado). No te atrevas a designar así a la Sagrada Doctrina. Si Constantino lo supiera, tú no vivirías mucho más. PORFIRIO: Constantino usará tu Sagrada Doctrina del modo que más le convenga cuando sea emperador. Es a quien menos le importa la verdad. Sólo le basta tener mucha gente que crea que Moisés escribió el Pentateuco, los primeros cinco libros del Antiguo Testamento bíblico. Esos se encargarán de refutar lo irrefutable. Como tú. Box 2: PÍO XI: A veces es más ventajoso un descuido acertado que una verdad incierta. EUGENIO PACELLI: Lo entiendo, Su Excelencia. Pero aún así, con todo respeto, lo que estas tablillas permiten saber, es que Moisés no fue el autor del Pentateuco, con el que se inicia nuestra Biblia. ¿Cuánto de siniestro puede tener comunicarlo? Nadie ha discutido jamás que Moisés se haya servido de escribas y amanuenses. El mundo cristiano acepta la oralidad de la historia y sus posibles defectos y errores.

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Box 1: EUSEBIO: Si tuviera fundamento lo que afirmas, por más incrédulos que seamos, lo aceptaríamos. PORFIRIO: Ni tú crees lo que dices. Porfirio abre la caja y extrae un par de tablillas de barro cocido que se las entrega a Eusebio. Éste las examina mientras Porfirio continuará hablando. Box 2: PÍO XI: (Hosco). Creo que debería ignorar lo que dices, así que perdonaré tu ingenuidad. La importancia de Moisés como el autor de la Torá, es enorme para el judaísmo. Políticamente, es el único responsable del fin de la esclavitud a la que estaba sometido el pueblo judío. Religiosamente, fue él quien demostró la existencia de un dios único y excluyente, lo que hizo que sus contemporáneos lo adoptaran para siempre. Y, legislativamente, fue quien consolidó el Pacto entre la Divinidad y el Hombre, estableciendo la autoridad sobre la ética y la moral. ¿Y tú quieres decirle al mundo que Moisés no escribió el Pentateuco? ¿Ahora, en el año mil novecientos treinta, después de veinticuatro siglos? EUGENIO PACELLI: Señor, insisto y repito: (tímido) con todo respeto... Éste trabajo nos está diciendo... (Se interrumpe). PÍO XI: ¿Qué? ¡Dilo! EUGENIO PACELLI: (Con miedo). Nos está diciendo que Moisés ni siquiera existió.

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PÍO XI: (Se levanta de mal humor y camina circunspecto). Haré como que ni siquiera te escuché. Esa blasfemia merece una penalización ejemplar, pero eres mi colaborador y un ser humano con dudas. Te perdonaré sólo por esta vez, aunque nunca más vuelvas a insinuar semejante cosa. Box 1: PORFIRIO: Trece siglos antes de Cristo, Sanchoniaton escribió en su exilio en Biblos, la historia de los fenicios. Setecientos años después, un grupo de rabinos copiaron la versión, ya que no tenían tradición histórica alguna y le adjudicaron la autoría del documento a quien dieron en llamar Moisés, del que no me asombraría que se descubriese que es un personaje inventado. La intención era loable: darle ánimos al pueblo judío instalando un testimonio de fe para las generaciones venideras. Eran años ingratos para el pueblo escogido: estaban padeciendo cautiverio bajo el mandato de Nabucodonosor. Prevalecía el desaliento y el temor al fin. Pero se les ocurrió una idea salvadora: transcribieron El Testamento Fenicio y lo convirtieron en La Biblia. EUSEBIO: ¿Y qué tienes para demostrar lo que dices? ¿Acaso estos trozos de arcilla? ¿Quién te creerá? Box 2: EUGENIO PACELLI: Lo siento, Señor, pero no soy yo quien las insinúa. (Golpea la caja suavemente con la palma de la mano). Sólo menciono lo que dicen los estudios. PIO XI: Muéstrame lo que tienes. Eugenio Pacelli abre la caja. Saca en primer lugar una carpeta que entrega a Pío. Éste la abre y la hojea.

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Pío camina por el despacho mientras va leyendo. Eugenio Pacelli saca de la caja un par de tablillas idénticas a las exhibidas en el Box 1. Pío deja la carpeta sobre el escritorio y toma las tablillas de manos de Eugenio. Las examina. Eugenio Pacelli deposita la caja sobre el escritorio. Esto puede suceder mientras se desarrolla el diálogo entre Eusebio y Porfirio. Box 1: PORFIRIO: Son documentos, mi joven opositor. Estoy seguro que no deseas escuchar las referencias técnicas que poseo, pero estoy dispuesto a transmitírtelas cuando quieras. Filón fue un filósofo e investigador indiscutible en el siglo uno. Ahora, en el inicio del siglo cuatro, su trabajo adquiere aún más fuerza. Su búsqueda está escrita en esas tablillas a las que pretendes ignorar y en las paredes de las pirámides de Egipto. Box 2: PÍO XI: (Deja las tablillas en la caja. Vuelve a tomar la carpeta, abre y lee): “El historiador francés Ernest Renán, fallecido en mil ochocientos noventa y dos, le dio la razón a Porfirio, filósofo griego fallecido en el año trescientos cuatro de Nuestra Era, a quien consideró un hombre serio y rechazó la actitud de Constantino, hacia quien Eusebio, obispo de Cesarea en el siglo cuatro y detractor de la teoría de Porfirio, manifestaba una actitud servil”. (Mira a Eugenio con cierto gesto de incredulidad). ¿Y se basan en lo que diga un ensayista francés fallecido el siglo anterior? (Arroja la carpeta sobre el escritorio). Esto no es serio. EUGENIO PACELLI: Nada más citan las conclusiones de un historiador que persiguió esa investigación. Y le dan amplio crédito, ya que Renán no contaba con esta prueba y sin embargo tenía razones para creer en la autenticidad de las tablillas y que sabía existían en alguna parte. La expedición francesa de Claude Schaeffer confirma que Renán tenía razón.

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Box 1: EUSEBIO: No seas necio, Porfirio. Nadie sabe lo que dicen las paredes de las pirámides. Todo indica que eres tú quien desea ignorantes para hacernos creer esa fábula y no Constantino. Si Constantino fuera como tú dices, tú mismo no serías mejor que él. PORFIRIO: Los buscadores de la verdad como yo nos mostramos complacidos cuando la hallamos; los injuriadores, en cambio, sólo son dichosos cuando están delante de una falsedad. Constantino no tiene nada para resistir lo que digo. Box 2: PÍO XI: Estas tablillas no son otra cosa que piezas de museo, mí querido Eugenio. Y las conclusiones a las que dices que llegaron los científicos sólo servirán para aumentar las ventas de los diarios y algunas revistas sobre temas fantásticos. EUGENIO PACELLI: Su Excelencia, no deseo su enojo, pero permítame hacerle saber que los altos estudios convocados en éste material, entre muchas otras cosas, han arrojado como evidencia irrevocable que todo el lenguaje hebreo ha sido copiado de la civilización cananea. (Toma la carpeta que había dejado Pío sobre el escritorio y lee): “El salmo veintinueve era un himno fenicio que había sido incluido en el Salterio y simplemente se había cambiado el nombre del dios Baal por el de Yahveh”. Box 1: EUSEBIO: (Se levanta furioso. Deposita las tablillas en la caja). ¡Constantino no necesita de un bloque de tierra para probar nada! ¡El cristianismo no necesita nada! Las bases de nuestra religión están escritas en las Sagradas Escrituras por gente que

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vivió la historia del mundo. ¡Tú no eres más que un pagano sirviendo a un dios que no existe! PORFIRIO: (Alterado). ¡Mi Dios es tú Dios! ¡Jamás negaré la existencia de Él! ¡Pero no estoy dispuesto a someterme a la dominación de unos cuentistas que falsearon testimonio para imponer una práctica religiosa a su antojo! ¡Yo defenderé la verdadera historia y su autenticidad no logrará apartarme del camino del Señor! Porque debes saberlo, Eusebio, la Divinidad de Jesucristo es irrenunciable para mí, pero el misterio de su constitución fue vilmente manejado para sostener los intereses espurios de aquellos que consolidaron riquezas y poder aprovechándose de los que creyeron. Box 2: PÍO XI: (Enojado). ¡Basta ya, sacrílego! ¡Es más que suficiente! ¿Qué pretendes con todo esto? ¿Dinamitar tres mil años de historia? ¡Nada de esto saldrá de aquí! ¡Jamás lo permitiré! EUGENIO PACELLI: (Luego de una breve pausa, en la que parece recapacitar). Mi estimado Papa Pío XI, ¿me está diciendo que la Iglesia no se va a pronunciar sobre esto? ¡Es la evidencia más firme hallada hasta el momento de que La Biblia es en realidad, El Testamento Fenicio! Box 1: EUSEBIO: Nadie se aprovechó de nadie. La Santa Biblia entroniza la ley ética, civil y religiosa que regirá a la Humanidad, a través de una vida ejemplar como la de Jesús. Estemos orgullosos de ella y no busques confundirla injuriándola.

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Box 2: PÍO XI: (Asombrado y colérico). ¿Pronunciarnos? ¿Has dicho “pronunciarnos”? Eugenio Pacelli, quisiera verte a ti en éste lugar si fueras Papa, buscando una respuesta a pregunta tan tonta. ¡Ni pensar en pronunciarnos! ¿Acaso estás enloqueciendo? Box 1: PORFIRIO: Yo no la injurio ni pretendo que la Humanidad se aparte del Código Bíblico. Pero sí digo que igual la aceptaríamos si conociéramos cómo en realidad se desarrolló la Historia. Después de todo, los redactores de las Escrituras, fueron nada más que hombres. Box 2: EUGENIO PACELLI: Sé perfectamente lo que dice, señor, sobre la importancia de sostener como autor del Pentateuco a Moisés. Pero no debe usted olvidar, que los resultados de éste trabajo se darán a conocer y el mundo entero esperará una reflexión de la Iglesia sobre éste punto. ¿Se escudará usted en la ignorancia o en la indiferencia? PÍO XI: Ni ignorancia ni indiferencia, Eugenio. No nos corresponde a nosotros ni confirmar ni rebatir los descubrimientos de los eruditos. Somos, antes que cualquier otra cosa, sacerdotes. Hombres de Dios. Nuestro deber es llevar Su Palabra incluso a la puerta de estos científicos que pretenden pasar por encima de lo que dice nuestra Santa Biblia.

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Box 1: EUSEBIO: Y nada más que hombres administraremos nuestra religión, Porfirio. Lo que tú ves como un acto de codicia, es nada más que la forma de ordenar el caos. Los beneficiarios somos todos, no unos pocos como tú crees. Y en ese beneficio estás incluido aunque reniegues de aquellos que se ocuparon de dar a conocer cómo fueron las cosas al escribir la Biblia. PORFIRIO: La administración de la religión está en manos muy poderosas, joven Eusebio. Y muy pocas, así que dudo esté en buenas. No podrás negarme jamás que Constantino intentará ordenar ese caos en su favor. Sé muy bien que tiene en mente una especie de conciliación para cuando se haga cargo del Imperio y, aunque tú no quieras ver su interés, hará de todo para consolidarse como líder único y absoluto. La tetrarquía romana no goza de su simpatía y la eliminará. Lo hizo con el mitraísmo que casi absorbe al cristianismo y eso que aquella religión había prendido fuertemente en sus propios soldados, quienes estaban dispuestos a dar su vida por defenderla, antes de ofrecerla a cualquier otra causa. Box 2: EUGENIO PACELLI: Quizás no están pasando por encima de la Biblia, amado Papa. Entiendo que se han basado más en ella que en cualquier otro escrito para llegar a la verdad. Tal vez el mismo Dios ha puesto indicios en el camino de la ciencia para que sean develados y considerados. Todos estos descubrimientos no hacen más que afirmar su Divina Existencia. PÍO XI: Pues no es el momento para meditar sobre su existencia, mi ingenuo amigo. Hace apenas poco más de un año que he firmado con Benito Mussolini y el rey Víctor Manuel III, el Tratado de Letrán, con lo que dimos nacimiento al estado independiente y soberano de Ciudad del Vaticano. Bien lo sabes. -25-


EUGENIO PACELLI: Por supuesto que lo sé. PÍO XI: (Acerca su rostro al de Eugenio y se pone intrigante). Y si lo sabes... ¿Todavía quieres que le demos crédito a un pedazo de barro cocido, tal vez garabateado por algún niño travieso del siglo quince antes del Señor? ¿Ahora que tenemos un país enteramente religioso tú quieres que yo salga al balcón a declarar que todo fue una mentira? Box 1: EUSEBIO: Y si así fuera, ¿qué? Lo que tú llamas intereses de futuro emperador no tienen, necesariamente, que ser exclusivos de él. Pueden también ser los del pueblo cristiano, con el que se guarda una deuda enorme y cuyos juramentos quedaron encerrados en las heces de los leones que se los comieron. PORFIRIO: Esos hombres, mi polémico Eusebio, merecen más que nadie conocer la verdad. EUSEBIO: (Con mirada insidiosa). Esos hombres, mi polémico Porfirio, en el lugar en que sus almas están, ya deben conocer esa verdad que dices. O sea, tu trastornada mentira. Y estoy seguro que se están riendo de ella. Box 2: EUGENIO PACELLI: Políticamente no será conveniente hablar sobre esto, señor. Lo entiendo. Pero le propongo considerarlo con nuestros propios expertos y elaborar un documento secreto para dejar constancia de que hemos tenido acceso y opinión. PÍO XI: ¿Para qué? Si la ciencia que defiendes tiende a tecnificarse cada vez más, deja que en el futuro estos científicos

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aberrantes testimonien por sí mismos lo que ha sucedido en el inicio de los tiempos. Ya nosotros no estaremos. Es de temer que al farsante no se le crea cuando diga la verdad y yo no firmaré un documento corriendo el riesgo de parecer tal. Quizás ese escritor loco de Wells le haya dado la idea a algún otro loco y con la máquina del tiempo viajarán al pasado para darse cuenta que estaban equivocados. Box 1: PORFIRIO: A esas almas no les afectará saber que Moisés fue un mito muy bien aprovechado por el pueblo judío para establecer que Jehová los eligió. Si la “idea” de un Moisés mediador entre el Hombre y Dios no hubiera surgido, todos ustedes, aún, estarían caminando por el desierto de Sinaí. EUSEBIO: Entonces, si así piensas, ¿por qué quieres establecer una falacia? Verdad o mentira, ¿qué más da? ¿Cuál es la ventaja de creer en Moisés o dejar de creer en él, si lo importante es que Jesucristo es nuestro Señor? Box 2: EUGENIO PACELLI: Pero, Su Excelencia... Yo no he robado éste material. Me ha sido confiado para mostrárselo a usted y debatir en nuestro seno hasta llegar a una conclusión. PÍO XI: ¿Lo saben nuestros fieles? EUGENIO PACELLI: Entiendo que no. PÍO XI: (Serio). Pues entonces no nos resultará difícil omitir opinión alguna. El mundo cristiano no debe saber jamás que esas tablillas existen.

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Box 1: PORFIRIO:Nadie debería desconocer el origen de las cosas, Eusebio. He vivido preocupado por saber por qué estoy yo aquí, por qué estás tú aquí y qué hacemos todos nosotros encima de éste mundo. Estoy frente (señala las tablillas) a un testimonio esclarecedor y sólo la verdad me sostiene. Si Jesús estuviera aquí te diría que permitieras que se diera a conocerla. Él predicó la verdad y por ella se dio en sacrificio. EUSEBIO: Ni el Hijo ni el Padre ni el Espíritu Santo entregarían semejante sacrificio a una idea que no tiene asidero. Sólo son unas cuantas especulaciones. El pueblo cristiano no necesita una fábula que les haga dudar sobre la existencia de nadie. Lo hecho, hecho está y así debe permanecer. Box 2: EUGENIO PACELLI: (Afligido). Su Excelencia... Estas tablillas, en realidad, no nos pertenecen. Ahora son patrimonio de la ciencia. Por su bien, señor, desde mi más profunda humildad y sin ánimo de faltar a su Investidura... Sea sensato, por favor. PÍO XI: (Camina lentamente por el despacho acariciándose la barbilla. Piensa furiosamente). Mi sensatez me obliga a una única cosa. (Acomoda las tablillas en el interior de la caja y encima de ellas deposita la carpeta del informe. Cierra la caja). Esta infame caja deberá desaparecer. EUGENIO PACELLI: (Parece picado por una serpiente). ¡No! ¡Por favor, no!

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Box 1: PORFIRIO: Una patraña recorrerá el mundo a una velocidad insospechada, pero jamás perdurará como la verdad. No tienes pruebas de que Moisés redactó parte del Pentateuco y yo, en cambio, puedo demostrar que no fue él quien lo hizo. EUSEBIO: No me asustas, Porfirio de Batanea. Jamás le he temido a la verdad. Eso me hizo inmune a toda mentira. Y yo no creo en lo que tienes. Box 2: PÍO XI: Yo sabré cómo justificar la ausencia de éste material. (Toma la caja y la sostiene debajo de su brazo). No puedo confiarte a ti que te deshagas de él, así que lo haré yo mismo. EUGENIO PACELLI: (Desesperado). ¡No, Su Excelencia! ¡Cometerá un gravísimo error! Box 1: PORFIRIO: Será una ventaja para mí, entonces. Convocaré a otros filósofos y eruditos para el análisis de las tablillas y cuando estemos absolutamente seguros de lo que tenemos lo daremos a conocer. EUSEBIO: (Piensa). ¿Arriesgarás tu vida por esta quimera? PORFIRIO: Si es una quimera, también lo reconoceré. (Pausa). Pero no lo es. Y sé que tú lo sabes.

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Box 2: PÍO XI: ¿Por qué crees que cometeré un error? El mundo ha llegado hasta éste día sin estas tablillas. Mi deber es que siga siendo el mundo que es. EUGENIO PACELLI: (Pausa. Muy ensimismado). Si usted las destruye, Santo Padre, es porque en su fuero íntimo está aceptando el resultado de la investigación. Box 1: EUSEBIO: (Luego de reflexionar un breve instante). Deberás dejar que me lleve las tablillas, Porfirio. Constantino debe verlas y emitir opinión. PORFIRIO: ¿Cómo sé que no las destruirás? EUSEBIO: (Lo mira a Porfirio intensamente). No puedo prometerte nada. Box 2: PÍO XI: (Pensativo). No lo estoy aceptando. Pero no dejo de pensar en ello. EUGENIO PACELLI: (Suplicante). Señor... PÍO XI: Ordéname el escritorio. (Mutis con la caja). Box 1: PORFIRIO: En ese caso, Eusebio, no te la llevarás.

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EUSEBIO: (Toma la caja). Lo lamento, Porfirio, pero no permitiré que se arriesgue la Historia Sagrada de la que miles de personas se nutren. PORFIRIO: Entonces, ¿aceptas su legitimidad? Box 2: EUGENIO PACELLI: (Queda un instante mirando hacia el foro, viendo cómo se aleja Pío). Ordenaré su escritorio, señor... Y también... (Se acerca al arcón que está en el fondo. Abre la tapa y saca de su interior, una caja idéntica a la que se llevó Pío. Se acerca al escritorio y la deposita encima). Box 1: EUSEBIO: Aunque sean legítimas... Jamás reconoceré que lo son. (Mutis con la caja). Mientras Eugenio Pacelli va a buscar la caja al arcón, Eusebio dijo su letra y se retiró. Ahora Porfirio, con una leve sonrisa enigmática en sus labios, camina hasta el arcón, abre la tapa y saca de su interior una caja idéntica a la que se llevó Eusebio. Camina hasta la mesa y la deposita encima. PORFIRIO: Sabía que jamás las reconocerías, así que tomé mis precauciones, mi estimado e inquieto Eusebio. Lo que te llevaste es nada más, como tú dijiste, un trozo de tierra cocida. Las verdaderas tablillas están a salvo y en el futuro... (Mira al cielo y abre los brazos) alguien se encargará de hacer conocer la verdad. Desciende la luz sobre el Box 1 hasta quedar completamente a oscuras.

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Box 2: EUGENIO PACELLI: ...y también me encargaré de que las legítimas tablillas queden a buen resguardo, hasta que en el futuro... (Mira al cielo y abre los brazos) alguien se encargue de hacer conocer la verdad. Desciende la luz sobre el Box 2 hasta quedar completamente a oscuras.

CAE TELÓN.

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ARRABAL - TEATRO

ha estrenado mundialmente la obra

“EL TESTAMENTO FENICIO” de Armando Rubén Varrenti el día 28 de Marzo de 2009 en el Teatro Principal de Requena, con el siguiente: REPARTO:

EUSEBIO DE CESÁREA Luis Javier Roldán PORFIRIO DE BATANEA Arturo Domingo PAPA XI César Salvo EUGENIO PACELLI Arturo Navarro (futuro PÍO XII)

EQUIPO TÉCNICO:

DISEÑO ESCENOGRÁFICO: ELEMENTOS ESCENOGRÁFICOS: MONTADORES: CARACTERIZACIÓN: VESTUARIO: ILUMINACIÓN:

José Luis Prieto Antigüedades y Coleccionismo Antonio Monteagudo Jesús García Rafael Ochando Germán Fernández Mónica García Amparo Serrano Juan Zazo Francisco Cabrera Jesús García Rafael Ochando Encarna Gª Torres C.A.T. Arrabal-Teatro

UTILERÍA: CONTROL DE SONIDO: TRASPUNTE: PRODUCCIÓN: REGIDURÍA y AUXILIAR DE DIRECCIÓN: Encarna Herrero DIRECCIÓN: José Luis Prieto -33-


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EL VIOLIN ROTO DE SAMUEL LEVI Autor: ALBERTO DE CASSO BASTERRECHEA

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ALBERTO DE CASSO BASTERRECHEA Nací el año 1963 en Madrid. Estudié el bachillerato con los Jesuitas en el Colegio Nuestra Señora del Recuerdo. Posteriormente me licencié en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid. Más tarde realicé los cursos de Doctorado sobre teatro, aunque al final, dada mi aversión a la erudición, desistí de hacer la tesis. Sí, escribí una tesina sobre la técnica de los actores en el s. XVIII que me permitió completar cómodamente los créditos. Desde 1986 a 1988 trabajé como profesor interino de Area artística en un Instituto de Madrid. Enseñaba, supuestamente, teatro a mis alumnos. Luego continué como profesor interino de Lengua y Literatura en Menorca y Aranjuez entre 1998 y 1992. En el año 1990 aprobé las oposiciones y me dieron plaza en el IES de Pastrana (Guadalajara). Me deprimió tanto ese destino que al año siguiente solicité al AECI (Agencia Española de Cooperación Internacional) una plaza de lector de español para la Universidad de Ghana en Africa occidental. Los tres primeros años trabajé como lector de español en la Universidad de Legon. El último año...con una ayuda singular del AECI me introduje en el estudio de la Literatura y Teatro africano. En mis años de Universidad me dediqué a una intensa práctica teatral y empecé a escribir mis primeras obras. Pertenecí al grupo Madera-1 especializado en teatro clásico con el que actuamos en el Festival Internacional de Almagro y fundé un grupo teatral en Aranjuez. Con este grupo monté obras de Camus, Valle-Inclan, Brecht y realicé una obra mía, La rosa blanca. Aprovechando mis ocios africanos escribí varias obras de narrativa, y especialmente de teatro. He seguido unos cursos de escritura teatral con José Sanchis Sinisterra, Juan Mayorga, Yolanda Pallín, Fermín Cabal y Marco Antonio de la Parra y uno de relato corto con el maestro Augusto Monterroso y Sergio Pitol. En Africa realicé una puesta en escena de Ay, Carmela de José Sanchis Sinisterra, en inglés, con actores de La Escuela de Arte Dramático de la Universidad de Ghana. He traducido al español una obra de la escritora ghanesa Ama Ata Aidoo, The Dilemma of a Ghost y otra del malhadado escritor nigeriano Ken Saro Wiwa, The Wheel..., y Bosman y Lena del dramaturgo sudafricano, Athol Fugard. En el año 1999 gané el Premio Nacional de Teatro Calderón de la Barca con la obra Los Viernes del Hotel Luna Caribe. El 11 de febrero del 2000 se realiza una lectura dramática en la Escuela -36-


de Letras de Madrid. La obra ha sido editada por la revista Primer Acto en Junio del 2000. Los Viernes del Hotel Luna Caribe se estrenó en el festival Madrid Sur del 2000 y en la Sala Mirador de Madrid dirigida por Fermín Cabal y producida por la compañía Nuevo Repertorio de Cristina Rota y se representó hasta el 23 de diciembre del 2000 con gran acogida de público y críticas. El 30 de Junio de 2002 se presentó el montaje de Los Viernes del Hotel Luna Caribe, a cargo de la compañía cubana Rita Montaner en el teatro Sótano de la Habana. Mi obra de teatro Harmattan , ambientada en África, ha sido editada en la editorial Hiru coordinada por Alfonso Sastre y Eva Forest. En otoño del 2001 fui becado por la Fundación Autor para seguir un curso de guión en la Escuela de cine de San Antonio de los Baños, Cuba. Fruto de esa experiencia es mi guión, Enemigos políticos, que refleja la rivalidad y tensiones entre los diferentes miembros de una familia vasca algunos de cuyos miembros están vinculados ideológicamente a la banda terrorista ETA, en torno a una madre moribunda y a partir de la visita de uno de los hijos que se ha cambiado de sexo. El 4 de mayo del 2001 estreno y dirijo mi obra La gimnasta en colaboración con Marina Carresi en el teatro La galera en Alcalá de Henares. El 10 de diciembre de 2004 estreno mi obra, dirigida por mí, La última visita con el grupo Los Perplejos en el mismo teatro. El 9 de Noviembre de 2007 realicé una lectura dramática de La Galerista triste y el artista mendigo en el Café Bukowski en Malasaña. Mis cuentos los he reunido en un volumen con el título, El reino de los sueños podridos. Y he escrito otras cuatro novelas más: El Guacamayo de las Bahamas, por el que recibí una mención especial en el Premio de narrativa Alcalá de Henares el año 1998. Nerea, obra que refleja la rivalidad amorosa entre un padre y un hijo hacia una adolescente víctima del terrorismo de ETA. Después he escrito las siguientes novelas: El laberinto de las voces, una novela policial con trampa, que no tramposa. La sonrisa forzada, que refleja el poder destructivo de la vanidad y el afán de popularidad, y La rabia intacta., novela de amor que relata el regreso de dos cubanos, y que pasa en la Cuba convulsiva de los cincuenta y en la presente del periodo especial y fue finalista en el 1º Premio de Novela de la Diputación de Ciudad Real 2005. En Marzo de 2008 gané el 2º premio en el XI Certámen Internacional de Teatro Breve Ciudad de Requena, con la obra El violín roto de Samuel Levi. El otoño de 2008 gana el premio Lope de Vega con la obra, Y mi voz quemadura, obra que refleja el tema del terrorismo de estado, la barbarie y la violencia política en el Cono Sur a través de la relación entre una mujer detenida y torturada y su captor y verdugo. -37-


A mi amplia familia y amigos, ya que no me representan, para que al menos me lean.

PERSONAJES: - EL MAESTRO DANIEL BAREMBOIM. - SAMUEL LEVI. - ARIEL MUSSAD. - ESPECTADOR 1. - ESPECTADOR 2. - ESPECTADOR 3. - ESPECTADOR 4. - ESPECTADOR 5. - ESPECTADOR 6. (La acción transcurre en el escenario del International Convention Center de Jerusalén y en el cuarto de estar de Samuel Levi. 7 de julio de 2001 y dos días después). -38-


(En escena se encuentra bajo la soledad terrible de una luz cenital el compositor y director de orquesta Daniel Baremboim, vuelto de espaldas al público. Sostiene la batuta en la mano, inclinado con una suave concentración sobre la orquesta, como si de esta se derramaran los hilos invisibles de la música. Se oyen los últimos acordes. Una oleada de aplausos se levanta sobre la sala. Daniel Baremboim se gira e inclina la cabeza con deferencia tímida. Después de unos instantes, cuando se hace un silencio profundo, el director se adelanta dos pasos y pregunta con una sonrisa incierta al público: ¿Quieren ustedes escuchar a Wagner? Tras un silencio tenso se alzan toses, murmullos indecisos, una primera voz vociferante y luego un clamor de protestas y gritos dispersos de indignación e insultos que no se sabe muy bien desde donde proceden. ESPECTADOR 1: Es una vergüenza, una vergüenza... ¿Cómo se atreve? Wagner es basura germánica. Ni más ni menos. ESPECTADOR 2: Mucho peor. Wagner es nazismo puro y duro. Este se marcha con viento fresco. ESPECTADOR 1: Yo también. Yo también me marcho. Es indignante, absolutamente indignante. ESPECTADOR 3: Pues váyase. ¿A qué espera? ESPECTADOR 1: Cuando esta señora tenga la amabilidad de retirar sus voluminosas pantorrillas. ESPECTADOR 2: Wagner es una ofensa a nuestro pueblo y al sacrificio que nuestro pueblo ha aguantado a lo largo de los siglos. ESPECTADOR 4: Sí, pero debemos reconocer que era un genio y que revolucionó la ópera. ESPECTADOR 1: ¿¿También era un genio el que inventó la guillotina y las cámaras de gas?? ¡¡No te fastidia!! ESPECTADOR 2: Si Wagner hubiera vivido 50 años después le hubiera lamido el culo a Hitler y a Goebbels como se lo

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lamió a Luis II de Baviera y nos hubieran cogido para salir en el coro de las Walquirias. ESPECTADOR 4: Muy bueno el comentario. Apúntese una. ESPECTADOR 5: Menos idioteces. Ya estamos siempre con lo mismo. Pero, ¿cómo se puede ser tan inmovilista? ESPECTADOR 6: Su mujer Cósima Listz y su nuera Winifred Williams no permitieron entrar a ningún cantante de ópera judío en su teatro de Bayreuth. ESPECTADOR 3: ¿A qué vienen esas historias y esos rollos macabeos? He pagado para escuchar música clásica, no una lección didáctica de música para parvulitos. ESPECTADOR 4: Eso ocurrió cuando Wagner murió. Recuerden que él tenía amigos judíos como Felix Mottl y Herman Levi. Wagner no era antisionista. ESPECTADOR 6: Te recuerdo que Wagner y su yerno, Mister Chamberlain, difundieron las ideas racistas del francés Gobineau en su Ensayo sobre la desigualdad de las razas de 1853 y luego el tal Chamberlain escribió otro panfleto titulado Los fundamentos del siglo XIX, con muy poco fundamento por cierto, y perdonen el chiste malo, en el que además de negar la ascendencia judía de Cristo y otras lindezas, decía poco más o menos que Europa fue sacada del caos al que le condujo el imperio romano gracias a la invasión de los bárbaros teutones y a la superioridad de la raza aria y para más inri el yerno de Wagner tuvo tratos directos con Hitler...en donde le animaba a... ESPECTADOR 3: Muy bien, otro día vas y nos lees tu tesis doctoral. Es que hay gente que aprovecha cualquier ocasión para exhibir las cuatro cosas que sabe. Me revientan. ESPECTADOR 6: Por si no lo saben, Wagner escribió un panfleto contra el sionismo titulado El judaísmo y la música. Una joyita. ESPECTADOR 3: Ya empieza otra vez el pesado de antes. ESPECTADOR 4: Pero bueno, ¿es que nadie va a poner orden aquí?

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Mientras el director queda inmovilizado ante los gritos de protesta sale de escena el violinista Samuel Levi. Deja el violín en una silla. Abre una ventana y agita el aire con un pañuelo para espantar el calor y el mal olor reinante. Se oyen sirenas de policía y el rumor persistente de un helicóptero. Es un anciano menudo de andares vivarachos y nerviosos, que tiene la manía de rectificar constantemente la posición de los objetos y los muebles. SAMUEL LEVI: Isolda... Isolda... hija, tenías que haber visto lo que ha pasado hoy en el Convention Center delante de más de 3000 personas. El teatro estaba a rebosar. Y como se había estropeado el aire acondicionado hacía un calor de morirse. Hasta el violín parecía que transpiraba sudor. Las hemos pasado canutas, hija, todos los violinistas, las hemos pasado canutas. En un momento casi se me resbala el arco... menos mal que esto sucedió al final, casi armo un desaguisado de, bueno, de órdago, imagínate. Traigo el pañuelo empapado de sudor. Isolda... Isolda... ¿qué pasa..? ¿no me atiendes? Caramba... ¿estás deprimida o qué te pasa? Ya sé, estás harta de todas esa sirenas y esos helicópteros. Son como una plaga bíblica, le dejan a uno con una migraña terrible, terrible. Si vieras, cada día, se anda peor por la calles de Jerusalén. Cualquier día con esos locos del Hamas... bueno mejor ni pensarlo. ¿No me has preguntado por el hombro? Eres una descuidada y una ingrata. Menudo golpe que me dieron los brutos de los antidisturbios. Creo que debería ir a verme la clavícula ¿no te parece? A veces suena como si el hueso se hubiera chascado. Hoy me dolía bastante durante el concierto, era como si el violín me pesara un quintal... sobre todo en el momento definitivo... en el último momento... Últimamente no te veo nada receptiva, me dejas hablar como a un loro, pensar en voz alta y no abres el pico, ni para quejarte... ¿qué pasa?, ¿que yo me lo digo todo..? pero bueno, escucha lo mejor, ¿me estás atendiendo? sí, está bien, ya sé que el calor te deprime y te tiene ahí más amurriada que unas sopas, a mí también, dichoso verano, pero todo pasa, el verano, el invierno, la primavera, el otoño. ¿Qué vamos a hacer tú y yo aquí mano sobre mano, más aburridos que un hongo, si es que ahora no pierdo el trabajo, después del cataclismo de esta tarde..? El maestro Daniel Baremboim tiene el pecho de

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acero. Al final después de la prohibición sobre Wagner se ha atrevido a proponer al público, se ha atrevido a proponerles... que tocáramos un fragmento de Tristán e Isolda. Nada más ni nada menos que el preludio del acto I. No veas. Allí ardió Troya. Todo el mundo se puso a gritar y a desvariar y que si Wagner esto que si Wagner lo otro que si el yerno y la nuera de Wagner lo de más allá. Entonces el maestro me miró, me lanzó una de sus miradas cómplices y melancólicas. Y yo no sé que hice, levanté las cejas, hasta que amainara aquel chaparrón de gritos y de protestas... y creí, Dios mío, que ahí nos iban a linchar a toda la orquesta, que iban a subir los veteranos de los campos y los ortodoxos y los ultranacionalistas del Likud y nos iban a romper los violines en la cabeza, y que al maestro le iban a meter la batuta por los ojos... esos ojos que tiene de liebre triste. Pero al final solo subió uno... ¿Te apuesto Isolda mil pavos a que no adivinas quién subió, quien tuvo el descaro de subir al escenario, interrumpir el concierto y dejarnos a todos con el violín en vilo durante media hora? Se oyen de nuevo gritos y abucheos. Un espectador muy anciano sube al escenario. Se aproxima al director. El director Daniel Baremboim queda inmóvil, la cabeza levemente inclinada, mirando con seria reserva al intruso. Luego el espectador se quita el frac de gala con una rabia lenta y senil, lo arroja al suelo, se arremanga el brazo y muestra una mancha tatuada de un azul desvaído en su brazo como la huella de una vacuna. ARIEL MUSSAD: (Habla nervioso al principio.) Permítame que me presente, maestro, y, en fin, disculpe si el subirme a su... escenario, le produce o le trae... alguna incomodidad. No quiero que me tome por ningún agitador ni por gente de esa calaña. Me llamo Ariel Mussad. He sido y soy un asiduo espectador de este teatro de la ópera de Jerusalén. Llevo viniendo a lo largo de más de, en fin, digamos, veinte años. (Le muestra el brazo arremangado.) ¿Sabe lo que es esto? El Director levanta las cejas y le lanza una fría mirada inexpresiva. Se oye algún abucheo aislado.

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Aquí tengo tatuado en la piel un número, el número 15.733, el número que me pusieron en Birkenau los nazis nada más entrar en el campo, un lejano 20 de Agosto de 1944. Aunque han pasado más de cincuenta y tantos años, lo recuerdo perfectamente... lo recuerdo como si fuera ayer... ESPECTADOR 1: No se te oye, habla más alto. ARIEL MUSSAD: ¿Cómo? ESPECTADOR 2: Que no se te oye. ESPECTADOR 3: Mejor. No hemos venido aquí a escuchar discursitos de excombatientes del Likud. ESPECTADOR 2: Un respeto. Coge un micrófono, Ariel, un micrófono. Para que te oigan en el gallinero. ARIEL MUSSAD: ¿Un micrófono..? No llevo ninguno. (Risas.) ESPECTADOR 2: Que te lo den... Pídeselo al maestro. ARIEL MUSSAD: ¿Alguien tiene un micrófono por ahí? Es que hay gente... al fondo, quiero decir, que parece que no oye bien. ESPECTADOR 2: Da igual. A pelo. No te arredres. Habla a pelo. Que tú puedes. Como un jabato. Alguien le acerca un micrófono con un soporte y lo deja a su lado con una cierta acritud. Ariel Mussad se enreda al desengancharlo y no sabe hacerlo funcionar. El micrófono produce un gañido largo y estridente que opaca la voz anciana y extraviada, pero firme en su timidez, de Ariel Mussad. Se oye un acorde suelto de un violín a modo de protesta. El director Daniel Baremboim lanza una mirada severa y admonitoria a la orquesta. ARIEL MUSSAD: ¿Por dónde iba...? ¿Alguien me lo puede recordar? ESPECTADOR 1: Nos estabas enseñando el número del brazo. El número tatuado. ARIEL MUSSAD: Sí, el número tatuado... (Se arremanga por

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tercera vez.) Miren aquí. Todo el mundo. Hagan el favor. Pone 15.733, para los que no lo vean bien. 15.733. El número que me marcaron los nazis como si fuera una res. ¿Pero ya lo enseñé antes? Ah sí...ya me acuerdo...el calor el dichoso calor hacía un calor del carajo. Hacía casi tanto calor como hoy. ESPECTADOR 1: Ni que lo digas. Ya podían subir el aire acondicionado. Estos tipos del festival son unos tacaños. ESPECTADOR 2 : Dejadle seguir. Qué poco respeto. ARIEL MUSSAD: Sí, qué poco respeto... solo porque uno es un vejestorio del campo de Birkenau sin fuerzas y sin voz suficiente para contar su historia ( El micrófono lanza un chirrido largo.) Bueno... pues en ese tren que nos conducía al campo... ¿Les he hablado del tren? En ese tren, la gente se desmayaba del calor y se atormentaba con la sed... ¿Se me oye bien ahora? Yo incluso, incluso, escuchen bien, llegué a beber el sudor de mi brazo, (Hace como si lamiera su brazo.) del brazo donde luego me tatuarían este número, el 15.733, como a una pobre vaca. Entonces lo supe, cuando el sudor de mi piel, aumentó más mi sed... (Se le cae el micrófono. Daniel Baremboim lo recoge y se lo entrega.) ¿por dónde iba? Perdone, es que estoy un poco nervioso...es la primera vez que hablo delante de semejante gentío, se me ha ido el santo al cielo otra vez... ESPECTADOR 2: Vamos que tú puedes, Ariel. Respira hondo. DANIEL BAREMBOIM: Estaba usted contándonos la llegada al campo de Birkenau... en el tren... cuando bebió el sudor de su brazo para calmar la sed. ARIEL MUSSAD: (Muy enfadado.) ¿Para calmar la sed? El sudor no me calmó la sed, maestro, ni un ápice, me la aumentó. Para que lo sepa bien. ¿Ha bebido usted alguna vez el sudor de su brazo o de su frente? Se nota que no, con mirarle a la cara. Nada más bajar del tren.... ¿Por ahí iba, no? (El director asiente.) Perdone, pero uno no está acostumbrado a lanzar peroratas ante tantas personas. Oímos unas palabras por los altavoces, en alemán, por supuesto, que no entendíamos y en algún lado, sonaba un... cómo se dice... eso un himno, no, un aria. ¿Se llama aria no? Eso. Qué gente más educada, me dije, escuchan ópera, estos alemanes son terriblemente finos, me dije a mí mismo, a pesar de comer esas salchichas blancas -44-


repulsivas y ese repollo amargo y litros y litros de cerveza, son la mar de finos. Y, bueno, ¿por qué les estaba contando todo esto? (Abucheos. Se le enreda el micrófono.) ¿Les he dicho de quién era esa música? Creo que no. Pues era del señor Ricardo Wagner, del mismo Ricardo Wagner que viste y calza, como ya habrá imaginado algún avispado, el aria que anunciaba la muerte de Tristán... Ese era. Ni más ni menos. Pues... bueno, siempre o casi siempre que llegaba un tren al campo con prisioneros... la ponían, el mismo trozo, esa música se nos hizo, por supuesto, insoportable, odiosa, porque la escuchábamos a todas horas... tardé en descifrar esa música, en realidad, para serles franco, nunca la descifré... yo entonces no sabía de música ni una palabra, fue un profesor judío, me explicó el pasaje en cuestión... y entonces comprendí que es lo que nos deparaba el destino. Por supuesto. Abucheos aislados. Ariel Mussad carraspea y luego se aclara la voz. El micrófono recoge sus carraspeos. Risas. Va cogiendo confianza y mucha más fluidez. Mientras nosotros nos hacinábamos como ratas en esos barracones inmundos, si me permiten describirlo así, mientras andábamos sin norte de un lado para otro, y parecíamos lobos famélicos, y el pellejo se nos metía para dentro, como una camiseta que te encoge, mientras nos pudríamos de hambre, frío y piojos, Hitler y todos sus secuaces lloraban a lágrima viva, por supuesto, escuchando las sinfonías de Wagner en sus lujosos teatros de la ópera de Alemania. (Amago de aplausos. Se inclina agradecido. Hace una seña para que dejen de aplaudir. Otra vez nervioso.) ¿Va a ser usted capaz de arrojarnos a la cara la música de los nazis, esos himnos teutones o arias o lo que sean que hacían sentirse a los nazis una raza superior, esa paparrucha germánica que no emocionaría ni a una mosca ni siquiera a los piojos que nos comían nuestros cráneos sin pelo... (Gritos, risas y abucheos. Se le va la voz al micrófono.) ¿No dice nada? ¿No tiene nada que decir, maestro? Si lo quiere hacer, maestro Boremboim o como diantres se llame usted, si es capaz de ...hacernos esto, si quiere tocar la música de nuestros verdugos... tendrá que pasar, por supuesto, por encima de -45-


mi cadáver y no solo por encima de mi cadáver, quiero decir, también por encima del cadáver... digo de los cadáveres, de los diez veteranos del Campo de Birkenau que hemos venido hoy a escucharle. (Se oyen gritos de recriminación contra Ariel Mussad al que parte del público llama fascista, exaltado y revanchista. Luego unos aplausos. Este queda confuso.) ESPECTADOR 5: Vete a lamerte las heridas a otro lado. ¿Qué tuvo que ver Wagner con todo eso? ESPECTADOR 1: Dejarle hablar, dejarle hablar... tiene todo el derecho a hablar. Es un anciano superviviente de los campos de aniquilación y lo menos que podemos hacer es escucharle. ESPECTADOR 6: Os recuerdo que Wagner escribió un panfleto antisionista titulado El judaísmo y la música y que sus descendientes no permitieron a los cantantes judíos actuar en sus óperas y que su yerno Chamberlain.... ESPECTADOR 3: Vale, luego nos dictas la bibliografía, pero ahora que siga el concierto con Wagner o con su padre. ESPECTADOR 2: Eso que ganaron. Así no se les estropeó la voz con esa bazofia. ESPECTADOR 4: ¿Pero es que nadie va a poner orden aquí? Esto es kafkiano. ESPECTADOR 1: Mejor diga wagneriano. ESPECTADOR 4: Qué poca gracia tiene usted. ESPECTADOR 3: Es que al viejito este le patinan las neuronas... ¿por qué no le devuelve alguien al asilo? ¿Le estarán echando de menos, no? Es la hora de su papilla y su electroshock. ESPECTADOR 1: Dejarle hablar, tiene razón para hablar, y no os metías con él, es un anciano, un superviviente de los campos de concentración. ESPECTADOR 4: Esto es increíble, aquí el primer pirado se sube al escenario e interrumpe el concierto, como si estuviéramos en un cabaret. -46-


ESPECTADOR 5: Vete a casa, hombre, a lamerte las llagas. Ya estamos hartos. Yo he venido a escuchar a Rachmaninov... no batallitas de campos de concentración. Llevamos escuchando la misma historia cincuenta años... cincuenta años. Ya está bien. ARIEL MUSSAD: (Habla con creciente fluidez.) ¿Así que yo soy el fascista, el exaltado y el revanchista...? muy bien, se os ha olvidado muy pronto, por supuesto, jovenzuelos imberbes, lo que nos hicieron los canallas de los nazis, lo que hicieron a vuestros abuelos... ¿Sabéis, eh, sabéis que nos levantábamos y nos acostábamos con música de Wagner, que nos quitaban nuestros andrajos, nuestras gafas y nuestras muelas de oro con música de Wagner y que nos asfixiaban con Wagner en las cámaras de gas y que nos echaban a las fosas comunes también con Wagner... que el señor Ricardo Wagner nos acompañaba a todas horas como el aire infecto que respirábamos? ¿Cómo se nota que vosotros no lleváis un número aquí tatuado en el brazo, que no sufristeis el hacinamiento ni el tormento de la sed en los trenes que nos llevaron desde el gueto de Varsovia hasta los campos, cómo se nota que no habéis vivido ni una milésima parte de la desesperación y la miseria que nos tocó vivir, que no os habéis sentido peor tratado que perros, pues delante de mis ojos ellos, delante de mis propios ojos, nos daban parar roer los huesos que despreciaban sus doberman guardianes y sus perros lobos, cómo se nota que no habéis estado enterrados entre una marea de cadáveres... a los que no se les reconocía ya ni la cara ni el sexo..? (Pausa. Parece que Ariel Mussad se va a desmoronar. Luego se rehace.) Usted puede tocar si quiere su Tristán e Isolda... Maestro Baremboim o como diantres se llame usted, pero sepa... que los millones de hombres y mujeres judíos que sufrimos esa infamia, nunca le podremos olvidar y que su nombre será maldito en la boca de nuestros hijos... y que nos insulta en lo más profundo a mí y a los diez veteranos del campo de Birkenau que esta noche hemos venido a escucharle. Silencio largo y profundo.

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MAESTRO BARENBOIM: (Se aproxima al borde del proscenio.) Nadie ha constestado aún a mi pregunta. ¿Desean algunos de ustedes escuchar el preludio del acto I de Tristán e Isolda de Ricardo Wagner? Ante los gritos y abucheos cada vez más aislados se oye un fragor caliente de aplausos que apoya la petición del maestro Daniel Baremboim. El espectador anciano se inclina pensando que le aplauden a él. Al inclinarse se le cae la kipa, el maestro se agacha y se la entrega, luego el anciano recoge su frac del suelo con cansancio. Deslumbrado por los focos Ariel Mussad anda con pasos extraviados buscando el primer peldaño de la escalinata que le conduce al patio de butacas. El director de orquesta espera amablemente a que el anciano se retire. Luego se vuelve y levanta la batuta en el aire. La silueta de un violinista se levanta para atacar un solo. Suena el preludio del acto I de Tristán e Isolda. Oscuro. Samuel Levi en su casa esta limpiando una maceta de hojas secas. ¿Sabes, Isolda?, al final, subió él, Ariel Mussad, el viejo chiflado, nuestro vecino a armar una bronca de órdago, a lamerse las heridas, a contarnos la historia de siempre... yo me escondí, bajé la cabeza, para que no me reconociera, él, el maldito bribón de Ariel, él que no sabe lo que fue eso ni por el forro, tuvo que contar la misma bazofia de siempre, que lleva escuchándonos a los demás, porque tuvo la suerte de llegar en los últimos meses al campo de Birkeneau, poco tiempo antes de que lo liberaran los americanos, cuando los alemanes hacía tiempo que habían perdido la guerra... El viejo Ariel Mussad, el viejo fantasma, que le gusta jactarse de lo que sufrieron los demás, lleva media vida preguntándonos todo lo que nos hicieron, todas y cada una de las humillaciones que sufrimos y él no pudo sufrir, porque llegó demasiado tarde al campo, cuando ya estaba casi abandonado, y solo, lo único que tuvo que padecer, fue ese número tatuado, Isolda, que era lo que menos dolía, porque te lo ponían al principio, cuando uno todavía estaba fuerte, uno de los últimos números que pusieron los alemanes y que encima lo enseña a todas horas con un maldito orgullo de proscrito, el viejo embustero, él, que no tuvo que cavar -48-


ninguna fosa, que no tuvo que enterrar a nadie, que no tuvo que acompañar hasta... maldita sea a hacer las cosas terribles a las que algunos nos vimos obligados meses antes en los sonderkomando... ¿Sabes Isolda? Al principio se puso un poco nervioso, y yo me moría del empacho de verle hacer el payaso, mostrando su número tatuado a los cuatro vientos... como si fuera un mendigo que exhibe su muñón. No se da cuenta... ¿qué les importa a los jóvenes de ahora lo que nos hicieron a su abuelos o mejor bisabuelos? Por un momento creí que se iba a acercar al maestro y le iba a romper la batuta en la cabeza. Yo estaba temblando, porque varias veces Ariel Mussad miró para dónde yo me encontraba... me miró con esos ojos azules y rencorosos... como si me oliera... al mismo tiempo, que lanzaba una mirada ciega de odio hacia la orquesta. Pensé que iba a venir hacia mí y me iba a sacudir las solapas, que me iba a arrastrar fuera de la orquesta, me iba a reprochar en público, que estuviera allí con el violín preparado para tocar a Wagner, el amigo de los nazis. Por un momento creí, Isolda, que lo iba a contar todo delante de aquellos 3000 espectadores. Lo que muchas veces me ha dicho que va a contar en público, para que todo el mundo se entere lo perro que fuiste... que iba a decir delante de todo el mundo lo que yo había estado haciendo en el campo de Birkeneau entre el 20 de julio de 1943 hasta el verano de 1944, cuando llegó él, fresco como un melón, como si yo hubiera tenido entonces otra posibilidad, como si me hubiera sido posible decirles a los oficiales de la SS, miren, yo no quiero que cuenten conmigo para ese comando especial, es que no me siento preparado psicológicamente, ¿saben? así, que si no les importa, déjenme seguir cuidando el jardín, como hasta ahora, pero no cuenten conmigo para eso, no cuenten conmigo, mierda, no cuenten conmigo, el viejo ignorante, el viejo repelente, el viejo chocho, el viejo mentiroso miserable que hurga en los dolores de otros como en un basurero, que no es capaz de distinguir una sonata de una danza cíngara... coño, Isolda, otra vez me vuelve a picar el número tatuado en el hombro, eso quiere decir que mañana va a haber tormenta. ¿Te apuesto que esta vez no fallo? A ver si así con los truenos y los rayos dejan de oírse las sirenas y los helicópteros de la policía israelí. Te meteré dentro porque sé que te asustan los relámpagos y luego empiezas a darte golpes y te vuelves medio

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loca. ¿Qué te apuestas a que mañana va a haber tormenta? Di, ¿qué te apuestas, Isolda? Entra y después reaparece con una jaula. Dentro hay un periquito que protesta con un graznido. Se oye un trueno. El periquito se revuelve dentro de la jaula. Lo deposita en una mesa. Se oyen sirenas de policías. Se tapa las sienes y luego se palpa el hombro resentido. Samuel Levi avanza hacia el centro. Se oye el ruido de un helicóptero y varias sirenas de policía. Samuel tose tímidamente. Coge su violín con las dos manos. Daniel Baremboim que repasa atareado las partituras sobre una mesa se gira y le estrecha la mano sin mirarle. SAMUEL LEVI: Perdone el retraso, maestro. DANIEL BAREMBOIM: No se preocupe, Samuel. SAMUEL LEVI: Es que estaba la policía cargando. Había varias calles cortadas. He tenido que dar un rodeo y me he perdido. DANIEL BAREMBOIM: Por lo visto ha habido un atentado. Un adolescente kamikaze con una bomba se ha metido dentro de un hotel donde se celebraba una boda. Mataron a la novia y al padre del novio y a no sé cuantos más. Lo oí en la radio. SAMUEL LEVI: Ya me lo imaginaba. DANIEL BAREMBOIM: ¿Usted que piensa de toda esa gente de Hamas? SAMUEL LEVI: ¿Qué quiere que piense? DANIEL BAREMBOIM: ¿No le asusta el fanatismo de esa gente? Jóvenes con 17 años son capaces de reventar en mil pedazos y hacer reventar a otros inocentes por unos ideales imposibles. SAMUEL LEVI.: Cuando mueren como mártires van al paraíso y se casan con 70 vírgenes de ojos negros. En eso cree la gente de Hamas.

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DANIEL BAREMBOIM: (Sonríe.) Entonces, eso les servirá de compensación. Supongo. SAMUEL LEVI: Puede ser. (Pausa.) DANIEL BAREMBOIM: ¿Sabe por qué le he citado a usted solo, Samuel? (Samuel Levi le mira. Se toca el hombro.) ¿Le ocurre algo? SAMUEL LEVI: La policía... me golpeó con una porra... accidentalmente. DANIEL BAREMBOIM: ¿Accidentalmente?Me conmueve su compresión hacia la policía. SAMUEL LEVI: No creo que quisieran pegarme. A un anciano con un violín. DANIEL BAREMBOIM: Lo celebro. SAMUEL LEVI: Lo peor es que me han abollado la funda. DANIEL BAREMBOIM: ¿Ha comprobado si el instrumento ha sufrido daños? SAMUEL LEVI: No. DANIEL BAREMBOIM: ¿Por qué no lo comprueba Samuel? En media hora tenemos el último ensayo. SAMUEL LEVI: Sí, claro. (Abre la funda y mira su violín.) Parece que está bien. SAMUEL LEVI: Toque algo. DANIEL BAREMBOIM: ¿El qué? SAMUEL LEVI: Lo que quiera...o simplemente afínelo. Samuel Levi saca el instrumento y lo afina con suma cortedad, luego toca algo muy cohibido.

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DANIEL BAREMBOIM: Adagio del Concierto nº 2 para violín de Bach. ¿Este compositor no agita los ánimos de sus compatriotas... como otros...que yo me sé...? SAMUEL LEVI: Bueno a Bach ya se le acepta. A un genio como él. DANIEL BAREMBOIM: No como a Wagner. ¿Por qué suscita tanto rencor en Israel? SAMUEL LEVI: Bueno como usted sabrá mejor que yo, era el músico de cabecera de Hitler... DANIEL BAREMBOIM: ¿El músico de cabecera? Tengo entendido que vivieron en diferentes épocas. SAMUEL LEVI: Bueno, me he explicado un poco mal... era, quiero decir, la música preferida de los alemanes de entonces... Sus óperas. Eran muy aficionados a sus óperas. DANIEL BAREMBOIM: Querrá decir... de los nazis. ¿Por qué los ha llamado alemanes? SAMUEL LEVI: No soporto esa palabra... la he escuchado tanto... no la soporto. Perdone, no la soporto. DANIEL BAREMBOIM: ¿Cuántos años tiene usted, Samuel? SAMUEL LEVI: 76 voy a cumplir este otoño, si Dios quiere. DANIEL BAREMBOIM: ¿Y qué opina de Wagner? Usted sufrió la persecución en su piel. Es el único componente de mi orquesta que estuvo en un campo de concentración, según me han dicho. ¿También le revuelve las tripas la música de Wagner? SAMUEL LEVI: No, yo en realidad, qué quiere que le diga... no tengo una opinión formada. DANIEL BAREMBOIM: ¿Ha escuchado el Tristán e Isolda de Wagner? SAMUEL LEVI: Sí, lo he escuchado... bastante a menudo... DANIEL BAREMBOIM: ¿A menudo? SAMUEL LEVI: Con esa música... bueno, no debería contarlo... DANIEL BAREMBOIM: Siéntase libre, por favor.

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SAMUEL LEVI: Con esa música nos acostábamos y nos levantábamos en el campo... y también nos acompañaba en otras ocasiones. DANIEL BAREMBOIM: Entonces no debo preguntarle más sobre Wagner. Entiendo que lo deteste. El maestro hojea unas partituras. Samuel Levi toca el preludio del acto primero de Tristán e Isolda unos instantes. Veo que la conoce bien. ¿La ha tocado muchas veces? SAMUEL LEVI: Bueno, aquí ya sabe que no está bien visto...y en fin... más de uno y de dos se molestaría. La última vez la toqué en Birkenau en una recepción de oficiales de la SS. DANIEL BAREMBOIM: ¿Le emplearon como músico? ¿Es posible? SAMUEL LEVI: Bueno, en alguna ocasión... Rara vez. DANIEL BAREMBOIM: ¿Eso hizo que mejorara su trato? SAMUEL LEVI: No, no demasiado. DANIEL BAREMBOIM: ¿No valoraban su sensibilidad para tocar a Wagner? SAMUEL LEVI: No, sinceramente, creo que no. A ellos les daba igual Wagner o que tocáramos cualquier cosa. Mientras tocábamos se emborrachaban y se ponían a contar chistes. DANIEL BAREMBOIM: Tengo entendido que a Hitler se le humedecían los ojos cuando escuchaba Tristán e Isolda. SAMUEL LEVI: Sí, eso dicen. DANIEL BAREMBOIM: ¿Por eso los judíos de Israel odian tanto a Wagner? No soportan que un músico provoque un gesto humano y emotivo... algo que ese monstruo, que esa máquina infernal, haga que se asemeje sospechosamente a nosotros. ¿No le parece Samuel? SAMUEL LEVI: No lo había pensado. DANIEL BAREMBOIM: Creo que enaltecemos a nuestros enemigos cuando les negamos su cara humana. Porque solo -53-


aceptando lo humano que hay en ellos se les podría vencer, ¿no cree? Yo sé cómo se hubiera podido liquidar a Hitler, pero a nadie se le ocurrió. En el momento que tenía los ojos humedecidos, mientras escuchaba un aria de Wagner alguien le podía haber disparado a bocajarro. No hubiera visto llegar la bala. Le apuesto lo que quiera. SAMUEL LEVI: Un poco tarde, ¿no? DANIEL BAREMBOIM: Sí, un poco tarde. Cuénteme más cosas del campo. De sus conciertos para los oficiales de la SS. ¿Sólo le emplearon como músico? SAMUEL LEVI: No, me emplearon en otras tareas menos agradables. DANIEL BAREMBOIM: ¿Le importa contarlo? SAMUEL LEVI: Creo que sí... DANIEL BAREMBOIM: Entonces, no insistiré. SAMUEL LEVI: Gracias. DANIEL BAREMBOIM: Me conmueve usted, Samuel. Por cierto, ¿cuáles eran esas tareas desagradables que no le apetecía contarme? SAMUEL LEVI: Eran y son demasiado desagradables para contarlas y todavía más para recordarlas. DANIEL BAREMBOIM: ¿Qué se apuesta que en menos de diez minutos se las sonsaco? Soy un curioso recalcitrante. Venga, apueste... SAMUEL LEVI: ¿Qué quiere que apueste..? Yo... no soy un hombre de apuestas... DANIEL BAREMBOIM: Pues no sé, su violín, por ejemplo. SAMUEL LEVI: No, nunca lo apostaría. Es como un hijo. DANIEL BAREMBOIM: ¿Lo conserva desde el campo? SAMUEL LEVI: Sí... DANIEL BAREMBOIM: Tenía entendido que les quitaban todo, hasta las muelas. SAMUEL LEVI: Bueno, sí, me lo quitaron, pero luego, lo recuperé. -54-


DANIEL BAREMBOIM: ¿Y eso? SAMUEL LEVI: Como pago de un favor... DANIEL BAREMBOIM: ¿Como pago de un favor? ¿Un favor prestado a los alemanes? SAMUEL LEVI: Digamos que sí. Un favor prestado a los alemanes. DANIEL BAREMBOIM: Expláyese un poco más. No sea que me quiera dejar con la incertidumbre de no entenderle bien del todo. SAMUEL LEVI: Es usted muy hábil Pero no ha dicho que se apuesta usted.... DANIEL BAREMBOIM: ¿Yo? SAMUEL LEVI: Sí, porque le cuente mi historia... DANIEL BAREMBOIM: Así que le atrae el juego. Muy bien... pues yo sí pierdo, es decir si usted acaba contando su historia... SAMUEL LEVI: Eso será si gana... DANIEL BAREMBOIM: No si usted cuenta su historia... yo pierdo evidentemente... puesto que usted... tiene usted razón. Perdone mi despiste. Si usted no me acaba contando su historia, yo me apuesto....un homenaje a Wagner. SAMUEL LEVI: ¿Cómo dice? DANIEL BAREMBOIM: Lo que oye....un homenaje a Wagner en un solo de violín ante los tres mil espectadores del teatro de la ópera de Israel para hoy a las once de la noche. Interpretado por usted, claro. SAMUEL LEVI: ¿No hablará en serio? DANIEL BAREMBOIM: Le aseguro que después de terminar con la última pieza anunciaré que el reputado músico polacoisraelí Samuel Levi va a interpretar en un solo de violín el preludio del acto I de Tristán e Isolda del maestro Ricardo Wagner. SAMUEL LEVI: No puede hacer eso. Me tirarían piedras. DANIEL BAREMBOIM: ¿No cree que se quedará más

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tranquilo si me cuenta esa anécdota sabrosa que me tenía reservada? Conviene tener los nervios fríos en un concierto de esta envergadura. SAMUEL LEVI: Es usted muy hábil. Pero le podría mentir. Contarle cualquier tarea que hacía en el campo, que no tenga nada que ver, con la que hacía realmente y usted no tendrá posibilidad de saberlo. DANIEL BAREMBOIM: Usted no tiene cara de saber mentir. Aunque puede hacerlo si quiere. Bueno, Samuel, creo que hemos ido demasiado lejos. En realidad se trataba de una broma. Quizá un poco pesada. No estoy interesado en que me cuente nada que no desee contarme y menos si va a servir para reabrir viejas heridas. Perdone si le ha molestado mi juego. (Pausa.) SAMUEL LEVI: Ahora tendrá que aguantarse y escuchar. DANIEL BAREMBOIM: ¿Cómo? SAMUEL LEVI: Tendrá que aguantarse y escuchar... DANIEL BAREMBOIM: Muy bien... pero antes, quería comentarle algo... el caso, es que... perdone, ahora de pronto se me ha olvidado... Bueno, soy todo oídos. SAMUEL LEVI: ¿Puedo empezar? DANIEL BAREMBOIM: Por supuesto. SAMUEL LEVI: A mí me destinaron al Sonderkomando. ¿Le suena? DANIEL BAREMBOIM: (Distraído.) ¿Cómo...? SAMUEL LEVI: El sonderkomando era un comando especial con una misión muy especial. DANIEL BAREMBOIM: ¿En qué consistía? SAMUEL LEVI: Será mejor... que me cuente su anécdota. Usted sabe prefectamente cuál era la labor de los sonderkomando. Todo el mundo la conoce. Tiene cara de haberla recordado. DANIEL BAREMBOIM: Sí la he recordado... ¿Cómo lo ha adivinado? SAMUEL LEVI: Porque me miraba con muchas ganas de

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contarme algo. Sé la cara que pone la gente cuando tiene muchas ganas de contarte algo, le brillan los ojos de una manera especial y no te escucha. Cuénteme su historia, porque para lo que yo le voy a contar, necesito que me escuche con los ojos muy abiertos... DANIEL BAREMBOIM: Está bien. No crea que me resulta fácil lo que le voy a contar, y tampoco entiendo muy bien por qué se lo voy a contar a usted. Creo que no he hablado con nadie de esto desde hace algún tiempo. Al menos, de confianza. Bueno, pues para contarlo rápido... Es una historia absurda y triste. No sé para que se la tengo que contar en realidad. Bueno, pues... el caso es que una familia judía, supervivientes de Auschwitz, decidieron hace un año operar a su nieta de la nariz, (Le tiembla la voz conmovido.) a su nieta de 17 años, una hermosa niña en la flor de su vida, querían... corregir el puente este de la nariz que tanto nos caracteriza a los judíos, esa protuberancia significativa que tantos problemas nos ha ocasionado desde el Génesis, pero por lo visto, la operación salió mal, (se queda callado un momento como si le faltara el aire.) la muchacha no soportó la anestesia, y además los cirujanos le tocaron un nervio muy sensible que le produjo una parálisis casi total... la chica lleva un año en coma tras esa operación... un año en coma y con ninguna o casi ninguna posibilidad de salir adelante, esa es... la última y ridícula víctima de Auschiwtz, ¿no le parece...? (El director no puede evitar y se derrumba con un llanto silencioso) Se puede imaginar que si lloro de esta forma y con lágrimas tan, digamos, abundantes, que ni mis manos pueden tapar con el debido pudor, como Isolda ante el cuerpo de Tristán, es que me unen unos vínculos muy cercanos con esta muchacha, y ahora le rogaría, camarada Samuel, que me ahorrara su historia... SAMUEL LEVI: Maestro Baremboim. Es usted muy hábil. Muy hábil. Ha conseguido que pierda la apuesta. Así que estoy dispuesto a tocar a Wagner esta noche... si usted me lo permite. Aunque luego me rompan el violín en la cabeza o me tiren piedras. (Pausa.) ¿por qué hay que estar siempre lamiéndose las llagas, maestro, y recordando todas las humillaciones que pasamos, que pasó nuestro pueblo judío? ¿Hasta cuándo? DANIEL BAREMBOIM: Sí, ¿hasta cuando..?

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Daniel Baremboim se tapa la cabeza con las dos manos para sofocar los recuerdos. Samuel Levi toca los primeros acordes del preludio de Tristán e Isolda. La oscuridad se hace sobre el viejo violín de Samuel Levi. Samuel Levi habla con su pájaro. ¿Hasta cuándo... Isolda, le pregunté al maestro Baremboim y él repitió... sí, ¿hasta cuando..? y luego se quedó en silencio con esos ojos de liebre triste que se le ponen a veces, como si no viera a nadie, como si nos borrara con la mirada, la misma mirada que tenía cuando Ariel Mussad, estaba ahí delante de él, mostrando su brazo arremangado, enseñándonos su reliquia de guerra, igual que un mendigo exhibe su muñón para sacar unas cuantas perras gordas... estaba con su seriedad impenetrable, con la misma seriedad, con que mueve la batuta y nos mira a todos los violinistas para que entremos justo en el mismo instante, Isolda, porque él maneja la batuta como si se la sostuviera un hada milagrosa... Después de aquella conversación... tan dura con el maestro, me ha quedado como una angustia aquí en el pecho... y he decidido, Isolda (Se acerca a la jaula y coge al pájaro.) que ya cada uno somos mayores para tirar por nuestro lado, así que ya te estás yendo pa el carajo o para donde quieras... llevas además un tiempo insoportable, no haces más que protestar con el calor, o con las sirenas y los helicópteros y lo que diantres sean... te hablo, te hablo y te da exactamente igual todo lo que te digo, como si hablara a un muerto... y ya está bien, me haces sentirme un viejo chocho, un viejo inútil, parece que a escondidas te ríes de mí, de todas las sandeces que se me pasan por la cabeza. (Silencio.) Esta tarde al despedirse el maestro me estiró la mano en silencio y no me dijo nada... es como si le pesara haberme contado la historia terrible, de aquella niña adolescente... luego enseguida por su llanto, Isolda, escúchame esto, antes de salir volando, por la forma en que se apretaba las sienes y por la forma en que lloraba me di cuenta de que aquella muchacha que llevaba un año entero en coma, era su propia hija.... me -58-


pregunto si también se llamará Isolda... me han dado ganas de preguntárselo... pero al final no me ha atrevido a decir nada... qué hábil fue el tío, al final y todo consiguió que atacara el primer solo del preludio de Tristán e Isolda. Ahora me pregunto cuánto tardarán en venir Ariel Mussad y algunos de los eternos resentidos de siempre, para romperme el violín en la cabeza, y ya haz el favor de salir volando de una vez... hacia cualquier parte. Si yo tuviera alas volaría también y me iría lejos de esta tierra... donde el calor nos ciega el corazón y hace que nos hierva la sangre... (Toca unos acordes del preludio) Aunque lo único bueno de Birkenau, Isolda, dime si te lo he contado alguna vez, caramba, ya sé que me repito, no me mires así, para eso tengo más años que Matusalén, lo único bueno, eran los discos de Wagner que nos ponían en Birkenau de vez en cuando... cuando ya tenías la moral tan comida, y te ponían la muerte de amor de Isolda, tu tocaya, se nos ponía todo el pellejo tieso como un cardo, era como un relámpago, como si de pronto, de algún sitio, el alma que se nos había podrido dentro del cuerpo, diera un brinquito, era el único momento, el único momento que uno recobraba una pizca de humanidad, la única vez que uno encontraba fuerzas y algo de agua y sal para soltar una mierda... una mierda de lagrimita. Después de hacer lo que hacíamos, lo que nos obligaban a hacer cada día en los sonderkomando. Un día, nunca se me olvidará, Isolda, un día tuve que arrastrar yo solo a una joven de 17 años. La llevaba en volandas. Su pecho aún caliente asomaba debajo de la manta que le puse encima. Era la primera vez que tenía a una muchacha desnuda entre mis brazos. Y me sentía como un novio el día de su boda. Una muchacha con una hermosura fulgurante. Nunca se me olvidará la delicadeza de sus hombros, la suavidad de su garganta, y ese pelo castaño arrubiado en la nuca, y esa sonrisa tan serena y pacífica. Luego un oficial me llamó. Miró las manos inmóviles de la muchacha y me dijo que le arrancara la alianza de oro que llevaba en el dedo anular. Me costó más de una hora sacarle la sortija, porque no quería dañar la yema de su dedo. Al final... decidí que no se la daría al oficial. Decidí cambiarla por la mía. Y aquí la llevo, Isolda. La llevo desde entonces como si fuera un viudo eterno. Te ahorro lo demás, la tierra borrando sus párpados, su cuello, cada hebra de su pelo castaño y arrubiado, su pecho blanco -59-


y su sonrisa de ĂĄngel bueno. Ni siquiera me atrevĂ­ a darle un beso en la frente. (Se oye un trueno lejano.) Te he ganado la apuesta vieja zorra... y ahora vete con viento fresco antes de que te coja la tormenta... yo ya me he cansado de contarte mi vida a puĂąados... para que no me escuches nunca... estoy ya harto de contarte mi vida...bastante harto...para que no me escuches nunca... FIN

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TÍTULOS DE LA COLECCIÓN 1.- LA GUERRA DE TODOS LOS SILENCIOS de D. Francisco Prada FREDDIE: CEREMONIA PARA UN ACTOR DESESPERADO de D. Abilio Estévez 2.- AZOTEA FIEBRE

de D. Francisco Javier Puchades Hernández de D. Alberto Conejero López

3.- BAILANDO CON EL MUERTO de D. Oscar E. Tabernisse LA CANCIÓN DEL SOLDADO de D. Walter Ventosilla Quispe 4.- FORMULARIO QUINIENTOS VEINTIDÓS de D.ª Gracia María Morales Ortiz CON LA SANGRE DE VENECIA de D. Federico Castro Fernández-Alfaro 5.- ALGUNAS HISTORIAS DE TERROR NEOLIBERAL de D. Sergio Sáez Escudero UN TRABAJO ES UN TRABAJO de D. Rafael Belmonte Agüera 6.- LO QUE ANA VE

de D. Javier García Teba

¡AUXILIO!

de D. Carmen García Vilar

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7.- POSITIVAS

de D.ª Yolanda Dorado BOMBARDEROS SOBRE LONDRES de D. José Tomás Angola Heredia

8.- GRITAR TU MIEDO

de D. Hipólito Calle Soriano SEXUALMENTE HABLANDO de D. Santiago Serrano

9.- LA NOCHE QUE NO CAMBIO MI VIDA de D. Emilio Encabo Lucini MIEDOS de D. Javier López Alós 10.- ROMANCE DE DON FÉTIDO Y DOÑA GODA de D.ª Nuria M.ª Pérez Mezquita COMO PAPEL DE SEDA de D.ª M.ª Rosa Pfeiffer 11.- EL TESTAMENTO FENICIO de D. Armando Rubén Varrenti EL VIOLÍN ROTO DE SAMUEL LEVI de D. Alberto de Casso Asterrechea

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