X Certamen Internacional de Teatro Breve

Page 1

Colección

n.º 10

ROMANCE DE D. FÉTIDO Y DOÑA GODA de NURIA M.ª PÉREZ MEZQUITA

COMO PAPEL DE SEDA de M.ª ROSA PFEIFFER

CERTAMEN INTERNACIONAL DE TEATRO BREVE FUNDACIÓN CIUDAD DE REQUENA 2006

-1-


No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación y otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

© Coordinadora de Actividades Teatrales

Arrabal Teatro

C/. Villajoyosa, 13 bajo - 46340 REQUENA Teléfono / Fax: 96 230 41 93 Diseño de la portada: Miguel Angel Roda.

Primera Edición: Enero 2008 Edita: M. I. Ayuntamiento de Requena Depósito Legal: V - 1.150 - 2003 Impresión: GOVI • imprentagovi@telefonica.net

-2-


-3-


-4-


ACTA NOTARIAL Según consta en el acta levantada por D. Joaquín Olcina Vauterén, Notario del Ilustre Colegio de Valencia, un Jurado presidido por D. José Luis Prieto y formado por D. Juan Alfonso Gil Albors, D. Ferrán Grau, Doñas Rosana Torres, D. Miguel Ángel Plaza, Doña María José Viana, Doña Carmen Morenilla, D. Angel Javier Domingo, D. Antonio Castro, D. Carlos Villuendas y D. Roberto García, siendo secretario del mismo D. Lorenzo Gabaldón y contando con la presencia del Alcalde de Requena, D. Adelo Montés, después de las oportunas deliberaciones, acordó conceder el primer premio del Certamen Internacional “Fundación de Requena” 2006, a la obra titulada “ROMANCE DE DON FÉTIDO Y DOÑA GODA”, de la que, una vez abierta la plica, se comprueba que es su autora D.ª Nuria M.ª Pérez Mezquita, y declarar finalista a la obra “COMO PAPEL DE SEDA” cuya autora, abierta la plica correspondiente, se verifica que es D.ª M.ª Rosa Pfeiffer. JURADO PRELIMINAR Miguel Ángel Plaza, Isabel Sanchis, Marisol Romero, José Antonio Navarro, Clara García, Librado Carrasco, Ángel Sánchez, Germán Fernández, Sandra Ortega, Roberto Expósito Montse Ramón, Enrique Tébar, César Salvo, Juan Pablo Monteagudo

-5-


-6-


ROMANCE DE DON FÉTIDO Y DOÑA GODA Autora: NURIA M.ª PÉREZ MEZQUITA

-7-


NURIA M.ª PÉREZ MEZQUITA Nace el 9 de Junio de 1968 en la ciudad de Zamora. Se licencia en Derecho por la Universidad de Salamanca, pero pronto descubre que su verdadera vocación poco o nada tiene que ver con el mundo de las leyes. Es en Cáceres, su

-8-


ciudad de adopción, donde comienza su carrera literaria, compaginada con el difícil arte de la educación de sus tres hijos. Al teatro llega en 2003 por pura casualidad y verdadera amistad, pero es en este ámbito donde se siente más cómoda y en el que se queda hasta la actualidad. Trabajos en Prosa: Luna Nueva (2002), Espejo de mi alma (2003), El Club Social (2003), Nísperos en Almíbar, Don José o el pecado de la Carne Gil, Pastor de Vacas. Infantil (2007). Trabajos en Teatro: El Ultimo Templario de Jerez. Obra histórica estrenada en Jerez de los Caballeros (Badajoz) en Julio de 2004, como eje principal del Festival Templario y con sucesivas reposiciones en 2005, 2006 y 2007. Burla del Amor Burlado. Estrenada en 2005 en el marco del festival de Teatro Clásico de Cáceres, para “Paseando entre Quijotes” por el grupo El Bujío. Divaneos. Serie de 30 monólogos para 10 personajes diferentes. Narra las tribulaciones del ser humano frente a la soledad del diván. Fue estrenada en Junio de 2005 en un Café Teatro en Toledo. Romance de Don Fétido y Doña Goda (2006). Sainete en tres actos. Paso a Vaso. Estrenada por el Carro de Comedias de Al Suroeste Teatro. (Gira de Verano 2007) Premios: - 2003 Finalista en el XVIII Premio Internacional de Cuentos MAX AUB. - 2004 Primer Premio de Relatos “Paraules d’Adriana” San Adriá de Besós. - 2007. Primer Premio en X el Certamen Internacional de Teatro Breve. Fundación Ciudad de Requena. -9-


PERSONAJES: - DON FÉTIDO. - CAGANCHAS, CRIADO. - DOÑA GODA - MARICUELA, SU AYA

-10-


ACTO PRIMERO El escenario la cocina de una casa de alcurnia pero algo desordenada y sucia. La época, el siglo XVII. En escena Don Fétido, sentado a la mesa comiendo con gula y Caganchas de pie, envidiándolo. DON FÉTIDO: Vamos a ver, Caganchas, ¿siempre has de andar tras de mí como chinche en culo de yegua? CAGANCHAS: Su ilustrísima tiene la culpa, que dióme de comer cuando era hambriento y Caganchas, aunque pobre, tiene a gala el ser un bien nacido. Así que aquí me tiene, para lo que guste su ilustrísima mandar. DON FÉTIDO: Ea, pues vete con Dios, que no he de darte ni un mendrugo de pan más. Y apéame el tratamiento, que si cierto es que soy hombre de posibles, también tengo por gracia el ser humilde. Con que me llames monseñor sobra y basta. CAGANCHAS: Sea lo de monseñor, don Fétido, pero su chinche no se le despega, que es bien sabido que a quien se aboca a encina conveniente, óptima umbría le guarece. DON FÉTIDO: Eres un majadero, Caganchas. No se te entiende ni jota de lo que hablas. CAGANCHAS: Perdone vuecencia a este botarate. Quise decir que a quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. DON FÉTIDO: Acabáramos. ¿Entonces quieres servirme de balde? CAGANCHAS: No nací para otra cosa. DON FÉTIDO: Pues ándate donde doña Goda y le dices a su aya que me anda en las mientes cortejar a la dueña, a ver si me da entrevista. CAGANCHAS: Veloz como el rayo va Caganchas y desollado vuelvo si no le consigo una cita a monseñor con doña Goda. DON FÉTIDO: Vaya por delante el acuerdo: no te pagaré un real por el mandado. CAGANCHAS: Ni muerto se lo pidiera. Me bastara con que me permitieseis meter el cucharón en la cazuela.

-11-


DON FÉTIDO: ¿Y comerte mis alubias? Alto picáis monaguillo. Hártate con el pan y no me enojes, que no está hecha la miel para la boca del asno. CAGANCHAS: No abuse monseñor de las alubias que bien sabéis que sois flojo de vientre… aluego vienen las flatulencias y con su permiso, la voz del culo no tiene remedio ni disimulo. DON FÉTIDO: Déjame que te diga una cosa, ignorante, del que tiene dineros, suenan bien hasta los pedos. CAGANCHAS: Por vuestra boca habló la sabiduría, don Fétido. Perdonad a este humilde chivo. Parto raudo ancá la enamorada. Sólo una cosa más, con el permiso de vuecencia: ¿Sabe mi mentor cómo apodan a doña Goda? DON FÉTIDO: Tengo entendido que le dicen la aflojacaños. CAGANCHAS: Bien entendido lo tenéis, mi amo y no preciso deciros que el sobrenombre no le viene a doña Goda por razón del oficio de aguadora. DON FÉTIDO: Lenguas maledicientes las hay doquier uno mira, pero atiende Caganchas, como he comido bien me siento magnánimo y voy a darte otro sabio consejo: A buen hambre no hay pan duro. CAGANCHAS: Cuanta literatura atesoráis, monseñor DON FÉTIDO: Y aquí donde me ves tan gallardo y lozano los cincuenta ya no los cumplo. Nadie diría que soy caballo viejo… CAGANCHAS: Nadie, en verdad, mi dueño, que aparentáis ser brioso corcel… DON FÉTIDO: El caso es que el tiempo se me ha ido sin tomar mujer, atareado entre hacer gran riqueza y cultivar el espíritu, que si se quiere ser hombre de provecho y no acabar como tú, Caganchas, se ha de leer como mínimo un par de veces... CAGANCHAS: ¿Un par de veces al día? DON FÉTIDO: Un par de libros, tarugo. Con dos libros que se lean en la vida un caballero aprende educación. Don Fétido suelta un sonoro pedo.

-12-


CAGANCHAS: A la vista está, mi amo, o más bien al olfato, que vos bien aprovechasteis la lectura... Pero ya os lo advertí: De aquellos polvos vienen aquestos lodos. DON FÉTIDO: ¿Que pregonas ahora, majadero, de lodos? CAGANCHAS: De aquel puchero llegaron estos pedos. DON FÉTIDO: ¡Quítate de mi vista, malnacido! Y ve presto a pedir a doña Goda señalamiento, antes de que me arrepienta y de un palo te haga regurgitar el pan que en mi mesa comiste. CAGANCHAS: Poco hondo hais de buscar monseñor, que de breve no me llegó a la muela. DON FÉTIDO: Por muestra valga un botón, desagradecido. (suelta otro pedo). CAGANCHAS: Yo me voy ya que llega la tormenta. Presto me vuelvo a daros cumplimiento. Vase y queda sólo don Fétido, entre sonoras ventosidades. DON FÉTIDO: Ay que va a tener razón el botarate y excedíme con las legumbres… ¡Hala, otro más! ¡Y como huelen! Que más se diría que comí alimaña en vez de alubia. Mejor será que la cita con doña Goda se posponga, no siendo que la ventosidad no deje a la dama percibir mis encantos, que son muchos... Y vive dios que he tomar esposa en breve, que no quisiera yo morir sin descendencia y que los dineros que tanto esfuerzo me ha costado ganar se los lleven los frailes, no señor, a cada cual lo suyo... Vaya con las alubias, la hemos hecho buena Durante todo el rato que esté en escena don Fétido continuará con la flatulencia. Vuelve Caganchas. CAGANCHAS: Como el rayo partí y ya estoy de vuelta. ¿Pero que es este olor? ¿Don Fétido, habéis muerto? DON FÉTIDO: Basta la chanza, imprudente. ¿Que os ha dicho Maricuela? ¿Me recibirá su dueña? CAGANCHAS: Os espera en su casa en media hora. DON FÉTIDO: ¡Santo Dios! ¿Media hora? CAGANCHAS: Y que no os tardéis me ha dicho, que aluego

-13-


llega la noche y salen las malas lenguas a paseo por tener hombre en casa. DON FÉTIDO: Caganchas, has de ayudarme, tenemos un pequeño inconveniente. CAGANCHAS: ¿Tenemos? Poco efecto me ha hecho a mí la legumbre. DON FÉTIDO: Cállate o te despido y ni el mendrugo. CAGANCHAS: Lo que mande vuecencia. DON FÉTIDO: ¿Que podría yo hacer? ¡Qué deshonor! Aguardaré a que pase la tormenta. CAGANCHAS: No es que yo sea experto en estas lides, monseñor, que la última vez que caté puchero apenas me asomaban los dientes, pero se me hace a mí que esta tormenta tardará en despejar toda la noche. DON FÉTIDO: ¡Perfume! Tráeme el perfume que aqueste mal olor mude. CAGANCHAS: Con el debido respeto de vuested, este olor no muda ni con escoplo. DON FÉTIDO: Vete presto a por flores. Llevaremos jacintos, alhelíes y rosas. Eso enmascarará el inconveniente. CAGANCHAS: Mucho me temo que si seguís soltando aire de aquesta guisa, el ramo se marchite antes de llegar la nariz de la dama. Por más vueltas que deis, monseñor, el culo siempre os quedará detrás. DON FÉTIDO: Perdido estoy entonces. No queda más remedio que anular la entrevista. Mala suerte la mía. CAGANCHAS: ¿Mala decís? Para mí la quisiera. Mírelo don Fétido por el lado bueno, os comisteis las alubias, agora que os quiten lo bailado. Fíjese mi amo en su fiel Caganchas, que ni pedorrear puede por no hallar el pedo nada en el vientre. Pero es posible que haya una manera de trocar en boda este maloliente desaguisado... DON FÉTIDO: ¡Habla presto Caganchas, por tu vida! CAGANCHAS: Lástima, se me fue la especie. Debe ser cosa de la debilidad, como ha días que no como caliente... DON FÉTIDO: ¡Qué mala madre tienes, pícaro!

-14-


CAGANCHAS: Y vuested que lo diga DON FÉTIDO: Siéntate ahí y rebaña la cazuela. CAGANCHAS: Y vuested que lo vea. DON FÉTIDO: Di pronto el remedio o te parto la crisma. ¡Habla! ¿Cómo he de disimular aqueste olor? Siéntase Caganchas y con pan rebaña ávidamente el puchero. CAGANCHAS: Se me ocurre, monseñor, que bien pudiera ser que la dama guste de echar uno o dos traguitos de vino en compañía. Si vuesa merced le alarga el trago y en vez de dos son seis, miel sobre hojuelas, que dice la voz popular que a mucho vino no hay cabeza. Y añade Caganchas: ni nariz, si la borrachera toma buen cariz. DON FÉTIDO: ¿Funcionará? CAGANCHAS: No podría asegurarlo sin catar la ambrosía... DON FÉTIDO: Tú me la quieres dar con queso, sapo hambriento CAGANCHAS: Vos mesmo, pero si no hay prueba no os hago el paripé... DON FÉTIDO: ¡Qué mal nacido sois! Aquí está el vino. Ándate con tiento. Acerca un tonel con espita de la que Caganchas irá bebiendo varios vasos, mientras cuenta. CAGANCHAS: Una hora duerme el gallo. Dos el caballo DON FÉTIDO: ¿Qué me decís, funciona? CAGANCHAS: Todavía se apercibe el hedor (sigue bebiendo) Tres el santo. Cuatro el que no es tanto. Cinco el capuchino. Seis el peregrino… DON FÉTIDO: ¡Basta Caganchas! Que no será menester que llegues a diez para probar el invento... Di de una vez si funciona. CAGANCHAS: Quizás en llegando al séptimo...

-15-


DON FÉTIDO: Si acercas otra vez la jícara a la espita te corto el brazo. CAGANCHAS: A fe mía que sí, ilustrísima, funciona. Nada huelo. He quedado ciego de nariz. Y con vuestro permiso, monseñor, muy aliviado. DON FÉTIDO: Mira que si no cuela y la dama me saca los colores no vivirás para contallo. CAGANCHAS: Asumo el riesgo. Más permitid vuecencia que le ponga un pero a mi propio proyecto... DON FÉTIDO: Caganchas, eres un penco, ¿y agora qué? CAGANCHAS: Vos no deberías siquiera probar el vino, no siendo que confundidas con el caldo, las alubias se enojen y lo que agora es repique se convierta en campana, o peor aún, en cencerrazo y se zurre monseñor en los pantalones, resultando peor el remedio que la enfermedad... DON FÉTIDO: Razón tienes, Caganchas, pero no quisiera que la dama sospeche que algo raro me ocurre si no bebo, así que ya que estás tan dispuesto tú mismo te las arreglarás para ir dando cuenta del vino que me sirvan. CAGANCHAS: No existe adversidad que por sinecura no se trueque o hablando a la pata llana, no hay mal que por bien no venga… Descuide monseñor que el morapio quedará guardado a buen recaudo. DON FÉTIDO: Así queda acordado. CAGANCHAS: Sólo tenéis que aguantar el aire intestinal hasta que la dama vacíe la tercera o la cuarta jícara. Entonces podrá monseñor dar rienda suelta al toro, que con seguridad doña Goda apenas os verá, cuanto mucho menos olerá vuestro... accidente. DON FÉTIDO: Entonces agarra un par de tonelillos y partamos, que ya llegó la hora y la dama me espera. Quiera Dios que la empresa funcione, Caganchas, porque de lo que suceda aquesta noche, o sales con los pies por delante o me llevas las arras. Salen

-16-


ACTO SEGUNDO El escenario, la sala principal de una casa señorial. En escena Doña Goda y Maricuela. DOÑA GODA: Ay, ay, ay ¿Qué será de mí? Ay que desgracia, que escarnio, que vilipendio, que afrenta, que vejación, que… MARICUELA: Deje ya el adjetivo, doña Goda... Cese el llanto y arriba la testuz: a lo hecho pecho. Mirad que os lo advertí veces, mi dueña, pero ha sido siempre su merced de enagua fácil de bajar, que le vamos a hacer... DOÑA GODA: Maricuela no te consiento... MARICUELA: A Maricuela poco le consentís, pero al rufián de don Martín le consentisteis más de la cuenta... Y si no mirad agora la barriga que os ha fecho, y el facedor de tal desatino, ¡Puf! Como el humo esfumóse y si te he visto no me acuerdo... Así que no me habléis a mí de consentir… DOÑA GODA: No consentí, Maricuela, que me hizo afrenta y forzóme... MARICUELA: ¿Forzóos? ¿Las nueve noches que pasó en vuestro lecho? DOÑA GODA: Todas, las nueve. MARICUELA: Vilipendiaros costóle entonces, pobrecillo... Si yo llego a saber que aquellos gemidos que proferíais eran de vejación y no de gusto, hubiera acudido... gustosa en vuestra ayuda... DOÑA GODA: No te burles más de mí, Maricuela, que bastante tengo yo con este baldón. ¿Qué dirán de mí? ¡Qué ultraje! MARICUELA: Solo veo dos remedios: O ingresáis en el convento de las Agustinas y que os hagan el hábito a medida, o encontráis un marido que cargue con la barriga como si fuera propia, parís, le ponéis al niño el nombre del incauto y santaspascuas amén. DOÑA GODA: Yo de monja no me veo... MARICUELA: Cierto que más práctica tenéis en engatusar hombres que en rezar maitines... -17-


DOÑA GODA: Ay, Maricuela ¿Y de dónde saco yo agora un marido? MARICUELA: Y con premura, que ya se os va notando el... desahogo por cima del vestido. ¿Va para cuanto que natura no cumple con vuested? DOÑA GODA: Para tres meses. MARICUELA: Pues entonces hemos de darnos prisa. Hagamos un repaso de los galanes que hay que descartar porque ya probaron la mercancía... Mejor pensado, hagámoslo de los que no la cataron, que acabaremos antes. DOÑA GODA: ¡Maricuela! MARICUELA: Al pan pan y al vino vino, doña Goda, no vamos a andarnos agora con miramientos. ¿Por qué creéis que os llaman la aflojacaños? DOÑA GODA: Si vuelves a mencionar tamaña calumnia te despido, desagradecida. Y otra dueña te buscas que te pague el salario. MARICUELA: Con todos mis respetos, Doña Goda, os recuerdo que hace más de un lustro que no me abonáis el jornal. Bien sabe Dios que si aún os sirvo lo hago por la memoria de vuestra santa madre, que en su lecho de muerte le prometí serviros sin reparo... Ay santa Tecla, que diría si os viera agora en este estado... Pero, ea, el muerto al hoyo y el vivo al bollo... Y hablando del asunto del estipendio… DOÑA GODA: Sí, sí, agora mesmo me encargo de ese asunto, Maricuela, tráeme las lentes. MARICUELA: Os recuerdo que ya me habéis dado pagarés en otras ocasiones y no han llegado a buen puerto. DOÑA GODA: No temas, Maricuelilla, esta vez no voy a firmarte pagaré. MARICUELA: Cielos benditos... ¿Vais a darme entonces lo que me corresponde? ¡Albricias! DOÑA GODA: Claro que sí, pícara, ¡voy a daros doscientos azotes si agora mesmo no me ayudas a hallar remedio para aqueste entuerto! Piensa, piensa, Maricuela, por tu madre... MARICUELA: Se acabó el sueño, demasiado bonito para ser verdad… En fin, al tajo. Veamos que hombres nos quedan

-18-


que no hayan gozado ya de vuestros encantos y pudieran, si llegara el caso, desposaros: Don Vísperas, el párroco, pero no creo yo que éste, por razón de oficio vaya a avenirse al engaño... También está don Cosme, el molinero, aunque es algo viejo para estas lides y nadie se tragaría que os ha hecho un bombo a su edad... Doña Goda, me temo que no hay mucho más donde elegir… Llaman a la puerta. Sale Maricuela a abrir y queda en escena sola Doña Goda DOÑA GODA: Ay que desdichada soy, que cruel destino... Me veo madre, molinera y viuda y no precisamente por ese orden... Ay cuan grande desatino cometí dejando arrimar al saltamatas de Martín... Agora seré la mofa de toda la villa, viviré mancillada de por vida... Mi padre me desheredará… Entra Maricuela MARICUELA: Cese la queja, caray, que solución os traigo. DOÑA GODA: ¿Acaso ha vuelto Martín, arrepentido, a cumplir conmigo? MARICUELA: Ese ni con diez galgos que le echarais. Debe andar ya por la gascuña... DOÑA GODA: ¿Entonces qué puede haber que mi desgracia solvente? MARICUELA: Quien llamó a la aldaba fue Caganchas, que anda metido a fámulo de don Fétido. DOÑA GODA: ¿Don Fétido, don Fétido? No recuerdo... MARICUELA: Marchó cuando erais niña, gañán y pobre a hacer las Américas y ha vuelto igual de gañán, pero cincuentón y rico. De atorrante y pelmazo tiene fama, pero díjome Caganchas que anda apurado por buscar hembra que le dé heredero para su fortuna. Y mirad por dónde la suerte nos viene de cara, doña Goda: Ha puesto en vos los sus ojos. Me pregunto por qué... Quizá porque al estar fuera tantos años no conozca vuestra fama... -19-


DOÑA GODA: Mucho te estoy consintiendo hoy tus barrabasadas. Pero al grano. ¿Qué quería don Fétido de mí? MARICUELA: Pediros cita. Y si Caganchas no miente, con fines matrimoniales. Así que secaos la lagrimilla y empolvaos el escote, que en media hora lo tenéis aquí. Y alegrad esa cara que santa Rita ha oído nuestras súplicas y nos manda a don Fétido para que se haga cargo del paquete que os dejó el granuja de Martín, que el Señor le envíe unas buenas viruelas. DOÑA GODA: He de reconocer que Martín era un sinvergüenza… Pero y que guapo, el muy canalla... y que maneras de cortejar a una mujer... ¡Ay pero que estoy diciendo, si por su culpa me veo agora así! Rápido, Maricuela, componme el moño y trae los polvos de arroz, que esta noche de aquí no sale don Fétido si haberme dado palabra de boda. Ay, Maricuelilla ¿Tú que le conoces, no será muy feo? MARICUELA: ¿Vais a poner reparos a aquestas alturas? Dad gracias al cielo que desoyendo vuestra reputación os envía hombre, casadero y rico. ¡Aunque fuera feo como el mismo diablo, vos a callar y a enamorarlo! Y rogad para que el gañán no se percate del regalo que lleváis puesto a la boda... DOÑA GODA: Descuida Maricuela que de eso se encarga doña Goda. Don Fétido se enamorará tan perdidamente esta noche de mí que no saldrá de aquí sin palabra de casamiento. MARICUELA: No quiero imaginar las artes que utilizaréis para eso. Mejor me tomo la tarde libre. DOÑA GODA: Ni hablar de eso, Maricuela. Tú te quedas conmigo, que formas parte del plan de caza del incauto. Y hazte cuenta que como m padre llegue a enterarse de la preñez y me desherede, nos quedamos las dos en la calle... MARICUELA: ¿Me pagaréis la deuda si me quedo y hay boda? DOÑA GODA: ¿Te fizo la boca un fraile, desgraciada? Sea, te pago, pedigüeña. MARICUELA: ¿Me dais vuestra palabra? DOÑA GODA: Tenla. MARICUELA: Por habida la tengo Doña Goda. Sabed una cosa: Me hubiera quedado igual, sólo por ver en que para aqueste entuerto. -20-


DOÑA GODA: ¡Chismosa! Ya ajustaremos tú y yo cuentas luego… MARICUELA: Y decidme, mi dueña, si no es molestia, aparte de las tretas propias de… vuestra condición... ¿cómo pensáis engatusar a don Fétido para que en el primer encuentro os dé palabra de nupcias? DOÑA GODA: Agora mesmo bajas a la bodega y cargas con dos azumbres del mejor vino que encuentres. Aluego dispón la mesa... MARICUELA: ¿Entresaco algo de queso? DOÑA GODA: ¡Ni hablar, que para esta empresa es mejor el vino a pelo! Además, a menudo precio está el queso. MARICUELA: A vos os lo regalaba don Hipólito, el quesero... no me digáis con que mañas. DOÑA GODA: ¡Bueno, basta, a buscar vino! Baja presto a la bodega. MARICUELA: ¿Pretendéis, como me temo, emborrachar a don Fétido? DOÑA GODA: Trataré cuando menos de que el incauto, con un buen vaso de vino, no se aperciba de mi estado. Donde hay mucho vino, Maricuela, hay poco tino.... MARICUELA: En efeto mi ama. Y ansí poquito a poco, el primer vaso de vino abre al segundo camino... DOÑA GODA: …Y cuando quiera percatarse, el infeliz ya me habrá pedido matrimonio... MARICUELA: Sois pérfida doña Goda, con todos mis respetos… Tan sólo veo una objeción a tan exquisito plan, señora: Es probable que en abusando del morapio don Fétido ni siquiera os recuerde a la mañana siguiente: El vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra. DOÑA GODA: Pierde cuidado, Maricuela, que de que no me olvide se encargan doña Goda y sus encantos. MARICUELA: ¡Que cabeza la mía! Olvidaba vuestra vasta experiencia en aquestas lides... DOÑA GODA: Te perdono la grosería porque el plan me ha alegrado el humor, Maricuela, que si no… MARICUELA: ¿Y podría saberse que papel juega en todo -21-


esto vuestra cumplida sirvienta? Por que no me veo yo por lado ninguno. DOÑA GODA: ¡Que ignorante eres, Maricuelilla! Yo no debo beber vino, por mi estado, pero al caballero le faría un agravio si no le acompaño en el libar y sospecharía que le oculto algo, así que tú estarás a mi lado para encargarte de los vasos que a tu ama le correspondan. ¿Entendido? MARICUELA: Entendido. La fiel Maricuela a hincharse cual odre. DOÑA GODA: Pues, hala, a la bodega. Y yo a acicalarme, que ya llega la hora y la ocasión la pintan calva. MARICUELA: Y fea, doña Goda, y fea… Salen cada una por un lado.

ACTO TERCERO Don Fétido, doña Goda, Maricuela y Caganchas en el mismo escenario del segundo acto, arreglado para recibir visita. DON FÉTIDO: Le encarezco la cortesía de invitarme a su casa, doña Goda, ha sido vuesa merced muy gentil al recibirme con tanta premura. DOÑA GODA: La gentileza es vuestra, don Fétido, y que detalle el de los tonelillos de vino con que me obsequia, bien se nota que habéis estado forastero, pues sabéis de sobra como agasajar a una dama... MARICUELA: Diga que sí, mi ama y no esos chiquilicuatros que no saben traerle a una más que joyas y flores... DON FÉTIDO: Favor que vuestausted me hace. MARICUELA: Y tanto, que nos viene al pelo. DOÑA GODA: ¡Chitón, Maricuela! No hubiera sido menester que os molestarais, caballero, precisamente yo también ordené bajar a mi doméstica a buscar dos azumbres de vino a la bodega, para agradeceros la visita.

-22-


DON FÉTIDO: Pues sea, celebremos la chiripa echándonos al coleto unos traguitos, entretanto nos vamos conociendo. Beba su merced, doña Goda. DOÑA GODA: No por dios, sería descortesía por mi parte beber antes que el invitado… Proceded, don Fétido, os lo ruego. DON FÉTIDO: Faltaría más, las damas primero. Y no admito negativa. DOÑA GODA: Bebamos, pues, a la par… (a Maricuela) Maricuela, tú a lo tuyo, ya lo sabes. MARICUELA: Descuidad mi dueña... DON FÉTIDO: ¿Brindamos, mi señora? DOÑA GODA: Pues como no, caballero, brindemos DON FÉTIDO (a Caganchas): Caganchas por tu vida, o faces que el morapio se esfume o como llegue a entrar en boca mía, suelto los perros, que los tengo rabiosos. CAGANCHAS: Descuide Monseñor que Caganchas se encarga del tinto. Y aguante al can como mínimo hasta el tercer brindis o no respondo del plan urdido. DON FÉTIDO: ¡Por las damas bellas! DOÑA GODA: ¡Por los caballeros galantes! (Maricuela y Caganchas en un descuido se beben los vasos de los amos. Así se repetirá en cada ocasión en que el vaso esté lleno) DON FÉTIDO: ¿Le agrada a vuesa merced el vino que le truje? Es de lo mejorcito de la tierra… Y bien caro, sino no os parece el precio descortesía. DOÑA GODA: ¿Que me va a parecer? Por mi vida que tal ambrosía es justo que valga sus buenos reales... Y dicen mucho de quien los invierte... DON FÉTIDO: Vuested sí que sabe, que no es un secreto que tengo hacienda... DOÑA GODA: Con salud la gaste...

-23-


DON FÉTIDO: Beba, doña Goda, que la bebida moderada es salud para el cuerpo y alegría para el alma. DOÑA GODA: Salud entonces. DON FÉTIDO: Salud. Y su merced que lo vea. CAGANCHAS: Buena color toma esto, bien fice en arrimarme a don Fétido, que sus dos buenos cuartillos de vino llevo ya. ¡Y de balde! MARICUELA: Me parece Caganchas que andamos los dos metidos en el ajo. ¿Pueda saberse por qué no arrima don Fétido el pico a la jícara? CAGANCHAS: Saberse pueda, Maricuela, pero desembucha tú primero por qué tu dueña no liba de aqueste manjar. DON FÉTIDO: Así que no sois casada... DOÑA GODA: Ni quien me pretenda tengo... DON FÉTIDO: Eso decís por decir… DOÑA GODA: ¿Qué insinuáis, caballero? DON FÉTIDO: Perdonadme doña Goda, que ofenderos no he querido, me refiero a que es extraño que tal beldad no halle dueño. DOÑA GODA: Pues ya lo veis, es la vida... Pudiera ser que hasta agora aquesta beldad no hubiera encontrado quien el corazón le llene. MARICUELA: Bien presto encontrasteis quien otras cosas os llenara... DOÑA GODA: (a Maricuela) O te callas o te doy doscientos azotes, desgraciada. ( a don Fétido) ¿Y vos? ¿No tenéis amante, don Fétido? DON FÉTIDO: Si me permitís el ripio y la bravata, mi dama, a buey viejo no le falta garrapata, pero he de confesaros que tan atareado estuve en facer patrimonio que no me entretuve en hallar esposa. DOÑA GODA: Brindo por que la halléis pronto. DON FÉTIDO: Yo por que esté cerca brindo. (mira a Caganchas con gestos de no poder resistir más tiempo) CAGANCHAS: ¡Aguante mi monseñor, qué a punto estáis de encontralla!

-24-


MARICUELA: No sabes tú bien, Caganchas... La esposa y el heredero... CAGANCHAS: ¡Ahí te pillé Maricuela! MARICUELA: Donde hay vino no hay secreto. CAGANCHAS: Así que resultó ser que la dama va con premio... MARICUELA: Y de los gordos, amigo... DOÑA GODA: Probad agora el caldo de mi casa, don Fétido, que bien convida quien presto bebe. DON FÉTIDO: Sea por vos doña Goda. DOÑA GODA: Por vos sea, señor Fétido. MARICUELA: Ay santa Tecla y van cinco... a la de ocho no respondo de Maricuela... DON FÉTIDO: Buen vino tenéis en vuestros lagares. DOÑA GODA: ¿Os agrada? Pues escancie vuested otro trago, que a quien no bebe vino lo lleva el diablo por mal camino... DON FÉTIDO: Ay Caganchas, yo me muero, si no me peo reviento... CAGANCHAS: Aflojad el caño amo, soltad sin pudor los perros... DON FÉTIDO: ¿Y como es eso Caganchas? ¿Crees que ya cayó la moza? CAGANCHAS: ¿Que si cayó? ¡Y bien caída! Antes de llegar nosotros andaba ya por el suelo. DON FÉTIDO: Entonces, ¿que salga el trueno? CAGANCHAS: Suelte sin miedo, mi dueño, que no se escapa la presa. Don Fétido suelta una horrísona ventosidad DOÑA GODA: ¿Qué fue eso, Maricuela? MARICUELA: A mi parecióme pedo... más no me hagáis mucho caso, que el vino empapóme la mollera... DON FÉTIDO: ¡Vive el cielo, que descanso! DOÑA GODA: ¡Santo dios, está podrido! -25-


MARICUELA: ¡Agora os pillé yo, Caganchas! ¿Así que era en el culo donde llevaba el secreto el caballero? DOÑA GODA: Ay, Maricuela, ¿que fago? Que me mata aqueste tufo... MARICUELA: Queríais marido rico... DOÑA GODA: Y me salió zorro viejo y pedorro. ¡Yo rompo la pantomima! MARICUELA: ¿Queréis parir sin esposo y quedar en entredicho? DOÑA GODA: Bien sabes que no lo quiero… MARICUELA: Pues punto en boca, mi ama, y agarraos por lo que venga, que tal música no suele venir sin fanfarria. DON FÉTIDO: ¿Otro vasillo, señora? Mientras sirve vuelve a ventosear DOÑA GODA: ¡Por todos los santos, que sea el último! MARICUELA: Doña Goda, teneos, que la lengua os pierde. DOÑA GODA: …Al vasillo me refiero, que no es bueno tanto vino... CAGANCHAS: Y que lo digáis señora, que tal merluza ya llevo que ni el olfato me afecta... (a sí mismo) Bueno era nuestro plan, Caganchas, te aplaudo el intelecto. DON FÉTIDO: Doña Goda no me aguanto... DOÑA GODA: A la vista está don Fétido… DON FÉTIDO: Si no os lo digo me muero... DOÑA GODA: Pues soltad por esa boca... si es que aún lleváis algo dentro… Maricuela hace escándalo DON FÉTIDO: ¿Os querréis casar conmigo? Doña Goda titubea con cara de asco. Otro golpe de Maricuela.

-26-


DOÑA GODA: ¡Quiero, quiero! (aparte) Que remedio... MARICUELA: Bien habéis hecho mi dueña y si la peste os atufa haceos cuentas de que cuando pase el aroma quedan el honor a salvo y los dineros en la bolsa. Don Fétido suelta otro pedo DON FÉTIDO: ¿Qué aconteció? Estáis mudada… DOÑA GODA: Fue por la emoción, don Fétido… DON FÉTIDO: Entonces no se hable más, apalabremos la boda. DOÑA GODA: Sea cuanto antes, gentil caballero... Lo que ha de hacer una dama por salvaguardar su ego... MARICUELA: Si lo hubierais guardado antes, otro gallo nos cantara... DOÑA GODA: ¡Cállate ya Maricuela o te atranco la cabeza en el trasero de del puerco! MARICUELA: Ya me callo, cremallera. DON FÉTIDO: He de hablar con vuestro padre. DOÑA GODA: Pues vamos, que nos dé el aire y despeje... la razón. DON FÉTIDO: ¿A aquesta hora? DOÑA GODA: ¿A qué esperar? ¡Cuanto antes! DON FÉTIDO: (arrimándose cariñoso) Como se os nota, bien mío, que me habéis cogido afecto... CAGANCHAS: ¿Ha dicho afecto? MARICUELA: ¿No será asco? DOÑA GODA: No lo sabéis bien, don Fétido... DON FÉTIDO: Vamos pues. ¡Criados, soltad la lengua, que se enteren por la villa de que va a casar don Fétido con dama bella y sin tacha! CAGANCHAS: Diga vuestausted que sí, mi amo, que la dama no lleva tacha sino borrón. DON FÉTIDO: Y que si nadie lo remedia, pronto me dará heredero para mi inmensa fortuna. -27-


DOÑA GODA: ¿Que lo va a remediar nadie? Ni la caridad remedia... MARICUELA: Si el remedio ya está fecho, no temáis por los caudales. DON FÉTIDO: Me voy con la buena nueva. CAGANCHAS: Parta monseñor con Dios. DON FÉTIDO: Eres buen mozo, Caganchas, te tomo por asistente. Pasa mañana por casa que mereces recompensa. CAGANCHAS: Recompensa ya he tenido, monseñor, que llevo buena tajada... ¿Se apaciguaron los vientos? DON FÉTIDO: Calma chicha… de momento... Miento, miento, ahí viene otro. Se conoce que al moverme... Otro pedo DOÑA GODA: Por dios, vámonos apriesa, que al próximo me arrepiento. Maricuela, orea la estancia, por dios te lo ruego... Y el arreglo ya está fecho, no le tientes más al vino. MARICUELA: Si apenas lograra verlo... DON FÉTIDO: ¿Nos vamos, mi amor? DOÑA GODA: Nos vamos. Vanse CAGANCHAS Y MARICUELA, cantando, borrachos: Cuando el vino tiene buena color Hasta los gorrinos huelen mejor Cuando el vino tiene buena color Siempre hay jabón que lave el honor... MARICUELA: De enhorabuena estamos, Caganchas, ¿La postrer jicarilla para celebrallo? CAGANCHAS: Sea. Por la salud de vuested, Maricuela, y

-28-


buenas noches, que entre el vino y la fetidez me ha dado sueño... Bebe y cae MARICUELA: Por la de su merced, Caganchas, esperad que os acompaño a la puerta... Cae también. FIN

-29-


ARRABAL - TEATRO ha estrenado mundialmente la obra

“COMO PAPEL DE SEDA” de M.ª Rosa Pfeiffer el día 29 de Marzo de 2008 en el Teatro Principal de Requena, con el siguiente: REPARTO:

ANA M.ª José Matoses

GERMÁN Javier Durán SANTIAGO Roberto Expósito

EQUIPO TÉCNICO:

DISEÑOS CARTEL Y PROGRAMA: Dos Equipo Gráfico DISEÑO ESCENOGRÁFICO: José Luis Prieto MONTADORES: Jesús García Rafael Ochando CARACTERIZACIÓN: Lola Monzó Mónica García VESTUARIO: Amparo Serrano ILUMINACIÓN: Juan Zazo GRABACIÓN, PROYECCIÓN IMAGEN Y CONTROL DE SONIDO: Rafael Ochando UTILERÍA: Jesús García REGIDURÍA y AUXILIAR DE DIRECCIÓN: Encarna Herrero DIRECCIÓN: José Luis Prieto

-30-


COMO PAPEL DE SEDA Autora: MARÍA ROSA PFEIFFER

-31-


MARÍA ROSA PFEIFFER Desde el año 1980 hasta la fecha viene desarrollando una intensa actividad en su país, como actriz, plástica, directora teatral, dramaturga y docente. Ha escrito más de 20 obras teatrales (para adultos e infantiles), de las cuales fueron estrenadas 15, y 7 publicadas. Becada en tres oportunidades por el gobierno de su país para realizar cursos de perfeccionamiento con destacadas personalidades del teatro argentino. Fueron sus maestros: Mauricio Kartun y Patricia Zangaro en Dramaturgia, Gastón Breyer en Espacio Escénico, Ricardo Bartis en actuación (entre otros). Premios nacionales e internacionales con sus obras: Premio a la “Mejor Narración Dramática” por su obra “La Mujercita del Rin al Salado”. Bienal de Arte Joven- Rosario- Santa Fe. -1993. Premio “Máscara” a la Trayectoria Teatral -2000- Municipalidad de Santa Fe. Mención de honor en el Concurso Nacional de Cuentos Breves del Consejo Federal de Inversiones. 2001 Mención de Honor del Premio Fondo Nacional de las Artes - 2002 Tercer Premio del Concurso Nacional de Teatro de Humor”- 2005, por su obra “Un simio oscuro”. Premio Argentores a la Mejor obra estrenada en el año 2005, por “Roter Himmel” en co-autoría con Patricia Suárez. Segundo Premio Concurso de Obras Breves Ciudad de Requena (España) - 2006, por su obra “Como papel de seda”. Primer Premio del Concurso de Obras Inéditas del Instituto Nacional del Teatro -2006, por “La bámbola”, escrita en co-autoría con Patricia Suárez. Mención de Honor en el Concurso de Cuentos Bioy Casares - Las Flores2007. Premio Argentores a la Mejor obra de teatro Infantil estrenada en el año 2006, por “Globos en la selva”, en co-autoría con Lidia Grosso. Premio Argentores Ciclo Semimontado 2007 por su obra “Día de la madre”. Premio Extraordinario en las categorías “Cuento hiperbreve” y “Monólogo hiperbreve” en el I Concurso Internacional de Microficción Garzón Céspedes - España- 2007. Últimos estrenos de sus obras: “Humo de agua” (2004)-Teatro Nacional Cervantes; “Sobre un barco de papel” (2005) - Teatro Tadrón - Buenos Aires. Reestrenada en Córdoba (2006). “Un simio oscuro” (2005) Zapala, Neuquén- Reestrenada en Espacio La Plaza- Buenos Aires; “Roter Himmel” (2005) - Humboldt, Santa Fe; “Surch, Café” (2006) -Teatro Tadrón- Buenos Aires; “Detrás del angelito” (2007) - Humboldt, Santa Fe; “Preocupaciones domésticas”(2007)- Buenos

-32-


Aires. “Día de la madre” Semimontado en Argentores con dirección de Joaquín Bonet Recientes montajes realizados como directora: “Club de caballeros” de Rafael Bruza (Santa Fe- 2003); “Antípodas” de Laura Coton, dentro de Proyecto Puentes (Buenos Aires, 2004-2005); “Sobre un barco de papel” de su autoría, en co-dirección con Mariel Bignasco (Buenos Aires-2005); “Il Principessa Mafalda” de Patricia Suárez y Leonel Giacometto en Teatro X la Identidad. (Buenos Aires-2005); “Detrás del angelito”, con el Grupo de los Diez- Humboldt, Santa Fe (2007). Participa como autora y directora en los ciclos de Teatro leído “Living Teatro Mujeres x mujeres” – Fedro –Buenos Aires. (2006 – 2007). Últimos trabajos como actriz: En “Los 8 de julio”, de Beatriz Catanni y Mariano Pensotti, Ciclo Biodrama del Teatro San Martín (2002). En “Roter Himmel”, de su autoría (2005-2006) - Santa Fe; en “Sueñe, Carmelinda” de Alejandro Finzi –Teatro Anfitrión, Buenos Aires (2006-2007). Publicaciones: PFEIFFER, María Rosa. l996. “Viaje al Corazón” (Talleres Gráficos de la U.N.L. de Santa Fe). PFEIFFER, María Rosa. 2003. “Sobre un barco de papel” en Dramaturgas Argentinas (Buenos Aires: Editorial la abeja), p. 159-185 PFEIFFER, María Rosa. 2004. “Las aventuras del Planeta Tierra” en Escenas para chicos, Antología Teatral (Buenos aires: Ediciones Artes del Sur), p.83-97 PFEIFFER, María Rosa. 2000 - “Santa Fe, un teatro de agua y de mosquitos” en el libro “Escenas Interiores” de Halima Tahan. PFEIFFER, María Rosa. 2001- “Los espacios vacíos”, en “Nociones de Forma” publicación del Instituto de Estudios Morfológicos -FADU-UNL y de SEMA. PFEIFFER, María Rosa. 2005- “Un simio oscuro”, en “Teatro de Humor”, publicación de la Biblioteca Hueney- (Zapala) y el Instituto Nacional del Teatro. PFEIFFER, María Rosa. 2005- “Globos en la selva” en co-autoría con Lidia Grosso, en Antología Teatral para Niños y Adolescentes- Instituto Nacional del Teatro. PFEIFFER, María Rosa. 2007. “Un sapo para dos princesas”, en Lengua 5, Segundo Ciclo- Editorial Estrada. PFEIFFER, María Rosa. 2007. “Roter Himmel” en co-autoría con Patricia Suárez, en Premios Argentores 2006 Tomo 2 Teatro y Radio – Argentores. Antecedentes en la docencia: Se desempeña como Profesora en la Escuela de Artes Visuales “Prof. Juan Mantovani” de Santa Fe y en el Instituto Superior de Música de la Universidad Nacional de Litoral, en las cátedras de “Creatividad” y “Taller de Integración Estética”. En el año 2006 realiza un proyecto de Investigación en el Centro de Heurística de la Universidad de Buenos Aires. Participa en congresos nacionales e internacionales. Dicta, además, en forma independiente Seminarios de Actuación, Dramaturgia y Espacio Escénico.

-33-


“Del este y el oeste y el norte y el sur llegaban las mujeres con los corazones guardados en las valijas, envueltos cuidadosamente en papel de seda.” (Ray Bradbury).

PERSONAJES: - Ana: Una mujer de unos 40 años. Está por recibirse de Física-matemática. - Germán: Un muchacho varios años menor. Pareja de Ana. Fotógrafo, trabaja en la morgue. - Santiago: Un hombre de más de 70 años. Profesor de la tesis final de Ana. LUGARES: - Un pequeño departamento donde viven Ana y Germán. - El jardín de la casa del profesor, cerca de las vías del ferrocarril. Intermitentemente se oyen pasar los trenes. Los silencios serán largos e intensos.

-34-


ESCENA I (El festejo) Una mesa. Un par de sillas. Unas finas sogas, atravesando el espacio con broches, alguna prenda colgada, un par de globos. Semioscuridad. Es el cumpleaños de Ana. Germán entra con una pequeña torta con 40 velitas encendidas. Canta “Que los cumplas feliz”. Pone la torta delante de Ana. Ella está contenta. Cierra los ojos para pedir tres deseos. GERMÁN: -¡Esperá, esperá, no soples! (Corre a buscar la cámara fotográfica. La bombardea a fotos. De todos los ángulos. Ella se ríe con los ojos cerrados). ANA: -Ya está - (Abre los ojos, sopla las velas) Germán enciende la luz. Se dispone a sacarle más fotos. Ana cambia abruptamente de actitud. Se pone seria. ANA:-¿Con qué cámara me estás sacando? GERMÁN:- Quedate tranquila. No con la del laburo. Más fotos. Ana hace gestos a la cámara. Por fin se tapa la cara con las manos. ANA: -¡Basta, Germán! Después me veo horrible en todas.Germán la besa y pone la cámara delante. Saca una foto del beso. GERMÁN: -Mmm ¡Qué mujer tan fea!Ana lo besa apasionada. Germán deja la cámara sobre la mesa. Responde al beso y la empuja suavemente hasta la mesa. Ella se apoya y sin querer toca la cámara. Se sobresalta. La observa. ANA: -¿No me mentís? GERMÁN: - No. Esta es nueva. Una Nikon. Exclusiva para vos mi amor. Vuelve a besarla, mientras saca la cámara de la mesa, y al tanteo, pero cuidadosamente, la pone sobre una silla.

-35-


ESCENA II (La tesis) Ana y Santiago sentados en el jardín. Papeles y libros sobre la mesa. Ana toma apuntes. ANA: (leyendo)- “El nuevo paradigma propone un orden que surge del caos, que asombra por su variedad e insólita belleza, y atiende a la diversidad de encuentros. En la proximidad de esta frontera, se desarrolla la estampida.” (Reflexionando). Es un paradigma que abarca el riesgo. SANTIAGO:- Ahí está el punto. Aceptar el riesgo es una elección indispensable. Ana acerca el sillón a la mesa. Busca entre sus papeles. Cruza las piernas. Toma nota. Santiago se queda por un instante con los ojos fijos en las piernas de ella. Pasa un tren. SANTIAGO: - ¿Cómo se lleva usted con el caos?ANA: (desconcertada) - ¿Cómo?SANTIAGO: (risueño) No me haga caso. Podemos tomarnos un recreo. ¿Le parece?ANA: (Interrumpiéndose) - Sí, claro, como usted quiera. Silencio. SANTIAGO: -Disculpe mi curiosidad. ¿Trabaja usted?ANA: -Sí, por las mañanas, en el tribunal de cuentas. Pausa. SANTIAGO: - ¿Está casada? ANA: -Sí, bah, en realidad, no casados, vivimos juntos. Hace ya dos años. (Con vergüenza). Es mucho más chico que yo. SANTIAGO: (Se ríe) - ¿Sí? ANA: -Es muy buen fotógrafo. SANTAIGO: (Sonríe) -Lo quiere.ANA: -Es especial. Pausa. -36-


SANTIAGO: - Así que su muchachito es fotógrafo. Interesante oficio ese de detener el tiempo, de fijarlo para siempre.ANA: (Sin poder disimular su incomodidad) -Sí, depende de lo que se fije. SANTIAGO: (Sin percibir la incomodidad de Ana, sigue con su línea de pensamiento) -¿Sabe Ana? Casi no duermo. Antes de que amanezca me levanto, recorro la casa a oscuras. Voy tocando los muebles, las paredes, los libros, con el dedo. Como cuando era chico y andaba por la calle con los ojos cerrados, así, igual, tocando las paredes, los árboles, los tejidos, con el dedo. Cuando llegaba me mandaban a lavarme las manos, y yo dejaba el dedo levantado para que no lo tocara el agua. (Se ríe). Así me guardaba los olores de afuera. (Disfrutando del recuerdo, apasionado). Cuando me acostaba y ya no se escuchaba ningún ruido, me olía el dedo, y volvía a sentir las lisuras, las rugosidades, el polvo. Ahora sé que así las fijaba para siempre. (Se mira las manos, se las escarba) Se podría decir que la vida está acá, que es todo lo que uno tocó. (Pausa). Su muchachito debería fotografiar manos ¿no le parece?-

ESCENA III (El silencio) Germán recién termina de tomar una ducha, el pelo mojado, una toalla envuelta en la cintura. Está sentado, con una acentuada expresión de tristeza. Ana aparece con un bulto de ropa en las manos, mira hacia fuera, va hacia un canasto y pone la ropa, empujando. ANA: - Otro día horrible. En cualquier momento el canasto vomita.¿Pusiste igual tu ropa en remojo, no? (Se acerca, lo huele. Se sienta sobre su falda). Ahora sí. (Lo besa. Se separa un poco, mira a Germán). Mi amor ¿estás bien? Germán responde que sí con un gesto de cabeza. ANA: -No, no estás bien. ¿Qué te pasa? GERMÁN: -Nada. ANA: - ¿Cómo nada? (A medida que Ana habla, Germán va -37-


entrando en un mutismo cada vez mayor) ¿Estás enojado conmigo? ¿Hice algo que te molestó? (Pausa).¿Viste algo especial hoy? (Pausa). No puede ser que no me contestes. Algo, decime algo. Me pone loca verte así. Pausa. Le toma la cara entre las manos. Lo mira. Fumaste. Germán niega moviendo la cabeza. Ana lo abraza. Desde que estamos juntos ya es la tercera vez que te da esto. Siempre pregunto lo mismo y siempre te quedás mudo. Quiero ayudarte. No sé que hacer. La última vez me quedé callada dos días enteros, hasta que se te pasó. Cuando no estabas hablaba sola, me decía que tenía que entenderte, tenerte paciencia. Pensaba que tal vez tenías ganas de irte y no te animabas a decírmelo. Cuando llegabas hacía un esfuerzo tremendo para sonreírte, y como no tenía respuesta, me sentía una estúpida. Y me enojaba, conmigo, con vos. Pero no quiero más que sea así . Voy a hablar, voy a hablar, voy a hablar hasta que... Ana golpea a Germán en el pecho. ANA: -¡Parecés un muerto! Llora. Germán le acaricia la cabeza. ANA:- Perdoname. GERMÁN: - No. Perdoname vos. Pausa. ANA: - Si nos vamos, si conseguís otra cosa, cualquiera sería mejor que ese laburo de mierda... esto no va a volver a pasar ¿no? Germán la aleja suavemente. Busca una cubeta, la examina. Comienza a sacar fotos húmedas y las cuelga en los piolines que se extienden de pared a pared. Ana lo observa con impotencia, mira las fotos que va colgando. Estalla.

-38-


ANA: -¡No pienso comer en medio de este circo! Ana sale. Germán le habla como si todavía estuviera. GERMÁN: - Son de un casamiento. Pausa. Algunas noches, cuando estoy de guardia, y todo es silencio (sonríe) de muerte, trato de acordarme de cuando era chico. Se me aparece una y otra vez la misma imagen: mi mamá pone la olla humeante en la mesa, sirve la sopa primero a mi papá, después a mi hermana, después a mí, por último a ella. Yo con las manos apretadas entre las dos piernas, miro el plato, no quiero comer. Mudo. -¿Qué? ¿Otra vez te agarró “el burro”?- pregunta mi papá. Creo que “el burro” para él era una manera graciosa de justificar los pozos de tristeza donde sin ninguna razón aparente yo solía caer. Y otra vez mi mamá que trae la olla, mete el cucharón, sirve, los ojos de mi hermana fijos en mi cara, yo miro hacia abajo las manos entre las piernas, él que pregunta: -¿Germán anda con “el burro”?- y se larga una carcajada. Así, todas las veces, el mismo y único recuerdo. Germán se da cuenta de que Ana ya no está. ¿Entendés? (Pausa). Te quedás más tranquila, creo. Ya no me vas a preguntar.

ESCENA IV (El descubrimiento) Ana está sentada en su departamento. Santiago en el jardín de su casa. Alternadamente, habla a sus manos, mientras las escudriña, y al sillón como si en él estuviera Ana. Está alterado, como un muchachito que ensaya una declaración. SANTIAGO: -¿Vio Ana que la facultad es un laberinto de -39-


corredores iguales, de aulas iguales, diseñada por algún arquitecto racional que multiplicó un módulo por sí mismo, y por otros módulos iguales? (Dibuja en sus manos). Así los alumnos, tantos, se parecen entre sí. No puedo distinguir a unos de otros, salvo entre hombres y mujeres. (Al sillón). No retuve su cara cuando vino a pedirme que fuera profesor de su tesis. Recuerdo sí el extremado respeto con que se dirigió hacia mí. Se la notaba nerviosa y excitada, con cierto aire provinciano. (Ríe) Claro, estaba hablando con el “Doctor Honoris Causa”... Pausa. Usted apareció por uno de esos corredores, saliendo de quien sabe qué lugar del laberinto. (Busca en sus manos). Pausa. ¿Sabe? En todos estos años construí una especie de barrera que me protege de los colegas, de los alumnos obsesivos. Cuando usted me presentó el tema de su tesis y empezó a desarrollarlo apasionadamente, yo debo confesarle que en realidad no la escuché. (Al sillón) La veía gesticular delante de mí, pero miraba detrás suyo. Pensaba en otras cosas, en mis propias ideas, en mis rutinas diarias, se me aparecían algunos recuerdos. Pausa. Últimamente el rostro de Ángela se me desdibuja. Puedo ver sus manos removiendo la tierra del jardín, regando las plantas o doblando elegantemente las servilletas. Pero sus ojos, me cuesta tanto encontrarlos. Siento que un velo cada vez más espeso me separa de ellos a medida que se suman los aniversarios de su muerte. (Rastrea en sus manos). Pasa un tren. ANA: -...Le dejo una copia, profesor. Cuando usted disponga de tiempo revísela. Después, si le parece bien, concertamos otro encuentro.

-40-


SANTIAGO: -(Al sillón, como un niño avergonzado) Cuando usted me llamó después de un mes, yo no había leído su trabajo. Pero acepté la cita. Me acuerdo que le hablé de generalidades, le aconsejé sobre actitudes para la investigación. (Se sonríe). Me escuchaba embelesada. Después supe que todo lo que le estaba diciendo en realidad no aportaba nada nuevo a su tesis, pero su admiración por mí era muy grande. Mi ego se sintió halagado. La miré. Fue un momento. Usted tenía puesta una pollera. Cruzó las piernas. (Pausa). No pude evitar mirarle las piernas. (Se asombra de sus palabras). No, perdón, no es eso lo que quería decirle. Se levanta, comienza a caminar en círculos. Al mes siguiente yo seguía con vaguedades. Me había entregado otro material, que fue a parar junto al primero sin ser revisado. Pausa. Cuando tuvimos el tercer encuentro le pedí que me contara cosas de su infancia, que me hablara de usted, de su vida. ANA: (Con un poco de vergüenza) -Nací en el campo, en una casa grande. (Pausa) .Mi cuerpo era como el de un muchachito. Me cortaban el pelo muy corto para que no se me enredara. Con mis hermanos, enlazábamos terneros, corríamos chanchos, andábamos a caballo, trepábamos a los árboles. Lo que más nos gustaba era arriar las vacas a la hora del tambo. Mi mamá me enseñaba a colgar la ropa ordenándola por colores. Primero lo blanco grande, después lo blanco chico, lo de color medio, lo más oscuro, y al final la ropa negra. Los pantalones juntos, las medias juntas, las camisas juntas. Nunca pude hacer lo mismo en esta ciudad húmeda y apretada. Acá tengo que dejar la ropa como puedo, un día atrás del otro, sobre sillas y soguitas improvisadas. Cuando yo tenía trece años ella se murió. Me quedé sola con Gustavo y Néstor, y mi papá. Eran más chicos ellos, y tuve que ocupar el lugar de mi mamá hasta que crecieron. Por eso empecé tarde a estudiar. Tenía que cocinar, lavar los platos, ordenar la casa. Ya no tuve

-41-


tiempo de arriar las vacas a la hora de la siesta. Me dejé crecer el pelo. Cuando a la tardecita terminaba de entrar la ropa, antes de preparar la cena, me sentaba a mirar el campo y me ponía a contar los postes, los árboles, los terrones de tierra, creo que para no pensar en mi mamá. Y antes de dormirme, por las noches, volvía a verlos, y jugaba a contarlos de atrás para adelante, de arriba para abajo, buscando distintas formas de ordenarlos. Empujaba el recuerdo de ella, para que no apareciera, para que no me hiciera mal. Creo que así nació mi amor por la matemática. SANTIAGO: - Esa noche, cuando llegué a casa, busqué el material, me puse a leerlo. (Pausa). Una construcción sobre los fractales. Algo diferente, original. Me deslumbró. Bella. Fuerte. Y además, inteligente. (Pausa). ¿Qué se hace frente a una mujer así? ¿Hay que escapar? Esa noche soñé con los ojos de Ángela, más claros que nunca. (Pausa). Y con sus piernas.

ESCENA V (Las fotos y el miedo) Germán y Ana. Almorzando. GERMÁN: - ¿Cómo vas con tu tesis?ANA:- Me va a llevar un tiempo más. No es fácil. GERMÁN: - Nunca elegís cosas fáciles. ANA: (lo mira, sonríe) -No. Se hacen algún mohín cómplice. Pausa larga. GERMÁN: -Estás callada. ANA: -¿Sí?GERMÁN: (Tierno) - Mirá que ya se me pasó ¿eh? ANA: - Me di cuenta (Le toma la cara entre las manos, lo besa) ¿Podés pasar por el secadero?GERMÁN: - Sí, claro. No comiste nada. ANA: - No tengo hambre. -42-


GERMÁN: - Hace varios días que comés poco. ANA:- Se me cierra el estómago. Tengo como una sensación de asco. Pausa. Se miran. GERMÁN:- Tendrías que ir al médico. ANA: - Es cansancio. Ya se me va a pasar. (Pausa).¿Tenés guardia? GERMÁN: - No, hoy no. ANA: -¿Querés que saque alguna película?GERMÁN: - Puede ser. Ana: -¿Qué?GERMÁN: - No sé. Fijate. ANA: -¿Siempre tengo que elegir yo?Ana se pone un saco, toma la cartera, besa a Germán. ANA: -(Yéndose) Vuelvo como a las nueve. Germán despeja la mesa. Descuelga las fotos que están en la soga. Las apila, les pone una faja. Escribe algo. Trae la cubeta. Busca en su mochila papel y yerba. Arma un porro y mientras fuma comienza a sacar fotos húmedas de la cubeta. Las cuelga con cierto nerviosismo. GERMÁN: - Tienen que estar secas para antes de las nueve. Las recorre con el dedo. Fotografiar la muerte, cada día, tan cerca, tan distinta y tan idéntica en todos los cuerpos. Anestesiarse. Acostumbrarse. Olvidarse que es la muerte, que está ahí, que llega y no se va, que siempre llega, y sigue llegando, y se queda. Pausa. Saca de su mochila un sobre que contiene fotos de Ana. Comienza a jugar con ellas, como si fueran naipes, sobre la mesa. Sus movimientos se vuelven lentos.

-43-


Ella espera a que me duche, a que ponga la ropa en el lavadero, en remojo, antes de darme un beso. Cuando me saqué de encima el olor a sangre seca, a desinfectante, el último rastro que podía quedarme, recién ahí, me acerco, la abrazo y siento cómo late su cuerpo vivo, vivo de verdad. Ana no se va a morir nunca. Yo algún día no voy a volver de la morgue. Cada vez más, cuando llega un muerto nuevo, y me inclino a enmarcarlo, miro por el visor y me siento atraído por ese rostro como por un abismo. A veces tengo terror de correr la manta y encontrarme con alguna cara conocida. La muerte me va a agarrar ahí, con la cámara en la mano, creyendo sorprenderme, pero yo la voy a sorprender a ella fotografiándola antes de que me alcance, antes de que me ponga la mano encima. En cambio Ana no se va a morir. Yo sé que no se va a morir. Mira con detenimiento las fotos de Ana, las reacomoda como si fueran fichas de un rompecabezas. Tiene miedo. (Como si lo descubriera en las fotos). No sé por qué. Al principio tenía miedo de que la dejara. Pero eso pasó. Tenía complejo, por la edad. Tonta. No sabe que es una nena. Se cree grande, segura, independiente. Y cada vez que sonríe o llora tiene la misma carita que en la foto ésa que le sacaron en quinto grado. La busca entre la pila de fotos. La encuentra. Sonríe. La sentaron en el escritorio de la maestra entre un globo terráqueo y un diccionario, le pusieron un lápiz en la mano, un cuaderno, y le dijeron que mirara hacia la cámara. Salió con chispas en los ojos, mordiéndose apenitas los labios, pícara, como conteniendo la risa, y el cuerpo flaquito en pose de directora de escuela. Pero tenía miedo. Pausa. Ahora es otro miedo. No sé si se da cuenta. Es un miedo sutil, fino, transparente. Como un papel de seda.

-44-


ESCENA VI (La confesión) Santiago y Ana en el jardín. Hay libros en la mesa. Ana tiene sobre su falda unos papeles sueltos, que revisa. Hace algunas anotaciones. ANA: - (leyendo) “Russell oponía la noción de distancia a la de magnitud. Las distancias no son, en sentido estricto, indivisibles: se dejan dividir, precisamente en el caso en el que una determinación es capaz de ser una parte de la otra.” SANTIAGO:- Pero contrariamente a los tamaños, las distancias no se dividen sin cambiar cada vez de naturaleza. ANA: - La duración ¿no es lo indivisible? SANTIAGO: - No. Es lo que no se divide sin cambiar de naturaleza en cada división. Por un instante quedan mirándose en silencio. SANTIAGO: -¿Cuánto hace ya que estamos trabajando? ANA: - Como dos horas, creo. SANTIAGO: - No digo ahora. Desde que empezó con su tesis. ANA: - ¡Ah! (Piensa) Casi cuatro meses. Todos los sábados. (Pausa). ¿Se dio cuenta que los días que nos vimos fueron todos de sol? Santiago sonríe. SANTIAGO: -Ana, quería decirle... Antes no tenía miedo de envejecer, tenía miedo de morir. Muchas veces sentí cerca el fin. Sólo tenía que esperar. Jugar todos los días a descubrir nuevos acertijos, construir progresiones geométricas, una y otra vez. Pausa. Hasta que usted apareció. Ahora no le tengo miedo a la muerte. Le tengo miedo a la vejez.

-45-


Pausa. Se para. Camina alrededor de Ana, que empieza a jugar nerviosamente con los papeles. Ana, yo... No sé cómo decirle. Usted despertó en mí sensaciones que creí perdidas para siempre. Cada noche al acostarme, se me aparece su rostro. Cierro los ojos y bajo por su cuello. La beso, le acaricio los hombros, los pechos. Suspira. Se para detrás de Ana. Con un dedo, suavemente, comienza a recorrer su espalda. Ella cierra los ojos, se deja, sumisa. Me siento capaz de amarla. Quisiera despertarme por las mañanas y sentir su respiración, tenerla cerca.. La levanta, la abraza, impetuoso, con cierta violencia. Los papeles caen al suelo. La separa un poco, con suavidad.. Recogen los papeles. Perdón, yo... ANA: - No me pida disculpas. Yo también... SANTIAGO: -Shhh (le pone un dedo sobre los labios)¿Es cariñosa usted? (Ana sonríe) Sí, claro. Y pícara.(Ríen). (Le acaricia la boca). ¿Puedo? Ana le toma la cara entre las manos. Lo mira. Lo besa. Santiago le muerde los labios. Ana gime. Se abrazan con apasionamiento. Pasa un tren.

-46-


ESCENA VII (Irse) Ana sentada, escribiendo. Llega Germán. Apenas entra se saca la ropa, hace un bulto. La tira en el lavadero, abre una canilla. Pasa corriendo hacia el baño. GERMÁN: -Me ducho y te saludo, mi amor. (Pausa). Te levantaste temprano. (Desde el baño). Va a haber sol hoy. ANA: -Aprovecho y saco la ropa, todavía está húmeda. Se oye el agua cayendo. ANA: (descolgando la ropa de la soguita) -Los sábados me siento feliz. Es como si todos los demás días estuvieran ahí para llegar al sábado. Me despierto y pienso en Santiago. Que voy a llegar y me va a estar esperando. En medio de sus libros y sus números. Es como un chico. Juega con la matemática, hace poesía. Es brillante, incansable, sabio. Podría estar días enteros escuchándolo, mirándole las manos que hacen signos en el aire. Siento que todo lo que sabe es sólo para mí. Es como un río contenido durante mucho tiempo, y cuando llego, se desborda, me moja, me arrastra. Cuando no estoy se vuelve frágil, vulnerable. Durante la semana lo imagino trabajando sin parar para no dejar lugar a los deseos, a todo lo que le recuerde que es de carne. Pausa. Cuando te toco pienso cómo será a acariciar la piel de Santiago, sus arrugas. Siento que mi piel se va a ir pareciendo cada vez más a la suya, el olor, la textura... Santiago se mete entre vos y yo cuando hacemos el amor. Como un papel de seda. Me mira desde tus ojos. Me gusta eso. Me da vértigo. Me hace sentir viva. GERMÁN: (Saliendo del baño. La toma por la espalda, la besa.) - Hola. ANA: -Hola GERMÁN: -¿Hablabas sola? ANA: - No, hablaba con vos. GERMÁN: -¿Qué decías?-47-


ANA:- Nada. (Pausa). Que los sábados siempre hay sol. Germán se queda mirándola. Pausa larga. GERMÁN: -¿Lo voy a conocer? ANA: -¿A quién? GERMÁN: - A tu profesor, Santiago. ANA: - Sí, claro. Tengo que preguntarle. Pausa. GERMÁN: -¿Sabés que estuve pensando? (Pausa)(Como imponiéndose entusiasmo). Que cuando te recibas, nos vamos a ir. ANA: - ¿Adónde?GERMÁN: - A cualquier parte, a otro país. ANA: - Antes no querías.GERMÁN: - Ahora sí. ANA: - ¿Por qué? GERMÁN: - Porque va a ser mejor. Cualquier lugar va a ser mejor. ANA: - No sé, no estoy tan segura. GERMÁN: - Antes sí. ANA: - Ahora es distinto. (Duda). Pero está bien, tal vez sea lo que hay que hacer. Escapar. GERMÁN: -¿Escapar?Germán la mira, esperando una respuesta. ANA: -(Buscando qué decir) De... los papeles, (estruja la ropa que había destendido) de los días de humedad. De mis hermanos que se acuerdan que existo cuando tienen algún problema. De tus muertos. (Pausa). De mí. (Sale con intención de colgar la ropa afuera).

-48-


ESCENA VIII (El brindis y el sueño) Ana, Santiago y Germán, festejando en el jardín. Hacen un brindis. Se los ve artificialmente exaltados, incómodos. SANTIAGO: - Por la flamante licenciada. ANA: - Por su infinita sabiduríaSANTIAGO: - Ana, por favor. GERMÁN: - Otra vez, brinden otra vez. Germán busca su cámara y saca fotos de Ana y Santiago brindando. Ana cambia bruscamente. ANA: (Le arrebata la cámara. La mira. ) - No es la nuevaGERMÁN: - No andaba bien el flash. La llevé para que la revisaran. ANA: - Justo hoy. SANTIAGO: -¿Funciona?GERMÁN: - Sí, claro. SANTIAGO: - ¿Entonces Ana?ANA: -Usted no sabe. Esa cámara... GERMÁN:- Está muy usada. Ya sé. ANA: - Guardala. GERMÁN: -Te prometo que un día la voy a tirar. Pasa un tren. Ana se sirve más champaña. Germán enfunda la cámara y la pone en su mochila. Germán: (A Santiago) -Ana vive hablando de usted. Lo admira. SANTIAGO: -Exagera. ANA: -Es verdad. Usted hizo mucho más que guiarme en la tesis. Usted me ubicó de otra manera en la vida. Me contagió su fuerza, su pasiónSANTIAGO: - Mi pasión, usted la resucitó Ana. (Corrigiéndose, a Germán). Los jóvenes siempre nos ayudan a reencontrarla. ANA: (un poco mareada, estimulada por el alcohol) -¿Saben? Anoche tuve un sueño: Mi papá y mis hermanos estaban -49-


parados frente a la casa. Yo iba corriendo junto con unos pollos de patas largas. “¡Se viene la tormenta!” me gritaban. “¡Corré!” Yo miraba hacia atrás, y una nube negra gigante se me venía encima. Cuando volvía a mirar adelante, la casa se estaba incendiando. Ellos no se daban cuenta. Yo sola veía el fuego. No sabía qué hacer , si seguir corriendo o dejar que me atrapara la tormenta. De pronto la lluvia se desató furiosa y empezó a juntarse con el fuego. Los pollos seguían corriendo, gritaban enloquecidos, se metían en la casa que se quemaba. Yo me quedaba parada. La cara de mi papá se mezclaba con la de Santiago. Extendía sus manos hacia el frente sosteniendo un papiro, como si fuera un trofeo. Con el gesto de un grito, pero sin sonido, pronunciaba mi nombre. Abre exageradamente la boca imitando el grito silencioso. Comienza a llorar. Tenía miedo de quemarme. Pero mi nombre llegaba hasta donde yo estaba y me arrastraba.(A Santiago) Cuando estuve frente a usted, me arrodillé. Extendí las manos para recibir el papiro, y la lluvia y el fuego desaparecieron. Quedé sola en medio del cielo rojo. Sabía que, en números y signos indescifrables, el papiro contendría la progresión última, la piedra alquímica, la razón de la vida y de la muerte, la fórmula del misterio. Lo abrí y no tenía nada escrito. El papiro estaba lleno de cascaruditos (Ríe.) Cascaruditos marrones brillantes, que se salían del papel y empezaban a caminarme por el cuerpo. No me daba asco, me gustaba. (Comienza a girar, riendo). Un montón de cascaruditos subiéndome por las piernas. Me hacían cosquillas, me hacían sentirme viva. Germán la detiene. Ella se abraza a él y se pone a llorar desconsolada. GERMÁN: (A Santiago, explicándole) -Cuando era chica juntaba cascaruditos, los ponía en cajas de fósforos, los llevaba a pasear. Era un juego. (A Ana, tratando de calmarla, con mucha ternura) Bueno, bueno. Ya pasa. (Disculpándose frente a Santiago) No está acostumbrada. Un poquito de alcohol la saca enseguida.

-50-


(A Ana). Vamos, mi amor. Estás cansada. Vamos a casa. ANA: (Como una nena caprichosa, mirando a Santiago) Quiero quedarme. SANTIAGO: -Vayan, Ana. Ya es tarde. Le hará bien acostarse, y dormir. GERMÁN: -(casi arrastrando a Ana, le tiende la mano a Santiago) Gracias.SANTIAGO: - (aprieta la mano de Germán) Cuídela.-

ESCENA IX (Los cascarudos) Santiago y Ana toman el té en el jardín. Los dos se miran en silencio. Santiago le toma las manos. Se las acaricia. SANTIAGO: (levantándose, va hacia el interior de la casa) Quiero mostrarte algo. Pausa. Vuelve trayendo una cajita de madera. La abre. Saca un envoltorio de papel de seda. SANTIAGO: - El día en que festejamos tu título, ¿te acordás? Vos hablaste de cascaruditos en tu sueño. Esa noche no pude dormir. Me acosté temblando. Después de muchos años volví a desenvolver esta cajita. (Pausa). Mi mujer compró un día en una casa de antigüedades este bicho de cristal (le muestra un cascarudo). El dueño del negocio le dijo que lo había traído de Egipto, que era el símbolo de la eternidad. Desde esa vez, en cada viaje, nos pasábamos horas recorriendo viejas tiendas en la búsqueda de cascarudos. De madera, de metal, de piedra, de cristal. Algunas noches sacaba los cascaruditos , y los ponía en fila en la mesita de luz. Se dormía mirándolos. Pausa.

-51-


Cuando la internamos me pidió que se los llevara al sanatorio. La ayudé a sentarse en la cama, y con gran cuidado los fue desenvolviendo, uno por uno. Como una nena que jugaba los ordenó por colores y por tamaño, sobre la cama. Pausa. Se murió con los cascarudos mirándola. Nunca se lo había contado a nadie. (Vuelve a tomar las manos de Ana). Es un secreto entre los dos.

ESCENA X (La despedida) Germán preparando su valija. Ana le ayuda. Acomoda ropa y selecciona fotos. Revisa negativos. Algunos los guarda. Otros los va tirando en un cesto. ANA: (descolgando una remera y un calzoncillo de la soga) - Te los pongo en una bolsita. Todavía están un poco húmedos.GERMÁN: (Toma la foto de Ana chiquita en la escuela. Se la muestra) -¿Puedo llevármela?ANA: - Sí mi amor.(Pausa) Las del día en que me dieron el título ¿las revelaste?GERMÁN: - No salieronANA: - ¿Cómo no salieron?GERMÁN:- Se veló el rollo. Pausa. Vendí esa cámara, la de la morgue. (Pausa). Quería que sepas. Silencio. Germán mira a Ana que sigue doblando su ropa. Se acerca, se pone detrás de ella. La abraza. GERMÁN: - Te voy a extrañar tantoANA: - Yo también-52-


GERMÁN: -¿Sí? ANA: - Claro, tonto. GERMÁN: -PrometemeANA:- ¿Qué?GERMÁN: -Que vas a ir. ANA: - Cuando me den la licencia, me validen el título... GERMÁN: (harto de escuchar lo mismo muchas veces, levantando la voz) -...Y consigas alquilar el departamento. Ya sé. Prometeme. ANA: - Te prometo. GERMÁN: -¿Qué? ANA:- Que voy a ir. Aunque sea a juntar naranjas. GERMÁN: - Me voy a morir si no vas. ANA: - No digas eso. (Pausa) Puedo demorarme un poco, pero voy a ir. Pausa. GERMÁN: - Nunca te dije que antes de estar con vos yo no había soñado. ANA: - ¿Soñar de dormir? GERMÁN: -Claro. ANA: - Todos sueñan, lo que pasa es que algunos no se acuerdan de los sueños. GERMÁN: -No, yo no soñé nunca. O bueno, si soñé, nunca me acordé. Desde que estoy con vos, empecé a soñar. O a acordarme, que es lo mismo. (Pausa). El primer sueño fue una pesadilla: estaba en la morgue, acababan de traer un muerto nuevo, y cuando me acerqué para sacarle la foto era la cabeza de Geniol. Esa de la propaganda que es el tipo pelado con clavos en la cabeza que sonríe como un payaso maldito. Cuando era chico la veía siempre en la farmacia de mi tío. Me daba terror. La cabeza de Geniol me persiguió toda la noche. Se miran. Se ríen. Pausa. Anoche soñé con vos. Que tenías dos corazones. Pausa.

-53-


Tengo miedo. (La toma de los brazos, la aprieta, la sacude). Venite conmigo. ANA: -Me hacés mal. Germán se calma. Ella lo besa despacito por toda la cara. ANA: - Todo va salir bien mi amor, ya vas a ver. Como en un juego, Germán comienza a olerla y termina besándola con desesperación.

ESCENA XI (La efemeris) Ana y Santiago en el jardín. SANTIAGO: (Enojado) - No podés irte. ¿Quién vas a ser lejos del lugar donde naciste?¿Cómo vas a construirte en un país que no te pertenece? Naciste acá por algo. Tenés un compromiso. ANA: (Irónica) -Seguir trabajando en la administración pública y dedicarle a la matemática mis ratos libres.SANTIAGO: - Tenés el título. Podés concursar. ANA: - ¿Sin antecedentes? En cualquier lugar tengo más posibilidades que acá. SANTIAGO: (Como un niño chinchudo) - El que se va se convierte en otra persona. Pierde su centro. (Pausa) No es fácil, yo sé que no es fácil Ana. Pero vale la pena pelear. (Pausa). (Rogándole tierno). Quedate conmigo. Se miran largamente. Ana intenta decir algo, pero se calla. SANTIAGO:- (Cierra los ojos con fuerza) Volvé. No tardes en volver. No envejezcas lejos del olor de tu tierra, de los sonidos, de los colores que te pertenecieron desde la infancia. La vida pasa tan rápido. Pasa un tren.

-54-


Cuando vuelvas, si volvés, yo ya no voy a estar. Ana corre a abrazarlo. ANA: - No digas eso. SANTIAGO: -Es así. (Pausa.) (Le acaricia la boca. Está por besarla, pero se contiene)¿Nunca te hablé de la efemeris? Con una voz casi fantasmal. Hay un pequeño insecto que se llama “efemeris”, es como una delicada libélula que vive sólo un día. Nace a la mañana, muere cuando se pone el sol, y todo su único día vuela feliz entre las flores. Pausa. Quedate conmigo Ana, en mi casa, en mi vida, hasta que mi día se acabe. ANA: (Llorando quedamente) - No puedo, no puedo, aunque sea lo que más quiero.Santiago la toma por los hombros, la sacude con fuerza. Se arrepiente, la abraza, la acuna como si fuera una niña. ANA: (Acurrucada en los brazos de Santiago) - Mi mamá me miraba y me decía: “Tengo las tetas cada vez más chiquitas. Mirá, son casi como las tuyas. Vos pronto serás una mujer”. Mis tetas se agrandaban, las de mi mamá se secaban. Mientras yo crecía, mi mamá se moría. Ella no quería morirse. Yo no podía dejar que se muriera. No fui a su entierro. No la enterré. Se quedó viviendo adentro mío. Por mucho tiempo fui yo y mi mamá. Pero ahora no puede estar más. No hay lugar. Pausa. Estoy embarazada, Santiago. Es de Germán, pero... Hizo falta la mirada de dos hombres juntos para poder dejar que mi mamá muriera. Para que yo quedara vacía. Y me pudiera crecer un

-55-


hijo. ¿Entendés por qué no puedo quedarme? Santiago, temblando, toma el rostro de Ana entre su manos. Lo acerca al suyo. Apoya su frente en la de ella. Lentamente va desplazando sus manos hasta el vientre de Ana, y allí se queda extasiado. SANTIAGO: - En cierto modo, también es mío.¿No? (Le aprieta el vientre como si quisiera arrancárselo.) Ana se suelta, gira, le da la espalda. Intenta irse. Duda. Vuelve. Lentamente comienza a desvestirse.

ESCENA XII (La promesa) Ana en el departamento. Una valija y un bolso al lado de la única silla. Descuelga una bombacha, una remera, una pequeña toalla, las dobla, las coloca dentro del bolso. Desata las sogas, las enrolla. Las cuelga en el respaldo de la silla. Saca una cinta de negativos del cesto. La mira al trasluz. La va recorriendo despacio. ANA: (Sonríe)-Había ido a ver bailar a Patricia. Vos estabas sacando fotos. Podrías haber elegido sentarte en otro lugar. No. Justo al lado. Me gustaba salir sola. Sentarme sola. Ese día no había mucha gente. Me molestaba el flash, los movimientos. Me distraía fácilmente. Quería cambiarme de lugar. Pero me daba no sé qué. Me pasé todo el espectáculo incubando una especie de odio. Decidí que cuando terminara la función te diría que por tu culpa no había podido ver nada. No es bueno comerse las broncas. Ya demasiadas me había tragado. Por eso tenía anginas tan seguido. Lo leí en un libro naturista. No. Ese año había decidido no enfermarme más. Aplausos. Se encendieron las luces. Te fuiste hacia atrás para sacar una foto del saludo final. Yo medía las distancias, para que no te me escaparas. Me levanté de la butaca, seguí aplaudiendo y caminé hacia atrás, despacio. Pasaste corriendo por el costado, hacia adelante, seguro que para sacar primeros -56-


planos. Me quedé parada. Dudé. La gente se levantaba para salir. Te perdí de vista. Decidí ir a saludar. ¿Qué le diría? No estuve atenta. Le dí un beso. -¡Te felicito! ¡Sí! ¡Hermoso! Cambiate, después charlamos. Y apareciste: -Para mañana tengo las muestras.- Es Germán, hace muy buenas fotos-. -Ana. Nada que ver con el ambiente. Cuando estaba a punto de decirte que podías ser muy buen fotógrafo pero que me habías molestado demasiado, me sonreíste como de compromiso. Te quedaste mirándome. No sé. Tenías los ojos tan tristes. Como pozos de agua. No te dije nada. Me invitaste a tomar un café. Pausa. Al principio yo no quería. Pero vos insististe.(Pausa). Eras extraño. Parecías mucho más grande. Había algo oscuro en vos que me atraía como un abismo. Pausa. Cada vez que hacíamos el amor era como si se me fuera un poco de vida. Hasta que la imagen de Santiago se me empezó a aparecer. Como un brillo que borraba la sensación de la muerte. Eran los dos amándome. Su cuerpo y sus ojos metiéndose en los tuyos. Pausa. Toma otra cinta. Fija la mirada. Me mentiste. El rollo no se veló. Pausa. Lejos, ya no se va a mezclar más tu piel con la piel flácida, con los pliegues de las arrugas, la mirada con la mirada. Lejos voy a dejar de sentirme estirada entre los dos. Tendida. Extendida. Así, doblemente amada. (Va estirando el negativo hasta romperlo). (Se pone a llorar).

-57-


ESCENA XIII (El último encuentro) Ana llega al jardín. Santiago está sentado en uno de los sillones, jugando con sus manos. Ella se queda mirándolo. Santiago no la mira. Largo silencio. Pasa un tren. SANTIAGO: - Escuchá. Pasan los trenes. Esos que llevan de la gran ciudad a los barrios, a las localidades próximas, tan próximas que no se distinguen unas de otras, que se encadenan, que dilatan la capital en un dibujo continuo de edificios y casas y calles y gentes. (Sonríe). Como tus fractales. A toda hora. De día. De noche. El temblor de los rieles está acá, en la casa, en las plantas, en los muebles, en mí. Tantos años. No sé si podría seguir viviendo sin ese temblor. Cuando estoy lejos, en otra ciudad, sin trenes, llevo el rumor metido en mí. Muy de vez en cuando lo reconozco, hago consciente su presencia, y mi pertenencia, a ese murmullo de trenes que me pasan y me pasan por adentro. Pausa. Sueño con vivir mis últimos años en un paisaje abierto, silencioso. Pero me hago trampa: me invento obligaciones, dependencias, formalidades. Ahí están los trenes. Las vías son líneas que se salen de su cauce, atraviesan mi jardín, entran a mi casa, a mi alma. Estoy atrapado entre esas paralelas laberínticas. Se hurga las manos. Mientras pasan los trenes, el mundo duerme y yo sigo buscando. Acá están: el perfume de los jazmines, el último latido de mi mujer, mis libros, la juventud, las tardes de siesta con mis hermanos, mi padre, mi madre, los sueños. Mi cuerpo joven. Tu cuerpo, Ana. El hijo que no tengo. Pausa. Lo que ya no existe está acá. Alguna vez todo estuvo al alcance de mis manos. -58-


Estira las manos, tocando formas imaginarias. Pero cuando me acerqué, y acaricié y tomé, todo empezó a disolverse. (Pausa). Todo lo que toco deja de existir. Silencio. ¿Y yo? ¿Cuándo llegará la mano que por fin me borre? Se echa hacia atrás, con un suspiro. Estoy tan cansado. Ana se acerca por detrás, le acaricia la cabeza. ANA: -No hay que cansarse, no se debe. Hay que persistir en el enigma, hasta el final. Usted me lo enseñó profesor. Usted es la vida. Largo silencio. SANTIAGO: (Riendo) - Yo, la vida. (Pausa) ¿Viniste a despedirte?Silencio. Santiago se levanta. Va hacia el interior de la casa. Trae un paquete que tiende a Ana. SANTIAGO: - Es para vos. Ana abre el paquete. Es la cajita de los cascarudos. ANA: -Pero... SANTIAGO: - Cuando yo ya no esté quién sabe adónde van a ir a parar. Ángela estaría contenta de saber que se quedan con vos. Se abrazan.

-59-


ESCENA XIV (La decisión) Ana en el departamento. Da vueltas alrededor de la valija. Se sienta. Se toma el vientre entre las manos. Se acaricia. Permanece unos instantes con la mirada perdida. Luego, enérgica, se levanta y comienza a desarmar la valija. ANA: - No. Todavía no. Ahora no. Vamos a esperar, hijito, a que pase todo este dolor. Nos vamos a quedar los dos solos. Hasta que mamá se cure. Pausa. Toma el regalo de Santiago. Comienza a desenvolverlo. El amor es como papel de seda. Tan sutil, tan fino, tan frágil. A través de él se puede ver al otro. No nítido, sino como una imagen presentida, soñada, nunca del todo real. Va sacando los cascarudos, los pone en fila. Puede deslizarse sin ocupar espacio. Puede introducirse en la grieta más chiquita, y permanecer mucho tiempo sin ser descubierto. Hasta que un roce, un parpadeo, un rasguño, delata su presencia. Con el papel de seda hace un bollito. Lo pone en la fila de los cascarudos. Puede desdibujar las formas y confundir los bordes de la carne. Puede borronearse en los límites de la admiración o de la compasión. Puede romperse, doblarse. Pero donde esté, duele. Pausa. Toma el bollito de papel, lo alisa. Vamos a escribir cartas. Cartas muy largas que crucen el mar. Otras, que atraviesen la ciudad. Y otras para nosotros, tratando de explicar, tratando de entender. -60-


SĂ­. Vamos a escribir muchas cartas. Hasta que pase el dolor. Muchas cartas. Todas en papel de seda. Muy lejos, casi fantasmal, se escucha pasar un tren. FINAL.

-61-


TÍTULOS DE LA COLECCIÓN 1.- LA GUERRA DE TODOS LOS SILENCIOS de Francisco Prada FREDDIE: CEREMONIA PARA UN ACTOR DESESPERADO de Abilio Estévez 2.- AZOTEA FIEBRE

de Francisco Javier Puchades Hernández de Alberto Conejero López

3.- BAILANDO CON EL MUERTO

de Oscar E. Tabernisse LA CANCIÓN DEL SOLDADO de Walter Ventosilla Quispe

4.- FORMULARIO QUINIENTOS VEINTIDÓS de Gracia María Morales Ortiz CON LA SANGRE DE VENECIA de Federico Castro Fernández-Alfaro 5.- ALGUNAS HISTORIAS DE TERROR NEOLIBERAL de Sergio Sáez Escudero UN TRABAJO ES UN TRABAJO de Rafael Belmonte Agüera 6.- LO QUE ANA VE

de Javier García Teba

¡AUXILIO!

de Carmen García Vilar

-62-


7.- POSITIVAS

de Yolanda Dorado BOMBARDEROS SOBRE LONDRES de José Tomás Angola Heredia

8.- GRITAR TU MIEDO SEXUALMENTE HABLANDO

de Hipólito Calle Soriano de Santiago Serrano

9.- LA NOCHE QUE NO CAMBIO MI VIDA de Emilio Encabo Lucini MIEDOS de Javier López Alós 10.- ROMANCE DE DON FÉTIDO Y DOÑA GODA de Nuria M.ª Pérez Mezquita COMO PAPEL DE SEDA de M.ª Rosa Pfeiffer

-63-


-64-


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.