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El reflejo del alma The reflection of the soul

La mirada es un hito inicial en el despertar del ser humano. Descubrimos poseerla al abrir los ojos al mundo, así entendemos que nos vincula y relaciona al encontrarnos desprevenidos en un contacto visual. Ahí, frente a nosotros, los progenitores. Es original, genuina y espontánea. La llevan aquellos que pueden usarla desde la funcionalidad y aquellos que el destino decidió que no. La mirada dice David Palacín, “es la huella dactilar de las emociones”.

Escoges retratar cuando ostentas la valentía y solvencia suficiente para mirar la verdad a los ojos. Sin desviar la vista, ni esquivar sus repercusiones. Su expresión plástica profundiza y muchas veces, por interpelante, sacude y conmueve. Al decidirlo, acondicionas un acercamiento íntimo y de confianza con quien acceda a ser tu cómplice en el acto de la revelación. Y ya está, te pones de frente a él o a ella y le pides que se atreva, como tú, a descubrirte su interior. En cuanto lo hace, recibes el tiro paradójicamente gélido y tibio de la honestidad de la mirada. Inherente y delatora. Sin dobleces, ni censuras. Entonces descubres que inmortalizarlo es brindarle una opción a los transeúntes que buscan respuestas, para que la encuentren desde su vereda de espectador despierto.

Así luce y se construye el trabajo fotográfico de David Palacín, español nacido en León en 1975, que encontró en una Réflex Minolta el camino hacia el encuentro crudo y esclarecedor de su interioridad. Nunca nada le remeció tanto como surtirse de una mirada para relatar la justicia y la injusticia, lo genuino y pudoroso, la probidad. Entonces el flash fotográfico se transformó en su herramienta predilecta para imprimir a gran escala la semejanza radical, una vía para oponer al mundo el reflejo de sus actos, impulsos o rasgos de comportamiento.

En búsqueda de concilio luego de perder a su padre con tan solo 11 años, de quien heredó el arte, oficio y estrechez con la fotografía, David tomó su cámara para encontrar en su proceso indagatorio y experimental, sus móviles y convicciones: la serendipia del revelado. De camino hacia un manifiesto aturdido o resuelto que surtiera impacto en el cauce de su curiosidad, se encontró con instantes que erizaron su piel y movilizaron su convicción. “Las dificultades sociales, las injusticias, los olvidados, nuestras diferencias, la autenticidad. La gente que ha vivido me conmueve, me atrapa; despierta lo mejor y más doloroso de mí y me cuentan cosas sin necesidad de pronunciar una palabra”, afirma el fotógrafo describiendo lo que suspende su rutina y sacude su atención.

Decía ya mucho antes, Gustavo Adolfo Bécquer: “el alma que hablar puede por los ojos, también puede besar con la mirada” y es lo que

Sight is one of the initial milestones in human awakening. We discover sight when we open our eyes to the world and, through it, we understand what connects us when we are caught off guard in eye contact. There, before us, are our parents. Sight is original, genuine and spontaneous. It is available to those who can functionally use it, and not to those for whom fate decided to leave without it. According to David Palacín, gazes are “remnants of emotions.”

One can truly capture when you have the courage and confidence to look truth in the eye, without looking away or avoiding the repercussions. His artistic expression is profound and oftentimes, because it is thought-provoking, it is shocking and moving. By deciding to look truth in the eye, you establish an intimate and trusting bond with whomever agrees to be your accomplice in the act of revealing it. And that is it, you stand before your accomplice and ask them to dare, just like you have, to discover their inner world. When they accept, you receive the paradoxically both icy and warm shot of the honesty in their gaze. Inherent and revealing. No hesitation nor censorship. Then, you discover that immortalizing this look serves as a way of providing viewers seeking answers with a choice, so they can find these answers in a path where they are aware spectators.

That is how David Palacín’s work with photography is built, a Spanish artist born in Leon in 1975, who found the path into the raw and enlightening encounter with his inner world in a Minolta reflex camera. Nothing ever moved him as much as using the eyes to narrate tales of justice and injustice, authenticity and shame, honesty. Photo flashes thus became his favorite tool to make large-scale representations of radical resemblance, a way to confront the world with the reflection of its actions, impulses and behaviors.

Trying to find solace at the age of 11 after losing his father, from whom he got his passion for art, his craft and familiarity with photography, David took his camera to find, in an introspective and experimental process, his motives and convictions: the serendipity of developing photographs. On the path to a dazed or determined statement that would have an impact on the stream of his curiosity, he encountered moments that gave him goosebumps and boosted his conviction. “Social difficulties, injustices, forgotten people, our differences, authenticity. People who have lived move me, captivate me; they bring out the best in me, and the most painful as well. They tell me things without speaking a word,” the photographer states to describe what halts his routine and captures his attention.

Long before, Gustavo Adolfo Bécquer stated: “The soul that can speak through the eyes can also kiss with a gaze” and that is precisely what ocurre con la serie Presencias. David Palacín frecuenta a un grupo de personas con capacidades diferentes y descubre en la ternura y calidez de sus miradas una huella inequívoca de dolor. Sus ojos sonrientes, con un enfático y distintivo brillo, intentan ocultar sin llegar a conseguirlo, signos de abandono, incomprensión y pesar. Es ineludible, el reflejo del alma los desnuda frente al ojo de la cámara. La belleza que expresa la ilusión en sus miradas, derriba toda barrera de contención de los afectos. Sus miradas clavan al espectador un llamado límpido y vehemente a reaccionar, a involucrarse, a sentir cómo la empatía fisiológica se cuela neuronalmente para mover las emociones hacia la necesidad de reflexionar sobre lo que ve, y a actuar en consecuencia. happens with the series Presencias . David Palacín spent time with differently-abled people, and he discovered with tenderness and warmth that their gazes show the unequivocal traces of grief. Their smiling eyes, with an undeniable and distinctive glow, try to conceal the signs of abandonment, lack of understanding and sorrow, but to no avail. It is inescapable, the reflection of the soul, it is naked in front of the camera. The beauty of the hope in their eyes breaks downs all walls guarding emotions. Their gazes are fixed on viewers, a clear and passionate call to react, to get involved to feel how physiological empathy permeates into the mind to stir emotions and guide them towards a reflection on what he sees and to act accordingly.

Para ellos, los retratados, el efecto es totalmente distinto. David Palacín consigue, al oponerlos a sus retratos, una especie de metamorfosis sensorial y espontánea, una sorpresa cálida, un abrazo al alma. Mirarse a sí mismos no parece una costumbre, sino una incomodidad que se derriba al instante al visualizarse en Presencias. Se vislumbra orgullo, satisfacción, una voz fuerte y firme que les representa y relata sus verdades. Resuena un aire conciliador, prima el silencio de la nueva razón, esa que les incumbe y repercute.

Y volver a casa sabe dulce y acogedor, pero algo falta antes de dormir. David encuentra la vía para alzar la voz por quienes le despiertan una conexión inherente con sus móviles, pero no conecta aún aquello que motivó sus inicios, descubrir el trasfondo de su semblante y aquello que se escabulle dentro de sus intenciones. Para aceptar el desarrollo inicia un trayecto de introspección y encuentro consigo mismo. Enfrenta aquello que le hirió, toma su compañera de trabajo y le descubre por lo que es, un pin recordatorio de sus memorias, una fuente de recuerdos, un sostén de sus aflicciones. Así comienza Retrato del viaje que no te conté, la fase de su vida en que el espejo le demanda que aquel retrato del alma, sea el de él mismo, como medicina y cura para todo aquello que por no resuelto, no deja avanzar. Lo primero que hace es imprimir a gran escala un retrato de sí mismo. Luego, se mira a diario en el taller como ejercicio de autoconocimiento y como si fuera un llamado a la resolución de enigmas indeseados. Entonces se dijo que era tiempo de “hacer una reflexión introspectiva de mi propia vida e indagar en los secretos más ocultos que siempre he eludido, pues hasta ahora mi trabajo fotográfico y artístico estaba volcado en denunciar situaciones de injusticia o de superación ajenas”. Sin más, el fin de la procrastinación y el tiempo de actuar.

Comienzan a aflorar emociones, asignaturas pendientes, resquicios y un baúl de las incomodidades. Todas ellas inmersas en una honda investigación de documentos, archivos, cartas, imágenes familiares que develan cómo la pérdida de su padre, el aferramiento a sus andanzas, la larga lista de encuentros, sobremesas y repositorio vivo de instantes con su madre y otros seres queridos aquejan su subconsciente, pero consiguen a través de su vislumbramiento, un renacer del artista, un llamado a la prevalencia y al resguardo de su acervo interior, la voluntad explícita de levantar esta vez y por vez primera la voz por sí mismo.

Así el retrato cobra vida en la obra del artista español. Como encarnación fehaciente de una honestidad absoluta y reveladora o como diría Mario Benedetti, “no sé tu nombre, sólo sé la mirada con que me lo dices”.

For them, the ones portrayed, the effect is completely different. David Palacín accomplishes, by confronting these people to their portraits, a sort of sensory and spontaneous metamorphosis, a warm surprise, a hug to the soul. Looking at oneself does not seem to be a habit, but a discomfort that is instantly demolished by contemplating the portraits in Presencias. We can see pride, satisfaction, a strong and firm voice that represents the people and tells their stories. A conciliatory air echoes, the silence of a new-found reasoning reigns, one that concerns and has an impact on them.

Going back home tastes sweet and comforting, but something is missing before going to bed. David finds a way of raising the voice of those who stir within him an inherent connection to his motives, but he has yet to connect this to what motivated his origins, discover the backdrop of their expressions and what sneaks into their intentions. To take on this challenge, he starts a process of introspection and encounter with himself. He faces what once hurt him, takes his work partner –his camera– and discovers what it truly represents: a reminder of his memories, a source of remembrances, a support for his grievances. This is how Retrato del viaje que no te conté begins, the phase of his life in which the mirror demands that the portrait of the soul be of himself, as a medicine and cure to all unresolved issues, which do not let him move forward. The first thing he does is to print a large-scale portrait of himself. Then, he looks at himself every day in his studio in an exercise of self-knowledge as if he were called to resolve unwanted enigmas. Then, he told himself it was time to “think introspectively about my own life and to delve into the most hidden secrets that I have always avoided, because until now my photographic and artistic work has been focused on denouncing situations of injustice or overcoming other people’s injustice.” Without further ado, it was time to stop procrastinating and start acting.

Emotions, pending issues, cracks and a vault of discomforts started to surface. All of these inserted in a sea of research: documents, files, letter, and family pictures that reveal how losing his father, clinging to his adventures, the long list of encounters, table talks and a living repository of moments with his mother and other loved ones. These plague his subconscious, but the artist achieves a rebirth by looking at them, a call to the prevalence and safeguarding of his inner heritage, the explicit will to raise, this time and for all, his own voice.

Thus, portraits come to life through the work of this Spanish artist as a reliable embodiment of a true and revealing honesty or, as Mario Beneditti would say: “I don’t know your name, I just know the look with which you tell me”.

Cuba

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