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JOHN TIMOTHY HALL
Un toque del Caribe
La tela tiene una imprimatura de yeso en muchas capas delgadas. Gran parte de los blancos que se ven en los toques de luz o en muchas de las tintas de colores de las figuras, se han logrado con trabajo en negativo, es decir, quitando pintura con un bisturí para revelar el blanco de la imprimatura. El cuadro tiene un enfoque racial y de género. Los afrodescendientes han sido el grupo menos representado en el arte en Colombia. En el cuadro, tenemos algunos travestis, para señalar que están más allá del mundo de los opuestos. Este es un desfile del cabildo. Los cabildos eran asociaciones de gente africana de una misma nación, creados para ayudarse entre sí. Se convirtieron en grupos de resistencia que, con las juntas, dieron origen a los palenques, los primeros pueblos libres de América. La figura principal que viene adelante anunciando la fiesta es Elegua. Él es un orisha que tiene el poder de la ubicuidad puede estar hasta en veintiún lugares a la vez. Aquí aparece en dos lugares más, siempre con el sombrero vueltiao, patrimonio y símbolo cultural de Colombia. A la derecha, huye la paloma de la paz, esa paz que tanto hemos anhelado y que a veces pareciera que se nos escapa. Empero, la paloma de la calle, en el centro, se queda quieta porque está en presencia de Elegua, el dios que abre o cierra los caminos. Este dios somos todos, la mujer, el hombre, los demás 17 Salones Regionales de Artistas
géneros que hemos sufrido este largo proceso de violencia en el país. Somos también constructores activos de esa paz para que no se nos escape, sino que se consolide a través de la música, la danza, la alegría, como reafirmación de la vida. La cumbiambera tiene la fuerza y gracia de una cariátide y representa al pueblo colombiano. En esta danza, se reunió el acervo genético que dio origen a lo que somos hoy: lo indígena, lo europeo y lo africano que nos convirtió en un país megadiverso. Con su capa y espada y “sentado” sobre un caballo de embuste está San Martín de Loba, el santo patrono de las fiestas de la declaración de Independencia del 11 de noviembre en Cartagena. Las notas que actualizan la escena son la gorra de béisbol de San Martín y el cartagenero parlanchín, quien con una mano agarra el timón mientras habla por celular. El perro callejero cartagenero se une a la banda y camina delante pese a tener solo tres buenas patas. Parece decirnos que a pesar de las circunstancias seguimos viviendo. Las negras con turbantes caseros en esa alienación de cabezas un poco cinematográfica al fondo no son tan juguetonas como los demás personajes. Son un poco crípticas, incluso misteriosas. Tienen el amparo de San Pedro, pero están en lo suyo, guardan secretos ancestrales. No se ofrecen para que los turistas les tomen fotos.