Domingo 21 de agosto 2022

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S • E • M • A • N • A • R • I • O ÓRGANO OFICIOSO DEL ARZOBISPADO DE SAN SALVADOR. 21 de agosto de 2022Año LXX Nº 6176 $ 0.30

El miércoles 10 y jueves 11, como es costumbre en los miércoles, recibí la visita de un buen número de sacerdotes, para tratar diversos temas de interés pastoral o personal. El jueves recibí a distintas personas para tratar los temas de su interés.

El viernes 12, a las 11:00 a.m. En la Iglesia de San José, en Quezaltepeque tuvimos la misa de cuerpo presente del Padre Alejandro Celso Fuentes, quien falleció el miércoles 10 de agosto. Concelebraron conmigo, el Padre Carlos Vásquez, párroco de ese lugar, el Padre Reinaldo Sorto, Vicario episcopal de la pastoral sacerdotal, y un buen número de sacerdotes de esta diócesis y de otras diócesis del país. Estuvo presente su familia, su Madre y sus hermanos, y una gran cantidad de fieles.

El sábado 13, a la 10:00 a.m. asistí a la Asamblea de Pastoral Juvenil Arquidiocesana. Que se realizó en el Auditorio del Colegio Guadalupano, San Salvador. Fue una asamblea de planificación para la elaboración del Plan Arquidiocesano de la Pastoral Juvenil. La Asamblea estuvo constituida por un aproximado de 250 jóvenes, 2 líderes por cada parroquia que conforman nuestra Arquidiócesis. En la Asamblea participamos como ponentes: El Padre Octavio Cruz, Vicario Episcopal de la pastoral arquidiocesana, el Padre Pedro Madrid Director nacional de la Pastoral Juvenil y este servidor. El coordinador del evento fue el Padre Bilson Martínez.

El domingo 14, a las 11:00 a.m., en la Parroquia San Antonio, Santa Tecla, dentro la santa misa dominical di posesión al nuevo párroco, de esa comunidad parroquial, el Padre Francisco Antonio Mártir. En la santa misa dimos las gracias al Padre Juan José Hernández, quien ha sido párroco de esa comunidad durante 7 años y ahora deja la parroquia para viajar a Jerusalén donde realizará estudios de especialización en Sagrada Escritura. A la misma vez dimos la bienvenida al nuevo párroco. Concelebraron conmigo el Padre Juan José Hernández, el Padre Francisco Mártir, el Padre Reinaldo Sorto, Vicario episcopal de la pastoral sacerdotal y varios otros sacerdotes. Participó un gran número de personas. Fue una celebración muy hermosa y en un ambiente de mucha fe y a la vez de alegría.

Nombramientos

El señor Arzobispo Metropolitano de San Salvador, Mons. José Luis Escobar Alas, ha efectuado durante los meses de febrero, marzo, junio de 2022 los siguientes nombramientos:

Nombramiento Vicario Foráneo

Nº 018/2022

• Pbro. Darío Abilio Jiménez Martínez

Vicaría Foránea de la “La Resurrección”

Nº 024/2022

• Pbro. Gabriel Aldalberto Marroquín

Vicaría Foránea de la “Santo Tomas”

Nº 025/2022

• Pbro. David Castro Hernández

Vicaría Foránea de la “San Pablo VI” Nº 028/2022

• Pbro. Moisés de Jesús Alfaro Pichinte

Vicaría Foránea de la “Nuestra Señora de candelaria”

Nº 029/2022

• Pbro. Bryan René Gustavo Arriola Reyes

Vicaría Foránea de la “El Divino Salvador”

Nº 036/2022

• Pbro. Roberto Alexander Henríquez Alfaro

Vicaría Foránea de la “Monseñor Rivera”

POR SU MANDATO:

Mons. Rafael Edgardo Urrutia Canciller

† Mons. José Luis Escobar Alas Arzobispo Metropolitano de San Salvador

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Palabras del Arzobispo Principales Compromisos de Monseñor José Luis Escobar Alas, Arzobispo de San Salvador 08 al 14 de agosto de 2022

Cartas del Obispo

SACRAMENTO DEL MATRIMONIO (II)

El mundo, como frecuentemente ocurre con otras áreas de la vida humana, ha banalizado la celebración del matrimonio convirtiéndolo en flanco de llamativas propuestas del consumismo propio del avorazado comercio. De esta manera, los conyugues divagan en preocupaciones superfluas que van desde el atuendo a utilizar, el estilo de anillos, arras o el tipo de lazo; las personas a quienes invitar, hasta el lugar donde mejor efectuar la fiesta. Sumergidos en estas vanas preocupaciones, olvidan lo central: La celebración del Sacramento, tema a desarrollar en esta catequesis.

En primer lugar, es conveniente recordar que, los novios necesitan recibir una correcta preparación para el matrimonio. Preparación que inicia en el hogar gracias al ejemplo y enseñanza dados por su padre y su madre; sumado a otras familias que, han conocido a lo largo de su vida (cf. CIC 1632). Previo al matrimonio deberán ir a su Parroquia para recibir lo que conocemos como “charlas pre matrimoniales”, con el objetivo de ir conociendo los derechos y deberes que adquirirán en su nuevo estado de vida.

En segundo lugar, es indispensable que los novios contraigan matrimonio, conscientes de algunos aspectos sobre éste: Uno, que es indisoluble. Lo dijo Jesús al restablecer el orden inicial de la Creación, trastocado por el pecado que llevó a Moisés a dar su autorización para repudiar a la mujer (cf. Mt 19, 8): Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre (Mt 19, 6). Los Padres Conciliares anotaron al respecto: Este amor, ratificado por la mutua fidelidad y, sobre todo, por el sacramento de Cristo, es indisolublemente fiel, en cuerpo y mente, en la prosperidad y en la adversidad, y, por tanto, queda excluido de él todo adulterio y divorcio (GS 49). Dos, que contraerán matrimonio con entera libertad y por propia voluntad (cf. CIC 1625). Casarse por coerción invalida el sacramento; es decir, el matrimonio nunca existió (cf. CIC 1629). Tres, el matrimonio es un acto litúrgico por lo que la Iglesia considera conveniente celebrarlo dentro de la Santa Misa (cf. CIC 1621.1631). Primero, porque en la Eucaristía se realiza el memorial de la Nueva Alianza en la que Cristo se unió para siempre a la Iglesia, su esposa amada por la que se entregó (CIC 1621). Segundo, porque el sacerdote que preside la Misa, recibe de los novios el consentimiento de los esposos en nombre de la Iglesia; y él junto con los testigos expresan visiblemente que el matrimonio es una realidad eclesial (cf. CIC 1630). Los testigos están ahí para certificar que el matrimonio existe. Ellos confirmarán todo el tiempo que el “si” fue dado; y, por lo tanto, ese sí públicamente expresado los ayudará a permanecer fiel a él (cf. CIC 1631).

Cuatro, el matrimonio esta ordenado a la procreación y, por lo tanto; no puede cerrarse a la vida. Esto también es parte del plan original diseñado por Dios desde la Creación. Creced y multiplicaos (Gn 1,28), fue la bendición que recibieron Adán y Eva desde el inicio: De aquí que el cultivo auténtico del amor conyugal y toda la estructura de la vida familiar que de él deriva, sin dejar de lado los demás fines del matrimonio, tienden a capacitar a los esposos para cooperar con fortaleza de espíritu con el amor del Creador y del Salvador, quien por medio de ellos aumenta y enriquece diariamente a su propia familia (GS 50). Es este un punto delicado. Algunas parejas al no poder procrear buscarán medios no siempre en comunión con lo aprobado por la Iglesia; otros para evitar hijos; y otros para acabar con la vida que ya palpita en el vientre, recurrirán a caminos no siempre correctos. Ya lo explicaban los Padres Conciliares: No es lícito a los hijos de la Iglesia, fundados en estos principios, ir por caminos que el Magisterio, al explicar la ley divina reprueba sobre la regulación de la natalidad (GS 51); y alertaban de los posibles errados caminos que un cristiano debe evitar transitar: Hay quienes se atreven a dar soluciones inmorales a estos problemas; más aún, ni siquiera retroceden ante el homicidio; la Iglesia, sin embargo, recuerda que no puede hacer contradicción verdadera entre las leyes divinas de la transmisión obligatoria de la vida y del fomento del genuino amor conyugal (GS 51).

Lo hasta aquí expuesto es precisamente lo que el Sacerdote celebrante preguntará a los contrayentes: ¿Vienen a contraer Matrimonio sin ser coaccionados, libre y voluntariamente?... ¿Están decididos a amarse y respetarse mutuamente, siguiendo el modo de vida propio del Matrimonio, durante toda la vida?... ¿Están dispuestos a recibir de Dios responsablemente y amorosamente los hijos, y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia?... Sería totalmente incongruente con su fe, responder afirmativamente y actuar de manera contraria. El Sacramento del Matrimonio entre bautizados es un verdadero sacramento de la Nueva Alianza (CIC 1617) y viene a ser por su parte signo eficaz, sacramento de la alianza de Cristo y de la Iglesia (CIC 1617). En suma, los novios no pueden ni deben, (tentados por el consumismo que el mundo ofrece para festejar la boda), perder la grandeza y trascendencia del Sacramento que celebrarán en sus vidas y para toda su vida.

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San Salvador, 21 de agosto de 2022

“Todos estamos llamados a transfigurar este país, promoviendo y dignificando a los pobres”

escritos de los Padres de la Iglesia que guardan testimonios de la dormición y el tránsito de María Santísima a los cielos.

Por ejemplo, cito dos de estos textos: - San Germán, Arzobispo de Constantinopla – quien vivió entre los siglos VII y VIII –escribió en la Homilía mariológica número IV que la Asunción tuvo lugar; pero, María no olvidó al género humano: Después de tu Asunción no te desligaste de las cosas terrenales, pues, al incorporarte a las más altas jerarquía del cielo, te mostraste como la más excelsa entre las creaturas de la tierra (En: Homilías mariológicas de Germán de Constantinopla, p. 113).

Queridos hermanos celebramos hoy en la Iglesia, la solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María; y en nuestro país unida al 105 Aniversario del nacimiento de nuestro Obispo, Mártir y Profeta San Oscar Arnulfo Romero Galdámez. Dos Fiestas que, para nuestro pueblo aparecen unidas no sólo por el providencial nacimiento de nuestro Santo Obispo en esta fecha tan especial, La Asunción de María santísima, sino también porque en su magisterio Monseñor Romero desarrolló, de acuerdo con la doctrina de la Iglesia, su sentir con respecto a la Virgen María y su misión en la historia.

La Asunción de la Virgen María fue definida como dogma de fe por el Papa Pío XII en la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus (Benevolísimo Dios): La glorificación de María con la Asunción al cielo en alma y cuerpo el 1° de noviembre, fiesta de todos los Santos. Con Monseñor Romero deseo afirmar que: Los dogmas no los hace el Papa. Lo que hace es poner el sello de su autoridad, de su magisterio, para darle seguridad al pueblo de que esa verdad está contenida en la divina revelación. Y lo creemos no solo porque lo dice el Santo Padre, sino, sobre todo, porque lo ha dicho Dios y lo ha revelado en la Sagrada Biblia o en la Tradición viviente de la Iglesia (Mons. Romero. Homilía: Solemnidad de la Virgen María y de la Iglesia. 15 de agosto de 1977).

La afirmación de Mons. Romero encuentra fundamento; en la Tradición, abundan los

- Epifanio el Monge – quien vivió en el siglo VIII – escribió que Dionisio Areopagita (discípulo de San Pablo) nacido en el siglo I estuvo presente en la Dormición de la Virgen María, le acompañaban Timoteo, Hieroteo y otros que habían sido instruidos por San Pablo (En: Vida de María de Epifanio el Monje, p. 159). Declara que los Apóstoles a excepción de Santiago hermano de Juan martirizado por Herodes, ningún otro había muerto. Estuvieron presentes cuando la Virgen entregó su espíritu al Señor. Tenía entonces 72 años. Su cuerpo fue depositado en el sepulcro de Getsemaní; pero, ante sus ojos ocurrió el milagro de la desaparición de éste (cf. Ídem, p. 162-163 y 170-173).

La Iglesia nunca dejó de celebrar esta Fiesta, hasta que finalmente en 1950 fue declarado el dogma de la Asunción. Mons. Romero – nuestro Santo, Obispo y Mártir –por voluntad de Dios – nació el 15 de agosto de 1917 en Ciudad Barrios, Departamento de Morazán (Positio Congregatio de Causis Sanctorum, Beatificationis seu

Declarationis Martyrii Servi Dei Ansgarii Arnolfi Romero, Roma, 2014, p. 35). Podemos imaginar con cuanta alegría su mamá, doña Guadalupe de Jesús Galdámez lo habrá cargado entre sus brazos; y su padre Santos Romero habrá compartido con ella dicha tan extraordinaria. En su casa nunca pusieron obstáculos a su vida de piedad marcada por la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y a la Santísima Virgen. De esta última – que nos ocupa en esta homilía – sus hermanos declararon que: Era muy devoto de la Reina de la Paz. Le celebraba su novenario de misas. En todas partes hablaba de la Reina de la Paz (Ídem, p. 35). Otro de sus hermanos recordaba que la devoción a María Santísima la conservó toda su ida y: Hacía estampas sobre todo de la Virgen de la Paz… dirigía el rosario en la iglesia de San Francisco y en la iglesia El Rosario, ambas de San Miguel. En las vacaciones se iba a Ciudad Barrios y se dedicaba concretamente a la iglesia. En las tardes dirigía el rosario en el barrio de Roma del Pueblo (Ídem, p. 35).

Ahora bien, esa devoción mariana en Mons. Romero no estaba limitada a una espiritualidad fuera de este mundo. Para él, la devoción mariana estaba encarnada en el presente, y la Virgen María actuante en la historia, animando al pueblo de Dios a trabajar por su transformación.

Hoy a 105 años de su nacimiento en la tierra y a 42 años de su martirio recordamos que, para Mons. Romero, María, Asunta a los cielos, no se desentendía de nuestra historia. Al contrario, era aquella que servía a la humanidad indicándole su destino eterno; era aquella que decía a las

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Homilía de S.E.R. Mons. José Luis Escobar Alas, Arzobispo de San Salvador • Solemnidad Asución de María y Natalicio de San Óscar Romero • Catedral Metropolitana de San Salvador • 15 de agosto de 2022
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mujeres y hombres de todas las edades el alto destino de su cuerpo (Mons. Romero. Homilía: Solemnidad de la Virgen María y de la Iglesia. 15 de agosto de 1977). Para Monseñor Romero, María, Asunta a los cielos y la Iglesia servían a la humanidad: Animando a los hombres para que cumplan su deber, para que salgan del pecado, para que sepan vivir la verdadera dignidad de los hijos de Dios (Ídem, p. 265). Y, para que tomen la historia en sus manos para que unidos todos, transformen la historia de pecado de este país en historia de salvación en favor de los pobres que, constituyen las grandes mayorías. Por ello, en su Cuarta Carta Pastoral, titulada: Misión de la Iglesia en medio de la crisis del país, citando al Papa San Pablo VI, primero; y al Papa San Juan Pablo II, después, explicó en qué consistía el servicio evangélico y la fuerza liberadora que María modelaba a la Iglesia: Ella es una mujer fuerte que conoció la pobreza y el sufrimiento, la huida y el exilio, situaciones estas que no pueden escapar a la atención de quien quiere secundar con espíritu evangélico las energías liberadoras del hombre y de la sociedad… en el Magníficat, se manifiesta como modelo para quienes no aceptan pasivamente las circunstancias adversas de la vida personal y social, ni son víctimas de la alienación, como hoy se dice, sino que proclaman con Ella que Dios “ensalza a los humildes y, si es el caso, derriba a los potentados de sus tronos (n. 100).

siguió siendo la misma: Es decir, el pueblo. Ante dicha situación de muerte, Mons. Romero pidió a cada uno transformar El Salvador trabajando todos unidos desde el lugar que en esta historia le había tocado ocupar: Lo que funciona – dijo Monseñor – es ponerse a cambiar desde la posición de cada uno, del gobierno, del capital, del obrero, del mozo de trabajo, del propietario de finca: más justicia, más amor… y para que la transformación fuera efectiva pedía la conversión del corazón de cada uno: Pero, como no bastará el cambio de estructuras… mientras no tengamos salvadoreños nuevos, no tendremos una patria mejor, libre, verdaderamente independiente; porque la verdadera esclavitud está allí en el corazón del salvadoreño. Atado al pecado, no puede ser un agente de liberación (Homilía del Vigésimo Domingo del Tiempo Ordinario, 1977).

temen. Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón altanero, destronó a los potentados y exaltó a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada (Lc 1, 49-53).

Mons. Romero no exponía la doctrina solo por exponerla. Pedía hacerla vida; es decir, pedía concretarla o como muchas veces se ha dicho, pedía encarnarla en la historia de este sufrido país. Semanas después de la fiesta de la Asunción dijo, en vísperas de las fiestas patrias que, había que cambiar las estructuras sociales y el pecado institucional que se vivía en dicho momento histórico y que, ahora sabemos, fueron estructuras y un pecado institucional que pervivió tras su martirio, dando muerte a miles de salvadoreños en conflicto armado que los desangró por 12 años; estructuras sociales y un pecado institucional que del conflicto armado se pasó al crimen organizado; pero, la víctima

Nosotros agregamos, que para imitar a María en su deseo de transformar la historia como Mons. Romero explicaba, quienes guían o aspiran a guiar a este país deben escuchar el clamor de los pobres, de los débiles, de las víctimas de la historia. Que la dignidad de sus cargos, que la posición alta de sus cargos – sean en lo político, económico o judicial – no impida el acercamiento a los pobres, a las víctimas. A María, la doncella de Nazaret – la Madre de Dios – la vemos en el Evangelio que se nos acaba de proclamar, corriendo presurosa con su Hijo en sus purísimas entrañas, a servir a casa de su prima Isabel (cf. Lc 1, 39). Iba presurosa no para ufanarse de su divina maternidad sino para servir; para entregarse a los cuidados de la madre –mayor de edad – y del niño que pronto nacería. Por ello, Santa Isabel, admirada de su humilde acción, pregunta: ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? (Lc 1, 43). La respuesta de María, permite entender que su actuar es pura imitación de Dios quien desde antiguo defiende los derechos del pobre, de la viuda, del huérfano, del pequeño; en fin, de las víctimas de la historia: Santo es su nombre y su misericordia llega de generación en generación a los que lo

Oigamos al Salmista decirnos hoy: De pie, a tu derecha, está la Reina (Sal 44, 10), es decir, la Reina María, Asunta a los cielos. Mons. Romero nos diría: De pie, a tu derecha, esta la Reina de los cielos y la tierra, pidiéndote transformar este país; pidiéndote superar las estructuras de pecado que, hasta ahora han matado a este pueblo a través del cáncer de la violencia. De pie, a tu derecha, está la Reina intercediendo por nosotros, diría Romero, pidiendo paz para este pueblo, pidiendo que den al pueblo una ley de aguas justa, leyes que velen por su alimentación, leyes que acaben con la impunidad de los poderosos; leyes que acaben con la justicia espuria que resguarda a los corruptos y criminales; una ley de pensiones que asegure una vida digna al pueblo que desgasta su vida en pro del desarrollo de este país. De pie, a tu derecha, está la Reina abogando por un sistema educativo equitativo y de calidad; por un sistema de salud que resguarde la vida de los pobres; leyes que resguarden nuestra Casa Común defendiéndola de la destrucción de sus mantos acuíferos, de sus bosques que oxigenan nuestro país, leyes que protejan sus riquezas minerales; que protejan la fauna que Dios puso en este pequeño pero hermoso país, El Salvador. En fin, de pie, a tu derecha, está la Reina de los cielos pidiendo leyes que protejan la vida humana desde su concepción; leyes que protejan a las familias – padres, madres y sus hijos e hijas, como núcleo central de nuestra sociedad, leyes que impidan el aborto, la pena de muerte, la eutanasia y el suicidio asistido porque cada salvadoreño, cada salvadoreña, es precioso a los ojos de Dios, del Salvador del mundo, y a los maternales ojos de María, la Reina Asunta a los cielos.

Que no olviden en este país, quienes lo gobiernan o quieren gobernar, quienes tienen el poder económico y las leyes en

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sus manos, como nos lo ha dicho hoy la primera lectura, que María es la Mujer que ha dado a luz un Hijo varón, destinado a gobernar todas las naciones (cf. Ap 12, 5) y que un día la humanidad entera escuchará una voz poderosa decir: Ha sonado la hora de la victoria de nuestro Dios, de su dominio y de su reinado, y del poder de su Mesías (Ap 12, 10). Será el día de nuestra liberación total porque habremos llegado al cielo junto al Padre Dios, junto a su Hijo, y junto a María. Que nadie dude porque todo tendrá lugar, como lo recuerda San Pablo. Esforcémonos por cumplir nuestra misión en esta tierra porque un día resucitaremos para la vida si así lo hacemos: En efecto, así como en Adán todos mueren, así en Cristo todos volverán a la vida; pero

cada uno en su orden: primero Cristo, como primicia; después, a la hora de su advenimiento, los que son de Cristo. Enseguida será la consumación, cuando, después de haber aniquilado todos los poderes del mal, Cristo entregue el Reino a su Padre. Porque él tiene que reinar hasta que el Padre ponga bajo sus pies a todos sus enemigos (1Cor 15, 22-25).

¡Qué María Santísima, Asunta a los cielos y Mons. Romero nos ayuden a hacernos cargo de la historia, a cargar con la historia y encargarnos de ella para que hagamos de esta historia de pecado una historia de salvación que salvaébiles y a las víctimas de la historia! ¡Qué así sea! ¡Qué viva María Asunta a los cielos! ¡Qué viva Monseñor Romero!

Peregrinación Vicarial a la Tumba de Monseñor Romero

El sábado 13 de agosto, para conmemorar el 105 aniversario del nacimiento de san Óscar Arnulfo Romero, las parroquias pertenecientes a la Vicaría Divino Salvador del Mundo se dieron cita en la cripta de la Santa Iglesia Catedral Metropolitana. Al ser iglesias territorialmente cercanas, se organizaron para salir de cada templo parroquial en peregrinación. Laicos, sacerdotes, religiosas, religiosos, unidos a Monseñor Gregorio Rosa, visitaron la tumba del obispo mártir, para dar gracias al Señor por su vida y testimonio.

La Vicaría está formada por las parroquias: Divino Salvador (Catedral), El Calvario, San Francisco de Asís, El Sagrario (El Rosario), Nuestra Señora de la Merced, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y Basílica El Sagrado Corazón. Luego de encontrarse en la cripta, se celebró un hermoso festival de la canción, donde la creatividad musical y el cariño hacia San Óscar Romero se unieron. Con entusiasmo y alegría, pusieron en notas y voz el sentir de sus corazones. Los gritos de júbilo, aplausos y vítores enmarcaron toda la celebración. Los participantes recibieron un presente conmemorativo.

palmas martiriales decoradas con flores al estilo salvadoreño y una vela representando a cada parroquia de la vicaría. En la homilía, Monseñor Gregorio resaltó no solo la importancia de la figura de pastor de Monseñor Romero, sino la vigencia de sus palabras para iluminar la realidad.

Peregrinar a la tumba de san Óscar Romero y dar gracias a Dios por su natalicio es unirnos a todo el pueblo salvadoreño. Es el mismo Padre misericordioso quien nos concede la oportunidad de regocijarnos, para seguir adelante en la senda cotidiana, con la valentía y el ejemplo de los mártires, compartiendo la fe y la esperanza.

La actividad finalizó con la Santa Eucaristía, presidida por el Cardenal Rosa Chávez. Fue emotivo el momento en el que se presentaron signos: la estola que portó el obispo mártir en la Iglesia El Rosario y una hermosa pintura que conmemora su visita a dicha iglesia en la década de los setenta en el siglo pasado. También se presentaron

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105 años de amor a tu pueblo

Muchos feligreses participaron en la Santa Eucaristía en Catedral Metropolitana de San Salvador por los 105 años del natalicio de San Óscar Romero y la celebración de la Virgen de la Asunción, la Santa Misa fue presidida por Mons. José Luis Escobar Alas, Arzobispo de San Salvador, junto al Cardenal Gregorio Rosa Chávez, Obispo Auxiliar de San Salvador y presbíteros de la diócesis de San Salvador.

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¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!

En la Parroquia Asunción Paleca, Ciudad Delgado se llevó a cabo en la solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María a los Cielos, presidida por Mons. José Luis Escobar Alas, Arzobispo de San Salvador en esa misma Eucaristía se llevaron a cabo la confirmación de 23 jóvenes que recibieron el Sacramento de la parroquia.

La fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María se celebra en toda la Iglesia el 15 de agosto. Esta fiesta tiene un doble objetivo: La feliz partida de María de esta vida y la asunción de su cuerpo al cielo.

“En esta solemnidad de la Asunción contemplamos a María: ella nos abre a la esperanza, a un futuro lleno de alegría y nos enseña el camino para alcanzarlo: acoger en la fe a su Hijo; no perder nunca la amistad con él, sino dejarnos iluminar y guiar por su Palabra; seguirlo cada día, incluso en los momentos en que sentimos que nuestras cruces resultan pesadas. María, el arca de la alianza que está en el santuario del cielo, nos indica con claridad luminosa que estamos en camino hacia nuestra verdadera Casa, la comunión de alegría y de paz con Dios”. Homilía de Benedicto XVI (2010)

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“San Juan Eudes entre nosotros hoy”

de Jesús y María” conocida hoy como “Padres Eudistas”. Dedicándose a formar los ministros al sacerdocio tan decadentes en su tiempo. Igualmente realizo la fundación de la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad, hoy conocida como Nuestra Señora de la Caridad de del Buen Pastor. Solo para resaltar alguna de las obras por el realizadas, llevado por el profundo amor a Dios y al ser humano. En sus escritos encontramos un hermoso legado espiritual, una inmensa riqueza que recibió de Dios por su fe, amor y fidelidad a la acción transformante del Espíritu Santo.

Juan Eudes, sacerdote misionero y celoso propagador del culto al Sagrado Corazón de Jesús y María, nos ha dejado un inmenso legado espiritual en sus escritos.

El amor por su vocación sacerdotal le llevo a querer que otros sacerdotes vivieran con intensidad su llamado al sacerdocio. Así fue que, en 1643, funda la “Congregación

Amante del bautismo como sello de pertenencia a Jesús sumo y eterno Sacerdote, le llevo a escribir profundos textos de fácil comprensión para que toda persona pueda comprender la belleza de nuestro ser de bautizados. Su amor por Jesús y María le llevo a preparar y celebrar la primera festividad publica del Corazón de María en 1648; igualmente en 1672 la primera fiesta litúrgica del Corazón de Jesús. Su fecundidad espiritual la podemos palpar aun hoy al reflexionar su legado que

se adapta muy bien en el hoy que nos toca vivir. Hombre pequeño de estatura, pero grande en el amor a Dios y a la salvación del género humano, dedico la mayor parte de su vida a la predicación como misionero infatigable, recibiendo de Dios la fortaleza necesaria para compartir la riqueza que recibía constantemente del cielo. Gran predicador y gran confesor supo llegar a toda clase de personas, tocar sus corazones; supo penetrar en la intimidad del corazón de sus oyentes. Se dice que era un león en el pulpito y un cordero en el confesionario. Hoy como pueblo de Dios, oremos al Señor de la mies para que por intercesión de san Juan Eudes envíe trabajadores a su campo que den a conocer su amor y su palabra.

Oh Jesús Pastor eterno de las almas/ Danos muchas y santas vocaciones según tu Corazón.

San Juan Eudes/ Ruega por nosotros

Por: Hna. Reina Escobar Cong. Nuestra Sra. De la Caridad del Buen Pastor Contemplativas

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Este pasado 19 de agosto de 2022, celebramos la pascua, el paso de Juan Eudes a la casa del Padre, realizada en 1680, a la edad de 79 años, fue canonizado el 31 de mayo de 1925.
DIRECTORIO Daniel González Diseño y Corrección Pbro. Simeón Reyes Editor Pbro. Carlos Chavarría Colaborador Pbro. Edwin Henríquez Director

Carta Apostólica Desiderio Desideravi

A los Obispos, a los presbíteros y a los diáconos a las personas Consagradas y a todos los Fieles Laicos Sobre la formación Litúrgica del Pueblo de Dios - Quinta Entrega

con autenticidad, nos forma: son gestos y palabras que ponen orden en nuestro mundo interior, haciéndonos experimentar sentimientos, actitudes, comportamientos. No son el enunciado de un ideal en el que inspirarnos, sino una acción que implica al cuerpo en su totalidad, es decir, ser unidad de alma y cuerpo.

cuidado el gesto simbólico del silencio: en él nos da forma el Espíritu.

51. Al hablar de este tema, podemos pensar que sólo concierne a los ministros ordenados que ejercen el servicio de la presidencia. En realidad, es una actitud a la que están llamados a vivir todos los bautizados. Pienso en todos los gestos y palabras que pertenecen a la asamblea: reunirse, caminar en procesión, sentarse, estar de pie, arrodillarse, cantar, estar en silencio, aclamar, mirar, escuchar. Son muchas las formas en que la asamblea, como un solo hombre (Neh 8,1), participa en la celebración. Realizar todos juntos el mismo gesto, hablar todos a la vez, transmite a los individuos la fuerza de toda la asamblea. Es una uniformidad que no sólo no mortifica, sino que, por el contrario, educa a cada fiel a descubrir la auténtica singularidad de su personalidad, no con actitudes individualistas, sino siendo conscientes de ser un solo cuerpo. No se trata de tener que seguir un protocolo litúrgico: se trata más bien de una “disciplina” – en el sentido utilizado por Guardini – que, si se observa

52. Entre los gestos rituales que pertenecen a toda la asamblea, el silencio ocupa un lugar de absoluta importancia. Varias veces se prescribe expresamente en las rúbricas: toda la celebración eucarística está inmersa en el silencio que precede a su inicio y marca cada momento de su desarrollo ritual. En efecto, está presente en el acto penitencial; después de la invitación a la oración; en la Liturgia de la Palabra (antes de las lecturas, entre las lecturas y después de la homilía); en la plegaria eucarística; después de la comunión. No es un refugio para esconderse en un aislamiento intimista, padeciendo la ritualidad como si fuera una distracción: tal silencio estaría en contradicción con la esencia misma de la celebración. El silencio litúrgico es mucho más: es el símbolo de la presencia y la acción del Espíritu Santo que anima toda la acción celebrativa, por lo que, a menudo, constituye la culminación de una secuencia ritual. Precisamente porque es un símbolo del Espíritu, tiene el poder de expresar su acción multiforme. Así, retomando los momentos que he recordado anteriormente, el silencio mueve al arrepentimiento y al deseo de conversión; suscita la escucha de la Palabra y la oración; dispone a la adoración del Cuerpo y la Sangre de Cristo; sugiere a cada uno, en la intimidad de la comunión, lo que el Espíritu quiere obrar en nuestra vida para conformarnos con el Pan partido. Por eso, estamos llamados a realizar con extremo

53. Cada gesto y cada palabra contienen una acción precisa que es siempre nueva, porque encuentra un momento siempre nuevo en nuestra vida. Permitidme explicarlo con un sencillo ejemplo. Nos arrodillamos para pedir perdón; para doblegar nuestro orgullo; para entregar nuestras lágrimas a Dios; para suplicar su intervención; para agradecerle un don recibido: es siempre el mismo gesto, que expresa esencialmente nuestra pequeñez ante Dios. Sin embargo, realizado en diferentes momentos de nuestra vida, modela nuestra profunda interioridad y posteriormente se manifiesta externamente en nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos. Arrodillarse debe hacerse también con arte, es decir, con plena conciencia de su significado simbólico y de la necesidad que tenemos de expresar, mediante este gesto, nuestro modo de estar en presencia del Señor. Si todo esto es cierto para este simple gesto, ¿cuánto más para la celebración de la Palabra? ¿Qué arte estamos llamados a aprender al proclamar la Palabra, al escucharla, al hacerla inspiración de nuestra oración, al hacer que se haga vida? Todo ello merece el máximo cuidado, no formal, exterior, sino vital, interior, porque cada gesto y cada palabra de la celebración expresada con “arte” forma la personalidad cristiana del individuo y de la comunidad.

54. Si bien es cierto que el ars celebrandi concierne a toda la asamblea que celebra, no es menos cierto que los ministros ordenados deben cuidarlo especialmente. Visitando comunidades cristianas he comprobado, a menudo, que su forma de

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10 21 de agosto de 2022

vivir la celebración está condicionada –para bien, y desgraciadamente también para mal – por la forma en que su párroco preside la asamblea. Podríamos decir que existen diferentes “modelos” de presidencia. He aquí una posible lista de actitudes que, aunque opuestas, caracterizan a la presidencia de forma ciertamente inadecuada: rigidez austera o creatividad exagerada; misticismo espiritualizador o funcionalismo práctico; prisa precipitada o lentitud acentuada; descuido desaliñado o refinamiento excesivo; afabilidad sobreabundante o impasibilidad hierática. A pesar de la amplitud de este abanico, creo que la inadecuación de estos modelos tiene una raíz común: un exagerado personalismo en el estilo celebrativo que, en ocasiones, expresa una mal disimulada manía de protagonismo. Esto suele ser más evidente cuando nuestras celebraciones se difunden en red, cosa que no siempre es oportuno y sobre la que deberíamos reflexionar. Eso sí, no son estas las actitudes más extendidas, pero las asambleas son objeto de ese “maltrato” frecuentemente.

55. Se podría decir mucho sobre la importancia y el cuidado de la presidencia. En varias ocasiones me he detenido en la exigente tarea de la homilía. Me limitaré ahora a algunas consideraciones más amplias, queriendo, de nuevo, reflexionar con vosotros sobre cómo somos formados por la Liturgia. Pienso en la normalidad de las Misas dominicales en nuestras comunidades: me refiero, pues, a los presbíteros, pero implícitamente a todos los ministros ordenados.

56. El presbítero vive su participación propia durante la celebración en virtud del don recibido en el sacramento del Orden: esta tipología se expresa precisamente en la presidencia. Como todos los oficios que está llamado a desempeñar, éste no es, primariamente, una tarea asignada por la comunidad, sino la consecuencia de la efusión del Espíritu Santo recibida en la ordenación, que le capacita para esta tarea. El presbítero también es formado al presidir la asamblea que celebra.

57. Para que este servicio se haga bien –con arte – es de fundamental importancia que el presbítero tenga, ante todo, la viva conciencia de ser, por misericordia, una presencia particular del Resucitado. El ministro ordenado es en sí mismo uno de los modos de presencia del Señor que hacen que la asamblea cristiana sea única, diferente de cualquier otra (cfr. Sacrosanctum Concilium, n. 7). Este hecho da profundidad “sacramental” –en sentido amplio– a todos los gestos y palabras de

quien preside. La asamblea tiene derecho a poder sentir en esos gestos y palabras el deseo que tiene el Señor, hoy como en la última cena, de seguir comiendo la Pascua con nosotros. Por tanto, el Resucitado es el protagonista, y no nuestra inmadurez, que busca asumir un papel, una actitud y un modo de presentarse, que no le corresponde. El propio presbítero se ve sobrecogido por este deseo de comunión que el Señor tiene con cada uno: es como si estuviera colocado entre el corazón ardiente de amor de Jesús y el corazón de cada creyente, objeto de su amor. Presidir la Eucaristía es sumergirse en el horno del amor de Dios. Cuando se comprende o, incluso, se intuye esta realidad, ciertamente ya no necesitamos un directorio que nos dicte el adecuado comportamiento. Si lo necesitamos, es por la dureza de nuestro corazón. La norma más excelsa y, por tanto, más exigente, es la realidad de la propia celebración eucarística, que selecciona las palabras, los gestos, los sentimientos, haciéndonos comprender si son o no adecuados a la tarea que han de desempeñar. Evidentemente, esto tampoco se puede improvisar: es un arte, requiere la aplicación del sacerdote, es decir, la frecuencia asidua del fuego del amor que el Señor vino a traer a la tierra (cfr. Lc 12,49).

58. Cuando la primera comunidad parte el pan en obediencia al mandato del Señor, lo hace bajo la mirada de María, que acompaña los primeros pasos de la Iglesia: “perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús” (Hch 1,14). La Virgen Madre “supervisa” los gestos de su Hijo encomendados a los Apóstoles. Como ha conservado en su seno al Verbo hecho carne, después de acoger las palabras del ángel Gabriel, la Virgen conserva también ahora en el seno de la Iglesia aquellos gestos que conforman el cuerpo de su Hijo. El presbítero, que en virtud del don recibido por el sacramento del Orden repite esos gestos, es custodiado en las entrañas de la Virgen. ¿Necesitamos una norma que nos diga cómo comportarnos?

59. Convertidos en instrumentos para que arda en la tierra el fuego de su amor, custodiados en las entrañas de María, Virgen hecha Iglesia (como cantaba san Francisco), los presbíteros se dejan modelar por el Espíritu que quiere llevar a término la obra que comenzó en su ordenación. La acción del Espíritu les ofrece la posibilidad de ejercer la presidencia de la asamblea eucarística con el temor de Pedro, consciente de su condición de pecador (cfr. Lc 5,1-11), con la humildad fuerte del siervo sufriente (cfr. Is 42 ss),

con el deseo de “ser comido” por el pueblo que se les confía en el ejercicio diario de su ministerio.

60. La propia celebración educa a esta cualidad de la presidencia; repetimos, no es una adhesión mental, aunque toda nuestra mente, así como nuestra sensibilidad, estén implicadas en ella. El presbítero está, por tanto, formado para presidir mediante las palabras y los gestos que la Liturgia pone en sus labios y en sus manos.

No se sienta en un trono, porque el Señor reina con la humildad de quien sirve.

No roba la centralidad del altar, signo de Cristo, de cuyo lado, traspasado en la cruz, brotó sangre y agua, inicio de los sacramentos de la Iglesia y centro de nuestra alabanza y acción de gracias

Al acercarse al altar para la ofrenda, se enseña al presbítero la humildad y el arrepentimiento con las palabras: «Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que este sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro».

No puede presumir de sí mismo por el ministerio que se le ha confiado, porque la Liturgia le invita a pedir ser purificado, con el signo del agua: «Lava del todo mi delito, Señor, y limpia mi pecado».

Las palabras que la Liturgia pone en sus labios tienen distintos significados, que requieren tonalidades específicas: por la importancia de estas palabras, se pide al presbítero un verdadero ars dicendi. Éstas dan forma a sus sentimientos interiores, ya sea en la súplica al Padre en nombre de la asamblea, como en la exhortación dirigida a la asamblea, así como en las aclamaciones junto con toda la asamblea.

Con la plegaria eucarística –en la que participan también todos los bautizados escuchando con reverencia y silencio e interviniendo con aclamaciones – el que preside tiene la fuerza, en nombre de todo el pueblo santo, de recordar al Padre la ofrenda de su Hijo en la última cena, para que ese inmenso don se haga de nuevo presente en el altar. Participa en esa ofrenda con la ofrenda de sí mismo. El presbítero no puede hablar al Padre de la última cena sin participar en ella. No puede decir: «Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros», y no vivir el mismo deseo de ofrecer su propio cuerpo, su propia vida por el pueblo a él confiado. Esto es lo que ocurre en el ejercicio de su ministerio.

El presbítero es formado continuamente en la acción celebrativa por todo esto y mucho más.

1121 de agosto de 2022

Santo Evangelio según San Lucas 13, 22 - 30 del Domingo XXI del Tiempo Ordinario

En Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén.

Uno le preguntó: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?».

Él les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo:

Señor, ábrenos;

pero él os dirá:

“No sé quiénes sois”.

Entonces comenzaréis a decir:

“Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”.

Pero él os dirá:

“No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.

Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».

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12 21 de agosto de 2022

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