Nº 40 Octubre de 2010
La réplica:
herramienta óptima para la defensa de la universidad pública La defensa de la universidad pública es nuestra razón de ser. A menudo se afirma que la universidad pública tiene enemigos tanto afuera como adentro. De ambos hay que defenderse. La estrategia retórica que la Junta Directiva de Asoprudea ha adoptado frente a la malquerencia del los externos es la “réplica”, diferente del “texto-contratexto”: recurso argumentativo frente a las debilides de los internos. La réplica la entendemos como aquellos textos argumentativos en los cuales se parte de la existencia de una tesis presentada por alguien, que se considera falsa o malintencionada. Al mostrar y demostrar la equivocación, la Junta busca ratificar una serie de premisas sobre las que se basa el proyecto ideacional connatural a la Asociación, cual es defender a toda costa el carácter público de nuestra Almamáter. Este número de La Palabra compila tres réplicas a sendos argumentos de una revista de masas, un exrector, y un articulista de periódico de circulación nacional, respectivamente. En el primer caso, la Junta invocó el Derecho de Réplica (“Facultad que tiene una persona [o institución] que ha sido criticada [o malinterpretada] en un periódico [o revista] para responder en el mismo a las imputaciones [o tergiversaciones] que se le hacen”), el cual fue acatado por la Revista.
El hampa dicta cátedra Por Semana*
La Universidad de Antioquia, uno de los más prestigiosos centros de investigación, está en alerta roja. Estudiantes muertos por sobredosis, encapuchados que asaltan a mano armada a la luz del día, profesores y alumnos con miedo. ¿Quién responde? Cuando lo recogieron del baño donde cayó de bruces, Camilo aún sangraba por el pinchazo de la aguja. Acababa de inyectarse heroína por última vez. Ocurrió el pasado 27 de enero, a las 11:30 de la mañana. Su muerte fue noticia: un universitario de 22 años murió por sobredosis en uno de los baños de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia, uno de los centros académicos más importantes del país. A Luz Marina, su mamá, le avisaron cuatro horas después, cuando ya habían hecho el levantamiento y su cuerpo estaba en la morgue, lejos del campus donde nadie parecía dispuesto a ver llorar a una madre mientras gritaba preguntas incómodas. ¿Cómo ocurre una muerte así en el lugar donde, se supone, está la gente más inteligente, la más preparada, la más capaz? La Universidad de Antioquia es un campo de 26 hectáreas en el centrooccidente de Medellín, con dos siglos de historia académica y un reconocido liderazgo en investigación científica. Pero estos no son buenos días. En el mismo campus donde transitan cerebros que valen lo que pesan y muchachos de estratos populares que tienen allí su única oportunidad de salir adelante en la vida, también van y vienen, camuflados entre la muchedumbre, vulgares jíbaros con toda suerte
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de venenos patentados: marihuana, bazuco, éxtasis, anfetaminas, cocaína, heroína. La muerte de Camilo es historia repetida. El 25 de enero de 2006, un estudiante y su novia fueron hallados con una sobredosis mortal. El lugar no parecía más irónico: el auditorio de la Facultad de Ingenierías donde tantas veces se oyen aplausos por lúcidas tesis académicas. Él murió. Ella vivió para contarlo. Se mueve tal cantidad de sustancias que, desde hace un par de años, se fue configurando una especie de cartel que lo controla todo: las autorizaciones a nuevos expendedores, los precios de los narcóticos y el licor, y hasta a los alumnos problemáticos, a los que los jíbaros escoltan para evitar que se sigan drogando en los baños, las aulas y en los corredores más transitados. En el último año, otros cuatro estudiantes fueron encontrados con sobredosis y alcanzaron a ser llevados a la clínica León XIII, a una cuadra del campus. Las directivas de la universidad admiten que el fenómeno de comercio y consumo de narcóticos ocurre frente a sus narices. Martiniano Jaime Contreras, vicerrector, recuerda que ellos no tienen ni los recursos ni el mandato constitucional para conjurar el problema. La universidad cuenta con 90 vigilantes para intentar controlar 25.000 personas que circulan por allí al día. Y hay otro lío. En ninguna de las cuatro porterías pueden obligar a los alumnos a mostrar lo que llevan en
* Publicado en la edición 1461, mayo 3 a 10 de 2010, p. 52-54
su bolso. Apenas pueden requisar a quienes lo permitan, que por supuesto son los que nada ocultan. No es lo único. Por el precio de una gaseosa, también se consiguen carnés falsos de manera que los jíbaros que cruzan las porterías posan de estudiantes. Al profesor G.M. le preocupa el creciente fenómeno de delincuencia en la universidad. Hace tres semanas, un grupo de encapuchados asaltó una facultad, y lo mismo ha ocurrido con las cafeterías después de las horas de mayor recaudo de dinero. Diego, uno de los 44.000 estudiantes matriculados, dice que ya no lleva su computador por miedo a ser atracado. La gente perdió la cuenta de los aparatos robados. “Si no te lo quitan aquí adentro te esperan a la salida para amenazarte con cuchillos o pistolas”, dice atrás de sus gafas. El rector, Alberto Uribe Correa, al ver que la situación se ha agravado, mandó un mensaje de alarma el 21 de abril. En él contaba que ese mismo día a las 11 de la mañana, tres encapuchados con armas de fuego se robaron el dinero de las burbujas de café que son atendidas por estudiantes que no tienen cómo pagar sus estudios. Y a eso sumó otros hechos ocurridos en el último mes, como el robo y el daño a una obra en el Museo Universitario, el desalojo violento en la Facultad de Ciencias Económicas y el robo de un computador y la intimidación a miembros del Instituto de Estudios Políticos. “La única arma de defensa que hemos encontrado los universitarios es la palabra, pero pareciera que esta ya fuera incapaz de disuadir al violento escribió el rector. El campus no puede seguir constituyendo un lugar seguro para el atraco (...) No se puede seguir enarbolando la
capucha como ideal de acción política, mientras igualmente se la utiliza para despojar de sus pertenencias a los que habitamos el campus”. Según cifras de la Vicerrectoría, 40 estudiantes están vinculados a investigaciones por hurtos dentro de la universidad, robos de computadores, dinero, equipos de laboratorio, maquinaria, la lista incluye cualquier cosa que pueda desprenderse y venderse. Pero no todos son alumnos. En agosto del año pasado, 10 empleados encargados de la limpieza fueron destituidos por robo continuo en una sala de informática. Hasta los vigilantes de Miro Seguridad, la empresa contratada a un costo millonario para evitar los hurtos, han terminado implicados. A la profesora Y.M. le robaron el computador de su oficina, el bolso, la grapadora, el vaso de los clips, unas tijeras. Lo único que se salvó fue el diploma pegado en la pared. En la universidad, como en otras, se consiguen copias piratas del último libro de Vargas Llosa y la película ganadora del Oscar que aún no llega a la ciudad. Allí, en el templo de la creación, “el que se atreva a señalarlo se mete en líos con grupos muy violentos”, advierte Y.M. en voz baja. El 25 de junio de 2006 fue asesinado el profesor Gustavo Loaiza, al parecer después de repetidas recriminaciones contra los vendedores de droga y de confrontar a varios alumnos consumidores. “Uno viene a la universidad a vivir, no a matarse”, decía el profesor. Los jíbaros piensan otra cosa. Cualquiera puede verlos a gusto en la zona norte del campus, que es como su propia comuna. La violencia llegó a su clímax hace un año, cuando en los pasillos de la universidad mataron
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a un ex alumno de Derecho, de 29 años. En ese momento se pensó que podía tener que ver con líos entre bandas de droga que operan en el campus. Hace dos meses, a eso de las 5 de la tarde, la Policía aterrizó en ‘el aeropuerto’ y capturó a 40 personas, pero solo por 10 horas porque, a pesar de la droga incautada, un juez de garantías sentenció que ninguna detención se hizo con orden judicial y los dejó en libertad. Luz Marina, la mamá de Camilo, se niega a creer que la inteligencia sea derrotada. Ella recuerda que en su desespero se iba a la de Antioquia a tratar de zafar a su hijo de los
tentáculos de los traficantes. “Yo me metía entre los demás drogadictos buscando respuestas, pero era inútil. Fue inútil. Allá todos sabían quién era Camilo, y sin embargo, cuando era su mamá la que preguntaba, nadie lo conocía”, dice la mujer, de 43 años y una tristeza que no se le quita. No fue la única en la casa que intentó evitar la tragedia. La abuela del muchacho también se iba a ‘el aeropuerto’. Cuando a veces lo veía se sentaba a hablar con él para impedir que se drogara. Un hermano de Camilo, Sebastián, alumno también de la de Antioquia, dice: “Yo estudio en la tumba de mi hermano”.
RÉPLICA 1 Ciudad Universitaria, a 5 de mayo de 2010 La Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia presenta su más sentida protesta a tan importante publicación por su reciente artículo titulado “El hampa dicta cátedra”, cuyo título desdibuja y ofende el ejercicio docente, haciendo la parodia docente-hampa. La función por excelencia de la Universidad es la formación académica y ciudadana de su comunidad en general, mediante el aula, los textos y la palabra; el hacer docente es un ejercicio básico para el funcionamiento del Alma Máter. El abordaje del artículo nos parece inadecuado pues pierde el balance argumentativo de los hechos en un esfuerzo loable por llamar la atención de la ciudadanía sobre el problema de seguridad en la Universidad de Antioquia, que por demás no es exclusivo de este plantel educativo. Entendiendo el ánimo de denuncia sobre la situación de la Universidad, y la necesidad de hacer de este un problema de
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todas las personas, como institución pública que somos del país y de las regiones que la conforman, nos parece inaceptable que se vincule el trabajo académico que desarrollamos en ella con las organizaciones criminales. Esperamos su rectificación por escrito al menos en la sección de cartas al lector, y les solicitamos difundir nuestra preocupación como comunidad académica –constituida por estudiantes, docentes y trabajadores, y sus familias– por el peligro y el riesgo permanente a nuestra misión en la que nos sume la actual situación de inseguridad de la ciudad y del país, que no exclusiva de los predios universitarios. Como Asociación hemos manifestado al equipo rectoral nuestra mejor disposición para enfrentar de manera conjunta esta problemática, porque consideramos que es la Institución y los estamentos que la conforman los más preocupados e interesados en enfrentar esta situación de forma razonada y pacífica, y créannos que artículos como el mencionado no
nos ayuda en nada a este propósito. No hay que olvidar que la universidad pública es también reflejo del país y parte activa de la ciudad, todo lo que acontece en ella es parte de su entorno también. Estamos, y siempre lo hemos estado, dispuestos a buscar salidas concertadas mediadas por el diálogo y la solución colegiada de las medidas que atiendan cada uno de sus problemas. Esperamos su pronta respuesta, agradecemos su interés por la situación de la universidad pública, pero confiamos en que su prestigiosa
publicación encontrará otras formas de mostrarnos su solidaridad y de hacernos sentir su respaldo para una comunidad académica de alrededor de cuarenta mil personas. Junta Directiva Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia (Esta réplica fue reproducida por Semana en la edición No. 1462 de mayo 10 a 17 de 2010, p. 4).
Veeduría internacional contra la delincuencia en Medellín Por Luis Pérez Gutiérrez*
Medellín está en manos de la delincuencia. La violencia avanza con crueldad por todo el territorio. El miedo es un olor que la ciudadanía siente, percibe y atemoriza. El delito se pasea a ojos vistos y siente la gente que no hay eficiencia ni de la justicia o ni de los organismos de seguridad del Estado. Es insoportable que haya tantos escenarios urbanos en poder de los ilegales. La Comuna Trece, otrora en paz, ahora está de nuevo en manos de la delincuencia, y nada que retorna por allá el orden ni la tranquilidad. En la Comuna Nororiental las bandas decretan toque de queda en las narices de las autoridades, y nada pasa. Los empresarios del transporte denuncian en los medios que los combos cobran a cada bus una
vacuna de $30.000 diarios, a ojos vistos, y no hay autoridad que descubra a los vacunadores. Si 5.000 buses pagan, son $150 millones por cada día de vacuna, todo para aceitar la delincuencia. La vacuna también se aplica a empresas constructoras de obra pública, a comerciantes, ciudadanos, como si para habitar la ciudad fuese indispensable dejarse vacunar. Todos los estudios, aun los de la Alcaldía, indican que en la ciudad hay cerca de 700 casas de venta de droga, ollas, y operan como si tuvieran licencia oficial. Cada Olla produce en promedio $650.000 diarios; en total, $120.000 millones al año para aceitar la ilegalidad. Y mil delitos más a ojos vistos. Pero ahora lo que faltaba: la Universidad de Antioquia y otros centros educativos se han convertido en los lugares más seguros de venta para llevar y
* Publicado en http://www.sinergiainformativa.com, el 23 de agosto de 2010.
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consumir narcóticos. En el Alma Máter, por ejemplo, se han encontrado ya varios cadáveres por sobredosis. Lo sabe el rector, lo saben las autoridades, lo saben los estudiantes, lo sabe la ciudadanía, y nada pasa. De seguir esta degradación, la Universidad más parece una Olla con cursos de extensión que una Alma Máter. Con tanto dinero ilegal de por medio, la tarea de las autoridades no es rutina. La simplista respuesta que todo es culpa de un tal Valenciano y de un tal Sebastián no convencen. El delito como empresa es un mal más complejo y menos simple. Hay que descubrir con seriedad y severidad a todos los actores de la violencia. Dos señores presuntamente acorralados no pueden convertirse en seres mitológicos que derrotan a la segunda alcaldía más grande de Colombia, a toda la policía, a toda la Cuarta Brigada, a todo el DAS, a toda la Fiscalía, y a todos los organismos de seguridad del Estado. En los últimos 25 años en Medellín han sido asesinadas cerca de 100.000 personas. Esta cifra produce terror en cualquier lugar del planeta. Es como destruir toda una gran ciudad a punto de bala. Es la más grande tragedia en la historia de Colombia. Es una estampa trágica que supera en crueldad a cualquier novela de terror. 100.000 compatriotas asesinados en nuestra área urbana, es una cifra que nos tiene que llenar de dolor pero sobre todo de valor para actuar unidos contra la delincuencia.
Por eso, no hay más tiempo para contemporizar con los violentos. Dos propuestas. Una. Mano dura inmediata que le devuelva el orden a los barrios populares, aplicar sin titubeos la autoridad como virtud de la democracia. Que haya una toma inmediata de las comunas en crisis por parte de la Policía, Das, Ejército, Fiscalía, Personería, unidos. La toma debe ser las 24 horas del día y durante un año continuo mínimo para erradicar el semillero de violencia. Mejorar la operación Orión que devolvió la paz a la Comuna 13 en 2002 y que obligó a los delincuentes a huir o a claudicar porque no pueden existir territorios vedados ni para la gente ni para las autoridades. Y dos. Solicitar una misión internacional contra la delincuencia para Medellín que sirva de veeduría sobre la eficiencia de la Justicia y de los organismos de seguridad del estado. Este tipo de veedurías son una práctica internacional en muchos países donde la seguridad o la justicia se ven amenazadas. Algo oscuro pasa, pues los delitos se cometen a ojos vistos sin lograr controlarlos, a pesar de la buena intención que muestran las autoridades. Qué bueno que una Veeduría Internacional se instale en la ciudad, profundice sobre el pasado y presente de esta área urbana, reciba información del gobierno y de la ciudadanía, estudie, verifique resultados, haga propuestas y ayude a erradicar esta violencia urbana cruel que opera a ojos vistos.
RÉPLICA 2 Ciudad Universitaria, a 30 de agosto del 2010 Con sorpresa la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia recibe el texto del ingeniero industrial egresado de la
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Facultad de Minas de la Universidad Nacional, ex Rector del Alma Máter y ex Alcalde de Medellín Luis Pérez Gutiérrez; no por la preocupación de Pérez Gutiérrez por la situación de violencia desbordada de la ciudad de
Medellín, preocupación que es común para toda la ciudadanía y la Universidad en especial, sino por las graves aseveraciones del ex mandatario alrededor de la Institución, como sigue:
La Universidad de Antioquia y otros centros educativos se han convertido en los lugares más seguros de venta para llevar y consumir narcóticos. En el Alma Máter, por ejemplo, se han encontrado ya varios cadáveres por sobredosis. Lo sabe el rector, lo saben las autoridades, lo saben los estudiantes, lo sabe la ciudadanía, y nada pasa. De seguir esta degradación, la Universidad más parece una Olla con cursos de extensión que una [sic] Alma Máter (subrayado nuestro). Las afirmaciones son indignantes e inaceptables en boca de un egresado de universidad pública y más de un ex Rector que bien conoce el día a día del campus universitario bajo cuya administración muy seguramente ya campeaba el problema de consumo de sustancias en los corredores universitarios y se daban cita diferentes actores legales e ilegales del conflicto armado que el país y la ciudad han padecido en las últimas décadas. Cuando el señor Pérez Gutiérrez se refiere a la Universidad como una olla con cursos de extensión no sólo falta a la verdad sino que ataca directamente la dignidad de la comunidad universitaria, la calidad de los programas, actividades de docencia, investigación y extensión y la magna proyección social y comunitaria que la ubica en los primeros lugares del país en educación superior, llegando además de acuerdo con la matrícula actual a un 1
setenta por ciento de familias de estrato uno, dos y tres que educan en nuestra Institución a alguno de sus integrantes. Indigna porque no nos invita a pensar el problema conjuntamente, ni convida a la ciudadanía a entender la necesidad de construir de manera concertada vías de fortalecimiento de la convivencia, el debate, el diálogo en el Alma Máter y el compromiso por una solución de largo aliento, constructiva, analítica y formativa, propia de una casa de estudios como la nuestra, haciendo caso además a sus más altas competencias, oficios y posibilidades. La salida autoritaria planteada por Pérez Gutiérrez no es nueva. Esta fue ya referida en ocasiones anteriores cuando sugería la presencia permanente de vigilancia sin armas en instituciones educativas y culturales en la ciudad, iniciativa que fue suspendida por la Procuraduría General de la Nación, instancia que en 2004 formuló pliego de cargos al ex alcalde de Medellín, Luis Pérez Gutiérrez, precisamente por posibles irregularidades en el proceso de licitación adelantado para la contratación de este servicio1. ¡Qué paradoja!, que reclame mano dura e inclemencia en el mantenimiento del control del territorio mediante la fuerza y la militarización de la ciudad y de la Universidad justamente ahora, cuando vale la pena preguntarse ¿cuál es la intención del señor Pérez Gutiérrez al hacer tal propuesta?, cuando él mejor que nadie conoce perfectamente los efectos de este tipo de acciones en ambos espacios, y muy particularmente los impactos desafortunados de acciones como estas que son desfavorables al espíritu mismo del Alma Máter y de la labor
La Procuraduría General de la Nación sancionó en 2005 con multa al ex alcalde de Medellín Luis Pérez Gutiérrez por irregularidades en la celebración de contratos de prestación de servicios. El ex mandatario fue sancionado con una multa equivalente a 14 millones de pesos, que debió cancelar en la Tesorería de la Alcaldía de Medellín y fue encontrado responsable de irregularidades en cinco contratos de prestación de servicios personales, para el Programa de Apoyo a la Seguridad y a la Convivencia Ciudadana (www. procuraduria.gov.co/html/.../noticias_383.htm consultada 27 de agosto).
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universitaria que en ella se realiza. Por otra parte, las lamentables muertes acaecidas en los predios de la Universidad por abuso de sustancias llaman la atención a un problema que de igual manera viene sucediendo en otros planteles educativos y que requieren de un manejo integral y sobre todo preventivo; pero advertimos que no se pueden equiparar estas acciones individuales y localizadas al tomar distancia de aseveraciones como las del señor Pérez Gutiérrez que confunden, desinforman con imprecisiones y ofenden la labor académica y científica que realizamos los diferentes estamentos, justo en tiempos en los que conviene pensar en manos de quién seguirá el rumbo del Alma Máter. A un año de la designación de la nueva rectoría, no es casual que se ambiente este tipo de llamados por personas que otrora fueron parte de la Universidad y que ahora justamente parecen olvidarse de ella, de su riqueza y de su complejidad. El señor Pérez Gutiérrez no hace honor a su trayectoria2 al negar que la Universidad como parte de la sociedad y reflejo de ésta debe convocar de manera dialogada y concertada a la reflexión y al debate permanente con la sociedad en su conjunto y con los estamentos sobre los problemas internos y externos de nuestra casa de estudios, como le es propio, inherente a su esencia y a su misión esencialmente formadora. Aun así, la Universidad sigue adelante en su desarrollo y con logros visibles, aunque en deuda de encontrar salidas a este grave problema que se debe liderar de forma más decidida y protagónica desde la actual administración en consenso con sus estamentos. Como lo hemos reiterado vehementemente en la actual Junta y se lo hemos planteado al Equipo Rectoral encabezado por 2
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el Doctor Uribe Correa, es solo mediante un esfuerzo vinculante, inclusivo y democrático que podremos superar conjuntamente las crisis y las problemáticas que nos aquejan. Además de nuestra voz indignada, esperamos que el Doctor Uribe Correa haga también su pronunciamiento como Rector que es de la Universidad ante este tipo de afirmaciones tan temerarias de parte del ex rector Pérez Gutiérrez. Olvida el señor Pérez Gutiérrez que la misión universitaria rechaza toda expresión de violencia venga de donde viniere, incluso la oficial, pues la autonomía universitaria y la libertad de cátedra deben ser los bastiones desde los cuales las y los futuros profesionales que estamos formando para la ciudad, la región y el país se desarrollen y se formen de manera integral; para ello se requiere que la diversidad del pensamiento y de las ideas, incluso las contrarias, tengan lugar en el Alma Máter. Que el pensar diferente no sea motivo de represión ni persecución alguna, que el pensamiento crítico pueda desarrollarse en su interior desde maneras de expresión variopintas y que su ejercicio no se criminalice como le fue propio en pasados períodos de la historia a las dictaduras y las barbaries latinoamericanas que conocemos y que no queremos reproducir en nuestra Universidad, garante de los derechos constitucionales, y conminada a propagarlos y a difundirlos para la formación y la recreación de los más altos valores ciudadanos. Nada ingenuo que las declaraciones de Pérez Gutiérrez se remocen a unos cuantos días de las declaraciones del actual Gobernador del Departamento y Presidente del Consejo Superior Universitario Luis Alfredo Ramos en
Su administración, tanto como alcalde de Medellín como rector de la U, no estuvo a la altura de estos problemas con un liderazgo de políticas claras, democráticas y civilistas para enfrentar esta grave situación sociopolítica, más que curioso que ahora las demande vehementemente y reclame la veeduría internacional.
medios de comunicación y en actos públicos, a propósito de la autorización de la entrada de la fuerza pública a la Universidad. Condenar cualquier forma de expresión, equiparar movimientos multiestamentarios en pro de mejoras estructurales internas de la Institución como la democracia y la participación con la delincuencia organizada, con actos vandálicos y prácticas de amedrentamiento y control de espacio y territorio por actores armados legales e ilegales en el campus universitario amenaza los avances incuestionables en los procesos de concertación y de acercamiento, que la multiestamentaria ha alcanzado en los últimos meses y muy a propósito del reciente movimiento universitario que mantuvo la asamblea permanente por más de setenta días, proceso que contribuyó a su fortalecimiento.
la fuerza pública en la Universidad son salidas dignas del claustro universitario; la universidad pública no puede enviar ni aceptar ese mensaje a la ciudad y al país. Los padres y madres de familia de nuestro estudiantado deben confiar que en el Alma Máter formamos ciudadanos con criterio y sentido de ciudad.
Interpretar que la cohesión multiestamentaria cohonesta con el desorden, con la propagación del miedo y la amenaza, con la intimidación y la violencia en la Universidad, equivale a desinformar a la ciudadanía, criminalizar procesos de articulación multiestamentaria, negar las raíces del problema y confundir a la comunidad universitaria cuya formación política –hay que decirlo– todavía es una materia pendiente de los estamentos. De ninguna manera la criminalización de las posturas diferentes o las opiniones contrarias, ni la militarización, ni la presencia de
En tal sentido, la comunidad universitaria y la ciudadanía en su conjunto necesitamos encontrar caminos para resolver los conflictos y explicaciones y alternativas de los problemas sociales y de violencia que afrontamos. Pero en ello la reflexión, la concertación de acciones y el debido proceso constituyen las claves con sentido humano y social que requerimos.
Desde la Asociación, desde la multiestamentaria y desde el permanente diálogo con las actuales directivas de la Universidad, comprometidas públicamente a no perseguir ni reprimir la acción de los líderes de los estamentos universitarios, podremos encontrar salidas colectivas, democráticas, humanistas y civilizatorias a la problemática de la Universidad, que no es diferente a la problemática de la ciudad y del país, pues es parte y reflejo directo de ella.
Junta Directiva Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia
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Anormalidad ambiente Por Pascual Gaviria*
Las palomas que revolotean por los bloques de la Universidad de Antioquia se han ido acostumbrando al estruendo de las papasbomba. Atienden el ruido con una vuelta al edificio de su predilección, sin mayores sobresaltos, como si escucharan el silbato de su adiestrador. Los estallidos son desde hace tiempo una especie de amenaza institucionalizada. Lo triste es que no sólo las palomas obedecen a los alardes de los agitadores. Nuestras universidades públicas son un ejemplo sobrecogedor de cómo las manías revolucionarias pueden convertirse en simple reiteración. Una estridencia permanente que ha terminado por dejar sordos y mudos a la mayoría. Hace unos días una curiosidad personal me llevó a revisar algunas primeras páginas de periódicos de hace 38 años. Era lógico que apareciera una noticia rutinaria: luego de un año de paros estudiantiles se había logrado un acuerdo para que decanos, profesores y estudiantes ocuparan las sillas de los empresarios y el clero en los Consejos Superiores Universitarios. El triunfo era apenas un paso. La insubordinación educativa estaba llamada a generar cambios culturales y ser la vanguardia de la revolución. Así que los estudiantes y los profesores volvieron al campus, pero no a las clases: foros, asambleas permanentes, paros indefinidos y mítines políticos eran el pénsum obligatorio. Hace setenta días la Universidad de Antioquia está sin clases por una decisión de la asamblea de estudiantes y profesores. Su principal reclamo es
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el mismo que estaba en los pliegos de hace 40 años: “Establecimiento de un sistema democrático para la elección de autoridades universitarias en los establecimientos públicos y privados”. Las elecciones son el pretexto perfecto para la grandilocuencia de los rebeldes profesionales. Sea que se escoja al presidente de la República o al decano de odontología. Algunos estudiantes llegaron hasta la huelga de hambre. Dejar de comer por el nombramiento del decano de odontología sólo demuestra el comienzo de una peligrosa caries cerebral. Desde hace unos años la democracia imaginativa impuso las consultas a los profesores antes de la elección de los decanos. Un contentillo infantil. Creer que la democracia es el método de elección más idóneo para todos los escenarios es ya un trastorno populista. Pero el desvarío radical en el interior de la Universidad es aún más grave. Sus estribillos están acostumbrados a tachar la voz de las mayorías como simple manipulación burguesa. Mientras tanto las elecciones dentro del cerco universitario les parecen parte de una religión incontrovertible. La lógica extorsiva y los métodos criminales han terminado por influir en muchos comportamientos de la comunidad universitaria. Un ejemplo sencillo: la Asamblea General de Estudiantes rechaza el uso de “la capucha como medio para viles atracos”, y lo apoya en cambio como “mecanismo de defensa de los estudiantes frente al embate de entes paraestatales”. Mientras los profesores se encierran en sus oficinas para evitar atracos y los encapuchados
hacen cumplir a punta de miedo sus órdenes de anormalidad académica, mientras la universidad se consolida como el más seguro embarcadero de droga de la ciudad y las formaciones militares en el interior forman parte del folclor, mientras los directivos miran a lado y lado sin atreverse
siquiera a trancar las puertas a los jíbaros y a los venteros, la arbitrariedad ambiente termina a cargo de las pequeñas mafias y los paranoicos de la sospecha. www.rabodeaji.blogspot.com
RÉPLICA 3 Ciudad Universitaria, a 18 de agosto del 2010 El periodista Pascual Gaviria publicó en El Espectador del pasado 11 de agosto una columna con el título “Anormalidad ambiente”, haciendo una alusión entre despectiva e irónica al pasado movimiento profesoral y estudiantil que llevó a la renuncia del ex decano de Odontología. Rabo de Ají, es el nombre general de la columna del citado periodista. Como se sabe, el Rabo de Ají es una variedad de ofidio ponzoñoso que habita tierras calientes y cuya mordedura puede ser mortal. La columna parece querer hacer honor a la citada variedad de serpientes. Destila veneno, resentimiento, hiel en cada una de sus líneas. Que el movimiento profesoral, hoy, como hace 40 años luche por la democracia en la universidad solo significa que ésta, la democracia, quedó como una tarea pendiente de esos movimientos de los 70. Así como también es dable pensar que quedaron pendientes muchas tareas para la reforma global de la sociedad que propusieron movimientos de izquierda en aquellos “años dorados”. El reparto de tierras, reformas políticas de fondo y la redistribución del ingreso son aún temas de discusión, incluso en el contexto del nuevo gobierno de “la prosperidad democrática”. Por ello, sindicar de anacronismo a los profesores que hoy en la U de A luchamos por espacios democráticos
refleja un afán revanchista muy propio de una derecha recalcitrante que tal vez en su momento tuvo veleidades de izquierda y que hoy como conversos al evangelio neoliberal solo saben destilar ponzoña e invocar meas culpas. Quizá no el periodista de marras que pudo no haber vivido aquellas épocas (es joven aún, aunque con su barba de profeta milenarista revele más años). Quizá las ha vivido por interpuesta persona y desde su “saber de oídas” y desde la revisión de prensa se ha formado una imagen deformada de lo que aquí ocurrió. Hay un coro revanchista y ofuscado de conversos de la izquierda que orquestan el “fantasma de los 70” para atemorizar incautos. Creen que mientras más vilipendien aquellos momentos de lucha política por un país mejor y una mejor universidad, más se reconcilian con un presente fariseo y hecho de remedos de democracia, incluso en espacios que se resisten a ser democratizados como lo es la universidad pública. El viejo liberal –¡ojo! se trata de un liberal– Alexis de Tocqueville decía que la democracia era sobre todo una forma de vida. Los que así pensamos –a riesgo de ser tildados de extremistas, y precisamente por defender la democracia, ¡vaya paradoja!– creemos que aquella forma de vivir debe atravesar todas las instancias de la vida personal y social. Solo así estaremos a la altura de esa nueva utopía.
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Los 70, sí, los 70: movimiento estudiantil y profesoral en Colombia heredero del Mayo del 68 francés. Movimiento de transformación cultural, como lo reconoce el miembro del partido verde alemán Daniel Cohn-Bendit, quien aun a pesar de su cambio de ideario, defendió al Mayo francés frente a las pretensiones de Sarkozy de sepultar este acontecimiento al proferir la consigna “olvidemos mayo del 68”. Aquí hay
pues pendiente una discusión político-cultural de fondo que esperamos podamos desarrollar con nuestro ponzoñoso personaje –con el señor Rabo de Ají–. Junta Directiva Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia