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Actividad física en enfermedades autoinmunes

Paratriatleta, Paciente con EA, Fisioterapeuta y Estudiante de psicología

Emilio Agüera @emy_aguera www.emilioaguera.com

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Cuando una persona es diagnosticada de una enfermedad crónica y degenerativa, que le acompañará de por vida, comienza a realizarse preguntas de cómo mejorar su calidad de vida, o al menos, que no empeore. Y tiende a acudir a lo más sencillo y rápido… el sabio y conocido por todos, Dr. Google. Buscar respuestas a nuestras inquietudes es algo completamente lógico. Pero debemos buscarlas en los foros adecuados, si no queremos que se nos vuelva en contra.

Muchas veces he oído la palabra “luchar” ¿Somos realmente luchadores? ¿Somos una especia de Conor McGregor? La realidad es que no. Es algo que viene para quedarse, para acompañarnos en nuestro día a día. Debemos confiar en los especialistas y en la ciencia. Nuestros tratamientos son fundamentales, pero siempre hay algo que podemos aportar. Una dieta saludable y bien equilibrada, al final no es más que algo que puede y debería hacer cualquier persona con o sin patología. Pero… ¿Y el ejercicio físico? Pues es fundamental en las enfermedades reumáticas como la artritis y las espondiloartritis.

La actividad física, tanto estiramientos como ejercicios adaptados, pueden calmar y mejorar el dolor inflamatorio matutino, además de prevenir el daño mecánico. Siempre que una de estas patologías no está totalmente controlada, o es más agresiva de lo esperado, avanza mucho más deprisa, lo que conlleva un más que probable daño mecánico en nuestras articulaciones y vértebras.

¿Debemos parar entonces nuestro ejercicio?

La respuesta es no. Nunca debemos abandonar la actividad física adaptada. En mayor o menos medida, habrá que realizarla. Ya no tanto por la elasticidad, y puesta en marcha cuando comienza el día, sino por el trabajo de fuerza, que ayudará a nuestra musculatura a proteger esas articulaciones dañadas, o ya recambiadas por prótesis.

¿Cómo debemos proceder entonces?

Lo más inteligente es ponerse en manos de un equipo multidisciplinar, formado por reumatólogo, traumatólogo, fisioterapeuta, psicólogo, gastroenterólogo, oftalmólogo, cardiólogo y resto de especialistas dependiendo de la comorbilidad asociada.

Pero nunca olvidando al preparador físico que maneje y nos guíe con nuestro ejercicio adaptado.

Siempre que se pueda, mejor que nos dirija in situ, para corregir posibles errores en la ejecución del mismo.

Ejercicios

• Fuerza de todos los grupos musculares, de ser posible con gomas, evitando el peso libre, y adaptando la resistencia con la que nos sintamos cómodos.

• Natación. Es una actividad muy buena y completa, siempre que se tenga una buena técnica. Si se carece de ella, mejor asistir a clases, ya que movimientos cervicales incorrectos, pueden resultar contraproducentes. Siempre crol. Si es posible, utilizar tuba para no tener que forzar el cuello. Cuidado con las aletas, ya que pueden producir sobrecargas en todo el pie. Mejor ejercitarlos por separado. La braza (o pecho) queda descartada por lo lesiva que llega a ser para estas patologías.

• Ciclismo. Es muy bueno tanto para hacer cardio. (Continúa leyendo en la revista y disfruta del resto de los artículos)

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