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TU LECTURA DEL MARTES

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Para saber más

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Había una vez un hombre que tenía una viña. Cuidar una viña lleva bastante trabajo. Hay que entrecavar el suelo para que le entre oxígeno a las raíces, hay que podar para que crezca adecuadamente… Pero durante algún tiempo, no hay que hacer nada: solo esperar a que las uvas maduren. Y luego otra vez hay que trabajar duro para vendimiar en el menor tiempo posible. Luego también hay que darse prisa en preparar las uvas para comer, o para ponerlas a secar y tener pasas durante todo el año o para exprimirlas y sacar el zumo.

Ese hombre tenía también dos hijos en edad de ayudar en el campo. Un día, el hombre se levantó y fue a trabajar, pero antes se encontró con uno de sus hijos. ¿Qué le pidió?

(Lee Mateo 21:28).

¿Sabes qué le contestó? (¡No te lo vas a creer! Lee la primera parte de Mateo 21:29)

Pero luego el hijo se lo pensó mejor. Se dio cuenta de que su padre trabajaba muy duro en la viña. Sabía que el dinero que tendrían saldría de la venta de la uva, de las pasas o del vino. Sabía que su padre necesitaba ayuda. Así que se lo pensó mejor y al final acompañó a su padre y trabajaron juntos (ver la segunda parte de Mateo 21:29).

Para Jesús, todas esas personas que alguna vez se han portado mal, pero que deciden seguirle y obedecerle son como el hijo mayor. Se han equivocado, se dan cuenta de su error y rectifican. Por eso Jesús no quería marginar a nadie, porque sabía que si les daba otra oportunidad querrían ser mejores personas.

• El padre y el hijo han ido a vendimiar y han hecho un buen trabajo. Cuenta cuántos racimos recoge la línea azul y cuántos recoge la línea verde.

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