![](https://assets.isu.pub/document-structure/230313184129-f6f057d87152ead8d431b511d380b28d/v1/dd972daef0bc090dc07403095b563ea3.jpeg?width=720&quality=85%2C50)
1 minute read
TU LECTURA DEL VIERNES
Los discípulos volvieron a casa, pero junto al sepulcro se quedó María Magdalena. Ella no había visto a los ángeles y no sabía que Jesús había resucitado, solo sabía que el sepulcro estaba vacío.
Cuando ella entró en el sepulcro vio a dos personas sentadas. María no se dio cuenta de que eran ángeles y se puso a llorar. ¿Por qué lloraba? (Lee Juan 20:13). Ella creía que habían robado el cuerpo.
Cuando fue a salir del sepulcro, se encontró con otra persona que también le preguntó que porqué lloraba. María, pensando que era el cuidador del cementerio, le pidió por favor: que le devolviera el cuerpo de Jesús.
Los ojos de María estaban tan llenos de lágrimas que no pudo distinguir que era Jesús el que le estaba hablando. Pero cuando Jesús dijo su nombre: «¡María!», lo reconoció enseguida. (¡Qué sorpresa! Lee Juan 20:16,17)
¿Te imaginas la alegría de María? Solo acertó a decir: «¡Maestro!».
¿Te imaginas lo feliz que estaba al haberlo visto? ¡Y estaba vivo otra vez! Con una felicidad que no le cabía en el corazón corrió para decírselo a los demás discípulos.