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TU LECTURA DEL LUNES
Si recuerdas, Jesús murió alrededor de las tres de la tarde. Los condenados a muerte eran enterrados en algún lugar fuera de la ciudad, sin cuidado, sin tumba y sin funeral. Pero había un hombre que no quería que Jesús fuera enterrado de cualquier manera. Se llamaba José y era amigo de Jesús. Fue a ver a Pilato para pedirle que le dejara enterrar a Jesús y Pilato le dio permiso (ver Mateo 27:57,58).
José se enteró de que había un sepulcro nuevo excavado en roca muy cerca de Jerusalén. Así que, sin perder más tiempo, compró el sepulcro para llevar allí el cuerpo de Jesús.
Cuando Nicodemo lo supo, llevó los perfumes que se necesitaban para preparar el cuerpo (ver Juan 19:39). Algunas de las mujeres que se habían quedado al lado de Jesús hasta su muerte, como María Magdalena y otra María, también acompañaron a José y a Nicodemo (ver Mateo 27:61 y Lucas 23:55)
Se acercaba la puesta del sol y estaba a punto de comenzar el sábado. Todos tenían que respetar las leyes que los fariseos habían impuesto sobre el sábado, así que solo les dio tiempo a envolver el cuerpo de Jesús con una sábana, dejarlo en el sepulcro y hacer rodar sobre la entrada una gran piedra. Tendrían que esperan a la mañana del domingo para arreglar el cuerpo de Jesús, para que se conservara durante más tiempo.