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TU LECTURA DEL JUEVES
Una vez que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa del sumo sacerdote, Caifás. Allí lo interrogarían para poder demostrar que Jesús había hecho algo tan malo que merecía la muerte. Como sabían que Jesús no había hecho nada malo ¿qué pensaban hacer? (Lee Mateo 26:59).
Poco les importaba la verdad o la mentira. Estaban dispuestos a condenar a muerte a Jesús fuera como fuera.
Al final, Caifás pensó en acusarlo de blasfemia. La blasfemia es cuando alguien insulta a Dios. Desde tiempos de Moisés, a las personas que insultaban a Dios se les castigaba con la muerte (ver Levítico 24:16). Así que Caifás debía intentar que Jesús dijera algo ofensivo para Dios delante de todos los sacerdotes y fariseos.
Caifás le preguntó directamente si él era el Hijo de Dios. Cuando Jesús contestó que sí todos se pusieron furiosos. Nadie podía decir que uno mismo era Dios. ¡Eso era un insulto para Dios! Pero más furiosos todavía se pusieron cuando Jesús les dijo que iba a ir al cielo a estar a la derecha de Dios y que volvería por segunda vez. (Lee Mateo 26:64)
¡Esa era la respuesta que necesitaban! Ya tenían una razón para matar a Jesús. A partir de ese momento comenzaron a tratar fatal a Jesús. Lo insultaban, se burlaban de él y hasta lo maltrataron.
• Descubro la Biblia... y encuentro a Jesús.
Tu Lectura Del Viernes
Pedro y Juan pudieron seguir a Jesús desde lejos. Cuando lo llevaron al palacio de Caifás entraron sin llamar la atención. En cuanto Pedro entró por la puerta, la portera se lo quedó mirando. ¿Qué le dijo? (Lee Juan 18:17). La portera lo había visto, tal vez en el Templo, cuando Jesús predicaba. Pero Pedro se asustó y le dijo que él no era discípulo de Jesús. Otra de las personas que estaban junto al fuego también se fijó en él:
—¿Tú no eres uno de los discípulos de Jesús?
Y Pedro, avergonzado volvió a decir:
—¡Que no! ¡Que no lo conozco!
Pero allí cerca había un pariente de Malco, al que hacía un rato le había cortado la oreja. Estaba completamente seguro de que ese era Pedro, el discípulo de Jesús que había atacado a su pariente (ver Juan 18:26)
Esta vez Pedro no fue muy educado. (Lee Mateo 26:74). Pensó que si empezaba a decir palabrotas y a insultar les convencería de que no era discípulo de Jesús.
Estaba amaneciendo. Y en ese momento cantó un gallo. ¿Qué recordó Pedro al oír el canto del gallo? (Lo sabrás si lees Mateo 26:75)
¡Cuánta razón había tenido Jesús! Tanto presumir, tanto presumir y ¡había fallado a su Maestro!
Lucas cuenta que Jesús también escuchó el canto del gallo y que buscó con la mirada a Pedro (ver Lucas 22: 61). Jesús no estaba enfadado. Sabía el dolor que había en el corazón de Pedro y lo miró con dulzura y amor. Jesús no se lo tenía en cuenta.
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