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5. øEs el paleolÌtico antediluviano?

na con que convivieron, y ello nos permite constatar que es una Època muy diferente de aquella otra reflejada por las pinturas mesolÌticas (o bien neolÌticas) levantinas. Se trata de otra fauna, otro clima, otros conceptos religiosos quiz·s, otra Època... 5º Una ˙ltima consideraciÛn, importante sin duda para el creyente en la Biblia, tiene que ver con los datos y el concepto de historia que perfila el Antiguo Testamento. Como hemos mencionado en un trabajo anterior, nuestro mundo tiene una historia corta, y, si admitimos los datos numÈricos del texto masorÈtico hebreo, desde el Diluvio hasta la actualidad han transcurrido menos de 4.500 aÒos. Meter en ese lapso toda la historia conocida es una tarea difÌcil, aunque no imposible, que requiere una revisiÛn concienzuda de toda la historia del mundo antiguo, concretamente de Egipto, Anatolia y primeras Èpocas de Mesopotamia y Grecia, con un acercamiento a nuestra Època del NeolÌtico, etapa que puede hacer corresponder sin grandes dificultades con el perÌodo que media entre el Diluvio y la dispersiÛn desde Babel. Pero situar el PaleolÌtico entre el Diluvio y el NeolÌtico resulta inviable cronolÛgicamente, y, dada la brevedad del lapso implicado, arqueolÛgicamente imposible. En ning˙n lugar del mundo existen estratos paleolÌticos inmediatamente debajo de las ciudades neolÌticas, y si de tal cosa llegase a encontrarse alg˙n caso, tal caso deberÌa calificarse de excepcional.

Con tales consideraciones a la vista, no vemos m·s que una posibilidad: el PaleolÌtico es anterior al NeolÌtico tal como lo acabamos de datar y definir, y, por tanto, antediluviano.

5. øEs el PaleolÌtico antediluviano?

Nos hacemos cargo de la sorpresa o el estupor que la afirmaciÛn anterior haya podido causar en el lector. Y aunque creemos que es la conclusiÛn lÛgica de una serie de consideraciones cuya validez nos parece difÌcil rebatir, somos conscientes de una serie de objeciones que pueden presentarse en su contra y que vamos a considerar a continuaciÛn: 1™ La Biblia parece indicar, y el EspÌritu de ProfecÌa lo afirma categÛricamente, que el mundo antediluviano tuvo una cultura elevada, con maravillosas obras del ingenio humano y una enorme sabidurÌa, asÌ como importantes obras de arte. Sin embargo, los restos paleolÌticos no parecen revelar esto en absoluto, sino todo lo contrario. 2™ La inspiraciÛn seÒala que antes del Diluvio los hombres eran de elevada estatura, mucho m·s poderosos que los actuales habitantes del mundo. Sin embargo, los restos paleolÌticos no parecen mostrar esto, pues, salvo algunos ejemplares, los esqueletos que aparecen no son sustancialmente mejores que los del hombre actual. Adem·s, aunque ello sea, seg˙n se ha visto, de poca trascendencia, han aparecido cr·neos inferiores al del europeo medio actual. Aunque el tamaÒo del cr·neo no guarda necesariamente proporciÛn directa con la inteligencia, no es de esperar, ciertamente, que los primeros hombres, los primeros descendientes de Ad·n, tuviesen una capacidad craneana sensiblemente menor que la nuestra. 3™ El hombre paleolÌtico cazÛ mamuts y algunos otros animales que se encuentran congelados en Siberia y en Alaska en grandes cantidades en lo que se juzga por geÛlogos adventistas como accidentes postdiluvianos. Por ello parecerÌa razonable asumir que los cazadores en estos animales fueron postdiluvianos. 4™ Los arqueÛlogos y los geÛlogos han descubierto restos glaciares asociados con el hombre paleolÌtico. Como antes del Diluvio no pudo haber glaciaciones, tales restos tienen que ser todos postdiluvianos. 5™ Los restos paleolÌticos se encuentran preponderantemente, tal como vimos, en cuevas.

Pero si esas cuevas se encuentran en terrenos de una estratigrafÌa definida por medio de los fÛsiles que contienen, entonces, de acuerdo con la interpretaciÛn que tradicionalmente damos los creacionistas a la geologÌa histÛrica, las cuevas mismas son posteriores al Diluvio. Y puesto que los restos hallados en las cuevas fueron puestos en su interior no al azar, sino con orden, dichos restos tuvieron que ser asÌ ordenados, manejados,

y, verosÌmilmente, fabricados por personas que vivieron en la Època de las cuevas. Pero si las cuevas fueron postdiluvianas, øcÛmo podrÌan ser los restos lÌticos antediluvianos?

Creemos haber reflejado en su justo tÈrmino las objeciones que racionalmente pueden ponerse a la afirmaciÛn que hacÌamos al final del apartado anterior. Responder a todas ellas nos ocupar· cierto tiempo y el orden en que intentaremos refutarlas no va a aquÈl en que se enumeraron, que era creciente en dificultad, sino que intentaremos seguir otro orden lÛgico.

Seg˙n la opiniÛn del pionero de los geÛlogos adventistas, George McCready Price, la teorÌa glaciar habÌa cobrado gran popularidad entre los geÛlogos evolucionistas de sus dÌas debido a una necesidad inconsciente de buscar una especie de ìamortiguadorî que hiciese menos rudo el choque de constatar las diferencias que hay entre el mundo actual y el revelado por los estratos geolÛgicos 19 y que la teorÌa uniformista, que negaba la posibilidad del Diluvio, no podÌa explicar. Por eso el invento de la teorÌa glaciar constituyÛ la soluciÛn m·gica para que el uniformista pudiera explicar sin demasiado rubor el paso de los tiempos geolÛgicos a la actualidad. No obstante algunos geÛlogos no creacionistas se dieron cuenta bien pronto de las debilidades inherentes de la hipÛtesis glaciar, entre los cuales destacÛ sir Henry H. Howorth, autor de The glacial nightmare and the Flood (La pesadilla glaciar y el Diluvio) y de otros libros en que expresaba su m·s firme rechazo de la posibilidad de la existencia de una Edad del Hielo tras analizar los fenÛmenos atribuidos a presuntas capas de hielo que habrÌan cubierto la pr·ctica totalidad de Europa y NorteamÈrica. Tal teorÌa era una extrapolaciÛn deducida de los efectos que a modesta escala producen los glaciares que existen en algunas montaÒas a elevadas alturas.

En la misma lÌnea se coloca Price, quien presenta las siguientes objeciones contra la existencia de una Edad del Hielo: 1. La imposibilidad de que las masas de hielo sean suficientemente espesas como para cubrir los lugares elevados en que se encuentran las marcas glaciares. Estas marcas se hallan en las cimas mismas de las m·s altas montaÒas de Nueva Inglaterra y Nueva York.

En las MontaÒas Verdes se encuentran a una altura de 1.340 metros; y en las MontaÒas

Blancas a 1.680 metros. Pero los fÌsicos declaran que el hielo no puede apilarse m·s de 490 metros sin que las capas inferiores comiencen a fundirse por la presiÛn de la masa que hay encima. El mayor espesor de hielo conocido hoy en la tierra, que se encuentra en la regiÛn ant·rtica, no es mayor que este m·ximo; y, seg˙n las leyes de la fÌsica, el hielo nunca podrÌa superar en espesor esta cantidad. 2. El mismo principio aparece en otra forma cuando intentamos imaginar cÛmo pudo esparcirse el hielo partiendo de dos o tres centros por la mayor parte de NorteamÈrica; porque para hacer que el hielo se moviese tan sÛlo una fracciÛn de las distancias que esta teorÌa requiere, tendrÌa que ejercerse detr·s de la masa tal cantidad de presiÛn (presumiblemente por gravedad) que excederÌa sobradamente la cantidad representada por una columna vertical de 490 metros. [...] 3. Las asÌ llamadas ·reas glaciadas est·n distribuidas en forma peculiar. Alaska no est· afectada; Siberia tampoco, ni gran parte de Rusia. Existen tambiÈn ·reas en que no hay terrenos de acarreo dentro de los lÌmites de los supuestos glaciares, estando una de las mejor conocidas en Wisconsin. 4. Las muchas evidencias de condiciones semitropicales a lo largo de muchas de estas regiones, tal como aparecen representadas por las plantas y animales fÛsiles que se encuentran en estos depÛsitos a los que se tilda de ìglaciaresî. 5. Los fÛsiles marinos frecuentemente encontrados interestratificados con las capas ìglaciaresî.

Que los glaciares son agentes erosivos y de transporte muy eficaces a pequeÒa escala no puede dudarse. Que puedan escarbar sus canales, transportar bloques de roca inmensos a lo largo de kilÛmetros, y apilar una masa heterogÈnea de escombros en sus tramos finales,

son todas cuestiones de observaciÛn. Pero que en un remoto pasado inmensas capas de hielo cubrieron la mayor parte de la zona noreste de NorteamÈrica y la noroeste de Europa, es pura especulaciÛn. 20

Y, desde luego, nada tiene que ver tampoco con la Edad de Hielo el movimiento de la banquisa ·rtica. Acerca de ella ´las m·s recientes observaciones cientÌficas han puesto de manifiesto que, en contra de lo que podrÌa pensarse, [...] no es un casquete rÌgido. Por el contrario, sufre una continua circulaciÛn de la masa de hielosª, 21 por lo que difÌcilmente puede usarse como argumento a favor de una edad glacial en Èpocas histÛricas por mucho que haya abarcado a Islandia y a parte del Mar de Noruega en el siglo XVII . Los hielos que flotan sobre el mar no pueden compararse con las supuestas capas de hielo que presuntamente esculpieron paisajes enteros en tierra firme.

Sir Henry H. Howorth afirmaba que las diversas capas glaciares constituÌan ´distintas fases de un ˙nico movimiento que representa un perÌodo de no larga duraciÛn; y las diferencias en las capas parecen marcar, no la operaciÛn de fuerzas distintas y ampliamente separadas, sino la maniobra m˙ltiple del agua que simult·neamente puede depositar y deposita capas de guijarros en lugar, bancos de arena en otro, y barro en un tercero, seg˙n la fuerza y el car·cter de sus corrientes.ª 22 Este texto responde contundentemente a la cuarta objeciÛn que hacÌamos m·s arriba.

En cuanto a la tercera, la afirmaciÛn de que los mamuts sean seres que hayan vivido despuÈs del Diluvio no puede demostrarse con ning˙n hecho concreto, aparte de que su existencia postdiluviana no prejuzgarÌa su existencia antediluviana. El gran n˙mero en que estos animales han aparecido en Siberia parece sugerir lo contrario a lo que la objeciÛn pretende, ya que ´es dudoso que los climas siberianos postdiluvianos pudiesen haber mantenido en ning˙n momento hordas tan vastas de animalesª. 23 Morris y Whitcomb indican que es perfectamente compatible con los hechos el que los mamuts y otros animales perecieran durante el Diluvio y que ´por supuesto, no tuvieran que flotar durante meses en el OcÈano £rtico, sino que fueron enterrados con rapidez en los estratos depositados por las aguas del diluvio. Las aguas atrapadas en estos sedimentos, separadas de las aguas c·lidas del ocÈano abierto, se congelaron con rapidez, formando permafrostª, 24 aunque la velocidad en que fueron enterrados y congelados no fue tan r·pida como para impedir que comenzaran a corromperse.

En cuanto a la quinta, esta objeciÛn debe toda su plausibilidad a la suposiciÛn de que las cuevas paleolÌticas sean estructuras postdiluvianas. Hay muchas clases de cuevas en el mundo, y quiz·s podrÌa resultar una temeridad innecesaria afirmar que todas ellas sean antediluvianas. En cuanto se refiere a este estudio, serÌa suficiente con que lo fueran solamente aquellas que contienen restos paleolÌticos. Contra esta posibilidad solamente pueden invocarse dos argumentos: 1) si las cuevas est·n situadas en medio de una serie estratigr·fica geolÛgicamente bien definida es claro que la cueva misma se formÛ en terrenos alterados por el Diluvio con posterioridad al mismo; 2) si en las paredes de la cueva se llegara a encontrar fÛsiles o microfÛsiles, quiz·s de una estratigrafÌa concreta, ello probarÌa una vez m·s que est· formada por materiales arrastrados por el Diluvio.

Ambos argumentos est·n relacionados. El primero no es lÛgico que lo aduzca un creacionista, pues la afirmaciÛn de que no pueda haber entre dos estratos fosilÌferos uno primigenio que represente materiales originales antediluvianos es una hipÛtesis uniformista no comprobada. RefiriÈndose precisamente a los materiales originales calc·reos, base de tantas cuevas, Price seÒala que es posible que se produzcan serios errores partiendo de la suposiciÛn de que todas las calizas, o todas las capas carbonÌferas (como el grafito) se han formado por medios org·nicos. Desde luego, esto no es imperativo; porque muchos de tales materiales pueden haber sido originales o primitivos. La geologÌa inductiva no es una cosmogonÌa; y ninguna ciencia natural legÌtima se comprometer· a decir cÛmo comenzaron a existir los materiales originales del mundo.

Pero la posibilidad de que muchas de las calizas no fosilÌferas puedan haber sido originales, o primitivas, se ignora continuamente en las discusiones geolÛgicas. Como las naciones

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