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8. Consideraciones finales
truyendo las vidas de los animales. Los usaban como alimento, y esto aumentaba su ferocidad y violencia, y hacÌa que considerasen la sangre de los seres humanos con asombrosa indiferencia.ª 36 ´En los dÌas de NoÈ, la abrumadora mayorÌa se oponÌa a la verdad y estaba prendada de una trama de falsedades. La tierra estaba llena de violencia. Guerra, crimen, asesinato estaban a la orden del dÌa.ª 37 ´La impiedad de los hombres fue manifiesta y osada, la justicia fue pisoteada en el polvo, y las lamentaciones de los oprimidos ascendieron hasta el cielo.ª 38
Cuando llegÛ el momento del Diluvio, ´los altares donde habÌan ofrecido sacrificios humanos fueron destruÌdos, y los adoradores temblaron ante el poder del Dios viviente, y comprendieron que habÌa sido su corrupciÛn e idolatrÌa lo que habÌa provocado su destrucciÛnª. 39
Tenemos en la declaraciÛn anterior muy probablemente la clave para explicar quÈ son los restos paleolÌticos: son los restos de cad·veres de los individuos, sin duda alguna inmaduros al no haber alcanzado en el momento de su muerte la edad comparativamente avanzada en que se lograba la plenitud de estatura (antes del Diluvio apenas hubo muertes por enfermedad en la juventud) 40 que fueron sacrificados antes del Diluvio. En Èpocas histÛricas se han practicado sacrificios humanos de individuos adultos entre diversos pueblos, hasta entre los romanos, pero la forma predilecta de los pueblos orientales parecÌa ser la muerte de los niÒos y jÛvenes, muchas veces del propio hijo del oferente; otras de enemigos capturados en batallas y expediciones de pillaje. Especialmente curiosa es la salvaje costumbre de los espartiatas de ìeliminarî periÛdicamente a algunos miembros de la poblaciÛn sometida, cuyos miembros eran denominados hilotas.
Y si los restos humanos paleolÌticos son realmente evidencias de sacrificios humanos realizados con una uniformidad notable en todo el mundo antiguo, entonces todos los yacimientos paleolÌticos podrÌan representar, con toda probabilidad, una costumbre sociolÛgica extendida a nivel mundial relacionada de alg˙n modo con dichos sacrificios, o, en general, con la religiÛn idÛlatra de los antediluvianos.
Estas consideraciones y otras ya expuestas anteriormente, de cuyo car·cter parcialmente hipotÈtico somos plenamente conscientes, nos llevan irremisiblemente hacia una conclusiÛn: el hombre antediluviano formÛ deliberadamente enterramientos estratificados en ciertos lugares especiales que habÌa en su mundo. No pueden interpretarse razonablemente de otra manera las capas estratificadas que se dan en las cuevas, pues en ning˙n modo puede el mero paso del tiempo ser responsable de enterramientos reiterados en un mismo lugar, como ocurre en muchas cuevas, de objetos dejados accidental o intencionalmente en el mismo. Para explicar los espesores considerables de las capas en que aparecen las sucesivas estratigrafÌas paleolÌticas por el mero paso del tiempo se requerirÌan decenas o centenares de miles de aÒos, lapsos de los que sÛlo disponen los evolucionistas uniformistas, pero no nosotros.
A modo de ensayo y bajo esta perspectiva, no parecerÌa descabellado intentar concretar m·s las consideraciones anteriores diciendo que los restos pÈtreos del PaleolÌtico pueden representar enterramientos rituales de los instrumentos bÈlicos o de caza de ciertas poblaciones o ciertos sectores de la poblaciÛn m·s o menos marginados, o, seg˙n la expresiÛn de Elena White antes citada, ´oprimidosª, que lo eran, presumiblemente, por los ´varones de renombreª y la sociedad por ellos creada.
Es claro entonces por quÈ no aparecen en las cuevas objetos de hierro u otros que revelen una cultura superior: aparte de que los objetos de hierro se habrÌan oxidado con la humedad y el paso del tiempo hasta el punto de quedar irreconocibles, asÌ como otros objetos perecederos, no serÌa propio de aquellos hombres que enterraran sus mejores objetos y ni siquiera objetos representativos de su cultura con los sacrificios humanos ofrecidos a sus dioses. Ofrendaban aquello que les sobraba, aquellos instrumentos que tenÌan en superabundancia, la cual los hacÌa, en sÌ mismos, baratos, o simplemente, aquellos objetos apropiados para una tradiciÛn ritual determinada. Si hubiÈsemos de juzgar el Egipto faraÛnico por el ins-
trumental utilizado para el proceso de la momificaciÛn de los difuntos, probablemente llegarÌamos a la conclusiÛn de que vivieron en lo que la gente llama la ìEdad de Piedraî, ya que los ˙tiles usados para realizar los cortes en el cuerpo del difunto para extraerle las vÌsceras fueron siempre, como demandaba la tradiciÛn, de sÌlex, a pesar de que tanto el difunto como los sacerdotes conocÌan perfectamente el bronce y otros metales.
Evidentemente, los estratos paleolÌticos responder·n a un progreso en la confecciÛn de instrumentos de piedra, pero no tan acusado como en un principio podrÌa parecer por la comparaciÛn entre un Abbevillense y un Magdaleniense, por ejemplo. En efecto, si los restos enterrados en cuevas u otros lugares representan ofrendas votivas de objetos sin valor por su superabundancia, o bien ìpeligrososî en manos de una capa ìoprimidaî de aquella sociedad, entonces podrÌa haber objetos perfectamente tallados o de muy distinta naturaleza que podrÌamos llamar musterienses, auriÒacienses, de la Edad del Bronce o cualquier otra cosa, que fuesen contempor·neos de restos muy ìprimitivosî. Es decir, a la hora de realizar aquellas presuntas ofrendas, los antediluvianos enterrarÌan solamente los objetos que no les fueran ˙tiles, que en un principio serÌan tan sÛlo los m·s elementales y toscos. Con el aumento de la poblaciÛn y el progreso en el nivel de vida de todos los sectores de la sociedad, empezarÌan a abundar objetos de talla m·s sutil y costo m·s elevado, con lo que aquellos oferentes podrÌan permitirse el lujo de ofrendar tan ìricosî dones. Naturalmente, no se puede negar una cierta evoluciÛn cultural en los diecisiete siglos que durÛ el mundo antediluviano, pero en ning˙n caso se puede admitir que las primeras sociedades antediluvianas fueran incapaces de realizar en el comienzo mismo obras del estilo de un Magdaleniense avanzado o algo muy superior.
O, por decirlo de otra manera, cabe la comparaciÛn de los estratos arqueolÛgicos del PaleolÌtico con los geolÛgicos. AsÌ como en Èstos, seg˙n la explicaciÛn creacionista m·s convincente, lo que determinÛ el m·s r·pido enterramiento de los seres vivos antediluvianos fue la situaciÛn topogr·fica de su nicho ecolÛgico, es decir, su zonaciÛn ecolÛgica, en aquÈllos lo que determinÛ su mayor o menor retraso en el enterramiento provocado por el hombre fue, exclusivamente, su funcionalidad y su coste de producciÛn.
Estamos ahora en condiciones de dar una explicaciÛn en cuanto al fenÛmeno ya mencionado de la inversiÛn estratigr·fica que se da en algunas terrazas fluviales. Ya hemos visto que los geÛlogos uniformistas atribuyen las terrazas fluviales directa o indirectamente a la acciÛn de los glaciares durante su Edad del Hielo. Desgraciadamente para la teorÌa glaciar, existen terrazas fluviales en territorios meridionales que nadie cree que hayan sido afectados jam·s por glaciaciÛn alguna, 41 lo cual constituye una evidencia concluyente de que las terrazas fluviales, como tantas otras cosas, son vestigios de la erosiÛn hidr·ulica de antaÒo. Ya hemos visto que, al menos, dos rÌos antediluvianos sobrevivieron al Diluvio. Sin duda alguna, no debieron ser los ˙nicos. Seg˙n fueron ascendiendo los continentes tras el Diluvio, el paisaje fue volviendo poco a poco a una cierta normalidad relativa. Las antiguas fuentes fluviales que lograron sobrevivir volvieron a entrar en acciÛn y las aguas de sus rÌos fueron abriendo nuevos cauces que en muchos tramos coincidirÌan con los antiguos. Desde el Diluvio nuestro planeta ha debido de experimentar muchos otros cambios menores, entre los cuales puede contarse la desapariciÛn de los rÌos GihÛn y PisÛn, que, aparentemente, a˙n existÌan en la Època de MoisÈs (GÈn. 2: 11-13). Parte de estos cambios menores posteriores podrÌa explicarse por una adecuaciÛn progresiva de las condiciones clim·ticas a la situaciÛn actual, adem·s de por varios perÌodos de actividad tectÛnica y orogÈnica. Particularmente incidente en la cuestiÛn que estamos considerando tuvo que ser la progresiva elevaciÛn de los continentes. En efecto, tal elevaciÛn habrÌa traÌdo como consecuencia inmediata para todos los rÌos no interiores del continente un rejuvenecimiento de su cauce, con una aceleraciÛn acusadÌsima de su poder erosivo cada vez que el continente sufriera un nuevo empuje hacia arriba. Ese poder erosivo, junto con una posible disminuciÛn del caudal de los rÌos, serÌa el responsable de que el cauce del rÌo se fuera hundiendo cada vez m·s en los estratos producidos por el Diluvio a base de los materiales hallados rÌo arriba en Època antediluviana.