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7. La cultura antediluviana

mostrÛ que antes del diluvio existieron animales muy grandes y poderosos que no existen ahora. A veces se encuentran instrumentos bÈlicos y tambiÈn madera petrificada.ª 28 ´Los geÛlogos alegan que en la misma Tierra se encuentra la evidencia de que Èsta es mucho m·s vieja de lo que enseÒa el relato mosaico. Han descubierto huesos de seres humanos y de animales, asÌ como tambiÈn instrumentos bÈlicos, ·rboles petrificados, etc., mucho mayores que los que existen hoy dÌa, o que hayan existido durante miles de aÒos, y de esto infieren que la tierra estaba poblada mucho tiempo antes de la semana de la creaciÛn de la cual nos habla la Escritura, y por una raza de seres de tamaÒo muy superior al de cualquier hombre de la actualidad. Semejante razonamiento ha llevado a muchos que aseveran creer en la Sagrada Escritura a aceptar la idea de que los dÌas de la creaciÛn fueron perÌodos largos e indefinidos. ªPero sin la historia bÌblica, la geologÌa no puede probar nada. Los que razonan con tanta seguridad acerca de sus descubrimientos, no tienen una nociÛn adecuada del tamaÒo de los hombres, los animales y los ·rboles antediluvianos, ni de los grandes cambios que ocurrieron en aquel entonces. Los vestigios que se encuentran en la tierra dan evidencia de condiciones que en muchos respectos eran muy diferentes de las actuales; pero el tiempo en que estas condiciones imperaron sÛlo puede saberse mediante la Sagrada Escritura. En la historia del diluvio, la inspiraciÛn divina ha explicado lo que la geologÌa sola jam·s podrÌa desentraÒar. En los dÌas de NoÈ, hombres, animales y ·rboles de un tamaÒo muchas veces mayor que el de los que existen actualmente, fueron sepultados y de esa manera preservados para probar a las generaciones subsiguientes que los antediluvianos perecieron por un diluvio. Dios quiso que el descubrimiento de estas cosas estableciese la fe de los hombres en la historia sagrada; pero Èstos, con su vano raciocinio, caen en el mismo error en que cayeron los antediluvianos: al usar mal las cosas que Dios les dio para su beneficio, las tornan en maldiciÛn.ª 29

Este par de textos afirma varias cosas que son de interÈs para el estudio que estamos haciendo: 1™ Los fÛsiles de animales y ·rboles, que solÌan ser de mayor tamaÒo que los actuales, son evidencias del Diluvio. 2™ ´El tiempo en que estas condiciones imperaron [...] puede saberse mediante la Sagrada Escrituraª, y ´el relato mosaicoª ´enseÒaª que ´la Tierraª tiene una antig¸edad definida, todo lo cual implica que GÈnesis 5 y 11 son guÌas cronolÛgicas seguras, pues de no serlo no podrÌan datarse ni aproximadamente los tiempos del Diluvio ni tampoco, por supuesto, la antig¸edad del planeta. 3™ Los hombres de ciencia habÌan encontrado ya antes de 1864, fecha de publicaciÛn del tercer volumen de Spiritual gifts, evidencias de hombres antediluvianos y de objetos por ellos fabricados, instrumentos bÈlicos concretamente. De estos restos humanos encontrados habÌan sacado varias conclusiones, entre las cuales se encontraba la suposiciÛn de que la Tierra habÌa sido habitada por una raza de gigantes hacÌa muchos miles de aÒos. 4™ Los hombres antediluvianos eran de una gran estatura.

Podr· parecer extraÒo que hayamos hecho una distinciÛn entre la tercera y la cuarta conclusiÛn, pero precisamente aquÌ est· la clave que ha de servir para responder a la segunda objeciÛn enunciada en el apartado anterior.

Hasta 1864 solamente se habÌan realizado diez hallazgos de hombres paleolÌticos en todo el mundo que hayan llegado a nuestros dÌas, adem·s de otros que han ìdesaparecidoî (vÈase supra, cita 16). Tres de ellos eran de la raza de Neanderthal (en 1830 en Lieja, BÈlgica; en 1848 en Gibraltar; y en 1856 en la localidad de Neanderthal, Alemania); los otros siete fueron catalogados como Homo sapiens sapiens (en 1797 en Mendips, Gran BretaÒa; en 1823 en Swansea, tambiÈn en Gran BretaÒa; en 1830 en Lieja, BÈlgica; en 1840, nuevamente en Mendips; en 1846 en Natchez, U.S.A.; en 1863-65 en Bruniequel, Francia; y en 1864 en La Madeleine, Francia). 30 Las conclusiones a las que llegaron los arqueÛlogos fueron diversas, pero hubo un punto en el que por lo general, concordaron: el que hubiera habido ´una raza

de gigantes en Èpocas remotas no tenÌa nada de mitoª. 31 Esta es una confirmaciÛn evidente de las palabras de Elena White antes citadas, pero sigue existiendo la cuestiÛn de cÛmo identificar a ese hombre de Cromagnon, que tenÌa una estatura media de 190 centÌmetros, con los ´gigantesª, con los hombres antediluvianos que eran ìmucho mayoresî que nosotros.

Aunque ello no suponga una explicaciÛn global, puede resultar interesante recordar que el texto de GÈnesis 6:4 no parece implicar que todos los antediluvianos fueran gigantes. Al igual que no todos fueron ´varones de renombreª, probablemente habrÌa algunos que no tuvieron aquellas enormes tallas. Esto es algo afirmado claramente por el EspÌritu de ProfecÌa: ´Set era de m·s noble estatura que CaÌn o Abel, y se parecÌa a Ad·n m·s que los otros hijos de Èste. Los descendientes de Set se habÌan separado de los malvados descendientes de CaÌn. Estimaban el conocimiento de la voluntad de Dios, mientras que la impÌa raza de CaÌn no tenÌa respeto de Dios ni de sus sagrados mandamientos. [...] ªAquellos que honraban y temÌan ofender a Dios, al principio no sintieron la maldiciÛn sino ligeramente; mientras que aquellos que se apartaron de Dios y pisotearon su autoridad, sintieron los efectos de la maldiciÛn m·s intensamente, especialmente en la estatura y en la nobleza de forma.ª 32

Sin duda alguna, la alimentaciÛn fundamentalmente carnÌvora de los cainitas debiÛ de desempeÒar un papel importante en su decadencia fÌsica. 33 Sin embargo, la decadencia fÌsica de los cainitas por sÌ sola no puede explicar el que los restos paleolÌticos sean de una estatura tan baja comparativamente. En la Època del Diluvio hubieron de perecer, como mÌnimo, varios miles de seres humanos de muy grandes proporciones, que constituÌan la mayor parte de la poblaciÛn de su mundo. Probablemente no todos ellos se habr·n preservado hasta nuestros dÌas, pero, si hemos de confiar en el EspÌritu de ProfecÌa, algunos ya se habrÌan encontrado en sus dÌas. øHay evidencias de que hayan existido hombres de gran altura? La respuesta es afirmativa, pero presenta una cierta ambig¸edad: no se conocen en estratigrafÌas paleolÌticas.

Existen tres tipos de restos probablemente humanos de enormes proporciones que parecen de bastante antig¸edad: 1) las enormes huellas de pisadas humanas en estratos geolÛgicos carbonÌferos y cret·cicos; 34 2) ciertos dientes fÛsiles posiblemente humanos, aunque existen dudas, de estratigrafÌa insuficientemente demostrada, pero de aparente gran antig¸edad, encontrados en Java, China e India, y que han dado origen a hablar de ciertos Gigantropithecus y Meganthropus, hombres de 250 a 350 centÌmetros de altura; 35 esqueletos de enormes proporciones, pero de dataciÛn imposible de determinar por no estar asociados con ning˙n resto cultural, que se han encontrado ocasionalmente y que suelen interpretarse como individuos aquejados de acromegalia. Algunos ejemplos cl·sicos se han descubierto en Gran BretaÒa, como en Logie Pert, Forfashire, en Escocia, o en la cueva Mentone.

Es enteramente natural, entonces, el que no haya evidencias de contemporaneidad entre los restos paleolÌticos y los vestigios arqueolÛgicos de gigantes. Al aparecer estos restos sin asociaciÛn cultural alguna y al ser, en todos los aspectos salvo el tamaÒo, como los del hombre moderno, no es pensable que los antropÛlogos, sobre todo si son evolucionistas, les atribuyan gran antig¸edad, tal como mostr·bamos anteriormente.

7. La cultura antediluviana

Pero entonces, øpor quÈ los restos humanos del PaleolÌtico no son de esa enorme altura y por quÈ est·n en cuevas? øFueron enterrados allÌ por el Diluvio? La respuesta a estas preguntas ser· tambiÈn la contestaciÛn a la ˙nica objeciÛn que resta por refutar, y la explicaciÛn final del enigm·tico asunto que estamos considerando.

Antes de abordar directamente estas preguntas, no obstante, consideraremos un importante aspecto de orden teÛrico. Los diversos estratos paleolÌticos reciben por lo general la denominaciÛn de la localidad, casi siempre francesa, en que se descubrieron y estudiaron por

vez primera instrumentos lÌticos del tipo en cuestiÛn. Se supone que dos estratos distantes en mucho o en poco que contengan el mismo tipo de instrumentos de piedra y con la misma forma de talla son contempor·neos. Sin duda, lo menos que cabe decir es que tal suposiciÛn es un poco gratuita. En ning˙n lugar del mundo aparece una estratigrafÌa ìcompletaî desde el Abbevillense hasta el Magdaleniense. Tal escala se ha hecho en museos ˙nicamente. Lo ˙nico que nos encontramos al excavar es diversos yacimientos muchos de los cuales tienen un ˙nico estrato y con los que, por tanto no es posible establecer ninguna relaciÛn de tipo cronolÛgico. Existen, sin embargo, yacimientos en los que sÌ existe estratigrafÌa con dos, tres o m·s capas culturalmente bien diferenciadas. A partir de estos yacimientos que tienen muestras estratificadas de varias ìculturasî se han ido atribuyendo posiciones cronolÛgicas relativas a todos los dem·s hallazgos, y, como en ning˙n lugar existe la serie ìcompletaî, Èsta ha tenido que ser montada a base de ìparchesî. Naturalmente, se ha montado dicha escala en la mayor parte de los casos de modo que cuadre bien con la idea preconcebida de un ìprogresoî de lo simple a lo complejo. Si en alg˙n yacimiento se invierte en alg˙n lugar la estratigrafÌa se recurre a un sistema totalmente artificioso para evitar reconocer la anomalÌa se inventa un nuevo nombre para el subestrato en cuestiÛn y se explica que la regresiÛn se debiÛ o al clima o a una epidemia . Y al contrario, si en un estrato ìprimitivoî aparecen instrumentos de ìculturasî avanzadas en ning˙n modo se admitir· que dichos objetos son de la ìcultura avanzadaî, sino que r·pidamente se ìdescubrir·î alguna diferencia ìb·sicaî y se disipar·n las dudas de los inquisidores diciendo que tales objetos avanzados fueron realizados por alg˙n artista genial que se adelantÛ en siglos a su Època y que representan tan sÛlo una facies local de existencia fugaz.

Sin embargo, en honor a la verdad, hemos de decir que la correlaciÛn estratigr·fica del PaleolÌtico est· bastante bien hecha y puede admitirse como v·lida en general, siempre que no lleguemos al extremo de admitir la necesidad de la contemporaneidad de yacimientos similares que se encuentren muy separados y del orden histÛrico inamovible a nivel universal de facies culturales locales que en otro lugar pudieran seguir un orden diferente.

La cuestiÛn importante es ahora: øPueden los restos paleolÌticos tener alguna relaciÛn con la elevada cultura antediluviana? Ve·moslo. Sabido es que el hombre antediluviano conocÌa el hierro y otros metales (GÈn. 4:22). Sin embargo, debemos reconocer que incluso en tiempos histÛricos el hierro ha llegado a ser un metal semiprecioso, de valor comparable al del oro; tan escaso y difÌcil de obtener era. ImaginÈmonos, pues, la sociedad antediluviana que comienza a expandirse, que empieza poco a poco a fabricar algunos utensilios imprescindibles para su comodidad: vasijas para el grano, hoces para la siega, arados quiz·s, hachas para cortar ·rboles con que hacer casas, instrumentos para el trabajo de algunos minerales duros que pudieran ser usados como materiales de construcciÛn o para el modelado escultÛrico, recipientes para la mezcla de tintes naturales, cuchillos o tijeras para esquilar las ovejas, algunas industrias textiles, ciertos utensilios para comer, hornos para fundir algunos objetos o para cocer vasijas, armas de caza y utensilios bÈlicos. øNos puede mostrar algo de esto el inventario de los objetos de una cueva paleolÌtica? SÛlo en una Ìnfima parte. øY por quÈ? simplemente, porque las cuevas y otros lugares en que se encuentran restos paleolÌticos no constituyen un muestreo normal de una civilizaciÛn prediluviana, sino tan sÛlo un muestreo selectivo. Mientras que un estrato de una ciudad de la Edad del Bronce o del Hierro nos muestra restos tÌpicos de esa ciudad en el momento de una cat·strofe s˙bita que ìfosilizÛî el nivel de vida de la Època, los restos que hay en los estratos paleolÌticos no representan el verdadero nivel de vida de sus autores, sino tan sÛlo una parte de Èl: se trata de yacimientos funcionales; no son muestreos con representatividad histÛrica, y a la vista de lo que venimos diciendo, no puede pretenderse con seriedad que sean reflejo del h·bitat de sus autores: no puede probarse que las cuevas paleolÌticas hayan sido vivienda del hombre simplemente porque haya en ellas evidencias de la actividad humana dejadas allÌ, evidentemente, por el hombre.

Pero, se preguntar·, øpara quÈ dejaban entonces los antediluvianos aquellos montones de piedras en las cuevas y en otros lugares? øPor quÈ en las cuevas o en las terrazas fluviales

concretamente? øPor quÈ sÛlo instrumentos toscos y no de hierro? øFueron los restos humanos encontrados con los utensilios paleolÌticos enterramientos intencionales? øQue tenÌa de significativo la estatura de dichos restos? øTiene alg˙n significado la aparente universalidad de esta costumbre?

Probablemente podremos llegar a alguna conclusiÛn concreta realizando ciertas consideraciones acerca de nuestros conocimientos del mundo antediluviano. Tras el asesinato de Abel, la raza de CaÌn viviÛ separada del resto de la humanidad (GÈn. 4: 12, 14, 16, 17) por alg˙n tiempo. En su retiro desarrollÛ una cultura netamente materialista de indudable prosperidad econÛmica en donde la ganaderÌa, la metalurgia e incluso las artes musicales (GÈn. 4: 20-22) tenÌan lugares preponderantes. Aparentemente, con el paso del tiempo la poblaciÛn cainita creciÛ m·s all· de lo que permitÌa su primitivo reducto geogr·fico, por lo que invadiÛ las tierras ocupadas por los descendientes de Set y quiz·s m·s all· a˙n. A pesar de su degradaciÛn moral, todo parecÌa sonreirles: tenÌan prÛsperas ciudades y negocios. Aparentemente, sus industrias eran florecientes. Mientras que por un tiempo los descendientes de Set permanecieron separados, pronto relativamente cedieron a los atractivos del prÛspero nivel de vida de los cainitas y a los de la indumentaria, o falta de ella, de sus mujeres, razÛn por la que las jÛvenes ´hijas de los hombresª parecieron m·s apetecibles a ´los hijos de Diosª que las piadosas mujeres de su propia raza (GÈn. 6: 4), y solamente una mÌnima parte de Èstos se mantuvo fiel.

De la uniÛn de ambas estirpes surgiÛ una poderosa raza mixta de ´varones de renombreª, presumiblemente los dirigentes de una nueva sociedad con nuevas metas, con el propÛsito obstinado de desobedecer el plan descentralizador de Dios de crear una sociedad humana esparcida por todo el mundo y no controlada por ning˙n poder opresor (GÈn. 1:28; 4:12). En efecto, una de las caracterÌsticas sociolÛgicas de los cainitas, en la que les ha seguido despuÈs casi toda la humanidad, es la fundaciÛn de ciudades (GÈn. 4:17), centro neur·lgico de todos los estados, que, como la historia tristemente ha enseÒado, suelen ser instrumentos de poder para beneficio de pocos y explotaciÛn de muchos. Este centralismo estatal, probablemente estructurado a nivel mundial, podrÌa muy bien ser la explicaciÛn de la comunidad de costumbres en el PaleolÌtico, reflejo de una aceptaciÛn por todo el mundo de un orden sacral inamovible. Aquella sociedad convirtiÛ la impiedad y el ateÌsmo en las m·s altas virtudes ciudadanas y cada cual procuraba superar a las dem·s en estos aspectos y en sus actos de violencia. ´La gente usaba el oro, la plata, las piedras preciosas y la madera escogida, para edificar casas para sÌ, y cada cual se esforzaba en superar al otro. EmbellecÌan y adornaban sus casas y tierras con las obras m·s ingeniosas, y provocaban a Dios por sus perversas acciones. Formaban im·genes para adorarlas, y enseÒaban a sus hijos a considerar estas obras de arte, hechas con sus propias manos, como dioses, y adorarlas. No escogieron pensar en Dios, el Creador de los cielos y la tierra, y no le tributaron agradecimiento a Aquel que les habÌa proporcionado todas las cosas que poseÌan. Incluso negaban la existencia del Dios del cielo, y se glorificaban en las obras de sus propias manos y las adoraban. Se corrompieron a sÌ mismos con las cosas que Dios habÌa puesto sobre la tierra para el beneficio del hombre. Se prepararon hermosos paseos cubiertos con ·rboles frutales de todas clases. Bajo estos ·rboles majestuosos y hermosos, con sus ramas bien extendidas, que eran verdes desde el comienzo hasta el final del aÒo, pusieron sus Ìdolos de culto. Bosques enteros, por el abrigo de sus ramas, fueron dedicados a sus dioses idol·tricos, y embellecidos para que la gente acudiese a su culto idÛlatra. [...] ªEn vez de hacer justicia a sus prÛjimos, ejecutaban sus propios deseos ilegÌtimos. TenÌan una pluralidad de esposas, lo cual era contrario al sabio plan de Dios. [...] Cuanto m·s multiplicaban los hombres las esposas para sÌ, m·s malvados e infelices se hacÌan. Si uno elegÌa tomar las mujeres, el ganado, o cualquier cosa que perteneciera a su prÛjimo, no consideraba la justicia o el derecho, sino que si podÌa prevalecer sobre su prÛjimo por la razÛn de la fuerza, o mat·ndole, asÌ lo hacÌa, y se regocijaba en sus actos de violencia. Disfrutaban des-

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