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3. Hacia una interpretaciÛn cristiana de los restos paleolÌticos

to, contendr·, muy probablemente, no un PaleolÌtico Inferior, como ocurre en las cuevas, sino un PaleolÌtico Superior. Y la terraza de m·s arriba, si la hubiese y contuviese restos lÌticos, muy probablemente contendrÌa restos del PaleolÌtico Inferior. La explicaciÛn que dan los evolucionistas de este hecho curioso es, en principio, bastante convincente. Si se admite el hecho de las glaciaciones podrÌa aceptarse que bien ellas mismas excavaron las terrazas, o bien que los rÌos fueron disminuyendo su caudal conforme el clima se iba haciendo m·s benigno, por lo que, con el paso del tiempo, las poblaciones que habitaban a la orilla de los rÌos irÌan descendiendo en nivel a la par que las aguas del rÌo, y dejando en las terrazas de Èste un testimonio de su estancia y de su progreso cultural a lo largo de los siglos.

3. Hacia una interpretaciÛn cristiana de los restos paleolÌticos

Existe a nuestra disposiciÛn gran cantidad de descripciones en cuanto a los restos humanos o presuntamente humanos mencionados en el apartado anterior. Muchas de estas descripciones, realizadas por sabios evolucionistas, son altamente significativas por reconocer que muchos de los presuntos ´antepasadosª del hombre no son tales. AsÌ, por ejemplo, hoy hay mucha gente que admite que el famoso Australopithecus, o el Homo habilis, o incluso el llamado Homo erectus son, probablemente, monos extinguidos, o, como mucho, ejemplares imbÈciles separados de una raza primitiva que, presumiblemente, era bastante similar a la nuestra. No dedicaremos espacio en el presente estudio a documentar estos extremos, suficientemente tratados en obras de f·cil acceso, sean denominacionales o no. 2

Sin embargo, creemos de interÈs detenernos a considerar varios aspectos relacionados concretamente con el ´hombre de las cavernasª, es decir, con los restos humanos del PaleolÌtico Medio y Superior, que no son muy conocidos y sÌ de gran relevancia, en los que seguiremos de momento los conceptos tradicionalmente aceptados sobre la prehistoria en general.

Las diferencias existentes entre el hombre fÛsil y el actual se han exagerado

Al describir los fÛsiles del tipo Pithecanthropus y Sinanthropus de China y Java y de diversos Neanderthales, se suelen extraer conclusiones de alcance a partir de las diferencias que tienen con nosotros. Seg˙n las descripciones de libros de texto previos, estos fÛsiles del viejo mundo fueron ˙nicos en diversos aspectos. Se supone que los fÛsiles est·n caracterizados por calaveras de espesor excepcionalmente grande, dientes inusitadamente grandes, sÌnfisis mandibular masiva, y un modelo de tamaÒo y erupciÛn dental que no se dan en el hombre actual. Tales caracterizaciones aumentaron entre los estudiantes la aceptaciÛn de la nociÛn de que un ´abismo taxonÛmicoª separa los fÛsiles cl·sicos del viejo mundo del hombre contempor·neo [...].

De hecho, muchos de los fÛsiles seleccionados para ser descritos tenÌan realmente calaveras de espesor grande, si nos hemos de fiar de las medidas publicadas. Pero no eran tan ˙nicos en dicho espesor como tenÌamos creÌdo. Y no es necesario rastrear museos en b˙squeda de extremos craneales aislados sÛlo para demostrar este importante aspecto, ni es necesario tampoco centrarnos en los indios de las costas de Florida o California que tienen una gruesa bÛveda craneana. Una serie contempor·nea de norteamericanos vivos entra perfectamente bien dentro de los lÌmites fÛsiles de espesor craneal. Con las debidas precauciones de excluir casos posibles de la enfermedad de Paget, es totalmente posible mostrar que los norteamericanos contempor·neos y los fÛsiles paleoantrÛpicos no forman distribuciones aparte: los hombres y las mujeres vivos se encuentran imbricados con los fÛsiles.

Se ha dicho que muchos fÛsiles tenÌan dientes enormes, y sin duda los megadontos de Asia y £frica los tenÌan tan grandes como apropiadamente sugiere su nombre. Pero del Pithecanthropus en adelante, la naturaleza excepcional del tamaÒo de los dientes fÛsiles est· abierta a debate.

Con quiz·s una excepciÛn cl·sica, el Pithecanthropus, 4 los tamaÒos de los dientes fÛsiles y modernos coinciden bastante bien. Los Neanderthales, descritos de diversas maneras, encajan con toda comodidad dentro de los lÌmites contempor·neos, y esta observaciÛn es notablemente v·- lida en lo que respecta a los dientes hallados en el estrato K-inferior de Choukoutien. [...] Est· claro que la distribuciÛn de tamaÒos dentales en americanos blancos contempor·neos abarca los lÌmites fÛsiles hasta el punto de que, al igual que con el grosor craneal, no hay la menor sugerencia de un autÈntico abismo taxonÛmico.

TambiÈn ha sido corriente por varios aÒos la nociÛn de que el hombre fÛsil y el moderno se diferenciaban por el orden de la erupciÛn dental. [...] En realidad, y como hemos mostrado, el orden fÛsil es el orden normal de la erupciÛn alveolar de los niÒos modernos. [...] Seg˙n los libros de texto, se dice que los fÛsiles paleoantrÛpicos tienen sÌnfisis mandibulares masivas y altas como serÌa propio de formas de denticiÛn supuestamente masiva. No obstante, en comparaciÛn con una serie bastante pequeÒa de americanos contempor·neos adultos (258 en total), parecerÌa que nosotros tenemos igual derecho a arrogarnos los extremos de tamaÒo y masividad sinfÌtica. Salvo uno o dos, todos los especÌmenes fÛsiles encajan dentro de la distribuciÛn contempor·nea de dos variables de ambos sexos. Todos los dem·s homÌnidos, erectus o sapiens (tomados de la lista de Weidenreich), cuadran bien con la distribuciÛn blanca americana contempor·nea. [...] Una vez m·s, parecerÌa que los fÛsiles no son cualitativamente diferentes de nosotros. [...] ParecerÌa apropiado observar que los esqueletos faciales de los fÛsiles y del hombre moderno no son en forma alguna tan diferentes entre sÌ. 3

Los asÌ llamados hombres primitivos eran ciento por ciento humanos

Hace tiempo que casi todo el mundo sabe que el hombre de Cromagnon es uno de los representantes m·s soberbios de nuestra raza que se pueda escoger, pero lo que suele ignorarse es que otros tipos de hombres fÛsiles no son anteriores a la humanidad por Èl representada:

El interÈs del descubrimiento de Fontechevade es que [...] Èsta es la primera vez que el hombre, ciertamente no Neanderthal, aunque anterior a los neanderthales, se ha hallado en Europa. [...] Durante el ˙ltimo perÌodo interglaciar y con anterioridad a Èl, existÌan en Europa y probablemente en otras partes, hombres con rasgos craneales menos ìprimitivosî que los del perÌodo cultural m·s avanzado que hubo a continuaciÛn, el hombre de Neanderthal de la Era Musteriense. 4

No se ha descubierto a˙n ning˙n tipo de fÛsil cuyos rasgos caracterÌsticos no puedan rastrearse con facilidad remont·ndonos hacia atr·s en el tiempo hasta el hombre moderno. 5

E igualmente reveladora es la siguiente afirmaciÛn de un evolucionista de gran renombre: ´La capacidad craneana de la raza de Neanderthal del Homo sapiens era, por tÈrmino medio, igual o a˙n mayor que la del hombre moderno. No obstante, la capacidad craneana y el tamaÒo del cerebro no son criterios ni de "inteligencia" ni de capacidades intelectuales de tipo alguno. Los pintores de las cuevas de Altamira y Lascaux pueden no haber tenido menos talento que Picassoª. 6

Como se ve por la cita anterior, las conclusiones que se sacan repetidas veces sobre la inteligencia presuntamente en desarrollo de ciertos restos de poca capacidad craneal, aunque a veces la misma es difÌcil de precisar, pueden ser engaÒosas, y la comparaciÛn que suele hacerse entre aquellos presuntos antepasados nuestros y pueblos primitivos contempor·neos es, como mÌnimo, desafortunada. En efecto, tal como dice Custance: ´Cuando se nos asegura que el hombre paleolÌtico hizo y usÛ el mismo tipo de armas, se vistiÛ con el mismo tipo de materias primas en un ambiente que debe de haber sido en ocasiones muy similar, y que cazÛ los mismos tipos de animales para su subsistencia, es difÌcil creer que fuera menos inteligente. Las criaturas desmaÒadas y semibrutas que adornan (?) las p·ginas de los libros para consumo popular que tratan acerca de nuestros ancestros m·s primitivos, podrÌan muy

bien levantarse indignadas contra nosotros por lo seriamente que hemos desfigurado su capacidad intelectual. ªCuando descubrimos que todos esos pueblos primitivos de tiempos recientes o modernos a los que se ha tomado como representantes del hombre en las primeras etapas de su evoluciÛn son personas que, cuando se las conoce mejor, demuestran ser inteligentes, musicales, creativas dentro de los lÌmites de su ambiente, pacÌficas, amantes de sus hijos, y con un sentido altamente desarrollado de la moralidad y de la responsabilidad social dentro de su propio grupo, se hace evidente que o bien su elecciÛn social dentro de su propio grupo como modelos del hombre primitivo es enteramente errÛnea, o bien que el hombre primitivo tenÌa todas las capacidades de las que pueda presumir el hombre modernoª. 7

Las diferencias Ûseas existentes entre los restos fÛsiles y el hombre moderno pueden explicarse por procesos naturales que nada tienen que ver con la evoluciÛn ni, necesariamente, con una degeneraciÛn genÈtica.

No obstante lo dicho anteriormente, ha de reconocerse que ciertos fÛsiles muestran ciertas diferencias anatÛmicas no muy serias respecto al hombre actual. Son perfectamente conocidas por los paleontÛlogos y los etnÛlogos ciertas causas enteramente naturales que pueden explicar muchas de estas diferencias, consistentes en ciertas deformaciones Ûseas.

Un primer tipo de deformaciÛn, cuya validez no tiene por quÈ ser universal ni de gran importancia, es aquÈlla que se suele denominar deformaciÛn posmortem, es decir, las deformaciones sufridas por un esqueleto o partes de Èl despuÈs de su enterramiento y debidas ìa presiones del suelo, al clima y a otras causas puramente fÌsicasî. 8 Una segunda causa de deformaciÛn, cuya importancia se probablemente mayor que la anterior, es la ìintencionalî, la provocada por la sociedad sobre sus miembros vivos por alg˙n criterio religioso o puramente estÈtico. Son bien conocidas algunas costumbres de ciertos pueblos que a lo largo de la historia han provocado deformidades en personas jÛvenes principalmente. Pensemos en los mayas, que estimaban que ser bizco constituÌa una virtud admirable e intentaban lograr tal don para sus hijos poniÈndoles una bolita entre los dos ojos para que fueran torciÈndolos progresivamente. Es tambiÈn famosa la costumbre existente en algunas partes de Asia de atrofiar los pies de las jovencitas haciÈndoles calzar zapatos de madera que les impedir·n un crecimiento normal, y no es menos extraÒa la costumbre de algunas tribus africanas de forzar un crecimiento de la cabeza anormalmente cilÌndrico y abultado hacia atr·s mediante fuertes presiones. 9 Arthur Custance llega a mencionar una tercera causa que me limito a citar, y que serÌa, simplemente, que ciertos fÛsiles pueden mostrar deformaciones resultantes de la ìavanzada edadî que tendrÌan en el momento de su muerte. 10

Existe, no obstante, una causa muchas veces ignorada, pero cuya validez es, sin duda, universal. Se trata de ìla dietaî. Dada la importancia vital de esta causa, resulta oportuno sustanciarla con algunas citas de autoridades en la materia: ´La evidencia de los restos humanos prehistÛricos no justifica por sÌ misma la inferencia de que tengamos un antepasado com˙n con los monos. Basamos esta conclusiÛn en el hecho [...] de que pr·cticamente todos los cambios en la estructura del hombre rastreables mediante los restos prehistÛricos son el resultado de cambios en la alimentaciÛn y en los h·bitos. ªLos cambios m·s notables se encuentran en la calavera. [...] ª El cambio es m·s marcado en la regiÛn en que ejercen su funciÛn los m˙sculos de la masticaciÛn.ª 11

Hablando de la presiÛn ejercida por esos m˙sculos sobre los huesos de la cabeza, Arthur Custance comenta: ´la tendencia normal es que la estructura Ûsea del rostro y del cr·neo se brutalice siempre que estas presiones sean el resultado de condiciones de vida primitivas. Comer alimentos crudos o parcialmente cocidos tiene el efecto, especialmente en la infancia, de fortalecer el mecanismo de la quijada y provocar que su estructura sea m·s masiva, y que la musculatura asÌ potenciada deforme la calavera en ciertas formas inconfundibles. El efec-

to principal es deprimir la frente, haciendo m·s prominentes los arcos superciliares, y que protubere el arco cigom·tico, lo cual acent˙a los pÛmulos. Arrancar carne del hueso en ausencia de cuchillos puede tambiÈn acentuar estas modificaciones de la estructura normal de la quijada. Sentarse en cuclillas en ausencia de sillas puede tener una tendencia a arquear la espalda y a que la cabeza vaya adelante con respecto a los hombros, de modo que los m˙sculos que mantienen erguida la cabeza no sÛlo aumentan en masa, sino que producen tambiÈn un crecimiento correspondiente del hueso en que tiene lugar el anclaje a lo largo del toro occipital. Estos efectos pueden ser particularmente pronunciados cuando la dieta carece de sustancias endurecedoras de los huesosª. 12 ´Como se ha reconocido a lo largo de muchos aÒos, y J. T. Robinson ha puesto de manifiesto muy recientemente, los h·bitos de vida, el clima y la dieta pueden influir tremendamente en los rasgos anatÛmicos fÛsiles que puedan de hecho constituir una ˙nica especie, algunas autoridades las ponen en dos gÈneros diferentes. [...] øCÛmo pueden tomarse en serio ·rboles filogenÈticos en los que las lÌneas de conexiÛn se tracen puramente sobre la base de la semejanza o la desemejanza en el aspecto cuando esas semejanzas o desemejanzas pudieran no ser nada m·s que la evidencia de una diferencia en la dieta? Tales factores culturales o ambientales pueden no sÛlo hacer que dos miembros de una ˙nica especie diverjan lo suficiente como para que se los ponga en dos gÈneros diferentes, sino que dos gÈneros diferentes puedan, por la misma razÛn ìconvergerî hasta que tengan el aspecto de pertenecer a la misma especie. Hay ejemplos extraordinarios de convergencia.ª 13 ´(...) Esto es evoluciÛn tipolÛgica, pero la evoluciÛn es resultado m·s bien que causa.ª 14 ´Se deduce que un retorno a las condiciones dietÈticas y de vida que caracterizaron al hombre prehistÛrico serÌa seguido por un retorno a su tipo fÌsico. Y, no obstante, si se produjera esta transiciÛn hacia un tipo m·s simiesco, no podrÌamos decir que nos est·bamos aproximando a un ancestro com˙n. La semejanza no se deberÌa a la transmisiÛn de cualidades de un ancestro com˙n de un pasado remoto [...] Parece claro que la mera semejanza no constituye un argumento de descendencia filogenÈtica.ª 15

La presunta gradaciÛn estratigr·fica de restos humanos cada vez m·s semejantes al hombre moderno no es real

Aunque puede no resultar cÛmodo sustentarlo, existen abundantes evidencias de que la presunta gradaciÛn ascendente de los restos humanos fÛsiles es enteramente artificial. Y lo es hasta un extremo que nada tiene que ver con el hallazgo ya mencionado de Fontechevade. No sÛlo se ha atribuido gran antig¸edad a restos simiescos cuya estratigrafÌa no est· suficientemente aclarada simplemente para convertirlos de inmediato en presuntos ancestros nuestros, sino que restos perfectamente humanos, de estructura ìmodernaî, y enterrados a profundidad considerable, lo que presumiblemente indica gran antig¸edad, han sido vez tras vez descartados como ejemplos del hombre primitivo por no encajar en la filosofÌa evolucionista. De hecho, cuando estos hallazgos enteramente humanos eran especialmente molestos, simplemente, ìdesaparecÌanî: [...] El distinguido antropÛlogo Broom reconoce con franqueza que los restos de tipo sapiens de Èpocas primitivas han mostrado una extraÒa tendencia a desaparecer. …l cita descubrimientos hechos en Ipswich en 1885 y en Abbeville en 1863 como ejemplos especiales, y ofrece la siguiente explicaciÛn: ´Durante la ˙ltima mitad del siglo XIX cada calavera humana primitiva que se hallaba, si no tenÌa aspecto simiesco, era desacreditada, no importaba cu·n buenas parecieran ser su credencialesª. 16

Y hoy en dÌa sigue utiliz·ndose la misma polÌtica, como indica Weidenreich: ´Al determinar el car·cter de una forma fÛsil dada y su lugar concreto en la lÌnea de la evoluciÛn humana, sÛlo debieran tomarse en cuenta como base de decisiÛn sus rasgos morfolÛgicos: ni la lo-

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