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LET’S GET RESTARTED
EN MIL OCHOCIENTOS SETENTA Y TRES, LA LEY DE BUDAPEST UNIFICABA LAS TRES CIUDADES INDEPENDIENTES DE BUDA, PEST Y ÓBUDA, VÍCTIMAS A LO LARGO DE LOS SIGLOS DE NUMEROSOS ATAQUES DE PUEBLOS ENEMIGOS. SE CONVERTÍA ASÍ A LA CAPITAL DE HUNGRÍA, SEGUNDA CIUDAD MÁS IMPORTANTE DEL IMPERIO AUSTROHÚNGARO, EN UNA NUEVA URBE, NOTABLE Y MONUMENTAL. DOS MIL VEINTITRÉS CELEBRA LOS CIENTO CINCUENTA AÑOS DE SU CREACIÓN.
Budapest se pone sus mejores galas y se llena de ritmo con múltiples festivales y actividades. La ocasión lo merece, pues no siempre es momento para recordar al mundo el momento del nacimiento de este hito hecha ciudad. Por un lado, llega el Festival de la Primavera de Budapest, con el foco de toda la edición girando en torno a la conmemoración. Del veinte de abril al dos de mayo, la edición número cuarenta y tres de este festival contará con disciplinas artísticas para todos los gustos y tipos de público, transformando la ciudad en un lugar de encuentro cultural.
Se darán cita talentos responsables de la producción y ejecución de más de cincuenta eventos repartidos por treinta localizaciones, invitando a residentes y turistas a adentrarse en la diversidad que propone el entorno. Desde música clásica a alternativa, jazz, teatro, literatura, exhibiciones, actividades al aire libre y programas especiales, el festival mostrará grandes dosis de la cultura y tradición de la capital húngara, presentando, a su vez, una ciudad abierta, inclusiva y renovada, llena de ritmo y magia.
Budapest siempre ha sido una ciudad inspiradora, a todos los niveles, estando en la génesis de la creación y desarrollo de las artes más diversas. El legado se mantiene actualmente, y escritores, músicos o actores se dejan ver paseando sus obras. En el orgullo de la urbe, y entre las opciones que mejor conectan por su espíritu vanguardista, está su Academia de la Música. Bautizada así por el legendario compositor Franz Liszt, su estilo Art Nouveau permite que en su interior se pueden ver frescos, vidrieras y mosaicos, además de contar con un auditorio que está considerado como el más bello de Budapest.
Siguiendo con la música, la Ópera Nacional de Hungría es otro de los imprescindibles, con un diseño renacentista que muestra un gran virtuosismo. Su valor arquitectónico hace del lugar, en si mismo, una visita para el recuerdo, pero además presenta una acústica de las mejores de Europa. En definitiva, asistir a una obra entre sus paredes es toda una experiencia.
Además de la anterior oportunidad sonora clásica, la ciudad cuenta con nume- rosas opciones en las que se desarrollan otras disciplinas, como la escultura y la pintura en el Vigadó; actuaciones musicales de múltiples estilos en el A38; y la magia del séptimo arte en los estudios cinematográficos Korda, entre otras. Son todas ellas paradas que permiten sentir que, tras estos ciento cincuenta años, Budapest vibra con el fulgor de la modernidad y la tradición unidas.
Sin “encerrarse”, queda claro con solo pasear por sus calles que la capital húngara sabe combinar pasado y presente. Una de las ciudades más fotogénicas de Europa, presume de un espectacular perfil urbano salpicado de maravillas arquitectónicas del siglo diecinueve que se extienden por la orilla del Danubio. Entre los puntos de referencia más famosos destaca el majestuoso edificio del Parlamento, junto al río, y una colección de impresionantes basílicas. Los dos lados de la ciudad, Buda y Pest, están conectados por numerosos puentes medievales testigos de toda clase de instantáneas.
Tras una deslumbrante fachada de esplendor clásico, se puede disfrutar de las bulliciosas plazas de mercado en el centro y de una de las ofertas de ocio nocturno más fascinantes del mundo. Los famosos “bares en ruinas” del antiguo barrio judío son el mejor lugar en el que pasar noches divertidas en la ciudad, herencia de muchos de los múltiples ataques sufridos y, sobre todo, tras la destrucción de la ciudad a raíz de la Segunda Guerra Mundial (la última ofensiva llegó a destruir también el Distrito del Castillo de Buda, lo que supuso una gran pérdida en lo que a obra pública se refiere).
Con la idea de recuperar el esplendor de la zona, se creaba en dos mil catorce el Programa Nacional Hauszmann, encargado de recuperar esta área de la ciudad con más de setecientos cincuenta años de historia y unificarla arquitectónicamente. Con la visita, merece la pena dar un largo paseo por los edificios restaurados y detenerse en auténticas joyas como St. Stephen’s Hall, honrando así a este tesoro de Europa.