4 minute read
Julián Jaramillo
Presidente de Alpina
“Queremos afianzar nuestra presencia en el continente y seguir generando dinámicas de crecimiento, sostenibilidad e innovación”
Alpina tiene una meta de crecimiento ambiciosa para el año 2016. Para ese año espera vender cerca de 3,6 billones de pesos, representados en cerca de 900 mil toneladas de productos, cerca de una tercera parte de esas ventas se espera que se hagan fuera de Colombia. El crecimiento del 6,3 por ciento en las ventas netas del tercer trimestre de 2012 representa un buen indicador para la compañía colombiana, en especial por la implementación de diferentes estrategias de expansión en el mercado.
Para Julián Jaramillo “el principal motor de este crecimiento fueron las ventas en el mercado colombiano, las cuales se incrementaron en un 6.9 por ciento en valor y 7.5 por ciento en volumen, gracias a la estrategia de mantenimiento y reducción de precios al consumidor, la estrategia de innovación en procesos, eficiencia en costos y mayores productividades”.
El hito de la expansión
Alpina ha evolucionado desde su ingreso al mercado norteamericano, desde el entendimiento del consumidor hasta la forma de operar en ese mercado. Sin embargo este año la apertura de la planta en el estado de Nueva York representó uno de los logros más significativos de ese proceso.
“Esta experiencia en Estados Unidos nos ha permitido contar con productos diseñados para los consumidores latinos, que son cercanos a nuestra marca hace años, y productos diseñados especialmente para los consumidores anglo o norteamericanos. Para éstos últimos, por ejemplo, hemos desarrollado un yogurt griego con granola llamado Revive, que está compitiendo en esta categoría la cual está mostrando dinámicas muy interesantes de crecimiento en ese país” asegura Jaramillo.
La compañía confía en que este sea un hecho que le permita fortalecerse y consolidar su proceso de expansión. “Queremos afianzar nuestra presencia en el continente y seguir generando dinámicas de crecimiento, sostenibilidad e innovación en los países en donde estamos presentes: Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela y Estados Unidos”.
La crisis: un aprendizaje Ninguna compañía está exenta de tener dificultades, situaciones que ayudan a mejorar los procesos cuando se presenta algún error. Una experiencia vivida por Alpina con su marca Boggy, que no se oculta y que se referencia como ejemplo para responderle de frente al consumidor. “Alpina, como cualquier empresa, puede cometer errores. Creemos que al desarrollar diálogos transparentes y abiertos con nuestro entorno, las personas e instituciones que nos rodean podrán comprender mejor las situaciones que atravesamos, podremos ser más efectivos en identificar oportunidades de mejora y comprometernos a hacer las cosas mejor continuamente”, asegura su Presidente Corporativo.
“Tan pronto tuvimos conocimiento de comentarios por parte de algunos consumidores, decidimos, de forma preventiva, terminar la referencia de este elemento promocional InflaBoggy, recoger las unidades que se encontraban en el mercado y adelantar acciones en medios masivos de comunicación solicitando a los consumidores destruir este elemento promocional. También nos acercamos proactivamente a las autoridades para darles a conocer esta situación. Más allá del costo en tiempo y dinero, el objetivo primordial era el bienestar de los consumidores y actuamos conforme a ese mandato”, agrega.
Para Julián Jaramillo, que ha estado al frente de los diferentes momentos desde hace varios años en Alpina es evidente la confianza que se ha edificado no sólo en la construcción de buenos momentos, sino en la solución de problemas y de cómo actuar ante ellos. Una experiencia que lo caracteriza como uno de los líderes empresariales más importantes en su país y que la resume en una sencilla frase: “Las empresas debemos seguir aprendiendo no sólo a celebrar nuestros logros sino también a reflexionar y actuar en momentos complejos y difíciles”.
“El desafío mas importante es garantizar la seguridad alimentaria, por lo tanto debemos expandir la oferta de productos de consumo masivo, sin embargo hay que resolver algunos temas que están limitando esta posibilidad”.
Pablo Baraybar, Presidente de la Cámara Venezolana de la Industria de Alimentos, Cavidea, lidera un sector que ha presentado una caída sostenida por las medidas del mercado en su país (precios, cambio, alta inflación, crecientes importaciones) más la incertidumbre regulatoria. Sin embargo su liderazgo y optimismo le dan la convicción de generar beneficios tanto para los consumidores como para la industria en 2013, siempre y cuando haya ajustes importantes en las políticas económicas.
“Las empresas del sector manufacturero pasaron de 11.117 en 1998 a 7.093 en el 2012, lo que evidencia que la inversión ha migrado hacia otros sectores como el comercio, comunicaciones, intermediación financiera, seguros y otros en donde el marco regulatorio es menos rígido”, señala Baraybar y añade que la industria no crecerá y que de seguir esta tendencia negativa, 2013 no será una excepción.
Sus expectativas como la de los empresarios son evidentes, pues los sectores más golpeados serán los que requieren materias primas (maíz, trigo, arroz), además de oleaginosas, cárnicos y leche, entre otros. “Hasta tanto no se diseñen políticas económicas que incentiven a la producción las cifras para la manufactura privada de alimentos serán negativas. De haber algún crecimiento, será en comercio y servicios”.
Otro factor que merece atención urgente, indica el Presidente de Cavidea es la revisión periódica de las estructuras de costos, “para ajustar los precios razonablemente y poder permitir la reinversión necesaria para potenciar el empleo y crecimiento de la oferta. La inflación no se produce por incremento de precios, se produce por incremento de costos".
El directivo añade que otro obstáculo son los trámites ante los entes oficiales, como CADIVI, donde la asignación y liquidación de las divisas a las empresas para pagar a los proveedores de materias primas se tarda entre 120 y 180 días. “Este retraso encarece el producto final y a eso súmele la cantidad de días que tiene que pasar una mercancía en el puerto antes de poder ser desembarcada y posterior liberación en la aduana”.