Capítulo 9: Fisura Los días fluían más lento de lo normal, y cada vez que Emilie llegaba a su salón, encontraba a Noemi y Artemis sentados en sus lugares, pero sin mirarse ni cruzar palabras. El ambiente entre ellos estaba tenso y frio, parecía que finalmente el plan que había llevado a cabo Eleanor había llegado a su término con éxito: el malentendido entre todos había crecido a tal punto, que su buena relación se estaba deteriorando. Finalmente, al término de la clase, Artemis se puso de pie decidido. ―Noemi ¿podemos hablar un momento? Me quiero disculpar contigo ―habló el chico. Al oír esto, Emilie se sobresaltó pensando que también se dirigiría a ella, sin embargo, la ignoró. ―Claro ―Noemi respondió seria― Nos vemos luego, Emilie ―se despidió regalándole una sonrisa y un guiño de ojo. Por alguna razón, verse ignorada por Artemis, y presenciar cómo era dejada atrás por sus dos amigos, le causaba un profundo dolor en el pecho. Al salir del salón, Aslan esperaba por ella. Apenas vio a la chica pudo saber que Artemis la estaba ignorando, y que eso le afectaba aunque intentara disimularlo. A lo lejos Eleanor observaba el desarrollo de todo con satisfacción. Durante los siguientes días, Emilie vio su ánimo deteriorado por el frio trato que Artemis le estaba dando. Muchas veces intentó enfrentarlo directamente, pero él optaba por simplemente ignorarla y no dirigirle la palabra. A su vez, Noemi le daba todo su apoyo a su amiga, sin embargo se negaba a ayudarla a hacer las paces con él, puesto que creía que la actitud de Artemis estaba siendo infantil y sobreactuada. Igualmente, Leo ya no venía a verla, y tampoco deseaba ir a fastidiarlo y descubrir que también estaba molesto por su nueva relación. De esta manera, Aslan se volvió casi el único apoyo emocional, y cosa que él sin duda disfrutaba, sintiendo que finalmente toda la atención de Emilie se había volcado hacia él. Su relación se volvía cada vez más recíproca, y Aslan temía encariñarse más de la cuenta y postergar sus prioridades, por lo que cada día que pasaba, procuraba tener una notable dosis de recuerdos. En el caso de Emilie, ella sentía que tras el derrumbe de su amistad con Artemis y Leo, su vida escolar se haría aún más difícil de lo que había sido hasta ese entonces, pero gracias al constante apoyo de Noemi, y los buenos momentos que iba apilando con Aslan, los días se fueron yendo más rápido de lo que esperaba. A pesar de esto, una parte de ella le decía que debía avanzar un poco más, y dejar ver una parte de ella oculta tras un cerrojo olvidado. Esto ocurrió dos semanas después de que empezaran a salir, un día viernes en que Aslan había sacado a Emilie de la clase de educación física para pasar tiempo con ella. Ambos se sentaron a conversar en una banca cerca de los bebederos del gimnasio principal.
―Quién lo diría ―se rio Aslan sentando junto a la chica― Emilie Evans, la estudiante perfecta, saltándose las clases. ―No lo habría hecho si no me hubieses venido a buscar ―respondió la muchacha al tiempo que se acercaba hasta él para acomodar su cabeza en su pecho.
―Te sigues viendo triste ―comentó algo tímido. ―Eleanor ya no me molesta, e incluso las chicas de mi curso son más simpáticas conmigo ―suspiró― ¿Será porque ya no estoy cerca de Artemis? ―Tal vez lo sea… ―respondió el muchacho, mientras acomodaba su brazo entorno a ella, envolviéndola. ―Odio tanto este mundo de niños ricos… ―dijo con tono triste. ―¿No eres tu una niña rica también? ―rio sin captar del todo lo que Emilie decía. ―Mi familia no es de las tradicionales, como la tuya o la de Eleanor ―soltó un resoplido― Las empresas de papá eran pequeñas, solo emergieron pocos años antes de que él muriera. ―¿Enserio? Por tu forma de ser tan seria, no lo habría imaginado ―se burló nuevamente, Emilie le clavó la mirada. ―Cuando mi padre aún estaba vivo… ―Emilie cambió levemente su tono de voz a uno melancólico― Me llevó a una fiesta del día del niño, donde muchos hijos de padres ricos eran presentados por primera vez, y se reunían para participar en varios juegos y actividades. Aquella vez… fue la primera vez que noté el grado de envidia y rencor que se produce en este mundo de los niños ricos… ― ¿A qué te refieres? ―preguntó sin entender del todo. ―En aquella ocasión fue la primera vez que alguien de mi edad me rechazó y me ignoró como Artemis lo hace ―dijo triste― Y aquella vez… fue la primera vez que oí a alguien llamar a mi madre oportunista y escaladora… sólo porque se casó con un hombre mayor ―suspiró―recuerdo que estaba de pie mirando por un ventanal, cuando un grupo de mujeres empezaron a hablar mal de mi madre, aun cuando vieron que estaba ahí… realmente no pude entenderlo ―se acomodó
para mirar al chico― ¿Esperaban verme llorar o hacerme daño? ¿Acaso eso haría que mi madre dejara de amar a mi padre? No entiendo por qué aun teniendo todo, se empeñaban en hacer fracasar a mis padres… ¿Qué sacarían de eso?―bajó la mirada― Aquel día desee que esa ventana por la que estaba mirando, se tragara toda la tristeza y la angustia que sentí, pero no lo hizo… quizás algún día terminaré saltando de una ventana para suicidarme ―rió bromista. ―Uhm… Dicen que las personas muy inteligentes están más propensas a sufrir de depresión ―respondió sarcástico Aslan― Creo que te equivocas demasiado en ello. ―No es la respuesta que esperaba de ti… ―dijo algo molesta Emilie al notar la actitud petulante del muchacho― ¿En qué me equivoco según tú, sabelotodo? ―En que aquella ventana, no estaba ahí para que saltaras de ella ―hizo una pausa― esa ventana estaba ahí para que la abrieras y dejaras escapar todas esas voces que hablaban de tus padres, para que el viento se las llevara ¿No crees?
―…. ―calló un momento Emilie, entre molesta y feliz. No esperaba que después de todo, la forma en que Aslan se preocupaba de ella, era algo menos ortodoxa que la de otros chicos― Bueno… sí eres un sabelotodo. ―Jajajaja ¡Qué mala perdedora! ―se burló― pero… ―se detuvo un momento― pase lo que pase no debes pensar en suicidarte ¿entendido? ―advirtió de forma amenazante. ―P-por supuesto… ―contesto algo asustada― no lo veo necesario ahora… ―sonrió. Al haber soltado el constante miedo que sintió en aquella desprotegida noche, Emilie terminó de mostrarle todo de ella a Aslan. Ya no tenía que ocultar más el enorme terror que sentía cada vez que recordaba que su padre la había abandonado en un mundo lleno de odio y envidia, porque sabía que podía contar con él. Tras el término de las clases, Aslan comenzó a sentir cómo sus sentimientos y sus deseos se entrelazaban haciéndole sentir culpable: Había caído enamorado de Emilie, estaba consciente de ello, pero a la vez, no iba a renunciar a ver a su hermana una vez más. Se arrepentía de haber hecho ese trato con Eleanor, no quería arruinar la vida de Emilie, pero ya se había inmiscuido mucho en ella y había sobrepasado el punto de retorno. No había vuelta atrás. Al entrar a su habitación, encontró una nota que habían deslizado debajo de su puerta: ―“Prepara tus cosas este fin de semana. Han aceptado tu solicitud, el lunes a las 3 de la tarde puedes despedirte de este basurero y esa golfa que tienes por novia. Eleanor” La última vez que vio a su hermana, estaba cercano a cumplir doce años, y habían pasado casi cinco años desde que había estado con ella, lo que enardecía el vacío en su interior. Por otra parte, aun cuando sorpresivamente había encontrado a alguien en confiar, sabía que la relación con Emilie no podría prosperar ¿Adónde le llevaría un romance adolescente, cimentado en mentiras y sostenido en la manipulación de Eleanor? Probablemente, si le decía la verdad a la chica, ésta se alejaría de él. Por un lado, estaba Aysel, la persona que lo completaba, y por otro, estaba Emilie, la persona que lo acompañaba: Sólo podría elegir un camino, y el que tomara, lo privaría de tomar el otro. El destino estaba sellado, y Aslan debía decidir qué haría finalmente, si renunciar a su hermana, o destruir la relación que había construido con la chica. Tras meditarlo ese fin de semana, tenía la respuesta que estaba buscando, y la llevaría a cabo el lunes temprano, pero no sin antes buscar a Artemis y darle instrucciones de lo que debería hacer. El domingo a la hora de la cena, Aslan se acercó al pelirrojo. ―Zanahoria… ―dijo lentamente― Artemis ―se corrigió. ― ¿Qué quieres? ―Le respondió de mala gana. ―Voy a dejar a Emilie ―dijo de lleno Aslan― mañana, a las 10:30 ve al jardín central, de seguro será un buen momento para que hagan las paces ―dicho esto, dio media vuelta y se marchó
del lugar. Artemis sorprendido, quiso detener a Aslan, pero sólo recordar aquella ocasión en que él le había expuesto, le hizo creer que se trataba de una trampa. El lunes temprano, Artemis quería hablar con la chica y advertirle lo que Aslan le había dicho la noche anterior, pero a la vez, tampoco quería interferir más en su vida, quería que ella viviese una tranquila vida escolar, enamorada del chico que ella eligiese, y sin Eleanor torturándola. Cuando sonó el timbre del receso, Emilie se puso de pie para ir a juntarse con su novio fuera del salón. Al verla caminar, Artemis sintió la imperiosa necesidad de hablarle, pero finalmente su voz se ahogó en el silencio. Apenas se encontraron, Emilie sintió extraña la forma de hablar y de moverse que tenía el muchacho aquel día, pues los días que había compartido no habían sido en vano. Caminaron juntos hasta el jardín central, pero esta vez no fueron a su lugar oculto entre los árboles. Esta vez, Aslan se detuvo casi al llegar a la banca en la que Emilie solía ver a Leo. El ambiente se sentía extraño, y lo notó en cuanto el chico no la había saludado tan cariñosamente como siempre. Un mal presentimiento empezaba a crecer en su pecho. ―Emilie ―empezó con voz seria Aslan― O más bien, tal vez deba llamarte Evans otra vez. ―¿Eh? ―sintió como se le helaba la sangre Emilie, a la vez que comenzaban a confirmarse sus miedos― ¿P-por qué? ―Hoy me marcho de esta escuela ―dijo cortante― no planeo regresar, y no tengo dentro de mis planes volver a verte ―¿Te vas a transferir de escuela? ―preguntó confundida― Nunca dijiste… ―No tengo razones para decirte todo lo que hago ¿o sí? ―marcó el tono hiriente en sus palabras― la pasé bien mientras estuve contigo, pero no me interesas de otra forma más que temporal ―¿Q-qué…? ―preguntó confundida nuevamente, acercándose para mirar mejor al chico― ¿Para ti… fue sólo… un momento de diversión? ―su expresión mostraba desconcierto y miedo. ―Lo fue, estoy terminando contigo ―dijo al tiempo que se daba vuelta para marcharse hacia el internado. ―¡Espera! ―corrió Emilie a detenerlo― No puedo creer que digas eso, no puedo creer que quieras desechar así de fácil todo…―Exclamó bajando la voz. Aslan automáticamente se detuvo y tomando un amplio respiro, se calmó para mirar a la cara de la chica. ―Eleanor planeó todo ―dijo entonces― te estoy haciendo un favor, más te vale que me oigas ―explicó mientras veía cómo los ojos de Emilie se llenaban de lágrimas― Eleanor me pidió que saliera contigo para separarte de Artemis y la enana, y adivina qué ―enfatizó― lo conseguí, te dejé sola y sin nadie a tu lado.
―No es cierto…. ―dijo moviendo la cabeza en forma de negación― ¡Confié en ti! ¡Tu…! ¡Eres exactamente como los rumores dicen de ti! ―exclamó entre lágrimas― ¡Eres un manipulador, violento, misógino y mentiroso! ¡No mereces que nadie te quiera! ―Estas últimas palabras de Emilie hicieron eco en el interior del muchacho, moviendo una pequeña herida que hace mucho no le dolía ―¿Y tú qué? ―contestó al tiempo que empujaba a la chica a la banca― ¿Sales conmigo solo por mi apariencia? ¿O porque mi familia es dueña de las fábricas más grandes del país? ―preguntó con la intensión de espantarla― ¡Eres igual de arribista e interesada que todos en esta escuela! ―¡Imbécil! ¡Estúpido! ―trató de insultarle seguidamente― ¡N-nunca….Nunca voy a perdonarte, Aslan! ―le gritó al tiempo que veía el rostro destrozado del chico. No podía entenderle ¿Por qué ponía esa cara, si él estaba terminando con ella? El muchacho sentía cómo estaba a punto de quebrarse enfrente de la joven, por lo que se apresuró en dar media vuelta para marcharse del lugar. ―Lo mejor que puedes hacer es nunca perdonarme ―dijo por último― Ni a Eleanor. Esas fueron las últimas palabras que Emilie hoyó de Aslan, en quién había confiado, a quién había entregado su cariño, sus secretos, y sus miedos. Las lágrimas no dejaban de aparecer en sus ojos, y avergonzada, Emilie escondió su rostro entre sus manos. Por su parte, Artemis preocupado, intentaba decidir si hacer caso a las palabras de Aslan, o simplemente ignorarlas.