Capítulo 8: Depredador Aun cuando Aslan no lo vio venir, había empezado a confiar en Emilie el día que inconscientemente le contó sobre su hermana melliza. No podía evitar sentirse desconcertado por haberlo dicho a alguien que conocía hace solo un mes ¿Por qué había confiado en ella? No lo sabía, pero tenía claro que lo que había comenzado debía terminar de alguna u otra forma. Nervioso al verse traicionado por su subconsciente, quién parecía reconocer a Emilie como alguien a quién podía mostrarse débil, decidió cambiar el tema drásticamente. Entre los árboles y arbustos del jardín, Aslan y Emilie se ocultaban a conversar aquel día en que se cumplía un mes de la advertencia de Eleanor. ―Evans...¿Me vas a decir si ya somos amigos o no?. ―Te lo diré... ―dijo algo dudosa Emilie― cuando compruebe si somos compatibles. ―¿Y cómo harás eso? ¿Con un examen de sangre? ¿Signos zodiacales? ―cuestionó bromista ―Muy gracioso Aslan... ―soltó seria Emilie― aunque quizás sí proceda por alguno de esos métodos... ―Pues... ―dijo algo nervioso― ¿Y si comprobamos si somos químicamente compatibles?. ―¿Q-qué quieres decir? ―se sobresaltó Emilie retrocediendo un poco ― ¿Q-quieres....quieres besarme?. ―No creo que deba responder con un "sí o un no" ―contestó Aslan al tiempo que, apretando los ojos nervioso, se acercaba a Emilie para besarla. A su vez, la chica nerviosa al no saber qué hacer, solo decidió cerrar los ojos. Ambos se encontraban alterados a pesar de no ser el primer beso de ninguno de los dos, y sin embargo, los dos sabían que la tensión que experimentaban al estar juntos no era algo de todos los días. Esa tensión que se había acumulado en cada pequeño encuentro, en cada conversación, en cada gesto, había encontrado una única vía de escape a través de aquel beso. La pareja se separó a los pocos segundos, viendo sus rostros completamente sonrojados. ―Tu aliento... ―dijo Emilie fingiendo enojo― huele a cigarro... ―bajó la cabeza― odio el cigarro...pero a pesar de eso... aun así me gustas, Aslan. ―¿Eh?. ―Dije que me gustas, maldito imbécil ―repitió molesta Emilie. ―Eso quiere decir... ¿Qué vas a salir conmigo? ―preguntó ansioso Aslan. Si la respuesta era positiva, entonces su libertad estaba asegurada y podría ver de nuevo a su hermana. Emilie por su parte, calló tímidamente. ―...S-sí ―respondió suavemente, mirándolo directamente pero manteniendo la cabeza levemente inclinada. ―¿Es.... enserio? ―repitió incrédulo. La chica avergonzada solo asintió moviendo la cabeza. El rostro de Aslan se llenó de alegría: ahora que había conseguido que Emilie fuese su novia, sabía que Eleanor le otorgaría el permiso para dejar el internado. Volvería a ver a su hermana, a quién añoraba desde el primer día que los separaron. El muchacho, contento, no supo reaccionar de otra forma más que lanzándose a abrazar a la chica. Emilie por su parte, se encontraba tan tensa que sólo se dejó envolver por los brazos de él. ―Supongo que ahora sí me llamarás por mi nombre....―dijo alejándose un poco de Aslan― llamarme por mi apellido es demasiado rudo. ―Claro... ―asintió el chico algo sonrojado― Emilie ―dijo al tiempo que desviaba su mirada.
―...Uh ―gruñó muy bajito la muchacha, en un intento de contener su felicidad. Los nervios se estaban apoderando nuevamente de ella, y antes de que ya no pudiera calmarse, decidió irse― Aslan... creo que ya es hora de que me marche ―se puso de pie― sería malo que Artemis o Leo comenzaran a sospechar que estoy aquí... ―Emilie, espera... ―la detuvo por el brazo― ¿no te vas a despedir de mí? ―preguntó coqueteando. ―Ya me despedí ―respondió avergonzada― y no pienso besarte otra vez hasta que dejes de fumar ―le regañó, soltándose de Aslan para marcharse hasta su salón. ―Vaya....―suspiró nuevamente― no hay forma de darle en el gusto totalmente...―acto seguido se puso de pie y salió en búsqueda de Eleanor. La encontró cerca del salón de profesores, acompañada de un grupo de chicas que sostenían algunos papeles y libros de la muchacha. Las chicas, al ver que Aslan se les aproximaba, retrocedieron. ―Lea... ―dijo una de las niñas asustada― ese chico horrible viene hacia aquí... ―¿Quién? ―preguntó antes de voltearse y encontrarse con él― ¿¡Aslan!? ―exclamó desconcertada― discúlpenme chicas, ya regreso ―acto seguido se dirigió hasta el muchacho y tomándolo del antebrazo lo sacó de ahí― ¿Qué haces aquí, estúpido? sabes que si alguien te ve conmigo, la babosa se puede enterar. ―Tranquila, bruja... ―la calmó― tengo una buena noticia para ti... ven al lugar de siempre ―dicho esto, el chico se dio media vuelta y se marchó. Eleanor no pudo ocultar su sonrisa de satisfacción, lo que aumentaban sus ansias de saber la noticia. A lo largo de día, Emilie se encontró intranquila. No podía sacarse de la cabeza lo sucedido con Aslan, ni podía dejar de sentir su aroma a su alrededor. Quería volver a verlo, pero no sabía cómo reaccionar cuando aquello ocurriera: ahora estaba oficialmente saliendo él, y debía comportarse como su novia. Sin embargo no había tenido un novio desde los catorce años, y esta vez se le estaba haciendo casi como si fuese la primera. Finalmente, el día se había acabado y la muchacha no había tenido la oportunidad de volverlo a ver, lo que la ponía un poco triste. Aun cuando ese día había acabado para Emilie, para Eleanor todavía guardaba el momento más esperado de este. A penas acabó de cenar corrió hasta el internado de chicos, y se dirigió hacia la parte trasera para encontrarse con Aslan. ―Aslan... ―lo llamó, notando de inmediato que esta vez no estaba en su habitual postura de fumador― vaya... ya veo que después de tanto insistirte has dejado de fumar.... ―No lo hago por ti, bruja ―le cortó la conversación― Emilie no me dejará besarla hasta que no deje de fumar ―dijo algo tímido. ―¿Emilie? ¿Besar? ―preguntó incrédula― ¿Te has enamorado de la babosa? ―preguntó nuevamente con cara de asco. ―¡E-eso jamás! ―respondió enojado― Estoy saliendo con ella, tal como querías, eso la alejará de tu Zanahoria y la Enana ¿Contenta? ―¿Cómo puedo creer que de verdad están saliendo? ―dudó Eleanor― Yo la he visto igual que siempre ―Mañana en el primer receso te lo demostraré ―rió― debes estar atenta... Y debes comenzar a trabajar en tu parte del trato.
―Sólo después de que me lo demuestres, enviaré el papeleo para que te den la orden de salida ―Estoy ansioso por no tener que volver a verte el rostro ―se burló. ―Pues la verdad, yo nunca he soportado tener que verte más de diez minutos ―le devolvió la mano Eleanor ―Eso dices ahora ―señaló acercándose a la chica, quien no parecía intimidarse― ¿Se te olvida cuando venías a mí, llorando porque Artemis te engañaba? ―Apártate ―lo empujo― eres asqueroso. ―En ese entonces no parecía molestarte que te consolara ―rio tomando distancia de ella. ―Es el último favor que te haré por haberme ayudado en ese entonces ―dijo molesta― en quince días hábiles podrás salir a hacer maldades afuera también ―dicho esto, Eleanor dio media vuelta y se marchó, dejándolo pensativo y ensimismado. ―Aysel.... finalmente ―suspiró para marcharse― finalmente te volveré a ver... ―sonrió. La mañana siguiente llegó tan fría como cualquiera de Mayo, el invierno se acercaba a pasos agigantados, y ya era tiempo de usar abrigos, guantes y gorros. Aquel miércoles, Emilie se dirigió enseguida hasta su salón, pero no sin antes dirigir su mirada hacia el tercero B para lograr divisar a su actual novio, a quién por lástima, no logró encontrar. Estaba nerviosa. No lograba concentrar su mente sólo en la clase, y las palabras que Artemis y Noemi le dedicaban, le entraban por un oído y le salían por el otro. Ansiosa, sus pies se movían al compás de los nervios esperando a oír la anhelada campana del receso. Finalmente, cuando la campana sonó, Emilie se puso de pie rápidamente con la excusa de tener que ir a comprar algo. Artemis se paró casi al mismo tiempo para seguirla, y tras de él se puso de pie una sonriente Noemi. Emilie intentó apurar el paso para salir del salón antes que sus amigos, pero fue justamente el chico que anhelaba ver quién hizo que su paso se detuviera. Ahí estaba Aslan esperando por ella. ―Emilie ―la llamó sonriente, mientras se acercaba― Buenos días. ―A-Aslan… ―Emilie se sobresaltó, deteniéndose abruptamente. Acto seguido, Artemis notando la presencia del chico ahí posicionó por delante de la muchacha. ―Vaya… ―soltó Artemis protegiendo a Emilie― Me pareció escuchar a Aslan, pero por alguna razón no lo veo –Agregó mirando por encima del muchacho ―Veo que estás de buen humor esta mañana, Zanahoria mutante ―le devolvió el insulto enojado. ―Ah, ahí estabas –dijo entonces mirándolo a la cara― Eres tan pequeño que no te noté ―Sonrió― Creo que te perdiste, tu salón está más allá. ―No me he perdido, el que ha perdido algo eres tú ―se acercó confiado al grupo― vine a buscar a MI novia –anunció al tiempo que tomaba la mano de Emilie para atraerla hacia él. ―¿¡QUÉ!? ― se sorprendieron al mismo tiempo Artemis y Noemi. ―¡Emilie! ¡Qué cruel! ―le dijo Noemi adelantándose― ¡No me habías dicho nada, y yo te he ayudado todo este tiempo!. ―¡N-Noemi…! ―exclamó Emilie con cara de culpabilidad― Lo siento… quería decirte… pero Artemis no nos deja solas.
―¿Cómo que la estabas ayudando? ―se acercó Artemis a Noemi― te dije un millón de veces que este tipo no es de confiar. ―Y si no es de confiar ¿Cómo es que hace tan feliz a Emilie? ―discutió enojada― ¡Tú no has sido capaz de hacer nada por ella en estos dos meses! ―le encaró la chica. Artemis, al oír lo que había dicho, se cohibió al punto de no saber qué decir. ―Noemi… ―se acercó Emilie― no es necesario que discutas con Artemis… ―Lo siento… ―se disculpó― Pero no soporto su actitud… ―agregó al tiempo que bajaba la mirada. ―Noe… ―agregó incompletamente Emilie, pues Aslan la había tirado del brazo. ―Gracias por tu ayuda, Noemi ―le sonrió el chico de cabello― Si no te molesta, me llevaré a Emilie un momento ―anunció al tiempo que se llevaba a jovencita del lugar. Noemi se quedó pensando un momento, para que luego su cara se llenase de felicidad al ver que finalmente algo bueno le pasaba a su amiga. Por su parte, Artemis se retiró del lugar para tranquilizarse. Aslan arrastró a Emilie hasta el jardín central, y la llevó al lugar oculto entre los árboles y arbustos en el que solían verse a escondidas. La chica estaba confundida: ya eran novios ¿Por qué tendrían que esconderse ahora? Aslan se sentó en el pasto, y Emilie hizo lo mismo a su lado. ―¿Por qué vinimos aquí otra vez? Ahora no importa que nos vean…. ―dijo la chica bajando la mirada, un poco triste. ―Porque este es nuestro lugar ―respondió coquetamente acercándose a ella― además, no quiero que vean… ―¿Qué vean qué? ―preguntó confundida y nerviosa al ver que el chico se le acercaba dominante. ―Que vean… ―se le acercó peligrosamente― que anoche no fume solo por esto… ―Dicho ello, el chico se abalanzó sobre ella para besarla repetidas veces. Emilie sorprendida por la forma tan directa de actuar del muchacho, no pudo sostenerse ante el impulso de éste, y cayó recostada en el pasto. Aslan por su parte, se acomodó por encima de la chica para continuar con su actuar, al tiempo que le pasaba cariñosamente una de sus manos por el cabello y la oreja, y con la otra se sostenía. ―O-oye…. ―sacó el habla, apenas Aslan se detuvo― ¿Q-qué te pasa? No estás actuando demasiado… ―¿Demasiado violento? ―completó― Lo siento Emilie ―Sonrió con la mirada fija en su presa― Pero siempre te muestras tan serena y calmada… tenía muchas ganas de verte con la cara que tienes justo ahora ―agregó sin cambiar de actitud. En ese momento, Emilie cayó en la cuenta de su cara había perdido su habitual gesto serio, para dar paso a unas mejillas llenas de rubor ante la tensión que había entre ambos, y unos ojos llenos de agitación e incertidumbre ante esta nueva experiencia. Sin esperar más, fue la chica quien esta vez se levantó un poco para proceder a besarlo. ―Es tu turno ―replicó la chica separándose levemente, e intentando imitar la actitud de este. ―Eres atrevida ―respondió, para actuar una vez más por encima de ella. La pareja parecía muy ensimismada en su mundo, al punto que no advertían que muy pronto tendrían que volver a clases. Entonces, el muchacho no esperó más y decidió avanzar hasta el cuello de Emilie, descendiendo a besarla también desde la oreja hasta la clavícula.
―¡D-detente! ―exclamó sobresaltada, incorporándose y empujando hacia atrás a Aslan. Su corazón había aumentado notablemente su ritmo, y el sentimiento de exaltación la había sorprendido por completo. ―Eso duele…. ―gruñó algo molesto, pero igualmente sonrojado. ―¡E-estamos en la escuela! ―le reclamó, aun intentando calmarse― ¡Es un espacio público! ―No me digas que… ―Comentó Aslan con cara de duda, mirándola― ¿Ya quieres pasarte a mi cuarto? ¡De verdad eres atrevida! ―Sonrió bonachón. La cara de la chica se transformó en una mueca de enojo.
―¡Púdrete, imbécil! ―lo insultó intentando ponerse de pie, pero antes de que pudiese hacerlo, Aslan la detuvo. ―¡Lo siento, lo siento! ―rio nervioso― Sólo estaba probando… No te enojes conmigo ―Agregó poniendo cara de inocente ―… ―la chica calló un momento, para luego suspirar y calmarse― Eres como un gato… Primero muerdes y luego quieres que te perdonen poniendo esa cara ―Bajó la mirada― No me sorprendería que pronto también te fueras como un gato. Aslan abrió los ojos en señal de sorpresa ¿Cómo podía ser que, aquella chica a la cual se había acercado por interés, hubiese visto tan fácilmente sus verdaderas intenciones? Había leído completamente su mente: Estaba ansioso por pasar tiempo con ella, debido a que en muy poco se tendría que ir, y no la volvería a ver otra vez. Por lo mismo, aprovecharía en su máxima capacidad, eso que había obtenido gracias al trato con Eleanor: A aquella chica que parecía difícil de acceder, pero que en el fondo tenía anhelos como todos. ―Jajajajaja ―tio el muchacho, haciéndose el desentendido― ¿Por qué dices eso? Apenas estamos empezando a salir ―No lo sé ―respondió con mirada honesta―... pero lo que fácil empieza, fácil termina... ―¿No será que te arrepientes de estar conmigo y ya quieres volver con Artemis? ―dijo mirando a la chica directamente a los ojos― Eso destrozaría mi corazón ―rio nuevamente. ―Jajajaja ―rio de regreso la muchacha― ¿o tu ego? eres casi tan vanidoso como Artemis ―Ni siquiera niegas arrepentirte ―remarcó Aslan con algo de suspicacia, muy dentro de su papel. ―No me arrepiento ―Le respondió con una amplia sonrisa, para luego acercarse al chico y darle un pequeño beso en la mejilla― Nos vemos después ―Se despidió poniéndose de pie― ven a buscarme a la hora de almuerzo ―Agregó antes de marcharse a su salón. Aslan se quedó sentado ahí un momento más, como esperando a que la joven regresase, cosa que no ocurrió. Tardó unos momentos para darse cuenta de que en su cara una sonrisa inconsciente se había dibujado. La distancia se había acortado abruptamente para ambos, cosa que fue tan beneficiosa para el chico como para Emilie, puesto que, lo admitiesen o no, estaban paso a paso enamorándose más profundamente.